Capítulo 15

— Venga, vístete — me respondió — Nos vamos.

— ¿Ya? — pregunté justo cuando se ponía los pantalones.

— ¿Acaso quieres seguir? — preguntó con una sonrisa.

— ¡¿Qué?! — pregunté — No, no me refería a eso. Es sólo que...

— Las clases han acabado hace cinco minutos — contestó interrumpiéndome.

— ¡¿QUÉ?! — pregunté incrédula — Wyatt ¡tenemos que irnos ya! — respondí levantándome de golpe y cogiendo mi ropa.

— Hey, tranquila — contestó cogiéndome de la muñeca y deteniéndome — Toma, primero te limpias y después te vistes — terminó de decir ofreciéndome una toalla mientras que señalaba mis muslos con la cabeza.

Bajé la mirada hacía mis muslos y vi un poco de líquido en ellos, rápidamente tiré de la camisa todo lo que pude hacía abajo avergonzada.

— Gracias... — murmuré cogiendo la toalla que me ofrecía.

— Iré a llamar al chófer....mientras tanto tu límpiate y vístete.

Se dio la vuelta para comenzar a caminar lejos de mí. La mirada se me perdió en su espalda, no entendía como se hizo aquella cicatriz, me había llamado muchísimo la atención pero no era el momento de preguntárselo.

Así que salí de mis pensamientos y me puse a limpiar los muslos para después quitar la camisa de Wyatt, no sin antes verle si seguía de espaldas a mí, para luego poner mi ropa. Me había gustado la sensación pero no sé porque me sentía mal por dentro. Note que mis ojos se habían llenado de lágrimas sin querer, así que sacudí la cabeza para tranquilizarme y alejar esas lágrimas.

Poco a poco comencé a meter la comida en la cesta para luego recorrer por ultima vez el lugar con la mirada a la vez que sentía que comenzaba a hacer fresco. Si hubiera sido por mí, me habría quedado a vivir en los bosques, cerca del lago pero....la vida no era un sueño.

Voltee a mirar a Wyatt quien seguía hablando por el móvil. Esas cicatrices que veía en su espalda, me daban escalofríos, parecían muy profundas.

Lentamente comencé a dirigirme hacía él mientras que sonría observando el bosque, es que no lo podía evitar, me encantaba. Conforme me fui acercando, note que él estaba susurrando a alguien en la llamada, lo único que logré escuchar fue:

—...en cuanto llegue a casa os mando el video.

¿Video?

—Wyatt — le llamé y volteo a verme con una sonrisa a la vez que colgó la llamada.

—¿Ya estas lista? — me preguntó.

—Sí.

Comenzamos a hablar de cosas random mientras que nos dirigíamos hacia la carretera. Mientras esperábamos al chofer, noté que la mirada de Wyatt me seguía de cerca, como si estuviera analizando cada uno de mis movimientos. Me sentía incómoda y decidí romper el silencio.

— No es por nada, pero ¿te importaría dejar de observarme? No me gusta que me observen demasiado.

Wyatt me miró con una sonrisa burlona y me preguntó —¿Te molesta?

 Asentí, expresando mi incomodidad. 

Sus ojos penetrantes se clavaron en los míos, y por un momento, el mundo a nuestro alrededor pareció desvanecerse. El tiempo se ralentizó y sentí una extraña electricidad en el aire. Me di cuenta de que estábamos muy cerca, demasiado cerca. Mis pensamientos se nublaron mientras sus labios se acercaban peligrosamente a los míos. No podía evitar sentir una intensa atracción, pero mi religión y mis principios luchaban contra mis emociones.

— ¿Y si te digo que no puedo apartar los ojos de ti? —susurró cerca de mis labios, su aliento cálido acariciando mi piel.

Sus labios estaban a punto de volver a rozar los míos cuando apareció el coche deteniéndose enfrente de nosotros.

Se apartó de golpe y se dirigió hacia el maletero, cuanto llegó, lo abrió sacando una camiseta negra y poniéndoselo.

Aléjate de él o te arrepentirás...

Intenté hacer caso a mis pensamientos, de verdad que intenté hacerle caso...

Pero fue imposible.

Mi mirada le recorrió cuando él se encontraba de perfil de arriba abajo. Su cabello negro como la noche ondeaba con el ligero viento que hacía y la camiseta se le pegaba al pecho como si fuera una segunda piel a la vez que sus mangas cortas le apretaban en los brazos.

¿Para qué negar? Él tenía un buen cuerpo para tener solo 17 años, se notaba que se cuidaba mucho y...

—¿Quién es la que observa ahora? — preguntó sacándome de mis pensamientos mientras que me miraba con una ceja alzada y una sonrisa que te hechizaba.

¡Concéntrate Sarisha!

—Eh...n-no te estaba observando —contesté apartando mi mirada de él.

Escuché como soltó una risa mientras que se acercaba a la puerta del coche y lo abría —Venga súbete al coche.

Agaché la cabeza y me acerqué para subir al coche esperando a que él hiciera lo mismo. Mientras aguardaba su llegada, empecé a doblar su camiseta negra. Por alguna razón, antes de hacerlo, la olí. Tenía un aroma atractivo, me encantaba su fragancia natural.

Justo después de unos segundos, la puerta se abrió, y rápidamente aparté la camiseta antes de que Wyatt me pillara oliéndola. Después de sentarse, volvió a presionar los botones, haciendo que las ventanas se oscurecieran y me impidieran ver afuera. Pasaron unos minutos antes de que el chico pelinegro carraspeara y  hablará:

— Nisha, lo que dije en el lago... era la verdad.

— Wyatt, el chóf...

— Las ventanillas están insonorizadas — me interrumpió.

—¿Cómo?

— No intentes cambiar del tema.

— Wyatt, sabes que no puedo —murmuré.

—¿No puedes o no quieres?

Me quedé callada.

¿Realmente no podía o porque yo no quería?

Mi mente volvía en guerra, una lucha desgarradora entre mis deseos y mis valores religiosos. Sentía el pulso acelerado y la sangre ardía en mis venas, mientras el deseo por Wyatt se entrelazaba con la voz de la razón en mi interior. Sus labios, cálidos y tentadores, se acercaron rozando los míos, invitándome a rendirme al placer prohibido.

 Sus labios encontraron mi cuello, y un suave gemido escapó de mis labios sin permiso.

— Aah... W-Wyatt, para... —gemí, mi voz salió en un suspiro mientras mis manos temblaban, luchando contra la tentación.

Él se apartó ligeramente, pero sus ojos ardían con intensidad, y su mirada se clavó en la mía. Era un enfrentamiento de voluntades, y yo me sentía atrapada en el abismo de la pasión y la moralidad.

— ¿Estás segura de que quieres que pare? —susurró, su voz ronca y sensual.

Mis pensamientos se tambalearon. ¿Quería que se detuviera? 

Sí, por mi religión y mis principios, debía detener esto.

Pero, por otro lado, mi cuerpo anhelaba su tacto, sus besos, y la sensación de su proximidad. La lucha interna me dejó sin aliento.

— Wyatt... —susurré, luchando por encontrar la fuerza para resistir. Pero mis palabras eran un eco lejano en el abismo de la tentación.

Él se acercó de nuevo, sus labios a punto de capturar los míos en un beso ardiente. Mi mente giraba en un torbellino de conflicto, pero mi cuerpo traicionaba mis convicciones. El deseo ardía en cada fibra de mi ser.

Finalmente, sus labios encontraron los míos en un beso apasionado y ardiente. La pasión y la razón chocaban en mi interior, y por un breve instante, dejé que la pasión ganara terreno.

Nuestros labios se fundieron en un beso profundo, unión de dos almas que luchaban contra sus propios deseos y creencias.

El coche aislado y oscuro se convirtió en el testigo silencioso de una batalla interna que continuaba desgarrándome. Sabía que lo que estaba haciendo era un pecado, pero en ese momento, me dejé llevar por la intensidad del momento y el magnetismo de Wyatt. No sabía en qué dirección nos llevaría este camino, pero por ahora, me rendí al abrazo del deseo.

*  *  *  *

Me encontraba en el baño llorando.

Solitaria y abrumada por una mezcla incomprensible de emociones. Apenas había bajado del coche y llegado a casa, me apresuré a encerrarme en el baño. Me apoyé en la puerta y las lágrimas comenzaron a fluir sin control.

No entendía lo que me estaba sucediendo. No entendía por qué me afectaba tanto tenerlo cerca de mí. Aunque, para ser sincera, me encantó la sensación, pero al mismo tiempo, sentía un miedo incomprensible.

"Te quiero, Wyatt." 

Mi mente me jugaba malas pasadas. Era imposible que le hubiera dicho eso cuando estuve sumergida en sus besos. No podía creer que le hubiera dicho eso a un chico. 

Wyatt tenía ese poder sobre mí, un poder que me desconcertaba y esperaba que no me hubiera escuchado.

Antes de que pudiera seguir atormentándome con mis pensamientos, la voz de mi padre me interrumpió. 

—Sarisha —me llamó desde su habitación.

—¡Sí! — respondí, levantándome de prisa y mirándome en el espejo. —Enseguida vengo.

Mi cabello estaba ondulado por la humedad, y mis ojos estaban enrojecidos por las lágrimas. Respiré profundamente, tratando de calmarme, y me enjuagué la cara para disipar las lágrimas. Me observé una última vez y salí del baño para dirigirme a mi habitación y ponerme un velo en la cabeza. 

Era una costumbre llevarlo cuando estaba frente a mi padre, una señal de respeto que había adoptado desde niña. 

Mi padre no me obligaba a usarlo delante de la gente, al menos por ahora. Dijo que lo hiciera cuando me sintiera lista, y por ahora, no lo estaba. Me prometí a mí misma que cuando cumpliera los 18 años, comenzaría a usarlo.

Antes de salir de mi habitación para ir a la de mi padre, llamé a Leila.

—¿Si? —preguntó ella con una voz...¿somnolienta?

—Leila, soy Sarisha —murmuré — Os necesito...

—¿Estás bien? —preguntó — ¿Por qué lloras? ¿El tío se encuentra bien?

—Sí, sí...os necesito yo — respondí luchando por contener las lágrimas — Es urgente.

—Vale, tranquila... Llamaré a Sal y estaremos contigo enseguida — prometió con preocupación, y colgué, limpiando mis lágrimas antes de dirigirme a la habitación de mi padre.

Una vez que llegué, saludé a papá al entrar a su habitación.

—Hola, hija, —me saludó él. —Llegaste tarde hoy, estaba empezando a preocuparme.

—Sí... nos habían castigado — mentí, consciente de que últimamente estaba mintiendo más de lo que solía.

—¿Estás bien? —preguntó — ¿Haz llorado?

—¿Qué? ¿Por qué iba a llorar? —pregunté tratando de ocultar mis verdaderos sentimientos. —Solo estoy cansada.

—¿Cómo te fue en el examen?

—¿Exam...? — me corte a mí misma recordando que tenía un examen muy importante a última hora —Oh, sí...— respondí a su pregunta — Me salió bien...muy bien.

—Me alegra oír eso — dijo mi padre, aparentemente satisfecho. —Estoy orgulloso de ti.

No deberías...

—Eh...voy por las medicinas que debes tomar — dije mientras salía de su habitación.

Fui a la cocina y agarré las pastillas y un zumo de naranja para mi padre. Cuando regresaba a su habitación, el timbre sonó, y cuando abrí la puerta, esperando ver a las chicas, no eran ellas las que se encontraban ahí frente a mí.

—W-Wyatt —me quedé perpleja en cuanto le vi frente a mi puerta.

—¿Has estado llorando? — preguntó, acercándose mientras yo daba un paso atrás. —Tienes los ojos rojos.

¿Acaso se notaba tanto?

—Estoy bien... — dije — Wyatt, tienes que largarte de aquí.

—¿Por qué?

—No tengo tiempo para explicarte... — le respondí — Pero tienes que irt...

—¡Sarisha! — la voz de mi padre me interrumpió — ¡¿Quién está en la puerta?!

—Es... ¡AIDAN! — contesté y luego me dirigí al chico de ojos verdes que tenía enfrente — Wyatt, lárgate de aquí ahora, mi padre está en casa.

Tenía miedo de que mi padre se enterara de que tenía a un chico enfrente de la puerta de mi casa, el mismo chico con el que intimé unos minutos antes... Me iba a matar si se enteraba.

—¿Tu padre sabe lo de Aidan? — me preguntó con una expresión seria.

—Sí — le respondí entre dientes — Por favor, vete de aquí.

—No — respondió, adentrándose en la casa.

—¿Qué? — pregunté incrédula — Wyatt, no era una pregunta.

—No me iré.

—Wyatt...

—No me iré hasta que me digas por qué llorabas.

—¿Qué? — volví a preguntar — Wy... ¡argh! — me estaba cabreando, dejé el vaso y las pastillas en el tocador que había a la entrada y lo llevé a mi habitación — Te quedas aquí y... ¡NI SE TE OCURRA SALIR DE AQUÍ! — le advertí entre dientes.

Cerré la puerta suspirando y con los ojos cerrados, deseando que todo saliera bien. Me tranquilicé un poco para después dirigirme hacia la habitación de mi padre con su medicina, se lo entregué y lo tomó.

—¿Aidan no entró? — preguntó.

—Eh... no, me tenía que entregar un trabajo y se fue — excusé — Dijo... que... no te quería molestar.

—Vale.

—Tengo que ir hacer los deberes.

—Claro, ve.

—Una cosa más — le dije antes de irme — Papá... las chicas vendrán dentro de poco, ¿espero que no te importe? — pregunté.

—No, tranquila.

—Gracias — contesté y salí de la habitación hacia la mía.

Tenía que sacarle de allí, me estaba cabreando. ¿Cómo se le ocurrió entrar a la casa sabiendo que mi padre se encontraba en su habitación? Iba a matar a Wyatt, si es que mi padre no me mataba antes.

—¿Dime qué haces aquí? — pregunté al entrar en la habitación.

El pelinegro estaba de espaldas a mí, con las puertas de mi armario abiertas y cotilleando. Tenía en las manos sujetado mi sari favorito de color rosa pastel.

—¿Qué haces aquí? — le volví a preguntar, quitándole mi vestido de las manos.

—Interesante... vestuario — dijo, ignorando mi pregunta —Desearía verte en este vestido.

—Wyatt por...

—Vine a entregarte el bolígrafo — me interrumpió, observándome fijamente con una expresión seria.

 Vi que sacó el bolígrafo del bolsillo y lo tiró a la cama.

>>Te lo iba a dar... te lo prometí.

—Vale, gracias... ahora... ¡fuera de aquí! — le contesté entre dientes.

—¿Sabes una cosa interesante? — preguntó mientras daba vueltas por mi habitación e ignoraba lo que le dije — Que tienes fotos de ti misma, con tus padres y tal... pero no hay ninguna con tus supuestas hermanas.

—Eso es... porque no nos gusta echar muchas fotos — respondí y volteó a verme con una ceja alzada — Además, no tengo por qué darte explicaciones.

—Ya — se limitó a decir.

—Wyatt, vete de aquí — le volví a repetir por enésima vez. —YA.

— ¿Por qué? — preguntó.

—¿Cómo que por qué? — le contesté con otra pregunta — ¿Acaso quieres morir? Wyatt, ¡mi padre ESTÁ en casa!

— No me refiero a eso — me respondió y le miré sin entender nada — ¿Por qué? ¿Por qué estabas llorando?

— No te importa.

Wyatt había comenzado a acercarse a mí lentamente y yo a alejarme del pelinegro. Supongo que intentaba intimidarme. No sé en qué momento ni cuándo, pero acabé arrinconada sin darme cuenta entre la puerta y él.

— Me importa — respondió estando a solo unos centímetros de mí, observándome fijamente, con esos malditos ojos verdes — Te quiero, Sarisha. Me gustas y me importas — susurró cerca de mi oído — Quiero salir contigo.

Me quedé callada, no le respondí, ni lo iba a hacer... le empujé para que se alejara, pero ni siquiera se inmutó. Mi padre estaba a unos metros y si me encontraba en esa situación, me mataría...literalmente.

—Wyatt, te lo suplico... por favor, vete de aquí.

Empezó a acercarse aún más, cuando estaba por besarme... ladeé la cabeza y él se detuvo. Me di cuenta de que el chico pelinegro sonrió y se alejó de mí sin apartar la mirada.

Solté un gran suspiro cuando se apartó de mí. Le cogí del brazo para sacarle de mi habitación y de mi casa.

— Vete de aquí ante... — ni siquiera llegué a acabar la frase porque justo cuando abrí la puerta, me encontré con las chicas.

— Señoritas — saludó Wyatt con una sonrisa burlona.

Las chicas se sorprendieron al encontrar a ojos verdes conmigo y no paraban de alternar las miradas entre él y yo hasta que, después de unos segundos, les apareció una sonrisa en los rostros, mostrando sus perfectos dientes.

— Gemelo Stoke — saludó Salma.

— Wyatt Stoke — se presentó.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó Leila — ¿Ya te vas?

— Sí, quédate — añadió Salma.

— NO — contesté antes de que él lo hiciera — Quiero decir, no puedes quedarte... te tienes que ir ¿verdad, Wyatt? — le pregunté — Me dijiste que tenías prisa.

Él me miró durante unos segundos y respondió sin apartar la mirada:

— Sí, perdonadme, pero tengo prisa — le dijo a las chicas para luego despedirse e irse de allí, no sin antes parar y mirarnos por encima del hombro — Te veo mañana... Nisha — fue lo último que dijo con una sonrisa y un guiño antes de irse.

— ¿Nisha? — preguntaron las chicas entre risas.

— Sí — contesté suspirando — Entrad.

*  *  *  *

Narra Leila

El sonido molesto del teléfono me despertó de un profundo sueño. 

Mis ojos se abrieron con lentitud, y me encontré en un lugar que no era mi propia habitación. Mientras luchaba contra el sopor, alcé el teléfono que seguía vibrando insistentemente. La voz de Sarisha al otro lado de la línea sonaba cargada de preocupación.

Con dificultad, me incorporé en la cama, percatándome de que no llevaba mi ropa habitual, sino únicamente una camisa que claramente no me pertenecía. Mi mirada vagó hacia el lado izquierdo, confirmando que la figura adormilada a mi lado era, de un chico, Fer, con las sábanas cubriéndole hasta la cintura.

Después de escuchar lo que me tenía que decir, decidí enviar un mensaje a Salma.

Leila, 2:50 p. m: Sal, Sarisha me llamó y estaba llorando. No sé por qué, pero 

parece que está muy preocupada. Te espero en la esquina de tu casa, date prisa.

Salma, 2:52 p. m:  Okay.

Flashback

La última hora de clases nos tenía en las canchas de Educación Física. El cielo estaba nublado, y una brisa fresca soplaba. La clase iba a finalizar más temprano debido a un compromiso del profesor, lo que nos brindaba la posibilidad de adelantar el tiempo para un partido de fútbol.

Los equipos se dividían en dos, con petos azules y rojos, y los capitanes eran Salma y Fer. 

—No puedo creer que tengamos a Fer como rival — se lamentó Salma.

—Puede ser mejor enfrentarlo que tenerlo en nuestro equipo — comenté alzando los hombros.

Fer era un compañero de clase con el que no teníamos una relación especialmente buena, pero tampoco mala; era un chico un tanto... arrogante.

—Es cierto, pero es muy bueno en el fútbol — continuó Salma.

—Nosotras también somos buenas —le recordé — ¿Lo olvidas?

—¡Capitanes! —nos interrumpió el profesor — ¡Vayan a elegir a los compañeros!

Salma rodó los ojos y se fue a elegir a los compañeros para luego regresar a nuestra zona de portería. Todos en la clase eran aficionados al fútbol, por lo que había una buena habilidad en ambos equipos. 

Mientras nos estirábamos, Salma me preguntó:

—¿Por qué Fer te mira tanto?

—Ni idea.

—Parece un pervertido.

—¿Parece? —pregunté riéndome — Es un pervertido.

Salma se río, y me giré para mirar a Fer, quien nos observaba con determinación. Cuando notó que lo estaba mirando, apartó rápidamente la mirada.

—Parece estar emocionado — murmuró Salma, apareciendo detrás de mí y apoyando su barbilla en mi hombro.

Miré hacia abajo y, sin duda, se notaba su emoción. Le devolví la mirada y le guiñé un ojo, sonriendo. Rápidamente se dirigió al vestuario de chicos, que estaba en una zona apartada.

—Oye, Salma, ¿quieres ganar el partido? — le pregunté volteando a verla

—¿Tu que crees? 

—Sé cómo ganaremos —  dije sonriendo y voltee para volver a mirar hacia el vestuario.

—¿Cómo? Espera... — dijo Salma cuando se dio cuenta de dónde dirigía mi mirada. —No pensaras...

—¿Por qué no? — interrumpí con una sonrisa maliciosa —¿No quieres ganar?

—Sí —afirmó poniéndose enfrente de mi. — Pero ¿qué pasa con Erick...frambuesa? — se río Salma. —Pensé que él sería tu próxima víctima.

Recordé el momento en que Erick nos acompañó al instituto, pero me pregunté a qué se refería con que nos vería "la semana que viene". ¿Qué es lo que iba a pasar la semana que viene?

—Erick...será mi próxima víctima, — respondí. —Pero solo cuando vuelva a tener contacto con él —añadí rodeándola para dirigirme hacia el vestuario — Avísame si ves a algún chico dirigiéndose hacia el vestuario.

Cuando llegué al vestuario, me quedé en la entrada observando a Fer, que estaba de espaldas a mí, apoyado en el lavamanos. Vestía un conjunto deportivo que le quedaba perfectamente.

—Hola — saludé justo cuando levantó la vista al espejo y me miró fijamente.

—Leila... — sonrió. — Leila Nadim.

—Hola, guapo — dije, entrando al baño y acercándome a él.

—¿Qué haces aquí? — me preguntó, mostrando una sonrisa. Cuando estuve lo suficientemente cerca, se giró para mirarme mejor.

—Vine a visitarte y... a tu amiguito — contesté, sonriendo y tocando su miembro por encima del pantalón deportivo.

En medio de una atmósfera cargada de anticipación, un suspiro escapó de sus labios entreabiertos, y sus ojos se cerraron, dejando que el placer se adueñara de su cuerpo.

—¿Te gusta?

—Sí..joder.

El beso siguió y fue un torrente de pasión incontenible. Sus manos se deslizaron con firmeza por mi cintura, acercándome hacia él. Nuestros labios se fusionaron en un ardiente abrazo, como si quisieran devorarse mutuamente. Durante un dulce e intenso beso, atrapé su labio inferior entre mis dientes y tiré suavemente, provocando un gemido contenido.

A medida que el beso se volvía más apasionado, mis caricias ascendieron y descendieron, explorando su excitación creciente, como un preludio a la pasión que estaba por desatarse.

—Aahh...ah...Le-Leila... — cuando sentí que se iba a venir me aparte de él, haciendo que Fer gruñera —Oye ¿qué haces? ¿No pensarás dejarme así?

—Lo siento, pero nos pillaran... — contesté alzando los hombros, sonriéndole y alejándome de él.

Le di la espalda y sonreí, me encantaba torturarles. 

Iba a salir cuando sentí que me cogió del brazo, deteniéndome y atrayéndome hacia él. Se sentó en un banquillo que teníamos en los vestuarios, yo encima de él, sintiendo su miembro en mi intimidad, solo las mallas que llevaba nos separaban.

—Nos van a pillar — susurre besándolo.

—No me importa — contestó y empecé a moverme encima de él — Aah...me encantas — dijo besándome en el cuello haciendo que soltara un gemido — Leila...no me dejes torturando, acaba...

Seguía moviéndome hacia delante y detrás, lentamente. Cuando sentí que se iba a venir de nuevo, me detuve.

—Acabaremos...después de las clases — contesté besándole el cuello. — Con una condición.

—¿Cu...Aahh...cual?

—Déjanos ganar.

—¿En serio? — me preguntó riéndose.

—Sí.

—Quiero algo yo también a cambio.

—¿El qué?

—A ti —respondió — Entera, debajo de mi.

—Hmm...acepto — dije levantándome de él y alejándome.

—No me engañes —le escuché decir mientras que me dirigía hacia la salida, y voltee a verle —Te esperare...sino te arrepentirás — terminó de decir guiñándome un ojo.

Yo no le respondí, solo sonreí y salí de allí.

Al final habíamos ganado el partido 2-1. 

Cuando terminamos el partido y salimos, vi a Fer sentado en su moto con un casco en su mano. Me despedí de Salma y me dirigí hacia él.

—¿Sabes lo enfadados que están los de mi equipo conmigo? — me preguntó alzando una ceja y sonriéndome —Creo que se dieron cuenta.

—Tranquilo, ahora te lo recompenso — dije sonriéndole y sentándome detrás de él.

********

Woow, eso si que no me esperaba de Leila jajajjajaj

¿Y vosotros?

¿Qué tal os pareció estar en papel de nuestra querida Leila?

Ahora sabemos que hacia dormida a las tres de la tarde ajjajajjaj.

Vayan preparando para lo que pasara despues de tres capitulos wajajajjajajja.

(No me odien) Os quiero <<333

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