XVI
—Señor Wolf, señor Wolf...
La voz de Margot sonó melodiosa y me sacó del insoportable trance, había pasado el día rememorando el desastre de San Valentín por más que trataba de concentrarme en algo más; ella lucía confundida asumo que por mi actitud, pero llamó mi atención que llevaba su bolso colgado en el hombro, estaba por marcharse.
—Señor Wolf —repitió de nuevo, esta vez apretó mi hombro y por inercia cubrí su mano con la mía.
—Margot, lo siento, otra vez perdóname por esa cita.
—No se preocupe, también me disculpo por la bofetada. —Compartimos una sonrisa, a pesar de todo podría decir que existe algún tipo de amistad entre nosotros. Ella retiró su mano para señalar la bandeja sobre mi escritorio—. ¿Tarta de la paz? Le traje su favorita, frutos secos y chocolate. Hasta mañana, señor Wolf.
La escena en mi oficina me sacudió la cabeza, de hecho, el último trozo de tarta lo devoré poco antes de subir a Ricky en mi auto, pero no... Ese pensamiento le cedería la razón y tal cosa no podía ser real.
—Eso no es cierto. —Enfaticé la negación con un nervioso movimiento de cabeza.
—¿Por qué mentiría?
—Ricky, yo no te... —Ni siquiera podía decirlo en voz alta, era imposible, mi lengua se enredaba y acabé tartamudeando—. N-no, yo no, no, y-yo no, no hice eso.
—¡¿Y yo para qué rayos comería esas cosas?! ¿Crees que quiero morir o qué?
—B-bueno, p-pensé q-que...
—¿Pensaste que intenté matarme? —preguntó exaltado e incluso hizo un raro gesto— ¡¿Tienes idea de lo horrible que se siente no respirar?! —Pese a que todavía le costaba, levantó la voz cuanto pudo, estaba alterado y yo solo negaba con la cabeza una y otra vez porque aquello era imposible.
—N-no, no, no, no...
—¡Tobías, tú me besaste!
Se me erizó la piel cuando volví a escucharlo, sentí el corazón martillar en mis oídos, pero la taquicardia se intensificó al ver a Harry entrar, abrió los ojos de la impresión, claramente escuchó todo, aunque intentó simular que no; Ricky también se veía asombrado con tal e inesperada presencia, hasta ese momento, él acababa de descubrir la identidad del médico tratante y por supuesto, casi palideció al saber que era el ex de Ed.
—Te veo mejor semblante y pareces más animado —le dijo Harry con seriedad al acercarse.
—Sí, bueno, regresar de la muerte no le sienta mal a nadie...
Pese a mi nerviosismo por toda esa situación, la irónica respuesta de Ricky me sacó una risa vaga y por un segundo Harry desvió la mirada hacia mí antes de volver a centrarse en él con una sarta de preguntas sobre alérgenos mientras le hacía revisión.
Yo de nuevo repasaba el viaje en mi cabeza, pero ese momento, si es que pasó, parecía haberse borrado «no recuerdo nada y si no recuerdo, no pasó, así de simple», qué patética excusa, me dije ante el estúpido pensamiento, pero era preferible eso a lo que él afirmaba.
¡Imposible!
¿Por qué iba a be... a be... bueno, a eso? «No me gusta ese chico, no me gusta ese insoportable chico... ¡No me gustan los hombres y punto!», me repetía una y otra vez como un mantra para tratar de convencerme porque era imposible, su afirmación no podía ser real.
—Tobías. —Harry llamó y consiguió sacarme de mis divagaciones, con un movimiento de cabeza le hice saber que tenía mi atención—. Allí parado como lerdo no haces nada, ve con Seb y pídele algo de ropa antes de que se marche, ¿o eres tan desgraciado que así lo prefieres? —inquirió el maldito en tono burlesco, era obvio que me devolvía mis palabras porque escuchó fuerte y claro a Ricky.
Abandoné el lugar sin decir algo más y a paso veloz me desplacé entre los blanquecinos corredores de aroma aséptico, haciendo caso omiso a las murmuraciones de las personas alrededor, los gritos de algunos pacientes que eran tratados por traumas físicos o las llamadas que sonaban a través de algunos parlantes, solicitando la presencia de algún especialista. Al doblar en el pasillo de urología, vislumbré la coleta de caballo rubia de Sebas, ya cerraba con llave su consultorio y me tocó correr como demente para darle alcance.
—¡Sebas, necesito tu ayuda!
—¿Tobías? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué no me llamaste?
—Es una emergencia.
—¿Todo bien allá abajo? ¿Problema con el cañón o las balas?
—¡Nada de eso! Escucha, ¿tienes un cambio de ropa?
Sebas arqueó una ceja y me miró extrañado, una tonta sonrisa se me escapó por su expresión y procedí a explicarle la situación, así que luego de escucharme decidió venir conmigo a la emergencia para apoyarme y claro, saber el estado de Ricky.
Cuando llegamos al lugar, Harry salía del cubículo, así que Sebas procedió a indagar, comenzaron a hablar en términos médicos hasta que mi amigo le preguntó por el desencadenante y el desgraciado pelirrojo clavó una burlesca sonrisa en mí.
—Bueno, Seb, Tob está mejor informado sobre cómo llegó el alérgeno a su sistema —respondió con ironía y luego se despidió para ir a ver a sus demás pacientes.
Sebas me miró con una ceja alzada a la espera de alguna palabra, pero no dije nada y antes de que se atreviera a preguntar, terminé de entrar con el bolso de mi amigo para darle la ropa a Ricky.
—Oye, usa esto —le dije en bajo luego de ubicar el bolso a un lado de él, Ricky ya tenía sus pertenencias consigo y hablaba por el celular, así que solo asintió con la cabeza en agradecimiento.
—Tranquila, mamita, estoy bien, fue un accidente...
"Accidente", le dijo a su madre aún con dificultad y tragué en seco porque de ser cierta su afirmación inicial, no solo me sentía confundido y perdido al no poder recordar, sino también muy culpable; me costaba creer que casi muere debido a lo que hice, pero ¿por qué yo estaba en blanco? ¿Por qué ese instante desapareció de mi mente? Encima, Harry estaba enterado y no podía dejar de preguntarme qué sería capaz de hacer con tal información. Maldije en silencio varias veces sin saber cómo solucionar todo el desastre.
Mi mundo iba de un enredo a otro «y todavía este tonto se atreve a hablar sobre lo perfecta que es mi vida», pensé y puse la mirada en él, entonces noté que me observaba con reproche, Sebas también tenía ese raro gesto en su rostro.
—Señor Wolf, ya estoy bien, si le molesta estar aquí, puede irse —dijo Ricky con hartazgo y Sebas lo miró extrañado un momento, supongo que por su repentina actitud, luego volvió a fijarse en mí cuando contesté confundido:
—¿Qué?
—Tobías, no sé qué pasa o pasó con ustedes, pero has murmurado incoherencias y solo se te entienden las maldiciones —añadió Sebas y ladeé la cabeza, todavía más enredado, es que no entendí a qué se referían—. Amigo, pareces niño berrinchudo.
—Ya mi mamita viene, puedes irte, perdón por las molestias.
Sebas se giró hacia Ricky una vez más y antes de que volviera a clavar su gesto de extrañeza en mí o intentase indagar; sin decir nada, salí del cubículo con rumbo a mi auto, necesitaba irme, llegar a casa y desaparecer del mismo modo que todo aquello se había desvanecido de mi cerebro.
Sin embargo, quizás fue la culpa lo que me hizo desviar el camino hacia la administración para saldar la cuenta del hospital y cuando al fin estuvo listo ese tema, me enrumbé de vuelta a la salida. Mi cabeza decayó y un pesaroso suspiro se me escapó al ver Sebas sentado en pose loto sobre el capot de mi auto.
—Ooooom —repetía el desgraciado con los ojos cerrados dentro de ese fingido modo zen y cuando ya estuve junto a la puerta del vehículo añadió en el mismo tono—: ¿Quééé intentas ocultar del universo, Tobíaaaas?
No dije nada, solo fijé la mirada por largo rato en él, entonces elevó los párpados y sus ojos azules se clavaron a los míos para intentar hallar una respuesta en ellos.
—Tobías, le avisé a Irene que iría contigo por un trago, así que vamos, creo que lo necesitas.
Mi cabeza seguía pérdida, por eso decidimos ir al bar en el auto de Sebas; aunque dijo haberle avisado, su esposa Irene no paraba de llamarlo, muy molesta, a lo que mi amigo apenas contestaba en tono bajo, casi rozaba en una súplica, cosas como: "sí, mi amor" o "solo unas copiiitas", también: "Tobías está mal" o mi favorita: "Cosita, no hay mujeres aquí, en serio, él se está portando bien".
Cuando al fin su esposa colgó, emuló un valor para hablarle del cual carecía y en alto dijo:
—¡Ya está bueno! ¡Yo soy un hombre adulto y no necesito tu permiso!
En ese momento fijé la vista en él antes de hablar:
—¿Te mandó al sofá, verdad?
—A dormir con el perro, para ser exactos. —Eso me sacó una buena carcajada que se esfumó en cuanto extendió un brazo hasta mi hombro y continuó—: Pero qué importa, tú me necesitas.
Un largo y pesaroso suspiro se me escapó enseguida. Continuamos el viaje en silencio o bueno, yo sí, él intentaba llenar el vacío contando cosas de su día, algunas anécdotas resultaban demasiado gráficas e incluso repugnantes, no podía evitar mirarlo con muecas extrañas y él se soltaba a reír por mi gesto.
Conozco a Sebas, sabía que con todo eso trataba de distraerme para conseguir meterse en mi mente, ver dentro de mi alma, escudriñar mis oscuros y más recónditos secretos; la verdad era que en cualquier momento me hartaría de esas historias y acabaría por contarle todo.
Llegamos al Imaginarium, un bar cuya fachada asemeja un barco de cristal debido a la estructura del edificio y los grandes ventanales polarizados desde los cuales solo se divisa el juego de luces proveniente de la pista de baile. Muchas historias corrían alrededor de ese sitio, nadie podría decir con certeza cuáles eran reales o no; el dueño del lugar es un mitómano oriundo de Francia que usa un parche y también cambia la anécdota cada vez que le preguntan sobre el origen de eso.
Aquel día era miércoles y distaba bastante de los abarrotados fines de semana, el olor a tabaco y licor, pese a la poca afluencia de clientela, permanecía en el ambiente.
Sebas y yo tomamos asiento en la barra, él se encargó de pedir las bebidas debido a mi mente perdida que en ese momento solo se centró en una fotografía ubicada en la pared tras los cantineros. Dos sonrientes hombres se abrazaban y mantenían pulgares arriba con la fachada del bar como fondo; uno era el francés del parche y el otro, pese a la barba, lo reconocí como Mr. Fisher; entonces acababa de descubrir que una de las muchas historias era real.
—Fue la inauguración —dijo el sujeto del parche con un acento francés cuando vino a entregarnos el pedido y así se ganó mi atención—. Aunque él diga que no, nada de esto habría sido posible sin ese cabrón —añadió moviendo la mano en círculos para referirse al lugar y una sonrisa se me escapó.
—Debe ser un buen amigo —agregó Sebas.
El francés sonrió al asentir con la cabeza y empezó a hablar sobre su mejor amigo; yo, en cambio, sentí un fuerte golpe en el pecho con esa historia de amistad desde la infancia, a través del tiempo y de la cual muchas anécdotas podrían ser falsas. Pensé en Ed, juntos desde que tengo uso de razón; nos hemos confiado cada secreto, incluso fui el primero en enterarme sobre su homosexualidad y lo acompañé el día que se atrevió a contárselo a Emilia, lo escuché por horas hablar sobre su primer amor y estuve junto a él cuando el corazón se le quebró, del mismo modo él ha estado conmigo en cada momento, importante o doloroso, como el día que perdí a Odette...
«¿Y ahora?»
Ahora mi mente guardaba un secreto que, aunque no podía recordar, sería capaz de echar por tierra cada momento vivido juntos. ¡Maldición! «¿Qué fue lo que hice?», Ed era más que mi amigo, un hermano al que amaba demasiado y temía perder.
—A ver, Tobías, esta vez aguantaste, se me acabaron las anécdotas y tú ni siquiera has tocado esa jarra, así que empieza a contar. ¿Qué pasa?
Las palabras de Sebas irrumpieron mis pensamientos, no sabía cuánto tiempo había pasado perdido, mucho menos qué diablos dijo, pero una risa vaga se me escapó y tal cual él suele hacerlo con su botella de agua, me pegué a la cerveza, intentando hallar el valor para dejarlo salir...
Y sí que lo conseguí porque luego de visualizar el fondo, las palabras que tanto temía decir emanaron de mi boca igual que un proyectil, mezcladas con el repiquetear de vidrio sobre la barra cuando con fuerza ubiqué el vaso:
—Creo que besé a ese chico.
Decirlo en voz alta me erizó la piel, los nervios se apoderaron de mí y por inercia enterré la cabeza entre mis brazos cruzados sobre la barra, preguntándome una y otra y otra vez, ¿qué estupidez hice y por qué? Volví a pensar en Ed y arrugué el rostro ante la pena.
—¿Qué dijiste? —inquirió Sebas en un tono que oscilaba entre sorpresa e incredulidad. Yo apenas levanté la cabeza al contestar para luego volver a enterrarla entre mis brazos:
—Lo que oíste.
—No, es que no me estás entendiendo, Tobías. ¿Cómo que creo? Eso no aplica en un beso, se da o no se da, no hay punto medio cuando hablamos de esto.
—¡Lo sé! —exclamé con fastidio, estaba a punto de enloquecer.
—¿Entonces?
—¡No tengo idea!
—Tobías...
Procedí a contarle lo ocurrido desde que salí de la oficina hasta acabar en el hospital, Sebas se mantuvo en silencio, atento a cada palabra. Elevaba una ceja de cuando en cuando, se pegaba a su cerveza en otros momentos y finalmente, liberó un sonoro suspiro cuando volví a enterrar la cabeza entre mis brazos sobre la barra.
—Tobías —dijo al fin, rompiendo la burbuja de pesaroso silencio formada entorno a nosotros y giré la cabeza para verlo—, ese beso te dejó en shock.
—¡¿Es todo lo que dirás?! —pregunté exaltado, confundido y quise matarlo por ese tonito burlesco que empleó, aunque mucho más cuando empezó a reír.
—Perdón, Tobías, no me mal entiendas, quiero decir: por treinta y cinco años has tenido clara tu orientación sexual y de repente empieza a gustarte alguien de tu mismo sexo, es obvio el shock y tu mente decidió disociar para...
—¡Deja de decir idioteces! Sebas, no me gusta ese chico, no me gustan los hombres —respondí hastiado de sus estupideces, pero él rio en bajo.
—Entonces, ¿qué? ¿Alta empatía? ¿O eres como Ryan Reynolds y Andrew Garfield que van por allí repartiendo amor? A propósito, sé que me quieres, Tobías, no necesitamos fortalecer lazos.
—¡Vete al infierno, Sebas! No sé cómo pude pensar que era buena idea contarte.
—Ñop —expresó como niñito, cerró los ojos y sacudió la cabeza para enfatizar la negación—. Obvio que Eddy es mejor para esto, pero no creo que disfrute enterarse.
—¿Qué diablos voy a hacer?
—Aguántame un tantito, Harry sabe, ¿cierto?
—No me lo recuerdes.
—Ese sí es un problema. Me ha pedido apoyo con Eddy los últimos días... —Las palabras de Sebas me hicieron fijar la mirada en él, incluso parpadeé sorprendido varias veces—. También lo he escuchado con él al teléfono y conociéndolo, sé que no le importaría echarte a los leones con tal de sacar a Ricky del juego.
Suspiré cansino y hastiado una vez más, era consciente de que tal secreto no podría esconderlo de Ed por mucho tiempo, si yo no le contaba, Harry lo haría más pronto que tarde, pero ni yo mismo tenía claro qué diablos ocurrió así que, ¿cómo abordar el tema con mi mejor amigo sin perderlo en el intento?
Luego de algunos tragos, varias ganas intensas de matar a mi acompañante por sus terribles bromas para finalmente obligarlo a cerrar la boca con respecto a ese confuso tema, nos pusimos en marcha de nuevo hasta mi casa. Deseé a Sebas una feliz noche con Firulais en cuanto bajé de su vehículo y me devolvió una burlesca risa que posteriormente sazonó con un mal gesto de sus brazos.
Bastó cruzar la puerta para ser abordado por mi madre, me había estado esperando para preguntarme por Ricky, pero cada sentimiento negativo, enredo, o lo que sea que pasó quedó rezagado cuando el chiquillo junto a ella me obsequió una gigantesca sonrisa y sentí mi corazón detenerse al verlo extender sus brazos para darme la bienvenida en alto:
—¡¡¡Paaaapiiii!!!
*****************
Hola, buen día mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 he aquí una nueva e inesperada actualización 😆 espero estén disfrutando la historia hasta este punto, de ser así, no teman decirlo con confianza que no muerdo😂 los invito a sumarse a mi Instagram (jakirasaga) y Facebook (JakiraSagaEs) donde suelo compartir spoilers, avances y cualquier disparate que se me ocurre😂 Nos leemos prontito, un besazo😘
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top