Una inesperada pista sigilosa
Él te librará del lazo del cazador y del azote de la desgracia;
Te cubrirá con sus plumas y hallarás bajo sus alas un refugio.
No temerás los miedos de la noche ni la flecha disparada de día, ni la peste que avanza en las tinieblas ni la plaga que azota a pleno sol.
Salmos 90, 3-6
🍃 🍃 🍃
- ¿Estás seguro de que no quieres ser el chico de las flores, Nico? - Le preguntó Marie en tono inocente. - Qué no te de pena, ni hagas caso de los falsas reputaciones que otorga tal trabajo tan loable. ¡Te verías tan bonito tirando flores con Hazel! -su rostro se iluminó con la idea - ¡Oh mis amores! ¡Definitivamente!
Definitivamente Nico nunca había oído semejante atrocidad en su vida, y jamás de los jamases mientras tuviera cordura, ocurriría algo así... Jamás. El azabache negó rotundamente, ni siquiera tuvo palabras que proferir para demostrar su completo horror, por su alto estado escandalizado, y claro, no habían faltado las risas silenciosas de parte de su padre y Caronte en ese crucial momento.
Al menos, habían tenido la decencia de no alimentar la horrorosa idea, reconoció Nico, rememorando aquella trágica sugerencia a tempranas horas de la mañana, mientras actualmente, permanecía de pie en las primeras filas de las sillas, con el cuerpo volteado hacia el costado (como el resto de los presentes), y sus oscuros ojos siguiendo la blanca estela de la futura esposa de su padre, acercarse cada vez más hacia la tarima donde su futuro esposo la esperaba, (con una pequeña sonrisa enternecida) junto a un sacerdote de aspecto maduro y arrugado, que sorprendía a Nico de que aún pudiera leer la biblia que sujetaba en sus manos.
Delante de Marie, caminando a paso lento a un metro de distancia, iba su hija; tirando y regando de pétalos de rosas rojas alrededor del suelo por donde pisaba. Ella llevaba también un elegante vestido blanco adornado con perlas a lo largo del torso, con una falda que caía como un cascada hasta sus rodillas, y calzando unas ligeras zapatillas del mismo color. Traía el pelo ondulado, totalmente trenzado y colocado detrás de su cabeza, y una mirada un tanto mosqueada que fingía ser ocultada con una sonrisa dulce.
Nico supuso, que a ella no le había ido tan bien como a él, con eso de negarse a la idea cursi de su madre.
Un par de violines, chelo y un piano, tocan una dulce balada que acompaña la caminata ceremonial de la novia, hasta que llegara al altar improvisado, el cual estaba decorado de rosas rojas y blancas, y ciertos detalles en color dorado. Los murmullos y las suaves ovaciones de asombro y admiración, tampoco se hacen esperar por parte del público cuando observan el esplendoroso e impoluto vestido que lleva la mujer, incluso se ganó una y que otra mirada de envidia por parte de sus amigas, abiertamente, quienes parecían cuchichear y criticar algún mínimo aspecto suyo. Tal vez un hilo suelto, o una mala combinación de maquillaje...
Sin embargo, en contra de lo que Nico quería admitir, la verdad es que ella lucia perfecta. Más que eso. Se veía como una Diosa, yendo dispuesta a reclamar su trono. Sus rasgados y felinos ojos dorados, habían sido marcados con lápiz de ojos color bronce, (lo cual hacían resaltar aún más sus ya impresionantes ojos); y su labios pintados con el tono más dulce y suave de una ciruela. ¿Y su pelo? Este gritaba a todas luces, ¡somos una maravilla hecha en cinco horas! Nico agradeció ser un hombre entonces, y el máximo esfuerzo que había puesto fue en tratar de ponerse una pajarita... Esfuerzo que término en total fracaso, recordó.
Sin embargo, había conseguido ayuda... De alguien inesperado, aunque bien le correspondía al fin y al cabo.
Esa tarde, pocas horas antes de la boda, cuando la mayoría se encontraba ya libre de sus obligaciones, fue el momento para que todos se dirigieran a sus aposentos para prepararse y verse presentables en la ceremonia. Nico por fin se encontró libre de tanto ajetreo y órdenes de ir de aquí para allá, llevando jarrones, platos o bolsas repletas de quién sabe qué diantres contenía. El azabache con rostro fatigado y ojos ligeramente entrecerrados, subía las escaleras en ese momento para por fin ir a encerrarse en su habitación, y rezar para poder lograr conciliar un escaso sueño al menos. ¿Qué si se arrepentía de haber estado en vela anoche con tal personita de voz melodiosa? ¡Ni en lo más mínimo!
Dejó salir un bostezo exagerado. Cualquiera que lo viera ahora, con esas ojeras y ese andar cansino, diría al instante que le urgía una siesta inmediata, ¡y Nico podía darse el lujo de ello! Es decir, ya había cumplido con su trabajo de esclavo por cinco horas, se había bañado con un jabón olor a cereza (porque era lo único que encontró) y ya traía su traje Armani puesto, y sus zapatos Jimmy Choo recién comprados del diseñador Malayo...
Por los calzones de su padre, pensó Nico en ese instante, siendo casi abrumado por su repentina revelación. Justo en este momento, vestido así, realmente debía verse como uno de esos chiquillos ricos de papi como lo había acusado Hazel ayer. ¡Pero oigan! También significaba tener buen gusto, ¿o no?
De pronto, apenas habiendo puesto un pie en el pasillo de la segunda planta; a sus oídos le llegaron risas masculinas y murmullos exaltados, provenientes de una habitación a su derecha. Llamó la atención de Nico de inmediato, quien a continuación, movido por la curiosidad, se encaminó hacia aquella puerta semi abierta para poder fisgonear a través de ella. Se encontró con su padre dándole la espalda, colocándose una rosa blanca en su bolsillo delante de un espejo, y un Caronte con aire pretencioso a su lado, sosteniendo un vaso con lo que parecía ser champán.
- Demonios, - sonaba la voz de su padre, algo consternado y preocupado. - he olvidado por completo lo del baile. Marie me matará si ocurre algo bochornoso - se pasó una mano por su pelo aceitoso, el cual sospechosamente parecía haber sido peinado con gel. - ¿Pero es fácil, no? Solo es, atrás y al costado, luego adelante y al contrario de la derecha, ¿no?
- Sí, es algo como eso. - Le respondió Caronte entre dientes, notándose a leguas que intentaba contener una risa burlona. - Usted sólo tenga cuidado con la falda de su novia, señor. ¡No la pise! Eso es lo primordial. Ya he tenido varias malas experiencias con pisar faldas y... ¡Nico! ¿Qué haces parado ahí? ¡Entra, entra, sé parte de nuestra fiesta de solteros! - dice, esta vez dejando salir una pequeña carcajada. - ¡Ah, pero miren al hombrecito tan guapo y bien vestido además!
- Oh, por favor. - le bufó Nico en respuesta, rindiéndose al ser descubierto por completo y acto seguido, entró en la habitación. Solo habían tres personas en el lugar, los ya mencionados y Albert; este último solo se limitaba a estar de pie en silencio cerca de la ventana, admirando el paisaje quizás, con semblante inmutable. Vestía un traje sencillo, elegante, y humilde, pero a Nico no le cabía duda que en algún bolsillo oculto de su chaqueta, guardaba un revólver. El mayordomo, no giró para saludarlo.
- Quién diría que con tan solo un poco de baño y jabón, Nico luciría guapo. - Siguió mofándose Caronte, por lo cual se ganó una mueca despectiva de su parte. Su padre curva ligeramente sus labios en una sonrisa, pero no le presta atención más allá de ese gesto, simplemente, sigue estudiándose en el espejo de cuerpo completo que hay pegado en la pared. - Bonito traje por cierto, ¿ese es un Armani? Claro que lo es, jamás me equivoco. Me alegra que algo de mi buen gusto se te haya contagiado, Nico.
-¿Buen gusto? - repitió el azabache con una expresión irónica. - Creo que podría objetar un poco en eso: como justo ahora. ¿Pero qué es ese extravagante traje que llevas puesto?
-¡Hoy es nada más ni nada menos que el día de la boda de mi queridísimo jefe! - Exclamó el hombre de lengua salamera, pasándose una mano por la solapa de su chaqueta deslumbrante cual obsidiana recién pulido. - ¡Es obvio que debo lucir mi mejor gala, Nico! ¡Mi traje Valentino, recién confeccionado por sus magníficas manos y solo habiendo diez de estos en todo el mundo, es ideal para la ocasión!
- Oh no, ¿en serio lo has hecho? ¿Acabas de comprarte un "Valentino" de edición limitada?- ni siquiera dejó que le contestara la pregunta. - ¡¿Oíste eso, padre? ¡Es ridículo! ¡El estado debería considerarlo incapacitado de ejercer ciertos derechos como estos!
-¡Es solo un traje!
-¡Con un valor de dos años de tu salario! - replicó sulfurado, - ¿Qué te pasa? ¿Vas a una boda o vas a una misa para conocer personalmente al papa Francisco? ¡Es por este tipo de cosas que no te suben el sueldo! ¡NOS llevarías en bancarrota en dos días!
En una esquina, aún junto a la ventana, oyendo todo el pleito que ambos creaban; Albert se masajeaba el puente de su nariz con una mano, luciendo un rostro levemente irritado a causa de ellos. Su padre aun seguía delante del espejo, alzó los ojos al techo a la vez que soltaba un largo suspiro de agotamiento; mientras se preguntaba internamente, quién se comportaba más como un niño, si su hijo de dieciséis años, o su guardaespaldas que bien parecía tener mentalmente su misma edad.
-No es mi culpa que mis gustos tan finos y refinados, sean extremadamente caros. - continúa Caronte, sin lucir para nada afectado por sus palabras, y sin previo aviso, antes de que pudiera alertar los reflejos de Nico siquiera; tuvo la osadía de agarrar su nariz con su dedo índice y pulgar, para darle un leve zarandeo que al azabache no le pareció una pizca de gracia. - Además, no deberías de intentar criticar las sabias, brillantes e inteligentes decisiones de un adulto, Nico. Aún eres muy joven para entenderlo, -le dio unas leves palmaditas en su mejilla, y lo traspasó con una mirada peligrosa. Nico admitió sentirse solo un poquito cohibido. - y cuida como me hablas, mocoso, recuerda quién es el que te acerca la pizza hasta tu cuarto a altas horas de la noche.
- Albert puede reemplazar tu trabajo. Y hacerlo mejor.- refutó el azabache, conteniendo un berrinche que quería salir. Caronte le respondió con una sonrisa sarcástica, y una mirada de: ¿realmente quieres comprobarlo? Ah, pero no me llames cuando desees salsa de ajo y nadie este allí para acercártelo.
Nico quiso seguir con la disputa, su ceño fruncido era un claro indicio de que no había acabado. No obstante, la voz de su padre desvío completamente su atención hacia él.
- Nico, ¿por qué aún no te has puesto la pajarita correctamente en el cuello? - fue su pregunta, y Nico se miró instintivamente el pecho, en donde los dos extremos de la cinta negra de satén, descansaban sin ser amarrados todavía. Su padre volteó hacia él, y de repente, no podía mirarlo directamente avergonzado. - Deberías hacerte el nudo ya, ¿qué estás esperando?
- Uhm sí... Lo haré... bueno, sobre eso... - Nico podía oír cuan patético sonaba al estar farfullando tantas contradicciones, su mano se movió distraídamente para sentir la suave tela, y entonces, su padre acabo con su sufrimiento. Lo entendió de inmediato, y Nico se preguntó si era él muy perceptivo, o de verdad conocía algo de su hijo.
- Ven aquí, - fue todo lo que dijo, y Nico se apresuró a cumplir su orden, parándose enfrente de su padre e ignorando la mirada burlona de Caronte al mismo tiempo.
Sin decir nada y manteniendo una mirada concentrada y serena, Hades agarró los dos extremos de la tela que colgaban de su nuca, con ambas manos, y entonces, inició con la delicada y ardua misión de crear un moño presentable y elegante para su único hijo. Fue veloz, Nico lo agradeció internamente por ello, porque se había encontrado con la molesta e incómoda situación de no saber en donde posar sus ojos, mientras sus manos se deslizaban, serpenteaban y se movían en zigzags complicados con la tela para terminarlo en un precioso nudo, digno de orgullo para un marinero.
-Listo. - su padre asintió más para sí mismo, para luego moverse a un lado y dejar que Nico lo comprobara frente al espejo. Entonces, se sorprendió de que no se alejara completamente de él, sino más bien; se mantuvo cerca, con una mano descansando sobre uno de sus hombros y su brazo rodeando su espalda en un extraño y cálido medio abrazo. Nico no mencionó nada acerca del gesto que aún no desaparecía, e incluso sentía que su padre reafirmaba el apretón en su hombro, manteniendo una mirada lejana, muy probablemente hundida en el montón de pensamientos que habían en su cabeza.
Quiso preguntarle, quiso saber la razón de aquella emoción que bailaba claramente en la oscuridad de sus ojos, como una ansiosa serpiente, pero la indecisión predominaba demasiado en Nico para hacerlo. Deseo tener la confianza de otros en este mismo momento... Se estudió distraídamente delante del espejo, y se encontró considerablemente apuesto, si ignoraba la tez pálida y las ojeras que delataban su delito de trasnochar... entonces recordó las veces que se había burlado de Will por su extremada inseguridad y timidez frente a él, y le pareció irónico encontrar tales similitudes en ambos en una situación como esta.
Respiro hondo, y, se giró para observar fijamente a su progenitor, parado muy cerca a su lado, como hace tantos años no lo había hecho. Y lo miró, sintiendo que conocía a un extraño.
Ah... Que viejo te ves, padre.
Nico se encontró descubriendo, con un atisbo casi fugaz de tristeza, y melancolía. Las arrugas eran más prominentes en su frente, y habían otras alrededor de su cuello, pero no había arrugas que indicaban vestigios de una carcajada o una sonrisa siquiera. (Pero claro, Nico jamás lo vio soltar una carcajada después de todo, ¿cómo las tendría?). Un solo lunar sobre su pómulo derecho decoraba su limpia tez pálida igual que la suya, y de pronto sintió la urgente necesidad de ponerle un stop al tiempo para solo... Meditar.
- Te ves estresado. - Escupió de sopetón, con rostro serio. Su padre giró sorprendido hacia él, y frunció el ceño confundido. - Es decir... Te ves... raro, cansado.
-No estoy pensando en salir huyendo ahora, si es lo que piensas...
- Es una lástima, en verdad. - Le interrumpió, a pesar de que no era eso lo que pensaba. Pero valió la pena decirlo, cuando vio que eso hizo que las comisuras de sus labios subieran un poco en una sonrisa divertida.
- Cansado, eso es cierto. - su padre le contestó con voz calmada, alzando sus ojos hacia el espejo que le brindaba una visión perfecta de revista de portada con su hijo. - Solo me siento... feliz. Es todo.
-¿Y eso está mal? - Inquirió su hijo con rostro enojado, por no poder entender a que se refería. Hades acarició su hombro distraídamente, y oyó campanas a lo lejos, como un llamado silencioso del destino.
-No... Pero se siente mal estarlo por alguna razón.
Nico se sentó en su silla enfundada con tela blanca y un moño rojo en el respaldar, cuando finalmente la novia llegó hasta su novio con una sonrisa resplandeciente, para quedarse parada a su lado y luego voltearse a mirar (igual que el público) hacia el sacerdote que los observaba de vuelta con una sonrisa afable. Hazel también se sentó en una silla más al frente que el de Nico, manteniendo una corta distancia con la pareja, ya que ella portaba los anillos que serian entregados en el momento oportuno.
El padre comenzó la misa con su típica diatriba de "Estamos aquí reunidos, para formar a esta pareja y blah blah", y luego continuó aburridamente para Nico, quién se mantuvo lo más entretenido posible para no quedarse dormido allí mismo en una silla. Comenzó con mirar a su alrededor hacia algunos presentes de la fiesta, (los cuales no eran muchos) que susurraban o murmuraban con la persona sentada a su lado. Técnicamente, habían como unos setenta invitados, y la mayoría habían venido de parte de la novia; unos veinte amigos, cuatro tíos y primos perdidos y uno que otro caballero que alguna vez fue un pretendiente no declarado.
Y los de parte del novio... Nico reconoció que la mayoría eran amigos, socios (una socia árabe especialmente cercana para él también había asistido) y la mejor clientela de su padre. Todos ellos miembros de la clase alta a quienes les tenía "algo" de estima. Oh si, allí estaba el que una vez le compro cinco mil tiros de balas 9mm a su papá, el otro que una vez le regaló una kar98 personalizada en su cumpleaños, y uno que otro socio con el cual muy probablemente había tenido tratos de poca legalidad. Como ese tal hombre extraño llamado Minos, sentado casi al final con los ojos fijos en su celular.
¿Y los invitados de parte de la familia? Pueeees...
Zeus no vino. Él había dejado en claro desde el primer momento que supo sobre la boda, que no se presentaría. No obstante, también dijo que le llegaría un presente de su parte. Bipolar, si le preguntaban. (Mejor, así no tendría que ver a Jason). En cuanto a la viuda de su otro hermano fallecido, "Poseidon" y madre de su primo favorito, Percy Jackson. Albert le informó acerca de la ausencia de ambos.
Una tarde, dos semanas antes de la boda, el mismo mayordomo francés en persona (bajo órdenes de su padre) se había dirigido hasta el domicilio de los susodichos para entregarles la carta de invitación. Sin embargo, en ese mismo momento. Sally Jackson se había disculpado humildemente con él y le hizo saber de sus falencias. Ellos no podrían asistir a la boda; ya que era demasiado gasto el de comprar los boletos de avión y además de eso, conseguir la ropa adecuada para la ocasión. No podían permitírselo. Y a pesar de que Albert insistió en que no debían preocuparse por los gastos en lo más mínimo. Ya que todo caería bajo responsabilidad del empresario. Nuevamente, ella rechazó la idea, y esta vez con más convicción y dureza en su cálida voz.
"Agradecemos la invitación, con todo el corazón. Pero no vamos a abusar de la amabilidad ni la caridad del señor Di Angelo", le había dicho según le contó, "Por favor, hágale saber de mi enorme agradecimiento, y espero no ofender su generosidad". Más tarde, su padre se había enterado de la noticia y en vez de ofenderse, había sonreído diciendo "Ya veo, es grato saber que los años no han debilitado el espíritu orgulloso, de aquella mujer".
¡Pero no todo eran malas noticias! Su adorada tía Demir y su prima Katie sí habían logrado viajar hasta aquí para la boda, indicó Nico sudando sarcasmo, mientas vagamente oía a un completo desconocido leer algo de un libro, y todo el mundo le contestaba, cada que terminaba un párrafo, con una frase religiosa. Suspiró hondo, y sus ojos se entrecerraron cuando el sol empezó a tocar el horizonte y lo atacó con sus últimos rayos más potentes. Finalmente el hombre acabó de leer su parte, e inmediatamente, Hazel estaba levantándose de su asiento, para dirigirse hasta la tarima y tomar su lugar para leer.
- Palabra del señor. - Pronunció solemnemente, y todos (excepto un confundido Nico) contestaron automáticamente un "Gloria a ti señor Jesús", entonces, ella inició con el Salmo. - "Aunque caigan mil hombres a tu lado y diez mil, a tu derecha, tú estarás fuera de peligro: su lealtad será tu escudo y armadura. Basta que mires con tus ojos y veras cómo se le paga al impío. La desgracia no te alcanzará ni la plaga se acercará a tu tienda: pues a los ángeles les ha ordenado que te escolten en todos tus caminos".
Nico admitió encontrar belleza en tal lírico, una solemnidad y poesía tan bien elaborada, que provocaría la envidia de cualquier escritor. Se quedó oyendo las palabras en un extraño trance de silenciosa admiración, su atención permaneció hasta que soltó la última frase para luego inclinarse ante el público, con respeto, y volver a su asiento con las manos juntas y el mentón agachado.
La misa transcurrió monótona después de eso, hasta que llegó la hora de entregar los anillos. Donde fue el momento de Hazel de entrar en acción de nuevo, llevando consigo la misma canasta que había utilizado para tirar las flores en un inicio. Ahora estás tenían los anillos y fueron acercados a la pareja, quienes de forma correspondiente la cogieron.
- Marie Levesque Levitt - la nombró el sacerdote, mirándola a ella y esta sólo teniendo ojos para su pronto esposo. - ¿Aceptas a este hombre como tu marido? En la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, en la felicidad y la tristeza. ¿Hasta que la muerte los separe?
Un acepto, entusiasta y jubiloso, y su padre prosiguió a colocarle el anillo en su dedo anular.
- ¿Y tú, Hades Di Angelo? - el sacerdote volteo hacia su padre, y de pronto Nico se descubrió conteniendo el aliento, expectante. - Aceptas, a Marie Levesque... Como tu esposa. Para la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, en la felicidad y la tristeza. -el sol se ocultó, y pintó de naranja el paisaje. -¿Hasta que la muerte los separe?
Un largo, cruel y tenso segundo pasó sin que Hades dijera nada. Sólo un segundo que a Marie le pareció dolorosamente eterno. Y entonces, lo dijo:
- Acepto. - Ella inspiró fuerte, y él continuó hablando en un susurro, que nadie más que ella oyó. - Sí quiero. Una vez más... Acepto.
Y el público estalló en vítores y se pusieron de pie aplaudiendo efusivamente. Su padre se agachó y beso a su nueva esposa, luciendo un semblante sereno y satisfecho, Marie rodeó su cuello con sus brazos y profundizó el beso, por lo cual se ganó una nueva ronda de vítores. ¡Que vivan los novios! Y Nico se encontró aplaudiendo por ellos con una sensación parecida a la alegría también, y en un efímero segundo, recordó a Will Solace. Y la calidez de sus labios. Sin saber muy bien por qué.
🍃
🍃
-¡¿CÓMO QUE NO VINO ZEUS?!
Nico escondió su oreja disimuladamente con su hombro izquierdo, cuando el chillido de la tía Demir pareció que casi le rompía los tímpanos con mucha facilidad. Luego del célebre y emocionante "acepto" que los novios se habían dado ya desde hace media hora atrás, la fiesta procedió a desplazarse en la recepción en donde los invitados se dirigieron a sus respectivas mesas, las cuales estaban enumeradas ordenadamente para evitar las típicas confusiones y aburridas confrontaciones.
Mientras que su padre y su nueva madrastra tenían la fortuna de estar sentados en una mesa lo suficientemente alejada del resto de las personas, encabezando la pirámide que habían creado con las mesas y sin dejar de ser el centro de atención de todos, como bien había sido planeado desde un principio. Cabía agregar, que a Nico no se le pasó desapercibido el gesto que hablaba mucho del egocentrismo de la mujer, no obstante, también reconoció que al fin y al cabo, este era su día especial. Tal vez pudiera perdonárselo por tratarse de hoy.
- Ese estúpido viejo papanatas, me va a oír cuando llegue a New York mañana. - Continuó la mujer despotricando con furor, a pesar de que Nico estando a su lado, ni siquiera le prestaba atención... o al menos eso intentaba con todas sus fuerzas. - ¡Mira que faltar a la propia boda de tu hermano! ¡Tienes que ser un tremendo imbécil! O sea, ya sabía que era un imbécil, ¡pero no pensé que fuera un completo y verdadero imbécil sin cerebro! Es decir... ¿Entiendes lo que trato de decir? ¿Eh, Nikki?
"Alguien sólo por favor máteme", suplicó Nico en su fuero interno, observando desde el rabillo de su ojo a Katie sentada en el otro extremo de la mesa, y viéndose asquerosamente aburrida igual que él, mientras hacia una carita feliz en su plato con sus salchichas cortadas. La castaña bostezó abiertamente, y luego jugó con aplastar a una hormiga con su tenedor.
- Eso es asqueroso, Gardener. - Le acusó el azabache, y ella levantó la vista al instante, mostrándole un severo ceño fruncido como el de una anciana sufriendo artrosis en las rodillas. Demir a su costado, se sirvió más del vino chileno que había en la mesa en su copa, a la vez que una risa burbujeante escapa de sus labios cuando vio a lo lejos a una mujer tropezarse con sus tacos altísimos, diciendo: "¡Inútil! Pero qué falta de glamour".
-Oh, no. No hablemos de cosas asquerosas, Di Angelo. - su prima le escupió, moviendo un mechón de su pelo distraídamente detrás de su hombro. - que no soy yo el que va metiendo su "espada" en el lado contrario de los...
- ¡Oh! ¡Allí está Beatrice, -la exaltada voz de la tía Demir, la interrumpe abruptamente y por primera vez, Nico agradece su intromisión escandalosa. No necesitaba que Hazel, (sentada delante de él) empezara a hacer preguntas en este momento. - pero si es mi vieja amiga de la secundaria! ¡No puede ser! Oh, recuerdo cuando en el 77 fuimos en aquel concierto de Rock, y estaba este baterista tan sexy que... ohhh, si que tenía unos dedos veloces. - termina la mujer con una risa pomposa, pero lo más sorprendente era la cara escandalizada que había puesto su media hermana. - ¡Oh! ¡Tengo que ir a hablar con ella! ¡Volveré pronto, chicos, pórtense bien! ¡Nikki, come algo, estás famélico!
Y dicho eso, se apresuró a ponerse de pie, (con bolso Prada en manos) a dirigirse hacia su antigua amiga y compañera de aventuras adulteras de su juventud. Mientras una ligera música instrumental suena desde algún lado de unos parlantes, y los mozos no dejan de moverse de mesa en mesas, sirviendo picadillas de salchichas con escarbadientes encima. Distraídamente, también notó al tal molestoso Minos, acercarse hacia su padre hasta su mesa con su típico porte presuntuoso tan irritante. Ya se imaginaba las estupideces que le estaría diciendo.
- Nikki, - Katie lo nombró de forma burlona, segundos después, sin alzar sus perezosos ojos castaños hacia él. - ¿Me pasas la sal, por favor?
Nico movió sutilmente su rostro el cual descansaba en su puño, para encararla al contestar.
-No. - pestañeó lentamente. - Alcanzalo tú misma, holgazana.
-Idiota. -
-Estirada.
-Degenerado.
- Plana.
- Por millonésima vez, ¡no estoy plana! - explotó su prima, y Nico contuvo la carcajada que trataba de salir de sus labios. - ¡Tengo 16 años! ¿Okay? ¡Están en crecimiento! Los médicos dicen que es totalmente normal no tener melones a esta edad. ¡Que te jodan, Di Angelo!
Ah, en realidad, Nico realmente preferiría que le estuvieran jodiendo en este mismo momento... Como no sé... alguien con cabeza de espagueti y ojos celestes, que se oscurecían con más intensidad cuando le gruñían cerca de su oreja... Y, maldita sea, su miembro saltó dentro de sus pantalones en ese mismo segundo y Nico tuvo tomar una bocanada de aire para tranquilizarse y empezar a pensar en cachorritos. Lindos cachorritos, peludos, gorditos y con tiernos ojos azules...
Demonios, él estaba tan mal últimamente. Reconoció el azabache, pasando una mano por su frente sin dejar de fruncir el ceño extrañado por su inusual comportamiento.
- Gracias, Hazel. Eres tan amable. - Agradecía Katie dramáticamente, sin dejar de mirarme con intención, cuando ella le pasó finalmente la sal con una tímida sonrisa. - Me alegra tanto tenerte como prima, y realmente no entiendo como puedes tener esos genes emos como la rata de tu hermano.
- Okay. - Nico se levantó de su asiento de golpe, teniendo suficiente de todo esto. En otro momento el gustosamente le seguiría la guerra a su prima, pero justo hoy, él solo quería relajarse. Miró la zona de picadillos y bebidas servidas en una mesa larga a un par de metros, decorada con manteles de color dorado y supo donde iba a parar a continuación. - Iré a tratar de conseguir algo de Licor, oh y Katie, - ella le alzó una ceja expectante - yo que tú, agarraría esas servilletas y empezaría a llenar la parte delantera de mi vestido. O nadie te invitará a bailar en la pista dentro de un rato.
Sobra mencionar que Nico recibió un "par" de insultos bastante creativos de su prima, mientras salía huyendo con largas zancadas hacia la sección de bebidas y comida. Sin embargo, en el trayecto tuvo que detenerse varias veces para saludar a varios amigos de su padre, los cuales lo detuvieron pata halagarlo hasta el cansancio sobre su vestimenta y lo felicitaron por la boda. Esto último le pareció absurdo, ¿por qué lo felicitaban? ¡Él no era el que se había casado! Dioses...
También varios de esos hombres quisieron presentarle a sus respectivas hijas, y Nico no era tan estúpido para no darse cuenta de cual era la oscura intención de aquello. Aún así, el azabache encontró la forma de retirarse educadamente, sin parecer demasiado asqueado cuando le hablaban de sus hijas como si se tratasen de dotes.
Llegó hasta su destino, agarrando el primer vaso que encontró y buscando entre las etiquetas de las botellas de vidrio alguna bebida que pudiese quemar su garganta y lo ayudara a dejar de pensar en él... Y en el hecho, de que empezaba a extrañarlo. Otra cosa ridícula, la verdad, ¡sólo habían pasado dos días! Y luego, de forma casi inconsciente, sacó su celular de su bolsillo y empezó a investigar algún mensaje perdido que pudiera encontrar de él... No obstante, de nuevo como ayer, no había nada...
Él debía tener mucho trabajo en el hospital, por eso no estaba en línea. Sí, debía ser eso...
Nico había estado tan concentrado en su pantalla, que no se dio cuenta cuando una persona en especial, se acercaba a él sigilosamente por la espalda. El azabache, estaba totalmente con la guardia baja, no la vio venir en lo más mínimo; hasta que ella se puso a su lado, fingiendo cómicamente con los brazos cruzados, que espiaba su celular.
-¡Señora Mukhtar! - Nico jadeó cuando la vio finalmente, y sufrió un imperceptible respingo sorpresivo. - No la oí... Yo, discúlpeme, estaba tan concentrado...
Sí, sí, sí, sé lo que dirán. ¿Nico Di Angelo disculpándose con alguien? ¿Y con una mujer? ¡Eso no suena para nada como él, esta historia es un asco total! Pero esperen, la cosa es que, para Nico, esta mujer era muy diferente del resto que había conocido alguna vez. Greysi Mukhtar, procedente de Arabia Saudita, y socia principal de su padre en manejar una de las minerías más importantes de dicho país, era una de las pocas personas que a Nico le caía bien. Y una de las pocas que lograba atenuar un poco de su despectivo sarcasmo.
Sí, como lo han oído. Solían verse de vez en cuando, a veces su padre no podía viajar por A o B motivo hasta su país, y entonces ella venía a Estados Unidos para quedarse en un hotel, y luego llegar a casa a hablar de negocios... O simplemente, en ocasiones, venía para compartir tiempo de calidad, ya que Greysi, se había auto proclamado como una madrina de Nico desde hace mucho tiempo, y por alguna razón eso a él no le molestaba. Le agradaba, era una mujer inteligente, locuaz y serena, y en algún momento Nico había creído que ella iba a terminar por casarse con su padre... Sin embargo, jamás ocurrió nada. Tal vez porque ella no quería, o su padre la veía más como una hermana, no lo sabía.
Ella tenía la apariencia de una mujer madura, un poco más joven que su padre, llevaba un agraciado vestido verde esmeralda, con un escote pronunciado y perfectamente rellenado por sus atributos naturales. Llevaba el cabello negro rizado como era usual, y una sonrisa plácida y alegre curvaba sobre sus labios delgados. Y claro, no le faltaban las joyas, (eso seria irónico) Nico podría asegurar que solo aquel pendiente que colgaba en su lóbulo, hecho de diamantes y zafiros, podría alimentar a toda una comunidad pobre por diez años completos.
-Descuida, cariño. Pero oye, me he fijado en el rostro que estabas poniendo mientras veías tu celular... - comentó, adoptando un tono pícaro que a Nico incómodo pero hizo sonreír divertido. - ¡Dimeee! ¡Dimeee! ¿Quién es la afortunada de esa mirada mata corazones?
-Oh, no, no y no. - Se rió, negando varias veces, con demasiado ahínco. - Yo no... Solo, solo estaba viendo la hora... Yo no estaba...
- ¡Oh por Dios! - Ella chilló de repente, dejando a Nico totalmente descolocado por su arrebato, las personas a su alrededor se quedaron mirando hacia ellos por un momento y luego volvieron a sus asuntos. - Nunca te he visto de esta forma, sin saber que responder. ¡Te ha calado hondo, no? ¿Cómo se llama?
- Por favor señora, Mukhtar - inició Nico, queriendo que la tierra lo tragara.
- ¡Por favor tú, Nico! ¿Qué te he dicho sobre llamarme señora? - Le regañó, a la par que agarraba un pedazo de marisco y se lo llevaba a la boca.- (Uhm, está rico, amo la comida de New Orleans) Oh, y han pasado más de ocho años, ¡Santo cielo! Llámame por mi nombre, Greysi... o ¡Madrina! Definitivamente.
- Me alegro que haya podido venir hasta aquí, mi padre agradecerá mucho su presencia. - a pesar de los años que habían transcurrido, sin embargo, Nico nunca pudo dejar de tratarla como "usted" por algún motivo, supuso que su grado de confianza en ella tampoco era tan flexible como creía.
- Y yo estoy aún más que contenta por estar aquí, - confiesa, tocando fugazmente uno de los mechones crespos de Nico, mientras sonríe con luminosidad, y se lleva consigo varias miradas de admiración en respuesta, por parte de muchos hombres cerca, incluso de los comprometidos. - Y estaba yendo justo a hablar con tu padre y su nueva esposa cuando te encontré y...
De pronto, sus palabras son acalladas cuando una reconocida y típica música instrumental suena a todo volumen y llama la atención de todo el mundo. Estaba claro lo que eso significaba
Era hora del primer Vals.
- ¡Oh Dios, van a comenzar a bailar juntos! Esta siempre es mi parte favorita, - le dijo Greysi, dándole un ligero apretón al brazo de Nico con entusiasmo. - ¡Oh, es tan romántico! ¡Y se ven tan bellos juntos!
Nico rió entre dientes. Porque desde su punto de vista, podía distinguir el inmenso nerviosismo que su padre afloraba en cara poro de su cuerpo, notándose a leguas como suplicaba internamente que alguien detuviera con su sufrimiento. Y es que bailar ya era de por sí muy difícil para él, ahora, ¿hacerlo en frente de un montón de personas con cámaras listas para captar cualquier paso en falso? Nico tuvo que reconocer su valentía, y su gran habilidad de no pisar los pies de su esposa.
Hubo aplausos y silbidos de parte de la multitud, y Nico de nuevo se encontró mirando a su alrededor. De forma inconsciente. Escuchó risas burocráticas, de parte de amigos de la clase alta, oyó murmullos de apreciación hacia la belleza de la novia y luego se topó con rostros que jamás había visto en su vida. Caras duras, serias, y sin expresiones, algunos parados otros sentados, mirando quien sabe donde y otros mirando el cielo que anochecía paulatinamente y las estrellas guiñaban a quien les dedicaba una mirada. Pero él se tranquilizó diciéndose que eran conocidos de la novia.
Nico le sonrió a Greysi, cuando está le apretujó el brazo con emoción casi dando saltitos, al ver a su socio y mejor amigo bailando un vals a duras penas... Y entonces, él se relajó, se permitió disfrutar de la velada. Se permitió apagar su constante estado de alerta un segundo.
Mientras su padre gira una y otra vez con Marie, en un baile improvisado.
●●●●
Feliz cumpleaños a mi sis adorada, quien ha logrado entrar en mi corazón y sostenerlo cuidadosamente entre sus largas y afiladas uñas.
¿Recuerdan eso de las vacas y la Expo y todo eso pues digamos que un par de hamburguesas me causaron un grado de infección gastrointestinal...
casual, pero tranquilos ya estoy bien. Muy medicada. Oh y ge escrito seis mil palabras y aun así irónicamente. Tuve que cortar la mejor parte.
¡TENGO UNA INSANA OBSESIÓN CON EL KLANCE!
:3 deja tus teorías acerca de la 7 temporada, lector. Llena mi corazón ♡.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top