42. ¡Demuestra quien manda!

—¡Lou, espera!

Estoy persiguiendo su familiar estela, como cuando éramos niños y tenía que buscarla para ganar las escondidas. Tenía que alcanzarla, atraparla, antes de que desaparezca por completo. Solo debía explicarme mejor y ella entendería, ¿no? No pedía la gran cosa, yo solo quería tener el apoyo de mi mejor amiga, ¿estaba mal querer eso? Incluso si no le gustaba estaba nueva parte de mí, quería su aceptación, ¿eso me convertía en un egoísta?

—¡Lou, por favor, estate quieta un segundo! — Agarré su brazo e hice que me encarara con un brusco tirón, la miré, sus ojos verdes brillaban con lágrimas retenidas y tenía la nariz ligeramente roja. — ¿A dónde vas? — inquiero, con voz dolida — ¿Cómo puedes dejarme ahí tirado luego de lo que he dicho?

Mirándole a los ojos, solo quería que ella me comprendiera. Nunca había deseado algo tan profundamente, mientras la veía cerrar sus ojos por unos segundos, para luego, abrirlos con una fiera resolución impregnada en esos orbes verdes. Y sentí miedo, después de tantos años, (desde la muerte de mi madre) volví a sentir esa extraña presión en mi pecho; como un aguijón que atacaba mis pulmones y me quitaba el aire. Estaba aterrado, como aquel niño esperando que los doctores le dijeran que su madre había muerto. 

Había un severo malestar en la boca de mi estómago cuando ella parecía decidida ahora a enfrentarme, y con las arrugas formándose en su frente, nunca se vio más parecido a su madre que justo ahora. Me distraje con estos pequeños gestos y detalles, para tratar de no acobardarme: El contorno de sus cejas, su nariz redondeada, uno de sus mechones insistía en querer rizarse sobre su oreja mientras las pestañas de sus párpados se oscurecían con lágrimas que no desistían.

La observaba con un mal presentimiento, hasta que ella abrió los labios y este presentimiento se hizo realidad.

— ¿Por qué? — Ella inició con la voz rota— De todas las personas que conozco, ¿por qué justamente tú? La persona menos indicada para serlo.

—¿Qué tiene? — Interrogué con el corazón en la boca, mi agarre haciendo presión sobre su brazo mientras imploraba en silencio, inútilmente: "Por favor, no me hagas esto".

—¿En serio tengo que ser yo quien te lo diga? — Negó, lentamente, la decepción gritando en sus ojos y haciendo trizas la esperanza en mi pecho — Will, ¿no puedes ver algo tan simple? Es como si estuvieras desperdiciándote.

Abrí mis labios, pero nada salió de ellos, estaba estupefacto; y la mano que aún sostenía su brazo, se soltó, como si no pudiera soportar más su contacto. Estábamos sobre la vereda, el centro de la ciudad estaba atestada de gente caminando y conduciendo furiosamente por las calles a estas horas de la tarde, pero nadie nos prestaba demasiada atención; excepto Cecil, a quien sentí como una presencia silenciosa detrás de mí. 

Excepto Cecil, quien por primera vez en mi vida, lo veía mantenerse al margen. Silencioso y expectante, solo convertía el momento aún más irreal.

—¿Qué se supone que estoy desperdiciando, Lou? — Me atreví a preguntar, en un tono demandante que no podía ocultar del todo su temblor. Era incapaz de apartar la mirada, "sólo necesito que me entiendas", deseé decirle, pero estaba tieso, queriendo oírla primero.

— Mírate Will, eres tan malditamente hermoso como probablemente, nadie más en este país, y literalmente podrías tener a la chica que quisieras sin un mínimo de esfuerzo — Farfulló, alzando y bajando la voz cuando las bocinas de los autos sonaban a sus espaldas. — Puedes tenerlo todo, y tú decides darle una bofetada de desprecio a todas esas oportunidades. ¿Y cómo quieres que me ponga entonces? Luego de oír que mi mejor amigo piensa arruinar su vida de esta forma. ¿Qué esperabas?

—Arruinar mi vida— repetí neutralmente, y ella se quedó momentáneamente callada. Sin embargo, podía ver la batalla interna que se libraba detrás de sus ojos, la rabia queriendo superar a la indecisión para continuar; estaba claro, que tenía mucho más que decirme y yo... estúpidamente, sentía curiosidad—. Por favor, no te detengas — le pedí, — dime todo lo que piensas, con sinceridad. Nunca has sido buena en retener tus palabras después de todo, ¿por qué lo harías ahora?

Lou soltó un suspiro tembloroso ante eso, y miró fugazmente a Cecil detrás de mí, a quien no podía ver y saber que cara estaba poniendo. Devolvió sus ojos en los míos, había decisión, firmeza, ira y enojo en ellos, así que las siguientes palabras que ella soltó, salieron en forma de un borboteo incesante que parecía no tener fin.

— ¿Quieres oírme? Está bien. No sé cómo puedes decir que eres gay, no lo sé, no sé de dónde mierda salió eso, prácticamente de la nada en mi opinión. — Un chirrido que suena parecido a su voz, eso es lo que sale de sus labios, y no se detiene y yo no puedo dejar de escuchar tampoco— ¡No tienes nada de gay! ¿Y qué es lo que tramas? ¿Contárselo a todo el mundo? Anda, hazlo.

>>Del respetable estudiante con promedio excelente, me parece genial que pases a ser el hazmerreír del curso, porque eso es lo que conseguirás si haces una declaración como la que has hecho en la reunión. ¡Perderás el respeto de todos, oíste! ¡Si ya lo tienes todo, Will, y eres perfecto! ¿Por qué buscas tu propia destrucción?

—¿Piensas que estoy descompuesto?

— ¡Nunca pensé que pudieras decir algo tan ilógico, Will! Nunca me lo esperé de ti— apuntó hacia atrás, pero no necesitaba voltearme para saber de quién iba a referirse— Incluso me lo esperaría de Cecil, ¿pero de ti? Le estás dando a todas esas personas que te envidian, una maravillosa herramienta para que te ridiculicen, ¿lo sabes no?

—No pensaba decírselo al curso entero, nunca, en ningún momento, Lou. No soy tan tonto — expliqué, las palabras saliendo atropelladas como si tuviera un nudo en la garganta — Yo solamente quería decírtelo a ti, ¡ y a nadie más!

— ¡Menos mal! — Exclamó, haciendo un gesto desesperado con las manos—. Porque no voy a permitirte arruinar tu vida, por un momento de confusión como este.

—No, no Lou, no estoy confundido— contesté con voz diminuta.

—Lo estás, Will — reafirma con condescendencia, y luego sus ojos se abren cuando se le ocurre algo. — Espera, oh ya entiendo, ¿esto es por culpa del estúpido beso que te dio di Angelo, verdad? Mi chico dorado, no dejes que ese maldito te haga creer cosas equivocadas. Su vida seguramente es una mierda, y solo quiere que la tuya también lo sea. Pero a diferencia de ti, él no tiene amigos para que le ayuden a ver lo que es correcto o no... Pero tú sí. Nosotros te ayudaremos.

Bajé la mirada al suelo, rompiendo el contacto visual porque el dolor estaba superándome. Ella no estaba escuchándome en lo más mínimo. Tampoco me creía, y me hacía pensar que mis palabras carecían de valor. Lou no quería comprenderme, ni siquiera lo intentaba. Ante sus ojos, simplemente yo era un pobre chico muy confundido que necesitaba urgentemente de su ayuda, para volver a encajar en la falsa y perfecta imagen que había creado de mí.

"Pobre Will, mi pobre y muy confundido amigo". Eso decían sus ojos llenos de lástima.

Un trueno sonó a la distancia: anunciaba una tormenta de verano acercándose. Nubes negras y grises ocultaron el sol encima de mí, y un ligero viento alborotó mis rizos, haciendo que un par de mechones cayeran sobre mis ojos. Solo unos segundos después, noté a Lou dar dos pasos en mi dirección para estar delante de mí, y luego, observé su mano derecha estirarse y alzarse, para posarla sobre mi mejilla.

Sus cálidos dedos acariciaron mi pómulo, un bonito y cariñoso gesto de su parte, tratando de endulzar la crueldad de sus siguientes palabras:

— Todavía eres muy joven, Will, no puedes decidir "eso" aún con tanta seguridad. Ahora solo estás confundido, pero luego... Luego te darás cuenta, que estabas equivocado. Vas a conocer a la chica adecuada, ya lo verás, y lo de hoy te parecerá una ridiculez y nos reiremos de esto en el futuro.

Una lágrima cayó de mi ojo antes de que pudiera detenerla, una vil traidora, deslizándose por mi mejilla; ella lo secó con un dedo. No podía creer lo que estaba oyendo. Lou era la última persona de quien yo había temido una reacción como esta. Yo había estado asustado de Cecil. ¡De Cecil! Yo había creído que ella me diría: "Está bien, sigues siendo tú, Will".

¡Qué idiota he sido! 

—Te quiero, Lou — Susurré, alzando mi mano para cubrir la suya entre mis dedos. Sujetándola allí, queriendo que nunca se alejara de mí...

—Yo también te quiero, Will. — Ella me sonrió, viéndose ahora más tranquila, yo le devolví la sonrisa. De algún lado de mi ser, encontré la minúscula serenidad que necesitaba, y entonces, encontré la resolución que necesitaba para hablar.

— Y por eso mismo, ahora tú vas a escucharme. — Sentencié, apartando su mano de mi mejilla suavemente, pero sin soltar su mano todavía. — Lou, la única que está confundida aquí, eres tú. Soy gay. Y te lo estoy contando, no porque esté "confundido" y necesite tu ayuda para volver a ser "normal", sino porque eres mi mejor amiga, y necesitaba que lo supieras antes de enterarte por otra persona. — Sentía que mis manos temblaban, pero no me detuve—. Y ya pasé por toda la etapa de la confusión, ¿okay? Y lo superé, me acepté, y entendí que... Soy así, y no es tan malo.

A medida que hablaba, vi que el brillo de los ojos de Lou iba disminuyendo. Me miraba atentamente, pero no de la forma en que calmaría mi agónico corazón. Y aquello sólo me hizo querer hablar aún más, no quería parar de parlotear porque cuando lo hiciera ella iba a decir algo que probablemente me dolería, y no quería oírlo. No quería. Tenía miedo.

—Sigo siendo yo. Mira el lado bueno, ¡no tendrás que preocuparte por una loca cuñada en el futuro! Serás la única mujer en mi vida a quien querré con toda mi alma, y tendrás toda mi atención, sin contar a mi hermana o mi tía, aunque no sé si realmente quiero a esa mujer. A veces es muy mala con nosotros...

—Will... — ella inició, y yo no estaba listo, no era masoquista. No quería oír, no estaba listo.

— Y no tengo novio, au—aunque hay alguien y es cumplido. Pero descuida, jamás me verás besándome con otro chico o hacer cosas indebidas. Se—seré muy cuidadoso y no le contaré a nadie más, seré el ho—hombre más heterosexual enfrente de todos, incluso puedo fingir tener una novia, ¡puedes ser tú! Puedes porque eres mi me—mejor amiga. Voy a fingir muy bien y no dañaré mi reputación.

—¿Lo harías por mí? — Lou soltó entre mi palabrería, fijé mis ojos en ella, mi corazón retumbaba dentro de mi pecho y su mano apretó la mía, que aún no la soltaba—. ¿Puedes tratar de cambiar por mí?

Cerré los ojos. Estúpido. Estúpido. ¿Por qué sentía ganas de llorar como un chiquillo de siete años? ¡Sólo mostraba lo débil que era! ¿Por qué no podía ser tan frío e insensible como Nico di Angelo? ¿Por qué Lou me pedía eso? ¿No nota que me lastima?

Sabe que está haciéndome daño, pero a ella no le importa.

—Lo siento, lo siento— no era mi culpa, pero era lo que salía de mi corazón— Pero no puedo negar algo que me gusta, sólo para hacerte feliz.

No importó cuánto le supliqué con la mirada para que ella me comprendiera. Las palabras que dije antes, tampoco valieron nada. Con una pequeña sonrisa llena de tristeza, Lou apartó su mano lejos de la mía, y sentí frío donde antes estaba cálido. Los ojos de Lou se veían insondables, tan profundos, que por un segundo, realmente me pregunté si el que estaba equivocado...

Resultaba ser yo.

— Creo que será mejor que no nos volvamos a ver por un tiempo, Will. Al menos, hasta que estés bien seguro de esto— dijo, con su pelo moviéndose mediante la brisa de un bus cruzando a toda velocidad— Te quiero, te aprecio y agradezco todo lo que has hecho por mí... Pero no puedo verte ahora... Oírte decir eso, es como sentir que inyectan veneno en mi sangre.

Me gustaría decir que hice hasta lo imposible para hacerle cambiar de opinión. Que de pronto, una fuerza espiritual me poseyó y empecé a soltar profundas palabras filosóficas que hicieron entrar en razón a Lou. Que de repente, empecé a sonar como Aristóteles o Sócrates con las palabras adecuadas en la boca para expresarme con soltura. Pronunciar una frase célebre que te haría enloquecer ante tanto intelecto, y que luego se convertiría en el himno de batalla para todos los gays, que alguna vez en el mundo se sintieron así de mal.

Pero no. ¿Qué puedo decir? Soy un esclavo de mi propio pánico ahora mismo. 

La verdad es que simplemente era un chico de dieciséis años muy estúpido. Que justo ahora, luchaba contra las náuseas y contra su cabeza que pesaba tanto como plomo. Lo sé, este era el momento en el que el protagonista demostraba su gran madurez emocional con palabras claras y complejas, pero, ¿sabes algo? Esto es la vida REAL, y lo único que sentía era pavor. Todos mis pensamientos estaban enredados con el miedo, así que, lo único que pude decir fue:

—Sí eso quieres, yo respetaré tu decisión.

Y nada más. Mis palabras no habían servido hace rato para que me comprendiera. Entonces, ¿qué caso tiene más intentarlo? Si el resultado sería el mismo.

—¿No tratarás de hacerme cambiar de opinión?

— Ya no importa lo que diga. Al final de cuentas, solo creerás lo que quieres creer, ¿no es así?

Tal vez no debí decir eso. Seguramente lo empeoré, pero entre el dolor que sentía por todo mi pecho, el cual casi dificultaba mi respiración, no se me ocurrió nada más. En verdad dolía, ¿ella me llamó veneno? Yo digo que sus palabras me destrozaron como ácido sulfúrico. Y justo ahora, parecía que nunca iba a recuperar la estabilidad que me había arrebatado.

Ella se fue después. Los tres habíamos llegado aquí en el escarabajo de Cecil, pero ahora Lou se subía a un autobús y se fue sin despedirse. Los tres habíamos sido amigos desde los siete años. Desde kinder. Y ahora eso se había acabado.

Por mi culpa.

Me subí a un taxi antes de que Cecil me detuviera. El coche se había estacionado donde el autobús había recogido a Lou unos segundos antes. Un hombre trajeado lo había llamado y estaba a punto de subirse. Me adelanté a él, me lancé prácticamente al asiento trasero y cerré la puerta con el seguro puesto para que Cecil o el hombre no intentara subirse conmigo. No lo quería cerca ahora. Quería estar solo.

—¡Will! ¿Qué haces? — Cecil llegó un segundo después, golpeó el vidrio con las manos pero fingí que no existía. —¡Por favor espera, déjame llevarte a casa!

—¿Traes dinero, niño? — El taxista me preguntó malhumorado ignorando a Cecil, me miró de pies a cabeza, como calculando mi valor de acuerdo a mi ropa—. Te advierto que no hago viajes gratuitos.

Sin mirarlo, saqué mi billetera y de este, un par de dólares que lograron enmudecer al hombre de inmediato. Aceptó el dinero dócilmente y me preguntó por la dirección de mi casa. Con la mirada perdida en el suelo tratando de contener las náuseas, e ignorar la insistencia de Cecil en tratar de detenerme, le di mi dirección y muy pronto; el taxi ya estaba entrando a la autopista, dejando atrás a un preocupado peli marrón viéndome partir.

Me deslicé hasta el asiento detrás del conductor, encogiéndome en una esquina para que el hombre no pudiera verme por el espejo retrovisor.

Por fin estaba solo, no había feministas, no había señora Karen, ni Cecil ni Lou. Era yo solamente, tranquilo con mis pensamientos, tratando de convencerme de que todo estaría bien. No funcionó. Muy pronto, las lágrimas escuecen mis ojos como si fueran ácido y se balancean en la comisura de mis pestañas, hasta que una de ellas tiene la desfachatez de deslizarse por mi mejilla. Estoy tan cansado, harto, y solamente quería encontrar un sitio donde esconder para no salir nunca más. Pero sabía que aquello era lo peor que podía hacer.

Me sentía mal, no sólo por la pelea con Lou, sino por lo que mi propia mente estaba sacando a base de las palabras de mi amiga.

¿Y si realmente estaba mal lo que estaba haciendo?, ¿y si de verdad solo estaba confundido? Cuando una mayoría dice que algo está mal... Es porque tienen al menos, una pizca de razón, ¿no? Siento náuseas, mi estómago se revuelve y trato de tomar largas respiraciones para tranquilizarme. ¿Estoy arruinando mi vida? Lou había ganado. Logró que algo que me parecía tan maravilloso de experimentar, ahora se convirtiera en algo incómodo y...

Basta. Me sequé las molestas lágrimas de mis mejillas, con un par de manotazos que parecían auto bofetadas. Mi nariz chorreaba con moco líquido, que asco.

Bien, hay un montón de malditos gays en el mundo y han pensado lo que yo en este momento, ¿no?  Sus padres, religión, abuelos; en mi caso Lou, siempre hay una persona que no estará de acuerdo. Pero, no porque tengan razón, ¿verdad? Es decir, nada estaba escrito cien por ciento literal en el mundo, incluso la biblia tenía metáforas de las cuales uno podía sacar sus propias conclusiones... y, ¡Nico era católico! ¿Por qué creería en algo que lo llama aberración? Obviamente, él sabía algo más que yo.

Debía preguntarle más tarde, tal vez golpearlo un poco también. Ya, sé que Nico no tenía la culpa de mi orientación, pero yo la había descubierto a causa de él, así que tenía el egoísta deseo de gritarle por ello: "¡Yo estaba muy bien hasta que te entrometiste en mi vida!" Luego besarlo un poco, golpearlo y besarlo, estaba muy confundido con esas dos acciones. Sonreí amargamente, incluso con el dolor en mi pecho, pensar en él me hacía bien.

Y eso no era bueno.

🌞

Vi el escarabajo estacionado enfrente de mi casa, apenas el taxi entró en mi vecindario. Cecil me esperaba, sentado en la pequeña escalerita de la entrada, con los codos apoyados sobre sus rodillas para sujetarse el rostro en la palma de sus manos. No había forma de escapar de él ahora, me vio apenas el coche se detuvo en la acera, y nuestras miradas se encontraron.

—Te siguió hasta aquí. — El chófer dijo mirando a Cecil con curiosidad, luego, me envió una sonrisa a través del espejo—. Tienes un buen amigo ahí.

Lo tenía, pero justo ahora, deseé ser un asocial para estar en paz. Solté un suspiro tembloroso. Volví a pasar mis dedos por la comisura húmeda de mis ojos, y fingí una sonrisa agradecida al chófer antes de bajarme del coche con parsimonia. El taxista se fue a la velocidad en la que me trajo hasta aquí, desapareciendo en una cuadra, y quitándome la última excusa para no mirar a Cecil.

Me giré con lentitud hacia él. Cecil se había puesto de pie, y se había acercado hacia mí, pero se quedó a medio camino de distancia. Lo miré de mala gana, sus ojos azul grisáceo combinaban con el cielo tormentoso de ahora.

—¿Qué haces aquí? — Le pregunté, no debería sonar molesto, pero estaba de mal humor con el mundo hoy, y no me importaba.

—Pensé que necesitarías a tu mejor amigo— sonrió, y acto seguido, estiró los brazos ampliamente, diciendo—: Y también un fuerte abrazo entre estos grandes músculos.

—No quiero tu puto abrazo, Cecil. Vete a casa — Escupí, pero él solo sonrió un poco más.

Solté un bufido burlesco, antes de encaminarme hacia la puerta de mi casa, tratando con todas mis fuerzas de ignorarlo al mismo tiempo. Hoy no me importaba dejarlo plantado, que se quedará ahí tres días con los brazos abiertos si quería, pero no iba a llorar desconsoladamente en sus hombros.

Estúpidamente, yo pensé que él solo se quedaría inofensivamente quieto mientras cruzaba. Já. Siempre un iluso.

Cecil me agarró apenas estuve a su alcance, sus brazos se lanzaron en mi dirección y rodearon mi cuello cual boas constrictoras, para nunca soltarte. Solté un quejido de sorpresa, me encontré totalmente atrapado y a pesar de zarandearme violentamente entre sus brazos como un hurón luchando por su vida, no me soltó el muy desgraciado.

Lancé un mini grito de frustración.

—¡Suéltame! Te dije que no quiero tu asqueroso abrazo, ¿no entiendes? — Vociferé, pero mi voz salió rota al final, y luego un par de lágrimas empezaron a caer patéticamente y me hicieron sentir aún más miserable — ¡No! Ahg, ¡por esto no quería un abrazo! — le reclamé, pero ya estaba llorando, ahora las lágrimas salían como fuente de manantial — Te odio.

—Sí, sí, lo que digas —Cecil respondió, dándome palmaditas en la espalda sin inmutarse. —Todo está bien.

Oír aquellas palabras, me afectaron más de lo que deberían. Había querido oír eso desde hace rato, escucharlo de mi mejor amigo ahora, sólo provocó que un sollozo lastimero saliera de mi garganta. Escondí mi rostro en su hombro, mientras mis brazos rodeaban su espalda y dejaba que me consolara como el niño llorón que parecía haberme convertido ahora.

Yo era una de esas personas que difícilmente lloraba en su vida, podía pasar meses, incluso años sin derramar una lágrima. Pero cuando lo hacía, una parte se rompía y se desataba como una tormenta desgarradora que podría causar solamente caos a su alrededor. En eso, era igual a mi padre.

Pronto, la camiseta de Cecil quedó empapada con mis lágrimas y mis mocos, así que tuve que mudar mi rostro a otro lugar más seco. Me quedé mirando su húmedo hombro, estaba asqueroso y viscoso, y este simple hecho me pareció tan extrañamente gracioso que de pronto, empecé a reírme a carcajadas asustando a Cecil de inmediato. Tal vez estaba un poquito alterado.

—¿Pero qué pasa? — Inquirió, apartándose y mirándome con desconcierto. En este punto, estaba riéndome porque lloraba mientras reía.

—Tu hombro, — dije sin aliento —Lo siento. Ahora está lleno de gérmenes, y muy pegajoso.

—Iug. — Cecil lo comprobó mirando su hombro, — Ah, da igual. Pero tendrás que lavar...

— ¿Crees que estoy mal?

—¿Qué cosa? — Él ya sabía a qué me refería, tomó una honda inhalación. — No importa lo que yo crea, Will. Es tu vida, puedes hacer lo que quieras. Lo único que importa, es que tú estés bien con esto, y que puedes soportar las consecuencias que conlleva tu decisión.

— ¡Yo no decidí que quería ser gay!— Dije azorado, y traté de apartarme, pero Cecil me retuvo inmediatamente sujetándome de mis antebrazos. — Ojalá fuera así de sencillo. ¡Ojalá pudiera decidir dejar de ser esto con solo quererlo!

—Está bien, está bien. Perdón. No soy bueno con las palabras, ¿recuerdas? — se disculpó, con una sonrisa amistosa y una mirada amable tan comprensiva, que me hizo sentir culpable por mi arrebato anterior, intenté tranquilizarme.

—Pero Lou dijo...

—Ambos sabemos perfectamente, la verdadera razón por la que Lou se enojó tanto y dijo todo eso, — Cecil me interrumpió, sus ojos eran serios— Y no es porque esté preocupada de tu "reputación". Está furiosa, sí, pero porque piensa que le arrebataste un sueño que ella misma sabía por dentro, que jamás se haría realidad.

Lo observé fijamente por unos segundos. Sí. Sabía a qué se refería. Lo había estado sospechando desde hace un mes, pero siempre apartaba el pensamiento creyendo que solo era arrogancia de mi parte. Quería darle a Lou el beneficio de la duda, además.

—En otras noticias, ¡has salido del closet! — Cecil ladeó la cabeza, estudiándome, y zarandeándome un poco; luego dijo—: Qué cool, tengo un amigo gay. Oh, lo siento. Eso es ofensivo, ¿no? Perdona, uff, ¿por qué todo tiene que ser ofensivo?

Bufé una carcajada que luego salió en forma de chancho, cuyo sonido provocó también la risa de Cecil de inmediato. Por unos breves segundos, el dolor en mi pecho se aligeró, y sentí que me recomponía. Abracé de vuelta a mi amigo, a fin de cuentas, no había sido tan malo que hubiese venido hasta aquí para darme un abrazo. Sonreí en su cuello.

Un rato después sentí la primera gota caer sobre mi nariz, luego otra cayó en mi brazo, otra sobre mis lentes; y después, un montón de gotas caían en forma de lluvia sobre nosotros, mojándonos lentamente.  Aún así, Cecil no se apartó de mi abrazo, hasta que yo lo hice.

—¿No vas a invitarme a pasar? — Preguntó, dejando un brazo extendido sobre mis hombros. No le contesté, en su lugar, nos dirigí a ambos hacia la puerta de mi casa como respuesta—. Bien. Podemos ver una película, o continuar con la maratón de los Simpson viejos que dejamos el otro día.

—Suena bien. ¿Pizza y helado?

—Nah, nuggets y helado — Respondió, dándome un apretón cariñoso a mi hombro, y una jovial sonrisa. Al menos no había perdido a mi mejor amigo.

—¿No deberíamos apagar el aire acondicionado? Está haciendo un de  poco frío.

—Nah, está en el punto más rico— me contestó Cecil, con los labios casi azules y tiritando como chihuahua. Me lo quedé mirando, él soltó una risita temblorosa—. Okay, tal vez uno o dos números más. ¡Pero no lo apagues!

Le contesté un "Como quieras" divertido, a la vez que sacaba una mano de debajo de las mantas y alcanzaba el control remoto del aire acondicionado para cambiar de frío ártico a frío ruso.

Estábamos en mi habitación, Cecil y yo veíamos el capítulo 300 de los Simpson por centésima vez. Sentados en mi cama, con la espalda apoyada contra la cabecera, mientras una manta nos cubría hasta el cuello, cual esquimales tratando de conservar el calor. Afuera, a pesar de estar lloviendo algo fuerte, aún hacía un calor infernal a causa del verano, y para colmo, ahora había empeorado con una humedad sofocante.

Probablemente cogeríamos un hermoso resfriado después de esto, pero Cecil me había dicho: "Los resfriados son para idiotas, nosotros estamos salvados". Y con esa interesante lógica, había accedido a convertir mi habitación en una heladera. Dos o tres horas, y un par de minutos habían pasado desde que volvimos de la reunión con Lou. Mientras mi padre debía estar viendo televisión en la sala con mi hermana, sentada probablemente a su lado.

Había estado hablando de cosas triviales con mi amigo, y sabiendo que era cuestión de tiempo para que reuniera el valor para preguntarme sobre él. En el episodio 303, Cecil consiguió el necesario para empezar.

— Así que... — alargó la palabra, mirándome de reojo mientras escondía su nariz debajo de la manta. Me preparé mentalmente— Mi dulce y angelical amigo, con el señorito de alta alcurnia alias chico amargado, llamado, Nico.

—¿Cómo sabes qué me estoy metiendo con él? —Demandé, realmente interesado, no recordaba haberle mencionado sobre Nico a Cecil. Siempre había sido cuidadoso.

— Instinto masculino, amigo. — Cecil respondió, y se rió cuando le di un semblante irritado.— Incluso antes del beso, incluso antes de que hablaran por primera vez. Nico llegó a mitad de año,  de otro colegio, y tú no podías dejar de mirarlo a la distancia... Jamás dijiste nada, ni intentaste acercarte a él. Pero lo mirabas como si él fuera la operación más perfecta del mundo.

—¡Claro que no! — En realidad, sí solía observarlo. Pero era por curiosidad nada más, yo nunca había visto a nadie tan guapo, simplemente mis ojos no entendían porque él estaba ahí sentado tan solitario y tranquilo, cuando podía ser tan popular. El resto buscaba una excusa para hablarle pero era despedido con palabras que no llegaba a oír.

Podía ser un rey, y él se esforzaba en pasar desapercibido.

—Ahora que lo pienso... —comencé, levantando mis rodillas a la altura de mis pechos — Cuando dije en voz alta que era gay, tú no te veías tan sorprendido. Es decir, lo estabas pero...

—Primer curso, fue un agosto a las once de la mañana — me interrumpió, sus ojos sin despegarse de la laptop— Estábamos en clase de natación y Silena Beauregard caminó delante de nosotros, presumiendo de su buen cuerpo, en un apretado traje de baño. Ese día, te dije: "Wow, Silena tiene un hermoso trasero". Y tú me respondiste: "Ah, no la vi". Yo me sorprendí, pero no le tome importancia, pero entonces te pregunté: ¿Quién crees que tiene el mejor trasero aquí? ¿Recuerdas lo que me contestaste?

—Ahg, — solté un quejido lastimero, luego una pequeña risita avergonzada mientras me tapaba un lado de mi cara con una mano. — Percy Jackson.

— Dijiste: "Percy tiene el mejor trasero de todos". Y te miré pensando que bromeabas, pero no, ¡estabas muy serio!

—En mi defensa, ¡no especificaste el género!

—¡Pero que no hacía falta! Estábamos rodeados de chicas, hombre. ¡Lo normal es que veas el trasero de una chica! — Exclamó, y luego, puso una cara arrepentida, y añadió—: Lo siento. Puedo estar equivocado, no me hagas caso. Solo que, fue extraño.

—Descuida, entiendo lo que quieres decir.

—No quise decir nada ese día porque, tenía miedo de equivocarme y que me mandaras al diablo. Porque... Ya sabes, eres bastante masculino. — Finalizó, y después soltó un largo suspiro de cansancio. Estiró las piernas delante de él, y me miró, formando una sonrisa pícara—. Ahora, volvamos al tema principal. Tú y señorito de alcurnia. ¿Cómo a llegaron a ser novios?

—Ehhh... — me deslicé lentamente dentro de las sábanas, mis ojos y mi cabeza, eran ahora lo único afuera. Tomando valor, respondí entre dientes—: Pues, no somos novios. De eso no se trata. Nuestra. Relación.

Sentí la pesada mirada de Cecil escrutar mi rostro por varios segundos. Fingí que no lo notaba, hasta que me fue imposible hacerlo más. Solté una fuerte exhalación, mientras me preparaba mentalmente para soltar una larga confesión. Cecil golpeó mi tobillo con su pie, dándome la señal. Lo miré, él me miró de vuelta, y con el rostro más serio posible, inicié a contarle todo. Absolutamente. Todo.

Desde aquel día en el baño del instituto, donde fue la primera vez que sentí algo por un chico. Sobre nuestras conversaciones cuando llevó a su tía al hospital de mi padre, sobre el beso en la discoteca, y luego el beso en el callejón antes de que ese drogadicto nos interrumpiera. Después le confesé nuestra primera noche, (sin detalles morbosos) luego le conté sobre nuestro trato y los términos, y como terminé en una extraña no—relación con di Angelo.

Cecil me escuchó durante todo el relato, y no me interrumpió en ningún momento, hasta que se aseguró de que lo había soltado todo, y por fin, podía hablar.

—En conclusión — Cecil dijo, pestañeando con fuerza— Eres el objeto sexual de Nico. — alzó las cejas hasta la coronilla— Demonios, Will.

—¡No lo soy!

— Acudes a él después de una llamada y no precisamente para ir a tomar el té, ¡claro que lo eres! ¡Y no me mires así! ¡Solo estoy diciendo tu realidad con crudeza! — Me reclamó, luego de haberle dado una mirada indignada. No me dio tiempo ni para defenderme, rápidamente él prosiguió—: Usufructo mis huevos. ¡Eres su servidor sexual personal! ¡Puerco!

—No es así de frívolo, ¿okay? — traté de explicarme, rezando para no titubear frente a su cara escéptica—. A veces sólo hablamos y, tenemos una calurosa conversación amistosa.

—Y luego cogen. Sexo salvaje intenso.

Rodé los ojos exageradamente.

—No, bueno sí, pero... — entonces me empecé a reír, porque me di cuenta que tenía razón, y prefería soltar carcajadas histéricas antes que deprimirme. Dios, recuérdenme cómo dejé que me persuadiera para eso. Segundos después, Cecil acompañó mi risa también, con fuerza, tanto que sus ojos empezaron a humedecerse.

—No tienes forma de defenderte y lo sabes— pronunció entre risas, mientras esquivaba la almohada que quería estamparse en su cabeza. — Y yo que te creía todo sanito e inocente, ¡eres un pervertido peor que yo!

Logré golpearle la cara con la almohada, pero eso solo causó que riera más fuerte. Cecil sostuvo la almohada e intentó quitármela sin mucho éxito. Estaba pasándola bien con mi mejor amigo, y empezaba a creer que volvía a sentir paz. Pero entonces, mi celular sonó avisando de un nuevo mensaje, y todo mi mundo volvió a tambalearse como si hubiera recibido un choque eléctrico.

Me olvidé de Cecil en segundos, y cogí el celular que estaba en mi mesita de luz para revisarlo. Había otro mensaje de Nico allí en el buzón sin abrir, y sentí un extraño conjunto de emociones batallando dentro de mí. Enojo, alegría, rencor, dicha. Pero el que lideraba a todos era: adrenalina.

¿Nos vemos hoy?

— ¿Con que así te manipula, eh? ¡Dile que no! — explotó Cecil en mi oído, tan repentinamente, que se me cayó el celular en la cama. Mi amigo aprovechó entonces y cogió el aparato, empezando rápidamente a teclear una respuesta sin mi consentimiento. — ¡Qué estoy compartiendo un momento de calidad con mi asombroso mejor amigo, Cecil! ¡Shu!

—¡Nooo! — me lancé hacia él, Cecil alargó el brazo (casi cayendo de la cama) pero gracias al cielo, logré atrapar de vuelta mi celular para borrar el estúpido mensaje que había escrito. —¡Casi la cagas! 

—¡Dile que estás conmigo! — repitió, zarandeando mi hombro con violencia, mientras yo esperaba que Nico enviara otro mensaje. No lo hizo. — ¡Por favor! No puedes ir corriendo cada que te llame como si fueras su sirviente, Will, ¡ponte tu lugar! ¡Dile que no!

Otro mensaje de Nico llegó, solo eran dos palabras, pero contenían el impacto de dos balas.

Ven aquí.

Quedé boquiabierto, "ese pequeño diablo, con aires de grandeza".

—¿Estás leyendo? — Era una pregunta retórica, Cecil casi tenía su nariz sobre mi teclado. Mi amigo me miró, e imitó mi expresión de indignación ante tanta arrogancia en sólo dos palabras. — ¿Has visto? ¿Me está dando órdenes a mí?

—¡Lo hizo!

—¿A mí?

—¡A ti! — Cecil asintió enérgicamente, y luego, apuntó la pantalla con su dedo lleno de firmeza. — Contéstale.

No puedo.
Estoy con Cecil ahora mismo, me es imposible.

¿Qué hacen?

—Dile que estamos reforzamos la amistad con sexo. —Dijo Cecil.

Viendo maratón de los Simpson, con helado.
No hay cobertura de chocolate :(


Déjalo y hazme una visita.
Tengo pizza.
Y ganas de descubrir que es un onanismo.

—¿Qué es un onanismo? — Cecil me preguntó, pero fingí no escucharle, demasiado "ocupado" escribiendo la respuesta. —Como sea, ¡tú demuéstrale quién es el dominante de la relación, joder! Espera, ¿eres el activo, verdad?

No puedo dejarlo, él hizo mucho por mí hoy. (Larga historia).
Declino.
Lo siento.

La respuesta de Nico tardó en llegar con mi último mensaje. Todo genial, fuerte y macho, sí, pero ahora me sentía aterrorizado con la posibilidad de haberla cagado, ¿y si él necesitaba de mí? Sólo unos días atrás había sufrido un altercado, tal vez no quería estar solo. Miré a Cecil preocupado, mi amigo rodó los ojos ante mi debilidad.

— No lo sé, ¿sonó muy duro? ¿Y si le envío una carita para aligerar mi rechazo?

—Nah, así está...

Mi celular empezó a vibrar y la canción de I Love rock and roll, empezó a sonar a todo volumen. Nico di Angelo estaba llamándome, y Cecil y yo, naturalmente, entramos en pánico.

—¡ESTÁ LLAMANDO!

—¡AHH! ¡Contesta, contesta! —Cecil gritó, y luego ambos nos incorporamos de la cama para sentarnos con la espalda recta, mirando el celular en mis manos como si fuese una bomba—. ¡Y ponlo en altavoz!

—Shhh... — Chité, y acto seguido, con una honda inhalación para tranquilizarme y con la voz más serena que podía formular; contesté—: Hey, Nico —miré a Cecil, el chico estaba comiéndose las uñas — ¿Qué pasa?

— Estoy haciendo un experimento. — Dijo, su hermosa voz sonando por el altavoz y haciéndome sentir como si estuviera allí, a su lado, en donde quiera que estaba—. Pruebo, si tienes la fuerza para rechazarme ahora que me escuchas pidiéndotelo.

Vi a Cecil poner los ojos en blanco en respuesta, en un gesto que decía claramente: "Ay, pero qué arrogante". En cambio yo, tragué saliva, y crucé mis piernas lentamente, tratando de contener una sonrisa de idiota que podría delatar mi debilidad frente a mi amigo.

—Mmn, ya te lo dije, estoy compartiendo el momento con mi mejor amigo... — compartí una mirada con el susodicho, este asintió, y me mantuvo con valor.

—¿Seguro? — Nico pronunció lentamente y un deje divertido, luego, un segundo de pausa, y en mi mente apareció su pequeña sonrisa malévola automáticamente, casi flotando detrás de mis párpados. Seduciéndome. — ¿No preferirías pasar un mejor rato conmigo?

—Yo... Creo que no— Dije, y cerré los ojos con pesar, mi voz iba careciendo de la firmeza que había utilizado para rechazarlo hace rato por mensaje. Demonios. ¡No podía caer tan fácil! Al parecer, Cecil también notó que estaba siendo persuadido muy fácil, porque rápidamente, él empezó a susurrar:

—¡Cuelga, cuelgale ya! — Negué con la cabeza, airado, Cecil me puso una cara de querer darme un puñetazo, sino terminaba la llamada pronto. — Cuelga, o te juro que...

—Escucha, di Angelo. Tal vez...

—¡¡Wiiiiiill, — Cecil exclamó con fuerza, su voz saliendo exageradamente empalagosa—  vuelve a la cama por favor y hazme terminar también!!

Demasiado tarde para cerrarle la boca. Escuché un peligroso: "Que demonios", de parte de Nico e inmediatamente, colgué el celular, pero no fui lo suficientemente rápido para que Nico no alcanzará a oír. En realidad. Él había oído todo. Perfectamente. Lava pasó por mis venas hasta mis mejillas, e mágenes donde estrangulada o golpeaba a Cecil con una sartén aparecieron en mi mente, mientras mi mejor amigo soltaba estruendosas carcajadas a causa de la estupidez que se había atrevido hacer.

Unos segundos después, Nico envío otro mensaje:

¿Puedes repetirme que están haciendo los dos?

Por favor no lo malpienses, Nico.
Es un idiota, es todo. Está jugando.
Sobre tu oferta, ya di mi respuesta.


Entiendo.

Una sola palabra, esto era malo. Sentí ganas de patearle a Cecil de nuevo, quien no paraba de reír sobre la cama.

Perdón.
Además, no solo soy un objeto sexual.
A veces necesito, atención espiritual y emocional con mi amigo. ¡Necesito más que roces pervertidos!


OK.  

Un monosílabo. Espere por más respuestas. No hubo nada más. Miré su estado: el usuario se ha "desconectado", aclamaba en pequeñas palabras, y después de tres minutos esperando ansiosamente, entendí que ya no iba recibir más respuesta.

Listo. Se jodió todo. Mi vida sexual oficialmente acabó. Con un gemido moribundo, me dejé caer en mi cama de espaldas, y dejé el celular olvidado sobre mis piernas mientras Cecil se acostaba a mi lado, volviendo a poner las mantas sobre nosotros para que el frío no se colara. Moví mi cabeza lentamente en su dirección.

—No puedo creer que hayas hecho eso.

— Creo fue perfecto, — objetó— Un poco de celos para que empiece a valorarte.

Dicho eso, Cecil alcanzó el cubo de helado que había estado descansando en el suelo y lo subió a la cama, en medio de nosotros. Sacó dos cucharas también, y mientras él empezaba a tomar el oreo sentado, yo agarré trozos desde mi posición semi acostada. Dos batallas perdidas en un día, otro más, y probablemente colapsaría.

Debí adivinar qué Cecil no dejaría el tema de Nico por la paz, porque minutos escasos después, él giró su rostro de nuevo hacia mí y preguntó:

— ¿Al menos es un buen sexo? — bufé exasperado—. ¿Quién le da a quien?

—Cállate— le contesté, Homero lloraba con su típico "¡¿Por qué me persigue la desgracia?!"E identificado, alcé mi cuchara brindando por eso.

— ¿La tiene grande?

—¡Dios! — Lo miré con espanto, él arrugó sus labios conteniendo una sonrisa — ¡Ni sueñes que voy a contestar eso!

Cecil echó una risita, luego, acostó su cabeza sobre mi hombro, dejando salir un largo suspiro cansino.

— Lo siento. Es raro e interesante — me miró, su cabello me hacía picar la mejilla, así que lo rasque. — Pero te entiendo, ¿sabes? Tiene esa molesta expresión en la cara de: "Soy el puto rey, arrodíllate, plebeyo" todo el tiempo. Pero, es guapo, incluso cuando camina parece estar flotando de tanta perfección.

—Sí, es guapo —susurré, y luego volvimos a quedarnos callados.

Cecil parecía muy pensativo después de eso. Ya no estaba viendo la laptop siquiera, sus ojos tenían un brillo de tristeza, y miraban a la distancia; aún con su cabeza descansando sobre mi hombro. Tenía curiosidad sobre lo que cavilaba, pero decidí guardar silencio. Luego de un rato, con una voz casi solemne, Cecil volvió a hablar:

—Todavía no puedo creerlo. Tú, todo un hombre ya, y yo aquí, todo virgilio aún. Sin probar la dulce experiencia física del apareamiento.

—¡Ya, súperalo, Cecil! — Exploté frustrado, con un pequeño temblor porque el helado empeoraba el frío. Le di un codazo— Y si te hace sentir mejor, gracias a tu pequeña broma probablemente volveré a mis días de virgilio también. Así que tranquilízate.

—Wiiiiiill — Cecil inició a canturrear, abrazándome como a un oso de peluche, con brazos y piernas; causando que la cuchara cayera de mis manos. — Acaba con mi sufrimiento, Will, ¡Hazme tuyo!

—¡No jodas! —empecé a reír a carcajadas, mientras mi mejor amigo comenzaba a subirse sobre mí—. ¡Bájate, déjame!

—¡Me desvirgarás ahora mismo si realmente soy tu amigo! ¡Ahora hazme tuyo, nene! HAZME TUYO — Gritó, y acto seguido, arrugó exageradamente los labios hacia afuera e intentó besarme, con burlona pasión que su expresión no ocultaba. —¡Bésame, Will!

—¡Nooo! — proferí entre risas, mientras trataba de controlar sus manos que querían toquetearme. — Basta, hijo de...

Mi pecho subía y bajaba con carcajadas, Cecil me hizo una o dos cosquillas, las cuales se ganaron un golpe en las costillas de vuelta, pero eso no lo detuvo. Me estaba destornillando de la risa y no podía hacer nada en ese estado de debilidad, Cecil logró subirse sobre mí, sus rodillas a cada lado de mis muslos, a la vez, que su cabeza caía en mi cuello y fingía unos sonidos ridículamente obscenos de besos fogosos.

Estaba muy pegado a mí, y en cualquier otra situación, con cualquier otro hombre, muy probablemente; yo empezaría a excitarme, pero con Cecil no. Éramos amigos desde niños, y esto era tan típico entre nosotros. Nuestro contacto no provocaba en mí imágenes lascivos como con Nico, y me alegraba de poder compartir aún esto con él.

—Azótame Will, azótame. —Demandó Cecil, dándome un manotazo en el muslo con cada "azótame" que profería con lujuria mal actuada. — ¡Oh si! ¡Soy una perra sucia, Will! ¡Castígame! ¡Ponme en cuatro y dame una lección!

—Cálmate, por favor... — mi voz se perdió entre risas, mis mejillas dolían demasiado ahora y no podía respirar normalmente.

—¡Méteme un jodido dedo en el culo, Will! ¡Mételo!

—¡¡Baja la voz, por favor!! — le supliqué, tratando de taparle la boca con mis manos, pero Cecil las atrapaba en el aire y luego las ponía sobre su pecho para que lo acariciara sensualmente. — ¡¡Ayuuuudaaa!!

— ¡MÉTEME UN DEDO EN EL PUTO CULO, WILL! — Imploró— MÉTEMELOOO...

La puerta de mi habitación se abrió de un tirón, ¡PAM! Chocó contra la pared tan violentamente, que imaginé que el yeso se habría quebrado. Cecil cayó sobre mí del susto, su rostro congelándose en una mueca entre estupefacto y horror. Luego, ambos dirigimos nuestra atención hacia la fuente del sonido.

Allí estaba, la muerte hecho persona. Debajo del marco de la puerta abierta: Nico di Angelo, mirándonos, con una pequeña sonrisa fría sobre sus sensuales labios; y mi hermana Kayla a su lado, formando una asqueada mueva en su rostro. Luego estábamos Cecil y yo, desparramados sobre la cama, él encima de mí, con sus piernas totalmente enredadas con las mías; y siendo totalmente consciente de que tenía la camiseta levantada hasta el tórax y la mano de Cecil sobre mi pecho desnudo.

El silencio se entendió por la habitación. Los cuatro, permaneciendo rígidos como estatuas en su respectivo lugar, sin mover una sola pestaña. Hasta que fue demasiado incómodo para mi corazón, y con torpeza acentuada por los nervios, traté de incorporarme; llamando a mi hermana a la vez.

—Kayla, esto...

Ella salió corriendo como alma que lleva el diablo, dejándome con la palabra en la boca. Segundos después oí sus fuertes pasos bajar por las escaleras con ímpetu, y llegar hasta mi padre y gritarle para que él y todo el vecindario oyera.

—PAAAAAAPÁÁ, TÚ HIJO TE SALIÓ GAY.

Y luego, mi padre contestándole en el mismo volumen.

—¡¿DIOS MIO QUE HAS VISTO?! ¡Ese muchachito me va a oír.

Carajo. Quité a Cecil de encima de mí, el hombre se apartó sin resistirse. Sus mejillas estaban rojas y muy probablemente, las mías estaban con el mismo color carmesí de la vergüenza. Miré a Nico, con grandes ojos de cervatillo, fingiendo inocencia; pero incapaz de decir algo.

— Así que... — Nico sonreía suavemente, pero un músculo de su mandíbula parecía explotar por la presión que ejercía en su mandíbula— ¿Viendo los Simpson, dijiste? Los acompañaré también, a no ser que alguno de los dos quiera objetar mi estadía.

Cecil y yo negamos con la cabeza rápidamente, ninguno de los dos objetó una mierda, y Nico sonrió con fría suficiencia. El aire acondicionado seguía escupiendo frío, pero juro que cuando él dio un paso adentro, la habitación bajó a cinco grados más al instante. Helando el entorno con su cruel presencia.
 

By Hazeellys

Feliz cumpleaños Sis hermosa. No es lo que esperabas pero espero estés satisfecha. Con todo y 7700 palabras, no me alcanzó la sukulencia. Te quiero ♡

Gracias geraldine_2005 por los separadores *-*

Pregunta: ¿Nico matará a Cecil?

¿Quisiste salseo Will X Cecil? ¡Pus te jodes, esto no es rock! >:v

Vota si te ha gustado, dios mío, que es solo apretar estrella >:v El otro día me dijo alguien que comenta pero no vota, ¡por favor!  Votar es más fácil. Ya, da igual. ¡Nos vemos! 

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