Capítulo 43
Luli llega a la mansión y se detiene en la entrada, observándolo por un momento. Toma un leve suspiro y se adentra con pasos lentos; uno de los guardaespaldas le abre la puerta principal.
Mientras ella camina, la primera persona que desea ver es su Nana. De hecho, se dirige a la cocina con prisa, pero, lamentablemente, solo ve a las empleadas realizando su trabajo habitual. Desilusionada, sale de allí, pero antes de subir las escaleras, su padre la llama desde el salón. Ella se vuelve a mirarlo con una expresión seria.
—Papá —se acerca para abrazarlo por un rato. Él le corresponde el abrazo acariciando su espalda—. Me tenías preocupado, Luli —ambos se separan de inmediato—. Lo lamento, padre; es que... —Tu amiga ya me dijo. No sé cómo manejar el tema del periodo; por eso te compré algunas toallitas. Puedes encontrarlas en tu recámara.
Luli abre los ojos de sorpresa.
—Otra cosa: hay alguien que quiere verte —el señor se voltea para que ella lo siga. Luli no entiende lo que sucede y solo sigue sus pasos hasta entrar por completo al salón de invitados, decorado en tonos celestes y elegantes que iluminan el ambiente acogedor de la casa.
La mirada de Luli se detiene al ver a su madre sentada en el sillón, mirando al vacío. Al sentir la presencia de ambos, sus ojos se fijan en su hija. Al dejar el té en la mesa, se acerca sin apartar la vista del rostro confuso de su niña.
—Lulely, hija —sonríe e intenta abrazarla, pero Luli se aparta de pronto, horrorizada por un segundo, y sale corriendo hacia las escaleras. Roxana baja la mirada dolida. Luego siente el tacto de su esposo en su hombro y se vuelve a mirarlo.
—Todavía me odia, Armando.
—Luli no te odia; eres su madre y te necesita más que nunca en estos momentos.
—Soy una mala madre; arruiné su infancia. Es difícil que quiera hablar conmigo; me lo merezco.
—Roxana —ella lo mira a los ojos ya con lágrimas acumuladas.
—Dale tiempo; hablaré con nuestra hija para que al menos te escuche.
—De acuerdo; esperaré aquí —se limpia las lágrimas con el pañuelo mientras Armando se dirige hacia las escaleras.
Luli se encuentra sobre su almohada, ahogándose en la rabia y el dolor que le ocasionó ver a la mujer que se hace llamar su madre. Los recuerdos del maltrato emocional se convierten de nuevo en una pesadilla interna, y el trauma la atormenta, dejando que broten lágrimas sin que ella lo note. Su lucha por ser fuerte se pierde, y eso es lo que la enfurece aún más.
Su padre ve la puerta abierta y entra, encontrándola tumbada boca abajo en una posición recta. Él se sienta al borde de la cama y comienza a acariciar su melena. Ella, al sentir su presencia, se sienta de inmediato en la cama; su mirada destruida está claramente apagada, y el Señor lo nota.
—¿Por qué la trajiste, papá? Si sabes que esa mujer solo me hace daño.
—Ella ya no es la misma de antes. Está aquí porque quiere arreglar las cosas contigo; es tu madre y en el fondo te ama.
—Sí, claro, solo cuando ella quiere.
—Hay que darle una oportunidad.
—Lo intentaré, pero ahora no, por favor papá, dile que se vaya.
El Señor asiente.
—Cámbiate el uniforme —la besa en la frente y sale de su cuarto cerrando la puerta.
Ella se tumba otra vez en la cama, sacando su celular de la mochila. Encuentra un mensaje de su novio que dice:
¿Llegaste bien, bebé?
Luli sonríe al instante y le responde de inmediato:
Así es, amor. ¿Y tú?
Mientras espera su respuesta, manda un mensaje a Íker.
Cambio de planes, no se lo digas a Bella.
Se levanta y empieza a quitarse la falda cuando recibe una llamada. Al ver que es Idier, contesta al instante.
—¿Con quién hablo?
—Con tu cazador —pronuncia con voz seductora—. ¿Qué está haciendo mi víctima?
—Estoy a punto de ducharme.
—Ya me imagino.
—¿Qué te imaginas?
—Lo sexy que luces.
Luli sonríe ante el comentario.
Tocan a su puerta y se asusta de pronto.
—Amor, tengo que colgar. Nos vemos más tarde. Te quiero.
—Yo también te quiero, bebé.
Al escuchar esto, su felicidad es evidente; ni siquiera se da cuenta de que su nana la observa con atención.
—¿Luli, estás bien?
En ese momento, ella lanza el móvil sobre la cama.
—Nana, me asustaste. Pensé que eras papá.
—Lo siento, corazón. Me preocupé al verte con la cara roja.
—¿Cómo así?
Corre hacia el espejo para revisar su rostro y se da cuenta de que tiene los ojos rojos y las mejillas sonrojadas.
—Maldito Idier, ¿quién se cree para dejarme roja? Y esa mujer me hizo llorar; cómo la odio —murmura.
—Luli, ¿estás hablando contigo misma en el espejo?
—Claro que no.
Se marcha a la ducha para no enfrentar a su nana con ese aspecto que luce, porque no quiere hablar de lo que sucedió hace poco.
En la cafetería, mientras Íker revisa un mensaje de Luli, Bella siente una punzada de molestia porque Idier ha vuelto a llevarse a su amiga. Luego dirige su mirada hacia adelante y ve a su novio concentrado en su celular.
—¿A quién le escribes?
—A mi hermana, cariño.
—No sé por qué me da la impresión de que no le caigo bien.
Íker deja su celular en la mesa y toma sus manos—. Ella te adora. Ya estoy deseando que se conozcan; se volverán amigas.
—¿Cuántos años tiene?
—Tiene 14.
—Es aún una niña. Pensé que era más cercana a nuestra edad. Pero bueno, eso no importa; la querré mucho.
—No sabes cómo me alegra oír eso.
Se acerca para besarla; ella hace lo mismo y justo cuando están a punto de juntarse los labios, son interrumpidos por el sonido del jugo saliendo del batido que sostiene su compañera en la mano.
Ambos se giran para ver quién ha perturbado su momento y encuentran a Ludmila junto a Hugo, quien tiene las manos en los bolsillos.
—Hola por aquí, parejita ejemplar.
Los mencionados regresan a sus sillas avergonzados; Bella tiene ganas de lanzarse sobre Ludmila al notar su osadía.
—Hola, chicos —saluda Hugo, mirando a Bella de reojo.
—Hola a los dos —responde Íker—. ¿También vinieron a buscar algo para comer?
—Parece que sí. Pero el local ya está casi lleno. ¿No les importa si nos unimos a ustedes? —propone Ludmila.
Esto provoca que Bella se enfurezca por dentro, pero como no quiere dar una mala impresión, se guarda el silencio sosteniendo su jugo con ambas manos.
—No tenemos ningún problema —dice Íker en respuesta. Los cuatro se sientan frente a frente. Después de que una mesera les atiende, Ludmila es la primera en hablar al notar el evidente silencio.
—Bella, quería pedirte disculpas por todo. Somos compañeras y no deberíamos estar peleando todo el tiempo; ya es hora de llevarnos bien, ¿no crees?
Dibuja una sonrisa al respecto.
«Esa maldita hipócrita», piensa Bella en su interior.
—Cariño, Ludmila te está hablando —la saca de sus pensamientos Íker.
—Sí, yo también lo pienso —fuerza una sonrisa.
—Entonces estamos bien —se acomoda en el asiento. En ese momento, la mesera trae sus pedidos y los coloca en la mesa. Mientras tanto, Ludmila mira con satisfacción su sándwich de jamón y Hugo no aparta la mirada de Bella; ella, al notarlo, pide permiso para ir al baño.
—Y bien, Ludmi, ¿qué haces con Hugo? Parecen pareja.
—¿Qué dices, payaso?
—Ella solo me está ayudando a recordar algunos datos importantes.
—Soy una maestra en esos casos.
—Ya veo —dice Íker, mordiendo su hamburguesa.
—Chicos, tengo que hablar por teléfono; en un rato regreso.
Ambos asienten.
Bella está en el baño, temblando por la tensión de haber tenido a Hugo cerca y mirándola de una forma que la incomodaba. Odiaba a Ludmila por haberla sometido a ese estrés con su novio al lado. Sus ganas de acabar con su rival le subieron a la cabeza.
—¿Me estás maldiciendo?
Al oír su voz detrás de ella, se voltea de pronto con una expresión poco amistosa.
—¿Se puede saber qué estás pretendiendo ahora?
—Yo nada —la ignora y se acerca para observar su reflejo en el espejo.
—Deja de fingir y habla de una vez.
—He notado que la conexión entre Hugo y tú sigue intacta. Cuidado, Bella; Íker no es tan tonto.
—¿Para eso lo has traído, para joderme?
—No solo por eso; andamos juntos.
—¿No me digas que ya te lo cogiste? —Ludmila se da la vuelta al escuchar eso.
—¿Estás celosa?
Bella se ríe sin entusiasmo.
—¿Para qué? No me interesa lo que hagáis los dos. Estoy con Íker y lo amo. Veo que eso te molesta y quieres destruirlo con tus juegos patéticos.
—Ya veremos por cuánto tiempo te dura tu cariñito cuando sepa lo vill zorra que eres. Chao.
Sale del cuarto de baño dejando a Bella furiosa.
«Maldita sea, tengo que hacer algo; esa entrometida no se va a salir con la suya».
Marca a Íker y le dice que ella no se siente bien y que regresen a casa. Él, al oír eso, despide a sus compañeros de inmediato en busca de su chica.
Hugo y Ludmila se quedan asombrados por la forma en que ellos se marchan.
Mientras Idier conversa con su tío sobre todo lo que ha descubierto y la información que debe hacer saber a su padre, se encuentran en el departamento de John. Mientras maneja su computadora, Idier le consulta cómo deben mover los hilos con cautela.
En la oficina hay varios postes de cada miembro del instituto marcados como sospechosos. Mientras su tío sigue navegando en la PC, Idier mira los postes pensando en su siguiente movimiento.
—Tu padre me matará si se entera de lo que estamos haciendo, querido sobrino.
—Es imprescindible; aunque no esté de acuerdo, él comprenderá que no podemos ignorar el verdadero objetivo.
Se acerca para observar cómo sigue indagando mediante la red.
Al acercarse la hora del encuentro, Bella abandona su casa vestida con un corto vestido de mezclilla que realza su figura, con un diseño moderno y fresco que le confiere un aire juvenil. Lleva el cabello recogido en una coleta al lado. La tela de mezclilla le da un toque casual y versátil, perfecto para diversas ocasiones. Para complementar su look, lleva un collar de oro que aporta un brillo sutil y elegante, añadiendo un toque de sofisticación. Su bolso, que combina a la perfección, es práctico y estiloso, al igual que sus sandalias negras de tipo marianela.
Mientras espera a su novio fuera de casa, observa cómo algunos taxis pasan ofreciéndose a llevarla, pero ella no acepta. Finalmente, él llega en un taxi, se baja y la mira de pies a cabeza.
—Estás hermosa, cariño. Vamos —le dice.
Él toma su mano y la guía para que suba al coche; Bella sonríe mientras se acomoda, dejando espacio para su novio. Ambos se miran de vez en cuando, compartiendo sonrisas tímidas sin necesidad de palabras.
Al llegar al parque de diversiones, Íker se ofrece a abrirle la puerta para que salga del vehículo. Bella contempla el mágico ambiente nocturno que la rodea.
—No entiendo por qué aquí, Íker. La fiesta...
—¡Wow, ya llegaron! —exclama Luli al acercarse. Lleva el cabello suelto y un top negro con tiras que resalta su figura perfecta; el maquillaje brilla bajo las luces nocturnas, junto con sus pantalones largos y zapatillas negras.
Bella se molesta al darse cuenta de que no estaba al tanto de este cambio de planes.
—¿Quién tuvo esta idea?
—Yo, por supuesto. Lo planeé todo con mi querido cuñado —responde Luli mientras abraza su brazo y sonríe hacia Bella.
—Si me lo hubieras dicho, no habría traído estas sandalias que son como tacones —se indigna Bella, cruzando los brazos.
Luli se aleja de Íker y se coloca frente a su amiga.
—Lo siento, podemos cambiar de calzado si te cansas.
—Está bien.
—¿Y mi bro, Luli?
—Todavía no llega. Estoy molesta con él porque no contesta mis llamadas.
—¿Qué? Pensé que habías venido con él.
—No, Bella. Mi papá me trajo.
—Ahora entiendo por qué llegaste puntual —comenta Bella, mientras Luli juega con su cabello.
—¿Insinúas que no podría llegar a tiempo?
—No es algo que se te dé, considerando cómo eres.
—Uy —Luli responde sonriendo —. Íker, haz algo. Si le pasó algo y no lo sabemos, no quiero ni imaginarlo —se lleva la mano al corazón, preocupada.
—Tranquila, él llegará.
—Mira quiénes están aquí —anuncia Ludmila, acompañada de Hugo. Los cinco se quedan mirándose por un momento en estado de shock.
«¿Ahora están en todas partes o qué?» piensa Bella con una expresión furiosa en su rostro.
Hugo mantiene la vista fija en Luli, lo que ella nota y la hace sentir incómoda. Bella los observa de reojo y siente ganas de lanzarse contra Ludmila por lo que está causando.
Ludmila sonríe al mirar a ambas. En ese instante aparece Idier, sin darse cuenta de los demás, va directamente a abrazar a su novia por la cintura desde atrás. Al sentirlo, ella se da la vuelta para verlo y él le da un par de besos en la mejilla. “Perdón por llegar tarde, bebé” le susurra al oído.
Los presentes los observan y, en el momento en que Idier percibe la presencia de Ludmila y Hugo, su expresión se transforma al instante.
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