Predecible
Luego de cruzar el umbral de la puerta de mi casa, dejo las llaves en el mesón y voy a la cocina.
Lo primero que observo es la falta de los cuchillos de cerámica que me regaló mi madre el día de mi boda. De seguro Ricardo, mi esposo, debió agarrarlos.
Subo las escaleras decidida hasta la puerta del ático, tomo el pomo, lo giro y la puerta hace ese odioso chirrido.
—Nadia, cariño, pensé que todavía no llegabas amor.
—Ricardo ¡Cuántas veces te tengo que repetir lo mismo! Si vas a matar a alguien, no lo hagas con los cuchillos de cerámica que nos dio mi madre por la boda.
—Lo siento amor, los dejaré en su lugar.
—Más te vale. ¡Y mira como tienes el piso lleno de sangre! ¡Pon periódicos en el piso! ¿Sabes lo difícil que es sacarla del piso de madera? ¡Has de creer que no tengo otra cosa que hacer más que limpiar tu desorden!
—Lo lamento, yo limpiaré.
—Bien, y arregla esa maldita puerta, antes de abrirla ya sé lo que hay del otro lado.
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