57. Desastre

Algo iba mal.

Nico lo supo en el instante en que puso un pie dentro de la casa, sobre la pequeña alfombrilla amarilla hecha de felpa que su hermana menor había instalado en la entrada. Lo sintió en sus huesos y en sus venas, como un extraño picor incesante que le provocaba cierto hormigueo sobre la piel. Lo sintió en lo tenso del ambiente, una presión parecida a descender por un foso a metros de profundidad. Y finalmente, lo vio en la severidad de los ojos de Caronte, cuando vino a decirle que su padre lo estaba esperando en el despacho, con un tono de voz que no dejaba lugar a negaciones.

Hazel le envió una rápida mirada cargada de lástima antes de escaparse hacia su habitación. Nico la observó subir las escaleras de dos en dos, acompañada por la Srita. O'leary, hasta que escuchó un carraspeó familiar detrás de él que le instaba a apurarse. Soltando un largo suspiro de derrota, Nico lanzó su mochila sobre el sofá y, diligentemente, se fue a enfrentarse a su destino.

Hades, su taciturno padre, lo esperaba sentado detrás de su largo escritorio hecho de caoba y relieve. Estaba intentando abrir una bolsita de té con los dedos, pero éstos eran muy grandes y muy torpes, por lo que pronto, la exasperación lo hizo fruncir los labios hasta que; apiadándose de él, Caronte se acercó y con palabras amables, sin hacer parecer que le hacía un favor; se deshizo de la envoltura y sumergió la pequeña bolsita dentro de una taza con agua hirviente. Complacido, Hades asintió ligeramente en su dirección, y después, vertió sólo la mínima cantidad de leche sobre la taza.

Nico se sentó en la silla de siempre: delante de su padre. Con las piernas elegantemente cruzadas al igual que las manos, que ahora descansaban sobre su regazo. Si alguna persona externa los observara ahora mismo, pensaría que solo estaban por compartir un momento casual entre padre e hijo. Ciertamente, la expresión calmada de Hades no difería mucho a la de un padre corriente que estaba a punto de preguntarle a su hijo sobre cómo le había ido en la escuela. Sin embargo, Nico lo conocía, y sabía, como sabía sobre las cosas naturales de la vida, que cuando más sereno se viera aquel rostro viejo e italiano, más peligroso resultaría ser para el desgraciado en su mira.

Y como tantas veces, hoy era su turno. Y como pocas veces, digamos que, ésta vez, él realmente se lo había buscado.

—La otra noche, tuve una reunión con nuestros socios —comenzó despreocupadamente su padre, llevándose la taza a los labios para darle un pequeño sorbo. Soltó un minúsculo suspiro satisfecho cuando lo encontró de su agrado—. Era sabido que también se presentarían algunos vendedores que son conocidos por despilfarrar bastante dinero en un arrebato del momento, especialmente, después de que hubieran bebido un par de tragos de más.

Nico envío una disimulada mirada de reojo hacia Caronte, quien habitualmente, incluyendo en los peores momentos, siempre le había respondido aún con una expresión avinagrada. Esta vez, no obstante, ni siquiera obtuvo un contacto visual. Nico se miró las manos por un momento, luego volvió a posarla sobre su padre que, en una voz engañosamente monótona, continuaba diciendo:

—Es por eso que, había decidido llevar nuestra mejor mercancía para subastarlas en el momento adecuado. Se trataría de un negocio billonario, por supuesto. Después de todo, hijo mío, ¿eres consciente del precio que ostenta solo un pedacito de cada diamante?

Nico sintió la boca seca, se pasó la lengua por los labios antes de contestar:

—Has podido posicionarte entre uno de los hombres más ricos del mundo mediante ello —carraspeó suavemente—. Podría decirse que tengo una vaga idea al respecto.

—Entonces, imagina el precio exorbitante que adquirirían ciertos minerales, formadas por un largo proceso tectonismo y placas tectónicas, solo para crear una rara deformación al azar. —Sus ojos se alzaron y se incrustaron en los de él. Siempre fríos y distantes, no se veían para nada como aquellos cálidos y ligeramente suaves que solo le dirigía a Hazel, a pesar de que a ella la conocía por poco tiempo, y a él, desde su nacimiento—. ¿Su mente puede dimensionarlo, señor di Angelo?

Nico encontró sabio no responder.

—¿Sabías que sólo existen veinte diamantes rojos en todo el mundo? —dijo, su voz suave y firme, como sus movimientos de aquella vez cuando le hizo un nudo en la corbata—. Son tan extraordinariamente difíciles de conseguir. Pero, hace muchos años, cuando apenas rondaba los veinte, tu padre, aquí presente, obtuvo la gran fortuna de descubrir una vasta mina llena de distintivos y extraños minerales de variable valor, dentro de una sencilla propiedad que había comprado en un impulso por el dolor que experimentaba por la reciente muerte de tu madre. Lo que ocurrió después, no me cabe duda de que fue ella quien lo orquestó, desde donde sea que estuviera.

>>Las fronteras de Arabia son extremadamente calurosas, como bien sabes. Has ido allí, ya en varias ocasiones. Pero aquel día, hace más de treinta años, estaba lloviendo a cántaros. Algo muy extraño. Recuerdo la lluvia en mi cara, los relámpagos lastimando mis oídos, la presencia de Albert, fría y fiel a mi lado, desde siempre. Y luego los gritos de un trabajador, del que iban sumándose otros sobre el rumor de la tormenta. Ellos gritaban: "¡Encontramos diamantes, encontramos diamantes!" Y ciertamente lo hicieron, pero no fue lo único que había en ese lugar.

>>Después de eso, realicé un convenio con Greisy, nuestra ahora muy querida amiga y socia, quien nunca ha sido menos que justa. La mina se extendía atravesando su propia propiedad, por lo que tuvimos que llegar a un acuerdo para la explotación de ella. Finalmente, según la ley del Reino de Arabia Saudita, la persona que descubriese una mina, sin haber estado ejecutando un trabajo de minería por orden y encargo de otro, es decir, por pura casualidad. El derecho de descubridor le corresponde junto con una ganancia del quince por ciento de la mina.

Hades agitó repetidamente la bolsita de té con sus dedos, y, a medida que iba acercando la taza para darle otro sorbo, su voz fue diciendo:

—Aquella persona era...

—Minos —terminó Nico, casi sin darse cuenta.

El atisbo de una sonrisa se mostró sobre los labios de su padre.

—En aquel entonces, Minos, tan solo era un trabajador más de la construcción, con la diferencia de haber obtenido un mejor ojo que el resto. Su vida también cambió desde ese segundo donde lo significó todo. A partir de allí, tanto Greysi, Minos, y yo, siempre hemos mantenido una buena relación dentro y fuera de los negocios. A partir de ese momento, tanto ellos como yo, hemos pasado por un montón de dificultades. Mafiosos han querido asesinarme. Sicarios han ido tras de mí sólo para conseguir un par de quilates. He perdido a gente que amo por esto. Porque cada lingote de oro, cada zafiro, rubí o diamante que he extraído de aquellas tierras, parecía traer consigo una maldición sangrienta.

>>Y entonces, la mina que solo estaba bajo mi jurisdicción, extrajo un par de diamantes rojos. Y luego más, y más. Solo existen veinte en el mundo, para el conocimiento mundial. Pero en secreto, yo tenía diez más en mi poder. ¿Sabes por cuánto vendí el primer diamante rojo de tan solo 5.11 quilates, Nico? ¡Veinte millones de dólares! El resto los vendí a un precio parecido. Pero uno de ellos se los di a tu madre. Ordené que abrieran su tumba y se lo puse yo personalmente entre sus manos. El otro se lo di a la madre de Hazel, tu hermana, y me quedaban cinco. ¡Cinco! Hasta hace unos días.

La taza de té fue puesta lentamente sobre un costado del escritorio, justo al lado de los demás utensilios. Seguidamente, su padre agarró una de las pinzas de la azucarera, empleó un ademán como si fuera a servirse un poco de ella, no obstante, en medio de una breve pausa, pareció pensárselo mejor. Fue ahí cuando, mientras volvía a depositar la pinza en su lugar, Nico notó que la mano de su padre temblaba de una forma casi imperceptible.

Y al mismo tiempo, Nico recordaba todas las cosas que había hecho desde que tenía memoria para llamar su atención. Sacar las mejores notas. Interesarse en su trabajo. Aprender a disparar mejor que cualquier chico de su edad. Todo para conseguir sólo las gachas de su interés. Recordó vagamente cuando le importaba ser realmente, visto por él, tanto que había sido capaz de matar a un hombre delante de sus ojos para de nuevo, mendigar por un poquito de su aprobación. Mas ese día, apenas y había recibido un: "Bien hecho", de él. Claro, no es como que matar hubiera sido algo de lo cual vanagloriarse tanto, sin embargo, pudo haberle prestado más relevancia tratándose de su hijo.

Pero tarde o temprano los hijos se cansan de intentar aniquilar aquella necesidad que sus ausentes y distantes padres causan. Especialmente ahora, que Nico había conseguido a Will para llenar ese hueco. No podía menos importarle lo que Hades pudiera hacerle. Ya ni siquiera se sentía tan allegado a él. Hasta ese punto, su relación había acabado.

—¿Sabes por cuántos tuve que pasar para llegar donde estoy, Nico? —La voz de su padre seguía serena, a medida que se ponía de pie, y empezaba a rodear el escritorio. Caronte, parado cerca de la pared, se puso aún más rígido, pero aparte de cerrar las manos a los costados de su cuerpo, no hizo nada más—. Mafiosos. Sicarios. Mis propios amigos traicionándome. El gobierno intentando hundirme para arrebatarme la mina. Me costó más que cualquier otra cosa en la vida —de pronto, Hades se encontraba justo a su lado—. Así que, dime Nico, cómo es posible que un chico común y corriente, pudo hacerse con un diamante rojo de más de veinte millones de dólares. Sin haber hecho absolutamente nada, sin haber derramado ninguna gota de sangre, o sacrificado algo en su vida... solo porque tuvo la suerte de toparse con un incrédulo que lo puso en sus manos de forma totalmente limpia.

Hubo una breve pausa después de eso. La habitación volviéndose notoriamente pesada, como si alguien estuviera acercando las paredes para aplastarlos. Nico mantuvo su expresión cuidadosamente neutra, ni siquiera el sonido de su respiración podía oírse. Luego, en una voz aún más comedida que antes, Hades preguntó:

—¿No te parece, que eso es algo injusto? ¿Nico?

Él finalmente alzó los ojos, y los fijó sobre los de su padre, negro contra negro, igual de fríos y distantes.

—Creo que es injusto... que dicha persona, a pesar de haber sido quien descubrió la mina, solo haya podido obtener el quince por ciento de las ganancias. Solo porque el otro, tenía los papeles de escritura de tal lugar —dijo, su tono aterciopelado—. Pero es como dijiste, la suerte, a veces golpea a los más inesperados.

Hubo otro momento de pausa, y luego:

—¿Es así cómo vas a jugar?

Nico frunció ligeramente el ceño.

—Francamente padre, ¿de qué se trata todo esto? Siempre es un placer oír la historia del nacimiento de tu riqueza, pero estoy empezando a notar que no es el quid de la cuestión —su voz adoptó un tinte de preocupación—. Y, sobre los cuatros diamantes que te quedan, ¿acaso ha desaparecido uno?

Hades lo escrutó duramente con la mirada, y entonces, con un solo movimiento de su mano, tiró violentamente todo el contenido de la bandeja al suelo, haciendo añicos la taza, la tetera y la azucarera por igual. El estruendo apenas hizo respingar a Nico, simplemente alzó suavemente las cejas y articuló con los labios, una mueca de sorpresa.

—No puedo creerlo, tan descarado, ¿desde cuando he estado criando cuervos tan descarados? —Iba diciendo Hades a nadie en particular, a la par que se regresaba a su escritorio para servirse esta vez, de una botella de whisky que había extraído de uno de los cajones. Nico lo observó beber directamente de la botella, algo de lo que nunca había atestiguado. Hasta le hizo parecer más un hombre normal—. ¡Te lo preguntaré una única vez, Nico! ¡¿Te atreviste a darle a ese muchacho, don nadie, uno de mis putos diamantes?!

Nico entrelazó los dedos sobre su regazo. Mantuvo un donaire de sumisión al contestar:

—Padre, ¿cómo puedes pensar que yo podría...?

Hades golpeó la mesa con la botella, tan fuerte que algo del líquido salpicó sobre su prístino traje.

—¡Detén tu teatro, Nico! ¡Sé perfectamente cuando estás mintiendo!

—Lo dudo —contestó con tranquilidad— o hubieras sabido que nunca me gustaron las chicas.

—¡Eres un sinvergüenza!

—Papá, lo que le di a Will, fue simple bisutería —continuó Nico, inalterable—. ¿Acaso es más fácil creer que tu hijo es un ladrón que uno de tus "amigos" te hayan robado? Piénsatelo mejor, porque yo diría que Minos tiene muchas más razones para traicionarte.

Una risa incrédula salió disparada de los labios de su padre cuando terminó de hablar. Parecía más asombrado que nunca, y a la vez, horrorizado, como si estuviese contemplando a uno de los demonios del infierno tomar posesión de su hijo. A continuación, miró a Caronte.

—¿Cómo es posible? —ladeó la cabeza en su dirección—. ¿Acaso fuiste tú el que le ha dado un mal ejemplo a mi hijo? ¿Caronte?

El aludido abrió los labios, pero Nico fue más rápido al hablar:

—Déjalo a él fuera de esto —hizo un gesto desganado con la mano—. Hizo lo que pudo. Me enseñó a dejar de fumar. Fue a los teatros en mi escuela y me enseñó a conducir. ¿No pides demasiado de un empleado? Soy como soy naturalmente, así como naturalmente me gustan los hombres.

—Sinvergüenza, irrespetuoso y rebelde —farfullaba Hades, mientras se hacía de unas tijeras y sacaba dos objetos pequeños del interior de una carpeta. Cuando Nico se dio cuenta de que se trataban de sus tarjetas de crédito que, de alguna forma habían sido ultrajadas de su billetera y cayeron en manos de su padre, ya era demasiado tarde. En un santiamén, éstas ya habían sido reducidas en un montón de pedazos toscos y acabaron siendo lanzadas contra la mesa, para que Nico las contemplara en absoluto estupefacto—. Vives en mi casa. Comes mi comida. Utilizas mis lujos. Y encima me robas.

Con manos temblorosas, Nico cogió los restos de lo que alguna vez fueron sus tarjetas de crédito, las que ni siquiera poseían un límite.

—Nunca has tocado ninguno de esos diamantes rojos. Siempre has sabido de su existencia, pero siempre te mantuviste alejado de ellos. Pero de pronto...

Nico lo miró como atontado.

>>Te enamoras como un idiota, ¡y uno de ellos desaparece! ¿Crees que soy tan idiota como tú? ¿Qué no me daría cuenta? ¡Yo lo veo todo, Nico! —vociferó—. ¡No dejaré que uses mi dinero, para, encima, gastar un dineral en ropa para él!

Fue ahí cuando Nico salió de su shock.

—¡No, no es lo que sucedió! —Se había puesto de pie también, y puso una mano sobre la mesa con fuerza de más—. ¡Era un regalo de cumpleaños para Percy! ¡La ropa fue para él!

—¿Percy? El que siempre se negó a aceptar nuestros regalos. El que nunca recibió dinero de mi parte, porque es de lejos, mucho mejor que tú. ¿Piensas que me voy a creer esa mentira?

—¡Pero así fue! ¡No sabes lo que ocurrió...! Tú... —entonces, él lo comprendió. Y sintió tanta ira que sus brazos empezaron a temblar—. ¡Te crees que soy como tú! ¡NO SOY COMO TÚ! JAMÁS LE HE DADO DINERO A NADIE, Y TAMPOCO WILL ME LO PIDE. TÚ ERES EL QUE TIRA UN MONTÓN DE DINERO CUANDO ESTÁ ENAMORADO, EL QUE SE CIEGA Y SE CONVIERTE EN... EN UN CASINO ANDANTE.

—¡Basta! —azotó Hades, su voz firme—. Desde hoy no vuelvas a mi empresa. Estás despedido allí. Si quieres dinero para gastarlo en un sinvergüenza como tú, deberás buscar otro trabajo. ¡Pero no sacarás un centavo más de mi bolsillo! Te daré solo lo suficiente para la gasolina de tu auto y la comida en el instituto. ¡Pero ni un dólar más!

Nico estaba patidifuso. Jamás se esperó este resultado, ni en el peor de los escenarios. Se sintió despojado y vulnerable, jamás se había dado cuenta que el dinero servía en él como un escudo que lo hacía sentirse seguro, hasta que lo perdió todo. Fue una sensación horrible.

—¿Quieres que busque hacer mi propio dinero? —inquirió Nico, mostrando una extraña sonrisa.

—Ya casi eres mayor de edad —dijo su padre con frialdad, apretando la boca de la botella con los dedos hasta que éstos se pusieron blancos—. Es suficiente de vivir a mi costa. A tu edad, yo ya estaba empezando un imperio, tú lo único que haces es dormir todo el jodido día. ¡Eres un inútil!

La sonrisa sarcástica de Nico seguía inmutable sobre sus labios.

—Por supuesto... no he estado ayudando a Minos a cumplir con sus trabajos sucios... No te he estado ayudando a ti... recabando información...

—Lo sé —aseveró su padre, y por primera vez desde que había entrado en su despacho, algo parecido a la lástima cruzó por su rostro—. Sabes, podrías haber sido como cualquiera, Nico. Igual que tu madre, o igual a Hazel. Pero tenías que ser como yo. Una calamidad que solo trae desastre a donde vaya.

Nico abrió levemente los ojos, un chispazo de dolor relampagueó a través del negro de sus orbes, pero fue opacado brutalmente por otra emoción más fuerte: la ira.

—Bien —dijo, articulando a través de sus dientes—. En ese caso, no te sorprenderá cuando esta calamidad empiece a moverse y deje una hilera de desastre de aquí para allá.

Y dicho eso, se fue de allí.

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Nico cruzaba la sala a zancadas, con la respiración algo irregular, se sentía como fuera de sí. Había sabido que agarrar uno de esos diamantes le traería severas consecuencias, y se había preparado mentalmente para ello, sin embargo, jamás se esperó que prestarle dinero a Percy también repercutiría en él. Luego, como una idea tardía, se le ocurrió que pudo haber dicho que la ropa había sido para él, pero la desechó, y lanzó de lado el arrepentimiento.

Estaba subiendo la mitad de las escaleras, cuando en eso, escuchó que Caronte lo llamaba.

—¡Nico! Espera un momento.

Se detuvo, y se giró lentamente hacia él.

—¿Qué? Si piensas darme también un sermón, ¿puedo posponerlo para más tarde?

—Hay una forma de repararlo —Caronte fue al grano, cuando estuvo delante de él—. Nico, tráeme de vuelta el diamante, y todo quedará a mi cargo. Haré como que alguien lo robó de la caja fuerte, algún papanatas fácil de sobornar. Tu padre te pedirá perdón y entonces podrás recuperar todos tus privilegios. El muchacho... —Caronte titubeó— él no lo sabrá, conseguiré una réplica exacta y no notará que es falso...

Nico soltó una fría carcajada. Caronte abrió un poco los ojos, y por primera vez, pareció algo asustado. Aún así, continuó:

—Confía en mí. Sabes que a tu padre realmente no le importa el dinero, lo que le ha puesto furioso es que su propio hijo haya podido robarlo. Solo quiere una razón para estar equivocado, así que creerá cualquier cosa fácilmente —Caronte prácticamente le suplicaba, su rasgos estaban contraídos por la tensión—. Solucionemos esto, ¿está bien?

—No.

Caronte se atragantó, luego siseó:

—¡Nico! Mocoso malcriado...

—En otras circunstancias, lo hubiese aceptado —se encogió de hombros—. Pero después de todo lo que dijo hoy...

—¡No pretendas que no lo merecías!

—Y Will no sabe lo que tiene en sus manos. Piensa que es bisutería. No lo hubiera aceptado de haber sabido la verdad.

—¿No podías ser como un chico normal y solo regalarle flores? —le dijo Caronte, sonando casi desesperado.

—¿Acaso unas sucias flores podrían representar cuantitativamente todo lo que siento por él? —Levantó un hombro, en un gesto casual, como si no acabara de decir algo tan apasionado—. Da igual. Así es como han acabado las cosas, y no me parece justo cambiarlas —entonces, Nico reanudó su camino por las escaleras, su figura alejándose como una sombra apagándose—. Mi padre ha dicho que haga mi propio dinero. Está bien. También quiero descubrir qué clase de desastres puedo causar en el trayecto.

🍃

      🍃

Nico acababa de sostener el picaporte de su habitación, cuando en eso, la de su hermana giró repentinamente y ella apareció bajo el umbral; con una mirada curiosa y algo preocupada, preguntó:

—Escuché gritos, ¿está todo...?

—¡No me molestes! —gritó Nico y entró a su habitación dando un portazo que hizo vibrar los retratos de la pared.

Luego de un rato, Hazel oyó ruidos que parecían provenir de cosas siendo lanzadas y golpeadas con violencia, acompañadas de gritos y más maldiciones. Ella soltó un bufido de exasperación.

—¡Ahg!, ¿era tanto pedir un hermano mayor dulce y amable? —Lamentando sobre su escasez de suerte, Hazel cerró su puerta y volvió a esconderse en su guarida.

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Grupo: 

Los mafiosos 💰🔫

Prima plana (katie).

Hey. 🙃

Hace calor. Así que pensé

hacer una mini fiesta en mi

piscina.🤗

Difundan, plis.

Mark:

¿Qué hora?

Tú no estás invitado

Prima plana (katie).

¿Por qué carajos él aún

está en el grupo?

Mark:

Mmm. Ya me disculpé🙄

Miles de veces, ¿puedes superarlo?

Prima plana (katie).

Trataste de violarme 🤣

Y no te disculpaste.

Hijo de puta.

Mark:

¿Para qué bebes tanto?

Dylan T:

Cállate, Mark. Nadie te quiere.

🌝

Mark.

Tú no me callas traidor de mierda.

Dylan T.

Uy, vas a llorar 😢

Peleas matrimoniales

en el privado.

Drew:

¿A qué hora la fiestaaaa?

Llevo hierba 🌿😌

Dylan T:

Yo necesito vender.

Así que voy.

Qué, flojera. 🤮

+0000000000000 (Abby ⭐💋)

Holissss.

K ora hoy?

Abby, Dios. Lee un diccionario

Dylan T

@Mark, vende mi parte.

Te doy un extra si lo haces.

Mark:

OK.

.

.

Se dice gracias 🙂

Dylan T:

Nel, perro.

+0000000000000 (Abby ⭐💋).

Puedn reconsiliarse? 😔

No m gusta k el grupo

C pelee

Sms friends dsde chikitos. Plis

Dios mío.

Alguien quítele el celular.

Prima plana (katie).

LA FIESTA COMIENZA LAS SIETE Y TERMINA SI LLEGA LA POLICÍA. (O hasta que mi mamá lo quiera).

DIFUNDIR. DIFUNDIR. DIFUNDIR.

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Hazel estaba dibujando a la señorita O'leary tranquilamente sobre la cama cuando de repente, la puerta de su habitación se abrió de golpe, y en el umbral, apareció Nico con rostro tosco y el cabello en puntas como si se lo hubiera querido arrancar con las manos. Miró fijamente a Hazel, con desprecio uno pensaría si no lo conociera, pero ella ya había pasado suficiente tiempo con su hermano para saber que simplemente ésa era su forma de ver siempre.

Había un peluche de panda sobre una mesita cerca de él, uno que Frank le había regalado en la escuela. Nico lo vio. Y entonces, lo lanzó al suelo de un manotazo, con saña.

El peluche rodó por el suelo hasta quedar de cabeza, y con el trasero blanco y esponjoso, levantado hacia arriba. Nico se lo quedó viendo como en trance, y a continuación, volvió a fijar su atención en su hermana menor, quien a su vez también lo miraba, en silencio, junto con una confundida señorita Oleary que debía preguntarse si también debía atacar al panda.

—Hoy. Fiesta en la piscina a la noche —dijo Nico con leve ronquera, como si hubiese gritado mucho—. ¡Prepárate! Irás conmigo —acto seguido, se fue como vino, cerrando la puerta con la misma fuerza.

Un cuaderno de dibujos lleno cayó al suelo por el impacto. Y Hazel lo contempló por un rato, y luego, con un suspiro de fatiga, sacó su celular del interior de su cartera.

—Okay, invitaré a Frank.

Holii. La información sobre la ley de Arabia me lo inventé, me lo saqué de las tetas. Así que, quiero dejar en claro que es falso, para prevenir que lo repitan en la escuela y queden como 🤡

Es decir, no es del todo falso, pero lo edité a mi antojo. La ley que usé es el Artículo 41 de la Ley n°93 de Minas. Ley paraguaya.

Jeje. Me pregunto qué pensaría mi profesor si se entera que uso nuestras leyes para una historia sobre jotos. Xdxdxd.

En esa ley, el derecho por descubrir es la mitad. Pero minos me cae mal así que solo le daremos 15% 🤗

Se vienen cosas oscuras chicos, espero tengan la fortaleza para leerla. Y yo para escribirlas. Pero descuiden, mientras todo es un desastre, tendremos muchas homosexualidades suculentas desarrollándose. No todo es malo pueblo de Roma 🙌

Recuerden que es una historia mafiosa. ¿Esperaban un Nico con flores? 👀

¡Sean felices, nos vemos pronto! 


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Escribir aquí realmente me hace feliz, incluso si no llego a publicar nada en físico, este es el único lugar al que siempre quiero regresar. A mi historia y a mis lectores. Aquí es donde realmente puedo ser yo misma. Y espero que les suceda a ustedes. Los quiero. En verdad, quizás si no hubiese estado aquí, tal vez mi vida hubiese sido más corta de lo planeado. Porque una vez que verdaderamente creí que... Dicen que esos pensamientos suelen volver, y yo realmente espero que no. Es por eso que luché con más fuerza para controlar la ansiedad. Y puedo decir con orgullo, al menos para mí, es algo importante, que han pasado más de tres años sin más ataques. 

Sé que muchos están pasando por lo mismo, incluso ahora mismo, cayendo en ese oscuro hoyo donde tienes taquicardia, tienes miedo de todo, y solo quieres llorar. No quieres hacer daño pero solo quieres acabar con el dolor. Realmente no quieres morir. Pero quieres que deje de doler, dejar de sentirte inútil, y estancada en un laberinto donde al escapar, es solo para volver a encontrarte en el mismo lugar. Pero creéme que eres fuerte, tu mente es más poderosa de lo que crees, y solo cuando la domes, lograrás ser libre. Te aconsejo encontrar tu propio lugar feliz, un pensamiento bonito, un libro, serie o pelicula. 

Pero no te aferres a las personas. Solo a ti misma, porque todos, te van a decepcionar, y ellos no pueden ser los que te controlen, los que causen que te sientas mal y culpable.

Fuerza. 

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