¿Cuál peón se convertirá en tu Reina?
Solo aguanta un poco más, Nico, se acerca la liberación. No decaigas, no lo hagas. No mates al cliente con una bazuca por más tentador que suene la idea. No lo hagas, Di Angelo. Es ilegal, y no del bueno.
- ¿Y... la Maverick 12 automática, ¿cual es su precio?
Había días en que adoraba trabajar en este lugar. Admiraba como los empleados de mi padre exhibían las armas, imponentes en una enorme vitrina de vidrio y como ordenaba las balas de menor a mayor en un enorme estante, adornado de pósteres y maniquís sujetando una A-16. Y no solamente eso, él local estaba lleno de todo tipo de cuchillos y armamento militar que haría babear a cualquier conocedor de las buenas armas.
Luego, estaban estos días en donde la vida probaba todo mi autocontrol para no cometer asesinato grave.
- La compraré, pero con la condición de pago en doce cuotas. - Exigió el "cliente", luciendo un rostro de lo más petulante a pesar de estar picoteando por Limosna; tuve que contener un bufido de mofa ante eso.
- Solo entregamos el arma con un pago al contado, señor. - Le contesté en cambio, pestañeando con parsimonia, y distrayendo mi atención con el suave vuelo de una pelusa en el aire. Y preguntándome, ¿Will ya habría recibido mi nota?
- ¿Y cuánto me va alcanzar la escopeta al contado? El precio...
-No importa cuántas veces le repita el precio, señor. - le respondí, con la última pizca de paciencia que me quedaba. -No va a cambiar mágicamente.
El hombre tuvo la desfachatez de mirarme indignado después de contestarle por millonésima vez, la misma jodida respuesta con un tono más impaciente. Grité internamente con sed de sangre, ¿dónde estaría Caronte cuando más se le necesitaba? Estaba claro que me daba los trabajos más irritantes a propósito. ¡Maldito el día que había accedido a atender a los clientes cuando él no estuviera!
-Quisiera hablar con alguien más, calificado. ¿Cuántos años tienes, eh? ¿Cómo sé qué no estas intentando estafarme? - Farfullo utilizando un tono de voz que rápidamente llamó la atención de los demás clientes (los que sí valían la pena). El aspecto arrogante del hombre no alcanzaba a su altura, y seriamente, me pregunté si mi propio padre me despediría por darle un puñetazo en su estirada cara. - ¡Quiero hablar con el dueño de esta empresa! Estoy seguro que podemos negociar un monto más creíble. Soy una persona trabajadora, confiable y respetable...
- Pues lleve su fachada confiable, respetable y tacaña -exploté- a otra parte o voy a...
-¡Señor Barrick! -La voz de Caronte interrumpe la mía de forma abrupta, y toma mi lugar detrás del mostrador inmediatamente, con una sonrisa fresca y amigable. ¡JA! Pero a ver cuánto le duraba con este tipo. - ¡Bienvenido! Ha pasado un largo tiempo desde su última visita. -Carraspea, y pone una mano encima de mi hombro. -Me disculpo por nuestro empleado más reciente, es nuevo aquí, pero pronto aprenderá a tratar con nuestros mejores clientes de manera más eficiente.
-¡Ah, Caronte! ¡Gracias por la bienvenida. - Sonrió el hombre al verlo, ambos estrecharon las manos afectuosamente y pronto quedé olvidado al fondo. - ¡Por fin! Quería hablar con alguien más capacitado, ¡No entiendo porque nunca comprenden lo que digo!
-Es solo que muy pocos pueden cumplir con sus estándares tan altos, señor Barrick. - Siguió hablando Caronte, usando un tono de voz cómplice con él, y un tipo de carisma que pronto lo tuvo en sus bolsillos. - Por favor sea comprensible, no todos son tan expertos como usted, ¡Avergüenzas hasta al mismo jefe con tus admirables conocimientos!
El hombre soltó una carcajada jubilosa ante los espectaculares elogios y halagos que le regalaba Caronte sin parar. Me echó una fugaz mirada arrogante, como diciéndome "¿Ves? Mi trasero peludo es más importante que el tuyo" (Qué maduro) y siguió hablando con él. Rodé los ojos exageradamente fuerte. Chupa medias con mi padre, con las chicas y hasta con los clientes. Caronte tal vez era un mejor negociante y diplomático que yo, pero eso no se lo diría para inflarle más el monumental ego que poseía.
En un momento dado, Caronte encontró la oportunidad para susurrarme a que me largara para otro lado a jugar con mis figuras de acción. Le miré con mala cara, pero me fui de allí sin rechistar, solo porque ya no podía seguir aguantando la palabrería incansable del señor Barrick cara de chimpancé. Si seguía un rato más aquí, estaba seguro que mis orejas empezarían a comprimirse por si mismas para no volver a oír nunca más.
Me dirijo al piso subterráneo de la agencia de mi padre, donde los guardias de seguridad que él entrenaba, practicaban su tiro en un habitación climatizada para que no se oyeran los disparos desde afuera. Este era uno de mis lugares favoritos, y más relajantes. Me dejaron pasar sólo por ser el hijo del dueño, por llevar la camiseta "Ángeles Guardianes" (nombre de la agencia) indicando que era miembro, y solo porque era mucho mejor que el resto al disparar en el blanco; y de paso enseñaba a otros.
-¿Qué hay, Nico? - Saludó uno de los chicos que portaba un arma, parado en su cubículo para disparar. Traía mi misma camiseta y unos Jeans, sus ojos azules estaban escondidos detrás de unos lentes especiales. -¿Vienes a enseñar a los novatos una vez más?
-No esta vez. -Le contesté desinteresado, al mismo tiempo que me sentaba en una silla giratoria detrás de ellos. -Necesito un respiro de esos buitres de arriba solamente. Si escucho oferta, fianzas y cuotas solo una vez más, te juro que mataré a alguien.
- Entiendo. -Se rio, posicionando su cuerpo de la forma perfecta para disparar. Sam era casi tan bueno como yo, tenía talento natural. - Solo deja el trabajo sucio a Caronte. Está más que acostumbrado a hacerlo después de todo.
-Sí. -Musito, y mi atención pronto es robada por un tono en mi celular que me indica que tengo un nuevo mensaje. Siento un vuelco en el estómago y lo abro rápidamente, ignorando aquella sensación.
El paquete ha sido entregado con éxito, amo Di Angelo.
Exhalo un suspiro largo. Estaba hecho. Yo mismo hubiera ido a entregarle su pertenencia de no ser porque tenía trabajo aquí en la agencia. En este momento, él debía de tener ya su teléfono prendido en sus manos, revisándolo para ver cuantos mensajes le había llegado. Tal vez, estuviese fijándose en su lista de contactos, intuyendo que tenía un nuevo contacto guardado allí.
El mío.
Empecé a meditar un montón de escenarios en donde cada una de ellas él reaccionaba de forma diferente. ¿Cómo lo tomaría? No me regañaría claro, era demasiado amable para eso. ¿Pero me llamaría? ¿Estaría feliz? ¿Sonriendo? ¿O estaría muy desconcertado mientras borraba mi número sin entender porque lo había agendado allí? No podía saberlo, pero moría de ganas por averiguarlo.
Tal vez hoy... En la noche...
Miré otro mensaje que aún no había borrado en mi buzón, por distraído. Había llegado ayer, justo cuando Will había entrado en su casa, el tono del nuevo mensaje había sonado. Estaba justo abajo del de Albert, era de un número no registrado, pero aún así, sabía de quién se trataba. El mensaje lo dejaba claro.
Los policías fueron silenciados por órdenes.
Esa estúpida de Drew Tanaka, maldije por lo bajo, lo único que había hecho era causarnos más problemas innecesarios que luego nosotros debíamos resolver. Montón de personas a las cuales hacer callar, sobornar, extorsionar... Después mi familia era la que tenía que caminar bajo sus vidrios rotos con cuidado de no perjudicarnos. Todo por su psicópata forma de solucionar los problemas.
Tres disparos, el hombre que estaba practicando en otro cubículo a lado de Sam, había disparado y acertado en la cabeza, el pecho y en el miembro de su objetivo de madera. Todos los de alrededor empezaron a reír y a felicitar la puntería del hombre, mientras yo, los observaba intrigado, curioso de como podían hablar tan cómodamente entre ellos acerca de probarlo en alguien real.
-Oye Nico, -Sam volvió a atraer mi atención, — Entonces, ¿cómo te está yendo con todos los preparativos para la boda? He oído que los italianos tienen costumbres bastante diferente a las nuestras como que deben hacer un gran banquete antes con todos los familiares y...
-¿Qué? - Le fruncí el ceño confundido. El hombre que estaba a su lado, lo miré automáticamente alarmado, por alguna razón, cuando Sam empezó a hablar sobre eso. - ¿De qué boda hablas? ¿Te volviste loco?
-¿Cómo que qué boda? - Repitió anonadado, volteándose hacia mí. - ¡La boda de tu padre! Mis padres ya recibieron la tarjeta... -Su voz perdió fuerza cada vez más al interpretar mi rostro furibundo. Dándose cuenta, del GRANDISIMO error que había cometido. -Yo, eh, pensé que lo sabías eh, si se realizará al final de este mes...
Dejé de escucharlo, mi cabeza estaba a punto de estallarme de incrédula rabia e indignación. ¿Pero qué demonios? No... No puede ser. Mi padre no podía haber perdido la cabeza hasta ese punto. Vagamente fui consciente que uno de los compañeros de Sam le dio un coscorrón de reprimenda en su cabeza, mientras éste le contestaba un temeroso y bajo "Lo siento".
~~~~
El cielo y el infierno se pusieron de acuerdo para que Nico Di Angelo no tuviese impedimento en el tráfico para llegar hasta su casa, donde su padre estaría en una reunión privada. Llegó apenas diez minutos después, bajando de su automóvil con apuro e impaciencia, sus zancadas lo llevaron en un santiamén hasta la puerta de su casa, para abrirlas con un empujón impetuoso.
Encontrarlo no fue difícil, estaba en su despacho hablando con un hombre a la par que jugaba con él al ajedrez. Su juego favorito. Había entrado sin tocar; y sin siquiera antes tomar un segundo respiro, le escupió las palabras a su padre (delante del visitante) como si estas se tratasen de balas disparadas a través de una metralleta.
- ¡¿Cuándo diablos pensabas decirme que estás a punto de casarte?!
Su padre tomó una honda respiración de forma imperceptible, y la persona que estaba delante de él, miró a Nico estupefacto ante su inexplicable arrebato. Le pidió a su hijo que lo esperara afuera, aunque supiese que esto lo enfadaría aún más, y no se equivocó.
- No. - Masculló Nico entre dientes, a punto de estallar frente a ellos. Y Hades más que nadie, sabía que era capaz de eso y mucho más. - Quiero. Hablar. Ahora. No escaparás de esto padre. ¡No lo harás!
-Nico... -Comenzó diciendo su progenitor en tono de advertencia. No obstante, al final no fue necesario echar a su hijo, ya que el mismo invitado había decidido que la reunión había culminado.
- Ya voy tarde para el almuerzo al fin y al cabo - dijo el hombre con una sonrisa afable. - Mi esposa me matará si la hago esperar en la mesa por más tiempo. Y aún tengo muchas canas que ganarme en esta cabeza mía, antes de partir.
-Gracias por venir hasta mí casa, Señor Collins. Lamento la intrusión de mi irrespetuoso hijo. Le aseguro que no volverá a ocurrir en el futuro. - Hades se despidió de él adecuadamente, a la par que deliberadamente, ignoraba a su colérico hijo que parecía una tetera en ebullición en medio de su despacho. - Estamos en contacto, por cualquier cosa, no dude en llamarme.
-Descuide Hades, no te preocupes. -Le dijo estrechando su mano. -Sé como son los hijos a esa edad, ¡Están en la flor de las hormonas! ¡Piensan cargar con todo el mundo en sus hombros por sí solos! Y apenas pueden atarse los cordones.
Nico puso los ojos en blanco ante eso, cruzándose de brazos, no se molestó siquiera en responderle la despedida al hombre al irse, y simplemente, se puso delante del escritorio de su padre. Cuando se aseguró que los pasos de aquel tipo se oían lo suficientemente lejos como para que no lo oyera, abrió los labios, dispuesto a atacar de frente en el pelotón a quemarropa.
-Tome asiento, Señor Di Angelo. -Su padre le ordenó con tono burlón, interrumpiéndolo descaradamente al estar a punto de hablar. -Presiento que esta conversación tomará su tiempo. ¿Quieres jugar un poco mientras charlamos?
Nico miró a su padre ordenar nuevamente cada pieza del ajedrez que estaba en su mesa, en sus respectivas casillas. Este era uno muy especial para él. Su padre lo había mandado hacer en vidrio templado. Uno era transparente y brillante como hielo sólido, y el contrincante era de color negro obsidiana. Era una verdadera obra de arte, si te fijabas en el detallismo que el escultor se había molestado en tallar en cada pieza, conseguía dejar con la boca abierta a cualquiera.
Imponente, y sofisticado. Así se veían las piezas del ajedrez frente a su estricto padre, dos descripciones que lo representaban perfectamente también. Pero este no era el momento de intimidarse, seguiría manteniéndose en pie y fuerte.
-No puedes casarte. -Soltó Nico con agresividad, ignorando su invitación y yendo al grano. -¿Pero qué te sucede? No conoces a esa señora, ¡no sabemos si de verdad la tal Hazel es de verdad tu hija! ¿Y tú solamente asientes y vas y compras un estúpido niño?
-Las pruebas de ADN no mienten. Así que, tengo una responsabilidad que cumplir, aunque no te guste. El honor es lo más importante en nuestra familia, Nico, recuérdalo.- Refutó su padre, estudiando silenciosamente a su hijo delante suyo, con un dedo posado sobre sus labios. - Insisto en que te sientas. Juguemos un rato.
- No voy a permitir que te cases. -Nico gruñó en cambio, endureciendo su mandíbula y todo lo demás de su cuerpo. - ¿Cómo te atreves? ¿Acaso no tienes ni un poco de respeto por tu difunta esposa? ¡¿Por mi madre...?!
-Entonces prefieres que permanezca aquí, solitario y aburrido hasta que me muera. ¿Así es como has planeado mi vida? - Inquiere, por lo cual, Nico no sabe que contestar. - Tu madre ya ha estado muerta.... por muchos años. Le he guardado luto por demasiado tiempo... -Susurró lo último, colocando la última pieza de su ajedrez en su lugar. - Es hora de utilizar mis dos pies y volver a tomar un camino en compañía.
-No permitiré que lo hagas. - Nico negó, apretando con sus dos manos el respaldo de la silla delante suyo. La incredulidad casi lo ahoga, ¿cómo es que su padre se había dejado convencer tan fácilmente? ¡Había soportado más de nueve años solo! Y ahora, de la noche a la mañana, ¿se casa? Él no era estúpido, su padre tampoco lo era. ¿Amor? No me jodas con eso, pensó Nico sarcástico. Él amor no existe. Y aunque existiera, preferiría ignorarlo y rechazarlo hasta siempre.
-¿Y cómo se supone que lograrás detenerme? -Se burló su padre, alzando una de sus cejas ligeramente con arrogancia. -Sí ni siquiera puedes vencerme en ajedrez, ¿qué oportunidad te queda contra mí?
-¡Oh por favor!-alzó las manos hacia el cielo. - ¿Puedes dejar tu obsesión en paz por dos minutos?
Su padre optó por no contestar, encogiéndose de hombros y ensimismado con una mirada lejana. El silencio en la habitación se hizo asquerosamente pesada. Entonces, una idea empezó a formarse en su mente. Era una arriesgada y peligrosa. Pero era la única forma de al menos intentar cambiar la decisión de su testarudo padre. Él mismo lo había dicho, el honor era lo más importante.
- ¡Bien! ¿Quieres jugar? - Inquirió Nico con determinación, inclinándose un poco hacia su escritorio para agarrar uno de los caballos de la tabla. - ¿Entonces, qué te parece si también apostamos? Para hacerlo más divertido. Ya sabes que no me gusta hacer nada que no me dé algo a cambio.
Su padre sonrió, por supuesto que lo sabía. Él mismo se había encargado de enseñarle aquello, y a veces, hasta el aprendiz superaba al maestro.
-Lo escucho, señor Di Angelo. -Le respondió su padre ligeramente entusiasmado, y por segunda vez, le invitó a tomar asiento frente a él. Esta vez, él sí se sentó. - Presente sus propuestas.
-Sí gano. -Comenzó su hijo en tono serio, con sus ojos oscuros acribillando los suyos sin ningún temor. - Vas a cancelar la boda instantáneamente. Sin oponerte.
Guardaron silencio, su padre lo media con seriedad ahora. Calculando los pros y los contras, las posibilidades y las desventajas. Padre e hijo se estudiaban. Ignoraban su parecido, ya que ambos eran demasiado orgullosos para admitirlo. Nico sintió el ambiente tenso a su alrededor, hasta que finalmente, su padre por fin habló.
-¿Y qué hay si gano yo? – La pregunta que Nico esperaba, la que no quería contestar, pero irremediablemente, tenía que enfrentar. Soltó un resoplido, tragó saliva y antes de que pudiese arrepentirse, habló velozmente sin meditar demasiado en lo que decía.
- Sí me ganas. Tú mismo me verás sentado en primera fila en el día de tu boda. Pondré en mi rostro, la asquerosa sonrisa más convincente que tenga y... - Su voz flaqueo, cerró su puño alrededor del caballo en su mano y continuó. – Y personalmente los felicitare, a ti, y a tu esposa... Por su compromiso.
Hubo un momento de pausa después de eso, siguieron mirándose atentamente como con desafío hasta que, finalmente, su padre formó una pequeña sonrisa, (que parecía más a una mueca macabra) y asintió dando por hecho el trato que habían apostado. Bien, Nico tragó saliva de forma imperceptible, preparándose.
- ¿Qué color eliges? - Le preguntó su padre, refiriéndose sobre que pieza elegía para luchar.
- Elijo las de mi color favorito, claro. – respondió, ladeando ligeramente su rostro hacia un lado. – Siempre el color negro.
- Podrías elegir las blancas. Tendrías la ventaja de empezar primero. – Le aconsejó su padre algo sorprendido, sin embargo, Nico se encogió de hombros, despreocupado.- Pero que confiado, quien te viera pensaría que eres un campeón invicto por años.
-Deja de ser tan arrogante padre. Que ya te he vencido una o dos veces antes, y aún recuerdo la satisfacción de vencerte– Se mofa su hijo de él. – Pero la victoria de hoy principalmente, será especialmente exquisita.
Ocho horizontales y ocho columnas verticales, ocho espacios y 14 piezas. Cada uno con habilidades y estrategias diferentes. Nico Di Angelo, siempre había sido bueno para los juegos de estrategia fría, ya que no temía ni un segundo en sacrificar incluso a sus mejores piezas, si eso significaba que le daría una oportunidad para avanzar y estar más cerca de la victoria. Él era seguro y decidido, no cabía duda en sus movimientos porque confiaba plenamente en su intelecto.
-No te precipites demasiado, hijo, tómate tu tiempo para hacer tu próximo movimiento.– Le aconsejó su padre con voz suave, mirando fijamente la tabla del ajedrez como si éstas le enseñaran todo tipo de estrategias. – hasta la pieza más insignificante, puede ser tu mejor arma secreta.
Nico supo de inmediato, que se refería a como sacrificaba sus peones para robarse sus piezas, a base de carnadas. ¡No podía creer que el viejo estuviese menospreciando su jugada! La respuesta la tenía en la punta de la lengua segundos después.
-No veo de cuánta ayuda pueda ser un peón. Solo puede moverse una casilla a la vez e incluso terminan siendo un estorbo. - Nico le contestó escéptico, mientras veía a su padre mover su torre. Sonrió irónico; en respuesta, él movió su caballo y se robó su torre. Já, ¿quién estaba siendo imprudente ahora? – Son absolutamente los más insignificantes del ajedrez, no sirven más que para el sacrificio en el juego.
Dicho eso, Nico movió su último peón restante para sacrificarlo, adelantándose a lo que su padre haría, y así fue, cuando su padre cayó en la trampa y se robó su peón poniendo en su lugar su preciada reina, el azabache aprovechó rápidamente con una sonrisa extensa para matar a su reina con la suya. Ahora su padre ya no tenía una reina, la pieza más importante y poderosa del ajedrez, ¿debería celebrar ya su victoria, no? Estaba más que claro, y se lo hizo saber entusiasmado.
-Ahora, te quedan cuatro piezas, papá. Dos enclenques peones, un caballo y tu rey, que resulta ser igual o más inservible que tus peones. – Siguió hablando, alentado por su ventaja, pero su padre no se veía para nada alarmado, al contrario; lucía de lo más divertido, cuya expresión llenaba de irritación a Nico. – En cambio a mí, me quedan dos torres, dos caballos, mi rey y mi reina. El resultado esta más que claro, así que puedes rendirte ahora mismo.
-Sabes Nico, realmente eres muy astuto para tu edad. – Lo alabó su padre primero, dejándolo completamente descolocado. - Me hubieses ganado muy fácilmente, sino fuese por dos errores bastante comunes.
Nico se quedó mudo. Confundido, frunciendo cada vez más su ceño en confusión, con el nerviosismo aflorando en su estómago poco a poco. Su padre siguió hablando, al mismo tiempo que estiraba una mano para mover uno de sus peones... hasta la última casilla del terreno de Nico... A dos casillas de su rey...
-Muy probablemente hubiese perdido. No obstante, tu desprecio y desinterés por los "enclenques" peones, te cegaron en la ignorancia. Evitando que así, conocieras una regla muy simple y, exclusiva de ellas. -Frente a sus ojos, Hades volvió a recuperar a su reina mediante la sustitución. Y Nico se encontró automáticamente, en la zona roja de muerte. – La ignorancia y el desprecio son las peores combinaciones que un ser humano puede acumular, pues irremediablemente, solo conseguirá fracaso con ellas.
Nico trató de alejar su rey lejos de la reina de su padre, sin embargo, este no era su objetivo, sino que matar su propia reina lo había sido y lo había logrado. ¿Cómo no se había dado cuenta? ¿Cómo dejó que se acercaran tan tranquilamente hasta sus narices? Los había ignorado y menospreciado y ahora, mediante ellas, su padre había conseguido de vuelta su reina y su torre...
-Jaque Mate. – Susurró su padre con voz grave y cruel. Atrapando y haciendo caer a su rey. – ¡Te he matado! Y ahora te declaro "Rey de los fantasmas" pues es todo lo que te queda ahora después de haber sacrificado a tantos.
Fue cuestión de segundos, la derrota fue inminente y humillante. Su Rey y su reina murieron de forma patética y todo por los insignificantes peones que se habían acercado demasiado. Mierda. Recordó lo que habían apostado, y susurró nuevamente una maldición un poco más fuerte. Nico se recostó en el respaldo de su silla, atónito, en shock.
-Fue un buen juego. -Le concedió su padre, poniéndose en pie y haciendo ademán de que debía irse pronto a otro lugar.- No te sientas mal, luchaste heroicamente hasta el final, tal vez, dentro de otro año puedas ganarme.
-Soy un idiota. – Se dijo así mismo Nico, en voz baja y adolorida. Cerrando sus ojos con fuerza.
-Ahora, un trato es un trato. Me acompañaras en mi júbilo en el día de mi boda. – Soltó su padre más que complacido consigo mismo, Nico lo miró boquiabierto. – Y sacarás esa minúscula parte amable que te queda para conocer a tu hermana.
- Me rehúso. – Exclamó, pero con poca determinación esta vez.
- Ah, ¿qué son esos labios que se mueven sin emitir sonido alguno? – Murmura su padre, arreglándose los botones de las muñecas de su camisa. Recuerda que estás muerto, y un muerto no tiene voz, ni voluntad. No eres más que un fantasma. – Su voz adquirió un tono burlón. – El rey de los fantasmas, ¿recuerdas? Ya no puedes oponerte, perdiste tu poder al convertirte en un rey muerto.
Nico apartó la mirada derrotado, no podía seguir soportando sus ojos burlones, la vergüenza aplastaba su rostro. No podía creerlo, algo tan simple, lo había vencido en segundos. Había dado por hecho que se sabía todas las reglas y había subestimado a los pequeños y perseverantes peones que se movían hacia adelante.
-¿Sabes cuál fue otro error tuyo? Tu precaria defensa casi inexistente. – Le respondió Hades, agarrando su rey y estudiándolo en su mano. - La vida es como una tabla de ajedrez, no importa que tan bueno seas atacando al enemigo. Si no tienes una buena defensa para proteger todas tus debilidades... Estás completamente muerto, antes de haber rozado si quiera a tu contrincante.
"Tienes suerte de que yo siga con vida. De que aún yo sea tu Reina para seguir protegiéndote, Nico. Pero dime, ¿qué ocurriría cuando uno de los peones de tu enemigo, se convierta en Reina y me maté por culpa de tu ignorancia? Rey de los fantasmas, ¿quedarías totalmente indefenso?
Nico observó a uno de sus peones de allí, caído e inservible. Sus pensamientos estaban girando en un montón de posibilidades, pero su cuerpo estaba en completo reposo sin mostrar ningún tipo de emoción en su rostro. Él era una estatua perfecta, hecha cuidadosamente para impresionar y alucinar.
-Qué poca confianza se oye en sus palabras, señor. – Nico musitó con una mueca, que era una mezcla de desdén y burla. - ¿Totalmente indefenso? Ahora es usted él que me esta subestimando, ¿y acaso eso no es hipocresía luego de haber soltado ese sermón de no discriminar a los peones?
Echándole una última mirada de reojo a su hijo, Hades se dirigió a la salida con pasos elegantes, pero antes de irse, volvió a decir unas últimas palabras. Las que se grabarían en la mente de su hijo para toda su vida.
-Tarde o temprano, la muerte nos visitará. No me preocupa morir en lo más mínimo. Solamente me pregunto... - Murmuró en voz baja, virando su rostro hacia su hijo, viendo que este aún le daba la espalda con la cabeza agachada. – Cuando yo muera. ¿Quién será tu nueva reina? Rey de los fantasmas. ¿Quién velará por tus debilidades y te protegerá cuando yo ya no esté? – ¿Sabrás elegir bien? Pensó su padre sin saber la respuesta.
"Qué esto sea una lección para toda tu vida, Nico. Recuérdalo. No subestimes al enemigo. En las manos adecuadas, hasta el peón que parezca más insignificante e inservible a primera vista, puede convertirse en una poderosa Reina y protegerte. O acabarte".
~~~~
El arco se tensa en mis manos, la flecha esta colocada de forma perfecta pero mis manos tiemblan con algo de inseguridad. Suelto una honda exhalación para relajarme, y apunto al blanco, esperando que esta vez si lo logre. No debería ser tan difícil, esto era como tirar cuchillos en un poste de madera. Si podía hacer eso, ¿por qué no esto?
Suelto la flecha sin pensarlo dos veces más, rompe el aire y atraviesa el campo a toda velocidad y se incrusta en la diana que esta colocada a varios metros, casi en medio del campo. Resoplo frustrado, había fallado, de nuevo, no le había dado al blanco ni había estado cerca. Estaba pensando abandonar las practicas de arquería seriamente cuando mi padre apareció a lado mío, silbando impresionado.
- ¡Buen trabajo, Will! - Mi padre asiente complacido en mi dirección, sujetando su propio arco y flechas personalizada, con lentes de sol sobre sus ojos. Se veía como un modelo posando, listo para el millar de flashes que llegarían para luego ser publicadas en una revista. – Ese fue un tiro perfecto, casi oí el silbido cuando la flecha voló en el aire.
- Pero no le di al blanco. - Grazné decepcionado, frunciéndole el ceño a la flecha que había fallado por varios centímetros. – No entiendo que es lo que estoy haciendo mal.
- No te preocupes, yo no nací portando un arco y flechas dándole al blanco a cualquier cosa. Aún te falta experiencia, eres joven. - trataba de animarme mi padre, mientras Kayla tomaba mi lugar para su turno. - Se trata de años de esfuerzo, de entrenamientos duros, dedicación y... - Kayla soltó su flecha y dio justo en el blanco de la diana, ni un centímetro menos ni más. Le dio, exactamente en el centro, burlándose de la mía a su lado. Miré a mi padre con una ceja levantada, este abría y cerraba los labios atorado con sus propias palabras. - ¡Kayla! ¡Excelente hija mía! ¿Has estado practicando mucho no es así? Dile a Will cuanto te cost...
- ¿Practicar? - Repitió ella confundida. - Es mi primera vez intentándolo.
Mi cabeza volvió a girar hacia mi padre con ironía. Luego de eso, se quedó callado. Me senté en césped allí mismo, tomando agua de una botella fría que nos había dado el empleado del lugar. Reajuste de nuevo mis lentes por encima de mi nariz, y jugué con mi flecha en mis manos.
-Entonces Will... - Empezó Kayla fingiendo despreocupación. – ¿Ese señor que vino hoy es la persona que te trajo ayer en la noche? ¿No es un poquitito viejo para ti? Digo, no sabia que te gustaban los mayores.
-¿Qué? – La flecha cayó de mis manos por la sorpresa. - ¡Niña loca! ¡No pienses en cosas equivocadas! Ese es solo el mayordomo del chico que me gust... - Mi boca se cerró abruptamente, ¡Por los calzones del sol! ¿Qué rayos había estado a punto de decir?
-¿Qué dijiste? – Exigió saber Kayla, pero para mi fortuna, la tía Artemisa se acercó hacia nosotros en ese instante.
-¿Por qué estás sentado aquí, Will? – Me preguntó, luciendo su típico rostro duro, de rasgos bellos y afilados. Mi padre y mi tía eran totalmente diferentes, quien los viera jamás los llamaría hermanos. Eran tan opuestos como el sol y la luna. - ¿Te cansaste?
-No puedo darle al blanco. Me he hartado.
-¿Ya probaste con apuntar sin tus lentes? Tal vez esos sean el problema, dificultan tu visión.
-No lo creo. – Susurré, frustrado, acto seguido, me puse en pie dirigiéndome dentro del club por una botella de jugo de naranja. - Ya vuelvo.
~~~~
La música alegre suena por los altavoces que insertaron alrededor del club. Un montón de gente demasiado bien vestida estaba por todas partes, y escudriñaban constantemente mi persona con gesto crítico. Supongo que no me veía como alguien muy rico.
Alcé mi mano, el dardo que estaba sujetando, es lanzado en un rápido movimiento por parte mío. Cruza la distancia y se inserta en medio de la diana. En el blanco, perfecta puntería. Así que mis manos tenían puntería, tal vez mi flecha era la que estaba mal. Suspiré. Las personas a mi alrededor aplauden impresionados, sonrió algo apenado por la atención.
Vuelvo a lanzar otro dardo. Y le doy al blanco, y luego de nuevo. Apenas me causa esfuerzo... Mientras pienso, y repito el numero de Nico di Angelo en mi mente. Lo sabía de memoria ya después de cinco minutos de haberlo visto. Vuelvo suspirar.
Entonces, lanzó otro dardo. Justo en el medio de nuevo. Como si la diana se tratase de mi corazón. Acierto justo en el centro. Preguntándome, ¿Cuánto tiempo mas podría soportar?
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Saben como me siento? Como la mierda. Periodo y gripe A la vez? No se lo deseo a nadie excepto a mis enemigos. A ellos si. Es como morir lentamente.
Desperté en medio de la noche con una catarata de moco líquido, fluyendo por mis fosas nasales Hasta mí barbilla. Y cada que estornudando, sentía como haya mis tesoros femeninos vomitaban sangre.
En síntesis todo fue una metáfora saben cuales fueron? Cuantas identificaron?
Frase favorita?
;v cuántos años crees que tengo?
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