Capítulo 18

Voy avanzando por un bosque profundo, donde la luz de la luna apenas se cuela entre las copas de los árboles. La oscuridad se siente casi tangible, pero el aire está rebosante de vida.

El canto incesante de los grillos establece una melodía de fondo, y de repente, un búho rompe el silencio con su ululato, resonando como un eco en la noche. De vez en cuando, se escucha el crujido sutil de las hojas bajo las patas de un ciervo que se mueve con cautela, mientras el croar lejano de las ranas añade una dimensión musical al entorno.

El aire está impregnado del aroma a tierra mojada y pino fresco, con un toque dulce de flores nocturnas que florecen al caer la noche. Al inhalar profundamente, sientes una mezcla equilibrada de frescura y calidez.

La brisa suave acaricia mi piel, trayendo consigo una sensación de calma y conexión profunda con la naturaleza.

La luz plateada de la luna baña el sendero, creando sombras que juegan entre los árboles. Las luciérnagas brillan como pequeños destellos de magia en la penumbra, guiando mi mirada hacia mi destino.

Regreso al maletero y, al abrirlo, busco algo para lidiar con esos animales. Mis manos encuentran un plástico negro envuelto en algo. Lo sostengo y lo desenvuelvo, revelando seis trozos de filete crudo. Perfecto, eso será útil; ahora necesito idear un plan maestro.

Pero primero debo acercar el auto, ya que está un poco alejado. Con el plástico de filetes en mano, me subo al vehículo. Conduzco hasta detenerme cerca de la cañada sombría, apago el motor y bajo del coche, caminando hacia la puerta. Respiro hondo y sigo adelante.

Me detengo al darme cuenta de que ya están bien despiertos. ¡No puede ser! Me están observando con gran curiosidad, mostrando sus afilados dientes. Necesito mantener la calma y no hacer movimientos bruscos. El verdadero dilema es este: si abro la jaula, podría convertirme en su próxima comida.

Necesito idear una estrategia sólida; esto es, sin duda, lo más arriesgado que he hecho en mi vida. En cualquier instante, podría caer en sus garras, y mi padre no tiene ni idea de este loco plan.

Tengo la inquietud de que mi hijo está en problemas, y todo por involucrarlo en esto. Llevo un buen rato llamándolo al celular y no contesta, y lo que me mencionó sobre el trabajo que tenía hoy me tiene en un hilo; no puedo quedarme tranquilo sin saber qué está pasando.

Y esos dos que asigné para vigilarlo aún no me han dado ningún informe, y eso me incomoda.

El vibrar de mi teléfono en la mesa me trae de vuelta a la realidad. Lo tomo al darme cuenta de que es uno de mis hombres.

—¿Qué está sucediendo? —pregunto casi al instante.

—Malas noticias, Señor, lo hemos perdido de vista. Ahora estamos perdidos en medio de la nada.

Al escuchar eso, la preocupación me inunda. Es como si me arrancaran una parte de mí. No, mi hijo no; siento que se me detiene el corazón, pero no puedo frenar.

Salgo corriendo de la estación de policía y subo al coche al instante. El teléfono suena otra vez... Pensando que es Idier, lo agarro sin mirar.

—¿Hijo, estás bien?

—¿Algo le sucedió a mi sobrino?

—Ah, eres tú, John.

—Por supuesto, me sorprende que ya no mires el móvil antes de responder, ahora dime... ¿Hasta ahora Idier no se ha contactado contigo?

—No, su celular está apagado. Estoy en camino a su casa para ver si dejó alguna nota o algo que nos ayude a encontrarlo. Los dos agentes que asigné para vigilarlo no hicieron su trabajo correctamente; no entiendo cómo pudieron perderlo de vista.

—Lo que estás diciendo es grave. Siempre he estado en contra de involucrar a mi sobrino en esto, y mucho menos en esa banda de criminales para descubrir la verdadera razón de la muerte de Idiomar. Está claro que no está haciendo nada bueno ahora, y podría ser ilegal. Deberías haberlo pensado bien antes de actuar impulsivamente, hermano, y nunca me haces caso.

—Ya vas a empezar con eso otra vez.

—Sí, hasta que entiendas lo que está en juego. Estoy en camino. Necesitamos hablar, pero muy seriamente.

—Está bien, entonces nos encontramos.

Colgamos al mismo tiempo.

John tiene razón; todo esto es culpa mía. Dejaré que Idier se mantenga alejado de esto y se concentre solo en sus estudios. No soportaría perderlo a él también.

Estoy en plena ejecución de mi plan y solo espero que todo salga como lo imaginé. Mi objetivo es atraer a esos tigres con la mayor calma posible.

He dejado dos filetes al borde del auto, creando una trampa que seguro les llamará la atención. Ahora estoy hurgando en mi mochila, buscando algo que me ayude a abrir el candado. Después de sacar varias cosas, me doy cuenta de que la tijera de corte de hierro podría ser justo lo que necesito. La tomo rápidamente y guardo el resto de las pertenencias, dejando las tijeras y los filetes como mis prioridades.

Con la mochila ya en mi espalda, me acerco a la jaula. Los tigres se mueven de un lado a otro, mirándome fijamente. Respiro hondo para calmarme. Con un gesto ágil, saco uno de los filetes y lo deslizo por el orificio de la jaula. El trozo de carne cae justo detrás de ellos y, sin pensarlo dos veces, se lanzan hacia él.

Mientras se enzarzan en la pelea por devorarlo, aprovecho para abrir la jaula rápidamente. Con ambas manos, aprieto con todas mis fuerzas hasta que el candado finalmente se traba. Tras un rato de esfuerzo, logro abrir la puerta y escapo, corriendo hasta encontrar una puerta oculta en una esquina. Por suerte, está entreabierta. La cierro apresuradamente, pensando en cómo avanzar con el siguiente paso y rezando para que mi plan salga como lo había planeado.

Después de esperar media hora en una habitación oscura y con un olor insoportable, me cuesta respirar. ¿Qué demonios hay aquí?

Enciendo mi celular para iluminar el lugar. Lo que veo es lo más repugnante que un ser humano puede imaginar: restos humanos desmembrados, partes del cuerpo en estado de descomposición. Cabezas deformadas, manos asquerosas, huesos por todas partes y un charco de sangre. Sin mencionar los animales muertos que también están allí.

Sin duda, este lugar es una auténtica carnicería humana; son los restos de quienes no lograron superar las pruebas de las misiones actuales. Es realmente lamentable pensar que hay personas tan macabras en el mundo. Definitivamente, tengo que hablar con papá sobre este lugar tenebroso.

Eso fue una locura total. ¿Quién haría algo así? Probablemente los tigres. Y me pregunto, ¿los dueños son conscientes de que tienen animales salvajes en un lugar tan alejado? No creo que entiendan lo que implica tener un zoológico. ¿Y porqué los quiere Saúl ? Eso es otro misterio más. Estos tipos ya me están mareando con sus decisiones raras.

Al mirar dentro de la jaula, me doy cuenta de que ya no están. Solo espero que no terminen dejándome hecho trizas a mí también.

Camino con un miedo constante, sintiendo temblores en mis piernas que me hacen dudar si mi plan está funcionando. Así que sigo avanzando hasta llegar al auto. Al acercarme lo suficiente, me detengo al darme cuenta de que el escaparate está cerrado. Una sonrisa se dibuja en mi rostro; definitivamente, esto ha funcionado.

Me acerco y escucho sus rugidos, que son bastante molestos y suenan muy fuerte. Necesito encontrar algo para silenciarlos, no quiero que sus dueños se enteren del secuestro.

Al abrir la puerta, me acomodo en el asiento y empiezo a buscar en la guantera. Pero me detengo al escuchar el rugido de uno de los tigres tan cerca de mí. Mi corazón late a mil por hora al darme cuenta de que está justo junto a la puerta, con sus dientes afilados listos para atacar. ¡Vaya! Al menos uno sí cayó en la trampa.

Extiendo mi brazo hacia atrás, donde tengo la mochila, y saco lentamente un palo de hierro. De repente, el felino se lanza hacia mí con una velocidad salvaje, y en un instante está encima de mí. Con sus afilados dientes, rasga mi traje con violencia. En un movimiento brusco, me deja una marca en el brazo, mientras la sangre comienza a manchar el asiento.

Siento el ardor, pero logro contenerme. Aprieto el palo contra su cuello con fuerza, mientras mi mochila queda tirada a un lado. Empujo al animal con toda mi energía y me muevo rápidamente, sosteniendo la mochila. Saco un cuchillo y lo apunto hacia él; el ardor en mi brazo es intenso y sé que este animal podría acabar conmigo si no encuentro la fuerza para resistir.

Retrocediendo hacia la parte trasera, escucho el rugido del otro tigre. En ese momento, una idea surge en mi mente: si el felino frente a mí intenta lanzarse de nuevo, debo agacharme para que caiga en la trampa. Ahora me observa, acercándose con pasos lentos. De repente, decido asustarlo con un rugido que lo irrita aún más y, como era de esperar, reacciona lanzándose otra vez.

Me agacho rápidamente y, al no sentir su presencia, levanto la mirada y me giro hacia atrás, confirmando que ha caído en la trampa. Este diseño es similar a las trampas que los policías usan para atrapar a los ladrones; ahora entiendo por qué Saúl eligió este auto: es perfecto para cargar dos tigres de 300 kilogramos (660 libras) en este espacio tan específico.

Finalmente, puedo tomar un respiro. Estoy exhausto. Después de un rato, empiezo a sentir ese líquido espeso en mi brazo, y el dolor del arañazo me deja debilitado. ¡Maldita sea! Arde como si estuviera en llamas.

La sangre se escurre por el asiento, y ese dolor no ayuda en nada.

De repente, empiezo a tener visiones de todos los muertos que vi en el almacén. Sus cabezas se mueven como en una pesadilla, llamándome para que me una a ellos. Es aterrador. No aguanto más, que salgan de mi mente. Y el rugido de los felinos resuena en mi cabeza, martillando mis pensamientos.

De pronto, el fantasma de Idiomar aparece frente a mí, brillando intensamente mientras yo me quedo paralizado por la desesperación.

No te rindas ahora, ya estás al paso de llegar a la verdad

Idiomar me mira con una preocupación genuina por mi bienestar, y no puedo evitar notar cuánto nos parecemos. La única diferencia es que él tiene los ojos oscuros, como papá, mientras que yo heredé los azules de mamá. Lo echo tanto de menos. La tristeza me envuelve, atrapándome en la nostalgia.

Esa luz divina que lo rodea, como si fuera un ángel, me hace sentir un poco más en paz, aunque no lleve ropa blanca. Ha venido a cumplir su promesa de estar a mi lado hasta que esta pesadilla termine.

Lo estaba esperando, y gracias a su presencia, siento que tengo un poco más de fuerza para levantarme.

Los rugidos de los tigres son persistentes, y antes de que llamen la atención de sus dueños, tengo que hacer algo para silenciarlos. Abro la guantera y encuentro unas pastillas para dormir en forma de polvo. Agarro mi mochila y saco el plástico con los últimos filetes, empiezo a cubrirlos con el polvo, asegurándome de que queden bien impregnados. Luego me voy hacia la parte trasera donde están encerrados.

Asomo mi cabeza por un pequeño hueco y, al ver cómo me miran, siento que podrían morderme el brazo. Así que empuño la daga y la clavo en el filete, lo paso de nuevo por la ventanilla, pero de repente se me escapa de las manos junto con la daga. Me aparto rápidamente, asustado, y me quedo en el asiento un momento para recuperar el aliento.

—¿Quién está ahí? —giro la mirada hacia la ventana. Me encuentro con dos hombres armados con escopetas, buscando un objetivo. No me lo esperaba en absoluto.

De inmediato, corro hacia el volante y enciendo el auto. El sonido del disparo resuena como un trueno, pero no me detengo; acelero a toda velocidad.

Con el camino oscuro y mi visión debilitada, manejo a toda prisa, sabiendo que los disparos siguen sonando y lo último que quiero es que le den a las ruedas.

Después de recorrer un buen trecho, al menos la recta me ayuda a mantener la calma por ahora. Echo un vistazo al reloj y me doy cuenta de que solo me queda media hora antes de que esta bomba esté lista para estallar. Debo llegar antes de que todo vuele por los aires.

Veo a la guardia civil deteniendo dos coches y me viene a la mente lo que me dijo Saúl.

Cuando ellos ven mi auto, me dejan pasar sin cuestionamientos. Ese tipo es un demonio, ni siquiera se molestaron en pararme.

Pero bueno... ahora no puedo permitirme pensar en tantas cosas. Ya habrá tiempo para eso...

Los recuerdos de Luli empiezan a invadir mi mente; esa loca se está metiendo en mis pensamientos. «Solo lo que me faltaba».

Por suerte, ya no se oyen los ruidos de los tigres; no podía aguantar más eso.

Maldito Saúl...

Estoy observando cómo llega Idier a través de mi computadora, ya que mandé instalar una cámara para tenerlo bajo control. Disfruté del espectáculo mientras saboreaba mi whisky con hielo, sintiéndome bastante satisfecho.

No puedo creer que se haya puesto a pelear con uno de mis tigres. Una sonrisa maliciosa se asoma en mi rostro; ese chico es resistente, pero eso no es nada comparado con lo que le espera.

Mis ojos se oscurecen con maldad al pensar en los planes retorcidos que tengo en mente, y en lo mucho que me voy a divertir a su costa.

De repente, veo a mi Reina entrar por la puerta con una expresión bastante seria.

—¿Qué te pasa, mi Reina?

—¿Qué hace Íker en la sala de tortura? Está un poco inconsciente.

—¡¿En serio?! Recuerdo haberle dicho a Hugo que no le hiciera nada más.

—Pero no ha cumplido con tu solicitud.

—Tú puedes solucionarlo, ya sabes que eres mi favorita. Solo asegúrate de no abusar de eso; conoces mi carácter.

—Estoy de acuerdo —responde acercándose a mí.

—¿En qué piensas?

—En nada, pásame el cigarro.

Ella se levanta y lo sostiene entre sus manos. Se sienta en mis piernas y me lo coloca en la boca, lo enciende al instante y empiezo a exprimir mi hierba, dejando que el humo salga por su boca mientras nos besamos. Me separo de ella, colocando de nuevo el cigarro entre mis labios.

Justo en ese momento, mi celular suena sobre la mesa, y mi dama me lo acerca al oído.

—El chico ese acaba de llegar y está pidiendo verte —dice uno de mis hombres, una sonrisa se dibuja en mi rostro.

—¿Qué pasa?

—Hablamos luego, mi Reina. Ya sabes que no mezclo trabajo con placer.

Me levanto y salgo de la sala.

Veo aparecer al maldito de Saúl, fumando como era de esperar. Sus hombres se retiran de inmediato, dejándome a solas con él. El humo que sale de su boca es realmente molesto.

—Por fin llegaste, algo que no esperaba.

—Lo estoy notando, pensaste que te ibas a deshacer de mí tan fácilmente. Pero yo cumplo mis promesas, solo espero que tú hagas lo mismo. Si quieres, puedes ir a comprobar que traje a tus queridas mascotas.

—Lo sé, en realidad lo vi todo como si fuera una película; me recordó a Tarzan, muy gracioso. Pelearte con un animal salvaje fue increíble. Aunque necesitaba ver más sangre. Me divertí mucho viéndote sufrir, Idier; una pena que sigas vivo.

—Ya veo —logro responder, aunque sé que no está bromeando; en cualquier momento podría matarme. Él debe ser el responsable de la muerte de mi hermano, aunque dudo que lo haya hecho él mismo.

—No te ves muy bien, pareces salido de la selva. Creo que te quedaría perfecto el apodo de Tarzan, especialmente por intentar matar a uno de mis tigres —se ríe de mí, con esa actitud de psicópata.

Uno de sus hombres se le acerca y le susurra algo al oído. En un instante, se aleja, y veo cómo una sonrisa de satisfacción se dibuja en su rostro.

—Puedes irte, Idier. Has subido un escalón más, ah, mañana hablamos. Si quieres, uno de mis hombres puede acompañarte; no te ves en tu mejor momento. Mira tu camiseta, parece un trapo empapado en sangre. Y como llegaste justo a tiempo, el reloj ya hizo su trabajo al no volarte por los aires —me provoca.

«Maldito enfermo».

—Entonces, ¿qué dices? ¿Te gustaría un poco de ayudita?

—No necesito ayuda, puedo irme solo y tomar un taxi.

—No tengo problema con eso, pero antes de dejarte salir a la calle, quiero que estés limpio. Mis hombres te echarán una mano con tu aspecto. No me gusta dejar cabos sueltos...

En ese momento, uno de sus escoltas entra.

—Cuídalo —dice Saúl mientras se marcha, dejándome con este tipo tan intimidante.

—Sígueme...

Voy tras él, sujetando mi brazo, ya que lo envolví con mi ropa para evitar que siguiera goteando sangre.

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De repente, abro los ojos. ¿Había estado soñando? Miro mi brazo y me doy cuenta de que todo lo que sucedió ayer fue real. Cojo mi reloj y veo que son las 6:00AM. Apenas dormí, me siento agotado. Debería ir al hospital a revisar esa herida antes de que se infecte aún más.

Me levanto sintiéndome algo aturdido y pongo a cargar mi celular. No puedo dejar que mi padre me vea así. Aún no tengo idea de lo que pasó con Íker y Bella, y tanto pensar me provoca un dolor de cabeza insoportable.

Decido ignorarlo y me voy a duchar. Los recuerdos de Luli aparecen en mi mente como si fueran escenas de una película, volviéndome completamente loco.

Me despierto con unos dolores vaginales insoportables. El patán me va a hacer un daño terrible si sigo con él y sus juegos enfermizos. Camino como si no tuviera ganas de vivir. Al llegar al baño, me lavo la cara sin mirarme, porque no quiero asustarme al ver lo mal que me veo. Salgo del baño bostezando, y al acariciarme el cabello, me doy cuenta de que ya no brilla. No es ninguna sorpresa.

Mi perrita se acerca corriendo hacia mí, rebosante de alegría; al menos eso me brinda una razón para sonreír cada mañana. Es una cachorrita de cocker spaniel con un pelaje marrón y unos ojos marrones que brillan. Su nariz es de un hermoso tono rosado.

—¡Buenos días, mi princesa!—le digo, porque se parece a esas perritas de la realeza. La quiero con todo mi corazón; es el mejor regalo que mi padre pudo darme antes de irse en sus absurdos viajes de negocios.

—Hola, amor mío—mi madre entra sin avisar, mientras se coloca un arete en la oreja y sus ojos se abren al verme.

—Pero Bella... ¿Qué te pasó en la cara? Pareces un zombi disfrazado—me dice, claramente molesta.

—¿Tan mal me veo?—bajo la mirada, sintiéndome avergonzada.

—Te ves horrible, hija. Espero que no estés volviendo a las drogas. No quiero tener que decírselo a tu padre y que termines otra vez en rehabilitación.

Me agarra de la barbilla, obligándome a mirarla a los ojos.

—¿Y ese chupetón en el cuello?—pregunta, soltando mi cara y cruzándose de brazos, esperando ansiosamente mi respuesta.

—¡Ay, mamá! Ya sabes cómo soy, no voy a entrar en detalles sobre mi vida, aunque digas que eres una madre moderna.

—¿Qué hiciste anoche? ¿Te enrollaste con el primer chico que se te cruzó?, porque mira cómo te ves.

—No, claro que no. Por favor, déjame en paz; no hice nada malo, sé cuidarme sola—respondo, acomodándome en la cama un poco frustrada.

—Baja esa actitud, ¿entendiste? Y, por cierto... estás castigada. No vas a salir a ningún lado. Si no me obedeces, se lo diré a tu padre. Esto es por llegar tan tarde anoche.

—De todos modos, no tenía planes de salir—murmuro.

—¿Qué dijiste?

—Está bien, mamá, me quedaré aquí.

—Perfecto, ahora estamos en la misma sintonía, amor—me dice sonriendo antes de salir por la puerta.

Cojo mi celular y veo que Íker me dejó un mensaje desde un número desconocido. ¿Qué está pasando con él?

Hola cariño, siento lo de ayer, me tuve que regresar. Espero que no estés molesta por haberte dejado plantada.


¿De qué habla? Me pongo a pensar... Creo que ya me acuerdo. Nuestra cita que arruinó el desgraciado de Hugo, él pensó que lo estuve esperando, ¿y dónde se fue? Para mandarme el mensaje a esta hora.

Mi tío no para de regañarme al ver mi herida. Le digo que estoy bien, pero parece que no me escucha. Me tomó media hora convencerlo de que no le dijera nada a mi papá.

De repente, su celular empieza a sonar y me dice que es mi padre. Asegura que no va a decirle nada, pero que necesitamos tener una charla muy seria.

—Voy a llamar a una suplente para que te atienda—y se va.

No pasó mucho tiempo antes de que entrara la suplente. Estaba tan atrapado en mis pensamientos que ni la miré.

—¿Idier, qué te sucedió?—pregunta Ludmila con preocupación al ver mi arañazo. No sabía que estaba aquí.

—¿Ludmila, tú trabajas aquí?

—Sí, soy asistente. Mi mamá es doctora, así que... Espera un momento, me estás desviando el tema. ¿Qué te pasó realmente?

—No, estoy bien.

—Eso no me convence —dice mientras sostiene mi brazo, mirando como si viera algo más allá.

—El doctor ya se encargó de todo —ella toma las vendas y las coloca con cuidado sobre la herida. Es genial tener una amiga enfermera.

—No te he visto últimamente. Cada vez que intento hablar contigo, pareces desaparecer. Si hay algo que te preocupa, estoy aquí para ayudarte.

—Lo siento, Idier. He estado muy ocupada. Trabajo en el bar y también le echo una mano a mi mamá de vez en cuando. No te preocupes, todo está bajo control. Prometo que no volveré a hacerlo.

—Está bien, lo entiendo. Pero hay algo que me gustaría preguntarte.

—Pregunta lo que necesites, estoy lista para responderte.

—Luli me mencionó algo que realmente me sorprendió sobre ti. Quisiera entender, ¿qué está pasando entre ustedes? Siento que hay algo que no percibo cuando estoy contigo.

—¿Qué fue lo que esa niña te dijo sobre mí?

—No le di mucha importancia, pero me gustaría escuchar tu versión. Como somos amigos, no quiero que cosas inventadas arruinen nuestra relación.

Se queda callado un momento. Me pregunto, ¿qué estará reflexionando? Hay algo más en esta situación y no voy a descansar hasta aclarar mis dudas.

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