XII (parte 2)
Dos mil veinte comenzó entre abrazos y buenos deseos, fue una hermosa celebración familiar pese a cierta escena de despedida que quizás hubiese preferido no presenciar y es que ese beso tal vez confirmaba la relación que mantenían mi mejor amigo y el chico molesto.
Sabía que no existía un motivo para incordiarme, varias veces fuimos testigos de las muestras afectivas entre Ed y Harry sin inconveniente alguno, más allá de fastidiarlos con frases como "no se come delante de los pobres" o lo que sea; en cambio, esa vez con el insufrible, podría decir que sentí la necesidad de separarlos. Ricky me agradaba, pero había algo en él que resultaba incómodo o quizás luego de lo ocurrido con Harry quería cuidar a Ed, definitivamente, las cosas entre ellos avanzaban a paso veloz y temía que mi amigo de nuevo resultase lastimado.
Enero transcurrió en tortuga, lo único rescatable podría suponer que fue entregar la renovación en Space y ver al señor Evans sonreír complacido, mientras daba brinquitos y aplausos, sin duda el sujeto era todo un personaje: a las puras alcanzaba el metro sesenta y eso sobre los tacos que solía utilizar, llevaba el cabello largo de un dorado similar a un trigal, a la vez el ámbar de sus ojos era raro y súper llamativo; su suave y fina voz asemejaba la de una chica, de hecho creo que le iba a su andrógina apariencia, sin embargo, dirigía al personal con puño de hierro y no tenía problema con hacerse escuchar fuerte y claro.
—Señor Wolf —me dijo con una enorme sonrisa—, tenga por seguro que usted será en adelante mi arquitecto favorito.
Le devolví el mismo gesto en cuanto estreché su suave y estilizada mano, aunque de agarre fuerte y seguro.
—De hecho, Tobías, puedo tutearte, ¿cierto? —añadió y asentí en silencio— Debes asistir a mi boda, me aseguraré de presumirte con todo el mundo. ¡Cacius! —le dijo en tono fuerte a su segundo al mando y este asintió con la cabeza— Entrégale su invitación.
El moreno alto y serio extrajo un sobre del interior de su saco y me lo dio, agradecí en bajo la invitación antes de retirarme; fue ya en la oficina que revisé y vi con asombro que Cornelio Evans se casaría con el señor Cacius Campbell, jamás habría imaginado siquiera que eran pareja, son sumamente profesionales en el trabajo.
—Pluma, pluma gay, el mundo se vuelve gay.
El cántico de Dante me provocó un respingo porque ni siquiera fui consciente del momento en que ingresó tras de mí y quise golpearlo, la peor parte fue aguantar su burlesca actitud ante mi reacción. El idiota tomó asiento en el sofá para seguir carcajeándose mientras yo recuperaba el control de mis latidos.
—¡Qué gracioso! No sabía que los lobos saltaban como gatitos —añadió entre risas y me crucé de brazos al darle alcance—. No me veas así, Wolf, solo quería darte la buena nueva.
—¿De qué hablas? —pregunté algo confundido al castaño frente a mí, ese idiota que solo se apersonaba en mi oficina cuando sentía la necesidad de echarme en cara uno de sus "logros". Por algún motivo, tenía una especie de competencia conmigo, aunque para ser sincero, el resultado solía inclinarse a mi favor.
—Creo que debiste asistir a las fiestas, Wolf —dijo con una sonrisa algo cínica—. Estás viendo ante ti al futuro socio.
—¿Qué? —pregunté extrañado.
El señor Murano me había asignado a la galería por ser algo de urgencia, además estaba muy interesado de contar con el magnate del arte entre su cartera de clientes, mismo que quedó fascinado por el trabajo que ejecutamos mi equipo y yo, entonces, ¿por qué el imbécil frente a mí, tan tajantemente me echaba en cara su supuesta victoria?
—Como lo oyes, ¿a que no adivinas quién se encargará del complejo Santa Mónica?
—¿Quééé?
La incredulidad fue notoria en mi rostro, pero mucho más en el incontrolable impulso de levantarme en el acto, provocando un ensanchamiento en su cínica sonrisa.
Había trabajado por años, se suponía que a nada estaba de conseguir el nombramiento y de repente... «¿esto? ¡No es justo!», ese cretino no tenía mi récord, mucho menos el tiempo que yo le había invertido a la empresa. Salí de la oficina en dirección al despacho del señor Murano, nuestro acuerdo al enviarme a Space no era ese.
—Señor Murano, ¿cómo que Dante se encargará de Santa Mónica? —pregunté sin más al entrar.
El jefe suele ser amable y gentil, cabe acotar, pero en ese momento su aspecto cambió de una abrumadora manera; del apacible anciano no quedó ni rastro, su semblante se tornó serio y clavó una iracunda mirada en mí cuando se levantó, en el acto.
—Tobías, ¿qué clase de comportamiento es ese? —habló en tono fuerte.
Así me di cuenta de que debí escoger otro momento o palabras, quizás calmarme antes de tal arrebato, pero el victorioso anuncio del cretino, realmente me descolocó; sin embargo, mi introspección fue truncada con el descargo de mi jefe y solo podía contemplarle en silencio:
—Se toca antes de entrar, además, ¿qué manera de saludar? ¿Dónde quedó el buenas tardes, señor Murano?
Tragué en seco y me sentí como un niñito regañado, pero el jefe no paró allí y merecido lo tuve por pueril. Dio la vuelta a su imponente escritorio, de hecho, me lo pareció más que de costumbre, incluso la oficina entera podría decir; los querubines tallados del mural junto a la puerta desaprobaron mi actitud con una sola mirada, hasta la figura de rapaz en vuelo dispuesta sobre el ébano africano en la mesa del café sacudió la cabeza, decepcionada y casi pude escuchar su amenazante chillido.
—No solo ingresas cual demente, sino que cuestionas mis decisiones de la manera más deplorable que se te ocurrió.
—P-perdone, s-señor M-murano...
—Si asigné a Dante para el proyecto, tú te callas y te dedicas a lo tuyo.
—Señor Murano, usted me pidió hacerme cargo de Space antes del complejo y ahora...
—¡Ahora ese proyecto lo llevará Dante! Tobías, estás a un paso de ser socio y en lugar de centrarte en tus cosas, te atreves a retarme de esta manera.
A punto estuve de responder con altanería una vez más, pero en mi cabeza resonaron sus palabras y lo observé en silencio, confundido. Supongo que el jefe notó mi reacción porque de su colérica versión volvió a tornarse amable y con una sonrisa de complicidad me invitó a sentarme en un sofá, lo cual hice, aunque seguía sin comprender.
—Tobias, eres de los mejores por no decir el mejor y el proyecto que te asigné, pese a lo pequeño, nos trajo a un cliente que todo el mundo desearía.
—El señor Evans —dije en bajo, aún confundido y vi a mi jefe asentir con una sonrisa de satisfacción increíble.
—¿Tienes idea de cuántas constructoras desearían tener al magnate del arte en su portafolios?
Asentí en silencio y él continuó:
—Y no solo tú atendiste su requerimiento en tiempo récord, sino que te quiere al frente para cualquiera de sus proyectos. Tobías, eso vale más que encargarte de Santa Mónica.
—Entonces, solo para aclarar, ¿sigue en pie el nombramiento?
—Mas pronto de lo que piensas, Tobías —dijo con algo de orgullo en la voz y aunque sonreí, no pude evitar sentirme un poco nervioso—. Pero otra de estas y te despido.
—No se repetirá, señor, lo juro.
Cuando llegó febrero jugaba con Tadeo en el parque durante un raro día soleado, no fuimos los únicos en aprovecharlo, el lugar estaba repleto de gritos y risas, los niños corrían y saltaban por doquier, era una verdadera locura. Yo trataba de instar al bebé a decir "papá", pero nunca funcionó, con su preciosa sonrisa se levantó del césped artificial y fue directo a treparse en el caballito para mecerse, suspiré cansino y fui tras él en un salto para alcanzarlo, pero luego de un rato dejó de reír y fijó la mirada en el gorro de felpa que otro niño portaba.
—Qui —le escuché decir en tono bajo y podría decir que algo decaído.
Supuse que extrañó al entrometido en ese instante, entonces caí en cuenta de lo poco que le habíamos visto la cara desde fin de año, lo mismo que a Ed, pero este último al menos mantenía comunicación constante por WhatsApp, como de costumbre. Entonces, quizás el pasante faltoso y mi amigo estaban compartiendo mucho juntos y por eso sus ausencias.
Ya que el bebé perdió repentinamente el interés por los juegos, decidí subirlo a la carriola y darle su botella de agua para volver a casa, no sé por qué en el camino seguí pensando en el metiche chico, tal vez porque también se había ausentado bastante de la empresa, incluso, unos días antes escuché el chirrido del carrito de mensajería y de forma involuntaria sonreí a la pantalla, incluso me tocó regañarme por idiota, pero cuando la puerta de mi oficina se abrió, una persona desconocida ingresó con paquete en mano, saludó cortés y se retiró como si nada, me quedé algo perdido, no supe qué pensar y por inercia fui con Margot a preguntarle por la identidad del nuevo mensajero a lo que contestó que tampoco sabía, fue extraño y a nada estuve de enviarle un mensaje a este chico, pero conociéndolo, saldría con una de las suyas.
Los días siguieron su curso y el típico escándalo del mensajero no volvió a escucharse. Llegó san Valentín y ya que había estado centrado en el trabajo y mi hijo, no me preocupé por buscar una cita lo cual resultaba gracioso, en años anteriores ya tendría todo un plan armado para pasar una noche de jonrón.
Margot se había tomado la potestad de hacer arreglos en mi oficina y aunque se me hizo cursi, sonreí por el gesto ya que no rayaba en lo vulgar u ordinario, solo ubicó un bonito arreglo floral rojo en la mesilla de café y una especie de pequeña cortina de corazones en el mismo color caía a un costado del ventanal.
—Buenos días, señor Wolf —me dijo en un tono coqueto apenas entré, el rojo de los corazones iba a juego con su blusa entallada cuyo escote frontal mostraba un poco de mas y a la vez resaltaba sus labios—. Espero que le guste.
El día apenas iniciaba y aún se sentía frío el invierno afuera, pero la sola imagen de Margot aceleró todo mi interior, sentí un calor recorrerme y fui con ella, presuroso.
—Entonces no es verdad lo que dicen por allí —susurró aferrada a mi nuca y no respondí, me centré en devorar esos gruesos y sexis labios escarlata que bien saben lo que hacen.
—¿Qué dicen? —pregunté en bajo mientras besaba su cuello a la vez que mis oídos se deleitaron con cada uno de sus gemidos.
—Ay, señor Wolf... —repetía entre jadeos conforme desabrochaba su blusa, pero nada me preparó para lo que posteriormente salió de su boca—: dicen que se pasó al bando de Ricky Martin.
Como si hubiese ido a toda marcha por una desolada calle y de pronto se atraviesa una anciana con su andadera por el cruce peatonal y me tocara frenar en el acto, así me sentí, casi pude oler las llantas quemadas por el roce contra el pavimento, pude escuchar el frenazo hacer eco dentro de mí.
Miré a Margot consternado, me costaba creer lo que acababa de oír.
—¿Por qué o qué o quién o cómo dicen eso? —pregunté confundido.
«¿Acaso es tan raro que yo no tenga una cita esta noche?», me pregunté a mí mismo y enseguida llegó la respuesta: «no me contestes».
—Señor Wolf, disculpe, ha estado un poco raro los últimos meses —me dijo algo nerviosa, hasta trató varias veces de acomodarse un inexistente mechón de cabello suelto tras la oreja, aunque seguía luciendo una cola de caballo perfecta; la observé atento; yo no salía del asombro—, ya no es tan coqueto como antes, solo se le ha visto de risitas con el pasante de mensajería y tampoco... —Hizo una larga pausa que me dejó más petrificado—. ¡Ni siquiera me invitó a salir esta noche!
—¿Qué? ¡¿Y eso, automáticamente me hace gay?!
—Solo digo, bueno, dicen... Señor Wolf, hace meses que usted y yo...
No terminó la frase, pero supe perfectamente lo que quiso decir, aunque me costaba creer el nivel de habladurías, decidí echar a un lado todo eso y luego de un largo suspiro, volví a rodear su cintura para juntarla conmigo; sin decir palabra alguna me apropié de su dulce boca. Replegué esa falda tubular que solía llevar para poder elevarla sobre mis caderas y en poco rato ya estábamos en el baño de mi oficina, a medio vestir, mientras la embestía con fuerza.
Nuestros gemidos inundaban el lugar, el frío invernal era un mito en aquel sitio, extraje sus pechos sobre el brasier de encaje que ella portaba y me deleité con cada uno a la vez; sin duda, San Valentín iniciaba por todo lo alto.
—¿Tienes planes esta noche? —pregunté entre embestidas y Margot respondió en un jadeo:
—Sí, con usted, señor Wolf...
El clímax se anunció en mi vientre así como en la tensión de sus músculos, decidí bajarla de la encimera y acorralarla de espalda contra el lavabo para profundizar, sus manos y las mías permanecieron aferradas con fuerza a la encimera conforme aceleraba el ritmo y mis dientes se clavaron en la suavidad de su hombro al momento de acabar; el dulce aroma a vainilla de Margot me golpeó, en mi cabeza una vez más sonó la quinta sinfonía y a poco estuve de reír por eso. Largo rato permanecimos entre besos y caricias en un intento por recobrar la compostura.
Salimos del baño compartiendo risitas y tomados de mano mientras hablábamos sobre la cita, una vez estuvimos alistados y como nuevos. Entonces escuché a alguien aclararse la garganta y vi al pasante faltoso ante nosotros.
—¡Oh, Ricky, tiempo sin verte! —exclamó Margot sonriente y contoneándose, se encaminó a la puerta.
—Sí, creo que debí tocar —contestó él en un raro tono que no supe interpretar, sin embargo, me pareció curioso su comportamiento, carente de toda burla— ¿cuándo aprenderé? —añadió intentando sonar irónico, aunque sin ningún éxito.
Cuando Margot terminó de salir, el chico permaneció en silencio sin apartar la mirada de la puerta, luego solo caminó presuroso al carrito, sacó el paquete que tenía para mí y lo colocó en mis manos. En ese instante sus delgados dedos rozaron mi piel y una extraña sensación me sacudió por dentro al ver su rostro...
—¿Estás bien?
La pregunta se me escapó sin pensarla, él no lucía su típica alegría, de hecho, la miel de su mirada asemejaba un naranja oscuro dado el enrojecido tono que había en sus globos oculares, aquella imagen me preocupó e inútilmente quise agarrarlo del antebrazo para impedirle partir, pero él se alejó a toda prisa, abandonó mi oficina como si corriera una carrera y del mismo modo escuché el chirriante carrito alejarse.
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Lo prometido es deuda, segunda actualización del día y juro por la vida que en los siguientes días hay más 🙈💖
Espero estén disfrutando, sí es así, háganmelo saber. Nos leemos pronto 🤗
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