Bonne chance
Mi padre siempre decía, "Un día, cuando menos te lo esperes y menos busques. Hallarás a alguien tan especial, que aunque pasen horas juntos y en silencio, te darás cuenta que con nadie más podrías estar así de cómodo como estando a su lado. Ese día hijo, sabrás que es la persona indicada". Luego, pasaba una mano por mi pelo cariñosamente, mientras me sonreía con luminosidad.
No sé por qué estaba recordando esas palabras justamente ahora, estando dentro del auto de Nico, a solas y en silencio a su lado. Esperando a que el semáforo delante de nosotros diera el color verde para dejarnos pasar. Tal vez, porque me resultaba extraño, lo cómodo que se sentía estar aquí, sentado, tan solo mirando la calle poco transitada delante de mí.
Segundos después de que el rojo diera paso al amarillo, el color verde se instala en el semáforo dándonos el permiso de cruzar la calle. Nico acelera, y nos dirigimos a mi calle, la cual estaba a cuatro cuadras aún de distancia. Podría seguir quedándome callado tranquilamente, (a él mucho menos parecía molestarle seguir en silencio) pero yo no sabía cuando tendría otra oportunidad como ésta, y sentía demasiada curiosidad acerca de muchas cosas acerca de él para dejarlas pasar.
Como por qué tenía un arma debajo de su asiento llevándola a todas partes con completa serenidad, como sí estuviese llevando una pistola de agua en vez de una que disparaba plomo. Porque de algo que si no me cabía duda, es que estuviese cargada con solo balas de goma.
- Solo pregunta. - Casi doy un respingo cuando Nico me habla de improviso, con voz divertida. - Eres demasiado obvio, ¿te mueres de curiosidad por lo del arma, no?
-¿Qué pasaría sí tu padre se entera que estás llevando una pistola debajo de tu asiento a todas partes? - Dije, echándole un vistazo por el rabillo de mi ojo.
- La verdad. - Empezó diciendo, fingiendo un tono inseguro que pronto cambió a uno sarcástico. - Estaría bastante complacido, y me diría que soy un chico muy precavido.
Le fruncí levemente el ceño, exigiéndole con mi mirada a que me diera una respuesta que no estuviese chorreando de sarcasmo puro. Algo de sinceridad no iba a matarlo, Dioses. Este chico era exasperante cuando se lo proponía en serio. Se mofó de mi intento de mirada intimidante, pero aún así, funcionó para sacarle una respuesta.
- Estoy muy acostumbrado a estar cerca de armas todo el tiempo. De niño, mi padre escondía escopetas debajo de mi colchón y dormía con ellas sintiéndome seguro. - Se encoge de hombros como si no fuese para nada la gran cosa, yo estoy boquiabierto mirándolo asombrado. - He ahí tu respuesta, me dan seguridad, tanto que si salgo sin ellas es como si estuviese caminando desnudo por la calle
Bueno, un Nico desnudo caminando por la calle casualmente, parecería mucho más letal que un Nico llevando un arma. Pensé ensimismado, sintiendo un pequeño calor en mis mejillas al hacerme una imagen mental de eso. No es que quisiese toparme con algo así en medio de unas de mis tantas caminatas matutinas un día de estos. Claro que no.
- ¿Pero en que trabaja tu padre? - Pregunté intrigado, imaginándome un montón de cosas ilegales rápidamente.
- Tiene una agencia donde entrena guardias de seguridad. También es un importador y exportador de armas y municiones. - Sonrió, adivinando lo que estaba pensando muy fácilmente. - Tranquilo, no es nada ilegal. Las fuerzas armadas de la nación se encargan de darle todo el permiso que necesita para trabajar en "nombre de la ley".
- Es asombroso. - Susurro con honestidad, luego, una nueva idea se forma en mi cabeza y la digo en voz alta velozmente cuando observó que estamos por llegar a mi calle. - Entonces, ¿los guardias de seguridad de la casa de Drew eran...?
- Trabajan para mi padre. - Asintió, poniéndose serio repentinamente, como si estuviese con la cabeza en otro lado. - Es realmente una pérdida de tiempo... - Siseo, más para él que para mí. Y abruptamente, cambia de tema. - En la agencia de mi padre aprendí a disparar. Soy bastante bueno, incluso entre los más experimentados.
- ¿Lo dices para que te tenga miedo? - Me burlo, él rueda los ojos y vuelve a quedarse callado, juego un rato con las ideas en mi cabeza, hasta que encuentro una que puede volver hacerle hablar con interés- ¿Crees que Percy haya conseguido salir de la casa de Drew?
- Me encargué de asegurarme de eso antes de irme. - Contestó, arrugando ligeramente el entrecejo cuando le indico que gire a la izquierda, donde a pocos metros se encuentra mi hogar, esperándome. - Él ya se había marchado, cuando fui a buscarle. Como sea, sabe cuidarse solo... - Formó una mueca contrariada. - Oh bueno, Luke es un buen guardaespaldas.
Nico estaciona su auto al costado de la calle, acto seguido, apagó las luces y también el motor. Algo que no había hecho cuando estábamos enfrente de la casa de Lou. Como si ahora no tuviese ningún apuro en irse pronto. Aquello me llenó de alegría inconscientemente, dentro de mi corazón todo sensiblero.
Miró mi casa con curiosidad, sus ojos moviéndose de acá para allá como memorizando cada detalle que tenía, hasta las luces prendidas por encima de la puerta, y las cortinas de arriba moviéndose lentamente por un gentil soplo del viento. Esto ocurría porque nosotros no cerrábamos nuestras ventanas ni aunque fuese de noche. Mi padre nos había acostumbrado a mantenerlas abiertas, porque decía que no había nada más glorioso que despertar con los rayos del sol a tempranas horas de la mañana.
Excepto en invierno, allí si mi padre cerraba todo hasta la tapa del inodoro y encendía la chimenea que tenía en su habitación.
- Bonita casa. - Dijo, aunque sonaba algo sorprendido. ¿Tal vez esperaba algo más simple o más extravagante?- No sé por qué... Pero parece como que la casa tiene la forma de una sonrisa.
- ¿En serio? - Le digo irónico, enviándole una sonrisa burlona. Pero mirando con otros ojos mi propia casa por primera vez, puedo verlo, allí; las dos ventanas de arriba forman dos ojos, y el pequeño techo encima de éstas parecen ser sus pestañas; la puerta parece una sonrisa blanca y los árboles gigantescos que se ven detrás de la casa por encima del techo, es como si fuese su cabellera desordenada. -¡No puedo creer que no me había dado cuenta de esto antes!
Con Nico, podía ver el mundo desde diferentes puntos de vista, estando sentado en el mismo lugar que siempre. Era asombroso, y de alguna forma, también aterradora para mi intuición, que me gritaba que tuviese cuidado con él.
Dejo caer mi cabeza contra el asiento y echo una carcajada incrédula delante de él. Lo miré por un largo rato, hasta que mi sonrisa empezó a desvanecerse en mi rostro por el nerviosismo de ser tan abiertamente estudiado por los intensos y oscuros ojos de Nico.
- Después de todo. - Inicié, con mi voz baja y suave. Tragando saliva, sintiéndome incómodo dentro de mi propia piel. -Debí haberme quedado en casa y hacer algo productivo. Fue una completa pérdida de tiempo haber ido a la fiesta.
- Lo hubiese sido también para mí. - Murmuró, con las luces de estacionamiento, brillando y apagándose delante de su rostro. Como si estuviese jugando a cruzar, una y otra vez, hacia la luz y la oscuridad con despreocupación. Como probando que color le quedaba mejor. - Pero gracias a que fui, me gané tres favores. Así que, no fue totalmente una pérdida de tiempo. Al menos no para mí.
Me miraba tan profundamente, tan abiertamente. Su semblante era una extraña mezcla de fastidio y deslumbramiento. Como si no supiese que hacía estando aquí, conmigo, aún sin echarme de su auto. Al poco rato, no pude seguir sosteniéndole la mirada. Así que bajé mis ojos, hacia sus pies, y para mi sorpresa, encontré mi celular allí tirado cerca de sus zapatos. Concluí de que tal vez se había caído de mi bolsillo cuando habíamos pasado por aquella abismal lomada, y yo había saltado como una bolsa de bananas en su asiento.
Estuve a punto de abrir mis labios y decírselo, incluso estaba ya preparado de estirar una mano para alcanzarlo. Pero, no obstante, todo interés acerca de mi celular perdido desapareció completamente, cuando Nico alzó una mano, y con ella sujetó el puente de mi nariz. Mis ojos chocaron con los suyos, atónitos, diversión bailaba en sus orbes negros, con un atisbo de seriedad; y entonces habló, sin dejar de esclavizarme con su mirada, sus labios se movieron delante de mí.
- Cuando yo diga y donde yo quiera. Sin chistar ni oponerte, me pagarás el favor. Aunque estemos en público, aunque pase el tiempo. Cumplirás. - Lo miraba hipnotizado, su simple cercanía resultaba tan seductora y aquella mandíbula esbelta me llamaba a tocarla. - Dejarás todo lo que estabas haciendo, y cumplirás mi orden. ¿De acuerdo?
Supongo que se había dado cuenta que no era capaz de formular ni una simple palabra ahora mismo. Así que, aún sujetando el puente de mi nariz, hizo que asintiera para él, dos veces, como concordando con sus palabras. Bien, podía hacerlo. No es como si fuera a pedirme que asesinara a alguien, o como si fuese a pedirme prestado mi congelador para meter un cadáver.
Soltó mi nariz, y extrañé el contacto de sus fríos dedos sobre mi piel en la milésima de segundos en que lo hizo. No quería que se alejara. Pero yo no podía pedirle que siguiera tocándome hasta que descubriera si su tacto realmente me afectaba a un nivel diferente que lo normal. Es decir, eso seria en verdad raro, y estaba seguro de que me miraría como si estuviese loco. Y no quería que dejara de mirarme como lo hacía ahora, de una forma tan suave y penetrante, que hacía temblar hasta el último de los huesitos de mi cuerpo.
- Buenas noches. - Recuerdo haberle dicho, mis manos estirando la manija de la puerta para abrirla y salir en la oscura y fría noche. El viento sopló en mi rostro, y tranquilizó un poco de mi mente mientras me dirigía hasta mí casa, al mismo tiempo, que aguantaba todas mis ganas olímpicas por mirar atrás para comprobar si seguía observándome.
Abrí la puerta con mis propias llaves, y entré adentro. Inmediatamente, miré por el pequeño hueco de la puerta para seguir espiándole. Aún seguía allí. Lástima que sus vidrios fueran tan oscuros como la densidad de la noche. Solo quería verlo por última vez, ver si sonreía, o suspiraba, o cualquier otra cosa. Algún gesto que delatara su rostro imperturbable. Pero era algo imposible. Era demasiado cuidadoso para dejar pasar un desliz en su fachada.
Suspiré muy hondo recostado contra la puerta de mi casa. Mi corazón retumbaba en mi pecho, y mis labios traidoras aún no dejaban de hormiguearme deseosas de probar de aquello que es prohibido. Resoplé, y me dirigí hacia las escaleras para subirme a mi cuarto. Sin embargo, la luz prendida de la sala llama mi atención, así que doy vuelta, y voy en aquella dirección a investigar de quien se trata.
Encuentro a mi padre de In fraganti. Está parado delante de la ventana, mirando a través de un hueco de la cortina hacia la calle, observando específicamente el coche de Nico arrancar e irse para su casa. Vestido con un pijama enterizo con soles alrededor de la tela, y pantuflas en forma de vaca. Si no fuera porque es más alto que yo y con un rostro más maduro, tranquilamente se podría hacer pasar por mi hermano.
- ¿Papá? - Lo llamé, él da un pequeño saltito por el susto, y vira su cuerpo en mi dirección. Lleva un vaso de agua en una sola mano y se remueve agitado en su lugar. - ¿Qué haces despierto y parado allí como un acosador?
- ¡Solo me levanté por un vaso de agua! - Se explica pronunciado más su ceño. - Luego escuché el sonido de un motor y vine a ver si no se trataba de un asaltante. Fue mera coincidencia solamente. - Dicho eso, sujeta su vaso con sus dos manos y toma un sorbo de él mirando para otro lado.
- Ajá. - Digo, poniéndole los ojos en blanco, pero dejándolo pasar sin más. - ¿Sabes que hora es? El escarabajo de Cecil se descompuso en medio de la nada, y por eso he tardado demás.
-¿La hora? - Mi padre mira su muñeca desnuda confundido, luego recuerda que siempre se quita su reloj para dormir. - Ah, lo deje en mi mesa. ¿Por qué no miras la hora en tu celular? - pregunta extrañado. Y entonces, me acuerdo.
¡Oh no! ¡No, no, no! Mi celular se había caído cerca de los pies de Nico, y olvide decírselo. ¡¿Cómo pude olvidarlo?! ¡¿Pero qué me había pasa...? Rememoro el momento en que Nico tocó con sus largos dedos el puente de mi nariz, su tentadora cercanía y su aliento dejándome atontado y desconcertado... Ah, la comprensión llega a mi muy fácilmente después de eso.
- Lo dejé en el auto de Nico... - Farfullo decepcionado de mi mismo, pasando una mano por mi rostro cansado. - ¿Ahora como se supone que voy a conseguirlo de vuelta...?
- ¿Nico? - Mi padre repite su nombre sorprendido. Lo miro sin entender, él carraspea y se ve sumamente incómodo repentinamente al seguir hablando. -¿Te ha traído un chico en su auto? Eh, ¿luego de la fiesta?
No lo entiendo por un momento largo. Pero después, mi cerebro se encarga de poner todas las cosas en su lugar y dejar que la vergüenza me inunde por completo cuando lo comprendo. Siento que exploto de bochorno, y ambos, padre e hijo, nos sonrojamos violentamente frente a frente. Quiero subir corriendo las escaleras, pero tampoco puedo hacer que mis piernas se muevan de este lugar.
Y como si fuera poco, mi padre empieza con la "charla". Luciendo emocionado, pero avergonzado a partes iguales.
- ¿Así que chicos, eh? Está bien, puedo con esto...
- Papá... - Inició desesperado, ¡alerta, alerta, alerta! Este era el momento adecuado en que Kaila entrara con su voz chillona a interrumpirnos, pero la desgraciada de seguro tan muerta en su cama como un oso invernando. - No empieces con cosas raras...
-¿Quieres hablar de eso? Eh, por cierto, ¿se han...? Bueno, no es del todo necesario cuidarse entre hombres después de todo, aunque aún así... -¡Está pensando que me he acostado con él! - Ya sabes las enfermedades sexuales de igual modo...
- ¡PAPÁÁÁ! - Le grité, cortando su palabrería antes de que fuera más lejos, mi padre alza sus manos en son de paz.- Solamente me trajo a casa, es un compañero de colegio nada más, ¿qué te pasa? -Le recrimino, soltando un bufido. - Ahh, iré a dormir. Buenas noches, papá.
- Oh bueno, descansa... Ya sabes, cuando quieras...
Y sin darle más posibilidades para que siga con su famosa charla de hombre a hombre, me dirijo velozmente hacia las escaleras para subirlas de dos en dos hasta llegar a mi habitación. Me quito los zapatos al estar adentro, y también me deshago de mi camiseta apestosa por el humo de cigarrillos y la pongo en el canasto de la ropa sucia, debajo de mi cama. Exhalo un suspiro muy hondo, y me dejó caer de espaldas en mi cama rebotando un poco al chocar con el colchón.
Ha sido un día muy largo y agotador. Mañana tenía que arreglármelas de algún modo para conseguir el número de Nico. Llamarle y decirle sobre mi teléfono. Ni siquiera sabía donde quedaba su casa, sino, hubiese ido en la mañana a buscarlo. ¿Tal vez Lou lo sabía? Su mamá trabaja allí después de todo como ama de llaves. Podía preguntárselo.
Mañana, mañana me preocuparía de ello. Hoy, solo le quedaban fuerzas para intentar dormir. Y secretamente, rememorar cada palabra y gesto que había hecho y dicho Nico di Angelo en mi presencia. Cerré mis ojos, y agradezco a la oscuridad de la noche a ayudarme a visualizar de nuevo, sus oscuros ojos.
●●●●
La ciudadanos de Nueva Orleans, dormitaban pacíficamente en sus camas, de sus respectivas casas. Las calles estaban vacías y oscuras como cada noche, sin un solo pueblerino caminando alrededor por temor a ser asaltados por un espíritu maligno que por un pobre vagabundo. Todos descansaban plácidos, ignorando el calor de la noche.
Excepto dos mujeres. Una madre y una hija, se podría decir que eran una familia. La mayor se había mantenido despierta ya desde hace horas, sosteniendo un papel arrugado y sucio en su mano. Lo había estado mirando por horas y horas, con su corazón encogido en su pecho, pero sin dejar traslucir ni un tipo de tensión en su rostro. No podía dejar que nadie viera que habían logrado afectarla, mucho menos su propia hija.
Allí sentada estaba su madre, observó Hazel con extrañeza. Con expresión ensimismada y melancólica, le dio curiosidad saber que estaría pensando. Así que se arriesgó a preguntarle.
- ¿Qué haces despierta aún? - Su madre giró su rostro en su dirección al oírla, arrugando el papel que tenía en sus manos inconscientemente, muy veloz. - Lo siento.
- Yo debería ser la que te pregunte eso. - Contestó la mujer mayor con un tono a la defensiva. Su hija no se mostró ni un poco sorprendida por su abrupta respuesta, lo que le hizo meditar. ¿Cuántas veces había sido así de grosera con su hija? ¿Y ella lo había hecho pasar? - Solo estaba leyendo una carta de felicitaciones de una amiga mía lejana. - Añadió, quitándole importancia al asunto con un gesto de la mano. - Además, creo que me hizo un poco mal lo que comí hoy. Es todo.
Hazel asintió poco convencida, pero no sacaría nada con seguir insistiendo. Así que lo dejó pasar por la paz. Al fin y al cabo, era una mujer adulta su madre, si estaba en problemas, podía resolverlos ella sola sin más. Ni modo, ella tampoco solía ayudarle mucho cuando se sentía mal. Hazel se sintió egoísta, pero no había nada que pudiese hacer.
- Volveré a la cama entonces. - Dijo, acariciando distraídamente el marco de la puerta que estaba a su lado. - Buenas noches, mamá.
- Yo también volveré a la cama enseguida. - Le aseguró su madre, dándole también, una cálida sonrisa que pocas veces le regalaba. - Descansa hija.
Hazel se marchó a su habitación después de eso, sintiendo una felicidad que la llenaba de anhelo, cada que recordaba la sonrisa que su mamá le había dado. Había sido, como la sonrisa afectuosa de una cariñosa madre hacia su hija. Estaba satisfecha con eso... Era un gran paso, decidió que se levantaría más de madrugadas para ver si encontraba a su madre así de tan buen humor.
Mientras Hazel dormía, con su corazón lleno de alegría. Su madre aún siguió sentada en soledad en la sala. Apretó el papel que tenía en sus manos, con odio y rencor. Y miró el techo, buscando algún tipo de respuesta entre las hélices del ventilador. Hacía calor, sudaba, y sentía la humedad más que nunca enmarañando su pelo ondulado.
Una vez más, la mujer volvió a mirar la nota. Un simple papel, con trozos de letras de revistas pegadas en esta. Formando las siguientes palabras, casi pronunciadas con suavidad en su oído, hasta darle un escalofrío que recorría su espalda. Decía:
Yo me opongo.
●●●●
Un bostezo se escapó de los labios de Will Solace mientras estaba fritando huevos para los miembros de su familia. El olor le hacía agua a la boca, y sus tripas gruñen de hambre. Se había quedado la mayor parte de la noche en vela, pensando e imaginando cosas sin sentido y muy extrañas en donde Nico di Angelo era el protagonista de todas esas escenas como de películas.
- Papá dijo que perdiste tu celular en el coche de un chico, Will. - Soltó su hermana de sopetón, la sorpresa que sufrió casi hace que provocará un accidente en la cocina. - ¿Cómo lo vas a recuperar? ¿O vas a comprar otro? Si es así, yo también quiero ir contigo a por un nuevo celular...
Will miró a su padre con reprimenda, pero el papa-chismoso, se escondía cobardemente detrás de su periódico mientras se tomaba su taza de té a escondidas. Le dio su desayuno, dejando caer el plato frente suyo con un pequeño golpe. Sus ojos azules rodaron con fastidio. Agarró otro plato poniéndolo sobre la mesa, y puso sus huevos fritos en este para comérselos tranquilamente.
Pronto su hermana se dio cuenta que Will estaba demasiado cansado y taciturno para escucharla. Parecía como hipnotizado mirando su desayuno, pestañeando con parsimonia y suspirando una y dos veces. Nunca había visto a su hermano mayor con ese comportamiento. Así que, mejor fue por el rubio de bolsillos gordos.
- ¡Quiero un iPhone, por favor, papi! - suplicó Kayla, recostándose contra su hombro y poniendo una cara de cachorro tierno. - Solo quiero saber que se siente ser cool con esa manzanita.
- Pensé que para eso estaban tus lentes de sol con imitación de diamantes. - Se mofó su hermano de ella, Kayla le envía una mueca despectiva. - Relaja tus frenillos hermanita, no es bueno andar por la vida siendo materialista...
- No te metas con mis brillantes lentes de sol, Will -pierde teléfonos- Solace en autos de chicos.
Su padre los miró por el rabillo de sus ojos. Pero no dijo nada. Mientras, kayla y Will empezaron una acalorada discusión acerca de la importancia de tener un estilo y sobre no meter las narices en los asuntos de otros. Pronto, ambos estaban amenazándose con rebanadas de pan en manos, apeligrando por golpear al otro. Apolo, siguió leyendo, a la par que tomaba pequeños sorbos a su taza de té, despreocupado de la vida.
Ding dong. Suena el timbre de la casa súbitamente, llamando la atención de los tres miembros de la mesa. Apolo deja su periódico a un lado, haciendo un ademán de levantarse, pero antes que lo hiciera, Kayla se adelanta a él.
- ¡Voy yo! - Exclamó, corriendo hasta la puerta de entrada. Pasa unos minutos donde Will oye una breve charla y entonces, Kayla vuelve a gritar muy fuerte el nombre de su hermano mayor. - ¡¡WIIILL TE BUSCA UN HOMBRE CON TRAJE!!
Oh mierda. Gruñe con impaciencia, ¡No podía ni siquiera desayunar en esta casa! ¡Si no era su hermana o su padre, era alguien más! Se levantó de su asiento con desgana, camino a la entrada, se cruza con su hermana quién se encamina de vuelta hacia la cocina y su delicioso desayuno. Will le hace una zancadilla inofensiva, pero ella salta con destreza esquivando su ataque.
Kayla a dejado la puerta semi cerrada, y es por eso que Will no puede ver la figura que lo espera detrás de ésta. Cuando la abre, apenas y puede contener su estupor. Sus cejas se disparan hacia arriba y por un breve segundo, su quijada cae hacia abajo.
¡Era el mayordomo de Nico! No cabía duda, lo recordaba de varias veces cuando iba a buscar a Nico después de clases, y bajaba del automóvil para abrirle la puerta. Él siempre los había prestado atención, ya que le parecía tan extravagante y al mismo tiempo, tan elegante, tal gesto de este hombre hacia su pequeño jefe.
- Buenos días. - lo saluda con un marcado acento francés. - ¿Es usted Will Solace?
- Así es. - Asintió desconcertado. Acto seguido, él hombre estiró su brazo hacia Will, sujetaba cuidadosamente una caja cuadrangular casi del tamaño de su mano. Con gran confusión, él lo agarró. Lo estudió brevemente en sus manos como esperando encontrar una bomba pegada en alguno de sus lados. Cuando se aseguró que eso no pasaría, lo abrió.
¡Su celular estaba allí! Sano y salvo en sus manos nuevamente. No podía creerlo. Soltó una carcajada incrédula, y mirando con más atención, se dio cuenta que debajo del aparato había una nota escrita en letra cursiva y elegante. No necesitaba ser un genio para saber quién la había escrito. Su corazón saltó al leerla lentamente.
Presta atención.
Dos simples palabras, sin siquiera dejar una despedida atenta o un saludo cordial. En una hoja blanca, impoluta, sin una sola suciedad en ella.
-Pero que extravagante, joven Di Angelo. - Susurró Will divertido, admirando la caja que tenía en sus manos, como si fuese la cosa más maravillosa que había recibido en años. Y bajo la atenta mirada del mayordomo, Will dejó salir una de sus sonrisas más luminosas, espontáneas y alegres, capaces de agarrar con confianza a cualquiera de este mundo. Incluso al desconfiado, Albert Jules.
Incluso a este hombre tosco y desconfiado, traicionado por la vida un millón de veces. Albert sintió que el muchacho delante suyo, poseía demasiada bondad para ser incluso sano, era demasiado luminoso para un mundo tan hambriento y codicioso del oro que este muchacho escondía. Will lo miró agradecido, sus mejillas sonrosadas y sus ojos brillantes no podían ocultar lo que era obvio para todos excepto para él.
Albert Jules, después de diez largos años. Se permitió volver a usar sus oxidados labios, para levantarlos en una pequeña, pero sólida sonrisa en su dirección.
- Bonne chance. - Le dijo, con sinceridad y extraño afecto repentino, salido de la nada por este desconocido.
Luego de eso, Albert subió de vuelta a su automóvil, miró una última vez en dirección de aquel muchacho lleno de vida. En el preciso momento en que este sonreía con júbilo, y reía, a la par que cerraba la puerta una vez más. Desapareciendo de su vista, y llevándose consigo toda sensación de felicidad.
Bonne chance. -El francés susurró en la soledad de su auto. - Buena suerte, pequeño Sol.
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¡Hola lectores! Es un día espléndido, y más fascinante porque he publicado. Yo. JA. OK no. Baja esos humos Amer, que ya te odian bastante muchos :"v.
¿Han visto que hemos hecho un concurso de literatura Rlk y yo? Pues, si de verdad quieren mejorar en escribir y todo eso y conseguir una honesta y junta opinión acerca de su historia ¡vayan a inscribirse!
Denle una lamida... digo, un saludo al Nico de mi historia. Por cierto, han leído el último capítulo de WKtB? Es especialmente mi favorito 7.7 por Muchas razones.
Bonne chance: Buena suerte en francés. Un gran agradecimiento a Ladys_CLsol (tu cuenta individual no me aparece clau jajja) por ayudarme con el francés. Y a mí sis por ayudarme a no sobre exigirme escribiendo.
Cuál fue su frase favorita? Me ayuda a hacer mis imágenes y publicarlas jajajjaa
¿Qué opinan del momento de Albert Jules?
Y lo de la mama de Hazel ¿de que creen que se refiere la nota?
Y lo más importante. ¡¿CÓMO PURAS LOGRAN PONER LOS GUIONES LARGOS?! 😢😢 ¡nos vemos, no se pierdan cap de Instituto en unos días.
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