53. Póker de Reinas.

—Finalmente, les ha llegado la hora, caballeros —anunció Nico, mirando a cada uno de sus contrincantes con aires de superioridad, en especial, hacia Dylan sentado delante de él—. Lloren, y contemplen la muerte— tiró las cartas sobre la mesa— ¡Escalera al siete, imbéciles! ¡Bam!

Fue instantáneo, como si hubiera lanzado una bomba sobre todas sus caras aún desencajadas por la incredulidad y la injusticia, solo tuvieron un microsegundo de paz causada por la incomprensión; antes de que sus ojos enviaran la información a sus cerebros para darles la mala noticia, como una explosión catastrófica que reverberó a través de sus labios, en forma de lamentos y maldiciones, que se dirigieron desde los ancestros tramposos de Nico di Angelo, hasta los bisnietos adoptivos que pudiera tener en el futuro.

Se encontraban sentados en el suelo, los que habían estado jugando al póker desde hace una hora, se habían colocado en círculo alrededor de una mesita, y mantenían la distancia de uno de los otros para que nadie pudiera espiar las cartas del contrincante. Frank y Hazel habían preferido alejarse de la multitud, parecían llevarse bien, sentados sobre sillas de madera cerca del comedor, Will no recordaba haberlos visto un solo momento en el que no hablaran. Además de ellos, Percy y él tampoco se habían unido al juego.

Ambos se hallaban sentados sobre el sofá, Percy a su izquierda, acariciaba la cabeza de la señorita O'leary que había puesto sobre su regazo; sus ojos verde mar lucían tranquilos y claros, con el asomo de una sonrisa sobre sus labios. A su derecha, estaba Kayla, traía puesto sus lentes de sol de imitación de diamantes como una vincha sujetando su rizada cabellera pelirroja, y por primera vez, se le veía esforzarse en lucir como toda una dama; Will sospechó que era porque se había enamorado de alguien, y presentía saber de quién. Contuvo las ganas de burlarse de ella, ya tendría tiempo de ser su fastidioso hermano mayor después.

En cuanto al resto, seguían lamentándose. Lou se había dejado caer de espaldas, con las manos estiradas en cruz como si aceptara la muerte. Cecil estaba frotándose la cabeza una y otra vez, sus uñas provocaban un incómodo sonido como el de un rastrillo pasando por sobre piedras. Luke verificaba las cartas de Nico y las de él esperando encontrar algún error, todo esto ocurría, mientras Nico se deshacía en jubilosas risas, que le zarandeaban los hombros y el pecho como si el corazón le estuviera sacudiendo de pura felicidad.

Era su primera victoria luego de cuatro derrotas corridas, así que Will estaba sorprendido de no ver a Nico, sacar dos pistolas de algún lugar de sus pantalones y empezar a disparar al techo como Yosemite Sam de los Looney Tunes.

—Bueno —comenzó Lou, soltando un suspiro resignado— me consuela el hecho, que has roto la racha invicta de Thompson, al menos.

Y entonces, se dieron cuenta que Dylan aún no había mostrado sus cartas, era el único que no se lamentaba, y tampoco desistía. De golpe, en la habitación reinó la tensión, una tan gruesa, que se podría cortar con las garras de la señorita O'leary. La risa de Nico hace rato que había enmudecido, lucía una expresión dura ahora, con los ojos entrecerrados fijos en Dylan, quien, se hallaba soltando un suspiro entristecido, a la par que movía las cartas delante de su rostro como un abanico.

—¡Oh, vaya, qué humillante! —dijo, dejando caer un mechón castaño sobre su ojo al ladear el rostro— pero no para mí— mostró sus cartas—. Full house, di Angelo, admira lo que nunca podrás conseguir.

Clic. Como apretar un botón de repetición, y toda la sala volvió a llenarse de lamentos y reclamos. Con la adición de que, Percy no había podido contener a tiempo su carcajada y ahora intentaba disimularla rápidamente con toses estruendosas. Kayla había reaccionado dando palmadas para celebrar, se ganó una mirada de Nico que gritaba: "Traición", a todas luces, pero ella o bien lo ignoró, o estaba demasiado ocupada deslumbrándose por su nuevo flechazo adolescente.

Lou se levantó del suelo, refunfuñaba como una anciana por su artrosis, caminó hasta el sofá al otro lado de la sala, y se dejó caer pesadamente sobre ella.

—No más —anunció ceñuda— siempre supe que el póker favorecía más a los canallas. ¡No volveré a jugar si ese tramposo está presente!

—¿Disculpa? —Dylan alzó sus cejas, con una sonrisa cínica curvando sus labios— Si van a acusarme, muestren las pruebas de que lo he hecho.

—¿Cinco victorias consecutivas? — ladró Luke, quien era el más cercano sentado a él. Veneno escurría de sus ojos, y Dylan se apartó sutilmente, fingiendo despreocupación—. ¡Definitivamente estás haciendo trampa!

—¡Cierto! —corroboró Cecil, gateando hacia Dylan—. Debes de esconder cartas en los bolsillos. ¡Pronto Luke, revísale los pantalones!

—¡Ugh! ¿Por qué yo? —gruñó el aludido, con una mueca de asco.

—Es que me da miedo —contestó Cecil—. Y porque me gustan mis dedos, sirven para chupar los restos de chetos en ellos.

Una fugaz expresión maliciosa pasó por el rostro de Dylan, que le hizo saber a Will que, acababa de pensar en otros usos más vulgares para los dedos. Eso, o Will irremediablemente había sido corrompido. Estaba lamentando su pudor perdido, cuando de pronto, sintió la mano de Nico rodear su pantorrilla; agachó su mirada, el cautivador de su pierna no parecía ser consciente de su acto, tenía una mirada de intenso cabreo en sus ojos, aunque el fruncimiento de sus labios le estaban dando cierto aire infantil a su aspecto, que en lugar de intimidante estaba resultando más entrañable que otra cosa.

El pecho de Will se inundó de más calidez, cuando observó a Nico utilizar su otra pierna como soporte, con total naturalidad, como si su espalda hubiera sido hecha para recostarse contra él, mientras apoyaba su suave mejilla sobre su rodilla. Con el gesto, los mechones de su pelo crespo, aterrizaron en hermosas ondas sobre su muslo, brillantes como bañadas en tinta, y sus dedos hormiguearon con el deseo de acariciar cada uno de ellos con veneración, el de pasar su mano sobre su mejilla expuesta.

—Me parece que estás disfrutando mucho de tu posición, primo —susurró Percy, que se había inclinado muy cerca de su rostro para que Nico no escuchara.

De igual forma, cualquiera que los viera así, sabría inmediatamente que estaban hablando de algo significativo. Pero a Will no le importaba eso, estaba más ocupado disfrutando de que Percy lo hubiera llamado primo. Lo hizo sentirse especial, como si fuera alguien importante para Nico, una parte más de él, compartiendo un lazo más poderoso que una relación de usufructo.

—Es mi cumpleaños —le recordó Will— y por hoy, me es permitido disfrutar de muchos placeres prohibidos, ¿no lo crees?

En respuesta, Percy profirió una ligera risa, sus ojos aguamarina aún brillaban con diversión cuando los trasladó hacia las figuras de Luke y Dylan, que discutían calurosamente. Will de inmediato, reparó en la capa de suavidad que cubrió su mirada al contemplarlos, se notaba a millas el cariño que Percy sentía por ambos, y algo más, algo más intenso y profundo que el mar, que iba tomando forma, cuando sus ojos se detenían en uno de ellos.

Era casi invisible, pero existía allí, aferrándose a Percy como una enredadera de algas que se extendía paulatina, pero progresivamente por todo su cuerpo. Will solo la reconocía porque se pasaba horas en el espejo practicando para ocultarle "eso" a Nico. Y verlo también en Percy, tratando de hacer lo mismo sin darse cuenta: fingir que no sucedía nada en su corazón, le provocó una repentina sensación de camaradería con él. Quiso preguntarle muchas cosas, sabía que Percy lo entendería como ninguna otra persona en la sala, pero algo le dijo a Will, que aún no era el momento para esa conversación.

—¿Por qué no has jugado al póker? —preguntó en su lugar, estudiando su expresión a escondidas.

—Mi padrastro... tenía dos adicciones. El whisky y el póker —contó Percy, mirando a la señorita O'leary, mientras le acariciaba detrás de las orejas—. Del whisky no tolero siquiera el olor, y el póker jamás podría tocarlo. Siento que... si lo juego, estaría apoyando a mi padrastro, de alguna manera, darle la razón sobre... —se calló, y luego formó una sonrisa avergonzada—. Es complicado. ¿Crees que es estúpido?

—No creo que sea estúpido ni un poco —contestó Will, completamente serio— Está bien si no quieres jugar, o has prometido en no hacer ciertas cosas. Nadie tiene el derecho de opinar o intentar cambiar tus decisiones, cualquiera que lo intente es el estúpido. Buscamos proteger nuestros corazones del dolor, de la mejor manera que conocemos, por eso, cualquier método es válido, mientras eso te de calma a ti.

Percy le sonrió agradecido, y fue suave, suave como las olas acariciando la orilla de la playa.

—Me gusta verlos jugar, sin embargo —dijo—. No son como los amigos de mi padrastro, tirando botellas y volcando sillas por toda la sala enojados.

—No estoy seguro de lo último —se rio Will, y notó que Nico les echaba un vistazo por el rabillo del ojo—. Luke parece a punto de lanzar mi mesita sobre la cabeza de Dylan.

La cabeza de Percy se levantó al instante, y miró hacia los aludidos con una expresión de alarma en el rostro. Efectivamente, Luke se veía más y más furioso, capaz de estrangular a Dylan en cualquier momento dado. Este último no estaba haciendo nada por aminorar las ansias asesinas del rubio, de hecho, parecía disfrutar diabólicamente, colocar aún más leña para que explotara.

—Buu, buu, buu, has perdido, solo acéptalo, Castellan —se burlaba Dylan, a la par que hacía una imitación de boca parlanchina con los dedos enfrente de él—. Deberías ser un buen perdedor. ¡Copia de Nico! Míralo, está ahí sentado, sujetando las piernas de Will como premio de consolación; aceptando su derrota como un buen perdedor.

—Yo no he aceptado nada —rebatió Nico, todo digno, y parándose tan recto como si sostuviera una corona en la cabeza—. Simplemente me da igual, el póker es un juego de azar y de suerte. En cambio, el ajedrez requiere de inteligencia y un sistema avanzado de prever el futuro y los movimientos del enemigo— alzó su barbilla con arrogancia—. Y siempre te gano en el ajedrez.

Dylan bufó, y rodó los ojos exageradamente.

—La única razón por la que me ganas en ese juego para viejos es porque me aburro rápidamente, y me marea contar los estúpidos cuadritos a cada rato. Además, el póker no es solo de suerte, también se necesita estrategia y un buen semblante vacío para engañar.

—Tú lo has dicho —se mofó Nico— ¡Engaños y solo suerte!

—Basta, te meteré la suerte por el culo —gruñó Dylan.

—No, gracias —respondió Nico, y luego, en voz bajita, mientras apretaba la pierna de Will— prefiero otra cosa...

Will lo golpeó con la almohada. Miró preocupado hacia su hermana, pero ella estaba en las nubes admirando a Dylan. Lou, por otro lado, sí lo había escuchado, y miró a Will negando con la cabeza. Era un gesto falso de decepción, pero igualmente, sintió que su cara se calentaba por el bochorno.

—Suerte... ¡suerte! —exclamó de pronto Cecil, mirando instantáneamente hacia él—. ¡Will tiene una suerte de terror! Siempre me gana en Batalla naval en solo treinta segundos. Si él juega, es seguro que dejará trizas a este tramposo.

—No pasará, Cecil —me apresuré a aclarar— Ni siquiera me sé todas las combinaciones de cartas.

—Por favor, Will —habló sorpresivamente Luke, mirándolo con gran intensidad—. Gánale a este sinvergüenza, y recupera nuestro honor.

Will titubeó, la expresión de Luke era muy seria. Parecía un caballero en armadura pidiéndole que salvara una nación.

—No creo que...

—Por favor, Will —comenzó Nico, un eco de las palabras de Luke, pero con los ojos negros como terciopelo—. ¡Por nuestro honor!

Los hombros de Will cayeron, rendidos.

—De acuerdo —dijo, y lamentó dejar de ser el soporte de Nico, al tiempo que se levantaba para ir a unirse al círculo en el suelo.

La sala se llenó de cortas ovaciones de felicidad, y de pronto, todos habían vuelto a sus posiciones para jugar. Cuando Cecil le preguntó a Lou si no se uniría de nuevo, ella respondió:

—Me limitaré a observar por esta vez. Sin embargo, ¿qué les parece si cambian las reglas del juego un poco? Los dos últimos perdedores, reciben un castigo vergonzoso —sonrió traviesa—. Kayla puede decidir el castigo. Será lo justo.

—¡Sí! —su hermana dio un brinquito de emoción desde el sofá, y palmoteó contenta—. ¡Por favor, eso es genial!

—Por mi parte, no hay problema —Dylan se encogió de hombros—. Después de todo, mi sexta victoria ya está asegurada —dicho eso, envió una mirada sarcástica hacia Will— Por cierto, Will, cuando te venza, no te lo tomes personal, ¿sí? Ganadores de campeonatos mundiales de póker ya han perdido ante mí antes. Soy algo así como el rey del póker, así que no te sientas mal.

La parte sumamente competitiva de Will, que habitualmente estaba adormecida, despertó en ese momento por las palabras de Dylan. Se sintió encuadrar los hombros, tomando coraje, y le alzó una ceja desafiante al menor de los Thompson.

—¡Lucharé hasta el final! —proclamó, agarrando la primera tirada de cartas que Luke había repartido, junto con sus fichas.

Entonces, la partida de póker comenzó, y Will intentó concentrarse en jugar. No obstante, a medida que pasaba el tiempo, se olvidó de que tenía que ganar. Era divertido, Will varias veces se había descubierto distraído, riendo a causa de las risas contagiosas de Cecil y Dylan, o por las protestas indignados de Luke y Nico, cuando Dylan fingía descaradamente una expresión atribulada, para motivarlos a apostar más de lo sugerido, lo cual, siempre terminaba con él llevándose sus fichas, y un poco, del orgullo de ambos.

Cecil fue el primero en perder, había apostado todas sus fichas a la vez, fingiendo que tenía algo grande entre las cartas, sin embargo, Dylan había visto a través de su engaño, y apostó todas sus fichas también, obligándolo a no poder retirarse. Su derrota fue patética, y Nico se aseguró de hacérselo notar. El segundo caído fue Luke, intentó ganarle a Dylan con un trío de jotas, pero fracasó ante una escalera al diez a color. "Nunca más, este juego ama a los perversos", dijo, y se retiró a buscar cerveza en la cocina.

Al final, nuevamente Dylan tenía una ostentosa pila de fichas frente a él, Nico la mitad de lo que había tenido en un principio, y él, bueno, dejémoslo en que estaba tan pobre que ya ni podía apostar. Era muerte súbita para Will.

—Will, si me permites aconsejarte —comenzó Dylan, en tono condescendiente—. Deberías rendirte ahora. Aún estás a tiempo de salvar tu autoestima, vamos, fue un buen esfuerzo, pero un hombre sabio reconoce cuando ha perdido, y en especial, cuando retirarse. Tú pareces un hombre sabio, Solace.

—En efecto, Thompson —contestó Will, asintiendo con la misma solemnidad—. Pero también soy un hombre testarudo y muy competitivo, no dejaré de pelear hasta que no tenga ninguna sola ficha conmigo.

—Ah, si lo pones de esa forma —Dylan empezó a negar con la cabeza, y soltó un largo suspiro lleno de exagerado pesar—. Bien, ¿cómo salvar a quien no quiere ser salvado? —acto seguido, movió sus fichas—. Apuesto la mitad. Vamos, terminemos con esto.

Will miró a Nico, fue un acto instintivo. Dylan no sólo había apostado para que él perdiera, si no para obligar a Nico a retirarse también. Quería matar a dos pájaros de un tiro, y la confianza depredadora que lucía en sus ojos avellanas, amenazaban que si podía hacerlo. Y por un momento, Will no supo si se lo estaba imaginando, pero de pronto sintió que había algo más de significado en el acto de ganarle a Nico para Dylan; aunque no sabría decir la razón. Solo que, por la forma en que estaba sujetando sus cartas, como si fuera un arma que estuviera ansioso por disparar, esto era importante para él, casi como si su vida dependiera de ello.

Por otro lado, los ojos de Nico se veían inescrutables, como un lago oscuro ocultando cualquier emoción que pudiera sentir. Parecía meditar sobre un montón de escenarios, estrategias, posibilidades como solo él sabía; pero al final, se rindió, lo advirtió por la forma en que sus hombros descendieron casi imperceptiblemente, y medio se echaba para atrás, apoyándose con una sola mano.

—Da igual —gruñó, y entregó todas sus fichas— el ajedrez es mejor.

Mostró sus cartas: Un par de dos y tres, y cinco. Dylan soltó un suspiro de alivio, y sonrió ampliamente feliz. Tenía uno de sus típicos full house a la mano, y se rio satisfecho, mientras Nico lo miraba con desprecio. Will dejó cuidadosamente sus cartas expuestas sobre la mesa, nadie le estaba prestando atención, ni siquiera Cecil, que lloriqueaba y le reclamaba a Nico por perder. "Cállate, alguien que pierde tan estúpidamente en la primera tirada, no puede hablar", escupía Nico, en tanto Cecil seguía exclamando, "¡Confié en ti, aposté un cupón de pizza gratis contra Percy, por ti!

—Como ganador, debería de poder aconsejar a Kayla para aplicar sus castigos, ¿no lo creen? —Decía Dylan, apabullante de emoción—. Por ejemplo, creo que Nico luciría bien en falda, sí, en una bonita falda rosa.

Nico parecía a punto de sufrir un patatús, su cara se desfiguró de furia y asco.

—YO JAMÁS...

Will carraspeó, interrumpiendo lo que sea que él iba a decir.

—Dylan —lo llamó, y éste giró el rostro hacia él— ¿no echarás un vistazo a mis cartas?

Dylan lo miró desinteresado, luego agachó la mirada, y su rostro palideció considerablemente. Sobre la mesa, cuatro cartas idénticas lucieron de forma solemne, un póker de reinas.

Volvió a observar a Will, esta vez con el estupefacto marcado en cada rasgo de su faz, dijo algo, pero sus palabras quedaron ahogadas por el clamor de las personas a su alrededor que habían explotado al ver las cartas de reinas. Encabezando el vitoreo estaba Nico, gritaba de alegría e incredulidad con tanta fuerza, que incluso llamó la atención de su hermana, e hizo saltar del susto a la señorita O'leary del regazo de Percy, que se bajó del sofá inmediatamente, para empezar a ladrar al aire buscando al enemigo invisible que había hecho gritar a Nico.

Cecil estaba zapateando el suelo y no paraba de gritar: ¡Se los dije, lo sabía! Luke apareció corriendo desde la cocina, traía dos vasos de caipiriña en la mano, y una sonrisa iba extendiéndose sobre su rostro; estaba tan feliz, que cuando Lou le rodeó con los brazos, también vibrando de dicha, le devolvió automáticamente el abrazo echando un poco de la bebida sobre ella. Incluso Kayla, su a veces fastidiosa hermana, dejó de lado su enamoramiento por un momento para poder felicitarlo con aplausos.

El único que se había mantenido al margen, notó Will, era Percy. Se encontraba lealmente en silencio, y solo miraba a Dylan con preocupación. Parecía estar conteniéndose para no levantarse, e ir hasta él.

En cuanto al rey del póker...

—Aún no pierdo —farfulló Dylan, aún descolocado por la impresión. De pronto, levantó el mentón, y en un arranque de valentía o estupidez, entregó todas sus fichas en la mesa—. Suerte de principiante, veamos si vuelve a suceder.

—Claro —Will asintió amablemente, y esperó a que Nico repartiera las cartas.

Solo que esta vez, tratándose de la última partida, lo único que ambos tenían que hacer, era observar las cartas que iban colocándose en la mesa a la vista de todos. Pronto, el último naipe fue puesto para los dos al mismo tiempo, y el resultado fue revelado:

Para Dylan, un trío de tres.

Para él, escalera real.

Los hombros de Dylan se desplomaron, y se vio tan desgraciado, que Will inmediatamente se sintió horrible por la culpa, y no pudo unirse a la celebración que había explotado nuevamente a su alrededor. Sintió el impulso de acercarse y abrazarlo, acariciarle el pelo como lo hacía con su padre cuando le contaba sobre su mal día en el trabajo. Pero se abstuvo, sabía que a él no le gustaría el gesto, y tampoco agradecería su compasión.

Mientras tanto, Cecil estaba bailando por toda la sala, cantando una canción que pregonaba la suerte incalculable de Will Solace. La señorita O'leary saltaba en círculos, pensando que estaba jugando con ella.

—Oye, recuerda que es solo suerte de principiante —le dijo Will, intentando subirle el ánimo.

Pero Dylan frunció el ceño.

—No es necesario que seas amable conmigo, Will. Una victoria es una victoria.

—Sí, Will, y una derrota es una derrota —corroboró de inmediato Nico, gozando del momento—. Puedes jactarte de ello, se lo merece.

—Cállate, di Angelo, tú no puedes hablar —siseó Dylan, apretando las manos en puños— te gané más de cinco veces, ¿no lo recuerdas?

—Pero Will te ganó, dos veces, así que ya cuenta como una victoria para mí —sus ojos brillaron perversos—. ¿Qué pasa Rey del póker? ¿No habías dicho que ni siquiera los ganadores mundiales podían contigo?

Las mejillas de Dylan se ruborizaron, de enojo y humillación.

—Jódete —fue todo lo que pudo decir, entrecerrando sus ojos.

—Uhh, ¿vas a llorar? —continuó Nico, y Will estaba a punto de intervenir cuando en eso, la voz de Percy se le adelantó.

—Basta, Nico —le dijo, su tono era amable, pero sus ojos desprendían una dureza y firmeza, que hizo callar al resto de la habitación también—. Es suficiente, no hay necesidad de ser cruel.

En un primer momento, Nico estaba demasiado sorprendido para hablar, sus cejas se alzaron ligeramente, y miró a Percy, como si le hubiera salido un tercer ojo en la frente. Luego, de forma gradual, una extraña emoción ensombreció su semblante, y sus labios se apretaron en una línea tan dura que casi se pusieron blancos. Will no podía afirmarlo con seguridad, pero Nico parecía levemente turbado, e inquieto. También pensó que lo que había querido decir, era mucho menos divertido que lo que dijo al final.

—No es justo —murmuró Nico, apartando la mirada con pomposa indiferencia— Él estuvo molestándome todo el rato— luego, en un susurro— Traidor.

Dylan se puso de pie, miró a Nico con mucha dignidad, y luego de soltar un pequeño: ¡Hmp! Se encaminó hacia el sofá. Ya allí, se dejó caer con fuerza, justo al lado Percy, donde la perra de Percy se había acostado antes.

—Todo estuvo maquiavélicamente planeado para que Will gane —le dijo Dylan a Percy, cruzándose los brazos—. No tengo pruebas, pero tampoco dudas.

—Bueno, ya has ganado cinco veces. Diría que es más que excelente—lo halagó Percy, sonriendo irónicamente.

—Pudieron ser seis —se limitó a contestar Dylan, en tono codicioso.

Will apartó la mirada de ellos, y en su lugar, la posó sobre su chico problemático. Nico había estado observándolos también con cierto aire de ansiedad en su expresión, pero cuando sintió los ojos de Will, él lo observó de vuelta, y de inmediato, reemplazó la ansiedad por la ternura. Fue tan clara y franca, que hizo estremecer a Will de esperanza, y lo motivó a acercarse a él a rastras.

—Eres un chico tan apuesto como malvado, di Angelo —lo provocó, utilizando un tinte seductor en su voz.

—¡Rayos, entonces debo ser extremadamente maléfico! —bromeó Nico, y de improviso, tomó la barbilla de Will entre sus dedos, y le implantó un rápido y húmedo beso en los labios.

Fue tan repentino y efímero, que cuando Nico lo liberó, se preguntó si lo había imaginado. Sin embargo, sus labios aún mantenían la calidez del contacto, y en su barbilla todavía sentía sus dedos sujetándolo. El corazón de Will palpitaba en sus oídos, era tan fuerte, que no escuchó de lo que sus amigos estaban hablando hasta unos minutos después, en los que el sonido volvió a ser entendible mediante sus neuronas comenzando a trabajar.

Kayla estaba frente a Nico ahora, sentada en el suelo, y le mostraba tres frascos de pinta uñas para que eligiera.

—Tengo negro carbón, negro con brillantina, y negro normal, ¿cuál prefieres?

—Hmmm —Nico colocó una mirada pensativa—. No estoy seguro si el negro con brillantina, o negro carbón, ¿tú que opinas?

—Creo que el negro carbón combinaría con tu piel pálida, y, o sea, también combina con tu pelo —aconsejó Kayla, con una expresión súper seria.

—Entiendo, entonces, el negro carbón será —asintió, e inmediatamente Kayla se puso manos a la obra. Nico le extendió la mano con elegancia, su espalda muy recta luciendo todo lo varonil que se podía mientras una chica te pinta las uñas. Descubrió a Will mirándolo y preguntó—: ¿Qué? Este es es mi castigo por perder, ¿recuerdas?

—Ah, sí —respondió Will, y se contuvo en preguntarle por qué se veía algo entusiasmado.

Mientras tanto, al otro lado de la sala, aparentemente Frank había ido a la cocina, y volvía junto a Hazel con un vaso de jugo de naranja, que dejó en sus manos morenas. Ella le agradeció con una pequeña y dulce sonrisa a Frank, y luego tomó un trago. Will reparó de forma distraída, que a pesar de no parecerse físicamente a su hermano, había cierta similitud que ambos compartían; como la forma de sentarse, de beber, incluso de mirar, con un porte elegante y derecho todo el tiempo, como si sostuvieran joyas en la cabeza.

De repente, Hazel captó que la estudiaba, y le sonrió desde su asiento, de manera tímida y cálida. Will le devolvió el saludo, antes de que ella depositara su atención de vuelta en Frank. La vergüenza lo abrumó por un rato, a pesar de que ya había pasado un tiempo desde que la hermana de Nico lo vio como su santa madre lo trajo al mundo, totalmente en pelotas, seguía sin poder mirarla directamente a la cara. Desvío sus ojos hacia otro lado.

La señorita O'leary venía caminando hacia el sofá, con la lengua afuera y la cola balanceándose amigablemente. Se detuvo en frente de Percy, pero miró fijamente a Dylan, con un brillo juguetón en sus ojos marrones.

—Te lo advierto —comenzó Dylan, apuntándole con un dedo índice de forma amenazante—. Soy un chico de gatos. No me gustan los perros, son babosos y ruidosos. Así que tú y tu lengua viscosa, quédense lejos de mí.

La señorita O'leary ladeó la cabeza confundida, sin embargo, pareció que había tomado aquello como una declaración de amor porque al segundo siguiente; se acercó a Dylan, pasó su lengua viscosa por la rodilla que estaba expuesta mediante sus jeans rotos, y luego se alejó contento, como si hubiera hecho su buena obra del día. Un largo minuto después, contemplando la baba que se deslizaba lentamente sobre su pierna, Dylan miró a Percy, extrañado.

—Me lamió la rodilla —dijo—. ¿Por qué lo hizo?

—No lo sé —Percy se lo pensó un momento—. ¿Por qué es bonita?

—Eso no tiene sentido —respondió Dylan, frunciendo el ceño, pero luego, su expresión cambió, y una sonrisa empezó a nacer sobre su boca— Espera, ¿crees que mi rodilla es bonita?

Percy balbuceó, sus ojos miraron muy lejos como si buscara ayuda en el jarrón de la esquina. Al final, no tuvo que preocuparse más por responder, porque en ese momento, Luke apareció delante de ellos, y con caipiriña en cada mano, se sentó en el pequeño espacio que había entre Percy y Dylan, obligándolos a moverse y separarse más. Ya logrado su cometido, en interponerse en medio, Luke le dirigió una amable sonrisa a Percy, y le entregó el vaso de caipiriña que había traído a su amigo.

—Gracias —musitó Percy, tomando rápidamente un sorbo de la pajita.

—¿No has traído uno para mí también? —le preguntó Dylan a Luke, aunque por el tono sarcástico que había utilizado, parecía saber ya la respuesta.

Luke le envió una mirada de soslayo, desdeñoso, y luego, con cierto tinte de asco cuando notó la estrecha cercanía entre ambos. Pero aunque quisiera, Dylan no podía alejarse más para darle el gusto, ya tenía el apoyabrazos del sofá muy apretado contra su costado.

—Si hubiera encontrado el veneno para ratas para poner en tu bebida, sí —respondió Luke, fingiendo desinterés.

—Violento, innecesariamente violento, ¿cuándo entenderás que no soy ninguna amenaza para tu amorcito? —Dylan chasqueó las lengua varias veces, luego, se inclinó hacia adelante para ver a Percy—. No importa. ¿Percy? ¿Tú si me invitaras de tu bebida, verdad?

Percy no respondió, pero apartó la pajita de sus labios, y le pasó su bebida a Dylan por encima de Luke. Este último miró con el aire atrapado en sus pulmones, como el menor de los Thompson agarraba el vaso con descaro y se llevaba la pajita a los labios inmediatamente para darle un largo sorbo. Un segundo después, Dylan le guiño un ojo, con la malicia apenas contenida en su expresión. Luke dejó salir el aliento bruscamente, y acto seguido, le echó una mirada furibunda a Percy, quien, consciente de su fechoría, solo se limitó a inclinarse y a robar un sorbo directamente del vaso de Luke.

Will solía distraerse mucho observando a las personas. No se dio cuenta que Kayla lo estaba llamando hasta que pronunció su nombre por quinta vez.

—¡Will! ¿Puedes pintarle las uñas de la mano izquierda a Nico, mientras voy a buscar algo en mi cuarto?

—Oh, claro —asintió, y de inmediato se acercó más al italiano, al tiempo que Kayla se ponía de pie y salía corriendo hacia las escaleras.

Will agarró la pequeña brocha del pinta uñas, y le quitó el líquido sobrante por el borde del frasco con experiencia. No era la primera vez que hacía esto, en reiteradas ocasiones había tenido que pintarle las uñas a Kaila, cuando ella no podía hacerlo o estaba muy floja para agacharse hasta alcanzar las uñas de sus pies. Seguidamente, extendió la palma de su mano, y Nico colocó la suya sobre la de él.

Al instante, con el roce de la piel de ambos haciendo contacto, Will sintió una corriente eléctrica que subió por sus dedos, su brazo, y hasta su cuero cabelludo, dejando una hilera de piel de gallina a su paso. Todo su cuerpo quedó hormigueando placenteramente, con un anhelo que le dificultaba la respiración; sus ojos azules buscaron automáticamente los de Nico, y al encontrarlos, distinguió en ellos, entre la penetrante oscuridad, que él había sentido exactamente lo mismo.

Tragó saliva por reflejo. Sus manos temblaron a medida que pintaba la primera uña. Negro carbón sobre nieve impoluta, y Will tuvo que reconocer en su fuero interno, la buena asesoración de su hermana.

—Quisiera que estuviéramos solos —susurró Nico de pronto. Había agachado tanto la cabeza, que las puntas de su pelo hicieron cosquillas en la mejilla de Will—. Aún tengo un regalo que darte— añadió, con voz ronca.

Will sintió un pequeño estremecimiento en su parte baja. Se mordió el interior del labio.

—Ya me has dado más que suficiente —le respondió, sintiendo el collar con la piedra de diamante rojo que estaba oculta bajo su camiseta. Varias veces en el día se había encontrado admirándola en silencio, preguntándose qué cosas habían pasado por la mente de Nico cuando decidió regalarle eso.

¿Había sonreído pensando en él?

¿Había pasado horas decidiendo qué regalarle?

Nico alzó su mano libre (ya con el esmalte de sus uñas seco) y tocó la cadena de oro que relucía sobre su cuello. Luego, casi de inmediato, sintió sus dedos demorándose más de la cuenta sobre su piel, y descendiendo, siguiendo el hilo de oro, hasta se topó con su clavícula. Los ojos de Nico eran tan suaves, que se sintieron como una caricia sobre su piel.

Y Will se dio cuenta que estaba pintando tres veces la misma uña.

—Contrólate —le advirtió, utilizando el mismo consejo para él mismo.

—¿Y si huimos? —devolvió Nico, curvando sus deliciosos labios con picardía—. Podemos dejar al resto— y añadió—: ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Como respondiendo a su pregunta, Lou apareció delante de ambos, excepto que no los estaba mirando; les daba la espalda, y toda su atención había sido puesta en Dylan Thompson, quien con un ligero brillo de inquietud y fiereza en sus ojos serpentinos, le estaba sosteniendo la mirada a Lou.

—Ahora bien —comenzó su mejor amiga, sonriendo con divertida crueldad—. ¿Por qué no comenzamos a hablar de tu castigo? Tengo varias ideas inofensivas que podrían gustarte.

No debería haber sido un problema, excepto que las grandes tragedias siempre comienzan con los actos más insignificantes.

Lamento haberme desaparecido, estaba pasando por una ruptura. Etc. Pero he vuelto, y seguimos como siempre. La vida vuelve a su curso, de una u otra forma, debemos seguir adelante aunque nos hayan roto el corazón.

Espero de corazón que les haya gustado el capítulo. Pueden dejarme a lado de este limón, 🍋sobre lo que opinan del capítulo. 🍋

¿Cuál fue su parte favorita?

Espero me hayan dejado comentarios :"v me woa deprimir si veo la mitad de lo que recibía antes. O tal vez no... intento que nada me afecte.

Psd: ¿Podemos fingir que la nota anterior no existe? Aún así, los comentarios son todos tan hermosos que jamás tendría el valor de eliminarlos. Así que se quedarán allí. Como un recuerdo amargo. 

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