Capitulo 8
Yho despertó sin mucho animo. observando a duras penas la pared de tierra frente suyo.
Eso lo hizo asustarse e incorporarse rápidamente en las sedosas sábanas que hacían de cama. Tanteó el lugar y olfateo por fin el peculiar olor de alto demonio.
Apretó los dientes furioso al captar el aroma de Sesshomaru. El muy bastardo se aprovechó de su celo y la protección a su pequeño hermano para tomarlo y enlazarlo. Su Omega también estaba bastante resentido con el demonio pero Yho sabía que en cuanto el demonio perro abriera su boca para dar alguna excusa, su Omega saltaría a sus brazos más que feliz y sin reprocharle nada.
/¡Oye! Tengo dignidad, no soy tan sumiso./
La voz chillante lo hizo resoplar indiferente.
/Tu aceptas todo lo que el hace. Si está bien o mal, nunca te interesa lo suficiente./
/Tengo mis razones, ¡Es un alfa entre alfas! ¡Difícil de conseguir y atrapar!/
Yho resoplo, al final acabo teniendo razón. Procedió a ignorar a su bestia e intento moverse. La parte baja le ardía y sentía algo escurrir.
La vergüenza lo inundó. A pasos temblorosos llegó a la salida, no le importaba estar desnudo bajo la sábana. Necesitaba salir del sofocante cubil.
El sol estaba en su punto más alto, cubriendo el rocoso suelo donde pisaba. Sentía que conocía el lugar pero no había nada que le diera tan siquiera una pista. Al menos estaba a salvo, no había demonios merodeando. Seguramente Sesshomaru había marcado con su olor el lugar.
Un gruñido le hizo recostarse en una enorme roca. Tenía hambre y sin demonios por ningún lado no obtendría comida tan fácilmente. Además, su lado primitivo le decía que su alfa traería un festín para el.
Y no estaba equivocado. La presencia de Sesshomaru se aproximaba.
Señal para huir, cosa que dudo. Intento, más no logro nada.
Sintió el peso de la impotencia.
Yho suspiro y tumbo su adolorido cuerpo. Mataría a su bestia testatura por no obedecer indicaciones. Por no obedecerlo a el.
Sesshomaru apareció cargando un demonio Oso. El estómago de Yho retumbó ante el olor a sangre fresca.
Ambos se miraron. El alfa pedía permiso, el simplemente asintió. Relamio sus labios y espero pacientemente hasta que el demonio llegará hasta donde estaba.
El cadáver fue dejado ante el. Un banquete, una ofrenda, un regalo o simplemente la manera de pedir perdón por lo que hizo.
- Come. - ojos ámbar le dieron un sutil vistazo al sentarse cerca aunque no lo suficiente para destazar. - Necesitas energía.
- Lo comeré aún si no me lo dijeras. - siseo con resentimiento. Miro el cadáver, la piel y pelaje eran demasiados grueso para el. Se sonrojo. - Sesshomaru.
- ¿Mmm?
- Corta esta cosa. - se levantó y dejo que el macho hiciera su trabajo. Al ver la diversión en los ojos ámbar no pudo evitar gritarle. - ¡Anda, muévete!
Sesshomaru ladeó la cabeza ante el rojo que cubría a su Omega.
Levantó su mano y con cortes limpios despedazó el cadáver.
Yho gruño en advertencia. El alfa retrocedió y ronroneo para calmar a su compañero. El olor que desprendía el furioso Yho era potente.
La calma llegó con el comienzo del festín. Yho devoraba todo sin despegar la vista del alfa.
Gruño ante el movimiento de Sesshomaru para tomar asiento cerca del Omega.
Mirando fijamente cómo Sesshomaru tomaba asiento, el ojo azul siguió con su comida. Olfateando de vez en cuando el olor de su pareja.
Poco tiempo después, terminó con un suspiro y se recostó para reposar. El sueño lo inundó y sus sentidos se aturdieron ante el demonio mayor. Negó con brusquedad, no podía dormir, no con el alfa tan cerca.
El hormigueo en su vientre se expandió a su cuerpo, cerro los ojos con cansancio.
El demonio perro se acercó y lo tomo en brazos, cubriéndolo con su mokomoko (estola).
Acercó su mano en el vientre contrario y la retuvo por unos segundos.
Una leve sonrisa se asomó. Su bestia gruño con alegría.
Yho estaba gestando. Sus crías se formaban lentamente en su vientre.
La semana de cúpula dieron sus frutos.
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- Inuyasha, cálmate.
- Es tan simple decirlo, mejor cállate.
- Inuyasha.
Advertencia número uno.
Inuyasha hizo oídos sordos e intento salir de la choza.
- ¡Inuyasha! ¡Abajo!
- ¡Uy! - estampó contra el suelo. Rápidamente se levantó para encarar a la joven miko. - ¡¿Qué diablos te pasa?! ¡¿Por qué lo hiciste?!
- ¡Te dije que te calmaras y no escuchaste! - gritó furiosa, espantando a la vieja pulga que se encontraba en su hombro. - ¡Haces lo que te venga en gana! ¡¿Y sabes lo que pasa?! ¡Termina mal!
- ¡¿Ah?! - el híbrido avanzó con grandes zancadas hasta quedar a casi nada de la joven. - ¡Si no sabes no opines, niña!
La discusión estaba por volverse más fuerte de no ser por la intervención de la anciana Kaede.
- Silencio los dos. - bebió de su té. Los gritos se detuvieron abruptamente. - Ya han dicho suficiente uno del otro. - el anciano Mioga asintió.
Kagome bajo la vista a su regazo algo avergonzada. Inuyasha chasqueo la lengua e ignoro a la mujer mayor.
Shippō se mantuvo al margen de la conversación, parecía u tema bastante delicado y no comprendía del todo la situación. Mioga estaba con el.
- Inuyasha, no sean tan impulsivo y comprende de una vez lo que el anciano Mioga te dice. - regaño, a lo cual Inuyasha respondió al recostarse en el piso, dando la espalda a la anciana. - No se lo que ocurre con tu hermano, sin embargo y como me lo describes tú, es alguien que sabe defenderse bien. No lo menosprecies por ser un Omega.
- ¡!
Inuyasha salió de la cabaña sin decir ni ver a nadie.
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