Tres favores al Ángel

¿Cómo obtendría la costosa atención de Nico Di Angelo?
Simple. Estando al borde de la muerte, arriesgando y confiando en él. Realizando un acto de confianza. Solo de esa manera, él se molestaría a echarme un vistazo. No había otra forma de que él notará mi persona. No la había.

Tan solo, dándole la cara a la muerte.

~~~~

- ¡WILL, SAL DEL CAMINO RUBIO OXIGENADO! - Me gritó Lou, mirándome con los ojos como platos por mi acto de locura, se acercó hasta mí para estirarme del brazo, pero me planté en mi lugar seguro de mi mismo. - ¡¿Qué piensas que haces?! ¡Te van a atropellar!

La empuje fuera del camino, (Lou me miró indignada) indicándole a Cecil con un gesto, que se encargara de ella. Afortunadamente, me hizo caso, sujetó a Lou de los brazos y la mantuvo alejada de mí, sin cuestionarme. O confiaba demasiado en mí, o quería verme hecho papilla en el suelo. Con el último comentario que me había lanzado, ya no estaba seguro de algunas cosas.

- Will, espero que sepas lo que haces... - Inició diciendo Cecil.

- Sé lo que hago. - Contesté de sopetón, con mi corazón desbocado, observando como aquel lujoso coche se iba acercándose a gran velocidad. - O al menos espero saberlo...

El ronroneo del auto, se hacía cada vez más fuerte, incluso creí notar que había acelerado más, que frenar un poco. Como si el conductor estuviera desafiándome, algo que podría no estar muy lejos de la realidad. Esto era malo, un montón de escenarios muy dolorosos empezaron a crearse en mi mente, pero ninguno de ellos fue lo suficientemente aterrador como para sacarme de en medio. 

- Bien, Will, ya probaste que eres valiente, ¡SAL del camino! - Exclamó Cecil nervioso, alternando su mirada en mí y al coche velozmente. -¡SAL DEL PUTO CAMINO!

Diez metros, cinco metros... Hola señor sarcástico, saludé mentalmente, en un efímero segundo el cual aproveché para clavar mi mirada a través del parabrisas polarizado, donde él estaría conduciendo. De alguna forma, creí haberle escuchado soltando un improperio a mi persona. Entonces, en la última oportunidad que le quedaba, frenó, girando un poco el coche de costado para evitar atropellarme, ya que se había acercado demasiado.

Solté todo el aire que no sabía que estaba conteniendo. El alivio fue tan grande, que casi me dejo caer de rodillas en el suelo. Lo hubiese hecho, de no ser porque aún me quedaba otra batalla por luchar. Oí la puerta abrirse y cerrarse con brío, le di la cara a la muerte, y este me devolvió la mirada furioso.

- ¡¿Qué diablos te sucede?! - Me siseo Nico, acercándose hasta ponerse delante de mí, mediante largas zancadas. Me dio un empujón en el pecho con una sola mano, haciendo énfasis en lo que decía.- No me equivoqué respecto a ti, desde el primer día en que te vi... No tienes ni un poco de consideración, por tu propia vida.

Traté de ignorar el salto de felicidad de mi corazón, al oírle decir que me había estado mirando desde hace mucho tiempo antes. Lou y Cecil, se acercaron detrás de mí como dándome apoyo moral, pero sin intervenir, les agradecí por lo último. Solo yo podría tratar con este raro espécimen.

- No te hubieras detenido de otro modo. - Le dije sin aire, la cercanía entre nosotros, me hacía temblar imperceptiblemente de placer. No quise profundizar demasiado el porqué, la razón me asustaba, y mucho.

- Cierto. - Afirmó, entornando los ojos, y echando un rápido vistazo hacia mis silenciosos amigos. - Aún así. Fue una apuesta arriesgada.

- Todo lo referido a ti resulta arriesgado. La persona que pasará el resto de su vida a tu lado. Debería saberlo, y empezar a acostumbrarse.

- Le diré cuando lo vea. - Me dijo, esta vez, usando un tono de voz más calmado, y extraño para mí. - Entonces, ¿me dirás el por qué de tu repentino acto de suicidio?

Me quedé un momento en blanco mirándolo, las luces de su auto creaban sombras sobre su rostro, destacando sus afilados pómulos, y el atractivo contorno de sus labios perfilados. Este chico había sido creado hasta para seducir a las sombras. Alzó una de sus cejas con gesto burlón, y me di cuenta que lo había estado acosando por mucho tiempo en silencio, carraspee y me apresuré a decirle.

-El escarabajo de Cecil fue a mejor vida. En buen momento. - Le conté, bufando de fastidio. - ¿Puedes...?

- Espera... - Me interrumpió, pasando fugazmente un dedo por sus labios, para borrar una sonrisa irónica. - Te pusiste en peligro de ser atropellado. ¿Solo para que me detuviera? - Alzó sus dos cejas sorprendido. - ¿Sabes que pudiste tan solo haberme hecho señas, o sacar el dedo para detenerme?

Abrí mis labios, y ni una palabra salió de ellos. Oí a Cecil susurrar un bajo, "Te lo dije". Seguido por un quejido de su parte, adiviné sin echar un vistazo, que Lou le había dado un codazo para que mantuviera la boca cerrada. Sentí mis mejillas calentarse por la vergüenza, ¿era difícil de explicar, okay? Él jamás lo entendería.

- ¿Todos los miembros de tu familia, son así de exageradamente dramáticos como tú? - Preguntó Nico, luciendo verdaderamente intrigado. Aparté la mirada, recordando involuntariamente a mi padre.

~~~

- ¡Mi camisa favorita esta arruinada! - Lloraba Apolo de rodillas frente al lavarropas, erróneamente, Kaila había metido sus medias rojas en él. Y ahora, en vez de una camisa cool, tenía una camisa rosada y mal mezclada. - ¡¿POR QUÉ TODO LO QUE AMO TIENE QUE DEJARME?! SÓLO MÁTENME. ODIO MI VIDA, ODIO ESAS MEDIAS Y A ESTE ESTÚPIDO LAVARROPAS.

-DÉJALO IR. -Estiraba a mi padre de sus caderas, para que dejará de abrazar el lavarropas y no se electrocutara de paso. - ¡O lo sueltas, o te meteré la cabeza dentro del lavarropas, si tanto quieres estar con tu amor perdido!

- ¡NOOO, ERA IMPORTADA DE TURQUÍA! - Entonces yo grité, mi padre gritó, Kaila gritó de horror al vernos haciendo cosas raras. Y luego mi tía Artemisa entró, con un cinturón para devolvernos la cordura. Fin

~~~

- Tal vez un poco. Lo normal de todas las familias. -Contesté fingiendo desinterés, luego, me apresuré a añadir e ir al grano. - ¿Entonces...?

- Claro. - Me interrumpió antes de que terminara, y sonriendo de una manera, que no me dio buena espina. - Pero, me deberás un favor.

- Bien. - Rodé los ojos. Miré a mis amigos, rebosante de alegría. ¿Ven? No es tan malo como creen, les envié silenciosamente. - Cecil, Lou...

-Ah, no. - Antes de que incluso hubiese dado los dos primeros pasos hacia adelante, Nico me detuvo poniendo una mano en mi pecho. - Un favor. Por cada persona. - Recalcó lentamente, hasta que mi cerebro logró procesar la información. - Sí quieres que lleve a tus amigos, me deberás tres favores.

¡No podía creer tal grado de desfachatez! Quité su mano de mi pecho de un tirón, y lo fulminé, sin importarme que sus ojos fueran tan profundos y cautivadores, como dos retazos del cielo oscuro.

- ¡Esto es chantaje! - Le reproché indignado, él apenas y se encogió de hombros, despreocupado. - ¡Y me estás estafando! ¿Te encanta que las personas te deban favores no es así?

- No sabes cuánto. - Confesó. - Me hacen sentir seguro.

- ¿No podemos nosotros deberte ese favor? - Exclamó Lou escandalizada, aún así, intentado apelar por su solidaridad, ya que no nos quedaba de otra, no sabíamos en que momento pasarían las patrullas por el camino.

- Qué ustedes me deban un favor no me interesa. - Le contestó sin titubear, mirándola fijamente con petulancia. - Todo depende de la caridad de su amigo. O lo toma, o me largo. - Se dio la vuelta, dirigiéndose a su coche como para irse. - Tal vez puedan intentar arrastrar el escarabajo con un par de vacas. Suerte.

Mierda. Ese negociante embustero. Doble cara, con dobles intensiones. Creyéndose la gran cosa con su irritante y ligero acento italiano. Di un pisotón al suelo, frustrado, y luego hablé apresuradamente antes de que pudiese pensar en las consecuencias.

- De acuerdo. Tres favores al Di Angelo. Puedo hacerlo. - Solté, restándole importancia con un gesto de mi mano. El italiano abrió su puerta, y recostó su brazo en el techo del auto, mirándome con diversión mal disimulada. - Pero nos llevamos al escarabajo.

Cinco minutos después, Cecil y yo logramos colocar el gancho en la parte delantera del escarabajo, y enlazarlo en la parte trasera del BMW. Para que este pudiera arrastrarlo consigo, Cecil le dio varios arrumacos a su bebé, y luego ambos subimos al coche de Nico. Quien ya nos esperaba dentro con rostro malhumorado.

- Deberían ser cuatro favores, por también llevar el escarabajo. - Dijo, entrecerrando sus ojos, descontento.

- Debería, pero... Dijiste personas, no cosas. - Me burle de él, aprovechando la deliciosa oportunidad de hacerlo. - Mejor suerte para la próxima.

Bufó una risa seca, y sin perder más el tiempo, arrancó el BMW y condujo a una velocidad no recomendable, para estar llevando a un escarabajo detrás de nosotros. De vez en cuando, mis amigos y yo, saltábamos en nuestros asientos, cuando pasaba encima de algunos desniveles en la ruta.

- ¿Seguro que sabes conducir? - Inquirió Cecil, irritado, luego de haberse golpeado la sien contra la ventanilla.

- Sé hacer un montón de cosas. - Contestó distraído, mientras a la distancia, observé el momento exacto en que un rayo caía en medio del campo, y rompía el cielo con un trueno escandaloso. - Zeus esta enojado. - Bromeó Nico, mirándome por el rabillo de sus ojos.

- Pensé que apenas hablabas el inglés. - Continuó diciendo Cecil, ignorando el retumbar de los truenos. - Ya que nunca te he oído hablar mucho, o siquiera saludar amablemente...

"Oh, no, no vayas por ahí, Cecil". Lo regañé silenciosamente, enviándole una mirada censuradora detrás de mí asiento. Este me respondió alzando una ceja con descaro, Lou optó por ignorarnos a ambos.

- Qué no me parezcas lo suficientemente interesante como para dirigirte la palabra, no significa que no sepa hablar. - Respondió el italiano, con un suave tinte de arrogancia en su voz, y mirándolo a través del espejo retrovisor. - Además, el inglés no es el único idioma que manejo perfectamente. -Continuó, alzando ligeramente su mentón. -  También hablo con fluidez el alemán; el español, el japonés, algo de francés y un poco de árabe. Y por supuesto, mi idioma natal.

Cecil quedó completamente mudo, después de esa poderosa respuesta. Me concentré durante todo el camino, en tratar de contener mi sonrisa socarrona. Tapando mis labios con una sola mano, dejé escapar una fugaz sonrisa, causada por aquel chico sarcástico y filántropo, quien siempre parecía tener un haz bajo la manga.

●●●●

La señorita Drew Tanaka, se encontraba sentada en una silla desplegable a pocos metros del lago. Sobre ella, (para evitar que se mojara en caso de que volviera a llover), colocaron una sombrilla de gran tamaño. Tenía una copa de vino en una mano, y en la otra, su celular. Avisándole de la nueva tendencia primavera - verano del año.

El oficial Jack White, alzó una ceja burlona de forma imperceptible al ver tan relajada a la sospechosa, como si él no representará ningún peligro y simplemente fuese, como otro vendedor ambulante. Cuando llegó a estar enfrente de ella, la chica ni siquiera se molestó en alzar la mirada de su celular, así que carraspeo levemente y habló.

-¿Señorita Tanaka? - Comenzó saludando, y vigilando por la comisuras de sus ojos, a los dos escoltas que tenía detrás de ella. Dos hombres altos y robustos con rasgos europeos.- Buenas noches.

- Oficiales. - Saludó cortante, sonriendo apenas de manera fría. - ¿Qué se les ofrece caballeros? ¿A qué debo su inoportuna visita? - Inquirió, dirigiéndose también a sus compañeros oficiales que respaldaban sus espaldas.

- Recibimos una llamada de un invitado de su misma fiesta, señorita Tanaka. - Prosiguió el oficial White, cuidando de sus palabras y manteniendo una mano precavida sobre la funda de su arma. Sabía por rumores quién era ella, conocía "algo" de su padre, no hubiese venido, si sus jefes no lo hubieran obligado. - Diciéndonos, que habían estado suministrando y vendiendo droga a sus compañeros de instituto. Hemos venido de inmediato, a cerciorarnos por supuesto, de que la noticia sea falsa.

- Vaya, ¿lo que uno hace por envidia, no oficial? - Echó una risita, dejando su copa de vino en su mesita para finalmente, mirarlo con sus penetrantes ojos oscuros. En ellos, no había ni un atisbo de temor. - Los invito a mi casa, les doy de comer y beber, y ellos me apuñalan por la espalda, ¡Inventando calumnias de mí!

El oficial White, sonrió mecánicamente, quería irse a casa y tomar una buena taza de té con su esposa e hijos. Así que, dejando de lado las típicas adulaciones y las malas actuaciones, prosiguió a lo que había llegado.

- Tenemos una orden de allanamiento, señorita. - Fue al grano, sacando un papel de dentro de su chaqueta para mostrárselo. - Me temo que debemos inspeccionar su casa, y asegurarnos de que esas "supuestas calumnias", sean verdaderamente falsas, espero me perdone, pero su reputación no le favorece.

La chica agarró el papel de sus manos, con una lentitud desesperante. Lo leyó atentamente, cruzándose de piernas y moviendo su pie de izquierda a derecha distraídamente. El oficial White mientras tanto, por el rabillo de sus ojos observó las cortinas de la casa moverse sigilosamente. De cada una de las ventanas de la casa, apenas les prestó atención, pensando que se trataba solo del viento.

- Ya veo que vinieron preparados, pero no del todo. - Se mofó la asiática, ladeando tiernamente su rostro de porcelana. Entonces, estiró un brazo, con la palma abierta de su mano en dirección a uno de sus guardias, como pidiéndole algo. - Dígame, oficial White... ¿Cuántos son?

- Diez, incluyéndome. - Respondió muy confuso, mientras observaba al guardia sacar un encendedor de su bolsillo trasero. -¿Por qué?

Drew encendió el encendedor, el fuego iluminó su rostro y delante de todos ellos, sin temor de los oficiales. Quemó la hoja, que constaba un permiso de allanamiento. Dejó caer el documento en el suelo mientras el fuego lo consumía, ignorando la perplejidad de Jack White. Y de los policías que estaban a pocos pasos de ellos, preparando sus armas inmediatamente, pero de igual modo, con demasiada lentitud.

- Nadie te avisó, ¿no? - Le dijo en tono cómplice, sonriendo seductoramente y acariciando su proporcionando muslo, con uno de sus dedos pintados en carmín. - Debieron haberte advertido... Lo siento.

- Diez hombres - Habló el guardia de seguridad detrás de ella, a la par que sacaba su pistola en un veloz movimiento y le apuntaba el rostro. -Debiste traer más.

No lo logró, cuando el oficial White había sacado la pistola de su funda, su cuerpo ya caía hacia atrás con una bala en la frente. Ni siquiera hubo oportunidad para los demás, ni para huir en sus patrullas, porque los esbirros de Drew ya se habían encargado de arruinar los neumáticos.

Murieron uno a uno, dando guerra y otros de forma humillante. Y Drew Tanaka, no apartó la vista de aquel hermoso espectáculo en ningún momento, ni siquiera pestañea, con la cantidad de disparos (con silenciadores) que salían de la ventana mediante los guardias parados allí mismo.

El césped se tiñó de rojo, haciendo juego con el vestido de la señorita y sus uñas pintadas.

~~~

El aire apestaba a plomo y a sangre fresca a su alrededor. Una fragancia a la cual estaba más que acostumbrada, desde que aparecieron los primeros hombres a intentar masacrarlos, en su propia casa, en Japón, cuando tenía tan solo seis años. Sé lo que están pensando. ¡Pobrecita de ella! Pero no, no sientan lástima. Ya que la pequeña niña, en aquellos tiempos, bien que había disfrutado del espectáculo repleto de matanza.

Cruzó el jardín tranquilamente, caminando con elegancia y soltura; como si fuese participe de una pasarela, y los cuerpos llenos de plomo desperdigados a su alrededor, fueran su público silencioso. Fue pura suerte, que la asiática no se hubiese resbalado con la sangre de algunos. Una extraña suerte de su parte.

- ¡Arranca, arranca! - Pedía el copiloto con voz temblorosa al conductor de la patrullera, sujetando su hombro lleno de sangre. Le habían acertado. - Demonios... Kile

Demasiado tarde, los delgados dedos de Drew acariciaron el capó del auto al pasar delante de él. Para finalmente, llegar hasta la ventanilla del conductor. La sonrisa de aquella muñeca de porcelana, era idéntica a la de un diablillo aflorando en su disfraz de ángel.

- Buenas noches, oficiales. - Saludó con voz melosa, posando sus brazos sobre la ventanilla y adoptando una pose bastante parecida a la de una prostituta que intenta negociar sus servicios. - Me temo que no tienen invitación para esta fiesta, por lo cual, lamentable, tendré que pedirles que se retiren.

Ninguno de los dos oficiales, (los únicos vivos de entre los diez que habían llegado) dijo absolutamente nada para contradecirle. Se mantuvieron callados y atentos a la orden de aquella muchacha, e incluso a más de uno, le pareció absurda tal situación. A más de uno, de aquellos guardias de seguridad aún posicionados detrás de los árboles y las ventanas, listos para disparar ante una segunda orden.

- ¿Me haces un favor? - Le preguntó Drew casi en un susurro, acercándose a su rostro para hablarle a centímetros de sus labios. El oficial asintió, tragando saliva en silencio. - Ve y dile a tu jefe, "Que Drew Tanaka, le manda saludos. Y que pronto le enviará los recursos necesarios para que pueda hacer su trabajo de siempre".

-Está bien.- Volvió a asentir el oficial, con su rostro lleno de sudor por la ansiedad. Era casi absurdo, su terror ante aquella pequeña chica endemoniada, pero justificada. - Lo haré, lo prometo.

Drew le sonrió complacida, luego, desvió su mirada hacia el copiloto de su costado que perdía sangre silenciosamente, y después, miró al primer guardia que había sido responsable de haber disparado al primer oficial, llegar hasta la ventanilla del herido. La asiática se dirigió a él con ironía.

- Federico. - Nombró, refiriéndose al hombre que apuntaba, ahora, al copiloto en la sien. - ¿Cuántas personas se necesitan para enviar un mensaje?

- Uno, señorita. - Contestó con una voz carente de emoción. El copiloto dejó de presionar la herida de su hombro, y miró al frente con toda la dignidad que podía, aceptando lo que venía ahora. Escuchando el clic del seguro desactivarse.

- Exacto. - Respondió Drew complacida. Acto seguido, el guardia disparó en la sien del hombre, y este cayó contra el conductor sin signos de vida.

El policía observó con horror y la respiración entrecortada, el hoyo que la bala había creado en su sien, de la cual salía chorros de sangre fluctuantes. Eso fue todo lo que necesito el oficial de policía para darse cuenta, que por primera vez. No era como le habían prometido. Que varias veces como en esta ocasión, su jurisdicción valdría una mierda, y que sería sometido por una niñita con complejo de mafiosa.

Pero a fin de cuentas, con los hombres y el poder necesario para lograr su cometido. Después de todo, él no podía volver a articular ninguna palabra. Podrían llamarlo cobarde, lo aceptaría, pero sus hijos... Lo esperaban en casa y sí debía mentir para sobrevivir y mantenerlos a salvo. Lo haría sin dudar dos veces de nuevo.

El oficial dejó que dos guardias de seguridad de la asiática, sacarán el cadáver (que alguna fue su compañero) del coche. Apenas lo hicieron, el auto, como una cruel ironía, arrancó de inmediato, listo para sacarlo de allí. Con una última mirada dirigida hacia la asiática que ahora se alejaba hacia la casa, aceleró, y fue con un objetivo en mente.

Besar a sus hijos y a su esposa, y rezar porque nunca volviera a ver aquel rostro delicado y monstruoso, de una belleza absurda.

- Señorita Tanaka, su padre está al teléfono. - Le informó uno de los empleados de seguridad de su padre, utilizando una voz baja y dudosa. - ¿Tomará la llamada?

- ¡Pero por supuesto que sí, idiota! Tengo que contarle la tremenda fiesta que he montado en la quinta. - Refutó la asiática, a lo que siguió con darle su palma abierta en una orden silenciosa, el hombre entendedor, colocó el teléfono en su mano y ella se lo llevó de inmediato hasta su oreja. - ¡Hola papi! ¡Tengo tantas cosas que contarte!

- Hola mi princesa. - Le contestó la cariñosa voz de su padre, la cual estaba ronca por el constante exceso del tabaco. - ¿Qué tal te ha ido en tu fiesta...?

Apenas su padre había terminado de hablar, Drew se apresuró a parlotear todas las cosas maravillosas que había hecho, mientras tanto, dos de sus esbirros se acercaban lentamente hacia ella, trayendo cada uno, (a punta de pistola) un oficial de policía herido pero vivo. (Al parecer si hubo sobrevivientes).

Los hicieron arrodillarse en el césped, y los guardias esperaron pacientemente, a que la jovencita terminara de hablar. El cielo siguió relampagueando, pero las nubes ya estaban retrocediendo, dando por finalizado el repentino aguacero.

- Todo resultó espléndido. ¡Tenemos un montón de nuevos clientes, papi! Deberías haber visto la cara de desesperación de algunos, cuando les decía que ya no había droga. - Contaba Drew con tono agudo por la emoción. - ¿Ya ves? Te dije que esta iba a ser una buena inversión, todos ellos son críos de millonarios, y conseguir el dinero no será ningún problema para ellos. ¡Ya verás como vendrán suplicando en casa todo el verano, para que les siga suministrando el opio!

- Muy bien, cariño, pero veremos los resultados más adelante. No te precipites. - El choque de bolas de billar se oye al fondo del teléfono, y eso fue suficiente para que Drew supiera que su padre estaba en las vegas, seguramente completando otros negocios. - Ah, por cierto, el propósito de mi llamada... El padre de los Thompson me ha llamado muy alterado hace un momento, (ese enano desesperado) sus hijos le dijeron que estuvieron a centímetros, de ser atrapados... ¿Tuviste algunos problemas con la policía, Drew?

- Sí, un idiota los llamó y llegaron las patrullas a la casa de Campo. - Admitió la asiática con fastidio, moviendo su lengua en el interior de su mejilla incómoda, luego, su voz retorno a la alegría. - Pero, estarás muy contento, papi. ¡Me encargué de todos ellos! Todo está solucionado ahora, no hay de que preocuparse.

- Estoy tan orgulloso de ti, mi querida princesa. - Gorjeo de risa su padre, Drew casi pudo imaginarse su rostro lleno de orgullo, como siempre cuando se enteraba de sus travesuras. - Sabía que podrías con este trabajo. - La voces se alzaron detrás del teléfono, y Drew escuchó a su padre, gritarles, que le dieran unos segundos más. - ¿Hay algo más de lo que debo estar informado?

Drew se sentó en uno de los sillones que estaban colocados alrededor del jardín, descansó sus piernas sobre la mesita de enfrente, y suspiró hondo rodando los ojos, al recordar a cierta personita con 99% de sarcasmo y 1% de gentileza en su cuerpo.

- Sí, el primogénito de los Di Angelo ha estado aquí. - Soltó con voz arrogante, para tratar de ocultar que estaba pichada. - Solo unos minutos, como para dejarme en claro su posición frente al resto... Es un maldito.

- ¿Di Angelo? - La voz de su padre se tornó repentinamente seria, y luego, se apresuró a añadir. - ¿Y bien?

La pregunta estaba implícita, Drew chasqueo la lengua hastiada, conteniendo un chillido caprichoso. Una vez más, tenía que obligarse a darle, la misma respuesta de siempre a su ilusionada padre.

- Ya sabes, papá. - Le contestó, frunciendo sus labios con disgusto. - Nada, ya lo he intentado todo con él. Simplemente no le gustan las chicas.

- Esa mierda de marica. - Bufó. - Bien, me tengo que ir, hablaremos de esto otro día. Cuida tus espaldas, cariño. Daisuki.

- Daisuki. - Colgó el teléfono, luciendo una brillante. - Sayonara, otosan.

Colgó el teléfono, giró al oír el llamado de uno de sus esbirros, la chica observó a los pobres sobrevivientes arrodillados en el suelo, esperando por una clemencia que no existía en ella. Alzó sus manos, con las palmas abiertas a la altura de sus pechos, en un gesto interrogante.

- ¿Qué significa esto? - Demandó a sus esbirros con voz altanera. Ambos se miraron automáticamente, y el más valiente le contestó.

- Son los que han sobrevivido del tiroteo...

- ¿Y bien? - Elevó su voz con ironía. - ¿Les doy asilo y cama en mi casa?- Drew miró a esos pobres hombres, ellos estaban lastimados, con ojos suplicantes para que los dejarán libres. Pero cuando ella sonrió enfrente de ellos, ambos policías pudieron presenciar los atisbes de crueldad y satisfacción al decir las siguientes palabras. - No me sirven. Mátalos. - Dijo, luego agregó. - No con las pistolas, suficiente ruido hemos hecho por hoy.

Existe una leyenda que cuentan los indios del sur, que justo antes de morir. La muerte se acerca a ti. Te sostiene con su helada mano, y te deja insensible para el dolor que llegaría. Los dos sicarios, se apresuraron a buscar dentro de sus sacos. Cada uno sacó una navaja de doble filo, que inmediatamente besaron los cuellos de aquellos dos policías que rogaban piedad, a la pequeña asiática con placeres sádicos.

Fue un corte rápido, las hojas afiladas pasaron por sus cuellos con tanta facilidad, que fue como si los hombres hubieran cortado mantequilla en vez de las gargantas de los policías. La sangre inmediatamente ahogó sus voces, y se escurrió de sus cuellos hasta manchar sus uniformes y salpicar el césped.

Los dos cuerpos cayeron sin vida a sus pies, y Drew Tanaka aplaudió con gozo, y ordenó que le dieran monedas de oro a esos dos esbirros por el trabajo tan bien hecho.

- ¡Quémenlos! - Chilló con voz mandona, sonriendo encima de su copa de vino. Zapateando los pies contra el suelo, como un niño travieso. - Hagamos la fogata más grande que todos los campamentos juntos pudieran hacer.

- Sí, señorita Tanaka. - Asintieron sus hombres, y acto seguido, empezaron a cargar y jalar los cadáveres que estaban desperdigados por todo el jardín, hasta amontonarlos cerca del lago. Uno encima del otro como si se tratarán de un montón de carne desperdiciada.

Un padre, un hijo, un tío, un hermano, de alguien. Cada uno de ellos habían poseído una vida, que jamás podrían volver a recuperar. Arrebatados tan fácilmente por las pequeñas manos de una asiática, con los poderes necesarios para tener el mundo a sus pies.

- Qué fabulosa fiesta. - Musitó Drew, reflejándose en sus ojos las llamas ardientes y elevadas que los cuerpos creaban. Y sin previo aviso lo recordó.

Recordó a ese maldito Nico Di Angelo, citándola en un cuarto de motel a las afueras de la ciudad, entrada la noche. Había estado tan emocionada. Se había puesto su vestido más corto y atrevido, pensando que por fin el muchacho había caído en sus redes de seducción.

Finalmente, pareció que podría controlarlo a su antojo, y por efecto, a la familia Di Angelo. La familia más poderosa, dentro del mundo de la mafia en Italia. ¡Su padre estaría tan orgulloso! Pero entonces, ella abrió la puerta de aquella habitación, donde Nico le había dicho que la esperaría... Y los vio, su bolso se cayó de sus manos de la impresión.

-¡¿QUÉ SIGNIFICA ESTO?! - Vocifero Drew, al descubrir a su primo de rodillas frente a Nico di Angelo, haciéndole ciertos favores a su miembro. -¡Arata! ¡¿Qué demonios estás haciendo?!

No podía con su propio estupor, su rostro se había arrugado por el desmesurable horror. Su primo se puso de pie de un salto, tapándose sus propias partes con temor. Nico Di Angelo, era el único que estaba imperturbable dentro de la habitación, incluso parecía algo divertido con toda la escena.

Pero por supuesto que lo estaría, se le ocurrió a Drew, si él lo había planeado al fin y al cabo. Para que los viera de este modo. Era más que obvio.

- ¿Ahora ya lo entiendes? - Le dijo el italiano, dejándose caer sentado sobre la cama, con una sonrisa taimada. - Solo para aclarar. Ni aunque hubieses nacido hombre... jamás serías mi tipo.

Drew gritó iracunda allí mismo, no podía hacer nada más que eso. La asquerosa sensación de humillación, fue un veneno que nubló sus sentidos, y sacó su pistola para disparar, reiteradas veces a su primo Arata en el pecho. Hasta matarlo irremediablemente.

-Tú... Me las vas a pagar... - Gruñó la asiática, apuntándole a Nico después de acabar con Arata, como si pensara en dispararle ahora.

-Puedes intentarlo. - Se encogió de hombros, entornando los ojos en su dirección, con astucia. - Pero que sepas que, antes de que aprietes el gatillo, una bala ya estará atravesando tu cráneo.

Inmediatamente, Drew viró su rostro detrás de ella para comprobarlo, y efectivamente, Nico tenía razón. Caronte ya se encontraba allí, apuntándole, justo en medio de sus cejas, con una gélida mirada cubriendo sus ojos.

- Cual de las dos armas dispara más rápido. - Susurró Caronte. - Averiguémoslo "japonesita". - La asiática tragó saliva intimidada, ¿cómo se había movido tan rápido, para ponerse detrás de ella sin que se hubiera dado cuenta? Ni siquiera había escuchado algún susurro de sus pies moviéndose contra el suelo.

No cabía duda, de que este tipo era de temer. Un asesino profesional. Diferente al resto, pues su mirada dejaba en claro a leguas, que gritaba una fiera y peculiar protección, hacia su pequeño amo. Drew jamás pudo olvidar aquella noche, la asquerosa sensación de impotencia e inutilidad. La arrastraba hasta estos días de hoy.

Trató de concentrarse en el pequeño logro de hoy, se tomó otro trago de vino, para quitar el invisible mal sabor de su boca por el recuerdo. El fuego era hermoso, el humo se elevaba tan alto, hasta tocar las nubes y mezclarse con ellas. Miró a su alrededor, y se aferró a la sensación de poder y control.

- Estúpido, Di Angelo. - Susurró. Mordiendo tan fuerte sus labios, que a punto estuvo de cortarse. - Encontraré la forma de acabarte, no me rendiré, hasta que encuentre la forma de convertir en cenizas tu alegría. Si es que te queda algo de ella aún.

¿Quién necesita una piscina, cuando tienes tu lago propio? Pensó, animándose un poco. Suspirando relajadamente.

●●●

Hola mis queridos lectores. Lo prometido es deuda. Eh eh, ¿quién hace promesas y las cumple? Yo, claro que si perras...

RLkinn aparece a su lado, comiendo papas fritas en una bolsa de papel. Amer la mira, ambos se miran, Amer intenta agarrar una papa. Rlk, le pega en la mano.

- Auch. - Frunce el ceño.- ¿y que haces aquí? Cómo siempre adivinas mi contraseña?

- Yo lo sé todo de ti. - abre sus ojos bien grandes hasta dar miedo. - Hasta el color de tus bragas, sis. - La sigo mirando con cara de poker.

-Estaba aburrida y pensé en acosarte un poco? Tú sigue con lo tuyo. - Se sube en una balsa y navega en las lágrimas de los lectores, buscando pescar algún pez gordo para la cena.

Suspiro. - Bien, ¡preguntas!

- Cual fue su frase favorita?

- Qué opinan del Nico chantajista?

- Esperaban que Drew los matará a todos sólo para librarse de ellos?

- Qué opinan, del momento Nico-primo de Drew?

-Tienen algún pedido especial?

Nos vemos, los quiero desde el fondo de mi corazón lleno de gusanos. 🐛 🐛 Gracias  por todo. Son los Mejores.

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