Capítulo 1

Era un lunes, el 12 de septiembre de 2021 cuando comenzaba mis clases. Bueno, en realidad habían comenzado el día cinco, solo que yo llegué tarde una semana.

Había pasado las vacaciones de verano en Inglaterra con mis familiares, aun no sabía cuándo iban a comenzar las clases, por lo tanto, quise alargarlo con tal de no volver a España tan pronto.

Durante mi viaje a Inglaterra, tuve la suerte de conocer a familiares que hasta entonces solo conocía a través de fotografías o videollamadas. Cada encuentro fue hermoso, ya que me permitió conectar con mis raíces y descubrir más sobre mi herencia.

Recuerdo vívidamente las tardes en el jardín, donde nos sentábamos alrededor de una mesa llena de deliciosos platos tradicionales. Entre risas y conversaciones animadas, aprendí sobre nuestras tradiciones familiares, compartiendo historias que se remontaban a generaciones anteriores. Cada bocado de comida era un sabroso vínculo con mi pasado, y cada risa compartida era una confirmación de nuestra unión familiar.

Explorar los lugares históricos y culturales de Inglaterra también fue una experiencia enriquecedora, desde caminar por las antiguas calles empedradas hasta visitar majestuosos castillos.

Pero más allá de las atracciones turísticas, lo más valioso fue el tiempo que pasé con mi familia. Escuchar las historias de mis tíos, compartir risas y lágrimas, me hizo darme cuenta de cuánto nos unía como familia. A través de esas experiencias, me sentí más cerca de mis raíces y comprendí la importancia de mantener viva nuestra herencia.

El viaje a Inglaterra fue más que unas simples vacaciones. Fue un reencuentro con mi familia extendida, un recordatorio de quién era y de dónde procedía.

Sin embargo, el viaje también fue una travesía nostálgica que despertó emociones dolorosas. Además de vivir allí parientes de mi padre, había una parte de mi familia materna que siempre había estado ausente en mi vida desde que ella se marchó, desconectándome de esa parte de mi identidad.

Una sensación de vacío me invadía cada vez que me encontraba a esos familiares cara a cara porque teníamos que ignorarnos y hacer como que no nos habíamos visto. Me dolía profundamente no poder conocer a esos familiares, no poder compartir momentos especiales con ellos.

Cuando regresé de Inglaterra, me encontré en una situación incómoda en mi nuevo instituto. Aparte de haber llegado una semana tarde, como era de esperar, llegué también tarde a mi primera clase.

Miré el edificio imponente con cierta aprehensión. Sabía que me esperaba un ambiente diferente y nuevos desafíos, pero estaba decidida a no perder mi esencia en el proceso.

Con un suspiro y una sonrisa en mi rostro, di un paso adelante hacia mi nueva etapa. No sabía qué me depararía, pero estaba lista para enfrentarlo con determinación y demostrar que mi origen humilde no definiría mi futuro.

El instituto Guardiana iba a ser mi nuevo campo de batalla, faltaba por descubrir si saldría viva de allí o muerta.

Una vez que entré, me dirigí hacia la conserjería para preguntar por mi clase y cuando me lo indicó, comencé a caminar hacia allí, sintiendo como mis pasos resonaban con una mezcla de emoción y nerviosismo por el largo y vacío pasillo del instituto.

¿Cuánto tiempo llegaba tarde?

Me encontraba delante de mí aula respirando, intentando tranquilizarme. Luego de unos segundos, comencé a abrir la puerta escuchando un crujido cada vez que lo iba abriendo más para entrar a la clase, encontrándome con un mar de miradas curiosas. Pero fue una mirada en particular la que capturó mi atención de inmediato.

Un chico de aspecto intrigante me observaba descaradamente. Su cabello negro como la noche caía en suaves ondas que enmarcaban su rostro. Tenía un corte de pelo moderno y elegante que le daba un toque de sofisticación. Sus ojos eran profundos y inexpresivos, de un color avellana, que destacaba entre el resto de los estudiantes. Llevaba una camiseta negra que hacía resaltar su piel pálida y musculosa, otorgándole un aire enigmático y a la vez increíblemente atractivo. 

Era el tipo de persona que podía cautivar a cualquiera con solo una mirada.

Claro, a mi no. Yo era musulmana y no tenia porque acercarme a él.

Me detuve allí, en el umbral de la puerta observándole hasta que una voz femenina me sacó de mi ensimismamiento.

—¡Wyatt! —exclamó la profesora, llamando la atención del chico que me miraba—. ¿Vas a prestar atención o te enviaré de nuevo al despacho del director?

Ese tal Wyatt apartó la mirada de mí y respondió a la profesora, disculpándose por su distracción. La profesora también me llamó la atención por haber llegado tarde y me señaló un asiento en la última fila, el cual, iba a ser mi sitio.

Me dirigí hacia el asiento señalado y una vez que llegué y me senté, noté que el chico que estaba delante de mí se parecía sorprendentemente al chico de ojos avellanas. Volteó para saludarme y descubrí que también tenía el mismo rostro atractivo, pero sus ojos eran de un profundo color verde esmeralda. Su mirada era más amigable y contrastaba con la actitud desafiante de Wyatt.

Siendo nueva en el instituto, aún me sentía perdida entre los pasillos y las normas de aquel lugar. Fue entonces cuando mi tutora, Teresa, decidió que sería una buena idea que aquel chico enigmático, Wyatt, me mostrara el instituto y me ayudara con las asignaturas si era necesario.

Que equivocada estaba la querida profesora.

Pasé una semana estudiando con Wyatt y pude conocer mejor su personalidad. Disfrutaba molestando a sus compañeros, era arrogante y no era raro que lo enviaran al despacho del director. Era un chico... ¿Cómo describirlo? ¿Insoportable? ¿Cretino?

Debido a mi religión, se me prohibía relacionarme mucho con los chicos, pero pese a eso, ese día decidí intentar entablar una conversación con Wyatt, aunque sabía que podría llegar arrepentirme.

—Oye, Wyatt... —lo llamé mientras caminábamos por los pasillos— ¿Tienes un hermano gemelo?

—¿Te refieres a Bryan? —preguntó, y antes de que pudiera responder, continuó hablando—. Sí, somos gemelos. Algunas personas nos diferencian por el color de nuestros ojos y otras por nuestras personalidades.

 —Ah, ya veo.

—¿Por qué lo preguntas? —alzó una ceja con una sonrisa burlona— ¿Acaso... te gusta?

—¡¿Qué?! —exclamé, sorprendida por su pregunta—. No, solo lo preguntaba por curiosidad.

—Bueno, por si acaso, te diré que él tiene novia —dijo mientras que caminaba con las manos en los bolsillos—. Aunque yo... aún estoy soltero —añadió, guiñándome un ojo de reojo.

—Estás loco —comenté—, ¿lo sabías?

—Pero un increíblemente hermoso loco —respondió, riendo mientras yo rodaba los ojos.

Continuamos caminando en silencio por los largos pasillos de aquel lugar, mientras Wyatt seguía mostrándome las instalaciones.

—¿Oye —me llamó la atención—, tu nombre es Sarisha?

—Sí, así es.

—Te he estado observando esta semana y pareces... educada, Nisha.

—Es Sarisha —lo corregí—. Y explícame qué quieres decir con "pareces educada".

—Bueno, no sabía que las chicas de la India fueran tan... ¿civilizadas? —respondió.

—Wyatt —le llamé—, los estereotipos y prejuicios no definen a una persona ni a toda una cultura. La educación, la cortesía y el respeto son valores universales que trascienden de nacionalidades —continué hablando—. No todos los indios son egoístas, cretinos y maleducados como tú. Es triste ver cómo tus palabras revelan una mente tan estrecha.

—¡Auch! Eso dolió —dijo llevándose una mano al corazón—. Aunque debo decir: Touché.

No sabía qué significaba esa palabra, pero mi vergüenza de hablar con los chicos estaba desapareciendo poco a poco en presencia de Wyatt y no sabría decir si eso estaba bien o no.

Él siguió mostrándome más cosas hasta que sonó la sirena, anunciando el recreo de media hora, o como yo lo llamaba, "descanso". A pesar de haber pasado una o dos semanas en el instituto, aún no tenía amigos. La gente parecía evitar relacionarse conmigo debido a mis diferencias culturales y religiosas.

—Gracias por todo —le dije, mirándolo a los ojos por segunda vez.

—No hay de qué, es mi deber —respondió—. Si necesitas algo, acude a mí.

—Está bien... gracias.

Cuando estaba a punto de marcharme, Wyatt me sorprendió al tomar de mi mano y atraerme hacia él. Me quedé paralizada, ya que era la primera vez que un chico me tocaba y me sentí incómoda.

—¿Crees que puedes escapar tan fácilmente de mí? —preguntó, estando a centímetros de mi boca.

Y menos mal que en el pasillo en el que nos encontrábamos, estaba vació. Quedé petrificada ante su pregunta, sintiéndome incómoda, y creo que él se dio cuenta porque una sonrisa pícara se formó en su rostro.

—Tranquila, no muerdo —dijo, soltándome mientras yo daba algunos pasos hacia atrás para mantener distancia—. Te he visto sola durante toda la semana. Parece que no tienes amigos y me preguntaba si te gustaría unirte a mi grupo.

No respondí de inmediato, me quedé en silencio, mirando hacia otro lado.

—Lo tomaré como un "sí", entonces.

Volvió a tomar mi mano y comenzamos a caminar rápidamente. Poco después vi que nos dirigíamos hacia un gran grupo de personas, aparentemente los populares del instituto.

Oh, genial.

—Hola —saludó el chico de ojos avellanas soltándome la mano una vez que llegamos al grupo.

—Hola —respondieron al unisonó.

—Sarisha, permíteme presentarte a mis amigos —habló Wyatt—. Este es el grupo de chicas: Areesha, Ángela, Marta, Ana, Mackenzie, Sonia, Cristina, Amelia, Sofía, Paula, Camila, Afrín, Marisa, Ava, la novia de mi hermano, y Carla, mi novia —iba diciendo a medida que las señalaba.

Algunas me daban sonrisas, otras me asentían con la cabeza en forma de saludo mientras que otras respondían con un "hola".

—¿No me dijiste que no tenías novia? —susurré tan bajo que solo Wyatt me escuchó, viendo como sonrió.

—Y este es el grupo de chicos: Oscar y Raúl, son polos opuestos al igual que mi hermano Bryan, y yo —señaló—. Daniel, Andrés, Alonso, Brandon, Alejandro, Cristian, Alex, Lían, Hugo, Logan, Andrew —terminó de presentarme a su grupo entero formado por quince chicos y quince chicas.

Mientras Wyatt continuaba con las presentaciones, me sentí un poco abrumada por la cantidad de nombres que intentaba recordar en ese momento. Aunque me sentía incómoda en aquel momento, no podía negar que algo en ese grupo me atraía.

Así comenzó mi historia en el nuevo instituto, rodeada de nuevos rostros y experiencias que desafiarían mi perspectiva de la vida y mis propias creencias. Era un comienzo tumultuoso, pero también el comienzo de una amistad inesperada con Wyatt y sus amigos, que, a pesar de sus defectos, resultaron ser personas increíbles que me enseñaron el verdadero significado de la amistad y la aceptación.

Bueno, la mayoría.

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Espero que estén bien. <33

Arriba el modelo de Wyatt y en el prólogo el de Sarisha, dejadme aquí vuestras opiniones.

Espero que os haya gustado el capítulo y esto no es nada comparado con lo que os espera waajjajajjajaj (risa maléfica)

Se os quiere<333

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