MPREG (III)

—Tobi —dijo Ricky alguna madrugada mientras me zarandeaba en la cama, había pasado casi una semana del diagnóstico; desperté espantado, temiendo lo peor; él, en cambio, se disculpó en tono bajo.

—Pero Ricky, entonces, ¿qué ocurre? —pregunté de verdad confundido y él, haciendo puchero, tuvo la increíble idea de pedirme sushi. Lo observé anonadado—. ¿Sushi? Ricky, ¿de verdad me despiertas por sushi?

—Perdón, Tobi, tienes razón, soy un idiota —hablaba con voz temblorosa, se recriminaba de tal manera que hasta culpable me sentí.

—Ricky, no, detente...

—Tú tienes razón, soy un tonto, ¿cómo puedo querer algo así a esta hora?

—Amor, no eres tonto, cálmate...

—Es solo que soñé con nuestra luna de miel, ¿recuerdas ese increíble barco de sushi que devoramos en el hotel?

Pese a hablar entre sollozos, escucharlo me sacó una sonrisa débil, enseguida recosté su cabeza sobre mi hombro y le besé la frente. Obviamente, todo aquello de seguro se debía a su estado. Eran casi las tres de la madrugada, acababa de corroborarlo, aún así, en medio de un lánguido bostezo entré a una app de pedidos en el celular y ordené todo el sushi que él señalaba del menú.

—Ricky, ¿no crees que es un poco, no lo sé, demasiado? —pregunté con ironía y él me observó de mala gana.

—Ay, ya, si no quiere pedir nada solo dígalo, señor Wolf. ¡Debe ser que se terminará su dinero por un poquito de sushi!

—Ricky, no...

—¡Ay, ya, no quiero nada!

Y dicho eso, volvió a acomodarse en la cama, enojado y de espaldas a mí; yo lo observaba pasmado y en silencio. Cabe destacar que para ese momento tampoco podía cancela el pedido porque ya estaba en camino. Entonces, pasadas las tres y media de la madrugada, en un modo zombi descomunal, arrastré mis pies a la entrada en cuanto recibí la notificación de entrega.

Ricky yacía dormido al regresar a la alcoba mientras yo me preguntaba, ¿qué carajos hacer con ese montón de comida? Suspiré cansino y luego de ubicar los paquetes, como pude, en la mesilla junto a la cama, extraje su favorito, el sushi fusión con toping de plátano y me agaché junto a él para que lo oliera.

—Riiiicky, amor, tu comida te llama, mira.

Repetí lo mismo un par de veces hasta que abrió los ojos, sin embargo, no fue la reacción que esperaba; intentó incorporarse de golpe, pero apenas logró sacar la cabeza por el borde de la cama para vomitar sobre absolutamente todo, incluidos el plato de Sushi y hasta yo.

Solté la comida y sin remedio corrí al retrete a vomitar también, la peor parte era que verme empapado por todo el contenido estomacal de Ricky me ponía peor y escucharlo a él en el cuarto, disparando cada proyectil de vómito ni se diga. Sí, fue una noche memorable.

Ricky se levantó en algún momento cuando ya yo estaba temblando junto al retrete y fue conmigo a disculparse entre sollozos, nos tocó ducharnos a semejante hora y mientras él permanecía en el baño, yo me hice cargo del caos, a punto estuve de volver a vomitar.

Así transcurrieron otros días más, en los cuales, Ricky pasaba de enojarse a reír o llorar en cuestión de segundos, sus cambios de ánimo eran toda una locura.

Entonces, ocurrió lo impensable; un fin de semana, temprano por la mañana, Jessica y yo estábamos en la cocina cuando lo escuchamos gritar de manera espantosa y como nunca antes, fue tal el susto que corrimos despavoridos hacia la recámara para encontrar a Tadeo llorando junto a la cama mientras mi esposo continuaba regañándolo en alto y se quejaba de algún dolor.

—¡¿Qué pasó?! —preguntamos Jessica y yo al mismo tiempo, ambos nos agachamos junto a Tadeo para hablarle, pero no dejaba de llorar— Campeón...

—¡Yo no hice nada, solo quería jugar!

—¡Campeón, espera! —No tuve chance de decirle algo más, Tadeo salió de la recámara a toda velocidad, cuando intenté seguirlo, Jessica a mi lado pidió quedarme con Ricky y ella encargarse de él. Bastó devolver la mirada a la cama para verle intentar levantarse, enseguida me apresuré a impedirlo—. Debes permanecer en cama, Ricky...

—¿Con qué fin? No merezco un hijo si a él lo traté así —expresó en medio del llanto y hasta intentó forcejear conmigo para incorporarse.

—Cálmate, no digas eso... —Lo abracé fuerte en un intento por tranquilizarle—. ¿Qué fue lo que ocurrió?

—Me tomó por sorpresa, entró y sin más saltó sobre mí, gritando: "¡Ríndete!". Tobi, me asusté, reaccioné mal, no debí gritarlo tan horrible.

—Cálmate, por favor, alterarte no te hace bien. Yo hablaré con él.

La situación era comprensible, Tadeo y Ricky siempre han tenido una relación hermosa y obviamente, extrañaba jugar con él; sin embargo, mi hijo desconocía por completo lo que estábamos viviendo y una vez más, Jessica volvió a insistir en ponerlo al tanto antes de ingresar a la habitación para hablar con él.

—Debemos contarle.

—No, Jessi, él no lo entenderá.

—Te sorprendería, Tobías, él tiene nueve años, no es un bebé, si le hablas y explicas lo va a comprender.

—¿Ricky está enfermo? —preguntó Tadeo desde el umbral de la puerta mientras Jessica y yo intentábamos llegar a un acuerdo en el pasillo. Ninguno dijo nada, entonces él se acercó con nosotros—. ¿Por eso ya no sale del cuarto? ¿Por eso ya no juega conmigo? ¿Por eso se portó así? ¿Lo lastime? ¡Díganme!

Solo negábamos con desesperación en silencio, a pesar de que Jessica quería contarle, era más fácil decirlo que hacerlo, ninguno tenía idea de cómo abordar el tema.

—Campeón, tranquilo, no, no está enfermo, pero sí un poco indispuesto...

—Sí, cariño —añadió ella—. Él se siente mal por cómo te trató, pero corazón, debes intentar ser menos rudo en este momento.

—Solo quería jugar a las luchas con él.

—Lo sé, campeón, no hiciste nada malo, él, se asustó —le dije en bajo y procedí a abrazarlo, aunque me correspondió, no dejaba de susurrar, preguntando el motivo para su indisposición—. Tranquilo, pronto volverá a jugar contigo, dale un poco de tiempo.

Y con esa petición también ganaba yo algo de rango para poder idear una manera de explicarle.

El tiempo se tornó días y con ello se cumplieron diez semanas, según el calendario de embarazo que Sebas nos armó, y por tanto, era momento de un nuevo control semanal. Mientras Tadeo estaba en el colegio fuimos al hospital, Ricky reposaba en la camilla, yo junto a él sostenía su mano a la espera de la ecografista quien luego de un saludo afable, procedió a verter el gel sobre el vientre de Ricky para iniciar el estudio.

Ambos estábamos expectantes y asustados a la par, esperábamos haber superado la amenaza de aborto y poder gritarle a la familia que llegaría un nuevo miembro; en cambio, la chica movió de un lado a otro el aparato y confundida, pidió un momento para salir, un breve rato más tarde regresó acompañada por Sebas quien repitió el procedimiento en completo silencio. 




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Hola, mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 ¿cómo me les va? Espero estén disfrutando este desmadre😅

Nos leemos prontito😅

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