Prólogo
En lo alto de la montaña maldita Yusenki, justamente en las profundidades de los frondosos árboles cubiertos de miasma, un joven demonio peli blanco, ojos azul claro y piel tersa se encontraba descansando en una de las altas copas. Su refugio en caso de ataques sorpresa por otros demonios. Una pequeña construcción en las alturas.
Los rayos del sol llegaron hasta su escondite, cegando momentáneamente su vista al abrir un poco los ojos, levanto su mano para cubrir la claridad. Bostezo y estiró su flexible cuerpo.
— Hora de trabajar.
Tomo la bolsa que se encontraba abandonaba en una esquina de la reducida habitación y comenzó a hurgar en ella, sacando diferente materiales para la confección de un nuevo kimono.
Le era complicado estar en espacios reducidos pero no tenía opción, su celo había llegado de imprevisto y no quería ataques sorpresas y mucho menos la presencia de ese bastardo de Sesshomaru.
— Aquí. No. — tiro del hilo y cambio la puntada — Mucho mejor.
Continuó con su labor concentrado, puntada tras puntada, el kimono ganaba forma. Un sonido feroz se escucho en el lugar, su estómago gruñía en hambre, exigiendo alimento fresco, alimento en forma de carne humana.
Es cierto que puede trabajara con ellos, había respeto y confianza pero no dejaría de seguir sus instintos, era algo tan normal como para los humanos el socializar. Sus ojos se tornaron de un vivo rojo, su forma animal quería salir a flote para cazar.
Acomodo su maletín con todo lo necesario adentro y lo dejo listo en el futón ya doblado. Vendría por el después de darse un festín.
De un salto se arrojo al vacío. Aterrizando de manera elegante en el suelo, espantando algunos pájaros y animales del bosque.
Olfateo sus alrededores con cautela, dejando salir solo sus orejas, colas y garras. Pudo percibir a lo lejos movimientos de un demonio de bajo rango, un demonio lobo, había cazado un humano adulto.
Relamio sus labios e irguió su espalda, acomodo su kimono y se deslizó suavemente hacia el. Una ventaja de ser Omega era su forma tan especial de conseguir alimento. Ellos no cazaban, no estaban equipados para eso.
El joven lobo observó fijamente a un punto de los arboles, había captado un delicioso aroma a Omega fértil. Su cola se movió, expectante a la llegada del peli blanco. No tuvo que esperar mucho, a pesar de estar aparentemente descalzo sus pasos se escuchaban un poco. Contuvo la respiración y derramó un poco de feromonas para destacar su nivel.
De entre los árboles apareció el Omega, luciendo sumiso. El demonio no evitó que un gruñido de aprecio saliera de su garganta, de su hocico la saliva comenzó a escurrir prestando atención al Omega que se acercaba sacudiendo sus seis colas con encanto. El cadáver fue olvidado por el lobo pero eso solo insisto más al Omega a acercarse, lentamente, estirando sus largas piernas en cada paso. Libero sus feromonas al acercarse al cadáver, tratando de mantener manzo al demonio, cosa que funcionó al verlo concentrado en olfatear su cuerpo. No le importo y comenzó a darse un festín con el cuerpo del humano.
El demonio posición su nariz en la espalda del Omega, aspirando con brusquedad su olor, tratando esta vez de sobrepasar un poco el límite predestinado para posible cortejo y apareamiento, coloco sus patas a cada lado del cuerpo ajeno, aturdido por sus instintos.
El Omega reaccionó ante su grosería y le dió un fuerte golpe en la cabeza. Tomo el cuerpo del humano a media comer y salió volando del lugar.
Un chillido lastimero inundó el prado donde momentos antes estaba el Omega.
El largo cabello plateado se mecía con la brisa, las garras de su mano manchadas de caliente sangre del insolente que de atrevió a tocar a su pareja. Su mirada rojiza siguió el camino de feromonas, su rostro estaba distorsionado de disgusto.
— Yho — la voz dominante de la bestia hizo eco en su mente.
Sesshomaru estaba molesto. Su bestia exigía un castigo adecuado ante la rebeldía del Omega Kitsuné pero no cedió, aún no. El Omega no había dejado que lo tomara para poder cortejarlo.
Por qué así son las cosas. Así lo dicta su raza, primero toma y después corteja.
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