Capítulo 5
Luego de que la beta se marchara del lugar, Kuroo no tuvo de otra que volver a su guarida como había dicho. La temporada de invierno empezaría en poco tiempo, y para entonces tenía planeado pasar su Rutt en tranquilidad, a Kenma aún le quedaba mucho tiempo para que su celo llegase.
Estaba convencido de que los primeros celos nunca llegaban para el invierno. Y Kenma no sería una excepción, por ello no se vería afectado por las feromonas de un omega, y simplemente abrazaría a Kenma durante todo el invierno mientras él se escaparía en determinados momentos al baño cuando el calor fuera insoportable.
Un plan maravilloso ya que estaría junto a su omega y futura Luna durante mucho tiempo.
- ¡Kuroo! - se giró al escuchar su nombre, un poco enfurruñado porque alguien le detuviera en su camino.
- ¿qué cojones quieres ahora kai? - El otro alfa retrocedió en cuanto notó las feromonas de Kuroo, estas no solamente marcaban que el pelinegro estuviera a punto de entrar en su celo como todo el mundo en la manada en esos momentos, sino que también se notaba la rabia en ellas.
Nobuyuki Kai era uno de los futuros ejecutores. que ahora se hallaban en entrenamiento, y, por ende, obedecían ordenes de su padre. No tendría por qué estar emitiendo ese estado de frenesí en sus feromonas, seguramente el alfa estaba allí para darle información. Pero su cuerpo ahora estaba hecho un lío con toda aquella situación.
-Lo siento alfa. -bajó la cabeza en señal de respeto, no quería perder su puesto. - Simplemente el alfa lider me dijo que te avisara de que el consejo ha abandonado la manada. Aun así, dice que quiere que pases tu Rutt en tu guarida. Dice que así será más seguro para todos. - Eso no era mentira para ninguno. Todos sabian como se desarrolló el año pasado su Rutt, Kuroo no quería quedarse encerrado en casa, con ello se movía por el bosque aterrorizando a cualquier cosa que encontraba entre los árboles.
Llegó a su casa con todo el cuerpo cubierto de sangre, dos ciervos y un alce para su despensa. Contento por alguna razón, soltando feromonas de cortejo para cualquiera que se le acercase. Los lideres rápidamente lo encerraron en la habitación. prohibiéndole que volviera a salir en cualquier otro invierno.
Lo que nadie sabía era que las feromonas de cortejo no eran para todos, él no era un desvergonzado, él sabía perfectamente a quien quería mandarle esas feromonas. Sus padres lo supieron bien en el momento que entró por la puerta de su casa aquel día hace ya un año.
Nunca recordó del todo bien por qué sucedió aquello, pero por alguna razón, el recuerdo volvía a su mente.
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- ¡Kuroo!¡Entra en tu habitación inmediatamente! ¿qué diablos crees que hacías en el bosque en medio de la temporada de apareamiento de los lobos? - Su madre estaba enfadada, y razón no le faltaba. Todo aquel que sufriera el estrago y calor del invierno tenía que confinarse en su casa. Pero aquella norma no era justa para él. Todos aquellos que se encerraban lo hacían con su pareja. Él aun no tenía, el esperaba impaciente por su luna, quien se negaba a aparecer.
-Yo solo quería cazar un rato y distraerme. - el dorado en sus ojos relampagueaba, el lobo era quien estaba presente, el inexperto y nuevo lobo estaba relacionándose con su entorno. Porque, aunque siempre hubiese estado en el cuerpo de Kuroo, era la primera vez que podía tomar el control. La primera vez que él se movía por cuenta propia armando un desastre. Cual cachorro inexperto.
- ¿Y por qué precisamente tenías que cazar en tu rutt? - Con solo mirar a Sakura podía verse su ira, se encontraba completamente ida, casi como si no supiera como calmarse, ni a ella, ni a su hijo inexperto.
- Quería demostrarle a mi omega que soy un buen alfa, logré cazar un alce. - El alfa sonaba orgulloso, casi como si fuera un niño que quisiera ser recompensado por la buena acción que hizo.
- ¿Un alce? ¿Y qué hacemos ahora con un alce y dos ciervos? - Su madre lo gritó, e iba a contestarle, Kuroo aún tenía el recuerdo vago de su respuesta.
Dárselos a la familia de su omega. así estos sabrían que dejaban a su descendencia en buenas manos, que el proveerían bien a su hijo y que vivirían felices.
-Un momento ¿Tu omega? - Esta vez fue su padre, el alfa líder, quien se atrevió a contestar.
-Mi omega. - Asintió frenéticamente, con una sonrisa de lado a lado recordando las facciones del más bajo, él lo había visto cuando cazaba, su omega, tan bonito con su cabello castaño cayendo por su costado. Tan bonito estirado sobre la hierba. tan bonito cuando se sorprendió ante su llegada. Tan preocupado por él cuando lo vio en el bosque.
- ¿Kuroo? - el omega estirado en el pasto del amplio bosque se sobresaltó. - ¿Qué haces aquí? Deberías estar en tu casa, estas en tu Rutt. - El alfa inclinó la cabeza y esta vez Kenma si se sorprendió, no debería estar viendo al alfa inclinarse ante nadie, estaba claro que ahora pasaba por un momento de debilidad, él era su amigo, y le ayudaría a volver a su casa.
- yo, buscarte, a ti. - Fueron las primeras palabras que el alfa soltó, el dorado brillaba aún más en sus ojos, estaba claro que eran las primeras palabras del lado animal, no del racional, mas Kuroo no estaba presente, sino su lobo, su otra mitad.
- ¿Para qué me quieres a mí? - los ojos naturalmente dorados de Kenma le miraban, aquellos ojos que le hacían parecer un felino y no un canino como dictaba su naturaleza. Su mano se movió acariciando el rostro del alfa, este simplemente se dejaba acariciar.
-Estaba muy solo, aburrido. - Si, junto a su omega estaba mejor, ahora podían pasar el Rutt juntos. Soltó un leve aroma a cortejo, pero el más pequeño ni se inmutó. -¿nada?- Kenma arqueó una ceja, sin comprender.
Su omega era muy pequeña todavía, aun no se presentaba, aun no notaba su aroma. Aunque su cuerpo ardiera y clamara por atención el seria paciente, él sería un buen alfa que cortejaría al pequeño antes de abalanzarse, antes de saborear la gloria.
Por eso mismo se fue corriendo del lado del pequeño para iniciar su cortejo, cuanto antes mejor, así que fue rápidamente al interior del bosque. ¿Qué era lo más sorprendente de encontrar en el bosque durante el invierno?
Un alce
Cazaría un alce y se lo entregaría. pero cuando lo tuvo en sus manos, el omega ya no estaba en el mismo lugar donde lo dejó. Volvió sobre sus pasos, quizá su omega se había preocupado por él y había ido a buscarlo a su casa.
Pero su madre lo interceptó antes de que siquiera su búsqueda.
- ¿Tu omega? - Volvió a repetir su progenitor.
-Mi omega. - Asintió de nuevo, recordando el tacto de sus dedos sobre su piel, sobre su rostro, sobre su cabello.
- ¿Quién es tu omega? -
-Kenma, Kenma es mi omega. - El brillo en sus ojos, como si un niño pequeño hubiese encontrado algo que le hacía muy feliz. Pero sus padre lo miraron diferente, no había felicidad, había tristeza.
- ¿estás seguro cariño? - Su madre no quería volver a escucharlo, pero él no iba a negar a su pareja, el solamente sería feliz con esta. Asintió. - No puedes verlo, no ahora, tendrás que esperar. -
-No lo tocaré. -afirmó, pero su cuerpo volvía a calentarse, el maldito invierno manipulaba su cuerpo a su antojo. - ¿pero no puede quedarse conmigo? No le haré nada, solo lo abrazaré, no quiero estar solo, estar solo en el invierno es muy triste. - Nadie podía escuchar al alfa y pensar que había llegado a la madurez, nadie podía pensar con escucharlo que ese mismo alfa ya estaba presentado, todos lo sabian. El Rutt era muy cruel para todos, un momento de debilidad para muchos, pero no se esperaban que su hijo se comportara cual bebé.
-No podemos, él aún no es omega. - Su madre le repitió.
-Kuroo, tienes prohibido salir al exterior durante tu celo. - Fue la sentencia que le indicó su padre, la sentencia que no quería.
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Con todos aquellos recuerdos, volvía con una sonrisa ancha entre sus labios, esta vez sería diferente, esta vez sí tendría al omega a su lado abrazándolo, verían películas humanas en esa televisión que encontró por casualidad en una de sus visitas. Estarían muy pegados, y iniciaría su cortejo. Le pediría formalmente que fuese su pareja. Besaría el ahora cabello rubio del pequeño y se dejaría acariciar por el más bajo. Sería el primero de muchos Rutt que disfrutaría en compañía de su luna, de su compañero, de su media naranja, de su media alma, de su mitad.
Cuando llegó solo tuvo que entrar, se quitó los zapatos y caminó sin los mismos por el lugar, Kenma no fue a recibirlo, capaz y seguía jugando en aquella maquina en el baño, fue el primer lugar que visitó. Cuando no lo vio allí, el siguiente paso fue la cocina, no había nadie. pero sí que encontró una de sus prendas en el suelo.
La recogió, era algo extraño, no solía ir por allí dejando su ropa, no podía haber sido él.
¿Alguien había entrado y se había llevado a Kenma?
Un camino de sus prendas estaba hasta la habitación, que permanecía con la puerta cerrada. Tenía que confiar, su guarida era segura, nadie estaría tan loco como para entrar en la guarida del futuro líder.
Soltó la sudadera, ya había más en el suelo, una mas no importaba, solo quería saber que Kenma estuviera bien. No entró, apoyó su frente en la puerta y primero habló.
- ¿Kenma? ¿Estas bien? - Silencio por alguna razón su cuerpo empezó a llenarse de calor, mucho más agresivamente que antes. Quizás debía alejarse un poco de la puerta.
- ¡No!¡No entres! - Por alguna razón, escuchar su voz hizo que se aliviara, Kenma estaba bien, respiraba con fuerza, su sentido de la audición era bueno para captar esas cosas, era el mejor de su generación. Aun así, debía entrar y ver con sus propios ojos que el pequeño estaba a salvo en la habitación. La cual era de los dos.
Giró el pomo de la puerta, de algún modo, todo aquello parecía que pasaba a cámara lenta, hasta podía escuchar como los latidos de su corazones disminuyeron en frecuencia.
- ¿Que...? - La gran acumulación de feromonas llegó a su sistema, de manera tajante, furiosa, precipitada. Feromonas dulces, dulces como su omega. Feromonas que incitaban, feromonas que calmaban su calor. olía al paraíso dentro de la habitación.
Inmediatamente perdió el control y la movilidad de su cuerpo.
El dorado en sus ojos que normalmente se apoderaba de el de manera pacífica, esta vez lo hizo de manera furiosa y rápida, sin control, eso ya lo decía todo. Ya no era racional, ahora era su lobo, su instinto a flor de piel.
Aunque estuviera consciente, el solo estaba de espectador en estos momentos, así siempre había sido y será durante el invierno. Solo que no esperaba que esto sucediera tan temprano.
Pero oler a Kenma... ¡Oh diosa Luna! eso era estar en el paraíso, pero verlo delante de él, vulnerable, necesitado de ayuda, de su ayuda, envuelto de su aroma, en un nido improvisado que el mismo había estado creando mientras esperaba su llegada. Eso era el mejor recibimiento que su alfa podía esperar.
Era suyo, joder si era suyo, ese omega le pertenecía, la diosa luna lo había dicho y decidido así. Y el omega, su omega le extendía sus brazos para que dejara de admirarlo y se acercará a él. para que oliera directamente de él, su feromona, para que se apoderara de su cuerpo como más quisiera.
Mi querido omega, todo mío, solo yo lo vería así, solo yo tendría el placer de degustar su cuerpo. Ni siquiera el estúpido consejo se atreviera a tocarle un pelo cuando lo vean enfadarse. Porque de algo estaba seguro, no quería olvidarse de aquello, no quería perder todo aquello que ahora se grababa en su mente cual fuego ardiendo en su sistema.
Todo aquello si era su paraíso.
Y pobre de quien lo interrumpiera estando en su Jardín del Edén.
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-Kuroo...- unos ojos dorados le devolvían la mirada, aun así, no estaban tan dorados como los suyos.
Podía notar la gota de sudor que le recorría la sien, ardiendo. Todo su cuerpo quemaba. Un calor abrasador que dolía. necesitaba calmar aquel ardor. Y la presencia de Kuroo le recordaba al invierno, a la nieve recién caída, necesitaba el frío, necesitaba al alfa.
Su cuerpo temblaba, causando más fricción entre su cuerpo y las prendas en las que se hallaba rodeado, la camisa se le subió hasta el pecho, dejando su abdomen al descubierto, su piel era sensible, y estaba en contacto con todo aquel montón de telas. telas que olían al alfa.
A su alfa.
Estiró sus brazos, casi exigiéndole al pelinegro que lo observaba con cautela que se acercase. Que lo tocase. El mayor no tardó en venir hacia él, una sonrisa forzada cubrió su rostro, feliz de que el alfa se acercase, pero incapaz de ocultar el dolor de esas nuevas sensaciones sobre su cuerpo.
Sus cuerpos se juntaron, cubriendo su cintura, agarrando su diminuto y tembloroso cuerpo. Sus pequeños brazos no pudieron rodear el cuerpo del contrario, no quedándole de otra que apretar fuertemente la maldita prenda que portaba, su aroma le estaba haciendo efecto, el aroma refrescante que le calmaba, que lo relajaba.
Maldita sea,
Quería todo ese aroma rodeándolo
Fue un movimiento rápido y veloz, estiró rápidamente el cuello de la camisa de su alfa, dejando su cuello a su merced. Podría decirse que la camisa ya no podría volver a usarse. El embriagador aroma le encantaba, podía quedarse ahí todo el maldito invierno, sin moverse, simplemente aspirando el delicioso aroma que su pareja le bridaba.
Ahora entendía por qué Kuroo le reclamaba que era suyo, el rubor recorrió sus mejillas al afirmar aquello, era suyo. Sus aromas estaban hechos para complementarse.
Llevó sus labios al cuello del más alto, quien lo cogió aún más fuerte de la cintura para alzarlo completamente y que se acomodara sobre él. Besos mojados recorriéndole toda su piel. Recogiendo su aroma en la punta de su lengua. Casi podía sentir el vapor de su febril deseo en el aire.
Mordió un poco la suave y deliciosa piel, notó como Kuroo se descompuso a su tacto.
Intento incorporarse al ver que al pelinegro le costaba mantenerse inclinado tanto tiempo cargando su cuerpo. Se levantó a duras penas, dolorido, pero sobre todos excitado, el líquido se dejó ver entre sus nalgas. Ahí todo era un desastre pegajoso desde hacía rato. Se dio cuenta que apenas podía caminar.
El alfa rozó sus callosas manos en su espalda, las rugosidades hacían aquello más placentero, su rostro con un total rubor apretó los labios, no queriendo morirse de vergüenza al emitir cualquier sonido. Sus vista se nublaba, sus ojos, empañados por el brillo del deseo, completamente dorados.
Ese simple toque del alfa le resultó abrasador, pegó un salto, restregando por primera vez su cuerpo con el del alfa.
La poca voluntad de Kuroo se desvanecía. Él quería ir lento, tenía que tomárselo con calma, no podía tomarlo sin más, debía cuidarlo. Mimarlo. Él era un buen alfa, pero era tan difícil controlarse, controlar los impulsos más oscuros de su deseo.
Sexo, sexo, sexo... Era todo lo que su instinto le decía, que se dejara de tonterías, que cogiera a Kenma y lo transportara al suave colchón y disfrutara de la fricción de sus cuerpos. El alfa no ayudaba mucho, mandándole todas aquellas sucias escenas de sus imaginaciones, no obedecer el principal deseo de su cuerpo costaba más que cualquier cosa que hubiera hecho en su vida.
Y la fragancia de Kenma olía tan bien.
Sentía como su erección presionaba sus pantalones, estaba a punto de reventar, no iba a aguantar más. Cuando Kenma restregó su cuerpo por segunda vez contra el suyo supo que ya no podía más, notando la erección del otro contra su abdomen, captando perfectamente que aquel aroma que ahora desconocía y a la vez hacía a Kenma verde más delicioso no era nada más ni nada menos que el propio aroma de su lubricante escurriendo.
Fue como si sonara un click en sus cabezas ya que ambos actuaron por igual.
Ninguno de los dos supo muy bien cómo, pero de pronto sus labios se buscaron, uniendo sus bocas en un apasionando beso, tan urgente para ambos como el hecho de respirar. Aquel beso mojado era cálido y frio a la vez, dándole a ambos lo que necesitaban, la tranquilidad y familiaridad deseada desde que sus cuerpos reaccionaron tan extrañamente.
Suavidad
Cosquilleo
Desconexión
Aferrado al cuello de Kuroo, el omega no quería separarse, pero con solo la pequeña separación de sus labios y sus fuertes respiraciones mezcladas al intentar recuperarse del intenso momento, volvió a buscar reanudar ese interrumpido beso.
Kenma se apresuró en quitarle la camisa, en menos de un segundo esta misma ya no estaba en su camino, fue directa al centro de su nido.
Fue el turno del Alfa para disfrutar del cuerpo del más pequeño, con su complexión delgada y su rostro angelical, aquella mirada de deseo sobre él, y el rubor sobre sus mejillas abultadas solo lo hacían lucir más bello. Nada le impedía poder ver la belleza de ese chico que se retorcía al mínimo toque que le proporcionaba.
Kuroo volvió a buscar sus labios y fue descendiendo, besando el cuello de Kenma, su clavícula, el pecho.... Hasta quedar parado en el borde de la camisa que no tardó en ir al suelo. Quedando su pezón completamente a su merced. A cada lametón, el omega se agitaba de puro placer.
Kenma ya no pudo detener los sonidos de su cuerpo
Ni los de su corazón.
Cuando Kuroo descendió la mano por su espalda hasta llegar a su culo descubrió ahí una gran humedad, sonrió maravillado y un poco burlón, Kenma llevaba ropa interior de mujer, y eso solo le hacía lucir más deseable.
Toda la ropa yacía en el suelo, ahora solo quedaban sus cuerpos ejerciendo presión entre ellos.
Una necesidad feroz, quería ir paso a paso, pero le era imposible, su cuerpo le exigía calmar al más bajo y a su vez calmar la necesidad de sentirse un buen alfa, uno que cuidaba a su omega.
Había merecido la pena esperar a que madurase, a que se volviera un omega por completo, no iba a esperar más solo porque alguien quisiera hacerles daño. Se aislarían y vivirían felices.
Si, eso parecía un buen plan.
Cuando el roce entre sus sudorosos cuerpos ya parecía insuficiente el alfa prosiguió, dejando besos mojados pro todo el cuerpo del pequeño descendiendo de nuevo por su cuerpo, completamente maravillado por el suave y lechoso cuerpo del omega.
Cuando llego a su pelvis delineo su cadera pasando su lengua. La erección del más bajo era notoria, toqueteo suavemente su miembro. Kenma arqueó su espalda, viniéndose al más mínimo toque.
Se avergonzó demasiado ante el sonido erótico que el mismo creó, tapándose su cara, con los ojos llenos de lágrimas luego de haber llegadlo al éxtasis.
Kuroo siguió su camino, la entrada palpitante expectante por su intrusión. Simplemente se colocó.
~Alfa~ El omega se quejó rápidamente al ver que ralentizaba su movimiento.
Perdió la cordura en el momento que separó del todo los glúteos del bajo, los perfectos montículos que le abrían el camino a su verdadero jardín el Edén, donde perdería la cordura.
Quería ir lento.
Mas eso era imposible.
Acabó chocando su cadera contra la del contrario en un tiempo récord, su cordura definitivamente se fue, penetrando al más bajo de manera más salvaje, instintiva. De la manera que definitivamente, ambos querían, de la manera que ambos necesitaban.
Los gemidos y jadeos eran tangibles en el aire.
Las palabras de amir entre alfa y omega simplemente se derretían en el habla mientras ambos se besaban.
La sensación de felicidad y satisfacción recorría sus pechos, alimentando sus corazones.
Digno de alfa y omega, bueno, más bien de un Alfa y su omega.
Pasaron las horas enredados entre las sábanas, satisfaciendo esos instintos más primarios que los llevaban al límite y les hacían perder la razón. Perdieron la cuenta de cuantas veces de habían corrido el uno sobre el otro, como i eso no fuese a tener un final... Exhaustos, sucios y sudados dejaron que sus ganas se fueran apagando polvo tras polvo, hasta que el agotamiento les venció dejándolos dormidos el uno al lado del otro.
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- ¿Por qué no pensamos en que esto podía pasar? - Fue la primera vez que Aixko levanto la voz en contra de su alfa líder, en contra de uno de sus amigos. Completamente ido, preocupado.
-No pensamos que el invierno este año llegaría de manera tan intensa. - Sakura habló. también preocupada por la situación.
-Ah, que bien, y ahora mi hijo seguramente estará pasando su celo, su primer celo, fuera de casa, fuera de donde estaría seguro. - Si, Aixko estaba seguro de que su pequeño cachorro tendría mucho miedo en ese momento, estaría siendo atacado o forzado por cualquiera que tuviera a su alrededor.
-Si estuviera en tu casa, tu hijo ahora mismo estaría muerto. - El alfa sentenció, haciendo callar al alterado padre.
-Tenemos que meter a mi hijo en nuestra guarida, la guarida de su familia. Un omega no tiene guarida propia hasta que se enlaza con su alfa, por lo tanto, tiene que volver con nosotros hasta que el invierno cese. - La madre de Kenma, Mina, habló, con un tembleque en la voz por dirigirse de tal manera al alfa.
-No podemos hacer eso, si alguien viera a Kenma sabian de la farsa que hemos montado. Kenma tiene que estar desaparecido hasta el final del invierno- Y eso lo sabian, bien que lo sabian, lo habían acordado meticulosamente antes de iniciar toda aquella situación.
- ¿Me estás diciendo que deje a mi hijo desprotegido en su momento de debilidad? ¡Todo el mundo sabe que le sucede a un omega en celo! - Aixko estaba muy alterado, era imposible detener los latidos acelerados de su corazón, preocupado por su primogénito e unico hijo. SU pequeño lindo bebé al que crío con amor y cuidado por su debilidad al nacer.
-Mi hijo protegerá a tu hijo si este entra en celo, no tenemos que preocuparnos por él en este momento, nosotros nos tenemos que encargar de que el consejo no ponga la vista sobre nosotros en un tiempo. -
- ¿Tu hijo?¡Es precisamente de tu hijo de quien tengo que protegerlo! - Su hijo, su precioso y lindo hijo encerrado en su primer celo, que misteriosamente por no decir asombrosamente coincidía con la temporada de invierno, estaba encerrado en una guarida la cual no sabía dónde estaba, y aún peor. ¡Con un alfa! Seguro que el mismo estaba corrompiendo a su hijo en estos momentos que perdían con su estúpida conversación. Debía ir a salvarlo.
- ¿Estas insinuando que Kuroo no protegerá bien a Kenma? Él es su luna. - Mina tembló ante esas palabras. Los omegas no estaban hechos para soportar tanto estrés.
-Mi alfa no quiere decir eso alfa líder, simplemente está preocupado por nuestro cachorro, Kenma nunca ha pasado por el celo, y tener a un Alfa joven junto con él...- No quiso acabar la oración, pero Sakura lo hizo por ella.
-Kuroo le pondrá las patas encima. - Suspiró. Eso estaba bastante claro, es más, todos estaban seguros de que en ese momento algo estaba sucediendo entre la joven pareja puesto que todos los de su generación ya estaban sufriendo los estragos del invierno. Extrañamente mucho antes que los adultos que aún se mantenían cuerdos. - No pensamos en esto, pero no creemos que sea malo mientras no haya una marca de por medio, solo faltará espera y rezar para que este año se presenten en la manada principal las reencarnaciones del Alfa y la Luna. Así ellos acabaran con el consejo y Kenma no correrá más peligro. -
Solo había que rezar.
Y susurrarle a la Diosa luna por piedad.
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