MPREG (IV)
«Algo no va bien», fue mi único pensamiento. Mi amigo lucía serio, movía el aparato, buscando alguna señal, Ricky no dejaba de contemplar el monitor, su mano se aferró a la mía con mucha más fuerza hasta que el mutismo se tornó insoportable.
—Seb, ¿qué ocurre? —preguntó Ricky con voz trémula y la profunda inhalación de mi amigo mientras se preparaba para hablar, me hizo ver qué nada había mejorado— Deja el suspenso y solo dilo. ¿Hay algo allí?
Sebas me miró, en el pálido azul de sus ojos vi la respuesta y mi cabeza cayó, me sentí abatido, derrotado.
—No es lo que se espera ver a las diez semanas, chicos.
—¿Qué? —preguntó Ricky, en bajo, apenas conseguí escucharle mientras todo se rompía dentro de mí.
—Son cosas que pasan, lo lamento.
—¿Podría volver a ocurrir?
La voz de Ricky, esa vez, sonó calmada, aunque mantenía la cabeza gacha, noté sus manos empuñadas, sabía que intentaba aparentar una serenidad de la cual carecía por completo.
—Ricky, no te voy a mentir, esto podría considerarse un milagro, dada la condición de Tobías. —Fijé la mirada en él y luego de un lánguido suspiro continuó—: Tob, esto no es como aquella ocasión que dio origen a Tadeo, tienes diez años con la vasectomía.
—Puede revertirse, ¿cierto? —repliqué enseguida y Ricky volteó a verme, espantado.
—Tobi, no...
—Shh, deja que conteste, Sebas, por favor.
—Amigo, ha pasado mucho tiempo, no hay garantía de que recuperes tu fertilidad al 100%.
—Pero hay posibilidad...
—¡Tobías, basta! —Ricky interrumpió asustado— No quiero que lo hagas, no quiero que te sometas a un procedimento que tampoco garantizará nada, prefiero que sigamos así.
—Ricky...
No hubo chance a decirle algo más, mi esposo bajó de la camilla y a toda prisa abandonó el consultorio.
—Déjalo —me dijo Sebas cuando intenté ir a buscarlo—. Escucha, no quiero decir "te lo dije", pero cuando tomaste esa decisión te advertí que era una mala y aquí tienes una consecuencia.
—Lo sé, ¿sí? —respondí fastidiado— Pero acabo de expresarte lo que quiero.
—Y vuelvo a verme en la penosa necesidad de decírtelo: No es una buena decisión.
—¡A ti no te concierne!
—Te equivocas, no soy solo tu médico, sino tu amigo.
—Entonces, ¿qué? ¿Renunciar y ya? Sebas, él quería esto y... ¡maldición! Yo también.
—Pues, hay otra forma de llegar a la meta en común.
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Salí del consultorio con un doble shock: el primero, por la pérdida; el segundo, la otra forma planteada por Sebas que me produjo hasta mareo. Sin embargo, en ese momento lo que más me interesaba era hallar a Ricky porque él no se encontraba bien.
Caminé entre los blanquecinos corredores, ignorando a otros pacientes, médicos y en realidad a cada persona alrededor, mi único interés era hallarlo. Cuando al fin lo encontré, estaba sentado en una banca metálica, casi a la salida del hospital, mantenía la vista fija en sus propios pies. Ni siquiera reaccionó cuando tomé asiento a su lado.
—Ricky —le dije en tono bajo y apreté su mano, fue en es momento que él volteó a verme, aunque no lloraba, su mirada mostraba toda la tristeza contenida dentro de sí—, ¿cómo te sientes? Cuéntame.
—Estoy bien, Tobi, tranquilo —contestó con una sonrisa que a leguas se notaba fingida—. Estábamos bien antes de esto y seguiremos igual, ¿cierto?
—No tienes que hacerte el fuerte conmigo.
—Tobi, ya escuchaste a Seb, son cosas que pasan... —Su fingida tranquilidad mermó en segundos, reemplazada por una voz trémula y a punto del llanto—. Quiero decir, es algo común, pero ¿por qué pasó? ¿Qué fue lo que hice mal?
Lo envolví en un fuerte abrazo, el llanto retenido emergió con vehemencia contra mi pecho a la vez que mis lágrimas bañaban sus rizos oscuros.
—Amor, no es tu culpa, no hay un culpable en esto y solo quisiera poder cumplir esa ilusión que por breves momentos compartimos.
—No, Tobi —dijo entre sollozos, separándose un poco de mí para hablar—, no quiero que te sometas a ese...
—Pero Ricky, Seb...
—¡No, no quiero! Vamos a casa.
Ni modo, Ricky no me dejó hablar, salió delante de mí en dirección al auto; suspiré cansino, pensando que ya tendría tiempo de contarle, aunque a la vez sentía todo revolverse dentro de mí.
Cuando llegamos a casa, Jessica esperaba por nosotros en la sala, ansiosa, mientras Tadeo tomaba una siesta en su alcoba, al vernos sonrió expectante, pero su gesto rápidamente murió al ver a Ricky cabizbajo y pasar directo a la habitación sin decir una palabra. Un nuevo suspiro brotó de mi garganta y tomamos asiento en el sofá para contarle lo ocurrido.
—Vaya, ahora comprendo su actitud. Tú, ¿cómo estás?
—Abatido, Jessi, digo, duele la pérdida porque de verdad me hice a la idea de un hijo de ambos; sin embargo, me aterra el qué pasará ahora. —Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás sobre el espaldar. Jessica tomó mi mano y comenzó a sobarla hasta captar de nuevo mi atención.
—¿Lo dices por Lys, cierto? —Asentí en silencio y ella continuó—. Tranquilízate, nada malo pasará con ustedes, solo dale tiempo para procesar esto y en menos de lo que piensas volverás a verlo bailar y cantar súper desafinado con Tadeo.
Una risa baja se me escapó, la halé hacia mi hombro para abrazarla y besar su cabeza, quería creer, aferrarme a sus palabras, pero resultaba difícil; mucho más, luego de unos días en los cuales él no hacía más que permanecer en la cama y sin decir alguna palabra.
Jessica seguía llamándome a la calma, pero me costaba no pensar en todo lo ocurrido años antes, por más que me esforzara en no hacerlo; sí, quería darle todo el tiempo del mundo a Ricky para volver a ser él, aunque me aterraba que se perdiera a sí mismo en el proceso. Día tras día, buscaba la manera de acercarme, hacerle ver qué no estaba solo y que podía contar conmigo así fuese solo para escucharlo o prestarle mi hombro para llorar, lo que fuese; me consolaba el hecho de que no hubo una barrera física entre ambos.
Entonces, una mañana ocurrió, abrí los ojos, espantado, al escuchar música a todo volumen en la sala, sentí un sobresalto y me incorporé de golpe en la cama para descubrir la ausencia de Ricky. Salí de la recámara, presuroso, y lo hallé meneándose al ritmo de las chicas del can mientras preparaba el desayuno.
—Samina mina ¡eh! ¡eh!
Waka Waka ¡eh! ¡eh!
Samina mina sam ¡aleguah! ¡anaguah! ¡aah! ¡aah!
Samina mina ¡eh! ¡eh!
Waka Waka ¡eh! ¡eh!
Samina mina zangalewa ¡anaguah! ¡aah! ¡aah!
Chango ¡eh! ¡eh!
Chango ¡eh! ¡eh!
No pude evitar reír al verlo, aunque como de costumbre, cantaba horrible, me sentí realmente feliz; de hecho cuando notó mi presencia, me obsequió una enorme y cálida sonrisa que me otorgó años de calma, por eso, en cuanto me pidió bailar juntos, acepté enseguida.
—Me alegra verte así de nuevo —le dije luego de hacerlo girar y traerlo de vuelta hacia mí, me devolvió una nueva y hermosa sonrisa antes de contestar:
—Ya solté mi tristeza, gracias por aguantarme, Tobi.
Terminamos de bailar en medio de risas, sentí una paz increíble en mi interior al abrazarlo con fuerza y juntar nuestros labios en un lánguido beso. Regresamos a la cocina, tomados de mano, para continuar con el desayuno mientras platicábamos, el miedo que se había apoderado de mí se esfumó en ese mismo instante, todo volvía a la normalidad.
—Tobi, ¿de verdad te hacía ilusión un bebé de ambos o solo me dabas por mi lado?
—¿Qué pregunta? ¡Claro que sí! ¿Crees que si no, me habría planteado en serio la otra opción que mencionó Sebas? —contesté con firmeza y convicción, pero todo me tembló con su siguiente pregunta, más que obvia, no había tratado ese tema con él debido a su bajón de los últimos días:
—¿Cuál opción?
—Bu-bueno...
—Tobi, te dije que la reversión no. Y ese nerviosismo que cargas me dice que quieres hablar de eso...
—¿Y si mejor te callas y me dejas explicarte? —le dije dubitativo mientras me masajeaba las sientes con una mano.
Me costaba horrores expresarlo, habría deseado que siguiera hablando hasta por los codos, como siempre; en lugar de eso, guardó silencio y después de un rato, tragué en seco antes de poder emitir otra palabra:
—Sebas propuso cambio de roles.
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Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖
Es un placer volver a saludarlos, espero hayan disfrutado esta parte del especial 🙈
Nos leemos lueguito💖
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