Capítulo 33
El señor Armando Sariel está fuera de sí; su hija Luli ha desaparecido, a pesar de estar bajo la vigilancia de uno de sus mejores guardaespaldas. La mezcla de preocupación e ira se refleja en su rostro mientras ordena a su personal que nadie salga del restaurante y comienza a investigar por su cuenta.
Su voz, autoritaria y enérgica, deja claro su firme determinación de encontrarla y desvelar cómo logró escapar de su protección.
Ahora se encuentra con los encargados de revisar las cámaras. Su mirada denota enojo y frustración al darse cuenta de que, tras tantas horas de revisión, no han encontrado nada sospechoso en los vídeos. Siente que alguien ha manipulado las cámaras de seguridad y se ha llevado a Luli, a pesar de contar con guardaespaldas para protegerla.
La impotencia y el miedo lo invaden, y en un acto desesperado, ordena el despliegue de miles de agentes para intentar localizar su paradero. Su tono es tenso y agobiado; no puede soportar el estrés y la angustia de no saber dónde está su querida hija.
Mientras sale del hotel, acompañado por sus dos escoltas, su mirada se encuentra con la mujer a quien alguna vez amó con todo su ser. Ella se aproxima con paso firme, llevando el cabello recogido y un elegante vestido oscuro que resalta su esbelta figura y pequeña cintura.
Sus labios gruesos, pintados de un intenso color rojo vino, le otorgaban un aire de sensualidad. Al quitarse las gafas, el brillo de sus ojos negros se hizo evidente, reflejando sorpresa al encontrar a su marido. Su voz, una mezcla de asombro y emoción, resonó al reencontrarse con él tras tanto tiempo.
—Armando —pronuncia su nombre con un tono fresco que irradia calma de inmediato.
—¿Qué haces aquí, mujer? —le pregunta él—. Te vi y sentí que algo no estaba bien; llegaste y desordenaste el hotel. Quiero saber qué ha ocasionado todo este escándalo.
—Luli ha desaparecido; mi prioridad ahora es encontrarla lo más rápido posible. Tú ve a casa.
—No puedo quedarme aquí sin hacer nada, Armando. Si algo le sucede a Luli, no podría perdonármelo.
—No pasará nada, confía en mí. Voy a localizarla y traerla de vuelta.
—Pero si ese asesino sigue suelto, ¿cómo vas a protegerla tú solo?
—Debo hacerlo; es mi deber como padre y como policía. Tú quédate en casa y cuida de nuestra otra hija, por favor.
—No puedo quedarme de brazos cruzados, Armando. Me preocupan tanto Luli como tú. Necesito que estés a salvo.
—Lo estaré, confía en mí. Ahora ve a casa y asegúrate de que nadie se acerque a nuestra hija. Te llamaré tan pronto tenga noticias.
Roxana asiente con preocupación, consciente de que lo único que puede hacer es confiar en su esposo. Armando arranca el coche y se aleja a gran velocidad.
El detective Alfredo ha regresado a la casa donde ocurrió el crimen. A pesar de que es tarde en la noche, no le importa volver a inspeccionar la zona con más detalle.
Ha traído consigo a algunos de sus agentes, quienes ahora están revisando el lugar donde encontraron el cuerpo de Idiomar la última vez que fue visto. Algo en su intuición le indicaba que debía volver para encontrar alguna pista adicional. Durante la inspección, se percatan de un almacén cercano que resulta estar cerrado. Les solicita a los propietarios que lo abran por el bien de todos. Pasan un tiempo esperando hasta que Iván regresa con la llave.
—¿Qué? ¿Por qué yo y mis padres? Ya les dije que no sé nada de esto, ¿por qué no me creen? —responde el chico visiblemente alterado.
—Tranquilo, Iván. Solo queremos aclarar algunas cosas. ¿Por qué no abrimos juntos el almacén y nos cuentas lo que sabes? —dice el detective intentando calmarlo.
Iván asiente y abre la puerta del almacén. Al entrar, el detective y los agentes se encuentran con varias botellas de alcohol vacías y algunas drogas esparcidas por el suelo.
—¿Qué significa todo esto? ¿Por qué hay drogas y alcohol aquí? —pregunta el detective señalando el caos dentro del almacén.
Iván inclina la cabeza y, con voz temblorosa, dice: —Esas cosas son de mis amigos. Ellos las trajeron a la última fiesta que organicé el viernes pasado sin que yo lo supiera. Solo quería ser un buen anfitrión y no tenía idea de que podrían hacer algo tan horrible.
El detective examina el pañuelo blanco encontrado y observa que tiene bordadas las iniciales "I.E."
—¿Conoces a alguien que tenga esas iniciales? —pregunta Alfredo con un tono serio. Iván frunce el ceño y responde—. No, no sé de nadie con esas iniciales.
Mientras los agentes siguen revisando el almacén, encuentran un cuchillo con manchas de sangre en una esquina. El detective lo recoge usando guantes y lo coloca en una bolsa para su análisis.
—Sabes que aquí está prohibido entrar, y aún así organizas más fiestas. Ahora dime, ¿quiénes fueron los últimos en quedarse en el almacén?
El chico se queda callado por unos momentos y finalmente dice: —Estuve con una chica llamada Elena, pero no la he visto en mucho tiempo.
—¿Qué está ocurriendo aquí?
El detective se dirige a los padres de Iván y les dice: —Creo que necesitamos llevar a su hijo a la estación para hacerle algunas preguntas más profundas. Los padres asienten preocupados y deciden acompañar a su hijo.
Algo lo inquieta; no comprende por qué hay tantos misterios. Ya han revisado el almacén antes y no hallaron nada relevante, y ahora aparecen con sorpresas como ese pañuelo con iniciales sospechosas. Alfredo tiene la sospecha de que Iván sabe algo y no se detendrá hasta descubrir quién está detrás de todo esto.
Íker se mentaliza para la competencia, consciente de que necesita estar concentrado y alerta en todo momento. Llega de la mano de su novia, luciendo como una pareja perfecta. Se detienen y se miran a los ojos, llenos de amor.
—Cuídate, estaré animándote desde las gradas —expresa Bella con determinación—. Todo saldrá bien —él acaricia su mejilla para mirarla más de cerca—. El simple hecho de que estés aquí hará que todo funcione —comenta Íker con ternura, y se inclina para sellar sus labios con los de Bella en un beso cálido y apasionado.
Ambos se entregan a la intensidad del beso cargado de pasión.
Adán, uno de sus compañeros de clase, observa la escena y no duda en compartirla con los demás. La noticia llega a Ludmila, que estaba conversando con un grupo de chicas.
—No puedo creer que Íker esté con Bella—exclama una rubia, visiblemente molesta, ya que era una de las amigas con las que Íker solía pasar el tiempo. Aunque no había habido intimidad entre ellos, simplemente no puede soportar verlo con Bella.
—¿Han visto a Clara? Tiene la nariz rota y me dijo que no vendría hoy a la competencia—comenta una chica de cabello rojo vino.
—¿Sabes qué le pasó?—pregunta Ludmila—. No me lo dijo. Pero tengo mis sospechas sobre Bella; la última vez en el baño, vi a ambas amigas muy raras, el espejo estaba hecho un desastre y había sangre por todas partes. ¡Oh mierda! Creo que me he pasado—se cubre la boca.
Al escuchar eso, Ludmila se irrita—. Yo no dije nada—la pelirroja intenta callar, recordando que Luli le había advertido sobre hablar más de la cuenta y no quiere problemas con ella, cuyo carácter le da miedo.
—Creo que voy a saludar a mi amigo Íker. Ustedes sigan trabajando—les dice a las chicas—. Pero Ludmila, ¿no piensas...—. Sé lo que hago—responde y se dirige hacia la pareja que no deja de mostrar su amor el uno por el otro.
—¡Hola por aquí!—al escuchar la voz de Ludmila, ellos se separan. Bella la mira con ganas de estrangularla en ese instante, mientras Ludmila sonríe inocentemente y dirige su mirada hacia su amigo.
—Íker, qué bien acompañado estás. ¿No me presentas oficialmente a tu novia?—lo dice de manera provocativa para observar la reacción de su compañera.
«Esa maldita perra», piensa Bella para sí misma.
—Aunque se conocen muy bien, lamento no haberlo dicho antes, solo que...—su mirada se dirige hacia un hombre que le hace señas. Íker percibe la situación y asiente.
—Cariño, ¿te importa quedarte un rato con Ludmi? Regresaré enseguida—. No hay problema—responde Bella con una sonrisa que no es sincera.
Íker le da un breve beso en los labios y se marcha, dejando a las dos rivales solas.
—Eres una mosquita muerta—le dice Bella, frunciendo el ceño mientras mira a su compañera.
—Y tú eres una vill zorra, pero hoy vas a escucharme—replica Ludmila con firmeza.
—¿Todavía sigues con esa idea de vengarte porque me acosté con Idiomar en el pasado? Deja el rencor a un lado, Ludmila. No tengo la culpa de que tu novio fuera un mujeriego. ¿Y tú? De santa no tienes nada, te andas ofreciendo a Idier y yo creía que aún estabas de luto. Mírate, buscando abrir las piernas con cara de dulce samaritana.
Ludmila, indignada, le propina una fuerte cachetada. Bella queda boquiabierta, sosteniendo su mejilla adolorida, y le lanza una mirada llena de furia.
—¡Ahora sí te voy a matar!—exclama Bella, lanzándose sobre su compañera como si fuera un animal salvaje. Ambas caen al suelo, con Bella encima de Ludmila, propinándole fuertes golpes. Al ver lo que sucede, la multitud se reúne a su alrededor y empieza a grabar la pelea.
Ludmila toma el cabello de Bella, quien grita de dolor, y nuevamente se atacan con una brutalidad incontrolable.
Mientras tanto, Íker escucha atentamente lo que su mentor le está transmitiendo, sintiendo una inquietud en su interior porque intuye que algo malo va a suceder.
—No lo olvides—le advierte tocándole el hombro, lo que deja a Íker preocupado. De repente, uno de sus amigos corre hacia él desde lejos; la cancha es bastante amplia y lo mantiene alejado del grupo. Al ver a su compañero acercarse rápidamente, se sorprende.
—¡Íkeeeer! ¡Tienes que venir ya!—exclama el chico con la respiración entrecortada.
—¿Qué sucede?—pregunta Íker, observando preocupado a su amigo.
—Tu novia y Ludmila están dándose de golpes—al oír esto, los ojos de Íker se abren de par en par; sin dudarlo un segundo, corre hacia donde están ellas. No imaginó que dejar a Bella junto a Ludmila resultaría en una pelea.
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