XX

La fecha pautada para la presentación llegó, el señor Murano, acompañado por el grupo de inversionistas y yo nos reunimos en la sala de juntas para mostrar el proyecto, así que me concentré en hablar sobre cada parte del diseño y optimización de recursos mientras el jefe realizaba acotaciones de interés para enfatizar la relación de costo-calidad-estética-ganancia. Durante todo el tiempo, los sujetos lucieron bastante interesados y eso lo interpreté como un buen augurio, al final quedó esperar la decisión que recibiríamos unos días después.

El jefe destapó la botella de champán para celebrar en cuanto avisaron de la concesión. Ese momento fue solo equiparable en emoción a aquel día en que leí el resultado de laboratorio, afirmando mi paternidad respecto a Tadeo. Finalmente, cada cosa en mi vida parecía engranar en su justo sitio.

Un sonriente Ricky apareció en mi oficina y aunque sabe cuánto odio que lo haga, se sentó sobre el escritorio, le reclamé con mala cara, incluso intenté bajarlo de un empujón, pero él volvió a sentarse y no varió su expresión al entregarme la correspondencia, como de costumbre, directo en mis manos; luego sacó otro paquete, era este, un obsequio y sonreí contrariado.

—Sabía que ibas a conseguirlo —me dijo emocionado, en realidad, podría jurar que lo escuché un poco nervioso y no entendí el motivo—. Ta-también sé que juré pagarte...

—No tienes que hacerlo, ya te lo he dicho... —le interrumpí enseguida, incluso realicé un gesto con mi mano para enfatizar, el hizo amague de golpearme con el paquete antes de continuar:

—¡No me interrumpas, Tobi! —su exclamación me provocó una risa vaga y lo vi emitir un sonoro suspiro antes de proseguir en un tono que se escuchó bastante nervioso, quizás se arrepintió—: Es-esta vez decidí emplear el dinero ahorrado en este obsequio que sé, disfrutarás mucho y, seguro que Tadeo también.

Sonreí en respuesta al tomar el paquete sin apartar mi mirada de la suya, la miel de sus ojos expresaba un sinfín de cosas y una vez más percibí esa extraña sensación de escalofrío y calidez al mismo tiempo cuando rocé sus dedos, pero entonces, fue él quien apartó la mano y bajó del escritorio a toda prisa con la intención de marcharse.

—¡Espera! —le dije en alto y lo vi detenerse a mitad de camino sin encararme, me levanté de mi asunto, dispuesto a ir con él— ¿Te irás así? Ni siquiera destapo aún el obsequio.

Por un instante pareció dudarlo, de hecho, el tiempo se hizo largo hasta decidir girarse y volver, pero seguía luciendo nervioso, incluso fijó las manos a sus codos en un intento quizás por disimular en cuanto me vio de pie. Volteó la mirada hacia un lado en el instante que nuestros ojos se cruzaron, así que bajé la vista al paquete turquesa metalizado que reposaba en mis manos y comencé a desenvolverlo.

Un jadeo de sorpresa se me escapó y llevé una mano hasta la boca al ver el regalo, fue inevitable acercarme a paso veloz y abrazar a ese chico quien por un segundo pareció de piedra hasta escucharme:

—Esto es hermoso, de verdad, muchas gracias —le dije en bajo, sentí lágrimas amenazar con salir, pero no les daría el gusto; aunque la extraña sensación de frío y calor se intensificó cuando sus brazos me rodearon.

—Yo-yo pe-pensé que te, que te gustaría.

No supe cuánto tiempo pasamos en la misma posición, pero esa calidez creció como una sensación que me llenaba y hacía experimentar algún tipo de paz. Lo escuché suspirar, creo que yo también lo hice. Aflojé el agarre en cuanto él intentó soltarme, apenas susurró un "me alegro que te guste" con la voz algo quebrada mientras forzaba una diminuta sonrisa; luego lo vi partir, se llevó consigo los últimos rastros de la extraña calidez y dejó en su lugar un inexorable vacío.

Contemplé la puerta por largo rato, perdido en un sinfín de pensamientos ligados a ese extraño momento que no conseguía comprender. Entonces, bajé la vista y elevé la mano derecha donde tenía el libro que Ricky me obsequió, era una hermosa edición ilustrada de Los tres mosqueteros que, por supuesto, comenzaría a contarle a Tadeo esa misma noche.

En vista de que los inversionistas debían atender muchos otros asuntos dentro y fuera del país, decidieron delegar a un sujeto de la localidad para que se encargara de supervisar los avances en el proyecto, ese era Zack Jackson, un hombre de negocios con alrededor de cuarenta y pocos que en adelante se convertiría en mi sombra, creo que los únicos momentos en que no estaba conmigo era en el baño o en mi casa.

La verdad, era un tipo agradable la mayor parte del tiempo, pero cuando se dirigía a su asistente, Norman, lo trataba de la peor forma que se le ocurría, era horrible. Le calculaba al muchacho la misma edad que Ricky o quizás poco menos, no lo sé, el asunto es que en algún momento, durante los meses que trabajamos juntos, más de una vez encontré al joven, frustrado, envuelto en lágrimas en algún rincón de la construcción.

—¿Puedo hacer algo por ti? —le pregunté un día que lo topé, el joven carraspeó, se limpió veloz las lágrimas con el dorso de una mano antes de girarse a encararme.

—No, señor Wolf —respondió algo dubitativo—. So-solo es alergia, sí, eso, por el polvo.

—No hay duda de que eres un inútil —le dijo en alto Zack en cuanto nos encontró, el chico lucía nervioso en su presencia, incluso tragó en seco—. ¡Debería ponerte a trabajar como peón en la construcción! ¡Anda, sal de aquí!

A pesar del ruido inherente del sitio en el cual nos encontrábamos y las máscaras que portábamos para mitigar la inhalación de olores y polvo; los furiosos gritos de Zack se escucharon fuerte y claro mientras señalaba hacia el exterior, zapateó y todo como si el chico fuese un animal callejero del cual debía deshacerse. El muchacho se fue a paso veloz y yo solo podía mirar con asombro.

—Zack, ¿no crees que exageras? —Me atreví a preguntarle y él se giró hacia mí, negando con la cabeza mientras se acercaba para continuar recorriendo el interior de la construcción, pasó su brazo izquierdo sobre mis hombros y seguimos el camino al hablar:

—Es que no lo comprendes, Tobías, Norman es un inútil, no sirve para esto, pero tampoco le daré el gusto a su madre de mantenerlo.

En ese momento detuve el andar y fijé la vista en él, ¿acaso Norman era más que su asistente?

—¿Su madre? ¿Mantenerlo?

—Ah, sí, Tobías, creí haberte comentado alguna vez: Norman es mi inútil hijo que ni siquiera acabó la prepa porque quiso hacerse el malo.

Lo miré en silencio y suspiré cansino, sí ya se me hacía terrible el trato hacia su asistente, sin duda, con aquella revelación mi percepción de él cambió, hasta ese momento había sido un buen tipo a pesar de, pero entonces se convirtió en un maldito, de golpe.

—Zack, deberías mejorar el trato, quiero decir, podrías empujarlo a una locura. —Aquello se me salió sin pensar, una vez reanudada nuestra marcha, entonces él volvió a detenerse y me miró con una ceja alzada.

—Tú no sabes cómo es esto, Tobías, tu hijo apenas cumplirá dos años y solo sabe jugar y balbucear. Di lo mismo cuando tenga trece y no pare de meterse en líos.

No dije nada más, le devolví una sonrisa condescendiente que tampoco fue precisamente por darle la razón, en realidad escogí hacer a un lado el tema, a fin de cuentas, no me concernía; lo único seguro era que jamás le daría tal trato a mi hijo. Discretamente me sacudí la mano suya que reposaba en mi hombro y reanudé la marcha para mostrarle los avances, problemas y soluciones en la construcción; nuestra relación era laboral y al finalizar el proyecto no tendría por qué volver a verle la cara, así que seguí adelante.

El día fue agotador, varias veces quise gritar, maldecir y hasta golpear a Zack por su trato hacia Norman; pese a todo me contuve, tampoco necesitaba arruinarlo todo a esas alturas.

Eran como las siete de la noche cuando pasé un momento a la oficina luego de deshacerme de Zack para buscar algunas cosas y me sorprendió encontrar a Ed, esperándome en un sillón, cerré la puerta y de inmediato fui con él, nos saludamos de manera efusiva y después tomamos asiento para platicar sobre nuestros trabajos y cualquier tontería; le comenté sobre la celebración de cumpleaños de Tadeo, parecía mentira que el bebé estaba por cumplir dos años, tenía casi un año conmigo y no podíamos parar de reír al recordar cada locura vivida en nuestra fase de adaptación mutua o el trauma que el idiota frente a mí le produjo con los osos.

Entonces, cuando las trivialidades terminaron, un extraño silencio se hizo presente, fue Ed quien lo llenó con un sonoro suspiro, la expresión apacible en su rostro cambió, fijó una exigente y penetrante mirada en mí que en realidad no supe interpretar, pero sentí el corazón en la garganta con las siguientes palabras que brotaron de su boca:

—Tob, hablé con Harry.


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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 seguimos vivos😂

Hemos tenido problemas de conectividad, de alli la demora🙈 pero juro que en cuanto acabe de editar el siguiente publico otro capítulo, este debió salir hace como una semana, al menos😅🙈

Espero lo hayan disfrutado💖

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