64. Bisexualidad
Temo por el día que dejes de mirarme.
Levantaría el mar hasta el cielo, si con ello,
obtengo solo un segundo de tus ojos.
🍂🍂
De pie, frente al espejo pegado a la pared de su habitación, Dylan se echaba la séptima ojeada antes de irse. Llevaba tenis y una camiseta naranja, pantalones y una camisa marrón, que resaltaba el bonito color crema de su tez. Una y otra vez daba pequeñas vueltas sobre su eje, jugando con los mechones ondulados de su pelo castaño. Juzgando su rostro. Buscando indicios de una papada. Se miró el trasero. Ah. Dylan nunca se lo había dicho a nadie, pero, ¿no era vergonzoso que su trasero fuera un poco más grande que la mayoría de las chicas del Instituto? A decir verdad, lo ponía algo incómodo.
Especialmente porque sus compañeros solían molestarlo por esto. Hasta que, un día, en el último año de secundaria, Kyle empezó a jugar con eso de bajarle los pantalones a todos, la típica travesura de imbéciles. Tampoco parecía valorar su vida, ya que se lo hizo también a Dylan, y sería redundante mencionar que, recibió una hermosa paliza que casi lo mandó a conocer a sus ancestros del más allá. Desde ese día, nadie se atrevió a molestarlo o hacer algo parecido de nuevo. ¿La violencia nunca es la solución? ¡Já! Entonces por qué siempre funcionaba tan bien.
En fin, Dylan se recordó que no había razón para obsesionarse tanto por su apariencia. Sólo iría a aquella discoteca donde lo habían atado a una ruleta gigante y casi pierde su cosa favorita de entre sus piernas por un cuchillazo que Will Solace había lanzado con escalofriante puntería. No es como si quisiera impresionar a alguien. Definitivamente no se cambió la camisa por un suéter azul esperando llamar la atención de cierta persona que amaba ese color.
Cuando salió de su habitación, se aseguró de cerrarla bien con llave y esconderla en su bolsillo. Dylan no recurriría a esto si no tuviera cuatro hermanos que les encantaba meter sus narices de sapo en sus cosas. Ejerciendo dominio solo porque sí, "No tienes derecho a la privacidad frente a tus hermanos mayores", dirían burlonamente cuando Dylan les reclamaba por desordenar todo su cuarto, mirándolo como si no estuviera hablando en serio. Como si nada de lo que dijera Dylan valiera la pena escuchar.
Los trillizos eran un verdadero grano en el culo, maldijo, mientras caminaba por el pasillo, pero al menos no tenía que preocuparse por...
—Hola, hermanito —aquella voz familiar, había hecho a Dylan detenerse de golpe, y alzar la mirada hacia el lugar donde, inesperadamente, se hallaba el primogénito de su padre, con los brazos recostados sobre la barandilla de madera y un cigarrillo entre los dedos. Una sonrisa bailaba sobre sus labios delgados—. Ha pasado un tiempo, ¿no es así?
Mike Thompson. Se veía un poco diferente de la última vez que lo había visto. Vivía la mayor parte del tiempo en el campus de su universidad, y solía visitarlos en algunas festividades. Algunas veces, optaba por quedarse a "estudiar" para sus exámenes de abogacía. Dylan apostaba que era todo menos por eso. De todos modos, en su interior, agradeció que fuera así. De sus cuatro hermanos, Mike era el que más lo ponía nervioso. Irónicamente, era el que mejor lo trataba. Sonrisas. Regalos. Halagos. Aún así, siempre que se encontraba a su alrededor, había algo que no podía poner en palabras, pero que lo ponía extremadamente inquieto.
Los demás eran unos cavernícolas pero eran tratables porque Dylan podía leerlos y entonces, manejarlos. Finch era un tarugo con un IQ de ochenta, muy cerca de un deficiente mental profundo. Como había sido el último de los trillizos en nacer, no era sorpresa que había tenido mala suerte en la repartición de neuronas. En los buenos días solía ignorarlo, en los malos solía acusarlo e insultarlo, y a veces sin razón aparente, despotricaba contra él sobre no respetarlo o burlarse de él, sobre que lo había mirado de mala manera cuando Dylan ni siquiera estaba pensando en él.
Solo bastaba cruzarse con él en un pasillo, y hacer contacto visual con Finch por tres segundos para conseguir una hora de gritos histéricos. Él preguntaría: ¿Tienes un problema conmigo? Y Dylan sabría que, ninguna respuesta sería correcta. Si tenía buena suerte, podía escaparse de Finch escondiéndose en el baño o en su habitación, mientras fingía calma. Si tenía mala suerte, terminaba siendo golpeado hasta que alguien intervenía.
Entonces Finch gritaría, defendiéndose:
—¡YO NO TUVE LA CULPA! ¡ÉL ME PROVOCÓ! ME MIRÓ MAL.
En cuanto a Trey, el segundo en nacer, era un bravucón y un abusador. Tenía varias denuncias por violación que habían sido resueltas por Padre, y aunque también lo fastidiaba, al menos pasaba de él la mayor parte de los días. Luego estaba Fray, el mayor de los trillizos. No era el mejor, pero a veces, él sonaba un poco amable. Sus "Buenos días", en ocasiones, eran solo mitad desdén y mitad sinceridad. Y a veces, cuando Dylan llegaba tarde del Instituto, solía dejarle un poco de comida, apartándola antes de que los demás se la acabaran. No era mucho, no debería ser mucho, pero para Dylan, totalmente carente de tales gestos, lo significaba todo.
El habla había abandonado a Dylan hace mucho, sus ojos marrones estaban expuestos con todas sus emociones. Mike sonrió con un rastro de diversión al notarlo. Era más alto que él y los trillizos, cuando se enderezó, y estiró los brazos hacia arriba, un montón de articulaciones sonaron como ramas rompiéndose. Su piel era clara, pero no bonita como la de Dylan, sino enfermiza, como si algo le estuviera absorbiendo la vida.
—Mike... —con dificultad, Dylan formó una rápida sonrisa sobre su rostro. Reanudó su caminata sin tener otra opción, y se detuvo a un metro delante de él. Las manos de Dylan empezaron a sudar considerablemente—. Me has sorprendido. Es lunes, se supone que deberías estar en la universidad...
—Es lunes, sí, y tú tampoco pareces estar a punto de acostarte —su hermano mayor extendió su sonrisa, y eliminó el último tramo de distancia entre ambos. De pronto, sus pies casi se tocaban, y Dylan podía oler la mezcla de colonia y marihuana que se desprendía de él. Mike lo recorrió con la mirada de arriba a abajo—. ¿Vas a una fiesta? Estás muy arreglado.
—Solo a una pequeña... —Dylan estudió esos ojos cafés, pero eran inescrutables, imposibles de leer. Mike era diferente a sus otros hermanos. Pocas veces se molestaba. Pocas veces gritaba. No era tonto como los otros. Tanto en apariencia como en la personalidad, decían que era el que más se parecía a Thomas Thompson. Y eso, honestamente, aterraba bastante a Dylan.
—¿Sabes por qué estoy aquí, verdad? —le preguntó Mike, tiñendo su voz de calidez. Una de sus manos se posó sobre su hombro, y empezó a darle toquecitos con el dedo índice.
—Sí —contestó Dylan, con una calma que no sentía—. Padre se enteró que estabas vendiendo droga a sus espaldas. ¿Fue muy duro contigo?
—Oh, lo fue. Estaba furioso. Pero solo por haberlo dejado fuera del negocio —dejó salir una risotada ronca—. Le dije que quería hacerlo sentir orgulloso. Digno de ser su hijo. Que iba a contárselo cuando obtuviera un imperio casi tan grande como el suyo, y luego repartiría las ganancias con la familia, por supuesto —colocó un mohín triste—. Pero, a pesar de todas mis buenas intenciones, fui castigado severamente.
—Oh —soltó Dylan. Luego de un rato, añadió—: ¿Hay algo en lo que podría ayudarte? Puedo intentar hablar con padre...
—Ah, no te preocupes por mí. ¡Estoy bien! —Mike le restó importancia con un gesto de la mano, acto seguido, sus siguientes palabras adoptaron un tono cómplice—. Estoy contento, ¿sabes? Porque ahora compartimos algo en común. —bajó su voz a un susurro—: Ambos somos la decepción de nuestro padre.
Dylan sintió como si hubiera tragado cemento. Ni siquiera podía tragar saliva.
—Me enteré que papá también está muy enojado contigo —continuó Mike, al tiempo que estiraba la mano libre para ahuecar la cabeza de Dylan en su palma, y acariciar su pelo entre sus dedos—. Te negaste a entrenar a las niñas incluso cuando te lo ordenó. Finch me contó que incluso suplicaste a papá. ¿No te gusta que sean muy jóvenes?
—No. —La voz de Dylan fue rotunda, su respiración un poco agitada—. Eso era cosa tuya. Yo... yo no puedo hacerlo.
—Lo sé. Le advertí a nuestro padre que no podrías, pero él confiaba tanto en ti. Pensó que podrías tomar mi lugar y obtener mejores resultados.
—Yo... —Dylan tartamudeó—, puedo vender drogas mejor y más que cualquiera y no tengo problemas si son mayores que yo... incluso puedo... pero eso... yo no...
Mike lo miró con tristeza.
—Siempre has sido un niño demasiado sensible —dijo, y lo recorrió con la mirada una vez más—. El azul te favorece. Te ves bastante guapo, hermanito. ¿A dónde dijiste que ibas?
—Una fiesta... —musitó débilmente.
—Ah sí —Mike le dio palmaditas en la cabeza—, diviértete, ¿sí?, saluda a tus amigos de mi parte, a ese tal Percy y... ¿Cómo se llamaba el rubio? Ah, sí, Luke. Pásala bien, eh.
El corazón de Dylan enloqueció. Un grito empezó a resonar dentro de él.
—¿Cómo sabes de ellos? —preguntó, rezando para que no se notara el temblor en su voz.
Mike lo miró con ternura, como si fuera un niño muy tonto al que debía guiar de la mano.
—Soy tu hermano mayor, Dylan. Es mi deber saber ese tipo de cosas para protegerte.
Entonces, lo atrajo hacia su abrazo, acariciando la espalda de Dylan como un hermano amoroso lo haría.
—Todavía recuerdo el día que naciste. Eras tan bonito y delicado que pensé que eras una niña. Pero luego vi el pequeño pene entre tus piernas y ya no hubo dudas —soltó un largo suspiro—. Me sentí tan decepcionado —luego, su voz estuvo a centímetros de su oreja—. Pero no importa. Eres más bonito que cualquier niña que haya visto, ¿sabes?
Dylan no contestó, su nariz estaba pegada al pecho de su hermano. Sus manos tiesas a los costados, tratando de corresponder el abrazo, pero cada célula de su cuerpo gritaba por el rechazo. Ni siquiera sabía exactamente por qué, debería sentirse feliz porque su hermano lo quisiera, ¿no? Debería sentir calidez por la forma en que las manos le acariciaban los mechones de su pelo, ¿no?
Luego de lo que parecieron eones, Mike finalmente lo soltó, y le dio una calada a su cigarrillo, mientras buscaba algo en su bolsillo.
—Ah, aquí está —un saquito de polvo blanco fue colocado sobre la palma de Dylan. Él no necesitaba preguntar que era—. Un regalito de mi parte. Solo ten cuidado de no excederte. No hagamos enojar más a padre, ¿está bien?
Dylan cerró los dedos sobre el pequeño paquetito. Luego, casi en trance, lo guardó dentro del bolsillo de sus jeans antes de empezar a caminar hacia las escaleras. Cuando estaba por bajar el último escalón, la voz de su hermano mayor llegó desde arriba. Se detuvo, y alzó la vista en su dirección.
Mike había vuelto a recostarse sobre la barandilla, el cigarrillo bailaba entre sus dedos, y su mirada oscura era indescifrable. Envió a Dylan una sonrisa amorosa, pero algo en ella, le causó escalofríos de repugnancia.
—Recuerda —le dijo—, siempre te estoy observando, hermanito.
Percy estaba ayudando a Will a llenar las máquinas de burbujas con más jabón que no picaba los ojos. "¡Porque en Discos Apolo, se preocupaban por la salud visual de sus clientes! Excepto por las intoxicaciones o comas etílicos a causa de las bebidas del bar que el cliente ha consumido. En caso de náuseas, por favor utilice los baños para desechar su vómito o utilice los botes que se encuentran cerca de las paredes. ¡Están a su disposición! Si es propenso a desmayarse, por favor, conserve algo de dinero en el bolsillo para dárselo al taxi cuando venga por usted".
Eso leyó Percy en uno de los carteles pegados a la pared. Luego, de forma casi inconsciente, su mirada viajó por sobre un montón de cabezas que se zarandeaban al ritmo de la música electrónica que un chico de pelo verde había puesto. Era lunes, pero la discoteca estaba atestada de gente joven y adulta bebiendo y bailando por igual. La mayoría contaba con pistolas o escopetas que disparaban burbujas, las cuales les habían sido entregadas al ingresar. Las luces estroboscópicas centelleaban sobre algunos lentes protectores. El aire estaba cargado de humo, cerveza, y sudor humano mezclado con el perfume dulzón de las chicas hermosas y curvilíneas.
Percy no se entretuvo demasiado en ellas. Sus ojos filosos, penetrantes como los de un depredador vigilando a su presa, terminaron por posarse sobre la única persona que últimamente podía sacarlo de la cama a mitad de la noche, para limpiar sus sábanas rápidamente antes de que su madre las viera. Dylan se hallaba en la zona VIP, instalada en una plataforma elevada a la que se podía acceder mediante unas delgadas escaleras de caracol. Se veía como un príncipe hada, sentado sobre un largo sofá de cuero negro que compartía con Frank, Hazel y, la nueva chica llamada Piper, que resultó ser amiga de Hazel y, la razón por la que se encontraba ella allí, con ellos.
La chica era hermosa de una forma exótica. Traía un vestido amarillo en forma de campana que se sujetaba a un hilo detrás de su nuca. Sus piernas lucían largas y estilizadas incluso con zapatos bajos. Y era tan simpática, tan graciosa, tan todo, y no dejaba de acaparar toda la atención de Dylan, quien no parecía aburrirse de la atención femenina, ni buscaba a Percy con la mirada, como normalmente lo haría. A decir verdad, Percy sentía que todo en Dylan era extraño esta noche. Un poco distante y frívolo. ¿O podría ser solo su imaginación?
—Ellos parecen estar divirtiéndose —comentó Will casualmente, mientras se quitaba el sudor de la frente con una mano. Había acabado con la última máquina de burbujas, y ahora, en cuclillas al igual que él, se aseguraba de que la tapa estuviera bien sellada.
—¿Tú crees? —La voz de Percy se llenó de diversión—. Echa un vistazo a mi primo.
Nico también estaba en la zona VIP, pero a diferencia del resto, se hallaba un poco apartado, ya que había optado por sentarse sobre un sofá imponente para una sola persona, donde las luces apenas lo tocaban y las sombras marcaban su figura delgada y elegante. Incluso desde la distancia, la expresión de aburrimiento en su rostro era clara y fría, sin embargo, cuando notó que Will lo miraba, algo de la escarcha de sus facciones se derritió como si un rayo de sol lo hubiera tocado.
Sus labios se estiraron en una pequeña sonrisa, y alzó dos dedos para saludarlo. Will respondió el saludo meneando los dedos, con un aura tranquilo. Pero Percy notó el brillo de júbilo apenas contenido dentro de sus ojos azules.
—Sobrevivirá —le lanzó Will de buen humor, antes de volver a su labor.
Percy se mordió el labio inferior, y regresó sus ojos hacia aquella dirección. Allí estaban Luke, Cecil y Lou, compartiendo un sofá, luego, en el segundo delante de ellos, estaban Frank y Hazel, entonces, Percy no entendía por qué esa chica, Piper, solo estaba hablándole a Dylan como si los demás no existieran o no le importaran. ¡Era un acto de muy mala educación! ¿No había dicho que era amiga de Hazel? ¿Por qué no volteaba su molestosamente hermoso rostro hacia ella? ¿Por qué Dylan reía tan fuerte?
Percy apartó finalmente su mirada. La dejó vagar libremente sobre la multitud, cuando en eso, descubrió varios rostros familiares pertenecientes a su instituto. Aquí y allá, también estaban algunos chicos de su clase como: los Stolls, Ethan, Kyle y, ¡Oh! Rachel Elizabeth Dare. Se encontraba bailando con Katie en medio de la pista, llevaba puestos unos shorts negro de cuerina y un top de lentejuelas azules que enviaba destellos sobre el color rojizo fuego de su cabello rizado. Varias burbujas habían humedecido su piel, así que sus tatuajes se destacaban aún más sobre su piel blanca y brillante.
Lucía sensual, moviendo las caderas y tocándose el pelo al ritmo de una canción lenta. Percy recorrió su cuerpo con la mirada. Muchos hablaban de que Silena Beuregard era la chica más guapa del Instituto, pero para Percy, ese título se lo llevaba Rachel. Su estilo único y rebelde siempre le había atraído, y además, era de las pocas personas que lo trataban bien. Notó que tenía las uñas azules cuando se lo pasó por el cuello, en una suave caricia que fue descendiendo por sus voluptuosos pechos, cintura y caderas anchas, donde jugueteó con las agarraderas de sus shorts.
Percy trasladó su mirada hacia Dylan. Su pose era relajada y galante sobre el sofá. Uno de sus pies descansaba sobre el borde de una mesa llena de latas de cerveza. Su mano izquierda gesticulaba al hablar con Piper, la derecha sostenía un vaso lleno de líquido ámbar que combinaba con su pelo ondulado. Tenía pantalones marrones y un suéter azul, un azul eléctrico y prístino que lo hacía lucir endiabladamente atractivo al resaltar su ya de por sí, bonita piel. Hizo que el corazón de Percy doliera por lo guapo que era.
Volvió a mirar a Rachel, cuyos movimientos de caderas se habían acentuado, y su trasero bien formado robaba todas las miradas.
Volvió a mirar a Dylan, cuyos labios rellenos ahora lucían húmedos y resbaladizos por el pequeño sorbo que le dio a su bebida. Uno de sus dedos empezó a acariciar lentamente su labio inferior. El gesto matador ni siquiera era a propósito. Él parecía distraído, viéndose arrebatador con el grácil cuello hacia atrás, mientras Percy sentía estragos en su parte inferior.
Exhaló con fuerza, golpeándose la cabeza con los puños mientras Will no le prestaba atención. Un momento después, ya harto de sí mismo, habló:
—Will, tengo una pregunta rara.
—¿Eh? —El rubio lo miró confundido, pero se giró, y le prestó toda su atención—. Oh, me gustan de esas. Cecil siempre tiene un montón de preguntas raras. ¿De qué se trata la tuya?
Percy tragó la risa nerviosa que quería salir de su boca. De pronto le temblaban las manos y tenía ganas de ir al baño. Oh. Dios. Mío. Quizás fue una mala idea.
Pero Will se veía tan confiable, allí, de cuclillas a su lado, ambos casi escondidos de la vista de todos cerca del escenario. Sus rizos y sus ojos azules eran lo único con color en la oscuridad que se hallaban.
—Verás, no lo tomes en serio, ¿ok? Es solo una duda... —empezó a divagar, rascándose la nuca—. Ah... digamos que te atraen las chicas...
—Ajá.
—Peeeeero... —Percy carraspeó—, también te atraen los chicos...
—Ya veo. —Will asintió con total seriedad, pero algo en su tono le hizo pensar que quería reírse de él.
—O sea... —Percy juntó la punta de sus dedos, uno a uno, hasta que formó un triangulito con las manos—, te gustan las chicas —apuntó hacia la izquierda—, y también los chicos... —apuntó hacia la derecha— eso no quiere decir... que seas gay, ¿verdad?
—Nop.
Antes de que Percy pudiera soltar un suspiro de alivio, Will añadió:
—Significa que es Bisexual.
—Qué.
—También existe la bisexualidad, ¿sabías? —le explicó Will, con generosa paciencia—. No es sólo ser gay o hetero, hay otro montón de orientaciones —se rio, pero lo hizo sin sonar ofensivo, solo dulce.
Percy tomó una gran bocanada de aire. Sonaría estúpido, pero jamás se le había ocurrido aquella posibilidad. Sus conocimientos sobre aquel mundo eran tan escasas que daban pena.
—Pero... eh... bueno, tengo un amigo —mintió, sintiéndose avergonzado—. Y, le gustan muuucho las chicas, y no es que encuentre a todos los chicos atractivos, o sea... más o menos, bueno, el punto es... —Percy quería estamparse la cabeza contra el piso, pero se obligó a centrarse—, le gustan las chicas, pero está éste chico, y solo este chico que le gusta... Así que, quizás no es del todo... Tú... lo siento soy pésimo explicando...
Percy soltó un ruidito de lamento, ni siquiera él se había entendido bien.
—Entiendo lo que quieras decir, Percy —Will le apoyó una mano sobre la rodilla, y el gesto logró calmar el corazón ansioso de Percy. El agradecimiento explotó en su pecho, y quiso abrazarlo y besarlo, pero, con Nico mirándolos como un halcón, quizás no era tan buena idea—. La Bisexualidad no siempre es siempre cincuenta y cincuenta. A veces es un veinte y un ochenta por ciento —explicó, a la par que simulaba una balanza con las manos—. Puedes estar más inclinado a sentir atracción hacia un género que el otro, pero eso no significa que no lo seas. No somos perfectos. Nuestros gustos no pueden ser partidos a la mitad por un cuchillo de forma precisa.
>¿Te gustan noventa y cinco chicas pero solo cinco chicos? No importa, sigues siendo, Bisexual.
—Yo... mi amigo nunca ha sentido algo parecido por otro chico. Y... ¿si solo se trata de una confusión? —susurró Percy, con los ojos un poco abiertos por el miedo.
Will le sostuvo la mirada por un largo rato, antes de contestar.
—Tú... tu amigo, ¿cree que es una confusión?
Percy sintió que su espalda y brazos y piernas temblaban.
—No lo sé...
—Bueno, no hay razón para apresurarse en conseguir una respuesta, ¿verdad? —Will le apretó el hombro con cariño—. Dile que puede tomarse el tiempo que quiera para descubrirlo. El proceso siempre es lento, y un poco doloroso. Pero una vez que lo descubras, y lo aceptes, sentirás que te deshiciste del mamut invisible que arrastrabas sobre la espalda.
—¿Así fue cómo te sentiste? —preguntó Percy, curioso—. Cuando lo supiste.
—Mmm —Will hizo un ruidito afirmativo—, también con ganas de morir pero se le pasará al rato —terminó casualmente, y acto seguido, se puso de pie. Percy lo imitó inmediatamente, y en eso, se dio cuenta de que se había demorado mucho hablando con Will, prácticamente en una esquina oscura con la cabeza muy juntitas.
Sintiendo que alguien le estaba enviando dagas invisibles en la nuca, que pronto podrían hacerse realidad, Percy lanzó una mirada de reojo hacia Nico y... En efecto, la expresión de su querido y muy pronto homicida primo, lucía todo menos amigable. Le recordó a la vez que lo había descubierto abrazando al rubio en aquel callejón detrás del restaurante chino, y a sus helados ojos, como si quisiera limpiarle con ácido las partes donde habían hecho contacto con Will.
—Deberíamos regresar ya —comentó Percy, algo nervioso—, antes de que Nico llame a Caronte y le pida que me entierre junto al lago de Long Island.
Percy oyó la suave risa de Will detrás de él, mientras se ponía en marcha hacia la zona VIP. Se dirigieron directamente hacia las escaleras en forma de caracol, y él acababa de subir el primer escalón cuando de repente, la voz de Will pronunciando su nombre lo detuvo.
—¿Sí? ¿Qué ocurre? —contestó, y de soslayo, le pareció ver una cara familiar muy desagradable, sin embargo, fue tan fugaz que solo alcanzó ver una melena rubia fresa antes de que desapareciera entre la multitud. Percy decidió no aguar sus ánimos pensando en que tal vez se trataba de Abby Chensen.
Will compartió su mismo escalón. Su cabello rubio pasaba a ser amarillo, verde, azul y rojo a causa de las luces del techo. Pero sus ojos seguían siendo los mismos azules, claros como el agua destilada.
—Solo quería que supieras, que si tienes más de esas preguntas "raras", puedes contármelas con total confianza —sonrió, mientras su mirada parecía viajar al pasado—. Recuerdo lo asustado que estaba al principio. Era como si me hubiera metido al ascensor equivocado. Mientras todos bajaban, yo subía, y luego me sentí tan solo que me atoré. Pensé que me quedaría allí atrapado por toda la eternidad, escondido entre las sombras, sin nunca volver a ver el sol.
>>Dile a tu amigo, qué puede preguntarme todo lo que quiera. Todas sus dudas, preocupaciones, miedos. Me encantaría ayudarlo, como una vez me ayudaron a mí.
Por un momento, Percy reconoció que estaba a punto de ceder a uno de sus impulsos que, quizás, lo harían arrepentirse después. Pero en una fiesta, en medio de un montón de personas de extraña procedencia, le pareció que no era un buen lugar para desahogarse calmadamente.
—Se lo diré —Percy asintió varias veces, y rápidamente, antes de que cambiara de opinión, reanudó su camino.
Se dejó caer con pesadez al lado de Luke cuando llegó, en una esquinita donde colocar su pie contra la barandilla era todo lo que evitaba que cayera completamente. Will se sentó sobre el apoyabrazos del tronó (sofá) de Nico, y sujetó su mejilla con una mano, después de haberse recostado y colocado su codo sobre la cabecera. Su pose arrogante casi igualaba la de Nico. Cualquiera que los viera se quedaría embelesado por el contraste que hacían: oro y zafiro. Diamante y obsidiana.
Por supuesto, atrajeron las miradas de varias personas que estaban abajo, en el suelo. Debían estar preguntándose si se trataban de celebridades.
Los ojos de Percy descendieron sobre la mesa atiborrada de vasos vacíos y medio llenos. Cerca de una hielera llena de envases que no conocía, atisbó un celular con carcasa azul que le pareció familiar. Y claro que lo era, porque se trataba del suyo.
—¿Qué hace mi celular aquí? —inquirió Percy, su voz llena de incredulidad y sorpresa. No recordaba dejarlo allí, al alcance de todos y generalmente no lo haría puesto que Percy era de los que no le ponían contraseña a su celular, por miedo a olvidarlo, así que lo mantenían celosamente en su bolsillo en todo momento. Haberlo dejado allí era como suicidio.
Luke abrió los labios para responder, pero antes de que pudiera, Cecil, que estaba en el sofá de al lado, cerca de la baranda, se le adelantó:
—Supongo que lo olvidaste —dijo, luego suspiró con tristeza—, tranquilo, nadie lo tocó. Luke estuvo cuidándolo todo el rato como Lou cuidando que le toque sus rollitos ¡auch! —se sobó el brazo donde Lou le había pegado. Añadió—: Una lástima, realmente quería ponerte el tono de llamada de gemidos.
—Eso es tan 2012 —Luke le devolvió con desdén, entonces miró a Percy, con una pequeña sonrisa tímida—, pensé en llevártelo pero te perdí de vista entre la multitud. No pasó nada, no te preocupes.
—Gracias —Percy sintió un gran alivio. No era como si tuviera porno en el celular, pero...
—Así que, ¿te estás adaptando bien en el Instituto? —preguntó Dylan, dándole golpecitos a la rodilla desnuda de Piper con el suyo. Su sonrisa era suave pero provocativa, al igual que sus ojos.
—Está bien, no es nada que no haya visto antes. No suelo quedarme mucho tiempo en un solo Instituto por el trabajo de mi padre. Pero... —le envió un guiño—, espero durar más en este. Nunca había visto tantos chicos guapos en un mismo lugar —se rio y Hazel la acompañó, asintiendo emocionada, mientras miraba a Frank de reojo, un poco sonrojada.
—Já, no te dejes engañar por las apariencias —corroboró Lou, cruzándose de brazos. Ella usaba una falda y una blusa holgada pero escotada, y su maquillaje la hacía verse muy bonita—. Te lo advierto, la mitad de ellos, sino todos, sin ofender —pero no parecía importarle—, son un grupo de simios que no saben pensar más allá de solo tetas y culos.
—¿Qué hay de malo en eso? —preguntó Dylan inocentemente, alzando las cejas.
—¡Es desagradable!
—Tus pechos no se ven nada desagradables en este momento —ronroneó Dylan, lanzándole una miradita hacia el nido bien proporcionado que se le había formado en medio de los senos.
Incluso en la semioscuridad, el rubor intenso fue visible sobre las mejillas de Lou, quien rápidamente contraatacó:
—¡¿Ven?! Hermoso rostro como el de un ángel, pero mente perversa como la de un demonio vil y putrefacto.
—Me estoy sonrojando —Dylan fingió abanicarse con la mano.
—¡Piper! Ten especial cuidado de este venenoso espécimen a tu lado —continuó Lou, esta vez más seria—. No sabes la cantidad de chicas, llorando en los cubículos de baño, que he tenido que consolar por su culpa. Cada año, si fuera posible sangrar por un corazón roto, habría un río de sangre por los pasillos. ¡Todo por su culpa!
—Vamos, vamos, es suficiente, Lou —intervino finalmente Will, alzando las manos en señal de paz—. Es una fiesta, ¡divirtámonos!
Pero Lou lo ignoró, y solo se inclinó para que su voz le llegara mejor a Piper, quien se había quedado muda y bastante estupefacta.
—Por alguna razón, le causa placer hacer daño a las mujeres, retorcerlas hasta que no quede nada de vida en ellas —continuó. Y luego fijó su mirada en Dylan—. No sé cuál es tu trauma, amigo. ¿Quién fue la mujer qué te lastimó tanto? Pero como sea, un día vas a caer también. Amarás tanto a alguien hasta la locura pero esa persona te regresará todo el dolor que has causado. Todo en una sola avalancha. Puedes imaginar lo horrible que será, ¿verdad? Un día, estarás llorando en un cubículo de baño también, y me recordarás. Recordarás este momento y mis palabras.
Por un segundo fugaz, la expresión en el rostro de Dylan era una mezcla de miedo y sorpresa. Sin embargo, se esfumó tan rápido como la espuma cayendo al agua, y ahora solo había arrogancia en sus bonitas facciones.
—Veo que tienes muchas ganas de atacarme el día de hoy, querida Lou —dijo, con dulzura—. ¿Estás muy resentida porque a pesar de toooodas las chicas con las que he estado?, ¿jamás me he fijado en ti? —estiró su pierna, y trató de acariciar la de Lou, pero ella lo apartó lejos de su alcance—. Lo siento por haberte descuidado, he tenido una apretada agenda como lo has anunciado a los cuatro vientos. Pero hay habitaciones disponibles aquí, ¿no? ¿Qué te parece si vamos y me deshago de toda esa energía tuya de una forma más placentera para ambos?
Percy apretó las manos sobre sus rodillas. "¿Por qué él está actuando de ese modo?" Hazel y Frank compartieron una mirada incómoda. Nico, en su trono, negaba con la cabeza hacia Will para que no se inmiscuyera.
—Oye, no le hables de ese modo —probó Cecil, pero solo una mirada de Dylan sobre él y se puso pálido. Se quedó callado de inmediato.
—No, gracias —Lou alzó una ceja—. Presiento que ninguno de los dos lo disfrutaría. Y luego tendría que pelarme la piel con un cuchillo.
—Wow, ¿por qué me odias tanto, querida Lou? —se rio, con ojos helados.
—No te odio, Dylan —contestó ella, calmada—. Siento mucha lástima de ti.
El silencio, que no era tanto, por la música y el griterío de las personas festejando, fue interrumpido en ese momento por un mesero que trajo una nueva tanda de cervezas frías y cubos de hielo para los vasos. Rápidamente, Will les había dicho que se sirvieran en un vano intento para aligerar el ambiente. Cecil, que en todo momento había estado pellizcando a Lou para que dejara de hablar, colaboró de inmediato con su amigo y al poco rato, Frank y Hazel, también estaban cambiando el tema, hablando sobre las clases y los profesores.
Percy trató de hacer contacto visual con Dylan en todo momento. Pero por alguna razón, desde que habían llegado aquí, parecía fingir que él no existía. Era como si de nuevo fueran extraños, volviendo a la época donde se cruzaban por los pasillos del Instituto y jamás se miraban ni hablaban. Hacía doler su corazón y estaba empezando a extenderse por todo su pecho como una extraña sensación de entumecimiento.
Se preguntó si seguía enojado con él por lo que había dicho aquel día en la piscina. Pero toda la mañana en el Instituto, después de que se habían reconciliado en clases, había estado bien. Sonriente y conversador. Amable y dulce. Sus ojos eran todo para Percy.
Era como si... algo hubiera ocurrido después del Instituto, a lo largo de la tarde o antes de venir... Algo que lo había hecho volverse distante con él.
Pero no se le ocurría qué. Y además, Dylan seguía siendo amistoso con Cecil, Hazel, Will, incluso Frank al que apenas conocía. Aún así, su actitud era extraña. Era coqueto, bebedor y enérgico, y sin embargo, por alguna razón, Percy sintió que estaba viendo un espejismo. Uno que en serio estaba cansado de ver. O quizás, ¿esto era lo normal? Y si solo Dylan ya se había hartado de él, y ahora, la nueva chica era su nuevo conejillo de indias. Su nuevo centro de atención hasta que también se cansara de ella. Luego buscaría a otro y a otro, así como había dicho Lou, hasta que alguien realmente le gustara y le rompiera el corazón.
Percy se estremeció, y sintió ganas de llorar. A hurtadillas, lo miró como un perro abandonado miraría el coche que se alejaba con su traicionero dueño. Entonces, recordó todas las fotos que Dylan tenía de él en su cámara. "Cosas que nos gustan", había dicho, sonrojado. "O sea, cosas que se ven bien". Percy se consoló con aquel recuerdo. Alguien que tomaba tantas fotos de una persona que creía se veía bien, no debería olvidarse de él tan pronto, ¿verdad?
Lo que Percy no le había dicho a Dylan, era que las fotos donde ambos habían salido juntos, y varias donde solo eran selfies de Dylan, una toma completa de su rostro, con la luz adecuada, haciendo brillar el oro y verde de sus ojos. Y el color castaño de su pelo hasta que parecía casi rubio. Él las había pasado todas a su celular.
No se lo dijo por obvias razones. Es decir, las fotos donde habían salido juntos podían ser justificadas... Pero en cuánto a las demás, donde solo eran su sonrisa y adorables morritos...
Percy agarró su celular. Decidido a empaparse con la calidez que le darían aquellas fotos. Pero entonces, su corazón solo recibió frío.
"Tranquilo, nadie lo tocó. Luke estuvo cuidándolo todo el rato".
—LUKE.
No había querido llamarlo tan fuerte. Pero la rabia dentro de él era tan incontrolable como las ganas de querer patear la puta mesa delante de él. Se levantó de súbito, llamando la atención de todos en el lugar. No le importó. Absolutamente nada importaba mientras su visión se volvía peligrosamente roja.
—Acompáñame un momento afuera —gruñó entre dientes, y entonces, marchó pesadamente sin esperarlo.
En su rabia, no se dio cuenta, que los ojos que había querido que lo miraran toda la noche, ahora lo veían irse, hambrientos.
NO te olvides de dejarme muchos comentarios y votar por el capítulo. ♡ ♡
Espero que los bisexuales se sientan identificados con Percy. Prometo tratar de representarlos bien y con mucho respeto.
¿Qué opinan de Mike? ¿Cómo les hizo sentir? ¿Creen que sea un hermano que quiera mucho a su hermanito?
Gracias por todo. Bye, bye ♡~~
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