Capítulo 42


~Flashback

—Kom te pide disculpas por intentar matarte la vez que fuiste a rescatarlo de la cárcel. Pensó que eras una amenaza. Tuve que aclararle que eres mi protegido.

No respondí a cambio. Nunca olvidaré esa noche en la que tuve que pasar un tormento por rescatar a un asesino en serie solo para complacerlo.

—¿A qué hemos venido aquí? —le pregunté.

—A platicar del siguiente paso —me respondió y se dedicó a probar un sorbo de whisky con hielo—. ¿Sabes dónde estamos ahora?

Me puse a revisar el hotel de lujo, con luces brillantes y contornos elegantes que dan el toque glamuroso. Estamos frente a frente en una mesa, con dos de sus hombres vigilando.

—¿Qué tiene que ver el lugar con nuestra charla?

—¿No te gustaría saber que tu tesorito está aquí junto a su padre en este preciso momento?

«Así que Luli está aquí.»

—Vaya —me hice el menos interesado por la noticia.

—Nunca voy a olvidar cómo esa cría me robó a los tigres, pero, bueno, ya los he recuperado.

«No puedo creer que haya sido Luli.»

—¿En serio fue ella?

—Así es. Por su culpa, su padre me denegó tener animales en mi propia casa. ¿Puedes creerlo? Si ella se da cuenta, puede que intente hacer lo mismo; entonces ahí entras tú.

—¿Cómo?

—Debes conseguir los permisos para que pueda tener a mis queridas mascotas sin ninguna molestia. Como son pareja, aprovecha la situación y llega a su padre.

—Será complicado que lo consiga.

—No me importa cómo lo harás. Si no lo haces en medio de una semana, la que sufrirá las consecuencias será ella.

Apreté las manos debajo de la mesa al oírlo. 

«Si la tocas, te mato, infame.»

Hizo una seña a uno de sus hombres y se acercó a nuestra mesa, entregándole una tableta. En ese momento me la pasó; con algo de nervios, lo tomé de las manos.

Al reproducir el vídeo, se vio claro cómo maltraté a Hugo a golpes como un desquiciado, y al finalizar, cómo Luli lo dejó consciente con un bate de hierro.

Cerré los ojos para controlar las ganas de querer eliminarlo de una vez por todas. Este monstruo es de lo peor.

—¿Y respecto al asesino del idiomar, cómo sigues? ¿Ya tienes idea de quién es? —se atrevió a preguntarme, pasando por alto lo que acababa de hacer.

—Todavía sigo investigando —respondí, conteniendo la rabia por dentro.

—Te daré más tiempo. No será fácil saberlo, pero divertirnos con la policía en eso sí te echaré un cable.

—¿Cómo?

—Con Iván Noiret, un compañero de clases fiestero. Lo estoy usando como distracción para que la policía no te moleste y avances.

—¿Por qué estás usando a un inocente? Hay otras vías para desviar a la policía.

—Porque me da la gana —dibujó una sonrisa con gran satisfacción que me irritó.

—Aunque ya lo soltaron. Se ve que ese nuevo detective es muy inteligente y no se dejó engañar. Por esa simple razón nos vamos a divertir con él.

—¿Qué tipo de diversión?

«Si te pasas con mi padre, te las tendrás que ver conmigo.»

—Por ahora, es mejor mantenerlo distraído, pero si se convierte en un verdadero problema, habrá que tomar medidas drásticas.

Lo último que dijo resonó en mis oídos como un eco, provocándome un profundo malestar interno; no podía permitir que eso sucediera, pase lo que pase.

—Te dejo, ya te he utilizado bastante por ahora— me tocó el hombro y se fue con sus hombres, dejándome con una mezcla de frustración y confusión.

Me levanté de la mesa, reflexionando sobre cómo enfrentar esta situación. No pasó mucho tiempo antes de que mi mirada se posara en ella; estaba conversando con su padre y no parecía del todo contenta, como si no quisiera estar allí.

Su rostro adorable me hacía difícil creer que pudiera ser capaz de hacerle daño a alguien, pero las apariencias engañan y ya no podía confiar ciegamente. La necesidad de acercarme a ella me consumía, pero había muchos guardias y definitivamente no podía presentarme como un sospechoso, especialmente considerando que su padre es un comandante.

La observé desde la distancia; a veces pensaba que ella no tenía nada que ver con mi hermano, que todo era producto de los celos de Ludmila, pero en otras ocasiones, dudaba por su actitud coqueta. Hoy necesitaba respuestas para aclarar mis dudas.

Le envié un mensaje a su celular mencionando su vestido negro elegante que acentuaba su figura delgada y sensual, con un peinado adornado con un lazo y unos tacones altos que la hacían ver aún más imponente. Esperaba que pudiera alcanzarme a pesar de la diferencia de altura.

Su respuesta fue inesperada; pude ver cómo sonreía al leer mi mensaje. En mi mente comenzaba a trazar un plan para sacarla de allí, a pesar de los guardias. Sin embargo, su respuesta me provocó enojo; le advertí que si no salía iba a tener que presentarla ante su padre y exponerla. Su silencio fue revelador; claramente el hombre ese le había dicho algo que no logré escuchar.

Mientras soñaba con mi plan y esperaba su llegada, que estoy seguro sucederá, entré en una habitación desconocida haciéndome pasar por su dueño. Saqué todo lo que necesitaba del armario: una gorra y una capucha. Caminaba con calma por el pasillo del hotel, buscando a Luli, y nadie parecía prestarme atención.

De repente, escuché pisadas fuertes, como si un ejército se acercara. No entendía qué estaba sucediendo. Aceleré el paso y la vi, perdida. Antes de que esos intrusos llegaran, la tomé del brazo y nos metimos en una habitación oscura. La cubrí mientras estaba frente a mí; escuchamos pasos y voces de hombres, seguramente eran policías y guardias buscándola. Nunca pensé que su padre pudiera ser tan exagerado; me daba la impresión de mafioso.

Miré sus ojos brillantes en la oscuridad mientras intentaba defenderse. No sé qué me impulsó a colocarle un pañuelo empapado en alcohol tóxico para que se desmayara. La levanté y tuve que pasar por detrás para distraer a los guardias. Después de media hora huyendo con ella en mis brazos, logré salir del hotel y meterla en el coche.

Mi plan era hacer que hablara para aclarar mis dudas; si resultaba ser cierto, me encargaría de ella, no para matarla, sino para enamorarla hasta que no pudiera vivir sin mí, para luego abandonarla y hacerla sufrir. El caso de su ex será especial como el de Saúl.  Yo mismo no sé de lo que soy capaz.

FIN DE ~flashback

Estoy sentado en la última fila del aula grande, donde varios compañeros conversan a pesar de que el profesor ha pedido silencio. Hace un rato, Bella se fue a la sala de interrogatorio. Mientras tanto, le conté a Íker sobre la charla que escuché acerca de Luli y Ludmila. No podía creerlo, pero aún así defiende a Luli, argumentando su inocencia. No le revelé mi verdadero plan porque desconfío de él; a veces pienso que podría ser el verdadero culpable y que está vigilando mis movimientos. Debo estar alerta, tal vez tenga la clave que busco. Es fundamental que sea cauteloso para que no descubra mis intenciones. Me siento atrapado en un ciclo de desconfianza, donde ya no puedo fiarme de nadie; las apariencias son engañosas.

Íker se levanta de su asiento y se dirige hacia la sala de interrogatorio, dejándome reflexionando sobre su fiabilidad. De repente, siento la presencia de Luli a mi lado; al girarme para mirarla, ella hace lo mismo. Su rostro angelical parece tan sereno, lo cual me perturba. La observo dibujar una sonrisa dulce.

—¿Dónde has estado? —me pregunto qué mentira me contará esta vez.

—Estuve por allí.

«Maldita».

—¿Por allí dónde? —me mira como si intentara descifrar mis pensamientos.

—Amor, tranquilo, solo fui al baño a arreglarme —desvía la mirada y se concentra al frente del salón; no le pregunto más.

Decido seguir actuando como si nada estuviera sucediendo; no es el momento adecuado para confrontarla.

Pasadas tres horas, Luli se levanta y se dirige directamente a la sala de interrogatorio. Seguramente va a llenarle la cabeza de mentiras a mi padre. A mi lado, Íker y Bella siguen charlando; no les presto atención aunque me hacen algunas preguntas.

Después de una hora más, nos permiten salir. Quiero hablar con Luli, pero no la encuentro por ninguna parte. Íker y Bella me miran como si estuviera en otro planeta y no los hubiera invitado.

—Oye, ¿qué te ocurre?

—Sí, nos has estado ignorando todo este tiempo —comenta Bella con un tono de frustración.

—Disculpa, ¿de qué estaban hablando?

—Hemos planeado comer en un bonito lugar, ya que la poli nos ha absorbido todas las clases.

—Ah, ya veo. ¿Y Luli? —la busco con la mirada, pero solo veo estudiantes moviéndose de un lado a otro.

—Es verdad, no la he visto desde que entró al interrogatorio —responde Bella con preocupación.

Saco mi teléfono y la llamo; su móvil suena, pero parece que me ha colgado de inmediato. ¿Qué está pasando?

—¿Todo en orden, bro?

—Sí, solo tengo un poco de mala cobertura. Pueden seguir adelante; nosotros los alcanzaremos más tarde.

De repente, recibo un mensaje de ella que dice que la busque en la esquina de la sala de música. Entonces recuerdo que nuestra relación es un secreto, y por eso se comporta de esta manera. No me toma mucho tiempo llegar a la dichosa sala; camino por el amplio salón vacío. ¿A qué esquina se refería esta traviesa? No estoy de humor para sus juegos.

—Amor—escucho su voz a mis espaldas. Me giro y la encuentro de pie, luciendo como una modelo, con una sonrisa radiante.

—¿Por qué me hiciste venir hasta aquí?

Ella se acerca con pasos seductores y se detiene a mi lado. Acomoda sus brazos alrededor de mi cuello, con un aire juguetón.

—Quería despedirme antes de marcharme. Mi Chófer está afuera—. No puedes decir que no vas—. Son instrucciones de mi padre, ya sabes, está preocupado que todavía no me ha visto. Ya me has retenido suficiente y eso es un delito.  Tengo que asegurarle que todo está bien —. Podría volver ha raptarte ahora mismo, pero como no quiero dar un ataque a mi suegro por no tener a su princesita en casa.

Ella esboza una sonrisa, y una irresistible necesidad de besarla me invade. Entonces, me lanzo hacia sus labios, mientras me adentro en su boca. Mis manos comienzan a recorrer su piel suave, ascendiendo lentamente desde sus rodillas hasta deslizarme bajo la corta falda de su uniforme. Siento el contacto de sus caderas y la acaricio con ternura. Luego, la levanto y la coloco contra la pared, con sus piernas rodeando mi cintura. Empiezo a dejar suaves besos en su cuello, mientras ella emite suaves gemidos de placer. Bajo lentamente hacia su pecho, pero antes de poder desabrochar los botones, ella se aparta al sentir mi atrevimiento.

—Ya es hora de irme, no podemos hacer esto aquí.

Me acerco a ella sin prestar atención a sus palabras, sostengo su rostro y la beso de nuevo, esta vez con más urgencia.

—Estás loco, Idier.

—Así es. Si no quieres ser consumida por mí, es mejor que huyas—me alejo un poco mientras la miro a los ojos—. Pero si logro alcanzarte, lo lamentarás.

Sus ojos se abren de par en par, al igual que su boca. En ese momento, su teléfono suena; lo mira rápidamente, pero antes de marcharse, me planta un beso breve y sale corriendo. Justo cuando intento seguirla, mi celular vibra indicando que tengo un nuevo mensaje.

De repente, salgo de esa sala, manteniéndome alerta para asegurarme de que nadie me observe mientras me alejo. Al salir del instituto, veo un auto negro estacionado en una esquina. Entonces me doy cuenta de que es mi padre. Me acerco, él abre la puerta y entro con naturalidad. Estamos en la parte trasera del auto, mientras el conductor permanece al frente.

Me mira detenidamente, sin apartar la vista de mí. Viste de manera casual y responsable, siempre se mezcla con la multitud como si fuera una persona común y no un agente.

—Te ves muy delgado, ¿has estado comiendo bien?— pregunta—. Sí, papá— respondo —. ¿Estás intentando engañar a tu padre?—me observa con una expresión seria que resulta intimidante.

Opto por permanecer en silencio. No dice nada más al respecto. Viajamos en silencio hasta llegar a un restaurante poco conocido, alejado de la ciudad. Nos sentamos y comienza a hacer el pedido de lo que vamos a comer.

—¿Cómo va la investigación, papá?— noto que toma aire antes de contestar.

—Al menos ya estamos comprendiendo algunas cosas; parece que hay ciertas personas burlándose de la policía, pero los atraparemos.

«¿Quién más que ese infeliz de Saúl?»

—Papá, ten cuidado— le digo mientras él me observa con una sonrisa nostálgica, luego acaricia mi cabello como si aún fuera un niño de seis años.

—Me preocupa más tu situación. Creo que deberíamos sacarte de ese Instituto.

—¿Qué? No puedes hacer eso.

—Sí, puedo. No me siento tranquilo sabiendo que estás allí; es muy arriesgado. Mañana mismo te enviaré fuera del país, así podré estar más tranquilo sabiendo que estás a salvo.

—Pero papá, apenas estoy comenzando mis estudios. No es justo que me saques de esta manera; llamaría la atención.

—Tienes razón, eso podría levantar sospechas. Buscaré otra manera de evitar un escándalo. Pero te sacaré, eso es seguro.

«Esto no está sucediendo»

—Ahora dime, ¿qué relación tienes con Lulely Blod Sariel?

Me quedo paralizado ante esa pregunta. ¿De quién está hablando ahora?

—Espero una respuesta, Idier —su tono autoritario me desconcierta.

—No entiendo, papá.

—Me refiero a Luli. La hija del comisario.

—Maldita sea —murmuro, desviando la mirada.

—Con esa expresión, parece que no tenías ni idea de cuál es su nombre completo. Ahora, cuéntame, ¿qué relación tienes con ella?

—Me estás observando, papá. ¿Por qué preguntas eso?

—Soy tu padre, Idier. No entiendo qué intentas hacer. Por eso te envié un mensaje para aclararlo.

—¿Entonces nos viste? Papá...

—Si están saliendo, lo mejor es que terminen esa relación.

—No puedo hacerlo.

—¿Y se puede saber por qué? —me pregunta, levantando una ceja mientras yo busco las palabras adecuadas.

—No estoy en contra. ¿Sabes quién es su padre? Si él se entera de que estás saliendo con su hija, lo primero que hará será investigarte. ¿Es eso lo que deseas?

—No es lo que quiero, por supuesto que lo he considerado. Nuestra relación es un secreto.

—¿Por cuánto tiempo crees que podrá mantenerse así? Lo mejor sería que lo terminaras.

—Pero papá, dame tiempo; no es algo sencillo de hacer.

—Deberías haberlo pensado antes de involucrarte con ella.

En ese instante, la camarera llega con los platos y los deja sobre la mesa. Mi padre le agradece mientras yo, frustrado, siento que mi apetito se escapa.

—Come, no me gusta cómo te ves —me dice con tono autoritario. Con desdén, tomo la cuchara y pruebo la salsa de pescado picante.

Solo faltaba que mi padre arruinara mis planes. Eso no lo voy a permitir, por supuesto que no.

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