Capítulo 4

Kenma abrió los ojos lentamente, como si sus parpados pesaran y no quisieran abrirse. Todo a su alrededor era desconocido. Tumbado en un enorme colchón, dentro de una habitación pequeña con un armario, solo eso. nada más. El crujido del suelo le alertó, y la puerta se abrió.

- ¿Despertaste? - Era Kuroo, recién salido de la bañera, al parecer. Cubierto con una sola toalla en su cintura y pequeñas gotas de agua recorriéndole el torso. ¿Eran los demás alfas así de guapos? Sus músculos se extendían por todo su cuerpo ¿Qué le costaba a él ser así? Ya no sabía si estaba avergonzado por quedarse viendo tal cuerpo o sentía celos por no poder tener el su cuerpo así. Se obligó a apartar la mirada cuando el rojo empezó a cubrirle las mejillas. No pudo evitar las pequeñas feromonas que salían de su cuerpo, feromonas dulces que obviamente Kuroo notó. Sonriéndole.

- ¿Donde...? -

-Estamos en mi guarida, si sales puedes ver que aquí solo hay una habitación, un baño con todo lo esencial que Yaku y yo construimos, una sala de estar con juegos del mundo humano y una pequeña cocina con todo lo necesario, la llené antes de venir aquí. Pero si quieres algo simplemente puedo salir a cazar algo. - ¿cazaría por él? Eso era muy amable de su parte, dado que en las clases se les explicaba que el macho debía cazar para su familia y por lo visto Kuroo lo consideraba parte de ella.

~Somos su pareja, claro que cazaría para nosotros~ su omega interno gimió, al principio cuando empezó a escuchar la pequeña y aguda vocecita en su cabeza creía que se había vuelto loco, luego solo tuvo que sumar dos más dos, él no era un alfa, su cuerpo no era el de uno, solo tenía que mirar el de Kuroo a centímetros de él para darse cuenta. Los betas no tenían lobo interior, solo quedaba un género más. Y al enterarse de ello, pasó una semana entera encerrado en su cuarto demacrado, su madre lo descubrió, y lo alentó a hacer un nido ¡Un nido!, aún recuerda como su pecho se estrujó ante aquello, quería un lugar que le diera tranquilidad para él, ¿pero ¿cómo se atrevería? No quería ser una decepción aún más grande para sus padres. para después recibir esa maldita carta del consejo. No le faltó tiempo para salir corriendo hacia el rio, ya habría renunciado a su vida de no ser por Kuroo.

Simplemente prefirió dejar la pregunta de Kuroo al aire y se levantó del suave colchón. O al menos esa era su intención, perdió el equilibrio de sus piernas al intentar incorporarse. Volvió a la cama en el mismo momento, dado que cayó de espaldas a esta. Lo que no se esperaba era que Kuroo intentaría detener su caída.

Cayendo sobre él.

Solo con la maldita toalla.

Y esta no hacía mucho, podía notar perfectamente todo el cuerpo del otro sobre el suyo. Toda su anatomía clavándose en su muslo, su cabello rozándole la nariz, casi haciéndole cosquillas. Su respiración se cortó. y por alguna razón su pecho retumbó. Ronroneando. Su omega aceptaba ese lugar como uno seguro. Como si quisiera quedarse así un buen rato, por no decir para siempre.

Odiaba sentirse así.

- ¿estas bien? - El pelinegro se reincorporó de repente, todo sonrojado. Alejando su cuerpo del suyo. su omega se quejó dictando que no tendría que haberse separado del lindo de su alfa.

- Si - Esta vez sí recuperó la fuerza de su cuerpo. Pudo sostenerse y moverse a sus anchas por la habitación.

-Mi madre le dijo a Yaku que comprara cosas para ti en el mundo humano. Hay una bolsa con todo ello en el baño. - la maldita bolsa que lo transformaría de un "él " a un "ella"

-Está bien. - Se dirigió al baño, mirando de reojo a la habitación.

Dejando a Kuroo atrás, lo último que vio fue el descenso de la toalla blanca al suelo la espalda marcada del pelinegro, y su hermoso y marcado trasero al descubierto.

Cerró la puerta rápidamente en cuanto sus feromonas amenazaban con descontrolarse.

¿Cómo podía comportarse así? Su corazón latía a mil.

Inspiró

Todo el lugar olía a Kuroo, algo lógico para ser su guarida, un lugar que llenaba su corazón. ¿Cómo podía negar que su omega le quería a él como alfa? ¿cómo negar que la diosa luna los unió fuertemente? Desde pequeño siempre se sintió extraño cerca de Kuroo. Se sentía asombrosamente feliz. Lo sucedido todos estos días solamente acababa de afirmarlo y eso lo asustaba más.

No quería dejar a su manada sin alfa, pero lo más importante, no quería morir.

Y quería creer que lo podía conseguir.

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Tomó fuertes respiraciones mientras se miraba en el pequeño espejo del baño, ver su silueta demacrada debido a todo lo sucedido le asustó un poco. Verdaderamente Kuroo había usado todos los objetos humanos, dado que su guarida estaba muy modernizada.

Abrió la bolsa del suelo, había un montón de ropa, entre ellas faldas. Hasta ropa interior femenina. maldijo por no decirle a su madre que le diera ropa suya. Ropa para un verdadero hombre como él, no esas prendas que se reían de él.

Iba a matar a Yaku.

Por suerte, nadie tendría por qué ver su ropa interior.

Rebuscando entre las diferentes prendas, encontró otra cosa peor que la fea ropa.

Pintura para el cabello.

Desde luego los humanos carecían de amor propio. ¿por qué negarse al color natural que les otorgaba la diosa Luna? Se quitó la ropa rápidamente para evitar que se manchara, no iba a desperdiciar la única preda suya como hombre que tenía a mano. Se disculpó con su diosa antes de lanzar el pequeño bote por su cabeza. Acabando con su precioso color castaño que brillaba con la luz.

Mientras esperaba a que su cabello se pintara, empezó a mirar su cuerpo, no puedo evitar compararlo con el del alfa. Él no tenía músculos, tenía un abdomen liso y sin marcas, un cuerpo pequeño, no fornido. La debilidad en persona. ¿Cómo iba él a proteger a su gente con un cuerpo tan inútil? Estaba gordo, la pequeña curva en su estómago lo decía. no le gustaban las curvas de su cuerpo. Eran feas y se burlaban de él. No podía entender como su cuerpo se sostenía por sus feas y flacuchas piernas y brazos. No podían ni empujar a su padre. lo decía por experiencia.

Su padre se enfadó con él una vez, según él, tenía que hacerle caso a su madre y crear el dichoso nido que les portaría calma a todos en la casa. Intentó correr i alejarse de él en cuanto lo agarró del brazo con miedo a que volviera a escapar de nuevo al rio. Tenían miedo de cualquier cosa que Kenma pudiera hacer después de lo que Kuroo les contó. ¿y qué si quería ahorrarles más sufrimiento? Un nido no iba ayudar en este momento. Por ello no le quitaron la mirada de encima. y cuando su padre lo sujeto del brazo, no pudo ni siquiera moverlo de su lugar. ¿Qué iba a hacer el frente a un alfa?

Según el grupo de niñas mimadas de la manada, dejar que se lo follaran, así no moriría virgen en manos del consejo. Definitivamente odiaba a esas perras que se metían con cualquiera al ver una debilidad. Fue el último día que asistió a la institución de la manada.

Quiso olvidarse de todo y volvió su atención a su cabello.

Se asustó. En el bote decía que su cabello quedaría rubio. Estaba blanco y pegajoso. su cara se volvió un horror.

Pegó un grito ¿Quién no lo haría? se precioso pelo estaba blanco

- ¡Kenma! - la puerta estalló, se desencajó de la pared y no parecía importarle al pelinegro. el solo miraba su cuerpo efusivamente para identificar alguna herida. - ¿qué haces desnudo y que te hiciste en el cabello? - Adiós a la puerta del baño y adiós a la privacidad de hacer sus cosas en el baño. ¿Cómo iba a cagar ahora? ¿con la mirada del alfa encima suyo?

- ¡Me dijeron que tenía que cambiarme el pelo a un color más femenino y no iba a manchar mi ropa! - Era una de las cosas que aun recordaba del tan elaborado plan. Intentó taparse un poco con la primera toalla que vio en el lugar. la toalla de las manos. ¿no había una más pequeña? se maldijo a sí mismo.

- ¿No te leíste las instrucciones? - El pelinegro señaló la caja de donde había sacado el supuesto pote de pintura. Al fijarse bien, había un papel donde explicaban unos pasos a seguir.

- ¿Tenia instrucciones? -debido a su rostro Kuroo estalló el carcajadas. - ¡No te rías y Ayúdame! -

- Simplemente espera unos minutos a que se acabe de pintar el pelo y quítalo con agua. - asintió. - Ahora tendré que volver a coloca la puerta. - ¿Se podía volver a colocar? por lo visto era más fácil de lo esperado para el alfa, quien solo alzando la madera y encajándola en su sitio logro que la puerta volviera a cometer su función.

Una vez el momento vergonzoso pasó, Kenma simplemente se dejó caer bajo el agua. toda la sustancia artificial de su cabello se fue con el agua. Dejando un precioso rubio en su cabello, exceptuando la raíz de este, que permanecía con su color natural.

~Estamos muy guapos, nos parecemos a una diosa~ Si, su omega tenía un problema de autoestima muy alta.

Al salir de su preciado baño no le quedó de otra que ponerse la ropa que Yaku, uno de sus supuestos amigos, le había comprado. Ponerse aquella diminuta ropa interior femenina no fue para nada como lo esperaba, era hasta cómodo. El problema vino con las medias

¿Cómo demonios las chicas se ponían esto? esa prenda del demonio le cortaba la circulación en sus piernas. Finalmente acabó de vestirse. Con una maldita faldilla que no le daba buenas vibras para nada. Se sentía desnudo.

Lo unico que le gustaba era su cabello, se veía diferente, y además pegaba con el color de sus ojos, ya sin mencionar el color que aparecía cuando su omega tomaba el control. La pregunta que rondaba por su mente en el mismo momento que dijo eso fue ¿cómo sabia él el color de sus ojos cuando su omega tomaba el control? eso solo sucedía después de su primer celo. Cuando por fin llegara la verdadera fecha de su presentación como omega. Entonces ¿por qué su omega empezaba a tomar el control de su cuerpo?

~Déjame salir un rato~ No.

Su respuesta fue rápida, no tuvo que pensarlo mucho. No podía dejarle salir, si eso pasaba, acabaría arruinando el plan de su vida. Silenció a su omega en su mente, aislándolo. Miró por última vez en la bolsa de Yaku por si se había dejado algo por poner.

Una caja de cartón con muchos colores se hallaba al fondo de la misma. También era pesada. Y eso solo le mandaba más curiosidad.

- ¿Qué es esto? - El dibujo extraño en la caja no lo alertó. no era la primera vez que veía productos humanos, siempre se colaban algunos en su manada debido a la cercanía de la misma con el pueblo del lado.

No se contuvo más y abrió la misteriosa caja. Los humanos eran muy inteligentes por lo que podía ver, la caja tenía unas pestañas en algunos lados estratégicos para poder abrirse con más facilidad. Seguramente por la falta de fuerza de la especie humana. Comparados con ellos, eran muy débiles. Un humanos solo lograría vencer a un cambiante con una arma de fuego y aun así debía tener mucha suerte. ya que era muy difícil acertar en alguno de ellos debido a su agilidad.

Un gran cubo rectángulo negro pegado a dos cosas extrañas de color azul y rojo se encontraban dentro de la caja. Esta vez se aseguró de encontrar las instrucciones. Siempre había unas en los aparatos humanos.

Agilizó su oído, Kuroo no parecía querer molestarlo, por lo que tenía todo el tiempo del mundo para investigar la función del artilugio que ahora yacía en sus manos.

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Kenma llevaba ya un buen rato en el baño, estaba preocupado por si le había pasado cualquier cosa, aunque las pruebas demostraran lo contrario. Los alfas tenían muy buenos sentidos. Habría escuchado algo si al omega le hubiera pasado algo. Aun así, no podía dejar de estar preocupado.

Abrió la puerta del baño, no estaba bloqueada, Kenma no había puesto el pestillo. Por lo que su orgullo como alfa se fortaleció un poco. El omega confiaba en él.

Kenma estaba en una de las esquinas del baño, agachado contra el frío suelo. Sosteniendo un aparato humano con sus manos. Parecía uno con alta tecnologia con solo verlo. ¿Qué hacía eso ahí? Él tenía juegos en su casa, además juegos de humanos, pero no precisamente compró nada tecnológico que no fuera esencial. Solo habría una posibilidad, Yaku lo había comprado para él y se olvidó de quedárselo cuando le entregó la bolsa.

Solo viendo la cara feliz del omega jugando a lo que fuera aquello, ya estaba muy claro. Yaku se había quedado sin su nuevo juguete. Eso ya era de su omega.

Lo más sorprendente de aquello era como su cabello brillaba con la luz interior, el precioso rubio le quedaba perfecto en su rostro. Combinaba a la perfección con sus ojos dorados y eso aun lo dejaba más embelesado, por no decir enamorado.

Finalmente, se fijó era en nada más ni nada menos que el precioso cuerpo del omega sostenido solo por ropa de mujer, una faldilla humana muy corta. indebida para cualquier hembra de la manada. pero los humanos por lo visto no tenian vergüenza. Alabados sean los humanos por crear ropa como aquella y alabado sea su beta por comprar justamente unas prendas que le quedaran tan bien al omega.

- ¿Qué quieres, Kuroo? - los ojos afilados de Kenma se hicieron presentes, el dorado brilló aún más, si es que eso era posible. Eso solo podía significar una cosa, el lado instintivo estaba alerta.

-No salías ¿Qué haces en el suelo? - No iba a mencionar lo de la falda, seguramente avergonzaría al más bajo y no quería eso.

-Estuve jugando a esta máquina humana, es bastante interesante- aunque le contestara, no alzaba la vista, era como si aquel juego le absorbiera completamente sin dejarle atención al alfa, tuvo su oportunidad cuando escuchó las tripas rugir. Era la hora de comer.

-Deja eso Kenma, vamos a comer. - El ahora rubio le hizo caso, dejando aquella maquina fuera del baño, completamente a la vista en un mueble.

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No supo en qué momento empezó todo aquello, solo se acordaba de que Kuroo se fue un momento, según él, a seguir con el plan. Dejándolo solo. Igualmente, todo lo que había sucedido desde que se fue era muy difícil de explicar, ¿Y cómo no hacerlo?

Literalmente había revuelto todas las prendas del alfa, ahora estaban esparcidas por todo el suelo de la habitación. Mas concretamente las estaba reorganizando para colocarlas en una esquina que su instinto le marcó que era la correcta.

No entendía nada de lo que sucedía. Aunque su omega quisiera un nido, nunca se construyó uno antes, nunca encontró el verdadero deseo instintivo de formar uno. Siempre había escuchado que los primeros nidos de las omegas eran construidos con los aromas de la gente más cercana a ellos, desde su familia, hasta sus amigos más cercanos, simplemente para sentirse tranquilos rodeados de aromas conocidos. El problema con el suyo era otro, este no tenía diversos aromas.

Ahí solo se encontraba la feromona atrayente de Kuroo Tetsuro, nada más ni nada menos que el alfa líder, el mismo que en el futuro tendría que escoger a una omega para liderar la manada para convertirla en su Luna. Y eso él ya lo sabía, por mucho que Kuroo estuviera apegado a él desde que se presentó como omega, no podía retener a un alfa, y mucho menos a un lider. Era algo prohibido para él. Mas, aunque el supiera todo aquello a su omega no le parecía lo mismo, él estaba marcando su territorio utilizando la feromona del alfa para construir su nido.

Por eso esa situación era tan complicada. Porque el nido de un omega que solo contenía un aroma en específico era considerado diferente, ya no era un nido de alguien que intentaba la tranquilidad en su ser, de alguien que acababa de presentarse y por ello tenía que familiarizarse con su nuevo entorno. Un nido con el aroma de un solo alfa solo podía considerarse de una manera.

El omega estaba interesado en el alfa como una potencial pareja.

~Pues claro, es nuestro alfa~ el omega interior que cada vez se hacía más presente en su cabeza no ayudaba mucho.

Aunque todo aquello rondara su mente, sus manos no se detuvieron, siguiendo su camino natural y formando aquel nido, a pesar de sus quejas personales, a pesar de que sabía todo lo que sucedería si esto acababa emparejándolo con el alfa, a pesar de que él no quería morir, a pesar de que el miedo recorrió su cuerpo. Todo aquello importó poco cuando su cuerpo le dijo que ya era hora de tener su nido, que ya era el momento para aceptarse como era y reconocer que era un omega.

Un omega que necesitaba de su alfa.

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- ¡Kuroo! ¿estas bien? ¡Estábamos preocupados por ti! - La manada rápidamente se aglomeró a su alrededor, reocupados por el futuro lider por si algo le había sucedido luego de que huyera por el celo de Kenma.

-Estoy bien, ¿Cómo esta Kenma? - Se mordió el labio, no le gustaba tener que creer que Kenma había muerto para el resto de su manada.

-Kenma murió, alfa, nos ha dejado- una omega menuda agachó su cabeza en señal de respeto, además de luto por la pérdida del que sabian, era uno de sus mejores amigos.

-El muy cobarde se suicidó! Nosotros queríamos ver a un omega hombre en celo al momento de su ejecución, y ahora no podremos. - Tuvo ganas de lanzarle algo a ese imbécil, de matarlo dolorosamente. ¿Quién era el tonto que se atrevía a decir semejante cosa? El sería el unico que vería a Kenma en celo. No iba a permitir que lo mataran.

El alfa gruñó, dejando salir sus feromonas, llenas de ira acumulada.

Todos callaron, dejándole paso a cualquier lugar que quisiera ir.

-Iré un tiempo al bosque, necesito despejar mi mente. - Y automáticamente todos sus compañeros lo entendieron, el lobo estaba de luto, debían dejarle espacio por la pérdida de un amigo tan cercano como lo eran ellos dos. No era secreto para nadie la gran amistad que se cargaban desde pequeños, y el haber tenido que sufrir el estrago de las feromonas de un omega antes de que Kenma se lanzara al rio y el huyera tuvo que ser doloroso para el lobo quien quería profundamente a su amigo. Muchos hasta llegaron a creer que sería la primera vez en la manada que tendrían un ejecutor tan débil como lo era Kenma de no ser por su naturaleza omega. Por ello todos dejaron en paz al pelinegro, quien volvía a lo ancho del bosque hacia su guarida.

-Alfa. - una beta lo llamó, se le hacía conocida, estaba seguro de que iba a su clase en la institución. - ¿necesita consuelo? -

-No- Y eso era cierto, todo aquello era una actuación, y él tenía a su omega resguardado dentro de su guarida.

-Si usted quisiera podría acompañarlo a donde se dirige para que no se sienta solo, no es bueno estar solo en momentos dolorosos. - la mujer le tocó el hombro, y él se alejó de inmediato al sentir el tacto de una persona desconocida.

- ¡Aléjate! No quiero estar con nadie en este momento. - aun así, ella tenía la valentía para volver a hablar.

-Me dijeron que seguramente le gustaría una compañía femenina para pasar por el incomodo momento, la manada está segura que las feromonas del omega le afectaron al nivel que en poco tiempo le llagará su Rutt y necesitará ayuda, yo solo me ofrecía a ayudarlo, alfa.- Eso en parte seria cierto, aunque de todas maneras esa misma noche iniciaba la temporada de invierno, su Rutt o temporada de apareamiento no se adelantaría, sino que empezaría esta noche como siempre sucedía con todos los lobos, y él se la pasaría encerrado en su guarida para ese momento. Junto al pecado encerrado en su habitación.

-Pasaré mi Rutt solo, en mi guarida. - Fue suficiente como para que la mujer se callara, dado que todos sabian que en la guarida del alfa solo podía entrar él y a quien él eligiera como Luna, y más adelante, quizás sus futuros cachorros, nadie más tenía permitido entrar, ni los actuales lideres. por ello, no replicó más, asintió y dio la vuelta volviendo a su lugar.

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¿Cómo podía sentirse tan bien estar en el mismo lugar sin hacer exactamente nada? Eso le gustaría saber, porque llevaba ya un buen rato estirado en el nido que montó en la esquina de la pequeña habitación, sin hacer nada. Simplemente rodeándose de la feromona del alfa.

Cuando cayó en la cuenta de que todo olía a Kuroo, hasta él mismo, no pudo evitar enrojecerse. Cuando volviera el pelinegro ¿Qué cara iba a ponerle? ¿o que iba a decirle?

Si, bueno, te he dejado sin ropa, fallo mío.

No podía decirle eso, se moriría de vergüenza en frente del alfa. Soltó feromonas inconscientemente marcando también el lugar con su aroma. mezclando los aromas. Nunca se había comportado así. ¿Por qué de repente estaba tan caliente? Al final sí que sería verdad todo lo que contaban sobre él, sí que era un engendro ¿Cómo podía estar haciendo esto? No podía creer que esto le pasaba a los omegas, seguramente era algo raro en él.

Lo más raro de todo aquello era el repentino cambio en su cuerpo, el ardor que corría por todo su cuerpo. Intentó moverse un poco, pensando que la calor se debía al simple hecho de que estaba rodeado de un montón de capas de ropa.

Su entrepierna se rozó íntimamente con una de las prendas de manera involuntaria al intentar ponerse en otra posición más cómoda. Una corriente eléctrica pasó desde toda su espina dorsal hasta las partes más remotas de su cuerpo. Sintiendo como toda su piel cosquilleaba.

¿Qué estaba pasando? Se sentía extraño. Sintió como un líquido extraño bajaba por su entrepierna, y la maldita falda no tapaba nada.

Sus feromonas se estaban descontrolando.

~Necesitamos a nuestro alfa~

¡No! Casi quiso chillarlo, Kuroo no podía verlo así, estaba avergonzado, débil y vulnerable, su cuerpo no le respondía y actuaba por su cuenta. Su sonrojó se extendió por sus mejillas, no podía verlo, pero lo sentía, el calor que se acumuló en estas era extraño.

Todo el cuerpo le ardía, y era doloroso. Empezó a gimotear. Ni cuando llegó a la pubertad se sentía tan mal, y eso que sus padres se tomaron la molestia de explicarle como reaccionaria su cuerpo cuando llegara a una determinada edad. Pero joder, su etapa de masturbación pasó hace ya mucho, cuando era a penas un cachorro puerto. Él ya era mayor de edad, él ya era un adulto a los ojos de la manada, y se veía en un estado tan lamentable.

- ¿Kenma? ¿Estas bien? - Kuroo había vuelto, eso alegró su parte instintiva, su alfa ya estaba con él, ahora no se sentiría solo durante su primer celo, ahora estaría en buenas manos y seria tratado con dulzura por parte de su compañero. Mas feromonas salieron libremente en de su cuerpo, sobre todo de su cuello, la glándula de aroma que se hallaba rosada, casi lista para recibir una marca.

Un momento, ¿esto era su celo? No podía ser, los primeros celos de los omegas no se daban en el invierno, el primer celo siempre era en otros momentos, cuando después del invierno se presentaban, unos días después llegaba su celo y luego sus cuerpos se alineaban junto al invierno, entrando en celo en invierno. La temporada de apareamiento de los lobos.

Pero él no se presentó después del invierno por alguna razón desconocida, él se presentó justo antes del invierno, algo raro si se disponía a pensarlo.

- ¡No!¡No entres! - Kuroo no podía entrar si verdaderamente estaba en celo. Arruinaría el plan si eso sucedía, ellos no podían verse afectados por el invierno.

- ¿Que...? - Lamentablemente la puerta ya estaba abierta desde antes de que alguno pudiera siquiera moverse. Respirar aquel aroma no fue bueno para ninguno.

El dorado en sus ojos lo decía todo. Ya no eran racionales, ahora eran lobos, puro instinto de supervivencia, y el principal instinto de un animal salvaje era simple.

Aparearse.

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