Ellos hacen armonía

Reproducir música en multimedia. Zankyo no terror- Is link:https://youtu.be/TchnqJu_YoU

Agarró el control remoto que reposaba por sobre la mesa de la cocina y encendió la radio, reverbera inmediatamente por toda la planta baja de la casa, las cuerdas de una guitarra siendo rasgadas acompañada por una voz suave y armoniosa. Una sonrisa se formó en sus carnosos labios rosados mientras todo su cuerpo cobraba vida con la música a pesar de lo temprano que se había levantando de la cama, pero claro, el rubio ya estaba más que acostumbrado en despertar antes que todos, casi en el momento exacto en que los primeros rayos del sol tocaban su ventana y lo despertaban como cálidos dedos acariciando su rostro.

Que alguien me diga como llegue hasta aquí...
Desde la ciudad hasta esta frontera...

Se encontraba en la cocina preparando el desayuno, muy pronto sus dos personas favoritas en el mundo estarían levantándose de sus respectivas camas con un sobresaltó mirando alarmados en sus respectivos relojes de mesa. Un golpe seco se oyó en el segundo piso, fue como si un peso pesado hubiese caído al suelo y luego lo acompaña una puerta que se abre y golpea con estrépito la pared, seguramente dejando marcas con el picaporte. Se sorprendió al acertar y se preguntó si tal vez habría desarrollado poderes telepáticos.

Todos los ruidos se unen para hacer
...Armonía

- ¡¡Will Solace!! - Gritó la voz de un hombre joven. - ¡¿Por qué no me despertaste?! ¡Voy a llegar tarde al hospital! -

Él echo una risilla, mientras se apresura a traer los platos para servir el desayuno, los dejó en la mesa, huevos bien revueltos para su padre con un fresco jugo de naranja y huevos con la yema poco cocida para su hermana menor de diez años acompañado con un saludable vaso de leche.

- ¡KAILA! No, no, ni te atrevas jovencita, voy yo primero. - Will alzó la vista al techo cuando escucho cuatro pares de pies corriendo rápidamente y luego se oyó un golpe seco perteneciente de la puerta del baño cerrándose. - ¡¡NOO!! ¡Will! ¡Hoy mismo buscas un plomero para que nos haga otro baño! ¡Estoy harto...!

- Mejor que el trinar de los pájaros en la mañana. - Murmura con voz alegre, subiendo el volumen de la música e ignorando a su padre enfurruñado arriba como si fuera una adolescente peor que su hermana menor  - ¡Bajen a desayunar! ¡Se les hace tarde!

- ¡Will ven y dile a tu hermana que se salga del baño! - Chilló su padre y golpea la puerta del baño varias veces seguidas y posiblemente con las dos manos. - ¡Will!

Fui abandonado en una isla.
Donde vago sin rumbo

¿Es ese el viento elevándome?

Los espíritus vuelan a la velocidad de la luz

~~~~~

Abrió los ojos encontrándose en una absoluta oscuridad, no se alarmó ningún segundo, al contrario se sintió inmediatamente en calma y seguro en su "hábitat natural", apartó las sábanas con fastidio de encima suyo y buscó entrecerrando sus ojos oscuros el objeto que había osado perturbar su apacible sueño. En la mesa de noche a lado de su cama chillaba su despertador peor que un millar de murciélagos avisando que quedaba treinta minutos restantes para llegar a la preparatoria Goode. Agarró el cable, y con un furioso zarandeo lo desconecto del enchufe y el aparato quedó mudo.

Se acostó nuevamente en la cama boca abajo y con su mano colgando a un lado de la cama sin preocupación alguna por la llegada tardía, cuando finalmente el despeinado azabache estaba por conciliar el sueño, golpes suaves pero insistentes tocaron su puerta.

Su gruñido exasperado sonó incluso peor o más aterrorizante que los gruñidos de un oso salvaje en época de apareamiento al que le han robado una hembra por un rato de fiesta.

- Joven Di Angelo, su padre ordena su presencia en el comedor para acompañarlo a desayunar. - Advierte la voz joven de una mucama de la casa, vuelve a darle golpesitos a su puerta. - Joven Di Angelo, despierte...

- ¡Te he oído! - Gritó pateando las sábanas y sentándose al borde de la cama tambaleándose al mismo tiempo. - Puedes retirarte a cumplir tus otras obligaciones.

Se levantó de la cama con pesar haciendo crujir las articulaciones de su espalda desnuda, apartó unos centímetros la oscura cortina de gran grosor que evitaba que los primeros rayos del sol se colaran por su ventana hasta su cama, al hacerlo inmediatamente se arrepintió por la intensa luz que lastimaba sus sensibles ojos, el sol presagiaba un día extremadamente caluroso dando bienvenida al cruel verano.

Escuchó nuevamente ligeros golpesitos en su puerta. - ¿Joven Di Angelo? Su padre...

- ¡Ya estoy despierto! - Devuelve soltando un resoplido con fastidio. - Bajo cuando termine de ducharme.

Viajando como un sueño de una noche
Este hueco en mi corazón es prueba de vida..

Nico Di Angelo daba por sentado que su vida era un completo dolor en el trasero, ni siquiera lo dejaban dormir cuanto quería, se preguntó con amargura porque su padre no podía ignorarlo completamente como siempre parecía esforzarse en hacerlo, aunque tenía que recalcar con reticente agradecimiento que su padre lo único que le ordenaba era que desayunará junto a él todas las mañanas, el resto del día ambos se ignoraban como si fueran dos desconocidos viviendo bajo un mismo techo, compartiendo una, o dos palabras ocasionales al día. Aún así, nadie debería sufrir las interrupciones de un buen sueño como le ocurrían a él, nunca.

~~~~

- ¡¿Will, has visto mi corbata?! - Su padre le pregunta con voz desesperada. - ¿Dónde lo has llevado?

- ¡Están en el segundo cajón de tu ropero, papá! - Contestó en voz alta mientras agarraba una bolsa negra y empezaba a vaciar el cubo de basura repleto y maloliente de hace días en ella. Si, Will no lo hacía nadie más lo haría y habría un millar de gusanos al día siguiente recorriendo por toda la casa a sus anchas. - ¡Si no están allí, revisa en el canasto de ropa limpia!

- ¡Will! ¡Will! ¿Puedes hacerme una trenza? - Le pide su hermana corriendo hasta él, luego de dejar el plato vacío en el fregadero. - Trenza Maria, por favor. ¡Por favor, por favor, por favor! - Repite mientras zarandea de su camiseta raída color naranja.

- Sacaré la basura en la calle para que puedan recogerlo y vuelvo para hacerte la trenza. - Le dice pacientemente, mientras sus músculos se tensaban al levantar un gran peso. - Ve y agarra tu mochila con tus útiles y una goma para sujetar tu trenza.

- Will, ¿dónde guardaste mi camisa favorita? - Le pregunta su padre, se quedó al pie de las escaleras con calzoncillos y calcetines que tenían un estampado de pequeñas vacas color amarillo.  - No está en mi colgador, ni adentro del ropero. ¡No me digas que lo has dejado en el lavarropas! 

- Esa camisa era un asco, ¡tenía una mancha de mayonesa de hace cinco días! - Exclamó Will, con una mueca desaprovatoria. - Tienes otras camisa, solo ayer dejé un montón de ropa limpia en tu canasto.

Iba cruzando la sala con los pies descalzos, su padre estaba apunto de volver a enfurruñarse, sin embargo, Will casi echa un gritito agudo cuando se resbala con algo debajo de sus pies y se sostiene a duras penas colocando una mano en el sofá, agachó la mirada y encontró un cuaderno de matemáticas en el suelo todo sucio y pisado.

- Will. - Su hermana lo llama desde arriba, rueda los ojos presintiendo que le pedirá. - ¿Has visto mi libro de matemáticas?

Su padre frunce el ceño y cuando está a punto de volver a articular palabra, lo interrumpe bruscamente para contestar a su hermana.

- ¡Está aquí abajo! - Lo alza y lo deja encima del sofá.

- ¿Por qué nadie me presta atención en esta familia? - Se lamento Apolo con los hombros caídos y subiendo las escaleras en dos por dos como todo un adolescente dramático. - ¡Cuando me largue de aquí empezarán a extrañar mi presencia! ¡Deberían adorarme en esta casa!

Will ignoró a su padre sin inmutarse y se dirigió hasta la puerta que daba el frente de la casa, giró el picaporte y el sonido de los motores de los autos le dio el primer Buenos días del día, pestañeo un par de veces por la luz solar intensa pero rápidamente se acostumbrado a ella y ya dejaba la bolsa negra en los botes de basura cerca de la vereda para cuando llegarán los recolectores y lo vaciaran en sus camiones.

Se dio la vuelta y con largas zancadas apresuradas se dirigió para ingresar de nuevo a su casa, claro que recordó después que no podía entrar, no sin antes saludar a una de las adorables ancianas miembro de las trillizas Moure, meciéndose lentamente en su hamaca con una taza de té humeante en sus manos.


- Buenos días Señora, Moure. - Sonrió con las esquinas de sus labios alzándose fácilmente y creando arruguitas en la esquina de sus ojos. - Saludos cordiales también a sus dos hermanas, oh, ¿y ha visto si la señora Molly ha dejado de devorar exageradamente los pasteles de carne? Sabe muy bien que no es recomendable con su gastritis, pero necesita ayuda para detener su boca...

- Tranquilízate adorable Solecito. - Bufó la anciana a la vez que negaba con la cabeza. - Ya tiene ochenta años, suficiente años para que ella se cuide solita, ¡lo que faltaba! Romperme los pocos ovarios que me queda con esa loca.

- Señora Moure no sea así. - Le regaña Will suavemente, quedándose parado un rato para prestarle atención.

Otra de las hermanas aparece repentinamente con la mitad de su cuerpo visible por la ventana que estaba justo detrás de la hamaca, con el ceño profundamente fruncido y con arrugas idénticas a los de su hermana. Era de estatura baja con un gran temperamento que explotaba con el más mínimo roce, un pañuelo sobre su frente con aretes de perlas y dos largas trenzas a cada lado.

- ¡Ehh, vieja asesina! Te he pillado.  - Le grita enfurecida con sus dientes temblandole fuera de lugar en su boca. - Tú solo quieres matarla para quedarte con el resto de nuestra herencia. ¡Vieja loca!

Will ladeo la cabeza y apretó sus labios hasta dejarlos pálidos para no soltar una carcajada irrespetuosa, quería decir algo para tranquilizarlas pero temía que luego la víctima de sus gritos terminaría siendo él, la señora Moure quien había tomado un sorbo de su té, luego de escuchar a su hermana escupió todo el líquido de su boca por el piso y no tuvo reparos en soltar una carcajada estruendosa con la cabeza echada hacia atrás.

- ¿Pero cual herencia, idiota? - Le grita en tono burlón, los demás vecinos los ignoraba totalmente acostumbrados a estas peleas de todos los días. - Si tú te lo gastaste todo en comprar hilos importados de Egipto y la otra idiota sinvergüenza se gasto una fortuna para comprar dos míseras horas de cada prostituto disfrazado de bombero y oficial de policía de la ciudad.

- ¡No tienes derecho a quejarte! - Vocifera su hermana en contestación apuntándole con un dedo arrugado y esquelético. - ¡Nadie te detuvo cuando te implantaste esos senos falsos de silicona para retener a ese Soldado que aún así se largo a Vietnam! ¡Vieja falsa!

- ¡Cállense de una jodida vez! - De la ventana del segundo piso, aparece la tercera hermana Moira gritando hacia ellas. - ¡Ustedes son las que me provocaron esta úlcera, par de Viejas decrépitas!

- ¿A quién le llamas decrépita...? - Will había quedado totalmente olvidado a un lado, las dejó solas despotricando entre ellas al escuchar a su padre y a su hermana llamando su nombre una y otra vez desde el interior.

- ¡Will! ¡Tu hermana quiere que le hagas una trenza! - Le dijo su padre con la boca llena, comiendo lo más rápido posible su desayuno.- Lo haría yo, pero no sé hacer esas cosas del demonio.

- Ven aquí, Kayla. - Le llama, e indica la silla delante suyo.

Inmediatamente su hermana con una energía desbordante se sienta en la silla con sus pies balanceando sin parar, Will miró el pelo rojizo y lleno de nudos el de ahí y tomó el peine que Kayla le pasaba en sus manos suspirando internamente, luego agarró los primeros mechones y con gran experiencia y rapidez estaba la trenza echa y perfecta y él pidiendo una goma para sostener su obra de arte.

- No he encontrado una goma por ningún lado. - Le dice su hermana mirándolo con sus ojos azules llenos de culpabilidad. - Busqué por todas partes. Solamente desaparecieron, Will.

- ¡Pero si te he comprado más de cien gomas de todos los colores posibles solo la semana pasada! - Exclamó sin ocultar su sorpresa, su hermana se encogió de hombros y le dio una sonrisa sumamente tierna e inocente, suspiro hondo y le indicó que cogiera su trenza para que no se deshiciera. - Ten, sujetalo mientras busco con que atarlo.

Will fue a inspeccionar toda la sala, esperando encontrar algo que se pareciera remotamente a una goma para el pelo, pero no obtuvo muchos resultados, así que entrecierra los ojos hacia una bolsa de hamburguesa limpia tirada en el piso mientras una idea ingeniosa se forma en su cabeza.

~~~~~

La ama de llaves, que también era la cocinera de la casa, dejó un plato de cereales en la mesa enfrente de Nico, lo miró con curiosidad y luego alzó una ceja interrogativa en su dirección, apenas pudiendo ocultar su fastidio.

- ¿Cereales? ¿Qué hay de mi Sándwich de queso mozzarela? ¿A que se debe este súbito cambio? - Le preguntó intrigado antes de que volviera a desparecer en la cocina. - Sabe que no me gustan los cambios, menos en mi comida.

Su padre que se encontraba sentado en la otra punta de la cabecera de la larga mesa de madera maciza, alzó su mirada unos centímetros por encima del periódico que tenía en manos, que estaba leyéndolo hace un momento silenciosamente, miró a Nico fijamente y luego al plato de cereales que le habían servido, sus ojos brillaron divertidos y volvieron a esconderse detrás del periódico que se leía en primera plana.

Oh, también debía agregar que su padre tenía un raro sentido del humor.

El diputado Thompson, qué hace solo unos días había sido un hombre respetado y renombrado entre la sociedad, fue despedido de su cargo en el congreso por presunto traficante de drogas. El juicio para resolver su culpabilidad o inocencia será en dos semanas, no obstante, se tiene por asegurado que indiferentemente de los resultados del juicio el ex Diputado Cronos Thompson, no volverá a presumir tal cargo.

Apenas y se inmutó por la noticia, la política nunca había despertaba ningún tipo de interés en él, incluso le causaba hastio tales personas que no cumplían adecuadamente con sus funciones para con el pueblo. La justicia se encargaría de él, al menos, así es como debería ser. La voz de la ama de llaves lo saca de sus cavilaciones.

- Su tía Demir, me dio severas instrucciones para que me encargará de ofrecerle de hoy en más un desayuno nutritivo, joven Di Angelo. - Se explica la señora Ellen con tono avergonzado. - Su padre aprobó tales indicaciones, solo por eso he cambiado su menú sin su consentimiento, lo siento.

Nico asintió sin agregar nada más, y fijo sus ojos hacia el verdadero culpable, espero que su padre empezará a ofrecerle explicaciones, pero como era normalmente no obtuvo más reacción de su parte que la de sus manos apretando el periódico como con enojo, al cabo de un momento dejó el periódico en la mesa, agarró su taza de café y cuando alzó su ojos en su dirección, se encontró directamente con su mirada inquisitiva.

- Mejor deberías apresurarte y terminar tus cereales. - Le aconseja su padre dando un sorbo a su café. - ¿Por qué mejor no miras el lado bueno de las cosas? Solo te quedan dos semanas más en el instituto y estarás disfrutando de tus vacaciones.

Nico musitó un ligero sonido de afirmación y empezó a tragarse su desayuno rendido por el hambre, su padre lo miró atentamente con una mueca que podría vagamente considerarse una sonrisa divertida.

- ¿Ya has reconsiderado tu decisión sobre acompañarme a New Orleans? - Le pregunta con cautela, sabiendo perfectamente la respuesta. - Me gustaría que conocieras a tu media hermana, es dos años menor que tú, son bastante parecidos, también es muy callada pero tal vez un poco más lista teniendo en cuenta que comparten el mismo curso en la preparatoria.

La puerta que daba a la sala se abrió súbitamente en ese instante como una campana salvadora de responder a su padre, ingreso uno de sus guardaespaldas que su padre había insistido desde los cinco años a acompañarlo en todas partes que fuera con la única excepción que no ingresará dentro del instituto. Tenía una mirada cansina por las largas noches desveladas, pero conservaba su habitual arrogancia al poder presumir un elegante traje italiano Russini. Encontró a Nico y le indicó con golpesitos en su reloj que llegaría tarde.

- Quedan diez minutos, Di Angelo. - Aviso con impaciencia, esforzándose a sonar respetuoso y perdiendo de manera descomunal. - Albert Jules esta muy enfadado, estuvo a punto de entrar aquí y arrastrarte por las orejas, ¡casi lo hizo! Pero yo me apiade de ti y le aseguré que te llevaría. - Al terminar miró significativamente a su padre esperando su aprobación o algún tipo de recompensa. Ja, buena suerte con eso.

Nico se imagino a Albert Jules golpeando con las suelas de su zapato el suelo con prisa y luciendo una mirada huraña, apenas pudo contener una risa, ya que era absurdo y ridículo imaginar a Albert Jules teniendo otra reacción que no fuera los sinónimos de calmado o paciente, se levantó de su silla, cogió su mochila negra recostada por su silla y la asió a su hombro ignorando deliberadamente a su padre, pero claro, él no era para nada un idiota al que podrías fácilmente cambiar de tema o distraerlo.

- Nico. - Su padre ordenó silenciosamente, se quedó allí parado mirando la puerta de salida que le daría su tan preciada libertad. Caronte miró por todas partes con incómodad y huyó de la sala dejándolo allí solo. Pero que gran protector tenía...

Cerró sus ojos con fuerza brevemente con ganas de soltar un resoplido exasperado por la misma cantinela de todos los días que su padre le insistía, como si por arte de magia sus pensamientos cambiarían e iría de la mano junto a su padre a conocer a su nueva amante y a una chica que supuestamente era su hermana pérdida por "causas" de la vida, que para el colmo su padre se negaba rotundamente a explicarle los detalles.

- No, mejor me quedaré aquí inspeccionando cada rincón de esta casa por si tienes algún ataúd escondido en una bóveda secreta, cerciorarme de que no eres un vampiro. - Comentó en tono irónico, sintió una sensación extraña pero agradable al mantener una conversación tan larga y fluida con su padre. - Tal vez más adelante... Te acompañe. - Agregó en son de paz.

- Como usted lo desee, Joven Di Angelo. No volveré a sacar el tema a colación. - Concedió su padre en tono burlón, era parte de sus bromas privadas que se tratarán de esta manera, como si fingieran que la distancia entre padre e hijo solo fuera un juego de todos los días. - Pero tenga en cuenta después cuando intente ir a la carga contra mí a reclamarme, qué le he advertido en su tiempo y usted fue el que se rehusó.

- ¿Advertido? - Repitió dándole una mirada confusa, pero rápidamente se dio cuenta que las respuestas ya se habían acabado, su padre tomó esa irritante costumbre suya y lo miró unos segundos con una mirada conocedora y divertida, remolinandose en el interior de sus ojos nada más que secretismo. No artículo ninguna palabra más dando por finalizada la extraña e incómoda conversación que habían compartido. 

Se quedó allí parado un momento atónito, estudiando cuidadosamente el semblante imperturbable de su padre como si fuera posible que pudiera dejar relucir algo, tenía el cabello negro y bien pulcro, un rostro con facciones duras que presumía una mirada aristocrática, y poseía una piel oliva muy distinta a la piel pálida de Nico. Antes de que empezara a sentirse incómodo al ser ignorado completamente y tan fácilmente por su propio padre, se dio la vuelta y se marchó en silencio.

Estaba apunto de subirse a su coche, era un todoterreno de modelo Land Rover pintado en color carbono, un coche que pasaría inadvertidamente por algunos callejones oscuros si se mantenía las luces apagadas. Albert Jules lo esperaba pacientemente a un lado sosteniendo la puerta para él, lo miró apenas con un atisbo de interés, y asintió casi con desgana dándole los Buenos días más por amabilidad que otra cosa, aquella indiferencia suya era de lo más común para Nico y francamente le agradecía que no se mostrará tan amigable consigo como lo hacía Caronte.

A pesar de los años que habían pasado, Albert nunca se había entrometido ni por asomo en ninguna circunstancia de su vida personal, a pesar de haber permanecido junto a él desde que era un niño, viéndolo crecer prácticamente, y que habían compartido más momentos juntos que con su propio padre, él tenía bastante claro su papel como simple mayordomo, aunque... Nico siempre se preguntaba que pensaría Albert acerca de él, tal vez no le hablaba porque le caía mal, tal vez y apenas soportarlo verlo... Pero, tampoco le hablaba a Caronte con familiaridad, quien siempre estaba detrás de él tratando de sacarle más de dos palabras, ni siquiera a los demás guardaespaldas de la casa... Probablemente todo le importaba un rábano.

Sus cavilaciones fueron interrunpidas repentinamente, cuando abruptamente su mano fue atacada con violencia por unos lametazos provenientes de su mascota, Nico le sonrió... Sonrió de verdad y empezó a acariciar la cabeza del rottweiler, el animal empezó a soltar pequeños gimoteos y Nico pudo distinguir tristeza en sus ojos. 

- No lloré por mí, señorita O'leary. – Le tranquiliza sin importarle que Albert estuviera escuchándolo, siguió con las caricias debajo de sus orejas. – Te traeré una hamburguesa, así que espera mi llegada con ansias cachorra.

La perra era la única que se alegraba cuando llegaba a casa después del colegio, no había perra más fiel que esta. Luego le indicó a Albert que cerrará la puerta, tal vez había sido su imaginación, pero pensó que había deslumbrado un débil atisbo de una sonrisa en los labios pálidos de Albert.

~~~~~~

- Te sobran Díez minutos para llegar a tiempo al colegio. – Le gritó su padre apagando el televisor luego de revisar la hora. - ¡Will! ¡Vas a llegar tarde, y no pienso volver a hablar con el gruñón del señor D! ¡Con su mirada de odio solo porque su secretaria no quita sus ojos en mi sensual rostro.

- ¿Papá? - Su hermana lo corta con una mueca de asco. - ¿Es en serio?

Él ya estaba subiendo las escaleras de dos por dos casi chocando por las paredes en el camino, su habitación tenía las paredes pintadas de un vivido color amarillo, había una lámpara con forma de un sol sonriente en la mesita de a lado de su cama y su ventana estaba abierta dejando que los rayos del sol se colaran en su habitación matando cualquier microbio que pudiera estar correteando por su cama o por allí cerca. También tenía trofeos en una repisa, que presumían el primer lugar en tiro al arco, los de su padre y su hermana estaban abajo en la sala para ser vistos en todo su esplendor.

Agarró su Bolso-no-gay de la cama, se puso los calcetines y unos tenis de color azul con antigüedad de cuatro años, ya se había duchado al despertar así que no se cambio de ropa, finalmente agarró sus anteojos que supuestamente necesitaba por recomendación de uno de los amigos de su padre que a leguas se notaba era un diploma falso de un Oculista a todas letras. ¡Hasta el papel debía ser falso! Pero que no podía dejar de usarlo, porque se había acostumbrado a él.

Al menos eran simples cristales, al cruzar por la sala con prisa agarró las llaves olvidados que estaban en la mesa de la cocina y al salir cerró la puerta asegurándose de que estuviera bien llaveada. Se dirigió casi a trote en la cochera que estaba al costado de la casa y encontró a su padre arrancando el BMW color blanco que su padre había comprado en un capricho y a su hermana en el asiento copiloto con unos extravagantes lentes de sol con diamantes falsos alrededor del marco.

- ¡Sube al auto! - Le gritó su padre mirándolo a través de la ventanilla abierta. - Te llevaré al colegio y de paso presumir un poco a Dolly.

Will puso los ojos en blanco, agarró su bicicleta y se subió en ella, con suma concentración empieza a desenredar sus auriculares para conducir con música en sus oídos, negó hacia su padre con agradecimiento mientras ya iba buscando la misma música que había reproducido en la radio de la casa.

- Voy a llegar, despreocupate... - Alzó la mirada y sus cejas se dispararon hacia arriba como un interrogación al ver a su padre poniéndole mala cara. - ¡¿Qué?! ¿Qué sucede?

- ¿Por qué te vistes como si fueras pobre, Will? - Inquiere su padre sumamente enfadado, con su mandíbula crispandose visiblemente. - Tú no eres ningún muerto de hambre, pero pareces un muchacho que mendiga monedas por la calle.

Will pone una mano en su pecho fingiendo indignación, se mira en el reflejo que le da la pintura perfecta del auto y no encuentra ningún fallo en su vestimenta en su opinión. Tenis, pelo rubio y desordenado con rizos, una camiseta naranja algo descolorida es cierto y unos jeens desgarrados pero no por moda, si no por el uso continuo. Se veía como un chico común y corriente, exacto, le dijo una vocesita en su interior... Te ves como el montón, para nada resaltaba.

- No seas exagerado, papá. - Le contesta sin inmutarse, prende la música y pedalea para salir de la cochera con rapidez. - Me siento cómodo así como estoy. 

- El año entrante los meteré a ambos en el mismo instituto. – Le responde en cambio con fastidio mientras arrancaba el auto y el motor ronronea con vida. - ¡Brilla como el Sol, hijo! No te dejes pisotear ¡Nos vemos!

- ¡Consigue novia antes de que se acabe el año! - Le grita su dulce e inocente hermana de diez años. Will la ignoró deliberadamente como muy concentrado en su música.

Su padre tomó la izquierda, y él fue en la dirección contraria pedaleando con brío. Oyó que tocaba la bocina, giró la cabeza para ver a su padre y a su hermana sacando los brazos por las ventanas para despedirse de él con entusiasmo.

Suspiro contento, miró el cielo azul que sus ojos habían heredado, había una razón por la que siempre le gustaba ir en bicicleta al colegio, y era porque solo en estos míseros minutos podía saborear la libertad de la soledad y ser otro chico sin ningún tipo de responsabilidad en la vida, la música resuena en sus oídos y se sentía como si estuviera en un video clip. Soltó una risa burbujeante y dejó el manubrio libres para alzar sus manos manteniendo el equilibrio sintiendo el viento en su rostro y el sol calentando sus hebras doradas.

La vida sigue
Y la gente canta su canción
Amor y odio
Juntos
Ellos pueden hacer
Armonía...

Albert Jules se había detenido en un semáforo en rojo, Nico con evidente malhumor sostuvo su rostro en la palma de su mano mirando por la ventanilla buscando algo con que distraerse, no había más que autos escupiendo humo negro colaborando con la contaminación y personas con caras tan amargadas como las suyas y despotricando en sus teléfonos o a la persona que tenían a su lado.

Suspiró con cansancio, golpeando su frente contra el vidrio de la ventanilla. Una vez más, con desesperanza buscó algo interesante que pudiera despertar su aburrida materia gris que gritaba dentro de su cráneo por algo de emoción, algo diferente para no caer dormido.

Pero no había nada, todo era gris, soso, aburrido hasta la muerte, todo a su alrededor y las personas a su alrededor lo eran peor, y el sol tampoco ayudaba hacia un calor asqueroso que hacía sudar su espalda baja...

Nico abrió lentamente los ojos con sorpresa, fue como si el tiempo se hubiera ralentizado a su alrededor, ni siquiera pudo pestañear por temor a que desapareciera entre la multitud.
Cruzando la calle frente a ellos, con la luz verde indicando el semáforo, va pasando despreocupadamente un chico con pelo tan brillante que relucía como el oro, se dejaba ir en una bicicleta por inercia, los manubrios libres con los brazos al aire sin preocupación alguna de caerse y magullarse el rostro contra el pavimento, tal vez él chico rubio era horrendo, por eso no le importaría destruir más su rostro. Pero Nico no pudo llegar a apreciar su rostro, así que no sabía decir si era feo.

A medida que el chico se alejaba, se encontró así mismo inclinándose hacia la dirección que iba con gran curiosidad.

- ¡Mira a ese muchacho loco, Albert! Despreocupado por la vida. – Exclama Caronte riéndose sin dejar de mirar al chico que a duras penas había esquivado un auto y aun con el susto vio que sus hombros se movían incontrolablemente como si la idea de ser atropellado fuera muy graciosa. – Menos mal no nos ha tocado cuidar a un chico tan problemático como ese, ¡ah, imagínate los problemas que tendríamos! Que suerte que Di Angelo es mas emocionante que un perezoso. – Dijo y miró a Nico dándole un guiño juguetón.

Él hizo casi omiso a él, no podía apartar sus ojos de la espalda de ese chico con camiseta naranja, solamente dejó de mirarlo cuando él desapareció en una intersección, en el mismo camino que ellos tomarían para entrar llegar a su instituto. ¿Tal vez era de su misma clase? ¿Por qué iba en bicicleta con cara de idiota sin ningún temor de que un camión lo dejará papilla por el asfalto?

Se dio cuenta que pensaba demasiado en él, algo no muy común en él.  Pestañeo, como si hubiera estado en trance. Y se molesto consigo mismo por mostrar tanto interés en un lunático que no apreciaba su vida. Así que volvió a sentarse rectamente en su lugar y volvió a mirar por su ventanilla, diciéndose que era otro lunático más de todos los días, nada había cambiando... Pero mirando más de cerca ridículamente algo sí había cambiado, la pareja que esperaban en el semáforo junto a ellos charlaban animosamente ahora mientras miraban en la dirección que había desaparecido el muchacho. El hombre que solo hace un momento estaba despotricando en su celular, ahora se recostaba contra la pared de una tienda con una mirada perdida en la misma dirección que el resto de la gente, por donde el chico había desaparecido.  El hombre bajo su mirada a su celular y sonrió con melancolía y un atisbo de alegría.

Nico bufó exasperado, negó lentamente pensando "Vaya, pazzo, al parecer tenía un extraño efecto en las personas".
Y él, sin darse cuenta movió las comisuras de sus labios sintiendo el buen humor adueñarse de él lentamente.

Sumergiéndose en la oscuridad
No es dolor, solo es incertidumbre

Sé que a mi corazón le falta una pieza

Pero sigue latiendo.

Música: Pop etc - Is

Listo, que les parece? Les pronto que cada espera valdrá la pena.

527 palabras :3
Pazzo: Loco.

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