Ambición y codicia, reflejados en oro.

Somos los perfectos recipientes para la oscuridad y la luz. Las armas perfectas para destruir a uno o al otro. Algunos piensan que el corazón es un estorbo, otros piensan que la mente es demasiado fría. Pero han de saber, que uno no puede existir sin el otro, porque el recipiente está compuesto por ambos y digan lo que digan, son fruto de ambos órganos metafóricos

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Suspira... Y exhala, suspira, y exhala.

El viento sopla al oeste y mueve sus rizos dorados como llamas de una estrella amarilla, sus labios están entreabiertos y brillan por la humedad que su lengua ha provocado, al pasarse por allí reiteradas veces. Trata de mantenerse concentrado, trata de no pensar en nadie ni en "él". Ésta es su casa, su zona, su hábitat, y corre por su sangre la habilidad y el talento que heredó de su padre. No debería fallar...

La cuerda se tensa hasta el límite, dos de sus dedos sujetan la punta de la flecha y los demás dedos mantienen firme la base del arco, con experiencia y resistencia. El rumor de voces detrás suyo no le causa ninguna desconcentración (a pesar de que lo juzgan hasta la manera que tiene de pararse) y entonces, deja ir la flecha. Con rabia, nervios y esperanzas puestas en esa punta metálica. Suelta la cuerda que lo retenía, y sale volando en línea recta para finalmente, quedar incrustada perfectamente en el blanco.

- Tiro perfecto

Will sufre un respingo del susto, había estado demasiado absorto en su tarea, que jamás se dio cuenta de que su padre estaba solo a un par de metros detrás de su espalda. Viro su rostro hacia él, y lo vio acercarse para ponerse a su lado, y admirar la prueba de su puntería en la distancia. Traía una camiseta blanca que hacía destacar su buen físico debajo de ésta, y unos shorts negros que combinaban con su brazalete de cuero, el cual tenía una insignia de ACDC.

-Sabía que solo necesitabas algo de práctica de nuevo, un poco de calentamiento. - Dice, sonriéndole a su hijo cálidamente, a la vez que posa una mano afectuosa sobre su hombro. - Todos esos trofeos que ganaste una vez, son por algo...

-Tenía diez años, padre... - inició diciendo el rubio, formando una sonrisa penosa por tantos halagos.

- ¡Y eso solo reafirma tu talento innato! ¡Mira eso! ¡Nadie puede super... - Se detiene de hablar, cuando una multitud prorrumpe en aplausos, por algo grandioso que habían visto, y eso fue: Kayla, tirando tres flechas al mismo tiempo, todas al centro sin pensarlo más de cuatro segundos. - Dejavu, -susurró Apolo, entonces Will miró a su padre de vuelta, con una ceja alzada; y éste empezó una sarta de excusas para hacerlo sentir mejor.  - ¡Hey! ¡Hey! Tranquilo. Las mujeres siempre nos han superado en todo desde antaño, no es ninguna novedad ni algo de lo que sentirnos avergonzados. Cuando yo tenía 7 y apenas aprendía a escribir mi nombre, Artemisa ya estaba recitando poemas y sabiéndose la tabla del tres. Eso sí que daba miedo.

Will se echó a reír por la imagen que su cerebro creó mediante la anécdota de su padre. Lo hizo por un largo rato, disfrutando de la sensación de sus mejillas arrugándose, el cosquilleo en su estómago y el temblor de su pecho; fue plenamente consciente de cada detalle. Ah, hace tanto no se reía como ahora, meditó, con un tinte de tristeza y alegría; mientras aceptaba la segunda flecha que su padre le pasaba.

-¿Qué tal vas en el gimnasio? - Le preguntó, sentándose en el césped cerca suyo, dejando su propio arco descansar a su costado. - Después de un mes, seguro que ya sientes un par de cambios en ti. Un par de ondulaciones en el estómago, eh, eh...- Will volvió a estirar la cuerda con la flecha puesta, su brazo se posicionó y miró por encima de sus anteojos. - ¿Y tu amigo Percy? ¿Cómo le va a él?

-Bien, supongo, - se encogió de hombros, - Al menos ya no vomita como antes...

-Resiste Percy, resiste amigo. - Le gritaba Luke aquel día, cuando luego de un par de levantamiento de pesas, fue directamente al baño para arrodillarse frente al Dios del inodoro, y vomitar todo el contenido de su estómago. - ¡Está agonizando! ¡Will has algo!

El azabache se había sobrepasado con el esfuerzo físico, (y hacerlo apenas en el segundo día de entrenamiento, era mala, muy mala idea) su cuerpo estaba temblando violentamente, y sus mejillas empapadas por el sudor y las lágrimas que las fuertes arcadas le hacían soltar. Y por supuesto, todo el pelotón de chismosos estaban allí ese día para presenciarlo, cerca de él.

Dylan haciendo muecas de asco y diversión con su celular en manos, Luke a punto de romper a llorar de preocupación y llamar a los paramédicos, él, fijándose de qué a Percy no se le saliera un pulmón por la presión que estaba vomitando y Nico... Nico estaba siendo él mismo en un rincón.

-Oh por... - inició Percy cuando pensó había acabado, pero ni pudo acabar su frase a tiempo, porque inmediatamente, todo su cuerpo tembló nuevamente con otra partida de vómitos potentes, que casi hasta se le salieron por la nariz.

-Dios, pareces que te fueras a morir - inició Dylan, dándole palmaditas incómodas en su espalda - ¿Oye estás bien? - Otra arcada. - Sí, sí, pregunta estúpida.

Luke le puso mala cara, y pronto ambos se ensartaron en una dura discusión sobre quién era más idiota que el otro.

-Este lugar me trae tantos recuerdos lejanos, - oyó decir a Nico en un bajo murmullo detrás de él, por lo cual se ganó una mirada fulminante de su parte. 

- Por cierto, me sorprende tu gran entusiasmo y responsabilidad, -continúa Apolo- ¡no has faltado ni un solo día al gimnasio! Lo que me hace cuestionar, -su tono pícaro incómoda a su hijo - sí no habrá alguien por allí que cautiva tu atención...

Soltó la flecha, en un pestañeo, y éste ya estaba incrustada de nuevo en el blanco, aunque, con dos centímetros cerca de salirse del círculo. Aún así, su padre dio fuertes palmadas felicitándole. Tragó saliva con dureza, y le sonrió a su padre despreocupadamente y con agradecimiento, como sí sus pensamientos no estuvieran rodando como famélicos buitres hacia una sola persona. Todo el tiempo.

Dejando salir un hondo suspiro cansino, se sentó a su lado, dejando el arco junto al suyo; pero no lo miró ni pudo comenzar una conversación despreocupada con él. Con la cabeza gacha, se concentró en mirarse las puntas de sus dedos con suma curiosidad. Sus labios estaban sellados, ¡pero había tanto que quería decirle! Tenía tantas preguntas y dudas, quería hablar con él de hombre a hombre... Pero, no sabía si hablar de otro "chico" sería lo mismo. Porque en este momento se moría de vergüenza, y aún más cuando pensaba en las dudas que quería preguntarle.

Tenía miedo, vergüenza, y... terror a su rechazo, a pesar de qué una vez le había dicho (aquel día que Nico le trajo a casa luego del desastre de Tanaka) que podían hablar de lo que quisieran. Pero, ¿cómo empiezas una conversación sobre el sexo gay con tu padre?

-Te veo muy meditabundo últimamente... - Lanza su padre fingiendo desinterés, pero él le conoce, le pide silenciosamente que hable sobre lo que sea que estuviera en su cabeza. - Un momento estás todo feliz y al otro tu rostro denota amargura... Estás pasando de extremo a extremo...

-No me pasa nada, estoy bien. - Le tranquilizó Will, a pesar de que, también quería que alguien lo tranquilizara a él. - Solamente... He estado muy ocupado, es todo. El gimnasio, las fiestas, mi turno en el hospital - (siendo ama de casa y cuidarlo a ambos) pero eso no lo mencionó.

-No sé qué haríamos sin ti Will, - confiesa su padre en tono dulce, a la par que lleva una mano a su cabeza y le da una leve caricia como si aún tuviera siete años. - Tú lo haces todo, eres el pilar que yo nunca pude ser para la familia. No sabes cuán orgulloso estoy de ti... - Will sintió otros kilos más puestos en su espalda. - Con tan solo dieciséis años, te ves más seguro del rumbo de tu vida, de lo que jamás pude estarlo yo.

-Vamos papá, no seas modesto - Le dijo Will, por lo cual, se ganó una carcajada de parte de su padre.

-No es modestia, hijo. Sabes bien que ser modesto no es lo mío. - Ambos ríen, bajo los rayos del sol mientras observan a su hermana parlotear carismáticamente con otros chicos. - Cuando tenía tu edad, yo no sabía que carajos hacer con mi vida. O ser cantante, médico,profesional de los juegos olímpicos en arquería, ¿modelo de bóxers?

Apolo miró a su hijo con una ceja alzada, de forma orgullosa y petulante, por supuesto, éste hombre jamás había sido amigo de la modestia, utilizarlo parecía un insulto a su persona le había dicho una vez. Una jaula que lo detendría para demostrar toda su majestuosidad divina ante los mortales. Rodó los ojos con diversión, luego; observó con sorpresa, como el rostro de su padre iba suavizándose y paulatinamente, algo más agridulce cubría sus ojos.

-Sí no fuera por tu madre... - inició con voz áspera, la sonrisa de Will se borró lentamente -. Probablemente hubiera sido un idiota vagando por la vida sin rumbo. De no ser por ella, no me hubiera decidido a estudiar medicina. Somos quienes somos, por un montón de razones y decisiones tomadas, para bien o para mal.

- Papá, ¿puedo preguntarte algo?

-Claro. - Él le responde, arrugando brevemente las cejas, con algo de desconcierto por su tono formal. - Dime.

- ¿Por qué nunca te has vuelto a casar? - Lo dijo, siempre había querido preguntar eso, pero por temor a molestarlo, nunca lo había hecho. -Ha pasado... -su padre volteó la mirada hacia un punto cualquiera. -Tantos año de su muerte. Tú aún eres joven, tienes a mujeres deseosas y esperanzadas a que les des una oportunidad por todas partes. ¿Por qué? Ya sé que mi madre era maravillosa pero...

- No lo entiendes, y no lo entenderás hasta que te enamores de verdad, Will. - lo cortó su padre de forma abrupta, aspirando aire con fuerza. - Déjame contarte algo sobre nuestra familia, y es que no amamos varias veces, solo una. Una vez. Conocemos a aquella persona, y lo es todo en nuestra vida, entregamos todo hasta que no queda nada de nosotros, porque no existe nada más perfecto que ella y al perderlo... ¿Alguna vez te has preguntado porque tu tía es una solterona amargada? - Will prestó suma atención, con un hueco empezando a formarse en su estómago. - Ella amó a alguien una vez, murió, fue tan devastador para ella que casi no comió por tres meses.

-No sabía que mi tía... - comenzó, boquiabierto por la nueva revelación.
-No, no le gusta hablar de ello. Y te aconsejo que no le digas nada... Ella no es tan amable como yo, cuando le mencionan a aquella persona amada que perdió. - se cruzó de brazos, y descanso sus codos sobre sus rodillas, el gesto lo hizo verse más joven, como un adolescente que ha venido ha pasar tiempo con su amigo. -  A veces pienso que estamos malditos... La segunda persona a la que le abrí mi corazón, se suicidó y dejó a Kayla en un...

Se detuvo, sus labios se sellaron nuevamente como si hubiera dicho demasiado. Él ya sabía la historia completa, sin embargo, su padre debía de tener una paranoia de que el viento se llevara sus palabras hasta susurrarlas en el oído de su hermana. De repente, echó una risa amarga, y Will no sabía que decir ante tanta efusividad que lo abrumaba. Sentía que nada de lo que dijera, seria suficiente para calmar su corazón aquebrantado.

-Lamento haber sacado el tema. - Se disculpó Will, con una pequeña vocesita mientras pasaba una mano por la espalda de su padre. Y de nuevo, aquel peso se sumió encima suyo, y sintió la necesidad de abrazarlo y decirle que todo estaría bien mientras él aún tuviera cordura.

-No sé sí eres igual que yo en ese aspecto (espero que no)... Desde mi perspectiva, tú eres mil veces más fuerte que yo Will. Creo que eres más parecido a tu madre, resistente, valiente y testarudo. Es por eso que confío plenamente en ti, y que no te enamorarás hasta desfallecer y perderte a ti mismo. - lo encaró, y sus ojos relucieron como el cielo encima de él. - De igual modo ten cuidado, porque luego no sabrás cuan hundido estás, hasta que te hayas dado cuenta de que no hay forma de salir. El amor es algo bonito y dulce para otros, para nosotros, significa la primera puerta para nuestra amargura.

Guardó silencio. No sabia que decir, mientras su mente le traía el recuerdo de aquella sonrisa pícara y oscura, perteneciente a unos ojos insondables y maliciosos.

-Bien, suficiente de tanto dramatismo, ¿no crees? - Sentenció su padre, y volvió a formar aquella sonrisa tan característica de los Solace. -  Cambiando de tema... ¿Qué tal te va con... ese chico de nariz bonita?

Will forzó una sonrisa.

-Fue New Orleans a celebrar la boda de su padre, con su nueva madrastra. - El cielo brilla encima de ellos, pero un aire frío pasa por sus brazos como un presagio que avecina una tormenta. - Dijo que volvería en tres días o así...

-¿Se despidieron adecuadamente? - Le insinuó su padre en tono malicioso, dándole un golpecito con su hombro, bajo un duro escrutinio que no pasó desapercibido por Will, su padre estudiaba su reacción y sonsacar la emoción que aquella mención le causaba. - ¿Con tu "amigo"?

-Sí... Nos despedimos. - Will se mordió el labio distraídamente. -Un apretón de manos y ya... - En el coche, él no se imaginaba el tipo de despedida que habían utilizado, ayer, antes de que se fuera. Y menos mal era así.

●●●

Labios calientes y fogosos moviéndose de aquí para allá, sobre el cuerpo del rubio que tiene debajo suyo.
Suyo, en este momento no era más que de él; sus suspiros, sus gruñidos, y quejidos eran todo suyo y éste hecho era tanto o más placentero que tenerlo rozándose con su entrepierna, mientras sus manos se apoyaban detrás de la puerta del auto y se sostenía brevemente, para colocarse en posición y penetrarlo.

Él no podía dejar de mirarlo, su cara ensombrecida por el placer y la lujuria, sus labios rojos e inchados por las mordidas que le dió y aquel pelo todo despeinado que lo hacía lucir aún más jodidamente ardiente. Tragó saliva de forma casi imperceptible, y acto seguido, su miembro empezó a entrar en aquel lugar que nadie más ha entrado excepto él, lo cual es como doble inyección de regocijo.

Y entonces esta completamente dentro, en su interior tan cálido, y a pesar del poco espacio del asiento trasero de su coche, logran moverse en un exquisito vaivén; y entra y sale, (su cuerpo tiembla de placer) y poco a poco va tomando un ritmo acelerado hasta que el interior se llena de sonidos morbosos y ardientes y gemidos que son como música para los oídos de Nico.

Las manos de Will sujetan su rostro, y se acerca a sus labios, como si fuera a besarlo. Si fuera otro, él se apartaría bruscamente, le daría asco la cercanía de sus labios y le daría la vuelta para solo tener su trasero a la vista. Pero con él no, con él, el besar era casi tan placentero como poseerlo, como lo hacía justo ahora. Y Nico entreabre sus labios, clavando su vista en aquella boca provocativa, ilusionado y deseoso, pero, lamentablemente, lo que hace Will es; dirigir ese elixir hecha boca hasta su oído, y susurrarle...

"Despierta, Nico".

Y sus ojos se abren violentamente, con la respiración agitada y una erección marca Olimpo entre los pantalones como gritando a medio mundo "¡Hola, estamos listos para la acción!", demasiado visible para su gusto. Mirando por todas partes, para cerciorarse de que nadie lo estuviera viendo, agarró la almohada que había utilizado para dormir y la dejó caer sutilmente sobre su entrepierna, mientras pensaba en cosas frías y zombis en vez de, cosas calientes y azules como el cielo.

-Estamos aterrizando, - sufre un respingo cuando la voz de Caronte se oye detrás de él, no obstante, éste no se ha movido de su asiento y no puede verlo. - Prepárate, ¡no dejes nada olvidado en los asientos!

-Sí, sí - le respondió el azabache a regadientes, mientras se pasaba una mano disimuladamente por su rostro muy caliente. - Ya te oí.

(...)

-¿Te aseguraste de que estará aquí para las doce? - su padre preguntó a Albert, quien manejaba el auto que habíamos alquilado para los pocos días que nos quedaríamos. - No quiero ni un minuto de retraso.

-Está todo listo, señor, no se preocupe. - Le contesta el mayordomo con la eficiencia de años de trabajo. - Apenas lleguemos al lugar que me ha indicado, el paquete llegará pocos minutos después.

Nico miró a su padre por el rabillo de su ojo, sin demostrar ningún atisbo de emoción en ellos, mientras se terminaba una manzana verde que Caronte le había ordenado comer. Algo sobre combatir la anemia le había dicho, y no le compraría hamburguesas el fin de semana si no ingería vitaminas naturales. Extorcionista hasta con el hijo de su jefe, ¡qué descaro!

Se preguntó qué contendría el paquete que parecía tan importante para su padre. Era un regalo claro está, para su novia o para la nueva hija caprichosa; tal vez un auto del año o una de esas cajas llenas de maquillaje y objetos pequeños (pero caros), que tantas chicas presumían en las redes sociales hoy en día. (Quienes por cierto se veían sumamente patéticas haciéndolo, como si la felicidad estuviera en un colorete caro) Como sea, el podía gastarse su dinero en lo que quiera, además, Nico ni se atrevía decirle algo al respecto, ya previniendo el sermón de "No cuestiones a tu padre" como contraataque de su parte.

- Mira cuántas tiendas hay, Nico. - Caronte habló de repente desde el asiento de copiloto junto a Albert. - Más tarde podemos volver tú y yo, y puedes buscar un regalito para tu amiguito querubín.

Hijo de puta, maldijo Nico anonadado, con un pedazo de manzana en la boca mientras contenía las diabólicas ganas de escupirlo en su cabeza. Hades, alzó la mirada de su celular con semblante interrogante. "¿De quién están hablando?" Preguntó para el colmo, y Nico se apresuró a decirle que no le hiciera caso a sus delirios. Para su suerte, su padre no estaba tan interesado en su vida como pareció a primeras y volvió a meter su nariz en su teléfono, mientras Caronte se reía enfrente suyo. Y hacia gestos de besitos y arrumacos junto a Albert, quién ponía los ojos en blanco de fastidio.

No se fijó mucho en el trayecto del aeropuerto hasta un pequeño pero colorido pueblo de New Orleans. Basta decir, que todo se veía como en aquella película más nueva de la princesa y el sapo, con un montón de gente caminando, con saltitos de felicidad, aquí y allá, saludando efusivos como si hubieran ingerido muchos energizantes.

A Nico todo le valía una mierda. Le valió mierda que su padre lo hiciera vestirse "elegante" para la ocasión, le valió mierda cuando llegaron hasta la casa de la bruja, y le valió aún más mierda cuando conoció a la bruja en la sala de su casa, mientras la escuchaba decirle: "Espero que podamos llevarnos bien, las madrastras no son como lo pintan los cuentos de hadas, eh chiquito". La palabra "chiquito" le valió un escalofrío y náuseas.

La mujer podría lucir como una majestuosa obra moldeada en barro y arcilla de primera calidad, generosamente detallada con curvas que su vestido amarillo al cuerpo resalta sin un gramo de grasa o celulitis a la vista, y con su rostro perfectamente simétrico, seguro era la envidia del pueblo... Pero, Nico había pasado la mayor parte de su vida tratando con hombres y mujeres, de toda clase, y había aprendido a leer las miradas como un libro abierto; y es tan claro para él...

Quitando toda esa belleza a un lado, hay un brillo ambicioso y codicioso en esos ojos dorados y rasgados como los de una Leona hambrienta, y Nico se pregunta silenciosamente con gran desconcierto, como su padre no podía verlo o fingir que no lo veía. Porque estaba más que claro hasta para un chico de dieciséis años, y no era porque fuera gay, eso no le anulaba la capacidad de reconocer a una mujer bien buena cuando la tenia tenía a la vista.

- Muéstrale la habitación que preparamos para él, Angelina. - Le dijo la novia de papá a su empleada, al mismo tiempo que sus uñas carmesí, rodeaban el trajeado brazo de su padre como un grillete. - Ve con ella, chiquito, tu padre y yo, vamos a saludarnos por el largo tiempo que no nos hemos visto. 

Dicho eso, sonrió con malicia, mientras su padre carraspeaba luciendo visiblemente incómodo. Nico desearía no tener una mente acelerada y así poder evitar algunas imágenes que le llegaron, las cuales revolvieron la manzana que yacía ahora en su estómago. Subió los escalones detrás de la sirvienta, sin mediar palabra alguna a los adultos presentes, Albert bajaba las maletas de su padre del auto alquilado afuera,  mientras tanto Caronte bajaba las de ambos. Él estaba a cargo de su única maleta donde guardaba un traje formal y ropa casual para dos días en esta tierra calcinadora.

Había mucho ajetreo en la casa, notó, sirvientas transportando floreros de porcelana con girasoles en su interior, gente limpiando el polvo y pintando rayones en las paredes, (obras que parecían de un distraído maniático del dibujo) y hombres que llevaban metros de telas color dorado y rojo para el patio, donde antes de entrar, había visto como ya habían colocado la mayor parte de la sillas y mesas para la fiesta.

"La señora quiere solo duraznos en la mesa". "La señora quiere todo dorado y rojo rubí, nada más". "La señora quiere". Blah blah blah. La boda era mañana a la noche. No debería sorprenderse del apuro y los preparativos, aun así, le parecía muy exagerado tanto esfuerzo por algo que sólo duraría un par de horas. O tal vez, le faltaba emoción... Quien sabe.

Mientras cruzaba el pasillo concurrido y dejaba varias puertas atrás, de pronto, oyó como una puerta a su costado, se abría con cautela y casi de forma silenciosa. Sus ojos voltearon a la derecha por inercia solamente, y en el espacio diminuto (del tamaño donde una rata entraría) que había entre la puerta y el marco, Nico divisó un ojo dorado y circular, mirándolo directamente con curiosidad.

Y entonces...

"Plac". La puerta se cierra nuevamente con un chasquido perteneciente a la cerradura de la puerta. Ni se habían mirado por más de cinco segundos, y ella había huido, y estaba segura de que era una "ella" porque sus pestañas y definidas cejas torneadas la delataban muy fácilmente. Se quedó parado allí un momento, ligeramente absorto y sin saber que pensar, hasta que Angelina, volvió a llamar su atención.

Dos puertas después de la de la chica de un solo ojo, estaba su habitación, un cuarto pequeño pero espacioso con una cama personal que poseía una cabecera tallada en roble, una cómoda de aspecto caro, y un espejo que abarcaba del suelo hasta cerca del techo con un marco bañado en oro y decorado de piedras preciosas, ¡Y oh! Una mesita de luz donde descansaba una lámpara que parecía hecha de oro. Vaya, a alguien le gustaba las piedras preciosas caras.

Todo era absolutamente e innecesariamente extravagante. 

Dejó su maleta en el suelo, sin importarle más nada, se tiró en la cama y miró el techo donde esperaba encontrar una araña de oro con cristales preciosos, sin embargo, no la vio. Lástima. Suspiro hondo, y para matar el tiempo, sacó su celular del bolsillo para navegar en YouTube. No supo cuánto tiempo se quedó allí acostado, pero lo fue suficiente para que su mente volviera al sueño del avión y en aquella persona, que podría causar un guerra civil para ser propietarios de aquellos sonidos tan excitantes que hacía cuando Nico Junior estudiaba la anatomía de cierto rubio.

Y sin darse cuenta, se encontró viendo el número de él en su celular, con su dedo presionando el botón de "crear un mensaje" para enviárselo.

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Llegué
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Pasaron unos segundos siendo ignorado. Esperando con una extraña presión en la boca de su estómago por su respuesta, hasta que finalmente, la recibe.

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¿Ya extrañándome tan pronto?

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Bufa una risa burlona por su respuesta atrevida, y siente como exhala de alivio, aunque finge no darse cuenta o de lo que significa.

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Eso quisieras.
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Sonrió con maldad. Al escribir lo siguiente.

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¿Qué tal está cierta puerta de tu cuerpo, luego de nuestro "adiós" ayer a la noche?  ¿Adolorido? O ¿Extrañándome?
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Espera un largo rato, pero finalmente llega su respuesta.

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¿Ya conociste a tu hermana?
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Nico empezó a reírse divertido por su abismal desvío de conversación. Era increíble lo tímido que podía llegar a ser, (en el habla) aunque, poco a poco, iba tomando las riendas de su extraña relación de usufructo. Podía verlo gradualmente, como aquella vez, que casi se había puesto encima de él y de no ser por sus hábiles maniobras de seducción, volvió a colocarlo debajo, para tenerlo solamente deseoso de su llegada en su entrada.

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Conocí un ojo suyo
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En tan sólo un mes, Nico sentía que él empezaba a conocerlo aún mejor de lo que lo hacía su propio padre. A pesar de que jamás le había dado una respuesta afirmativa a su trato, aun así, las cosas sólo sucedían y terminaban revolcándose siempre en donde podían. Siempre. Los besos llegaban a otra parte y las caricias nublaban los sentidos. Tal vez Will no estuviera aún del todo de acuerdo, pero no ponía trabas a la hora de besarse.

Esto lo hacía sentir... extraño. Y nervioso.

Afuera, el relincho de un caballo,  desvía su atención de aquel chico con cabeza de espaguetti. Y con algo de flojera, pero motivado en gran parte por la curiosidad, se levantó de la cama y se dirigió hacia la ventana para echar un vistazo. Ah, con que de eso sabe trataba el paquete tan importante, pensó Nico con una pizca de celos asomando en la mueca de sus labios.

Su padre había comprado un corcel pura sangre. A la hija que acaba de conocer, como buen padre encantador y atento que es. Ja, claro que sí, bufó, mientras su mirada se encontraba con la de su padre y lo ordenaba a bajar, para que conociera un acto de amor paternal que a él pocas veces le daba.

- Gracias padre, - susurró sarcástico. Bueno, sí, él no quería un corcel, no le gustaban los caballos y ellos no se gustaban de él. Era un odio mutuo y correspondido.

Pero, ese no era el punto. Volvió a su celular y mandó un último mensaje antes de salir del cuarto.

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Volveré a por ti pronto, Solace. Chao.

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¡Hey! ¡Chicos! Los exámenes apestan, las tareas apestan, y las locas tratando de hacerme verme como la mierda apestan peor. ¡Pero la vida sigue! Y recuerda, no me idolatres, porque la mierda piensa que eso es mi jodido problema.

¿Crees que soy presumida? Por qué. Busco respuestas.

Atención, no habrá capítulo de WKTB mañana, así que no bombardeen a mi sis con mensajes por favor.

El viernes pasado salí a comprar para hacer la comida, una señora estaba esperando conmigo para comprar mayonesa, mientras esta conversaba con la vendedora. Y de repente me mira y me dice, ¡Que lindo cabello tienes, es el peinado que siempre quise pero mi peluquera no logra hacermerlo! Obviamente se lo agradecí, contenta, luego, otro comentario me descolocó un poco.

-¡Que hermosa ya sos! Agarra a un hombre millonario y con Land cruiser (auto lujoso y caro)

Y yo me pregunté silenciosamente, ¿quién te metió semejante mierda en la cabeza? ¿Y Cómo se atreve a decírmelo?

¿Acaso yo no puedo ser capaz de conseguir un hermoso auto lujoso y tener dinero? O tal vez si cree que pueda, pero lo sencillo es más viable para ella. Es decir, conseguirse un hombre que la mantenga. Y yo me pregunto, ¿no te daría vergüenza ser una lacra que vive a sus costas? ¿para que luego pueda tratarte como mierda y no puedes decir nada porque te responde un terminante. ¡Yo te doy de comer, cállate!

Así que, Dioses, hay que borrar esos pensamientos llenos de interés. Chicas, porque se oye muy feo. No le conteste, pr respeto a ser una señora. Y estoy harta de hablar al pedo. Pero ustedes, díganme,

¿Qué le hubieras contestado a esta señora?

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