No me importa si duele
Lo pagaré con mi peso en sangre
Para sentir mis nervios despertar
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Su padre colocó una mano firme sobre cada uno de sus huesudos hombros, sosteniéndolo en su lugar para que no fuera capaz de voltearse, y obligarle a observar la escena delante de él: A su amigo, Yvyan, sujetado por su hermano, mediante una mano cruel en el cuello; mientras las lágrimas surcaban sus mejillas morenas como una cascada inagotable de infelicidad.
—Mi muchacho... — su padre empezó a hablar, se había agachado, y ahora sentía su pútrido aliento moviendo los mechones castaños de su pelo por encima de su oreja— escúchame con atención. No está bien visto, que los hombres anden solos por aquí y por allá, —hizo gestos con la mano al aire — muy juntos, dándose demasiados abrazos y esas mariconadas. ¿Te lo había dicho antes, no, mi niño?
Estaba parado, rígido, en medio de la sala de su casa; el lugar donde su padre decía que era el lugar perfecto para divertirse en familia. Dónde había videojuegos, bebidas, drogas, y mujeres disponibles; para que sus hijos jamás tuvieran nada por lo cual reclamar en la vida. Y allí estaba él, con once años, sobre el tapiz color café traído de Arabia; con la televisión prendida en una caricatura por encima de su cabeza haciendo ruido, y restos de pizza desperdigados en una caja sobre una pequeña mesita de madera.
Y él no se estaba divirtiendo.
Y su padre no se estaba divirtiendo.
—No es adecuado —continuó este calmado, cuando vio que su asustado hijo no contestaría— no es propio de un hombre. Y tú, mi hijo, eres un hombre. Mi mejor orgullo, además. Imagina el desagrado que sentí entonces, cuando Mike me lo contó...
—Dyl, dile — la voz de Yvyan brotaba estrangulada—. Solo explícale, solo dile...
—¿Decirme que?— su padre preguntó con frialdad.
Y él estaba hablando antes de poder evitarlo, las palabras brotando de sus labios como un géiser que parecían quemar y dejar en carne viva su garganta.
—Sólo estaba felicitándolo, padre, porque sacó buenas calificaciones, no hacíamos nada malo...
—Ya, ya, silencio, silencio—. Su padre ordenó, y él cerró sus labios de golpe. Delante de él, Yvyan no dejaba de temblar, viéndose decepcionado, y suplicándole con los ojos llenos de terror que hiciera algo pronto—. Está bien, hijo, no te preocupes. Yo sé, que no es tu culpa. Tú no eres el problema.
Entonces, la mano izquierda de su padre se levantó de su hombro e hizo un gesto desganado en dirección a Finch, uno que por desgracia, él ya conocía bastante bien. Finch sacó un cuchillo dentado del interior de sus jeans, de esos que hacen trizas incluso la carne más dura de la vaca y dejan el cuerpo irreconocible, y se lo pasó por el cuello de Yvyan con un rápido movimiento de su mano.
Y su amigo, con el cual creyó ingenuamente que formaría una amistad al menos, un tiempo relativamente largo; se desplomó sobre sus rodillas al instante, sus manos se dirigieron hasta su cuello en un reflejo inútil para detener la sangre que caía a borbotones sobre sus dedos, y manchaba su ropa y el suelo debajo de él; boqueó como un pez fuera del agua, la herida abriéndose y cerrándose como una ventana con el gesto, y luego, cayó sobre su costado aparatosamente, con burbujas de sangre formándose sobre sus labios.
Él se encontró así mismo inútil, sin poder gritar, sin poder moverse, o siquiera pestañear. Y lo único que su amigo pudo hacer mientras jadeaba salvajemente en el suelo, fue enviarle una última mirada llena de odio y terror, justo antes de morir, de forma completamente horrible. Los minutos pasaron borrosos en su mente, pero en algún momento después, notó a su padre colocarse delante de él y rodearle con una mano regordeta la nuca en un falso gesto cariñoso. Lo obligó a alzar los ojos, a mirarlo, mientras le decía:
—Sí vuelves a cometer alguno de esos gestos de maricón, hijo. Yo mismo te azotaré con un látigo de púas hasta que de tu espalda caigan tiras de piel — su padre sonrió amorosamente, los dedos presionando aún más sobre su nuca—. ¿Entendido?
—Sí, papá — él respondió, y obedeció perfectamente desde entonces.
Dylan evitó observar el líquido carmesí acumularse debajo de lo que alguna vez fue su amigo y a los hilos de sangre fluyendo por los azulejos como flechas apuntando al único culpable de la habitación: Él.
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Que alguien me toque, soy muy joven para sentirme entumecido.
Podrías ser la única persona que...
Me haga sentir algo
Percy volvió a esconderse entre los vestidores, como una tortuga dentro de su caparazón, buscó paz y seguridad en esas pequeñas paredes de plástico color blanco, con un gran espejo que le devolvía su penoso reflejo enfundado en ropa punk, que ahora ya no le causaba tanta alegría como hace unos minutos. Se desplomó sobre un pequeñísimo puff colocado contra uno de los laterales, descansó los codos encima de sus rodillas y escondiendo el rostro entre las manos, Percy dejó salir un largo suspiro torturado.
No podía dejar de pensar en Luke. Y en sí era cierto sobre que albergaba ciertos sentimientos románticos hacia él. Percy no quería ir en esa dirección, pero por más que reflexionaba sobre ello, más cobraba sentido ciertas miradas, gestos, y palabras con extraño doble sentido que le había dirigido su mejor amigo en los últimos años y en sus enfermizos celos con respecto a Dylan. "Te queda bien esto, por cierto" —Percy recordó, junto con la mirada dulce de sus ojos celestes que solo adoptaba cuando estaba con él— "Te hace ver un poquito guapo".
Se preguntó si estaba exagerando, sí era un idiota por no haberlo visto antes, o un papanatas con el ego en las nubes por pensar que alguien como Luke pudiera quererlo de tal forma. Lo único que Percy esperaba era que fueran equivocaciones suyas, él no quería hacerle daño a la última persona en el mundo que más apreciaba. No es que la idea de amar a otro hombre le molestara o le causara pánico, en realidad, lo veía de lo más normal. Era solo que... ¡se trataba de Luke! A quien conocía desde las seis años y no podía verlo de otra forma más que como un hermano, e imaginarlo de otro modo, se sentía simplemente, "raro".
Percy soltó un gruñido lleno de exasperación mientras estiraba los mechones de su pelo con los dedos.
—¿Malas noticias? — Percy reconoció la voz de Dylan al instante, y alzó la mirada justo a tiempo para verlo ingresar en el vestidor. Traía consigo una percha de la cual colgaba una camiseta en la que se leía al frente: "Follo como toca BVB: ¡Salvaje!" — ¿Se le ha muerto el padre a Luke o qué?
—¿Crees que seguiría aquí de haber sucedido eso? — contestó Percy, rodando los ojos.
—Pues no sé de qué tanto servirías yendo a su lado mas que estorbar— repuso Dylan, quitándose distraídamente un rizo castaño de su frente—. Créeme, lo último que quieres en esos casos, es tener a alguien encima tuyo fingiendo saber lo que sientes cuando no tienes ni una puta idea.
Percy tuvo que conceder, en silencio, que tenía razón. Él nunca había experimentado el arrasador dolor de perder a un familiar cercano, pero una vez había sufrido la muerte de su primera mascota (un pez llamado Jefri que en realidad pertenecía a la escuela) y recordaba que lo único que quería era estar solo para llorar con tranquilidad sobre el cadáver de su acuático amigo. Y Percy sabía que comparar la muerte de un pez con un padre, no era nada justo, pero, ¿se entendía el punto, no? Como sea, Percy abrió los labios y cuando estaba a punto de decir algo, Dylan habló:
—Así que... como no he visto a Luke rondar por ahí afuera, ni tampoco está aquí contigo tratando de bajarte los pantalones— dejó la camiseta colgada en un perchero situado por encima de su hombro, la tela haciendo cosquillas en la frente de Percy— ¿debo suponer entonces, que mamá osa se ha ido de tu lado?
—Dijo que tenía asuntos de gran importancia con su padre — explicó Percy, encuadrando los hombros y levantando ligeramente la barbilla para mirar a Dylan, de pie, delante de él—. Ofreció llevarme de vuelta a casa, pero le dije que preferiría quedarme y...
—¿De verdad? ¡Vaya, qué pena! — exclamó Dylan con falso interés, luego inclinó el cuello como un pajarito—. Pero eso significa que ahora somos tú y yo, totalmente solos, y finalmente puedo poner mis manos sobre ti.
Percy se quedó muy quieto, no sabía muy bien qué responder a eso, así que mantuvo los labios sellados como un cierre. Se limitó a contemplar a Dylan como alguien lo haría estando frente a un león detrás de un vidrio de protección: con miedo, recelo, y turbada fascinación. Había una pequeña lamparita colgando de una cadenita encima de ellos y su luz hizo esclarecer el tono oro verdoso de los ojos de Dylan, los cuales le devolvían la mirada a Percy con fijeza.
De improviso, Dylan dio un paso al frente, y con ello, con sus rodillas casi tocándolo, Percy fue repentinamente consciente sobre lo pequeño que era el compartimento de los vestidores. Era tan estrecho, que si Percy hubiera querido, habría tocado las paredes con la palma de las manos con solo estirar los brazos un poco; dejando claro que no había sido hecho para que dos personas lo compartieran al mismo tiempo. Percy siguió mirando a Dylan, absorto, mientras el suave rasgueo de una guitarra eléctrica se oía de fondo.
—Pobre, pobre, percecito — comenzó Dylan en tono exageradamente compasivo, mientras sus labios se estiraban en una perezosa y maliciosa sonrisa—. Mark rompió tus lindos y delicados sentimientos en el restaurante, ¿verdad? Lo hizo.
Percy le frunció el ceño en respuesta, demostrándole su descontento a Dylan ante su exagerada teatralidad. Pensó en la forma de contestarle, abrió lo labios, y de pronto, Percy vio la mano de Dylan estirarse en su dirección hasta colocar la punta de su dedo índice sobre su frente, justo en el medio. Se quedó pasmado, mientras sentía una pequeñísima y casi inexistente alteración en su respiración. Dylan puso presión sobre su frente, y con el gesto, levantó aún más su rostro para escrutarlo, cual comprador examinando una mercancía.
—La humillación te pegó tan fuerte que pudiste tragar tu orgullo para pedirle dinero a tu maléfico primito— continuó. Percy observó la mano de Dylan descender hasta su mejilla, como si fuera a acariciársela; su pulso se agitó, y entonces... de un impulso, Dylan lo abofeteó—. Eso fue por no devolverle el golpe a Mark.
Por unos segundos, Percy se quedó mirando a la nada, patidifuso. Atrapado en un tipo de reacción tardía, primero pensó que se lo había imaginado, luego se llevó la mano hacia el lugar donde Dylan lo había abofeteado y al encontrar la zona caliente y sensible al tacto; confirmó que realmente había sucedido. Percy abrió los ojos desmesuradamente por la sorpresa, mas que enojado, estaba incrédulo mientras otro recuerdo explotaba delante de sus ojos; había ocurrido después de esa fiesta arruinada, de aquella noche tormentosa, había estado exactamente así sentado delante de Dylan y lo había golpeado con el mismo ímpetu que hoy.
Percy lo miró finalmente, buscando en sus finos rasgos algún signo de arrepentimiento o un noséqué que le diera indicios de la razón de su arrebato. Pero para mayor sorpresa, lo único que Percy encontró, fue una mirada entrecerrada de reproche de su parte, como si él hubiera recibido la bofetada y no al revés. Boqueando al principio, Percy encontró su voz y exclamó:
—¡¿Por qué ha sido eso?!
—¡Por irritarme en ese estúpido bar chino! ¡Dejaste que el idiota de Mark te pisoteara como un gusano! ¡Te atacó y no hiciste nada más que mirarlo con una cara de lástima que aún me dan arcadas y agradece que no esté estampando tu cara contra ese espejo porque ganas no me faltan! — azotó Dylan azorado, apuntando el objeto en cuestión a su costado. Percy se quedó boquiabierto, y Dylan lo miró aún más enojado, de ser eso posible—. ¡No me mires así o voy a golpearte más! He estado aguantando desde hace horas para hacerlo, si no lo he hecho es por Luke, porque me devolvería el golpe multiplicado por siete.
—¿Y qué se supone que debía hacer? — inquirió Percy, irritado y ligeramente divertido, ya que por alguna razón, ver a Dylan sacado un poco de sus casillas le provocaba risa.
—¡No lo sé! Me tenías ahí defendiendo tu honor, y tú debías decirme algo como: "¡Gracias, mi estimadísimo amigo, ahora yo me encargo!" — vocalizó, haciendo una mala imitación de la voz de Percy con un tono gravemente varonil—. Y luego tú tenías que: ¡Pum, pam, Pum! — Dylan lanzó puñetazos al aire—. Golpearlo en toda la cara y los huevos, ¡pero no! Huiste de allí en silencio como marica. Ah, santo Dios. ¡Di algo! ¡Porque tu cara aún me parece muy golpeable!
—Dylan... — pronunció su nombre, pero no pudo seguir hablando, una carcajada se lo impidió hasta que Percy recuperó la compostura—. Eres testigo de que me he pasado la mitad de mi vida escolar tratando de liarme a golpes con tus hermanos, ¿y ha hecho alguna diferencia? No. Claro que no. No importa cuántos golpes reparta a todos mis agresores, no importa lo que diga, siempre seguirán molestando.
>>Porque las personas miserables, solo son felices haciendo a otros miserables. No me gusta, pero a veces la mejor defensa es fingir indiferencia.
Era una verdad a medias. No quiso mencionar que Mark lo había herido tanto que ni siquiera había podido mirarlo a la cara y mucho menos devolverle los insultos. Se había quedado en blanco. Los ojos de Dylan brillaron con intensa irritación, que sí hubiera tenido el poder de fulminarlo hasta convertirlo en un charco de sesos, probablemente ya lo habría hecho.
—Pero... aún así... —titubeó Dylan, la rabia parecía entorpecer su capacidad del habla— podrías haberle dado una lección. Haces todo ese genial entrenamiento de boxeo con Luke todos los días... tú podrías haberle golpeado al menos un poquito.
—Sólo aprendo a pelear en caso de emergencia Dylan, no porque sepa romper un par de tobillos iré por la vida haciéndolo.
—¿Por qué no?
Percy le dio una mueca burlona. Dylan le contestó con un rodar de ojos, exasperado.
—Además, Luke ya le dio su merecido, ¿no?
—Tú debiste golpearlo — siseó Dylan.
—Dijiste que le quebró un par de huesos... — continuó impasible.
—Tenías que golpearlo.
—¡Ah! ¡Por el amor de...! — Percy alzó las manos arriba en señal de rendición, conversar con Dylan era en ocasiones, como hablar con un gran elocuente y en otras; con un niño de siete años muy berrinchudo—. La próxima vez que Mark se comporte como un imbécil, lo golpearé, ¿okay? ¿Estás contento?
—No — contestó Dylan de inmediato, y acto seguido, le hizo un gesto brusco con la mano como si Percy fuera un perro al cual espantaba—. Y ahora quítate de ese puff. Me sentaré yo.
Percy arrugó los labios para no dejar salir otra risotada, todavía no sabía por qué le causaba tanta gracia. Seguidamente, se levantó del pequeño puff donde estaba sentado, y de inmediato, Dylan tomó su lugar; dejándose caer sobre el mueble con las piernas estiradas al frente, mientras rebuscada y sacaba un caramelo de uva del interior de sus jeans. Dylan farfullaba en voz bajita con la cabeza gacha y labios tensos, a la par que desenvolvía la envoltura y se llevaba el dulce a la boca.
—Estúpido percecito, ¿por qué no le dijiste nada? — siguió mascullando, con el ceño severamente fruncido mientras rompía la envoltura del caramelo en siete pedacitos—, y estúpido Mark "El director no debería dejar ingresar a marginados como tú" — repitió Dylan con voz aniñada, las mismas palabras que Mark le había dicho a Percy en el restaurante— ¿Quién se cree él, por favor? ¿Cómo qué con qué cara? ¡Con qué cara te habla a ti, ese depravado follador de burros asqueroso!
—Oye, sobre eso, ¿estabas mintiendo, no? — preguntó Percy, formando una mueca asqueada en el rostro—. Cuando mencionaste lo de la zoofilia...
Dylan alzó sus ojos, y le dio una mirada muy seria.
—Hay un video, ¿quieres ver? Con una yegua que él...
— Ay, no, Dios mío— Percy sintió la cara fría—. Por favor. NO. Gracias. Jamás me muestres eso. JAMÁS.
Dylan se encogió de hombros, y volvió a concentrarse en hacer más pedacitos del envoltorio. Percy, buscando una excusa para no pensar en ciertas depravaciones que su mente podía imaginar con inútil creatividad, posó la mirada en la camiseta que Dylan había dejado colgada en una percha contra la pared, y, en seguida, se acercó a ella para quitarla y extenderla delante de sus ojos. Esta era de algodón y de color verde lima, y en la parte delantera, tenía letras ribeteadas con el mensaje ya mencionado de: "Follo como toca BVB: ¡Salvaje!"
—No puedo llevar esto en el instituto— soltó Percy al final, volteando la camiseta para que Dylan pudiera leer el mensaje, a pesar de que sospechaba que él ya lo había visto, y por esa misma razón, la había traído.
—¿Por qué no? — preguntó él con inocente confusión, pero cuando Percy le alzó una ceja significativa, Dylan chasqueó la lengua malhumorado y dijo—: Oh por favor, Cecil llevó una camiseta en tercero que decía: "Control de alcoholemia, sople aquí", ¿adivinas dónde apuntaba la flecha? — inclinó su mentón fugazmente a su entrepierna—. Pues de vez en cuando la sigue usando, y nadie lo ha imputado por ello. Anda, al menos pruébatelo.
Percy sopló una risa. A pesar de no haberlo visto nunca, conocía a Cecil lo suficiente para saber que era el tipo de chico capaz de utilizar dicha camiseta. Volvió a examinar la prenda que tenía en sus manos. Dylan lo miraba expectante, sus mejillas hundiéndose de vez en cuando a causa del caramelo que bailaba dentro de su boca. Al final, se decidió por probarla (presentía que haría enojar más a Dylan si no lo hacía). Se giró para colocarse enfrente del espejo, y acto seguido, se quitó la camiseta que tenía puesta por encima de la cabeza. Ahora se hallaba desnudo en la parte superior de su cuerpo.
Sus dedos sujetaron el rodadillo de la tela listo para ponérsela, y entonces, por inercia; Percy alzó los ojos hacia el espejo, y en ese mismo instante, en su reflejo descubrió a Dylan Thompson, observar fijamente su espalda descubierta con los ojos algo abiertos y una expresión de mudo asombro apoderándose de su rostro.
Supo inmediatamente, lo que él estaba viendo, y ya era demasiado tarde para que Percy pudiera ocultarlo. Alrededor de toda la extensión de su espalda, lo que Dylan estaba viendo era un montón de cicatrices adornando su piel, una más severas que otras. Algunas marcas eran a causa de haberse caído de espalda contra la plancha de una piscina, otras, en su mayoría, eran huellas que su amoroso padrastro había dejado con mucho entusiasmo mediante el beso de la parte afilada de una hebilla de cinturón u otros objetos punzantes.
Su padrastro había sido bastante creativo a la hora de pegar a Percy, siempre encontraba formas para dejar nuevas cicatrices en su espalda y a lo largo de sus brazos y antebrazos. (Su madre también tenía muchos). Cinturones, cables de acero, palos, la colilla de un cigarrillo encendido... Con los dedos temblorosos, Percy se puso la camiseta velozmente y esperó nervioso a que Dylan lanzara la primera pregunta, sin embargo, los segundos pasaron... y él se mantuvo prudentemente callado, apartando la mirada como si jamás hubiese visto nada.
Tal vez Dylan sabía mejor que nadie, que a veces, lo único factible sobre un mal pasado; era fingir que jamás había ocurrido.
Percy se relajó visiblemente delante del espejo, y miró su reflejo con ojo crítico. La camiseta hacia ensalzar sus hombros como si fueran anchos y el color hacía destacar el verde agua de sus ojos. Percy sonrió, Dylan tenía un buen gusto para la ropa... y tal vez para las personas, ya que desde esa perspectiva, le hacía pensar que sí Dylan prefería pasar el rato con él, era porque debía ser algo genial. Recordó que Mark le había dicho que se creía demasiado desde que Dylan lo consideraba un amigo, y Percy se preguntó francamente, sí tendría algo de razón.
—Por cierto, gracias por haberme defendido delante de Mark— dijo, mirándolo a través del espejo—. Lo aprecio mucho.
Dylan se encogió de hombros, indiferente.
—No hay porqué. Tal vez sólo quería una excusa para pelear. Me gusta callar a los idiotas.
Percy se volvió hacia él, de pronto, el cansancio de haber pasado más de dos horas caminando de aquí para allá, pesó sobre él y empezó a notar la rigidez de sus piernas y sus pies, junto con un dolor sordo en la parte baja de la espalda a causa de haber pasado tanto rato de pie. Miró hacia Dylan sentado cómodamente sobre el puff, no quería moverlo de allí, se imaginó que debía estar tan agotado como él, así que, en su lugar, se recostó contra una de las paredes de plástico del vestidor y se dejó caer hasta una posición sentada en el suelo con las rodillas ligeramente levantadas.
Apoyó los brazos sobre ellas, y con la cabeza perezosamente reposada contra la pared, miró a Dylan a través de sus pestañas diciendo:
—De igual forma, gracias — trató de que su voz sólo trasluciera sinceridad—. Y como recompensa, te has ganado el setenta y cinco por ciento de mi confianza ahora.
Dylan bufó una risa, agachando la mirada y luego levantándola de vuelta con una sonrisa prendida en su faz.
—Wow, ¿solo el setenta y cinco por ciento? Eres un hueso duro de roer, Percecito— dijo, con la voz cargada de burla—. Entonces dime, ¿qué se necesita hacer para alcanzar al menos un noventa por ciento contigo?
Percy se quedó en silencio, meditando. Dylan había rodeado sus palabras con el mismo tono juguetón e indiferencia que utilizaba para, prácticamente todo, cuando conversaba. No obstante, viéndolo con más atención, luchando por ocultarlo en lo más hondo de sus ojos, Percy pudo distinguir cierto brillo de interés verdadero e impaciente por conseguir la respuesta. La forma en que rompía aún más los ya pedacitos del envoltorio también lo delataban.
Percy lo miró muy fijamente antes de hablar:
—Podrías conseguir un ochenta y cinco por ciento sí... — dudó, su propio nerviosismo haciendo estragos en él, luego, terminó—: Eliminaras de tu galería todas las fotos desnudas de las chicas del instituto.
Cerró la boca muy fuerte cuando acabó, sintiendo que había cruzado los límites de lo permitido e inmediatamente pensó: ¿Quién se creía él para pedirle eso a Dylan? Su propio atrevimiento lo sorprendió en sobremanera, pero ya no podía retractarse ahora. Inseguro, Percy estudió el rostro de Dylan, pero no encontró nada allí, ningún atisbo de enojo o indignación, solo una tranquila expresión de neutralidad.
Se sintió como si hubiera pasado una eternidad, cuando Dylan finalmente respondió, con la voz ligeramente divertida.
—Todas las fotos... ¿por solo ochenta y cinco por ciento? Ni siquiera es noventa.
Percy se encogió de hombros, repentinamente avergonzado.
—Es mejor que setenta y cinco, y está más cerca del noventa— contestó—. Mira, solo olvídalo. No estaba pensando...
Se detuvo, no sabía qué más decir. Percy deseó volver al tiempo y no haberlo pedido nunca. Dylan seguía contemplándolo con esa extraña expresión más clara que las alcantarillas de New York, o sea sin entrever nada, y de pronto, Percy observó con completa confusión, a Dylan levantarse del puff, dar un paso al frente, y sentarse en el suelo a su lado dejando una brecha de distancia entre sus hombros. Dylan se cruzó de piernas, y acto seguido, sacó su celular del bolsillo de sus jeans y lo sostuvo a la altura de su pecho sobre la palma abierta.
Percy contuvo el aliento, lo observó prender la pantalla, entrar en su galería... y luego en la carpeta donde estaban aquellas fotos, de todas las chicas desnudas, en inimaginables poses sensuales. A pesar de que era horrendo, Percy tuvo que reconocer que acumular aquello probablemente le había tomado años de arduo trabajo coactivo y era normal que no quisiera despegarse de él. El pulgar de Dylan titubeó sobre la pantalla, luego, miró a Percy; con un pequeño ceño fruncido que arruinaba sus arqueadas cejas.
—Esto es como... un tipo de póliza de seguros, ¿sabes? —inició—. En caso de que alguien quiera arruinarme. A mí en realidad no me causan... —cerró los labios de golpe, como si hubiera dicho demasiado— es solo... Te sorprendería la cantidad de personas que quieren hacerme daño. Y con buenos motivos.
Percy se encogió de hombros. No dijo nada. Dylan movió su mirada a su celular, luego, la volvió a colocar sobre el rostro de Percy; parecía estar teniendo una intensa lucha interna consigo mismo.
—Yo... en ocasiones no puedo distinguir lo moral de lo inmoral, como si hubiera nacido con la brújula de la humanidad rota— continuó en voz baja, como si temiera que alguien lo fuera a oír—. Pero tú, siempre actúas con irritante seguridad, como si las líneas de lo que es correcto y lo que no, estuvieran perfectamente bien dibujadas delante de ti — sus ojos eran penetrantes, hambrientos de respuestas que parecía que solo él podía darle—. ¿Tener esto está mal?
—Sí — contestó Percy sin dudar, sosteniéndole la mirada.
Dylan soltó un largo suspiro, su aliento olía a uvas.
Entonces, esta vez sin dudar, Dylan marcó todas las carpetas con fotos de las chicas desnudas y las eliminó. Luego hizo exactamente lo mismo con la papelería de fotos, sentenciándolo oficialmente como irrecuperable. Y Percy no podía creerlo, percibió un cosquilleo en la boca de su estómago. ¿Dylan le había hecho caso? Se sintió como embriagado, por alguna razón rara, se emocionó. Fueron más de doscientos fotos borradas para siempre, mediante el movimiento de un solo dedo y ambos se encontraron mirando la pantalla ahora vacía donde habían estado las carpetas.
Dylan dejó caer su celular y este aterrizó sobre su vientre con un rebote.
—Listo— dijo, mirando un punto al infinito sin emoción—. Murieron.
Y entonces, un silencio largo y cómodo los rodeó, llenado por el suave riff de guitarras que provenían de algún lado mediante altavoces. Permaneció sentado por un largo rato en el suelo a lado de Dylan, dentro de un compartimiento más pequeño que el de un ascensor, y de pronto, una potente sensación de irrealidad lo embargó, cuando pensó en que solo hace unos meses había estado ignorando a Dylan por los pasillos y viceversa, y ahora, compartía con él espacio y aire. La extrañeza de la situación lo sobrecogió y casi le causó risa.
Percy viró su rostro hacia Dylan para contárselo, pero sus palabras murieron dentro de su garganta, cuando lo encontró con la cabeza apoyada contra la pared y los párpados cerrados como si hubiera decidido echarse una siesta. Tenía el rostro completamente relajado, su respiración acompasada, y sus largas pestañas castañas caían como una gruesa cortina sobre sus marcados pómulos. El único signo que delataba su lucidez, era el suave movimiento de sus mejillas moviendo un caramelo dentro de su boca.
Sus ojos viajaron hacia sus brazos, delgados pero proporcionados mediante ejercicios casuales en el gimnasio, y notó distraídamente, lo diferente que era su color de piel con la de él. Mientras Percy tenía la piel morena y resiste por el sol, la de Dylan se veía suave y rosácea (no era blanco y frío cual pergamino como Nico, mas bien era, cálido y cremoso), con pequeños lunares desperdigados aquí y allá, en lugares estratégicos para desviar la atención. Por ejemplo, él tenía un lunar en la mejilla, casi rozando por encima de su mentón... era imposible que eso pasara desapercibido.
—Ochenta y cinco por ciento de confianza, ¿eh? — dijo Dylan de repente, llamando su atención, sus ojos se abrieron y se encontró con la mirada de Percy demasiado fija enfrente de él. Sonrió con malicia—. No puedo esperar por presumirselo a tu novio.
—Luke no es mi novio— repitió Percy, como un robot. Luego añadió—: ¿Nunca has tenido un mejor amigo? ¿Un amigo así de íntimo?
Los dedos de Dylan, que habían estado inmóviles sobre su celular, empezaron a juguetear con sacar y meter la carcasa de su celular con evidente intranquilidad.
—Antes... — inició, posando su mirada en un punto lejano por encima de su hombro—. Hace mucho tiempo, tenía un amigo igual de cercano que tu Luke. Hablábamos de todo, hacíamos de todo y pasábamos mucho tiempo juntos... —Percy distinguió el timbre nostálgico en su voz, baja pero latente—. Una vez, estábamos viendo nuestras calificaciones y él... el muy estúpido me abrazó. Justo cuando uno de mis hermanos pasaba cerca.
—¿Lo golpeó? — preguntó Percy, y Dylan formó una débil sonrisa divertida.
—Se lo contó a mi padre y... — lo miró—. Él se enojó mucho conmigo.
Transcurrió una larga pausa antes de que Percy volviera a preguntar:
—¿Qué pasó con él?
Los ojos de Dylan se tornaron turbios como un río traicionero, en el que con el más mínimo paso en falso, lo arrastraría hasta el fondo sin posibilidad de salvarse.
—Lo mató delante de mí para darme una lección de lo que hace y no hace un hombre.
Se quedaron callados, con los ojos clavados el uno al otro. Sintió una frialdad recorrerle la espina dorsal, mientras su mente repetía una y otra vez las palabras de Dylan, buscando un rastro de juguetonería en ellas que en primera instancia no había captado y aún no encontraba. Los labios de Percy titubearon unos segundos, antes de que finalmente pudiera lograr formar tres frases coherentes.
—¿Estás bromeando, verdad? — inquirió, probando con una sonrisa tensa.
Dylan relajó su expresión, como una nube volviendo a ser ligera, y contestó:
—Por supuesto que lo hago, Percecito. Ya deberías conocerme.
Acto seguido, Dylan se había puesto de pie, y le dijo a Percy que sería mejor salir del vestidor antes de que el gerente del local empezara a pensar cosas raras de ellos. Y Percy, con aplastante y sorpresiva decepción, lo había seguido afuera con reticencia; para nada emocionado de volver al mundo real, donde el vivir día a día no parecía tan sencillo y relajado como dentro de aquellas pequeñas paredes blancas.
Se había quitado la camiseta color verde lima, y la puso en el montón de cosas que iba a comprar y fingir que no venían del dinero de Nico. Un momento después, Dylan encontró una sencilla camisa blanca que le gustó. A Percy le pareció raro que quisiera probarse algo tan simple, luego miró el precio de la camisa, y las dudas se le esfumaron. Se quedó leyendo los nombres de las canciones que contenían los discos, exhibidos en una larga estantería, mientras esperaba a que Dylan volviera del vestidor. Un rato después, él apareció a su lado, enfundado en tela blanca y pura. Resultaba algo irónico.
—¿Qué tal me queda? — preguntó, poniendo una pose varonil.
Percy le echó un rápido vistazo. Luego regresó sus ojos a Kurt Cobain.
—Bien.
—¿Bien? — repitió la palabra con desdén—. No puedes decir sólo bien. Debes decir: Guapo, sexy, increíblemente atractivo como radiactivo. No, "bien".
Percy le contestó con un vago: "Uhmm" y siguió sacando más discos. Dylan chasqueó la lengua malhumorado, y a continuación, se puso a leer la tapa de los discos con él. Lo miró de reojo, Dylan aún no se había tragado el caramelo de uva, por lo que jugueteaba con él balanceándolo entre sus dientes. El dulce daba pequeños golpecitos sobre su labio inferior como una pelotita saltando para llamar la atención, de repente, una mueca de irritación apareció en su rostro.
—Siento como algo molesto picándome la espalda — dijo, llevándose la mano hacia atrás para tratar de rascarse por debajo del omóplato.
La mirada de Percy viajó hacia la espalda de Dylan, y descubrió de inmediato, que tenía la etiqueta de precio colgando debajo de la ropa y que el cartoncillo era lo que debía estar picándole la espalda baja, cerca de la cadera. Entonces, sin decir nada, Percy extendió su brazo, su mano se metió debajo de su camisa y con el acto, sus dedos rozaron la piel tersa de su espalda y... Dylan se apartó violentamente lejos de él, como si Percy le hubiera electrocutado con una picana eléctrica.
—¿Por qué has hecho eso? — siseó Dylan, con las facciones de su rostro comprimidas por la tensión, y no sólo eso, todo su cuerpo estaba tirando oleadas de tensión hacia él—. No me toques. No soy Luke, Percy Jackson — finalizó, con los dientes apretados.
—No— le respondió Percy de inmediato, mordiéndose el interior de la mejilla para evitar decir algo grosero—. Es obvio que no eres Luke, Dylan.
Y remarcó su nombre con significado. Seguidamente, Percy volvió a acercarse a Dylan (quien abrió los ojos con alarma), había sacado la etiqueta hacia afuera antes de que Dylan se alejara, así que sólo lo cogió esta vez con la mano y lo arrancó con un fuerte tirón de su brazo, dando por hecho de que Dylan compraría la camisa al fin al cabo. Percy alzó la etiqueta enfrente de su rostro, y se lo mostró a Dylan, como un pescador presumiendo del pez atrapado en su anzuelo.
—Solo quería quitarte esto— dijo, y lo dejó colgando sobre la cabeza de Dylan, quien ahora lucía considerablemente avergonzado de su arrebato.
Percy se alejó de él, se fue a una esquina, y agarró un porta CD de los Rolling Stones sin ver nada en realidad. Tenía los labios duros en una sola línea y el ceño fruncido severamente en el rostro. Quería enojarse con Dylan por haber abierto una brecha de nuevo entre ellos, pero luego recordó lo que le había contado en el vestidor: sobre su antiguo e intenso amigo, que aún no sabía que había ocurrido de él pero lo metió en serios problemas con su padre, y se relajó. No debería ser tan duro con él, después de todo, Percy sentía pánico con solo oler el aroma a whisky porque le recordaba a su padrastro.
Un rato después, sintió a Dylan acercarse a él dando pasos cautelosos, y antes de que dijera algo; Percy se volteó hacia él y le extendió el disco de los Rolling Stones de sus manos.
— Toma, un regalo — Dylan aceptó la caja de disco con incredulidad—. Escúchalo y dime después si te gusta.
Entonces le regaló una sonrisa, y él se la devolvió.
Llegó la hora de marcharse, eran pasadas las tres y tenían un encuentro al cual asistir con Nico y Will, a quienes imaginaba, habían aprovechado perfectamente la película para "conocerse" hasta la sombra del otro. Percy se dirigió junto al musculoso gerente del local y dejó todo el montón de ropa que había elegido sobre el mostrador. Cuando le dijo cuánto había alcanzado, Percy abrió mucho los ojos, y entumecido, le pasó la tarjeta de crédito de Nico al hombre.
El disco de los Rolling Stones, sin embargo, lo pagó con su propio dinero.
Percy agarró todas las bolsas de compras con una mano, y estaban a punto de marcharse después de recibir de vuelta la tarjeta de crédito, cuando de improviso, el encargado de la tienda habló, dirigiéndose solo a Dylan:
—Por cierto, eres muy afortunado—. Dylan le dio una cara de completa confusión, el gerente sonrió y explicó—: Le he estado tirando miraditas todo el tiempo, pero fue imposible. Tu novio sólo no podía despegar sus ojos de ti.
Percy abrió los como platos, y explotó en una carcajada larga y estruendosa que lo dejó sin aliento. A su lado, Dylan intentó rápidamente decirle algo al gerente, pero de la impresión, había tragado el caramelo que tenía en la boca y luego de sufrir una pequeña crisis de asfixia, empezó a toser sin parar con tanta fuerza que pequeñas lágrimas aparecieron en la comisura de sus ojos. Cada que intentaba soltar una sola sílaba, volvía a ser atacado por una fuerte tos. Luego de varios intentos, finalmente se rindió, y miró a Percy furioso que no dejaba de reír.
—¿Se encuentra bien? — el gerente preguntó, cuando observó a Dylan soltar un solo monosílabo y volver a toser.
—Sí, no se preocupe— contestó Percy, alegre—. Es solo que ha descubierto que el karma existe.
Percy guardó la tarjeta de crédito en el bolsillo, y con un pequeño empujoncito a su "novio", ambos salieron del local en busca de la cafetería. De pronto, Percy se sintió, feliz.
Era alrededor de las tres y media de la tarde, y para entonces, la película que Will y Nico habían ido a "ver", finalmente había acabado y ahora ambos se encontraban en el lugar de encuentro que habían concertado con sus amigos. Sin embargo, los únicos en aparecer habían sido Dylan y Percy, este último cargando tantas bolsas de compras entre los brazos que parecía un ajetreado botones de hotel. Luke, al parecer, había tenido que marcharse a cumplir otros asuntos con su padre, y Will, con secreto arrepentimiento, tuvo que admitir que sintió algo de alivio.
No era que Luke le cayera mal, solo que resultaba bastante incómodo tratar de hablar con Percy y aguantar sus miradas de odio a la vez.
Eligieron una mesa para cuatro a lado de una ventana. Will y Nico se habían sentado lado a lado, y Percy y Dylan al otro, respectivamente enfrente de ellos. Los ojos de Will recorrieron el local inmediatamente, había lámparas colgadas del techo que iluminaban el interior del lugar y macetas con plantas verdes colocadas sobre los alféizares de las ventanas. El ambiente estaba cargado del dulce y embriagante aroma del café, y se percibía cierto aire hogareño que ponía contento a Will.
Los cuatros pidieron una taza de café, y un rato después, la camarera regresó dejando los pedidos enfrente de cada uno. Inmediatamente, Percy, Dylan y Nico, se enfrascaron en una extraña conversación sobre un videojuego llamado Mobile legends y discutían si valía la pena descargarlo para jugar todos juntos. Will se mantuvo cómodamente callado a lado de Nico, con su mente regresando varias veces a los momentos dentro del cine. Uno creería que estaría sintiendo vergüenza de haber hecho ciertas cosas con familias que pudieron descubrirlo en cualquier momento, pero la verdad fue que, a Will le valió un pepino tener a niños a su alrededor mientras su mano hacía... cosas.
Will aún podía sentir el leve cosquilleo de besos fantasmales sobre sus labios. Besos que Nico le había dado, y ciertas manos que se habían metido debajo de su ropa perfectamente ocultadas mediante la oscuridad y detrás de un enorme bote de palomitas. Estaba fresco en su memoria, el aliento de Nico, sus uñas, sus ojos aún más oscuros fijos en los suyos mientras iba y se iba a la deriva... Will tuvo que detener sus recuerdos cuando empezó a sentir sus mejillas calientes y un calor extenderse por todo su cuerpo.
—¿Qué tal está tu café? — preguntó Nico a su lado, y cuando lo miró, no supo cómo, pero Will sabía que él había adivinado el contenido de sus pensamientos.
—Como a mi me gusta — negro como tus ojos, negro como tu pelo azabache, quiso decir, en su lugar dijo—: negro como tu alma.
Nico soltó una breve carcajada, y luego colocó su mano sobre su muslo. Y allí se quedó. El corazón de Will se llenó de una peligrosa y vertiginosa calidez.
—¿Es eso cierto, Will? — Percy llamó su atención—. ¿Tu cumpleaños también es en agosto?
—Sip — asintió, rodeando la tasa de café con sus manos—. El veintidós de agosto. Caerá el miércoles. La primera semana de instituto, por lo que no aún no estoy muy seguro de que festejarlo sea lo correcto. Ya saben, no deberíamos madrugar.
—Así que, Percy y tú son leoninos— acotó Dylan, dando un sorbo a su café—. Dicen que son difíciles de manejar.
—¿Tú qué signo eres? — le preguntó Percy.
—Géminis —le contestó, con un tono altanero.
—El hipócrita de dos caras — agregó Nico, con diversión.
Dylan automáticamente le frunció el ceño, le dijo: "Mira quien lo dice" y luego ambos empezaron a discutir tranquilamente. Tuvieron que pasar varios minutos para que Percy lo declarara un empate, ya que ambos, tenían demasiados trapos sucios y ninguno parecía capaz de ceder.
—Bueno, como sea, sería genial si hicieras una fiesta, Will, o sea, claro, en caso de que nos invitas— le di una sonrisa tranquilizadora—. Ayudará para distraernos del estrés de los primeros días de clase...
—Yo sé muchísimas otras formas de liberar estrés — lo interrumpió Dylan, con expresión calmada, mientras sostenía su taza de café a la altura de su pecho—. Te lo diría, peeeero alguien solo se rio mientras yo casi moría por culpa de un puto caramelo y no me ayudó.
—Escuchar música siempre me desestresa —dijo Percy, y Dylan bufó.
—Que mariconada es esa. Consíguete a alguien que te masturbe, hombre, así se quita el estrés. Dios, tienes tanto que aprender.
Nico soltó un sonido de desagrado, y le dio un largo sorbo a su café sin agregar más nada. Will, sin embargo, aprovechó la distracción de Percy para estudiarlo; se veía increíblemente guapo, traía puesto una sencilla camiseta blanca, pero encima, lucía una chaqueta de cuero negro abierta y con las mangas arremangadas hasta el codo, lo cual combinaban con su oscuro pelo y cejas como el alquitrán. (En eso, era parecido a su primo). A su lado, Dylan no se quedaba atrás, pero él siempre se veía bien, así que no lo sorprendió, vestía una sencilla camisa y la luz de las lámparas del local hacía que su pelo castaño pareciera un lienzo de tela marrón ensortijado con hilos dorados, los cuales caía sobre su frente, en forma de algunos mechones.
Will notó que Percy quería decir algo con respecto al último comentario de Dylan, sin embargo, sus labios volvieron a cerrarse y simplemente lucieron una alegre sonrisa. Se cruzó de brazos, su mano izquierda sostenía la taza de café olvidada entre sus dedos, y se limitó a mirar a Dylan. Él no podía saber lo que Percy estaba pensando, pero por debajo de esos pómulos muy bronceados por el sol, Will identificó un pequeño cambio de color que provocaba la acumulación de la sangre en un solo lugar. Y lo sorprendió.
"La palabra masturbar"— Will se dijo, llegando a una sola conclusión— "Percy aún es inocente, no como tú, que eres un degenerado y ya nada te escandaliza".
Will rodó sus ojos, ignorando sus propios pensamientos.
"¡Lo hicimos entre niños viendo cars!"
Alguien prendió en ese momento la radio, y una melodiosa canción de Jaymes Young empezó a sonar por los altavoces. Will volvió a distraerse con la conversación de sus amigos, mientras el café despertaba sus sentidos y lo llenaba de refulgente júbilo. Un momento después, aprovechando que Dylan y Percy hablaban sobre la gama de celulares, Nico se acercó a él y mediante un bajo murmullo, le preguntó:
—¿Qué quieres de regalo de cumpleaños? Puedes pedirme lo que quieras.
"A ti" — pensó inmediatamente Will, con el corazón dolido—. "De todas las formas posibles".
Que alguien me toque soy muy joven para sentirme entumecido
así que dame lo suficiente para hacerme sentir algo
Así que si te vas a quedar,
Entonces quédate
Pero lo que dijo fue:
—No lo sé, déjame pensarlo unos días —formando una sonrisa tímida.
Nico sonrió, sus mejillas levantándose un poco de esa forma dulce de lo cual él no era consciente y sabía que no le gustaría. Las horas pasaron, y Will colocó su mentón sobre la palma de su mano, mirando a su alrededor con calmada curiosidad, de pronto, dos niños entraron por la puerta de entrada, vinieron corriendo y sonriéndose mientras hablaban de la asombrosa películas de autos que habían visto. Ambos se sentaron lado a lado en la mesa contigua, y su amigo colocó un brazo encima de los hombros de su otro amigo, mientras miraban videos en un celular.
—Son adorables— musitó Will, y para su sorpresa, Dylan le contestó con un sonido de asco. Will lo miró desconcertado, y preguntó— ¿Qué pasa?
—Nada— sus ojos parecían lejanos, e hizo una mueca amarga—. Los niños no se abrazan, Will.
Pero si te vas, asegúrate de lastimarme lo suficiente para
Hacerme sentir algo
Muéstrame que soy humano.
Díganme qué les pareció el capitulo, que les transmitió, que les hizo sentir, que mensaje les llegó, que pensaron, ¡que Qué que lo que sea cuentenme! Denme sus conspiraciones ahre
Un agradecimiento enorme a @Shay_kid_of_Apollo @Shay_kid_of_Apollo @Shay_kid_of_Apollo por hacerme ese dibujo infartante, un día me dijo, ¿te dibujo algo? Y yo estaba como gahsdjdkkf y aproveché y le pedí otros 3 dibujos más que representarán varias escenas en los capítulos siguientes. Los demás dibujo se ven igual de sukulentosos que este. Y como dije, representará visualmente la escena que escribiré.
Como si fuese un cómic, amo. En serio. Así es como imagino que se ven Percy y Dylan.
Confesión random: tengo miedo de que este capítulo no les haya gustado. Realmente hasta el punto que me da pánico, pero bueh, no a todos les puede gustar lo que hago y entiendo. Pero igual como que duele pues xd.
Psd: es el capítulo que más amé escribir actualmente. Si me preguntan por mi capítulo favorito, les diré que es este.
Anécdota inútil de Amer: Saben, hace tanto frío que a cada rato iba a mojarme los dedos con agua caliente para que dejaran de estar entumecidos y poder escribir xd. Funciona.
Perdón si no les gustó el capítulo pero... :( lo siento, pero no voy a parar y con el tiempo entenderán de lo que hablo ♡ Saludos.
psd, en serio me deprimiré si no comentaron xd este capitulo me hizo muy feliz escribiendo ,
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