¿Hasta qué punto debe aguantar uno por amor?

 Esa es la pregunta que en mi mente rondaba desde hace meses, exactamente, desde el día que mi esposo me golpeó por primera vez. 

 Quise decirle a alguien lo que me ocurría, pero no tuve el valor, así como tampoco lo tuve para dejarlo ya que «lo amaba». 

 Pero, hoy ya no aguanté más después de la primera cachetada que me dio; corrí a la cocina, tomé lo primero que encontré, y cuando él llegó a mí, y me volteó de forma violenta para seguirme martirizando, lo golpeé en el pecho con el objeto en mi mano. Un cuchillo. Llevó sus manos a su pecho mientras se desvanecía en el piso. 

 Ahora, él tiene el arma homicida clavada en su cuerpo y yo, un piso cubierto por sangre que lavar, al igual que un mal menos que padecer.