9. Sobre cuentos y leyendas
No sabía qué daba más miedo, si el collar o el antiguo dueño de este. Pero allí estaba, delante de aquella tienda otra vez, sin ninguna otra opción que aceptar lo que vendría. Estaba seguro de que el hombre sabía que había sido él quien le había robado, por lo que no harían falta las explicaciones. De todas formas, ¿cómo iba a hacerlo? Las salidas eran escasas y el tiempo se agotaba, por lo que con Bobby en un bolsillo y el collar en el otro empujó la puerta.
Un tintineo de campanas sonó dulce sobre su cabeza, a su vez, el calor que había dentro del edificio abrigó todos los poros de su cuerpo con una sensación hogareña. No había nadie en el lugar, estaba todo como lo recordaba (o podía hacerlo). De pronto, la puerta del final se abrió y un hombre con una amplia sonrisa apareció por ella, este mismo gesto se torció en una mueca cuando descubrió quién estaba ante él: nada más ni menos que el niño ladrón. «El culpable siempre vuelve al lugar del crimen», quiso pensar, pero sabía que el motivo no era aquel.
Lo analizó con sus ojos rasgados de arriba abajo mientras el chico esperaba una orden o tan siquiera una palabra. Estático se dejó ver, no compartieron miradas, Ethan apuntaba con los ojos a la pared tras el hombre, como una forma de levantar cabeza y aparentar que no ocurría nada.
—Sabía que volverías —dijo el dependiente, una vez se aseguró de que el chico traía el collar consigo. En un primer instante creyó que el bolsillo donde permanecía Bobby guardaba lo que antes era suyo, pero después supo que se equivocaba—. ¿Lo tienes?
Ethan asintió y sacó el colgante. Lo agarró en la palma de la mano y acto seguido lo dejó sobre el mostrador. El otro lo hizo girar sobre sí mismo utilizando como soporte su dedo índice. El mutismo de la escena se volvió tan tenso que casi podía cortarse con un ligero corte. Entre ambos, se hallaba el origen de muchos males.
—No te culpo, sé que tú no lo has robado —habló el dueño de la tienda. Ethan no comprendió sus palabras, y casi quiso responder que sí lo había hecho. Ahora deseaba devolverlo, porque se arrepentía de sus actos más que nada en el mundo—. Seguramente te habló y te engañó. No sé por qué pensé que si yo lo tenía se contendría. El error fue mío.
Miró de soslayo al niño. Después sonrío. Dejó el objeto sobre el mostrador y se aunsentó un momento tras la puerta. Cuando volvió tenía una libreta usaba y un bolígrafo poco gastado, tal y como esperaba sabía que esta vez Ethan seguiría ahí, de igual manera, se apuró para que no volviera a suceder lo mismo. Colocó ambas cosas delante de él y le pidió que escribiera todo lo que le había ocurrido desde que robó el collar. No hicieron falta más explicaciones que esa, y a partir de aquello Ethan comenzó a sospechar que era muy probable que el hombre supiera algo. Obedeció. Pasó un largo tiempo hasta que el dependiente pudo leer las amplias notas que había escrito, sin embargo, la letra bonita del chaval aligeró su lectura.
—Entiendo —dijo una vez hubo terminado—. Ante todo, me llamo Camille. Creo que debo ir por partes, pequeño Ethan, según has dicho que te llamas. Voy a ser directo porque ambos sabemos de qué va esto, eres un crío, pero no imbécil. En ese collar que guardas se halla la muerte misma.
Ethan abrió los ojos, sin poder creer lo que acababa de oír. Pensó que podría ser una forma de hablar, una metáfora. Camille tenía el semblante serio, puede, que en alguna otra parte del mundo, una persona sería capaz de imitar esa seriedad que, por sí misma, predecía una enorme desdicha. Unos ojos fúnebres y tristes donde el abismo eterno solo tenía hueco para la desesperanza, unos labios que formaban una línea recta, tan recta que casi era irreal. Era posible que alguien más fuera capaz de aquello, pero casi parecía imposible que solo con el rostro indicara tantas cosas.
—Las voces que has oído es la muerte hablándote. No estás loco, y es consciente de que es lo último que desea. Ahora eres su víctima y no puede permitirse a uno, te necesita sano, cuerdo, para poder hacer de ti una marioneta eficaz. Quiere que mates porque así podrá salir de su prisión. Es la muerte, se necesita a sí misma para liberarse. De haber matado a aquellos insectos siendo ella el origen, habría escapado el Shihakai.
»El Shihakai es una criatura a la que la gente de la antigüedad le llamaban al monstruo que traía consigo la muerte. En resumen, el Shihakai es una de las formas que tiene la muerte. —Ethan sintió un escalofrío al escuchar esa palabra. No fue capaz de mirar al colgante donde, se suponía, vivía encerrada la muerte. No cambiaba demasiado la visión que tenía sobre él, porque ya le había demostrado cuáles eran sus objetivos, pero averiguar un secreto, ir sabiendo más, lo hacía sentir peor. Casi hubiera preferido la ignorancia—. Y ahora, que sabes que lo que es esta cosa en realidad, debo contarte su historia.
Sobre cuentos y leyendas va esta canción. Abre tus oídos y escucha con atención.
No importa si hablamos de un cuento o de una canción, pero la mejor forma de hablar de aquello que es conocido desde tiempos inmemoriales como la Bestia, es así. A decir verdad, no sé por dónde comenzar. La mejor manera sería explicar el despertar del Shihakai, aunque... Eso también implica que debería ponerte primero en situación, y no sé muy bien cómo hacerlo. Bueno, puedo utilizar el calendario. Sabes que estamos en el año 3116, ¿no? Ahora es cuando descubres la parte real de la Historia, esa que no se da en clase.
Como espero que sepas, se divide en la Era Antigua y la Era Moderna, donde la primera abarca desde el origen de las especies superiores al año 0 y la segunda desde este hasta la actualidad. No sé si ahora en el colegio habrás dado historia, pero seguramente te dirán que se reinició el calendario al final del Imperio euthurano.
Verás, cuando ese imperio era el dueño de medio mundo, muchas culturas se vieron eliminadas, con unas determinadas creencias e ideologías. Hasta los reinos vecinos temían qué podría pasar. Sin embargo, un día los othemanos tuvieron un plan: fingir ser aliados del imperio y pedir que los dejaran entrar. Si bien esto tardó mucho tiempo, lo consiguieron. Apuñalaron por la espalda a los euthuranos y consiguieron derrocar la mitad del imperio que estaba en el otro continente. Esta es la parte que se cuenta, y es cierta, pero hay un detalle que como suena a fantasía, los historiadores nunca cuentan.
No todo era reinos o imperios, también había tribus y asentamientos. Poco se sabe de la tribu de la que voy a hablarte. Colindante al Imperio euthurano y una de las civilizaciones más macabras que han podido existir. Desde pequeños no les enseñaban a jugar con muñecos, lo primero que aprendían era a invocar demonios y a hablar con fantasmas.
Ellos mismos, buscando la inmortalidad, dieron con su propia extinción. Un día decidieron que querían hablar con la muerte, y tras sus llamadas la Muerte acudió.
Lo hizo con desconfianza, sabía que ellos eran el depredador y ella la presa. A su orgullo hizo caso, a su sentido común ignoró. Para cuando se dio cuenta, ella ya era su marioneta. Le pidieron inmortalidad y se la negó. Como venganza, la torturaron. La muerte puede crear más muerte, y a veces pasa que lo que creamos es superior a nosotros. Así nació la bestia, del odio más profundo de un ser que no era persona, del único deseo de matar y destruir, quiso que en ella todo lo que sentía se transformara en un individuo que actuara por su propia cuenta. El primer día la tribu murió, volvió a formar parte del polvo y la muerte se liberó.
El segundo día un trueno partió el cielo por la mitad entre un mar de nubes. El tercer día la luz se engulló y nació la noche eterna. Para este día el Shihakai adquirió forma y voluntad propias, la muerte no supo cómo controlarlas, y todavía llena de ira, dejó que hiciera su trabajo.
Al cuarto día el Shihakai se adentró en el Imperio euthurano. Arrasó sus muros con el solo golpe de su mano, hizo un enorme hueco y vagó mientras podía. Nadie se pone de acuerdo conforme a su aspecto, pero dicen que no tiene uno propio. En el caso más absurdo la gente dice que toma el aspecto de aquello que te da más miedo. Tonterías. Como formaba parte de la muerte, el caos arrasaba allá donde pasase, y terminaba en destrucción y muerte. Por eso mismo, al resto de reinos de su alrededor sintieron la necesidad de empezar una guerra. No solo fue la oportunidad de acabar con un imperio que se moría por sí solo, sino también la Bestia los llamaba a causar más devastación.
El octavo día le pidieron a la Muerte que acabara con lo que había creado. Vida se enfrentó a ella, pero no podía imitar el comportamiento de su contrario, o quién sabe cuáles serían las consecuencias. Ahora te preguntarás qué pasó con el Shi-hakai, ¿verdad? Encontrar todo esto me ha resultado difícil, casi nadie lo cuenta, solo descendientes de boca en boca, así que no creo que todo lo que te diga sea completamente cierto.
Todo a su debido tiempo.
Vida y Muerte no se aclaraban con qué debían hacer, así que cuatro seres más se unieron al debate: Agua, Tierra, Fuego y Aire, por eso se dice que son los elementos de la naturaleza. Aquí todo está muy borroso, no es que haya varias versiones, es que no hay ninguna. Pero de alguna forma u otra se neutralizó al Shihakai. Al no poder destruirse, la muerte se sacrificó y se selló junto al Shihakai.
Por otra parte, el Imperio euthurano cayó nueve días después de la entrada de la Bestia en él. La enorme de propagación de enfermedades mortales, los numerosos desastres que ocurrieron, el destrozo en los límites del imperio que lo protegían. Eso, y que los enemigos ya estaban dentro en forma de aliados, hizo que la guerra fuera muy corta, tan corta que no tuvieron dificultad en llegar a la capital ante tanto desastre y matar a su emperador. Así dos continentes quedaron liberados por los euthuranos y se marcó una nueva era justo cuando el Shihakai desapareció. Al poco tiempo de reestructurarse las nuevas sociedades que surgieron, entramos en la Era Moderna. Y esa es la historia de cómo lo que nosotros conocemos como el 1 de enero empieza el año 0.
Bueno, vamos a echar un año (el año 1) tras todo esto. El mundo sigue su curso, siguen todos mal, pero algo decente. Un granjero paseando un día por el campo, encontró una armadura de los colores del arco iris, hecha para un hombre de tres metros y sin huecos para meterse en ella. Maravillado por el dinero que podría llevarse vendiéndola, la levantó. Se sorprendió de su ligereza, que casi no llegaba al kilo.
Pero más sorpresa le dio lo que vino a continuación. Él y su familia escuchaban voces en mitad de la noche, les susurraban que hicieran cosas lejos de cualquier pensamiento humano. El colmo de todos los colmos fue ver a su pequeño degollando a todas las gallinas esa mañana y decir: «me han dicho que lo hiciera».
Horrorizado por todo lo que estaba sucediendo, fue a la ciudad y abandonó allí a la armadura, siendo consciente de que todos sus males habían empezado con ella.
Tiempo más tarde un soldado la encontró y, maravillado por ella, se la quedó. Pensó que quedaría genial si ese mismo material lo utilizaba para remodelarla y que se ajustara a su tamaño, había algo en él que lo absorbía, como si con ella puesta pudiera ganar cualquier batalla. Una vez en su casa de la ciudad, decidió llevársela a un fabricador de armas y corazas para que la remodelara y dicen que el hombre estuvo tres días y tres noches sin dormir ni comer. Encerrado en su taller, creó lo que para él era la armadura más hermosa y perfecta. Pasado ese tiempo se la entregó a su cliente, quien fue testigo de cómo caía en el suelo, muerto.
Aquí hay un lapsus de tiempo e información... Un momento en el que no se sabe qué pasó, hasta que llegamos a una señora rica que vio como uno de los soldados que protegían su castillo portaba dicha armadura. Y no, no era el mismo que antes. Encaprichada con ella, decidió que el tipo se la diera, pero él quería también la armadura y se negó. Así pues, ella decidió asesinar al hombre mientras hacía patrulla. La mujer decidió convertir la enorme armadura en una escultura que dejaría en su salón. Lo que te voy a contar a continuación puedes verlo en internet y fue en el año 984. Resulta que su castillo se incendió por completo, se salvaron los sirvientes; tanto su familia como ella fueron calcinados.
Lo único que sobrevivió al incendio fue la escultura.
Decían que estaba maldita por el diablo y que nadie la quería. Pocos se atrevían a echarle un único vistazo. Un día, el pariente más cercano de la mujer se obsesionó con ella, y obligó al museo en el que estaba a que se la devolvieran.
Así, llegamos hasta el año 1649, una maravillosa Nochevieja. Son las once, una hora para el Año Nuevo, eres un duque que ha organizado una fiesta en su preciosa mansión. Tu objeto a exponer es esa tan famosa escultura que conseguiste hace poco, sí, esa del famoso incendio. Todos dicen que está sujeta a condenas, tú no les haces ni caso.
Lo que no sabes es que eso te costará la vida y que no verás el siguiente año.
Presumiendo de escultura, queda un minuto para la medianoche, tú, un creído de mierda, decides contarles a todos cómo conseguiste tal obra de arte: un torso con alas de los colores del arcoíris que apenas supera el metro de altura. Cuando te acercas, las campanadas suenan, todos se emocionan y, de repente, la escultura se cae entre el ajetreo. No sin antes romperse la urna, quién sabe cómo, y que una de las alas te raje la garganta. Te ahogas en tu propia sangre y, «casualmente» mueres un segundo antes de la medianoche.
Poco después, uno de los nobles que han ido a tu fiesta aprovecha el ajetreo y te roba la escultura. Para que nadie le pille, decide convertirla en algo más pequeño. Como no tienes mucho tiempo, decides llamar a alguien de tu confianza y pedirle que la transforme en una preciosa lámpara a la que le añadirás adornos para que no se note de dónde sale. A la semana siguiente la tienes. Es feísima, pero ahí está, con los colores del arcoíris salvo uno: el verde.
¿Sabes lo más curioso? Que la lámpara vivió generación tras generación, pero los miembros de la familia empezaron a ponerse demasiado tristes, algunos murieron de tristeza. Los más afortunados lo hicieron de suicidio o tragícos accidentes. Con todo, la fortuna disminuye hijo tras hijo. Fueron tal fuente de rumores que los de la ciudad e incluso más lejos cotilleaban sobre ellos. Finalmente, el último mientro de la estirpe sin descendencia no pudo más y se quitó la vida, acabando con ella.
Así, seguimos en el año 2018, una época en la que las mentalidades empiezan a cambiar, más libertad y todo eso, y cómo no, la historia es más fácil de contar. En fin, la lámpara terminó situada en uno de esos museos de arte por toda la historia llena de nobles y pijos que traía con ella. Ya sabes, tenía el poder de encandilar a la gente. Resultó que, un día, fue robada. Como si todos estuvieran en vilo, nadie se dio cuenta de que la habían cogido. Pero el pobre no llegó muy lejos, cegado por lo que le decía el objeto, sufrió un accidente de tráfico y murió. La lámpara quedó destruida en tres partes. Intentaron restaurarla, pero perdió dos colores: el rojo y el amarillo. Quedó sin esos adornos sobrantes, solo permaneció el material del que estaba hecho al principio, con un aspecto más minimalista y pequeño: ni demasiado grande para ser una lámpara de pie, ni demasiado pequeño como para ser una lamparita de noche.
Dos años después, el museo terminó hecho añicos por no sé qué motivo y todo lo que había dentro no se pudo recuperar salvo la lámpara, que fue vendida a un señor muy rico. Cómo no, también escuchaba cosas, pero pudo resistirse a ellas. Luego terminó trastocado y, asustado porque alguien le atacara o hiciera algo, pidió que reconstruyeran la lámpara a una espada. Nadie entendió el motivo, el hombre desdichado sufría constantes ataques de ansiedad que pudieron con su salud mental. Se resignaron a obedecer. De larga hoja afilada de cuatro colores que recorrían su hoja (azul, violeta, índigo y naranja) más el hermoso mango con una forma que hacía que la mano se ajustara sola, era su protección. No he podido averiguar qué pasó con el hombre, pero un día, en uno de sus ataques de locura, accidentalmente se clavó su espada en el estómago. La imagen de cómo quedó me la voy a ahorrar.
Irónico, muerto por lo que te debía proteger.
No sé cuántos años pasaron hasta que esa espada volvió a manos de alguien de clase media, no sé quién era, su sexo, su familia... Pero sí sé que era un eukaizan, esos seres del agua arrogantes. En fin, encontró la espada y cuentan que volvió a forjarla en un precioso arco que le entregó a aquella persona que le gustaba. Era un arco pequeño y al que le suprimió el color naranja, quedando el azul, el índigo y el morado: colores que representaban el agua.
A estas alturas, ya sabrás lo que pasó con ellos. Ese ser que le había enamorado probó el arco y, de alguna manera, la flecha se le clavó en la cabeza, matándole. Con toda la angustia del mundo, creyéndose culpable de su muerte, cogió la misma flecha llena de sangre y se la clavó en el pecho. Verás, el arco era defectuoso y horrible, pero esa vocecilla que salía de él le pidió reconstruirlo en eso.
Así, el arma pasó a otras manos. O mejor dicho alas. La siguiente víctima fue de nuevo un ornitae, que viajó a ese lugar y dio con el arco. Y adivina qué, fue cuando el imperio vecino comenzó a expandirse hace más de setecientos años y Zhydrûne estaba a punto de nacer en consecuencia.
Para resumir: el pobre ornitae tuvo que ir a la guerra por su reino, pero como sabrás, murió. Creyó que sería un arma magnífica por lo bella que era, pero apenas avanzó mucho. Miremos el lado bueno: al menos no se dio cuenta de que todo lo horrible que veía no era por el arco y lo que encerraba en él, sino por la guerra.
Así, poco tiempo más tarde, una chica encontró el arco. No era muy adinerada, pero sí lo suficiente como para hacerse un precioso collar con él. De nuevo, se perdió otro color: el índigo. Le quedaba perfecto. Varias tiras caían de él, acabando en miles de gemas azules y moradas, le proporcionaban un amplio peso por los numerosos adornos que descendían. La muchacha, años más tarde, creció y se lo dio a su hija cuando alcanzó la adolescencia.
Resultó que el imperio se expandía y con él su crueldad y la pobreza. Así que tuvo que huir. A decir verdad, la chica me da pena. Zhydrûne nunca estuvo en la punta de mira del imperio, conseguimos caerle bien y hacer lo que nos pidiera, además de tener una montaña muy rocosa que dificultaba el acceso.
Desesperada, ella y su familia, (más bien su padre, pues su madre murió antes de partir sólo para proteger en vano a su hermano pequeño) partieron a este reino. Por desgracia, la joven poco a poco enloqueció. Se agarraba al colgante que fue el último regalo de su madre, creyendo que eso la ayudaba, cuando en realidad encerraba dentro su perdición.
Una noche de tormenta, la joven tuvo otra pesadilla y se levantó muy alterada. No sé si esto pasó así o no, pero me encuentro con la versión que dice que atacó a su padre, le hizo perder el control de los caballos y ambos se despeñaron por un acantilado. Murieron cerca de la frontera.
Cerca de su libertad.
Y seguimos hasta entrar al año 2937, cuando, entre los escombros, alguien encontró el colgante y decidió venderlo en nuestro reino cuando llegara. Sí, otro desesperado por huir del caos que había y sigue habiendo. Pero él tuvo suerte y consiguió llegar a la Región de Fordubt, que hace de frontera y continuó por las montañas hasta llegar a su nuevo hogar: la Región de Drøneiv, la nuestra.
Para su mala suerte no pudo vender el collar y ganar dinero con el que poder mantenerse, pensaban que sería falso. Viendo su aspecto de pobre maltrecho no ayudaba, ni menos su desesperación por deshacerse de él, la gente pensó que el elevado precio que pedía era muy sospechoso. Murió de hambre y de locura. El collar lo había matado. Un día, una chica humana se lo encontró junto al cadáver y este le habló. Le pidió que le diera una forma nueva, más atrayente, quería brillar como en antaño. Pidió a alguien que le diera la forma de un corazón con las gemas azules que caían y que era libre de deshechar las violetas que no hacían falta. Con las cadenas de oro se formaron unas nuevas más una coraza que envolvía al mismo corazón, ahora de un único color.
Esa es la forma que presenta a día de hoy.
La joven intentó tirar el collar en muchos sitios pero siempre volvía a ella. Sé del anterior propietario que ella se enteró de las leyendas que hablan sobre el bosque de la ciudad y decidió abandonarlo en él. Lo último que hizo antes de morir fue escalar el muro que lo rodea, después se cayó de cabeza al otro lado y el colgante salió disparado en dirección contraria. Quien me lo dio la vio morir y me pidió que, por favor, destruyera aquella cosa maldita.
Dentro de ese collar se encuentra el Shihakai y cada vez es más fuerte. Con cada víctima que mata recupera más poder, porque junto a la Bestia también se encuentra la propia Muerte, y desea salir de su prisión. Ya no necesita gran cosa: al parecer, con que mates a un insecto le será suficiente. Si te fijas bien, hay una pequeña grieta en él. Una vez se abra, estaremos perdidos.
Recuerda una cosa: aunque al principio intentará pedirte que hagas cosas horribles, si ve que no funciona utilizará más artimañas.
Un frío entró a la tienda y se convirtió en el cuarto personaje de aquella sala. Casi parecía que había cogido una silla y se había sentado en ella, después podía imaginársele meciéndose sobre ella, mientras leía una revista. Aquella incomodidad que se había formado a lo largo del relato paralizaba a Ethan, se había hecho a ellos un poco por los cuentos que le narraba su padre, así que estaba hecho al terror, pero aquello era distinto. Muy lejos quedaba la presencia de la muerte en los relatos cuando el chico la tenía delante de él. No podía escapar.
—Por desgracia, te ha tocado ser el último dueño del sello que encierra al Shihakai —continuó hablando Camille. Los pensamientos del chico eran transparentes, podía ver el miedo en sus ojos, el pánico en sus manos mediante el temblor, parecía que su mutismo era por terror en vez de por su condición—. Lo que sucederá ahora lo desconozco, pero ahora no puedes escapar de él. De todas formas, lo que he visto es que no le interesa atarcarte, por alguna razón. Ni siquiera desea matarte, aunque no importa si eres tú o un insecto. Solo importa que algo muera y que la Bestia sea la causa.
»El futuro es incierto y oscuro, pero si me visitas de vez en cuando sé que todo irá bien.
Y, con esas palabras, la conversación se cerró y aquella tienda volvió a ser un entorno hostil, lleno de miradas incómodas que encerraban secretos. Uno de ellos era que Camille no estaba muy seguro de sus palabras, lo que sucediera en un futuro era tan incierto y peligroso que ni él mismo era capaz de verlo.
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