Un insulto del destino

Al terminar el vals. Comenzó el gran banquete. El cual era el momento favorito en las bodas de casi todas las personas y Nico se arriesgaría incluso a apostar a que la mayoría de los presentes, habían asistido solo para comer. Él, siendo franco consigo mismo, también iría a una boda sólo por esa razón.

La música clásica y relajante, volvió a sonar por los altavoces, y acto seguido, un montón de meseros empezaron a salir de todas partes, como si estos hubiesen permanecido todo este tiempo debajo de las mesas escondidos, esperando por este momento, para salir a atacar, con sus smoking's impolutos y bien planchados; y sus pañuelos y tenedores de plata.

En una mano llevaban una bandeja con camarones en salsa, y en la otra mano, una botella de champán o un Whisky Jack Danields, n° 7. Pronto, todos ya estaban disfrutando de las delicias que ellos habían servido en sus platos; mientras un suave murmullo empezaba a elevarse, causado por las pláticas y conversaciones de todas las mesas a su alrededor.

- Debo decirlo de nuevo. - Greysi inició con emoción, sentada a su lado al tiempo que se limpiaba un lado de sus labios con una servilleta; (teniendo cuidado de no arruinar su labial). - Amo, amo la comida de New Orleans, y bien dicen que al hombre se le conquista por el estómago, - continuó, mientras mojaba su sexto camarón en su salsa, y antes de llevarlo a la boca, le dio una última mirada enamorada; que a Nico le pareció muy gracioso. - Apuesto a que ella le cocinó un par de platos deliciosos y así, ¡Bingo! ¡Hades cayó totalmente enamorado!

Sentada en una silla enfrente de Nico, Hazel se atragantó tomando un poco de agua de un vaso, e inútilmente, fingió que no los había oído. Según su reacción, y la diversión que brillaba en los ojos de la afroamericana, adivinó que tal vez, Marie no era tan buena cocinera como pensaba Greysi.

- Oh, ¿o es que acaso ella no sabe cocinar? - Inquirió la árabe, mirándola anonadada, Hazel parecía querer desaparecer, - No lo puedo creer, pero sí toda mujer debe saber complacer el paladar de su marido. - su voz era vehemente - ¡Una mujer que no cocina, es como un hombre sin rifle en una guerra! ¡Qué barbaridad!

Nico agarró su vaso de coca cola deprisa, y le dio un largo sorbo, para esconder una sonrisa pirata que apunto estuvo de escapársele. Aquellas palabras dichas eran para cualquier feminista, un detonador inminente para iniciar con el apocalipsis misándrico. Nico se alegró que Katie no la oyera. Claro que tampoco podían culparla, era bien sabido de la cultura machista que aún existía en Arabia, impregnados arraigadamente en las costumbres como los yanquis acostumbraban a comer McDonald's. Era cuestión de respeto e ideologías distintas.

Ignoró la improvisada conversación que habían iniciado su media hermana y Greysi, y en cambio, se distrajo mirando hacia los invitados. Aquellos hombres que le habían parecido sospechosos hace unos momentos, extrañamente ahora ya no estaban, o al menos no podía verlos a simple vista, ¿se habían marchado? ¿Tan pronto y sin comer? Se preguntó intrigado, pero antes de pensar más acerca de ello, un golpe sordo y un zarandeo brusco proveniente de la parte trasera de su silla, lo sacó violentamente de su profunda meditación.

Dejó el vaso de coca en la mesa, y luego, se volteó completamente en su asiento para mirar hacia atrás y buscar al culpable de la fechoría. No le costó demasiado encontrarlo. El culpable, no era más que un niño con un aspecto que indicaba que jamás había conocido un peine en su vida, y su vil cómplice, tenía el pelo tan rubio como cierta persona que Nico extrañaba sin querer admitirlo aún.

Cierta persona que no le enviaba mensajes... todavía. ¿Por qué? ¿Qué hace? ¿Dónde está? Ahg, ya, daba igual. Total-mente. Igual. (Sentía ganas de teletransportarse para saber qué demonios era tan importante para no enviarle un miserable "hola" y luego darle un sape en su cabeza de espagueti). Pero no importa. En lo más mínimo.

Nico movió la cabeza y se despejó de aquellos pensamientos. Volvió su atención a los niños, ambos parecían rondar los siete años. Eran lo suficientemente infantiles e inmaduros aún, como para imaginarse que las tenazas que habían robado de unas langostas, eran sus espadas.

El rubio, justo después de haber esquivado un mandoble que le envió su amigo golpeador de sillas, fue el primero que vio a Nico. El niño sintió terror de inmediato, ¡aquellos ojos eran demasiado negros! Le recordó a una de esas películas de terror que su madre le prohibía ver, en donde el demonio poseía a un chico para matarlos a todos. Él realmente creyó que Nico, era algo así como eso e iba arrancarle las tripas. Golpeó a su amigo con la tenaza, pero esta vez para llamar su atención, y luego apuntarle.

- ¡Detrás de ti, Sebas! ¡Cuidado, hay un monstruo de verdad! - Exclamó aterrorizado, por lo cual el otro se giró para verlo y al hacerlo, dio un brinco de espanto. Nico adivinaba que su colosal aburrimiento y ojeras de cansancio, no le daba una cara muy amigable.

- ¡Va a matarnos! - susurró el llamado Sebas, y como un último acto heroico, se puso enfrente de su amigo y apuntó su tenaza-espada contra Nico. - ¡Atrás! ¡No nos harás daño! ¡Tengo una espada y voy a defendernos con ella!

Nico aguantó la risa. A su lado, la amiga de la familia y los demás miembros de la mesa, eran ignorantes completamente a los extraños sucesos de la vida y sus retos.

-¿Ah sí? No me hagas reír-se burló el italiano, para luego, buscar algo en su plato y al obtenerlo, girar de vuelta. -Esto... sí que es una espada, enano. -se jactó, entonces, alzando su propia tenaza (más grande) como presumiendo a Scalibur, y luego, apuntó al niño con ella con gesto retador. -Anda, anda, intenta vencerme...

-¡Sebastián! -su madre llegó en eso, interrumpiendo la diversión de Nico, (quien tuvo que contener un gesto contrariado). La mujer le arrebató las tenazas de sus manos y luego le dio una de esas típicas miradas molestas que una madre te daba al hacer algo malo. El rubio, aprovechó para salir corriendo, dejando a su amigo a su suerte- ¡¿Qué te dije hace sólo cinco minutos?! ¡No juegues en medio de las mesas, molestas a los demás!

- Lo siento mami, -el niño se disculpó, poniendo un mohín enfadado. Nico bajó su tenaza, y se los quedó viendo con rostro inexpresivo por un largo rato, por alguna razón, hasta que la mujer notó su presencia.

-¡Ah! Le pido perdón en caso de que mi hijo le haya molestado, joven. Es como si tuviera ruedas debajo de sus pies, pestañeo y ha desaparecido de mi lado. Lo lamento en verdad. -se disculpó educadamente, sus ojos eran celestes y transmitían afecto, y dulzura. Una madre cariñosa, pero firme, adivinó Nico, distraído.

-No se preocupe... -comenzó el azabache, pero ella ya no le prestaba atención, la mujer se había dado cuenta de que su hijo tenía las rodillas y el trasero de los pantalones llenos de polvo; empezó a limpiárselos inmediatamente, con una mano que parecía que más bien le propinaba nalgadas de castigo.

-¡Mira nada más como llevas tu traje, Sebastián! -farfullaba la mujer, - todo sucio y arrugado, ¡como niño de la calle! ¡Ya verás cuando se lo diga a tu padre y él...

-¿Nikki?

-no te dará pastel si sigues portándote mal, debes obedecer a tu madre...!

-¡Nico!

La voz de su tía Demir lo sacó de un trance en el que ni siquiera sabía que estaba atrapado. Volteó hacia ella, ¿pero en qué momento se había sentado a su lado? ¿Cuándo llegó? Jamás la notó ni la escuchó. La mirada de su tía era cálida y serena a simple vista, pero escondía una chispa de preocupación en sus profundidades.

-¿Estás bien, cariño? -Le preguntó suavemente, a lo cual Nico contestó con un vago asentimiento. - ¿En qué piensas?

-No es nada. -musitó, y desvió su atención hacia su plato, este aún estaba medio lleno, le habían traído una de esas langostas pequeñas y rojas, y había dejado la parte trasera a medio comer, ya que no lo emocionaba tanto terminarse aquel trasero marítimo, cuando aquellos pequeños ojos lo miraban de esa forma tan acusatoria.

A pocos metros, su padre y su nueva madrastra habían empezado a acercarse a cada mesa para saludar personalmente a los invitados, como era la costumbre. Y pronto, llegarían hasta donde ellos también.

-Sabes... -inició su tía con un suspiro, llamando su atención -Es bueno, al fin y al cabo, que tu padre haya resultado tener otra hija casi de tu edad. - en respuesta, Nico le frunció el ceño sin entender. Ella le sonrió con paciencia. -Me refiero a que, desde ahora, ya no estarás tan solo. Tener una hermanita siempre es la salvación de cualquier hombre, despierta su instinto protector desde temprana edad, y además, se harán compañía.

-Supongo... - concedió Nico desinteresado, y al mirar distraídamente hacia Hazel, se sorprendió que la idea no le molestaba tanto como en un principio. Tal vez era la sangre llamando a la sangre, quién sabe, solo que de repente estaba contento de que pronto compartiría la soledad de su hogar, con otra persona.

- ¡Felicidades a los recién casados! ¡Uhuhuhuuuu! - Prorrumpe la árabe a su lado, con ovaciones y silbidos de júbilo al ver que la pareja se acercaba hacia ellos. Una luminosa sonrisa decora su bonito rostro, y rápidamente sus aplausos invitan también al resto a hacer lo mismo. - ¡Oh, Hades! ¡Qué contenta estoy por ti!

Su padre sonríe con afecto al verla ponerse de pie para recibirlos, se acerca hasta ella con un poco más de entusiasmo y la saluda con dos besos en cada mejilla sutilmente, como un digno hombre italiano. En tanto, Marie, se mantiene a un paso de distancia educado detrás de su marido, sin perder la fuerza de su sonrisa en ningún momento.

- Me alegra de que hayas podido venir de tan lejos, sólo para asistir a mi boda, Greysi. No sabes lo honrado que me hace sentir esto. - Le agradeció Hades fervorosamente, para luego, volver a tomar la mano de su esposa e invitarla a acercarse más, mientras lucía una mirada de orgullo. - Te presento a, Marie Leves... - Se detuvo de golpe al darse cuenta del error, y entonces, sonrió aún más ampliamente al corregirse. - Perdón, ella es ahora, Marie Di Angelo. Cariño, ella es Greysi Mukhtar, es una vieja amiga, socia y vicepresidenta de una de mis empresas en Arabia.

- Es un gusto conocerla finalmente, señora Di Angelo, - Greysi responde exultante, acercándose hasta Marie para saludarla de la misma forma en que su padre había hecho con ella. Un beso en cada mejilla.- ¡Es una mujer afortunadísima! ¡Les deseo la mejor de las fortunas!

- ¡Muchas gracias! - Marie ríe contenta, escondiendo distraídamente un mechón suelto detrás de su oreja, - Soy muy consciente de la suerte que me ha tocado - continúa, y Nico contuvo una mueca por tanta cursilería que no terminaba. - Soy tremendamente feliz. Por cierto, espero que los mozos la hayan servido bien, señora, por favor avíseme si necesita algo...

- Oh, no te preocupes. ¡Todo es demasiado perfecto! ¡La decoración, las luces! ¡Oh, ni hablar de la comida! ¿Tú te encargaste de toda la organización? Porque, debo felicitarte sin duda.

-¡Gracias otra vez! Así es, todo esto ha sido parte de mi invención- asiente complacida, elevando un poco más su mentón con altivez. - Ha costado un montón de trabajo al principio, pero el resultado es el esperado. Estoy muy satisfecha a decir verdad.

Sin embargo, apenas había dicho eso, ella miró fugazmente hacia su hija con un leve fruncimiento de cejas de incomodidad, como si esperara a que su hija explotara repentinamente para contradecirle. Pero Hazel evitaba su mirada, y no mostró algún atisbo de haberse dado cuenta. Nico no podía saber de qué podría tratarse, pero, tal vez tenía algo que ver con el olor a cemento de ayer a tempranas horas y el hecho de que no tenían un jardín como era lo usual...

Y de improviso, toda su atención se mueve súbitamente hacia aquellos hombres "sospechosos" que habían desaparecido hace un momento y ahora reaparecían. Pero con nueva carga llevando en sus manos. Dos de ellos llevaban dos estuches de guitarras en las manos. Otro un piano, otro un par de tambores de una batería con una sonrisa entusiasmada añadida, y los tres restantes transportaban los micrófonos. Eran siete, y todos ellos se dirigían hasta el escenario donde comenzarían su show.

¿Así que sólo de eso se trataba? El azabache bufó divertido, mientras dejaba salir un suspiro de alivio. ¿De verdad, padre? ¿Pero qué te ha hecho esta mujer? Pensó, fijándose como su viejo padre se derretía bajo la mirada de su esposa, y recibía gustoso el abrazo y los besos que le daba. A su lado, Greysi carraspeó algo incómoda, pero sonrió de felicidad.

-¿Contrataste a una banda, en serio? - Nico exclamó hacia su padre, su voz reluciendo de incredulidad. - ¿Acaso no había presupuesto para contratar a los mariachis? Por favor no me digas que irás a tomar el lugar de cantante...

-Nikki, no le hables así a tu padre. - Le advirtió su tía, frunciendo los labios con disgusto un segundo, y luego, los extendió en una sonrisa socarrona. - Que solo yo tengo ese lujo de burlarme de él cuando se me antoja. ¿Qué pasó, Hades? ¿La edad te está poniendo blandito? ¿A ver, dónde guardas tu cartita de amor con corazones? - Nico contuvo el impulso de darle los cinco a su tía, mientras su padre a un lado, murmuraba algo como: "Ojalá hubiera explotado un motor de tu jet".

- Cariño... - Se dirigió entonces a Marie, a la par que un hombre vestido con traje ícono de cierto personaje de Rock, se paraba cómicamente frente a su micrófono instalado y carraspeaba para probar el sonido- Una vez me dijiste que te encantaban las canciones de Elvis, que son tus favoritas. Créeme que si tuviera el poder de traer a los muertos a la vida al menos por unos segundos, lo haría, por ti. Lamentablemente yo...

-¡¿QUÉ?! - Nico no pudo evitar soltar una carcajada en ese instante, lo cual su tía acompañó con más fuerza. Ambos estaban a punto de romperse las costillas por las risas, porque jamás pensaron que llegaría el día en que verían a Hades de esta forma. Mientras tanto, todo los invitados habían movido su atención hacia el escenario, donde aquellos hombres se preparaban para tocar, - ¿Acaso trajiste a Elvis zombie de la muerte para que toque en tu boda?

- Dije que no podía- espetó su padre, formando un mohín enojado por su comentario, luego, volvió a dirigirse hacia a su esposa, quien miraba con ojos muy abiertos y emocionados hacia el escenario. - Definitivamente no es Elvis, lo sé, pero... Fue lo más cercano que encontré...

- Oh Hades, - susurró su esposa enternecida, dándole un beso en la palma de su mano con agradecimiento inmensurable. - Es lo más bonito que alguien ha hecho por mí. Lo juro.

Su padre le plantó un beso casto y lleno de amor en los labios, y le dio otra de sus miradas cariñosas que parecían nunca acabarse. Detrás de ellos, el público empezó a aplaudir para animar a los chicos de la banda mientras uno de estos, comenzaba a probar los platillos de su batería.

- Ya quiero verte así todo mandilón y con cara embobada también, Nico, cuando encuentres a tu chica. - Ghalia le dijo al sentarse de nuevo a su lado, comentario que su tía Demir escuchó perfectamente y de ser eso posible, rió con más fuerza aún pensando que había sido una broma. - ¿Qué pasó? ¿Qué dije?

- Nada, solo ignórala. - Nico le respondió entre dientes, pero resultaba muy difícil.

-Hey, katie, katie... - Su tía llamó a su hija, con una voz un tanto escandalosa hasta que ella le prestó atención, dejando a un lado un caracol en su plato con asco. - ¿Escuchaste eso? ¡Dijo Nico con una chica! ¡Me muero!

Entonces, madre e hija se encontraron riendo a carcajadas a su costa sin compasión. Sin un ápice de tacto. Mientras la pobre mujer de Arabia, las miraba sin entender. "Es por esto que odio las reuniones familiares" escupió Nico, hirviendo de rabia en su fuero interno, y ahora con más razón sabiendo que su prima había abierto la bocaza con su madre, y su tía ya sabía de sus preferencias.

- Buenas noches, queridos invitados. - habló el falso Elvis a través del micrófono, con una guitarra blanca descansando sobre su prominente panza de cervecero. - Es un placer para nosotros estar aquí esta noche, en la maravillosa ciudad de New Orleans. - El público bulló de felicidad por eso - Para deleitar a la señora Di Angelo, con un poco de la música del Rey del rock. ¡Tocaremos con el corazón para ustedes! ¡Por que la vida es una sola! -Exclamó con fuerza, a la par que comenzaba con las primeras notas de una canción - Y existe un tiempo para reír, y un tiempo para llorar... Que hoy sea unos de esos dichosos días, en que las risas y las lágrimas de felicidad se mezclen. ¡Felicidad y fortuna a los esposos!

- FELICIDAD Y FORTUNA - Repitieron a coro los demás presentes, incluyendo Nico con algo de mala gana.

- Esta canción te la dedica tu marido con mucho amor, Señora Di Angelo. - Suelta Elvis de pronto, y Nico puede ver el momento exacto en que su padre abre los ojos como platos y se le suben los colores a la cara del bochorno, mientras farfulla desesperadamente "¡Se supone eso no debía decirlo!".

Atascado en ti

Puedes sacudir una manzana de un manzano
Sacude sacude el azúcar
Pero tu nunca me sacudiras

-Pueden pasar a la pista de baile y disfrutar de lo que queda de la noche, señores. - anuncia uno de los presentadores con un micrófono en manos, aunque no hacía falta, la mayoría de las personas ya estaban poniéndose en pie para ir hasta la pista, la mayoría mujeres arrastrando a sus maridos para bailar con ellas.

Uh uh uh
No señor uh uh
Me voy a pegar como pegamento
Pegado porque
Estoy atascado en ti

La música era asquerosamente cursi, pegajosa y alegre para Nico. No obstante, tenía que admitir que el falso Elvis estaba muy cerca de cantar como el verdadero rey del rock. Sin duda, su voz de barítono y esa cadencia seductora que lo acompañaba, lograba llegar hasta la oídos de todos y los impulsaba a pararse o a mover los pies debajo de sus respectivas mesas.

Marie, entre risas cantarinas, fue la tercera en arrastrar a su reticente esposo hasta el escenario para bailar. Las personas les dieron un hueco especial en la pista para que bailaran y fueran el centro de atención de todos. Aquello se veía como una lenta tortura para su padre a leguas, pero aun así, procuraba en formar pequeñas e incómodas sonrisas al momento en que la cámara se ponía enfrente de él para sacarles fotos con Marie.

Nico tuvo literalmente, medio minuto de tranquilidad después de eso. Y pensó iluso, que ahora por fin tendría un momento de paz y serenidad mientras el resto de las personas bailaban ya algo achispados por el alcohol, incluyendo su tía Demir que de alguna forma se había aprehendido a un hombre con traje y mirada seductora; que hacía reírla como chiquilla adolescente.

Estuvo a punto de relajarse. Casi, un segundo le faltó... Pero como siempre, la vida se empeñó a picarle el culo. Y en su interior, se preguntó seriamente si al nacer un demonio le habría escupido para obtener semejante mala suerte.

Marie llegó corriendo hasta él agarrando a Nico desprevenido, con una mano sujetando la falda de su vestido y procurando en no caer con sus zapatos altísimos. Rodeó la mesa y cogió las dos manos de su hijastro sin dudar, obligándole a incorporarse de su silla, por lo cual el azabache no pudo ocultar su estupefacto. Ella sonría tanto, que por un momento, Nico no tuvo el valor de reprenderla.

-¡Ven, ven! - Lo animó, y sin esperar una respuesta, lo jaló hasta llevarlo junto a Hazel, a quien también cogió por el brazo para levantarla de su asiento. - ¡En esta noche, quiero ver a los hermanos bailar y disfrutar de la fiesta!

- ¿Qué? Oh, no, -empezó a negar Nico aterrorizado, no, no, no, no- ¡Yo no sé bailar!

-Solo será un ratito, para una foto nada más. - Le respondió Marie en cambio, sin dejar de tironear de ellos, tanto que la propia Hazel tuvo que fijarse en dónde pisaba.

Mirando al montón de gente que había en la pista improvisada bailando con poca gracia, a cuyo lugar su madrastra lo estaba llevando casi a rastras. A Nico sólo le dieron ganas de desaparecer detrás de una sombra lo más pronto posible. No, no, no, no, no. ¡Él no quería bailar! ¡Él odia bailar y mucho más con tanta gente viéndolo! ¡¿Por qué las mujeres tenían que ser tan mandonas y antojeras? ¡Gracias al cielo no le gustaban!

Llegaron en medio de la pista, Hazel y Nico se quedaron de pie frente a frente, mirándose el uno al otro sin saber cómo proceder a continuación. La música sonaba aún más fuerte en donde estaban y lastimaban los oídos del azabache. Oteó por todo el lugar, buscando una excusa para librarse de este momento tan malditamente embarazoso.

-¡Agarra su cintura, Nico! ¡Vamos, no seas tímido!

-¿Disculpe? - Escupió el azabache, sumamente escandalizado, por lo que se ganó un bufido burlón por parte de su media hermana. - Perdón, er... sabe... Yo, ¡necesito ir al baño justo ahora!

- Oh, vamos. Solo acabemos con esto rápido. - Hazel gruñó impaciente, y acto seguido, agarró las dos manos de su hermano sin pensarlo demasiado; una la puso en su cintura y la otra se elevó a nivel de sus hombros. Nico la superaba en altura, pero justo ahora, parecía que ella lo superaba a él en cuanto a agallas se refiere. - Solo mueve los pies, es uno al costado, otro al frente, bien y... ¡Auch! - ella formó una mueca adolorida. -¿Me has pisado? - no cabía en su asombro. - ¡Apenas y nos hemos movido!

-¡Les dije que no sé bailar! - Explotó el muchacho, soltándola y alejándose de ella de inmediato con una leve cara consternada. -¡Me voy!

-¡Ya traje al fotógrafo! - Lo detuvo Marie al volver con ellos, (se había ido en búsqueda del pobre chico que se movía de acá para allá con su cámara), y ahora los apuraba nuevamente para que ambos volvieran a su posición de baile. - ¡Vamos, vamos! Hazel, agarra a tu hermano, ¡Nico, sonríe! ¡Ahora miren hacia la cámara!

Uh uh uh
Si señor uh uh
Voy a pegarme como pegamento
Pegarme, porque estoy
Atascado en ti

Ambos obedecieron a regañadientes, aunque en este punto, Hazel solamente quería echarse a reír por la cara de sufrimiento que mostraba Nico. Más que sentirse ofendida, ella solo quería sus lápices de colores en este instante, para poder dibujar y plasmar la cara avergonzada del azabache en una hoja blanca. Apostaba que podría valer un montón dólares en el mercado negro, si negociaba con las personas correctas.

-¡Digan Whiskyyyyy! - Les ordenó su madre casi dando saltitos. A lo que ambos contestaron con lo mismo, pero sin tanta exaltación como ella. - ¡Hermoso, se ven tan lindos juntos, mis amores! ¡Ahora tú, ven, quiero otra foto con mi esposo! - dicho eso, se llevó a rastras de nuevo al fotógrafo, esta vez hacia su próxima víctima.

Voy a correr mis dedos a través de tu largo negro cabello
Apretarte mas fuerte que un oso grizzli

Lo intentaron una vez más, Nico trató de coger el ritmo y Hazel intentó salvar sus ya adoloridos pies de los pesados zapatos de su hermano. Sin previo aviso, ella empezó a contagiarse de la música chispeante y movida que cantaba el falso Elvis a través del micrófono, y de pronto, se dio cuenta de que realmente estaba empezando a divertirse por primera vez en la noche. Y se encontró sonriendo, con sinceridad. A pesar de estar siendo lastimada reiteradas veces.

- Auch... - susurró ella cuando él le pisó el dedo meñique, - Auch, - volvió a repetir cuando sintió que su pulgar era aplastado como cucaracha, y entonces, cuando finalmente pareció que Nico había cogido el ritmo... De nuevo le pisó, y esta vez, la mitad de su pie sufrió el infortunio. - ¡Auch! Bien, si seguimos bailando, creo que terminare con más que una uña encarnada, ¿sabes?

-Lo siento. - él le respondió con sequedad, comprimiendo los labios con disgusto. Sus cejas color tinta, se fruncían duramente por la consternación. - Te pagaré el pedicura, ¿feliz?

-No si me dejas sin un pie para el pedicure. - devolvió sarcástica, y para su sorpresa, él realmente sonrió, una verdadera sonrisa con todo y dientes, que por alguna razón, se sintió como un gran logro para Hazel. Llenó su corazón de autosatisfacción.

Ella creyó que era la magia de la música lo que la hizo sentir un extraño y repentino afecto hacia este raro espécimen, con el cual supuestamente compartía la misma sangre. Realmente la descolocó un poco el súbito sentimiento que la embargó; hace tanto que ella no sentía cariño hacia alguien, sin necesidad de una razón.

- Tengo un plan, y descuida, tus pies van a agradecérmelo.

Y antes de que pudiera preguntarle sobre de qué trataba ese plan, ella se encontró siendo jalada de su mano en la dirección en donde estaban sus padres, bailando de una forma improvisada, en medio de la pista. Hades fue el primero en verlos, y atrapó la oportunidad para detenerse y tomarse un respiro de seguir bailando.

Nico tocó el hombro de su madre con algo de timidez, y cuando ella se volteó hacia él, este le regaló una sonrisa que a Hazel automáticamente le dio mala espina.

-Perdona que los interrumpa. - Habló en voz alta para hacerse oír, - pero me acaba de decir Hazel, que le encantaría bailar contigo lo que queda de la canción.

La mano de Hazel que aún sostenía la de Nico, apretó con toda la fuerza que sus delgados dedos podían para mandarle una silenciosa reprimenda, y su madre movió sus ojos hacia ella confusa. Era justificable, Hazel y apenas le había dirigido la palabra estos últimos días.

-Bueno padre, dejemos que ellas, tengan su momento de madre e hija ahora. ¿No te parece?

-Indudablemente. - Corroboró el hombre, visiblemente aliviado, y después...

Padre e hijo salieron huyendo, juntos, librándose finalmente de los bailes vergonzosos.

Escondete en la cocina, en el pasillo
No te va a hacer nada bueno
Porque una vez te cache y te bese
Un equipo de caballos salvajes no podrían separarnos

Hazel se quedó allí parada incómoda en su propia piel, sin poder mirar a su madre directamente a los ojos. Mientras la gente alrededor era feliz bailando con sus parejas, y las luces de colores hacían que sus ojos ardieran. Había niños incluso bailando con niñas sin una pizca de vergüenza. ¿Por qué entonces ella no podía quitarse aquel desagradable sentimiento de encima?

Entonces, la música terminó. Y antes de que Elvis empezará a cantar otra canción diferente. Su madre tan solo giró su rostro hacia ellos y con una señal de sus manos, llamó la atención del cantante.

-¿Sí señora? - Este le preguntó complaciente.

-¿Puedes tocar de nuevo la canción? Por favor.

-Claro que sí. - El hombre asintió cinco veces, - Sus deseos son órdenes, mi señora. Pida lo que quiera, usted es la estrella esta noche.

Y de nuevo, la canción comienza desde cero, y al público no parece molestarle en lo más mínimo. Levantaron los brazos en concordancia, y volvieron a retomar sus pasos de baile, e incluso más personas se levantaron de sus asientos, rindiéndose finalmente a la atracción de Elvis.

-No sabía que esta es tu canción favorita. - Le dijo Hazel, sin lograr ocultar el resentimiento en su voz. ¿Qué clase de familia habían sido para que algo tan simple fuese desconocido para ella?

-Lo es, porque me recuerda a mi infancia y a mis épocas de oro - Marie asintió, mirando al suelo y luego tentativamente hacia Hazel. - Aún me quedan muchas cosas que contarte sobre mí.

Madre e hija se estudiaron atentamente y con suspicacia. Hasta que finalmente, fue ella la que dio el primer paso, la mujer que debía ganarse su amor nuevamente.

-¿Me concedes este baile, hija? - Le preguntó con una sonrisa tímida, y una mano alzada en su dirección.

Dos segundos de duda. Una mueca que hacía alusión a una sonrisa, y entonces Hazel aceptó su mano, y la segunda que le siguió. Marie amplió más su sonrisa, mostrando su dentadura perfecta cual perlas sacadas directamente del mar.

El baile comenzó tímido y cohibido. Como una pareja de novios empezando a conocerse. Pero poco a poco, las dos volvieron a tomar confianza la una con la otra, y pronto ambas estaban bailando como en esas películas viejas que su madre antes veía con ella cuando era niña. Agarradas de la mano, moviendo las caderas, los pies y los brazos, dando vueltas en el lugar.

Y a pocos metros cerca de las mesas, su padre y su medio hermano las veían con abierta diversión, mientras se tomaban una copa de champán para celebrar el escape exitoso. Minos estaba a lado de ellos, siendo un charlatán y una molestia del cual no podían deshacerse. ¿Acaso su padre no podía despedirlo y ya? Él le dije que lo había pensado, pero había casos que era mejor descartar para evitar desastres más grandes. Él no supo a que se refería.

Intenta tomar un tigre del lado de su padre
Así es como el amor nos va a mantener atados

Es el encuentro de una madre y una hija que no se han visto en mucho tiempo y por fin vuelven a estar conectadas para ya nunca separarse. Es el amor de una madre reluciendo una vez más en los ojos de Marie para cobrar fuerza y quedarse esta vez, y es el alivio palpable de la hija que se embebe de aquellos ojos lo que todos pueden presenciar en silencio.

Uh uh uh
Si señor uh uh
Voy a pegarme como pegamento

Hazel se echó a reír cuando su madre hizo un giro arriesgado que casi acabó con ella en el suelo. Marie se unió a ella, y en medio de las risas alegres, ambos orbes dorados se encontraron mutuamente para conectarse por un largo tiempo, en el cual un montón de sentimientos y emociones afloraron, los cuales trataron de transmitirlo, intentando que la otra le entendiera a pesar del silencio.

Pero aquello era imposible, y a veces, las miradas no bastaban. Ella agachó la mirada desanimada, sin poder reunir el valor para decirle su más grande deseo. Las palabras debían ser dichas y utilizadas para remediar lo roto.

Pegarme, porque estoy
Atascado en ti

- Hazel...

Ella levantó la mirada al instante, curiosa por su tono de voz. Su madre tenía una mirada apenada impregnada en su rostro, una llena de remordimiento que tomó completamente desprevenida a su hija por un momento. Ella esperó pacientemente a lo que diría, observando cómo Marie suspiraba y probaba con iniciar con una sonrisita tímida.

- Yo... - Se le escapó una hueca carcajada. - No sé cómo empezar esto... Lamento tanto, tanto, tanto, haber destruido tu jardín, Hazel. Yo... eso no estuvo bien, cariño. Lo siento tanto.- Ella no podía creer lo que había oído, ni que esto estuviera sucediendo. Ella negó con la cabeza, antes de volver a continuar. - Sé qué ni por asomo... soy, una buena madre... - Se relamió los labios nerviosa, y la luz hizo que sus labios brillarán como gemas pulidas. - Sé que no es justificable, pero, tampoco tuve una madre cariñosa...

-Mamá...- inició Hazel, estaba a punto de decirle que ya no era necesario. Con el simple hecho de intentar disculparse, le bastaba, pero ella desistió en detenerse.

- Espera... - Soltó una exhalación, - Quiero cambiar... que cambiemos esta situación entre las dos. Quiero que tú y yo empecemos de cero. Quiero ser como una de esas madres de las películas y ser tu mejor amiga. Yo... - Hazel contenía las lágrimas tanto como podía. - Quiero intentar conocer a mi hija, y que ella intente al menos, tratar de soportarme por más de media hora para conversar sobre lo que se te ocurra.

>>Hemos estado perdiendo tanto tiempo, una década y más, y es en mayoría por mi culpa solamente. Tú eres todo lo que me queda en esta vida, y he estado descuidando lo más preciado que tengo. Es... es ridículo, que seamos tan parecidas, y luego pensar que jamás podríamos congeniar... Estoy harta, y necesito sentirte como mi hija de nuevo, Hazel. Por favor, permítemelo.

-Como si me fuera posible negarme a eso. -Hazel le respondió casi irónica, bajando los ojos hacia sus pies, y notando que algunos de sus dedos estaban rojos y empezaban a hincharse. Sonrió con cariño por eso, aunque no tuviera sentido. -Y tan solo tenías que llevarme a una heladería y comprarme con helado de chocolate madre; y de nuevo iba a ser toda tuya.

Marie rompió en una carcajada, con la felicidad desbordándose de sus ojos felinos, los cuales sólo ayer parecían rocas frías e inanimados, y hoy, finalmente el oro se derretía.

Entonces ellas giran en círculos. Sin dejar de reír, y sonreírse mutuamente con el amor más puro que podían sentir madre e hija la una por la otra. Sus manos están agarradas firmemente, sus brazos estirados mientras dan vueltas en el mismo lugar una y otra vez, hasta que el mareo y la falta de aire por las intensas carcajadas fueron demasiado. Hazel no recordaba ser más fácil que este día, y quiso embotellar la sensación en una botella para tenerla para siempre.

Porque ella bien sabía, que esta clase de felicidad tan pura y rica que sentía ahora, no iba a durar para siempre. Los Dioses nunca serían así de buenos por tanto tiempo. Tal vez empezaría más tarde, ambas peleándose por alguna nimiedad sin sentido, tal vez mañana, regañándose la una a la otra sobre el simple hecho de que vestido debía lucir Hazel...

La felicidad duraba un instante, un momento o una hora; y eso, estaba bien. Estaba muy bien para Hazel, lo aceptaba humildemente, mientras siempre después tuviera de vuelta esta clase de sensaciones tan puras y exultantes.Ella aceptaría el dolor siempre, a cambio de una recompensa como esta: sus pies en las nubes, sus mejillas doliendo por sonreír tanto, sus ojos cerrándose como en un extraño estado de adormecimiento, y calidez.

Acabaron de girar, y luego su madre la abrazó con fuerza como si nunca fuera a soltarla más, depositando besos en su cabeza, y susurrando cosas bonitas como cuando era una niña, y tenía que adularla para que dejara de llorar luego de haberse lastimado la rodilla. Y luego, ella dejó de abrazarla, se alejó de Hazel, pero lo hizo solo para poder mirarla amorosamente, sin soltar todavía sus manos de entre las suyas.

- Te amo, mi hija adorada - Le susurró su madre, con su voz quebrándose en la última sílaba. Sonriendo llena de júbilo, sintiéndose en la cúspide de su vida, y sus ojos brillando con pequeñas lágrimas balanceándose en las comisuras de sus párpados. Luce hermosa, y cálida, como la madre amorosa y atenta que siempre quiso Hazel... Y por primera vez... La tenía, la tendría de ahora en más.

Se quedaron de pie mirándose la una a la otra, y ella sintió su corazón dolerle de tanta dicha, la vida era hermosa, la vida es perfecta y dulce, como algodón de azúcar...


¿Saben? Todas aquellas creencias que dicen, que uno controla su propio destino y todo eso, que puedes decidir y prevenir ciertas cosas, déjame decirte que; es falso. Falso. Un embuste. Un engaño vil y astuto que propagó un completo idiota sádico, porque quería verte bajar las barreras sin el menor cuidado. No lo creas.

No hay mentira más estúpida, consoladora y ridícula que esa. La vida era una perra ingrata, experta en hacerte ilusionar, hacerte creer que eres invencible e imparable, para luego solo estamparte contra el suelo como si no fueras nada. Absolutamente nada. Más que una insignificante mancha en este maldito y miserable mundo lleno de casualidades desastrosas y asquerosas. Sí, es cierto, nuestras decisiones y actos cambiaban el rumbo de nuestras vidas y podíamos controlar a donde ir o a dónde terminar. A veces. A veces podías. Pero aquello solo era una minúscula parte del meollo de la cuestión.

Es cruel. El destino, la casualidad, el universo es despiadado y sangriento y en el más mínimo momento desprevenido...

Sólo un segundo. Solo bastó menos de un maldito segundo. Y a Hazel le pareció ridículo, un INSULTO que el estúpido destino pudiera haber creído que su vida valía tan poco para decidirlo en menos de un segundo. Era una ofensa inmensurable. Un segundo, Dios, no, ¿cómo se atreven romperla de una forma tan sencilla que es incongruente.

No hubo aviso. Ni siquiera el susurro del destino que venía a burlarse de ellas. La música seguía sonando, los demás seguían bailando, la sonrisa de su madre permanecía en su rostro, congelada como en el tiempo para permanecer durante toda la eternidad en su memoria joven hasta que su propia muerte le arrebatara y los convirtiera en más que polvo.

Hazel supo que antes de que su espalda tocara el suelo, que su madre ya estaba muerta. Lo supo antes de caer de rodillas a su lado, mientras todo a su alrededor enmudeció completamente, y sus ojos no podían ver otra cosa que los de ella, aún abiertos, fríos y sin vida. Ni siquiera ella podía explicarse porque dirigió su mano hacia su muñeca para intentar sentir el pulso que ya no existía.

Mientras por el rabillo de su ojo veía, como la sangre salía del agujero en medio de su pecho y florecía como una rosa sangrienta que crecía poco a poco hasta convertir su impoluto vestido blanco completamente de rojo carmín, como los aros de rubíes que sus orejas ostetaban. La bala se había insertado exactamente donde su corazón estaba, y de sus labios sonrientes, caía un hilillo de sangre, que su mano limpió inconscientemente.

Un segundo... Dos segundos... ¿Qué ocurre? ¿Por qué justo ahora? Oh, no, ¿cuándo fue la última vez que le dijo un simple "te quiero"? Ya es muy tarde, un susurro fantasmagórico le dice en su cabeza. Alzó la vista insensibilizada. No sentía dolor. El shock aún no se lo permitía, y se aferró fuertemente a ella como lo hizo con su madre hace unos minutos para que el dolor jamás pudiera tocarla, no obstante, no funcionó.

No cuando se encontró con la atónita mirada de su padre, y la copa que caía en cámara lenta de sus manos hasta hacerse añicos en el suelo, a la misma velocidad que al destino le permitió arrebatarle lo único que tenía.

Fue la mirada de su padre lo que le confirmó que esta era la realidad. Era una realidad más ahora en su vida. Y es horrendo. Sintió que los pulmones ya no le servían, el aire no entraba en ellos, ni su corazón parecía funcionar correctamente. ¿Estaba bombeando tan rápido que ya no lo oía? O se había detenido, al ser desgarrado por la realidad que parece estar bofeteandola reiteradas veces contra su rostro, pálido, e impregnando de una expresión incrédula y cruda.

El caos se desató finalmente entre los invitados cuando vieron a su madre muerta tirada en el suelo, con sus manos manchadas de sangre porque en algún momento que no recordaba había intentado detener la hemorragia aunque era inútil, en un cuerpo ya vacío de un alma. La música se detuvó, pero Hazel no lo notó porque desde hace rato sólo podía escuchar un largo y fuerte pitido.

¿Dónde? ¿De dónde vino? Miró por todas partes. ¿Quién fue? No supo porque miró el cielo, claro que no fue un entidad poderosa. Ellos no eran tan importantes. Entonces, ¿quién? Por fin lo vio, en el balcón de su habitación, se trataba de un hombre nada más, el que ha decidido a jugar a ser Dios para arrebatar una vida. Utilizando un arma, un rifle, un francotirador que ahora la apuntaba a ella.

Hazel era la siguiente.

Ella no se movió, esta bien, se dijo repentinamente, sintiéndose en paz. Esta bien si muero. Déjame irme también. No quiero seguir moviéndome en esta tabla de ajedrez, en donde los peones son sacrificados con nada más que un vago pensamiento, yo no deseo zigzagear en esta tabla, esperando a por mi turno.

Imitador de Dios, por favor, mátame también.

Porque después de todo ella ya se sentía muerta, simplemente que su cuerpo todavía no se enteraba.

Entiérrame junto a ella, por favor.

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Me he dado cuenta de varios comportamientos míos cuando escribo.

1- Qué cuando algo no me gusta o me desagrada. Chasqueó mi lengua, fuerte, y luego lo borró completamente. Como diciéndome, "vamos que pavada". Esto sucede más de 20 veces hasta que me satisfaga lo que escribo

2- cuando voy cansádome o llegó a mi límite, pasó una mano por mi pelo varias veces, lo repaso, lo peino, lo sujeto. Esto es como: vamos, déjalo, seguimos más tarde o mañana, ¡estamos cansadas! ¡basta, coño, ¿quieres morir? 😂

3- Cuando olvido una palabra, chasqueó los dedos hasta que me venga a la mente. Cómo: pronto joder, dame la palabra o un sinónimo, puto cerebro.

4- algo me gusta demasiado: me levantó de donde estoy sentada, y dramatizo.

¿Qué porque lo digo si no es importante? No lo sé, solo quería compartirlo ok? :"v

Por si tengo lectores que no leen Instituto (esos aún existen?) Aquí de nuevo, presumo de esta hermosa obra de arte hecha por la tamentosiiiisisisisisiisizisisiizizisisima justafanfangirling

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