capítulo quince

Daniel está fumando en el patio y yo lo observo por la ventana. Estamos en la misma casa que nos conocimos, que es una de las propiedades de su padre aquí en la ciudad. Su hermano Berto y sus amigos de la escuela están ambientando el lugar para una fiesta esta noche. Yo, simplemente disfruto observar el chico que me gusta mientras charla con su cigarrillo.

Analizo su físico. ¿Qué fue lo que me llamó la atención en primera instancia? Quizás su mirada penetrante combinada con el pelo negro rizado que le cubre la cabeza. En realidad, me intrigó la expresión de sus cejas cuando se queda mirando algo especial. Y también las venas que se marcan en sus manos cuando gesticula.

La primera vez que lo vi fumar, me pareció lo más sensual de la galaxia. Cuando cierra sus ojos buscando concentración, es como si todo lo importante para su vida se resumiera en una calada.

Salgo a su encuentro por instinto. Busco su calor abrazándolo por la espalda. Siento cómo se tensa al percibir mi toque, pero se relaja de a poco mientras reparto pequeños besos en él. Percibo su respiración, cada vez que inspira, cada vez que espira; es como si estuviéramos conectados.

—¿Quieres uno? —pregunta cuando lanza la colilla de su cigarrillo al cenicero y saca la caja del bolsillo trasero de su pantalón. Niego con la cabeza aún pegada a su espalda. En realidad sí siento curiosidad por probar otra vez, pero me da miedo—. Atrévete, Patricia. —Quita mis brazos de su cintura y se da la vuelta. Pone el pequeño artefacto en mi mano—. Ya lo probaste una vez —dice.

Murmura algo que no entiendo antes de encender el cigarrillo. De su boca, va a la mía y, de manera instintiva aspiro de la misma manera que la primera vez que lo hice. Siento que me ahogo, pero mantengo el humo por un instante en mi boca. Lo expulso con cuidado y se siente diferente, placentero, adictivo. Daniel me quita el cigarrillo de la mano y hace lo mismo, pero tira el humo en mi cara. Comienzo a toser y el sonríe.

—Préstame tu boca —susurra con picardía.

Acerco mis labios a los suyos, esperando que me bese; sin embargo, lo que hace es mirar hacia un lado, darse una calada y soplar el humo entre mis labios. Por alguna razón, siento la acción entre mis piernas.

Empezamos un juego desafiante, sin reír, sin despegar nuestras miradas, hasta que solo nos queda una colilla entre los dedos.

—Este ha sido el mejor cigarrillo en mucho tiempo —susurra en mis labios rozándolos con su lengua mientras habla. Respiro hondo y trato de responder, pero se me hace totalmente imposible. Jadeo sin sentido, entregada por completo a él sin siquiera tener sus manos encima. Daniel sonríe al percatarse de que me he quedado sin palabras. Coloca sus palmas abiertas sobre mis nalgas y me empuja hacia él con posesión. Puedo sentir su virilidad por encima de su pantalón, esto acrecienta mis jadeos—. ¿Lo sientes? —cuestiona. Asiento de manera imperceptible y, con un poco de cohibición, me muevo para sentir el roce en mi bajo vientre—. ¿Es eso lo que quieres? Agárralo. —Su mano va a la mía, y con agresividad la empuja hacia su entre pierna. Mis dedos tímidos sienten su erección y de entre mis labios surge un gemido involuntario.

Esto es como una señal para Daniel, porque de inmediato me toma en brazos encima de su hombro y me lleva.

—¡Daniel! —Una sonrisa se pinta en mi cara mientas él me muerde los muslos y me lleva por la casa, supongo que a una habitación. Siento divertida sus manos dejando una palmada en mis nalgas y río alto.

Sin embargo, no tardo en reaccionar. Sus manos, ambas, están agarrándome. Su espalda se tensa mientras llego a una amarga conclusión. Daniel me baja de su hombro más rápido de lo que puede considerarse seguro y se coloca frente a mí en actitud protectora. Un chico de los que están planeando la fiesta con su hermano sonríe con descaro frente a nosotros.

La expresión de Daniel y la del chico no corresponden para nada. Mientras uno se muestra risueño y desenfadado, el otro está tenso y a la defensiva. Olvido por un momento que yo soy lo que está en el medio de ambos y contemplo como se podría armar una guerra de titanes en cualquier momento.

Las manos de Daniel siguen alrededor de mis muñecas con un agarre bastante fuerte, así que aprovecho para sacarlas con suavidad y acariciar su espalda. Aún así, en vez de relajarse, puedo sentirlo más y más enojado.

—Con ella no —sisea entre dientes manteniéndome tras su espalda.

—¿Qué tiene esta de especial? Si con las otras compartías. —El otro muchacho se burla descaradamente.

—Escucha, Anthony, te lo advierto: como le vuelvas a poner un dedo encima a Patricia, te parto en dos. —La amenaza de Daniel suena, bajo mi punto de vista, aterradora; mas no causa el mismo efecto en el receptor de ella, pues como respuesta se escucha una carcajada.

—Veamos cuanto te dura la posesión —se mofa saliendo de la sala.

Volteo la cara para mirarlo cuando nos pasa por el lado. A simple vista luce como un simple adolescente pululando por ahí, pero sus palabras demuestran que hay un antecedente. ¿Compartían las otras? Es decir que Daniel y él han... ¿compartido chicas? ¿Qué?

En el mismo momento que Anthony termina de salir del lugar y el pensamiento se acaba de formar en mi cabeza, Daniel me toma por la mano y me empuja hacia un cuarto cerrando la puerta tras sí.

—¿A qué se refería él con "las otras"? —cuestiono en el mismísimo momento que Daniel coloca el seguro. Estamos en una habitación que, muy bien, podría ser su habitación o la habitación de cualquier otra persona en la casa. Ni siquiera me mira, sino que se revuelve el pelo constantemente y se mueve de un lado a otro nervioso.

—¿Acaso crees que no he traído otras chicas aquí? —responde cortante. Me mira por un momento, pero vuelve a apartar la mirada de inmediato.

—Sé que has traído otras, pero... él hablo de... —titubeo entre dientes. El simple hecho de repetirlo me hace imaginarlo. ¿Y esas chicas estaban de acuerdo?

—De compartir, sí. Eso fue lo que Anthony dijo.

—Pero...

—¡No voy a hacer eso contigo! ¡¿No lo ves?! —me interrumpe a gritos. Doy un paso hacia atrás mientras él suelta un suspiro de frustración.

—No me refería a eso —mascullo.

—¡¿Qué es lo que quieres de mí, Patricia?! No entiendo, no entiendo, no logro comprender. ¿Qué es? ¿Qué es lo que quieres? —No soy capaz de responderle, no siquiera de pensar en una respuesta. ¿Acaso sé lo que quiero? Sí, pero no lo voy a conseguir. Ya somos todo lo que seremos—. Me vas a volver loco.

—Compartías tus novias —murmuro mirando hacia el piso.

—No eran mis novias, yo no tengo novias —aclara acercándose a mí.

—¿Y yo que soy?

—La chica con la que estoy ahora —contesta con tono explicativo.

—¿Y luego?

—¡Qué sé yo! —vocifera provocándome un susto. Doy un salto y llevo mi mano al pecho ante su grito, el vuelve a alejarse y a dar vueltas por el cuarto revoloteando su cabello—. No entiendo, de verdad no comprendo.

—No es tan difícil de comprender —susurro acariciando mis brazos.

—Es que eres una niña. Eres una niña. ¡Tienes diecisiete malditos años! Y estás pensando en luego. ¡Vive! —Me agarra por los hombros y me grita esta última palabra justo a la cara. Nuestros ojos se juntan y no sé lo que él verá en los míos, pero en los suyos solo veo confusión, desesperación. No me agrada lo que siento, no me siento cómoda con este tipo de relación. ¿Vivir? ¿Esto es vivir?

Me quedo callada. Continúo mirándole con fijeza.

Esto es lo que yo quería, libertad. Estoy donde quiero, con quien quiero; mas esa persona no comprende lo que quiero, como lo quiero.

Qué triste.

—Yo me voy —digo.

—No —zanja Daniel tajante, afirma su agarre a mis hombros y me clava una mirada intensa—. Ahora tenemos algo empezado, tenemos que terminarlo.

—No me voy a acostar contigo —susurro entre dientes, insegura.

—Ese "no", me suena a "sí"

—Daniel, no —pronuncio con una pizca más de firmeza. Sin embargo, él no me hace caso, sino que me empuja sobre la cama y se coloca sobre mí, besándome a la fuerza.

Ya que estamos, lo dejo ser. No me voy a negar a lo que es más que un privilegio, un placer. Él me eligió, él me desea, y al parecer me respeta un poco porque se niega a compartirme como a las demás.

Me duele pensar en el daño que Daniel le ha hecho a otras chicas antes que yo. O tal vez no las daña. Como a mí: yo sé donde estoy metida, ¿qué me hace creer que las que tuvo antes no sabían también? Intento disfrutarlo cuando Daniel me atraganta con su miembro. Me relajo, sonrío y lo dejo ser.

Simplemente lo dejo ser.

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