XXVI
El nuevo año trajo consigo algunos cambios, sin duda, uno de ellos inició la madrugada del primero de enero; debo decir que luego de eso, parecíamos un par de niños con juguete nuevo. Además, si ya él no pasaba desaparecido en la empresa, se volvió peor con sus canturreos y bailes, incluso Margot le comentó que parecía enamorado y me tocó tragarme una buena carcajada más de una vez, aunque lo admito, en algún punto parecía serenata frente a mi oficina y solo tenía dos reacciones posibles: morir de risa si estaba solo o apretar los labios y esconderme en trabajo cuando Zack me acompañaba.
—¿Cómo no despiden a la loquita? —Llegó a comentarme un día y fijé mi incómodo gesto en él—. Perdón, Tobías, olvidé que es tu amigo —habló con los brazos alzados en señal de rendición.
—Sí, mejor recuérdalo y aunque no fuese así, merece respeto.
La burlesca risa de Zack no se hizo esperar y apreté un puño junto a mi pierna ante la frustración que me producía no poder matarlo.
—Tobías, pero si ese muchachito se pone en vergüenza solo.
Con fuerza golpeé sobre la mesa de centro, provocando un salto entre las cosas que había encima, incluido el diagrama de interiores que checábamos, él me miró asombrado, pero su rostro al segundo volvió a tornarse burlesco.
—Basta, Zack, estamos aquí para realizar nuestro trabajo; por favor, limítate.
—Perdón, perdón, no te alteres.
Pese a hablar con los brazos elevados como pidiendo tregua, su maldita risa burlesca conseguía exasperarme, tuve que respirar para calmar los humos un poco, pero al no conseguirlo, opté por erguirme y abandonar mi oficina un rato ante su atenta vista. Cada vez soportaba menos a ese tipo.
Decidí ir al salón de juntas para pasar un rato solo, bajándole a la incomodidad apellidada Jackson, era tal mi nivel de molestia que caminaba perdido en mis pensamientos, creo que imaginé las diferentes formas de asesinar a ese tipo. El asunto es que ni siquiera fui consciente de mi tropezón con Ricky hasta que haló mi brazo para llamarme la atención.
—Tobi, ¿ocurre algo? —dijo, preocupado; lo observé en silencio un rato, procesando qué acababa de ocurrir hasta que retiró su mano y se disculpó en voz baja por el contacto, eso enseguida me obligó a tomar su mano y entrelazar nuestros dedos.
—Perdóname a mí, no te disculpes. Iba distraído. —Suspiré cansino antes de continuar—: No estoy molesto contigo, es solo que... —Un gruñido de fastidio se me escapó—. ¡Ya no aguanto a ese tipo!
—¿Te refieres a Za-el señor Jackson? —indagó dubitativo y asentí en silencio— ¿Cuánto falta para la inauguración?
—Unos dos meses, mínimo.
—¡Vaya!
—Sí, vaya. Ricky, no sé cuánto aguante sin matarlo —expresé fastidiado y él me devolvió una risita. Decidí halarlo al interior de la sala de juntas para despistar mirones, una vez allí continué la plática—. Es insoportable y cada vez dice cosas peores de ti, con mayor razón deseo asesinarlo.
Ricky sonrió. Sin embargo, ladeó la cabeza, confundido y con un extraño gesto en el rostro procedió a indagar qué tipo de cosas solía decir ese imbécil.
—Tobi, no hagas caso —me dijo luego de estar al tanto de la situación, pese a que pude ver cierta incomodidad en su semblante—. Solo piensa, no tirarás todo tu esfuerzo por un arrebato, ¿cierto?
Un largo y sonoro suspiro de exasperación fue mi respuesta, él me abrazó por la cintura y luego de besarme el pecho, allí mismo reposó su cabeza.
—Tranquilo, Tobi, pronto estará listo todo y no tendremos que verle la cara de nuevo.
Elevé su mentón y planté un tierno beso en sus labios. Ricky era especialista en exasperarme, sin duda alguna, pero también sabía cómo llevarme a la calma y le di la razón. Durante años me esforcé en la empresa para conseguir mi objetivo, no tiraría todo a la basura por matar a un cretino que pronto saldría de nuestras vidas.
—Gracias —le dije envolviendo su cuerpo en un fuerte abrazo y luego le besé la frente—. Creo que lo habría matado de no ser por esto.
—Te entiendo, Tobi. Lo he visto humillar a su asistente, incluso traté de hablar con el joven y decirle que no se deje, pero de nada sirvió.
—¿Quieres saber lo peor? —Ricky me observó expectante—. ¡Él es su hijo!
Mi tono era de indignación, no lograba concebir una razón lógica para semejante trato. Los ojos de Ricky se abrieron en demasía ante la impresión y lo entendí perfecto, nadie creería tal parentesco y era ese otro de los motivos para mi aversión contra él.
—Increíble —contestó en un susurro, aunque lo observé desconcertado con lo que siguió—: Entonces, tal vez su máscara es con la niña.
Ricky habló en voz baja con la mirada desviada hasta notar mi gesto confuso, entonces sacudió la cabeza y procedió a disculparse con una sonrisa antes de decir algo más.
—Tobi, quiero decir que lo vi con su hija por casualidad y creí que toda esa maldad que demuestra era una máscara, así como tu amargura.
Lo miré con ojos rasgados y le di un empujón que lo obligó a trastabillar, luego continuó en medio de risas:
—Demostraba mucha dulzura con ella y pensé que quizás hay algo bueno en él y solo debía escarbar para conocerlo...
—¿Escarbar? ¿Debías? ¿Tú quieres conocerlo? —pregunté sumamente confundido, no comprendí qué se traía, pero una cosa era segura, algo pasaba con Zack.
—No, Tobi, es un decir. —Suspiró sonoramente mientras negaba despacio con la cabeza, yo no despegué mi atenta mirada de él—. Solo pensé que había algo bueno en él, pero parece que no, es todo. Tobi, ¿cómo te encelas por un tipo así?
Mis ojos se abrieron de la impresión. Por supuesto que no sentía celos, digo, ¿por qué tendría? ¿Acaso porque mi pareja parecía guardar algún interés por un tipo horrible que no aguantaba ya me hacía celoso? ¿O porque ese tipo mostraba cierta fijación con él, pese a sus palabras hirientes y chistes crueles que solía hacer? ¿O quizás por las veces que los había encontrado a solas en algún corredor o el estacionamiento? Aunque más me sorprendía el interés de Ricky... Bien, quizás sí, me sentía un poco celoso.
—No tengo interés romántico en otro que no seas tú, Tobi, menos en él. —Las palabras de Ricky me sacaron de mis divagaciones mentales y lo vi sonreír. Su mano fue a posarse a mi mejilla—. Jamás me fijaría en él.
Nos fundimos en un fuerte abrazo que consiguió erradicar mis tontas dudas, también devolvió la calma suficiente para regresar a mi oficina y aguantar a Zack el resto del día; aunque anhelaba con locura no verle la cara al imbécil de nuevo.
Otro cambio que se anunció en enero vino en la voz de mi madre y ese me rehusaba rotundamente a aceptarlo, la verdad, pasamos una semana entre pequeñas discusiones debido a su decisión; papá trató de ser mediador, estaba de acuerdo en varios puntos expuestos por mi madre, pero también conmigo.
—Mamá, ya te he dicho que voy a construirle una recámara a Tadeo —le repetí en una de esas tantas discusiones, pero su respuesta seguía siendo la misma:
—Y yo te digo que no es necesario porque tu papá y yo volveremos a casa.
—Papá, ¿tú estás de acuerdo con eso?
Ambos fijamos la mirada en mi padre que permanecía sentado en el sofá, acompañado de un libro. Al escucharme, levantó la vista por encima de sus anteojos de lectura y paseó los ojos entre mamá y yo antes de contestar:
—Hijo, tú estás iniciando una relación de pareja con proyección a formar tu propia familia y necesitas privacidad.
—¡Papá, es mi propio espacio! —respondí sonriente, haciendo círculos con una mano para señalar la casa.
—Sí, aún así terminas durmiendo en el estudio con tu pareja, en tu propia casa —añadió mi mamá—. Cariño, eso no puede seguir así.
—Ya te dije que le haré una habitación al bebé y asunto resuelto.
—No, amor.
—Mamá, ¿de verdad aguantarías estar lejos de Tadeo? —inquirí de brazos cruzados y retándola con la mirada.
—Bela —balbuceó el bebé que justo en ese instante se acercó a ella y le pidió cargarlo. Los ojos de mamá se iluminaron como de costumbre al estar con Tadeo, entonces, papá volvió a intervenir:
—En eso, Tobías tiene razón, Mari —habló en un tono condescendiente—. Has pasado más de un año junto a él, ¿de verdad podrías regresar a San Antonio y convertirte en la abuela de ocasiones especiales?
Mamá se mordió el labio, mantuvo su brillante mirada fija en Tadeo quien le obsequiaba una de sus demoledoras sonrisas y el tema una vez más quedó pausado allí, ambos se fueron a la alcoba a buscar la varita del bebé, yo suspiré cansino y tomé asiento junto a papá. Tiré la cabeza hacia atrás sobre el espaldar y fijé la mirada en la blancura del techo, pensando en cómo sería todo sin ellos aquí.
Durante años marqué distancia, enfocado en el trabajo, solo nos veíamos en ocasiones y estaba bien; sin embargo, las cosas eran distintas ahora, me había acostumbrado a las voces, risas y bromas, disfrutaba la casa llena y quería eso para Tadeo. Entonces, papá me habló y abandoné así la marea de pensamientos.
—Hijo, sé que será duro para tu madre al principio porque ese pequeño es nuestro único nieto, pero ustedes necesitan su propio espacio para conectar no solo como pareja, sino como familia.
—Pero ustedes son mi familia —contesté bajo y valiéndome de todo el autocontrol posible para no gimotear, papá me apretó un hombro y la dulce mirada que me obsequió hizo más difícil aún el controlarme al hablar—: no quiero tenerlos lejos otra vez.
—Eso se resuelve fácil: llama más, visita más. Desde tu divorcio te cerraste mucho y echaste tierra de por medio, entiendo que tu ciudad natal resultaba dolorosa entonces, pero luego, solo te acostumbraste a tu soledad.
—Y lo siento, pa, de verdad lo lamento —respondí enseguida y lo envolví en un fuerte abrazo, planté un beso en su despoblada frente mientras él me correspondía con igual intensidad.
Cuando nos separamos, ambos pasamos un puño por nuestros ojos para limpiar las incipientes lágrimas que se asomaron, aclaramos nuestras gargantas y empezamos a acomodarnos como hombres, meros machos que no lloran, pero al cruzar miradas fue imposible no reír.
—Hijo, escucha, Tadeo ya tiene más de dos años, es conveniente que comience a asistir a una guardería para que no resulte drástica la entrada al jardín, además debe socializar con otros niños de su edad. —Asentí en silencio, él tenía razón—. Sé que de aquí en adelante ustedes podrán encargarse por su cuenta y si tienen un problema, no dudarás en llamarnos.
—Espera mi llamada la primera noche, te lo aseguro.
Ambos reímos a carcajadas, sin duda los extrañaría en mi día a día, pero aunque me costase admitirlo, tenían razón. Bastante me habían ayudado desde que la locura inició, era mi turno de hacerme cargo; además, si pensaba formar una familia junto a Ricky, con mayor razón debía dejarlos ir.
A pesar de haber aceptado su decisión, mamá optó por quedarse hasta finales de febrero porque quería pasar el mayor tiempo posible con el bebé antes de partir.
En realidad, quería darme tiempo a buscar una buena guardería con la cual ella estuviese de acuerdo. Ricky me recomendó un sitio donde solían estar sus hermanitos y luego de ir a conocerlo decidimos apuntar a Tadeo.
La primera semana fue de adaptación y él no quería soltarse de su abuela, así que por recomendación de las cuidadoras, la siguiente, fui yo a llevarlo antes de dirigirme a la empresa; recuerdo la rencorosa mirada del pequeño mago al dejarlo con la chica y el sentimiento de culpa de camino al trabajo, por fortuna se acostumbró rápido, disfrutaba en compañía de los demás niños.
Creo que otro cambio importante fue recibido por Ricky en febrero, llegó en forma de e-mail confirmatorio; por fortuna, aquella tarde estaba solo en la oficina, él ingresó sin siquiera tocar y saltó emocionado encima de mí.
Por un segundo me tensé ante la sorpresa, luego la suavidad de sus labios me obligó a corresponder ese beso que no sabía cuánto había anhelado hasta tal momento.
Cuando finalmente nos separamos, Ricky se acomodó en mis piernas, extrajo su celular del bolsillo y con una radiante sonrisa, me mostró la notificación. Conforme leía, sentí el corazón acelerarse, mi mirada iba del contenido a su rostro alegre y llegado al final, yo también sonreí feliz y lleno de orgullo por él.
—Ricky, esto es genial —exclamé a su oído luego de abrazarlo con fuerza—. Aunque voy a extrañarte.
—Lo sé y yo a ti, ni modo, sabíamos que pasaría. Mi carrera no está ligada a la construcción, pero fue un buen empleo mientras duró.
—Pues hay que celebrarlo —le dije emocionado y se mordió el labio, sonriente.
Salimos de la empresa en cuanto el reloj marcó las cinco de la tarde, no pensaba quedarme ni un segundo más. En el auto, me quité saco y corbata; Ricky me impidió poner el auto en marcha hasta acabar de soltarle un par de botones a mi camisa para un look más informal y sonrió, un breve beso compartimos.
Nos dirigimos al restaurante Il Girasole, un hermoso lugar italiano situado en la azotea del elegante Hotel Mónica. El sitio es fenomenal, gira trescientos sesenta grados, ofreciendo magníficas vistas de la ciudad e inmensidad del océano.
Ricky lucía asombrado por el lugar, sus ojos recorrían el entorno, casi emulaban el movimiento del restaurante y con frecuencia se posaban en distintas partes como el suelo de madera pulida a dos tonos.
El eje central estaba cubierto por un suelo marrón y allí se erigía la increíble cocina abierta con forma de pentágono, cubierta apenas por cristales ahumados bajos para aportarle cierta privacidad al chef y su equipo durante las preparaciones. Sus gorros altos se asomaban por encima de los separadores, era como ver un espectáculo de títeres que se desplazaban de un lado a otro.
Alrededor del círculo central se ubicaban las distintas mesas rodeadas por sillas de cuero con espaldares altos en un tono canela, dispuestas sobre un suelo grisáceo que formaba un aro entorno al eje central y era justo esta parte lo que rotaba lentamente; la iluminación baja, aportaba un aire de discreción y sensualidad al ambiente; era un lugar romántico, sin dudar y disfrutaba estar acompañado por él.
En cuanto el anfitrión se giró para conducirnos a una mesa, entrelacé nuestras manos y Ricky me miró aún más asombrado por mi repentino gesto. Pese a lo lleno del lugar y el nimio susto que sentí en mi pecho, yo le devolví una sonrisa que enseguida emuló.
Nuestra mesa tenía vista hacia la ciudad y parte de la costa cuando tomamos asiento, ya que empezaba a oscurecer, las luces en la feria del muelle comenzaban a resaltar, al igual que las edificaciones.
Ricky se veía complacido, pero fijó su emocional mirada en mí cuando sintió mi mano envolver la suya sobre la mesa. En ese intercambio seguimos sin cruzar palabras, fueron nuestros ojos los que hablaron y cada palabra no dicha ensanchó su sonrisa y la mía.
—Este lugar es hermoso, Tobi... —Se atrevió a decir en un momento e hizo un movimiento para reacomodar su mano y así entrelazar nuestros dedos—. No creas que no me gusta, pero ¿estás bien con la cantidad de gente que hay aquí?
—Shh, deja que sea yo quien se preocupe por eso —le dije en bajo porque claro que el miedo seguía allí, pero había elegido disfrutar el momento. Elevé la mano que tenía entrelazada conmigo y planté un beso tierno, sin duda adoré la preciosa mirada que me obsequió ante el gesto.
Me sentía nervioso, pero conforme mi relación con él se fortalecía, el paralizante miedo al qué dirán iba quedando en segundo plano, ¿por qué debía importarme la opinión ajena si yo me sentía bien y feliz con Ricky? ¿Por qué darle importancia a eso cuando el chico frente a mí sonreía de esa manera que me aceleraba el corazón? Además, su mano enlazada a la mía, con un fuerte apretón me repetía: "no hay por qué temer" y yo escogí creerle.
El champán llegó mientras esperábamos la comida, entre risas, brindamos por el nuevo empleo de Ricky en el hospital al cual se integraría a partir de marzo, así que estaría presente para la inauguración del Palace.
En algún momento de la noche salió el tema de la partida de mis padres, Ricky estuvo del lado de papá y lo contemplé en silencio con ojos rasgados hasta que apretó mi mano al preguntarme:
—¿Te asusta, Tobi?
Permanecí en silencio, meditando en sus palabras y él continuó:
—Creo que no deberías, si sobreviviste a las primeras semanas, cuando un pequeño te cayó de la nada, con mayor razón lo harás bien ahora.
—¿Se te olvida que estuviste conmigo y que gracias a ti no maté a mi hijo en el proceso? —hablé con ironía y Ricky soltó una fuerte carcajada que intentó disimular con la mano sobre su boca.
La risa mermó reemplazada por un suspiro y su vista se fijó en el ventanal que para ese momento mostraba la inmensidad oceánica salpicada de embarcaciones, era como ver edificaciones sobre el agua por la cantidad de luces.
Luego de un rato, contemplando la escena, Ricky me apretó la mano y así volví a centrarme en él quien una vez más repitió lo increíble que le parecía el sitio antes de retomar la plática.
—Contestando a tu pregunta, Tobi, ¿se te olvida que son tus padres quienes se van y no yo? —Compartimos una sonrisa y luego continuó—. Sabes que te apoyaré.
—¿Seguro? —pregunté dubitativo y él asintió en silencio.
—Por supuesto que sí, Tobi, tan pronto ellos se vayan me mudaré contigo.
Una estruendosa carcajada se le escapó, en cambio, yo sonreí en silencio y enlacé ambas manos con él sobre la mesa; Ricky ladeó la cabeza un poco confundido, quizás esperó que me uniese a las risas, en lugar de eso acabó liberando su mano derecha para tomar su copa a toda prisa por mi respuesta:
—Creo que sería excelente.
Me observó pasmado y como una copa no era suficiente para calmar los nervios, volvió a servirse y tomarla con impresionante rapidez.
—Tobi, solo jugaba —habló con voz temblorosa y yo sonreí.
—Y lo has hecho desde que te pedí ayuda por primera vez.
—Exacto, es un chiste, juego contigo.
—Lo sé, pero ¿qué tal si el juego lo volvemos realidad?
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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖
¡Feliz año nuevo! 🍾🍺🍷
Los amo💖
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