El chico de los chismes dispara.

— ¿Cuándo?

— Cuándo estés listo.

— Ya estoy listo. — Refutó molesto el azabache a su padre, dejando a un lado el juego de ajedrez con fastidio. Su padre suspiró de forma cansina, y no se molestó ni en mirar a su hijo. Ésto ya era casi de todos los días. — Déjame hacer algo más que ser una sombra constante en todas las misiones que me envías. ¿Tan poca confianza me tienes? ¿Piensas que lo único que puedo hacer es sentarme y mirar todo el tiempo?

— Ya hemos hablado de ésto demasiadas veces, Nico. — Hades le respondió con paciencia, moviendo su reina en la tabla de ajedrez al mismo tiempo; y robándose la última torre que le quedaba a su hijo. — Sigue disfrutando de tu vida normal mientras puedas... Porque una vez que entres, ya no habrá salida. Créeme me lo agradecerás cuando lo entiendas, — añadió en tono serio. —  y cuando ya estés demasiado hundido como para querer salir.

Tonterías. Pensó Nico enojado y algo dolido por dentro. Su padre no lo veía capaz de hacer ciertos trabajos de más importancia. De meterse en la boca del lobo, donde realmente él podría mostrar su valía. Donde sabría en verdad si servía para algo o no, ¿pero cómo hacerlo? Si su propio padre no reconocía sus capacidades y lo mantenía oculto entre las sombras protegido en la oscuridad. Estaba harto de ser sólo un aburrido vigilante, que mantiene el culo sentado sin interferir.

Cuando se hubo mantenido demasiado tiempo callado y solo jugando malhumorado. Su padre volvió a hablarle, ésta vez, usando un tono más conciliador.

— Sigue informándome de los "chismes" más importantes. Sigue yendo al antro donde te indique. Escucha, conversa, observa... — sonrió, pero pareció más una mueca que a una sonrisa. — Hay mucho movimiento en ese lugar. Siempre lo hubo, pero últimamente, hay demasiadas personas rondando furiosas alrededor... Por alguna razón.

— Créeme, padre. — Se levantó de su asiento con desgano, luego de haber perdido la segunda partida con él. — Ya he ido allí por casi dos semanas, y ese lugar está limpio. Oh bueno, lo normal. Solamente estoy... — dudó un segundo, iba a decir "perder el tiempo" pero en realidad (recordando a un cierto rubio) no lo había hecho. — observando borrachos y a idiotas todos los días.

— O tal vez no estés prestando suficiente atención. — Dijo despreocupadamente con un tinte de burla, que a punto estuvo de contrarrestar Nico. — Tal vez otra "cosa" esté desviando tu atención en ese lugar. — Continuó, ahora más serio. —  Cambia de perspectiva ¿de acuerdo? Si aún así no ves nada, descartaremos esa discoteca.

>> Y cumpliré tu deseo, te daré otra misión aun más importante. Un poco más riesgosa; y entonces, finalmente veremos si sabes enfrentarlo con la misma fiereza con la que me exiges las cosas. Hasta entonces, buena suerte.

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En el capítulo anterior...

Me encanta. Grité en mis pensamientos, mientras una sonrisa se extiende por mis labios sin dejar de besarlo un segundo. Me encanta. Me encanta. Me siento vivo, me siento feliz, me siento dichoso. Oh, estúpido Nico di Angelo, y su seductora personalidad. Estaba engatusado, perdido, en sus redes, ¿y lo peor? Yo colgaba de ellos contento, y si me pedía que saltara por él... Bueno, digamos que saltar al abismo por Nico, no suena tan aterrador desde ese punto de vista.

Me sentía... feliz.

— Mierda... — Siseo Nico entre mis labios, cuando pasé mi lengua por encima de su labio inferior con todo el descaro del mundo. Me miró excitado, respirando agitadamente, casi como yo, y luego volvió a besarme. Con fervor, con demanda, como si mis labios fuesen un oasis en medio del inframundo... — Maldita sea. — Gruñó, y tan solo eso casi me hizo terminar. — Esto se siente, demasiado... jodidamente bien... Will... Yo, yo nunca había...

Pero yo nunca sabría lo que estuvo por decirme, porque justo en ese instante, el cañón de una pistola se pega contra el costado de su cabeza, y nos paraliza a ambos, dejando nuestro libido en un punto cero a un microsegundo.

— Ustedes, par de asquerosos, separecen ya... — Escupió el tipo que amenaza a Nico, con repugnancia. — Qué asco tener que venir y encontrar esto...

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Mis manos se levantan en un gesto de rendición de forma instintiva apenas oigo la orden. Pero Nico es el único que se mantiene impasible, imperturbable, como si ser apuntado por un arma en la cabeza fuera cosa de todos los días. Mi rostro se voltea hacia la voz de forma precavida, y lo veo, a pesar de la mala iluminación del callejón, puedo identificar con facilidad los rasgos del chico que nos amenaza.

Es un poco más alto que Nico y yo, aparentaba tener 20 o los 25, y su complexión osea es larguirucha y algo jorobada. Tenía un rostro demacrado y de un extraño tono verdoso, los labios agrietados y los ojos tan rojos como si acabase de fumarse el último porro de marihuana que le quedaba. O bueno, en realidad, parecía como si se hubiese fumado un montón de drogas de distintas propiedades de una sola inhalada.

Tiene muy mala pinta. Además de verse como un drogadicto en su punto más crítico; por el fuerte olor a heces y orina que se desprendía de sus ropas y su mal aliento, también parecía ser un vagabundo que ha pasado mucho tiempo en las calles, lo suficiente como para que un poco de musgo empezara a crecer por debajo de sus uñas también. A éste tipo le urgía una ducha ya mismo o estaba casi seguro de que su suciedad pronto cobraría vida y se lo comería. Silenciosamente, desee que fuese un baño lo que nos pediría, aunque tenía muy pocas esperanzas de que fuera así.

— ¡¿No oyeron?! — Vocifero el tipo, relamiéndose sus labios resecos. — ¡SEPARENSE! AHORA

— ¿Quién eres? — Le preguntó Nico al hombre sin titubear, utilizando un tono de voz, seguro y calmado, lo cual me asombro —. Escucha un momento. Tal vez te estés equivocando de persona...

—¡DEJA DE HABLAR! — Le cortó las palabras con un chillido agudo, (y admito que sufrí un breve y vergonzoso respingo de susto por su culpa) sus manos temblaban exageradamente fuerte, y el dedo que reposaba sobre el gatillo era el que más me preocupaba. Con la otra mano, le apuntó a Nico donde debía moverse. — ¡Allí, quédate allí y no hagas ningún movimiento brusco o te fusilo los sesos de una bala!

La boca de Nico se crispó con contrariedad, y sus ojos se entrecerraron en su dirección con gran aversión mientras retrocedía lentamente lejos de mí. Internamente, me sorprendí de la sensación de frialdad que me atacó cuando su cuerpo se separó del mío, fue instantáneo y casi doloroso, pero lo ignoré claro, porque este no parecía ser el momento adecuado para extrañar o exigir de vuelta su cercanía.

Nico parecía capaz de arrancarle los ojos apenas tuviera la oportunidad. (Se veía más vengativo de lo normal, tal vez en la misma medida que yo). Pero por ahora, no había mucho que pudiésemos hacer en contra de sus demandas. Con aspecto de parecer que estaba por desmayarse o no, el tipo tenía una pistola, y mientras él siguiera sujetándola cerca de la cabeza de Nico. Ninguno de los dos (mucho menos yo) nos íbamos a arriesgar a hacer un movimiento estúpido para empeorar las cosas.

—¿Qué es lo que quieres? — Empecé a hablar, ignorando la mirada advertencia que Nico me mandó. — ¿Quieres dinero? Mira, te daré todo lo que te tengo sin poner resistencia, pero después deberás dejarnos ir...

— Hola Apolo — me saludo el hombre, (ignorando mis previas palabras) y por el nombre que había pronunciado, supe de inmediato que me estaba confundiendo con mi padre. — Sabes perfectamente que dinero no es lo que busco. Basta de juegos, ya has jugado bastante conmigo a las escondidas, animal.

— ¡¡No llames a mi padre "animal"!! — ¡¿Qué te pasa?! — Exploté indignado, formando puños con mis manos que estaban alzadas por encima de mí cabeza. — Primero mírate tú en un espejo. No pareces el más calificado para hablar, ¿no crees?

El hombre se quedó patidifuso por mi arrebato por un momento, frunciéndome el ceño tan duramente que sus cejas se arrugaron por completo, y parecieron como esos gusanos—come—huevos, peludos y gordos que tanto odiaba. La idea, solo hizo que detestara más al tipo.

— Ay perdón, amigo, por dañar tus hermosos ojos con mi fealdad. — Exclamó con desdén. — ¡Discúlpame! No todos nacemos con la bendición de la Diosa de la belleza como tú, ¿ok?

— ¡No es necesario tener una bendición de uno de los Dioses de la belleza egipcios, nórdicos, o griegos para que uno se vea bien! — Contraataque con voz azorada, mientras deliberadamente cerraba las piernas para que no se me cayeran los pantalones hasta el piso (quedarme en bóxers no me daría mucha seriedad). — También ayuda a que te bañes al menos una vez a la semana o te cortes esas uñas de arpía que tienes allí. ¡Pareces tener dedos de oso hormiguero!

— ¡Y tú pareces tener bichos corriendo por toda tu cara con esas asquerosas pecas que tienes! — Devolvió, y no iba  negar que eso había tocado un punto débil en mí, lo fulmine con la mirada y desee tener uno de mis cuchillos en mi bolsillo para tirarle en la cara. — En todo caso, ¡¿por qué estoy peleando contigo sobre esto?! — puso los ojos en blanco, acto seguido, demandó. — ¡Los suministradores del puente de Brooklyn dijeron que podría conseguir más dulces contigo! ¡Ve y traelos!

— ¿Will? — Nico me llamó pacientemente, con una mirada avispada puesta en mí. — ¿Sabes de lo que éste tipo está hablando?

— ¡Tú, manten la boca cerrada! — Azotó el vagabundo contra Nico, y éste lo miró con una ligera ceja levantada. Movió su atención de vuelta a mí. — ¡Apolo! ¡Dame lo que quiero, y tú novio no saldrá herido! Es así de fácil, ¿oíste? ¡Dame la droga! ¡Solo un cuarto, o lo que tengas! ¡PRONTO!

— ¡No es mi novio aún! — Escupí, sintiendo mis orejas calentarse por el bochorno, y evité mirar a toda costa a Nico—. ¡Y yo no soy Apolo, ya te dije que soy su hijo!

— ¿Eh? — El tipo pestañeó, dándonos a la vez una mirada alelada. Se frotó con fuerza el costado de su cabeza con la mano que le quedaba libre, luego se dio así mismo, dos fuertes puñetazos cerca de la cara. Como si estuviese ordenándole a su cerebro a funcionar con normalidad. — ¿No eres Apolo? — Me estudió con más atención. — Ah... Se parecen mucho... Casi idénticos. — Tragó saliva nervioso. — Dile a tu papá que venga. Ellos me dijeron que tu padre me ayudaría...

Tal vez "ellos" se referían a ayuda médica. Porque el chico parecía estar a punto de tener un ataque epiléptico o algo; y a mí me estaba por explotar un aneurisma en la cabeza por tantas preguntas descabelladas que no entendía en lo absoluto. ¿Éste tipo pensaba que mi padre era un traficante de drogas? ¡¿Pero qué demonios?! Seguro algunos patanes habían empezado hablar mal de mi padre, pensando que por ser médico, tenía un montón de drogas a su disposición. ¡Pero por favor!

En tremendo lío me he metido por una estúpida equivocación. En un apestoso callejón, y con los pantalones casi cayéndose por mis piernas. No existía una forma más valiente de morir. ¡Gracias Ciel! (Aunque me hubiese parecido un gran favor cuando Nico había aprovechado para meter la mano allí...) como sea, ahora ya no me parecía tan servible.

— Puedes dejar a mí papa en paz. Te estas equivocando... — mi voz se atraganta abruptamente, cuando oigo que cerroja el seguro del arma y apunta con más firmeza en la cabeza de Nico. Una frialdad recorre mi pecho, y todos mis sentidos se ponen en alerta máxima. Ésto no es un juego, me recuerdo, la estabilidad mental del tipo era una gran amenaza.

—Llámalo. Si no vuelves con lo que te pedí, — dio una pausa para toser con fuerza, después continuó —  le voy a disparar. Lo juro.

— ¡Tienes que entenderme, te has equivocado de persona! Mi padre, Apolo — arrastraba las palabras con firmeza, para que su cerebro pudiese procesarlas adecuadamente. Trataba con todas mis fuerzas de no entrar en pánico, tenía que improvisar algo pronto. (Sí quería volver a sentir los labios de Nico contra los míos). — Él no reparte ningún tipo de drogas así que ¡vete! Si dinero no es lo que quieres, ¡ya no tienes nada que hacer aquí!

De pronto, justo en ese instante, un hombre negro apareció en la boca del callejón, cerca de la calle. Al mismo tiempo que miraba por todas partes con paranoia. Adiviné que debía ser compañero del vagabundo número 1, sí tenía en cuenta el parecido de sus prendas mohosas. Dio un par de pasos titubeantes hacia nosotros, acercándose solo lo suficiente como para poder identificar nuestros rasgos faciales a pesar de las penumbras. Cuando lo hizo, negó con la cabeza con gran exageración y zarandeos.

— ¿Qué haces Dimg? ¡Carajo! — Le gritó al primero que nos apuntaba, con el tono típico de los negros de New York. — ¡Ese no es Apolo! ¡Puta madre! ¡¿El crack ya te consumió el cerebro por completo, no?! ¡¡Mierda!!

— ¡Ya lo sé! — Le devolvió el primero sin mirarlo, haciendo de memoria a corto plazo cuando me había confundido con mi padre al principio. — ¡¿CREES que soy idiota?!

— Tenemos que irnos, he visto patrullas rondando cerca y pasarán por aquí en cualquier... —

Entonces, como un soplo de la rosa de Guadalupe. Todos al mismo tiempo oímos las estruendosos sirenas de los policías a los lejos, (tal vez a dos cuadras de distancia) acercándose rápidamente en nuestra dirección. ¡Pero vaya coincidencia tan gloriosa! (Recuérdenme ir a misa el domingo para agradecer el milagro). Las caras de los dos vagabundos, se desfiguraron de horror y pánico.

En cambio yo, estuve a punto de soltar una risotada de alivio y lanzarme a abrazar a Nico como a un koala feliz contra su bambú, pero entonces, toda pizca de felicidad se me drenó de la sangre cuando oí la siguiente orden que pronunció el vagabundo número dos.

— ¡Tenemos que irnos ya! —Apuró con frenesí, pasando una mano por su pelo enmarañado lleno de ramitas y hojas de los árboles. — Da igual. Vamos a llevarnos a su hijo.

— ¡¿Qué?! — Dijimos Nico y yo al unísono. Nos miramos al mismo tiempo, y no hizo falta que dijera algo para adivinar qué esa idea no le había gustado para nada tanto como a mí.

— Tú, ya oíste. — dice el primero, y me agarra de la muñeca para jalarme hacia él —.  Vendrás con nosotros.

— ¡¿Perdón?! — Exclamé con agudeza, plantándome en mi lugar a pesar de ahora estar siendo apuntado por un arma. — No voy a ir a ninguna parte, ¡jodete!

Sí, sí, muy valiente de mi parte, pero sí hubieses visto el temblor de mis piernas y mis brazos, ya no pensarías lo mismo. Adentro la música estaba a tope de volumen y nadie, ni en mil años, me oiría si empezaba a pedir auxilio; y aunque me oyeran, la mayoría debía estar demasiado borracho para que le importara, o demasiado ocupados dentro de los cubículos de los baños, en compañía de otro para "acción cuerpo a cuerpo sin ropa de por medio".

Bien, opciones Will; primer punto, me defendía bien con un par de puñetazos, pero tampoco era del todo un gran peleador como Luke —Norris— Castellan, y había una "remota" posibilidad de que también estuviese fuera de práctica. Segundo, los cuchillos que tanto presumí en saber usarlos, los había dejado con mi padre para que los guardara dentro de su maletín. Así que sí, estaba en un pequeño aprieto.

— ¡Alto ahí! — Graznó de repente el tipo que me jalaba, al parecer, Nico había querido dar un paso adelante pero apenas lo hizo, volvió a ser apuntado con el arma —. ¡No te muevas! ¡No intentes hacerte del héroe porque te mueres!

— DIIIMMG. ¡VÁMONOS! — Gritó su compañero con urgencia,  retrocediendo patudamente para llegar de vuelta hacia la salida del callejón, tres segundos más de espera, y sabía que lo abandonaría sin voltearse a mirar.

— ¡Vamos camina! — me urgió desesperado el tipo, y me jaló con fuerza logrando que mis pies cedieran y se deslizaran en su dirección. La mano que me quedaba libre, se convirtió en un puño listo para ser lanzado en alguna parte de su cara, ¡Maldita sea! ¡¿Soy o no soy un hombre al fin y al cabo?!

Nico dio otro paso al frente...

¡QUIETOOO! — Chilló de nuevo el vagabundo a Nico, apuntando el cañón a minúsculos centímetros de su frente. (Llenándome de helado pánico)— ¡NO TE MUE —!

La única y última advertencia que el tipo drogadicto tuvo fue una pequeña sonrisa sardónica por parte de Nico. Acto seguido, sus movimientos fueron tan condenadamente fugaces, que solo pude ver un borrón de brazos y manos atacando como latigazos de acero. OK, aquel sí era un hombre.

En menos de un segundo, Nico le quitó la pistola al hombre con una técnica complicada y coordinada que de seguro la había aprendido, después de años de práctica. Con una mano agarró el cañón de la pistola y la empujó a la izquierda lejos de su rostro, y con la otra mano, le golpeó la muñeca al vagabundo hacia la derecha para arrebatarle el arma de sus manos. (Con torcedura de muñeca incluida). En el siguiente segundo, Nico era ahora el que le apuntaba. Y éste al contrario de nuestro agresor, no mostraba ni una pizca diminuta de duda o miedo en su fría mirada.

El hombre lo notó, su rostro se puso pálido y se atragantó con su propia saliva. Me soltó de inmediato, y solo pudo dar un paso atrás antes de que Nico con la mano firme, disparara.

Dos veces. Colocó una bala en el hombro del tipo, y la segunda bala se disparó en su muslo. El cual derribó al vagabundo n°1 al suelo de inmediato, acompañado de un fuerte aullido de dolor gutural, que  pareció atravesarme los oídos. Las manos de Nico, apenas y temblaron por el impulso del arma al disparar, delatando su asombrosa habilidad en el trayecto.

La música se detiene abruptamente dentro de la discoteca de mi padre. El primer disparo pudieron pasarlo por alto pero el segundo fue más que obvio de que se trataba de un ataque, y no pasó desapercibido por nadie, lo supe apenas escuché los gritos y chillidos aterrorizados que lanzó la gente dentro del club. Luego, hubo un montón de gente escapando por la salida del frente, corriendo hacia sus coches para ir a refugiarse en sus hogares.

El hombre negro que había ordenado para que me llevarán, se había perdido en la multitud antes de que Nico pudiese apuntarle, (abandonando a su compañero sin dudar como lo había advertido antes) ahora, dispararle resultaba casi imposible, no había forma de hacerlo sin que él acertara a las demás personas que corrían despavoridas por las calles, al mismo tiempo. Nico había llegado a la misma conclusión que yo, bufó con enojo y miró al tipo que se retorcía en el suelo con dolor frente a nosotros, como si quisiera dispararle una vez más por capricho.

— Nico... — Lo llamé con un deje de sorpresa en la voz, su atención se desvío hacia mí. Todo rastro de lujuria había desaparecido ya de sus ojos, y en el fondo, ésto me afectó más que la idea de casi ser raptado por drogadictos muy volados. — Gracias...

Pero mi alivio y agradecimiento estaba opacado por otro sentimiento más fuerte. Me sentía, como si me hubiesen dado la mejor hamburguesa del mejor restaurante del mundo, pero solo me dejaron darle un mordisco diminuto, dejándome con las ganas de más, de saborear y disfrutar más la deliciosa hamburguesa. Casi tenía ganas de hacer un berrinche colosal, pero mi padre apareciendo por la puerta de emergencias, (luciendo desesperado y casi catatónico) me distrajo de inmediato.

— ¡¡Will!! — divisó al hombre que zollozaba de dolor a mis pies, y automáticamente, bajó su perfecto bronceado, se puso pálido. — ¡Oh por Dios! ¡No quería creer que eras tú! — dijo, y corrió hasta mí rodeándome con un enorme abrazo que me puso de puntillas, mientras me besaba la frente y me acariciaba el pelo. A la par que la patrulla se detenía frente a nuestro callejón y bajaban tres policías armados y alertas, corriendo en nuestra dirección, mientras Nico los miraba con un severo ceño fruncido. Como si fuese un general a punto de regañar a sus hombres.

— Papá, por favor... — Le reprendí a mi papá, mientras mi cara apretada contra sus pectorales, se ponía colorado de la vergüenza. — Estoy bien, era un tipo muy confundido es todo...

— No puedo creer que hayas estado tan cerca del peligro... Ésto nunca había pasado antes... — susurraba, alejándome al mismo tiempo del hombre que ahora ya no resultaba tanta amenaza.—  ¿Por qué no estaba aquí para protegerte?

Sentí como mi padre temblaba ligeramente contra mí, sin dejar de aferrarse a mí en ningún momento, como si fuese un tipo de cuerda que lo mantenía sujeto a la cordura. Mientras tanto, los policías hablaron con Nico bajo murmullos indescifrables, y luego trajeron una camilla para llevarse al vagabundo que mantenía los ojos cerrados por el intenso dolor de sus heridas.

Entonces volví mi atención a mi preocupado progenitor y cuando alcé la vista para mirarle la cara, pude ver que mi padre trataba de contener con todas sus fuerzas sus lágrimas. Repentinamente, eso me llenó de calidez y cariño, esfumó la frialdad de mi pecho por completo; correspondí su abrazo sin importarme parecer para el resto un "niño de papi".

— Lo siento... Todo estará bien. No volverá a ocurrir. Nunca más. — Farfullaba más para sí mismo con una voz casi inaudible. Pude ver que su rostro denotaba culpa, y la preocupación me embargó de inmediato. — Mi hijo, aquí estoy, ya todo está bien.

— ¿Papá? — Le interrumpí, el tono de voz distante que utilizaba me desasosegaba de sobremanera— Está bien, no es tu culpa... basta.

Antes de que él pudiese decir algo, un policía se acercó a nosotros en ese momento, con rostro serio y perspicaz.

— Señor, muchacho... — Ambos asentimos al mismo tiempo. — Necesitamos tomar su declaración para saber que ha sucedido aquí exactamente. ¿Podemos...?

Dejé de escucharlo con claridad, en vez de eso, toda mi atención se posó detrás de su hombro. Veía como se llevaban al herido sobre una camilla hasta la carrocería de la camioneta, a la vez que éste no dejaba de chillar incoherencias mientras llamaba a mi padre. Todo a mi alrededor dejó de importarme, ni siquiera cuando Cecil y Lou aparecieron a mi costado para abrazarme, me sacó de mi trance.

Lo único que podía hacer era ver como lo subían, y escucharlo gritar: "¡Apolo! ¡DESGRACIADO! ELLOS ME DIJERON QUE ME AYUDARÍAS. ¡POR FAVOR!"

Mi padre me rodeó el hombro con un brazo protector, y me hizo girar para caminar y dirigirnos de vuelta dentro del club. Mi rostro volvió a virar detrás de mí, mientras oía el fuerte retumbar de mi corazón en mis oídos. Pum, Pum, Pum, el comienzo de una sospecha se levantó en mi mente, pero no quería hacerle caso, no quería darle forma ni poder...

"¡ELLOS ME MANDARON CONTIGO! ¡PERO VOY A HUNDIRTE OÍSTE? TE VOY A HUNDIR EN LA MISERIA.

En el camino, nos encontramos con Percy, Luke y Dylan. Parados cerca de la puerta, fisgoneando todo el drama tras de mí. Percy pronunció ánimos para tranquilizarme, pero sin poder ocultar lo acojonado de su voz. Luke me dio ligeras y torpes palmaditas en mi hombro y no dijo nada, parecía más distraído en dirección a los policías.

Entonces, pasamos a lado de Dylan, y lo vi. Apenas un microsegundo, quizás sólo lo imaginé en mi paranoia o... Ellos compartieron una fugaz mirada, con mil secretos gritando tras sus ojos. Mi padre y él, sin que se dieran cuenta de que los observaba furtivamente, abrieron un mundo de siseantes congeturas para mí... De las cuales fingí que no podía ser real. Y decidí, agachar la mirada y convencerme, de que solo habían sido un par de vagabundos muy confundidos.

Antes de entrar al club, oí una última cosa interesante, a Nico hablando por teléfono. 

— Síguelo por Brooklyn, — ordenó, a quien quiera que estuviese del otro lado de la llamada escuchando. — Llámame cuando tengas noticias. — Dicho eso, cortó la comunicación sin siquiera despedirse, y se limitó a quedarse callado, mirando la sangre del piso, con semblante meditabundo y sagaz.

~~~

Nico se fue.

Lo supe sin siquiera verlo, el aire a mi alrededor siempre parecía más tranquilo y menos denso cuando él estaba ausente. Después, efectivamente, Percy me lo confirmó sin querer cuando había estado charlando distraídamente con Luke y Dylan, y les dijo que acababa de ver a su primo largarse en su coche; apenas los policías lo dejaron libre del interrogatorio...

Y no se había despedido de mí... (contuve las ganas de formar una mueca). Ah, vaya, no es que me afecte tanto la verdad. (Me besa y me desecha, ah ya) Bah. Ni siquiera besaba tan bien. Como sea...

— ¿Will Solace, no? — Me preguntó el oficial de policía, sacándome de mis profundas cavilaciones. Estaba sentado en un sofá delante mío, sujetaba una libreta y un bolígrafo en sus manos, y en la mesa, había dejado una vieja grabadora encendida. Carraspeo formalmente y probó con darme una sonrisa jovial para ganarse mi confianza. — ¿Tiene una idea, de por qué este hombre confundió a su padre con un traficante?

"No lo sé, creo. ¿Tiene usted idea? ¿De por qué me afectó tanto ver la herida de ese vagabundo y no poder hacer nada? ¿A pesar de saber que fue la misma persona que solo hace unos minutos me había amenazado con una pistola?". "¿Soy muy empático, o muy idiota?". En mi mente sonaba muy impertinente y sarcástico, pero cuando contesté, lo hice sonando amable y sumiso.

— Me dijo que alguien de Brooklyn le había hablado de mi padre, que él le ayudaría... — titubee — con conseguir drogas, mi teoría es que se habrá confundido solamente de nombre o de dirección, o tenía un mal concepto de mi padre siendo un doctor... O ya sabe, mi padre puede ser muy amado o muy odiado. Cuando eres doctor, un montón de vidas han estado en tus manos y a veces... Una de esas vidas, sin que lo quieras, se te escapan y los familiares no suelen comprender que ellos no hacen milagros. — mi voz fue bajando de volumen a medida que terminaba. — Puede que alguien rencoroso lo haya mandado para perjudicarlo...

El policía asintió, anotando mis palabras en su libreta. O al menos eso pensaba que hacía.

En eso, Lou me dio un suave apretón en mi mano derecha, como muestra de apoyo y aprobación, ella estaba sentada a mi lado, y en mi otro costado, Cecil estaba allí, sentado con una pierna debajo de su cuerpo y la otra la mantenía rebotando enérgicamente contra el suelo. Me quedé mirando la mano de Lou sobre la mía, me incomodaba un poco, así que aparté mi mano de la suya y fingí rascarme el cuello para que no fuera muy obvio mi rechazo.

— ¿Qué hacía afuera con... — el policía leyó algo en su libreta —. Nico Di Angelo en el callejón a estás horas de la noche? ¿Cómo no notaron o advirtieron de que el sujeto se estaba acercando demasiado a ustedes?

Solté una honda exhalación sin querer, a la vez que rezaba con todas mis fuerzas para no sonrojarme bajo el duro escrutinio del policía Harrison delante de mí, quien leía cada uno de mis movimientos casi sin pestañear, (la verdad era algo inquietante). Me quedé en blanco por unos valiosos segundos.

— Estábamos... conversando...

— ¿Y? — insistió, y me removí nervioso en mi asiento. — ¿Nada más?

— Nada más. — contesté convencido, mientras apartaba con una gigante raqueta imaginaria, el recuerdo de mis besos con Di Angelo de mi mente cachondosa.

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Más tarde, cuando los policías terminaron con tomar mi declaración y la de mi padre, se despidieron adecuadamente de nosotros y acto seguido, volvieron a sus coches para irse (ignorando deliberadamente a mis amigos y a mí, quienes éramos menores de edad. Supongo que mi padre tenía algo de influencia). Los siguientes en irse fueron Lou y Cecil en el escarabajo, luego de un par de abrazos y compartir un par de palabras con ellos.

— Aún no puedo creer que te hayas metido en un lío como ese. — me dijo Cecil, dándome un codazo juguetón. — Sabía que Di Angelo era mala influencia. El chico tiene un cartel en la frente que dice "ven intenta patearme para que te arranque la pierna".

Me eché a reír con él, recordando distraídamente como Nico había reaccionado con tanta frialdad y calma en medio del atraco. Como si estuviese acostumbrado a todo ese tipo de ambiente peligroso... Y además, sabía disparar perfectamente, casi como un profesional.

— ¿Estás seguro que no quieres que te llevemos? — Me preguntó por enésima vez Lou, frotándose las manos con nerviosismo —. Podemos dejarte en tu casa sin problema, tu padre se ve... — miró detrás de mí, e hice lo mismo para observar a mi perturbado padre, acabándose su tercer vaso de whisky de un tirón — como que estará aquí por un largo rato más.

Sonreí con desgano, tenía razón, mi padre no parecía que fuera irse ni en las próximas horas. Sin embargo, prefería estar con él un millon de veces, que con ellos en este momento. Aún no olvidaba todas las palabras ofensivas que ella había dicho con respecto a Nico, y tampoco tenía un plan de como decirle lo que había descubierto hoy... o "confirmado" mejor dicho.

Francamente, ni siquiera sabía si podría perdonárselo alguna vez, o fingir que nunca la había oído. Porque también me había ofendido a mí. Aún así, me convencí en no apresurarme con mis decisiones. Somos amigos, estaba seguro de que me aceptaría cuando se lo diga con calma.

— Descuida. — le respondí, y luego me dirigí a Cecil a quien le di un pequeño puñetazo juguetón. — Quiero quedarme con él, mi padre me necesita en este momento.

— Él siempre te necesita para que lo cuides. — Refutó Lou, con un tinte de tristeza en la voz. — ¿Y a ti cuándo te van a cuidar?

Me encogí de hombros sin darle demasiada importancia a sus palabras. Yo no necesito que nadie me cuide, le contesté en silencio. Ya todo dicho entre nosotros, mis dos amigos se fueron, dejándonos a mí, a mi padre, y a dos baristas con muchas bebidas que servir, dentro de un gigantesco,  lujoso y muy vacio club; con restos de colillas de cigarrillos desperdigados por todo el piso.

Fui a sentarme sobre un taburete (ya con el cierre arriba, gracias por notarlo) frente al bar, con los codos reposados contra la mesa. Mi padre ni siquiera alzó la vista para verme, pero sonrió de medio lado para indicarme que le agradaba mi compañía. Frente a mí detrás del mostrador, estaban Ciel y Paolo limpiando los vasos sucios con un trapo, como si necesitaran hacer cualquier cosa para relajarse.

Se supone que a mí era a quién atacaron, y ellos lucían aún más alarmados que yo. Arriba en el escenario, el tipo encargado de las luces empezó a guardar todos los cables cuidadosamente, saludándome paso antes de retirarse a su casa. Hoy habíamos acabado temprano, pero todos nos veíamos más cansados que cualquier otro día de trabajo.

— ¿Vaya noche, no? — Ciel rompió el silencio, dejando el vaso y el trapo a un lado. Ahora que el local ya se había cerrado, tenía puesta una chaqueta de cuero para ocultar su blusa escandalosa. — La fiesta estaba siendo un éxito, y la noche apenas comenzaba... — Suspiró — Se arruinó todo por culpa de ese psicópata, ¿de todos los clubes de la ciudad? ¿Justo tenía que parar en el nuestro para hacer su escenita?

— Debemos reforzar la seguridad, Apolo. — Habló Paolo esta vez, jugando con el vaso en sus manos hábilmente, mi padre siguió observando el líquido amarillo de su vaso, sin pronunciar palabra alguna. — No podemos dejar que vuelva a suceder una cosa como esta, si el amigo de Will no hubiese estado allí...

— Tienes razón. — Corrobora mi padre, alzando la mirada de forma abrupta. — Algo como ésto, jamás volverá a ocurrirle a mi hijo. — sus ojos se posaron en mí, brillando de protección. Le sonreí con cariño.—  Jamás pensé que tendría enemigos con tanto odio hacia mí. De ahora en más, Will, tendrás un horario limitado en donde te indicare los días y las horas que podrás venir de al club...

— ¿Espera, qué? — la sonrisa se me borró de mi rostro. ¡Stop con tu carro volador, papá, vas muy rápido!

— Ya no vendrás cuando se te plazca, y te prohibiré la entrada de ser necesario si te pones pesado. — ¡¿Por qué no podía dejar de ser tan dramático? — ¡Es mi decisión final!

— ¡¿QUÉ TE SUCEDE?! — Exclamé sin creérmelo, tenía la boca abierta por el estupefacto y las medidas exageradas que había lanzado mi padre. — ¿Un loco me ataca y yo debo pagar las consecuencias? ¡Ni hablar!

— Obedece a tu padre, Will. — Gruñó Apolo, sonando como un estricto padre responsable, por primera vez en la historia. ¡Pero vaya, gran momento para decidirse en serlo! ¡¿No podría sólo regalarme una navaja o gas pimienta para mi protección?! — Este ya no es un lugar seguro... lamentablemente.

Mierda, quería gritarle de frustración como un mocoso de siete años, y patalear hasta que cambiara de opinión. Luego recordé que tenía dieciséis años, y a pesar de que seguía siendo un adolescente, eso no quería decir que podría volverme completamente loco de la nada. Probablemente con eso solo me ganaría medicinas de su parte, pensando que me había agarrado estrés—postraumático.

Cerré los ojos brevemente, y traté de no perder la compostura. Ignoré a mi padre hablar con Paolo sobre los nuevos mecanismos de seguridad que estaban de moda y debían comprarlos de un tal "Hefesto corporación S.A". Y despues me concentré en mirar a la nada, mientras me regordeaba en mi absoluta miseria de haber perdido supuestamente mi pase libre de todos los días al club, y de también haber perdido un par de labios calientes contra los míos, pertenecientes a cierto italiano con tendencia a esclavizar a los pobres Will's como él, con su seductora personalidad.

"Idiota". Lo llamé y me dije también. Era un idiota por haberle dado tanta importancia a una simple sesión de besos en un callejón lleno de orina, y él era un idiota por irse sin despedirse. Al menos pudo haber dicho algo así como "Ey, besas genial y todo, fue grandioso pero tengo cosas no—mafiosas que hacer en este momento. Ciao".

— ¿Estás bien? — Inquirió Ciel en mi dirección, notando mi discusión interna. Tal vez de verdad las mujeres tenían un sexto sentido que les susurraba todo, porque de repente, sonrió con picardía y dijo — ¿Molesto porque el italiano no se quedó contigo un rato más? — cuando mi rostro se agrio sin mi consentimiento, echó una risita a mi costa. — Al menos dime que valieron la pena los pocos minutos antes de que los interrumpieran, ¿fue algo para recordar?

Le puse los ojos en blanco y suspire fuerte.

— Sí. — Admití, naciendo calor desde mis mejillas y bajando rápidamente hasta mis partes bajas. Dios, ¿cómo solo el recuerdo de nuestros besos me prendía tanto? — Un poco...

Ciel empezó a destornillarse de la risa en ese momento, sin creerse para nada lo de "un poco...". Mi cara debía ser como una manzana madura ahora. Mi padre y Paolo nos miraron distraídamente con interés, luego volvieron a reanudar su conversación, esta vez sobre lugares donde podrían contratar guardias de seguridad capacitados.

Volví a suspirar cansinamente. Como sea, yo también podría fingir indiferencia como Di Angelo, incluso aún mejor...

Mi celular vibró en mi bolsillo, y mi corazón se contrajo dentro de mi pecho por la anticipación. ¡Oh Jesús! Casi me caigo de la silla con solo sentir la vibración en mi muslo. Quería llevarme una mano al pecho para detener el infarto que parecía querer atacarme. Estúpidamente, pensaba que podría ser "él", pero eso seria ridículo porque... ¡Es un mensaje de texto! ¡De él!

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Lamentablemente, hoy nos interrumpieron en el callejón. Así que... ¿Quieres seguir hablando en mi casa sobre tu problema?
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— Oh por... — me callé abruptamente, antes de que dijese algo raro. Recordé donde estaba y con quienes estaban; de reojo, noté que mi papá me enviaba una mirada extrañada, pero al parecer, no se atrevió a preguntarme nada.

Me di cachetadas mentales y entorne los ojos con fastidio. Me estaba comportando como un adolescente hormonal. ¡Contrólate, Solace! Ahora, dejando de lado mi evidente entusiasmo por su mensaje. Pensé, enojado. Él no podía darme órdenes, ¿qué cree que soy? ¿Una puta? ¡Es obvio el objetivo que espera al pedirme que me vaya en su casa! ¡Si yo iba... sí iba..., no saldría siendo el mismo nunca más. NUNCA. MÁS. Mi trasero lo presentía, lo anhelaba y no confiaba en él.

¿Estaba entrando en pánico? No, claro que no, ¡tú estás entrando en pánico por la posibilidad de que no vaya! Ajá.

Ok respira Solace, respira. Solo te está pidiendo hablar, nada más. No todo en la vida es sexo, ¿no? Tal vez iría y me pediría jugar con él al ajedrez. Él parece no tener muchos amigos, así que imagino que querrá aprovecharse de mí... aprovecharse en el sentido inocente de la palabra claro. Y jugar conmigo a un inocente juego de mesa.

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¿Vienes? Ésta es mi dirección.
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Inmediatamente, su localización llega debajo de su mensaje. Mi corazón parece estar por subirse encima de mí garganta y pienso seriamente si estoy a punto de vomitarlo en la mesa frente a mi padre. Menos mal él era un doctor, y podría meterme el corazón de vuelta en mi caja torácica en caso de emergencia.

Oh por Dios, oh Por Dios. Oh por Dios. ¡Ya compórtate, Solace! ¿Casi te matan hoy y tú ya estás volando con la idea de ir a su casa a conocer las sábanas de su... digo, las cortinas de su cuar... digo, salas? Sí, salas. Decidido. Iré. Pero no me alejaré más allá de la sala, de la zona segura. Además, seguro estaban sus padres así que, no se le podría ocurrir seducirme con sus padres en casa, ¿no?

Y, debía ir a decirle en la cara que él no me daba órdenes. Eso era lo importante, dejarle las cosas en claro. No porque me había derretido bajo sus besos y le rogué por "más" (OhDioseslaverguenzaataca) eso no quería decir que podría tenerme a sus pies cuando quisiera. Y eso tenía que dejarlo en claro, cara a cara, yendo a su casa.

— ¡Papá! — Casi grité, y me levanté de mi asiento tan bruscamente que mi butaca se cayó detrás de mí con un ruido sordo

— ¡¿Qué?! ¡¿Qué pasó? — Me miró alarmado y asustado, mirando por todas partes, como si esperará encontrarse con algún otro vagabundo muy confundido detrás de mí. — ¡¿Qué ocurre?! ¡¿Te duele algo?! ¡¿Vas a vomitar?! ¡ACUÉSTATE SOBRE EL TABURETE TE VOY A REVISAR! 

— No. No. No. — Negué apresuradamente, apartando sus manos de mí. — lo siento,  es que... necesito las llaves del auto. Por favor... Yo... Yo...

¡Piensa tarado! ¡Antes de que Di Angelo envíe otro mensaje diciendo que se arrepiente o fue un error el mensaje!

— ¿Irás a ver ese chico que te salvó, no? — Lo adivinó, de alguna forma lo leyó de mi mente y entonces, su mirada se dulcifica y también aparece un tinte de nostalgia en ellos. Como si yo le recordara a su "yo" de joven fiestero. — Bien, hijo, ve y agradécele al chico adecuadamente por su amabilidad. Como el hijo educado que te enseñé ser.

A continuación, saca las llaves del auto de su bolsillo tranquilamente. Conseguirlas había resultado más fácil y rápido de lo que creía. Agarró mi muñeca, y la dejó caer en la palma de mi mano.

— Ten cuidado. — me advirtió con severidad, luego, sonrió extendiendo por completo sus labios y dijo. — ¡Tengo condones en la guantera del auto, buena suerte!

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Antes que nada, estoy muy emocionada por que el domingo cumpliremos RLkinn Y yo, un año de habernos conocido ♡ Así es? como oyeron, SE APROXIMA NUESTRO ANIVERSARIO HAUDNDOXODLFMDLXLFLFLFLFLLFLF. ejem sí. Da igual... :3 *chillido silencioso*

Oh y ¡No saben lo difícil que fue escribir este capítulo! Todo fue culpa de Magnus Chase, me los leí en una semana y tuve resaca y después perdí el hilo, y me odié, lloré, solloce, borre y releí todo mil veces y... espero que les haya gustado :) ME COSTÓ MUCHO ESCRIBIR Y PENSÉ QUE YA NO VOLVERÍA ESCRIBIR NADA MAS EN LA VIDA.

Ahora, catap425 me nomino a decir 13 cosas sobre mí, y como me encanta hablar de mí pues, peeeero solo haré un seis cosas...:

1- Amo las hamburguesas tanto, que me las comi por 3 años consecutivos en el colegio todos los días... (No sé cómo aún sigo viva)

2 - Mido 1, 64 y peso 49 kilos. 🍔

3- Yo no hago amigos, ellos, vienen a por mí. 😎
4- Tengo muchas ideas para historias, pero pocas energías.

5- Me encanta meterme con cuentas pequeñas, por cierto, (según me dijeron) y en efecto, es mi hobby favorito, si quieres concertar una cita para tu autodestrucción puedes escribirme por inbox o dejar tu usser en los comentarios :3 (psd: por favor hazlo, destruirte llenará un vacío en mí. Saludos)

6- Me creo una reina, y solo sigo a las personas que me prometen amor eterno y firman un contrato donde juran unirse a mí, en mi secta satánica llamada los "reptilianos de Amer de la quinta dimensión del reptaluz", como lo indica mi usser, los reclutó para librar mis batallas contras las fuerzas del mal que dicen que escribo sólo cosas predecibles.

7- Soy muy rencorosa. 🙊 si, si, ustedes dirán "naaah, ¿en serio? Tú, rencorosa? Naahh" Pero es cierto joven lector, ¿no te diste cuenta eh?

Miren el sukulento Cecil que me editó mi sis joder

Los amo desde el fono de mi corazón lleno de gusanos.

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