Vida

En su habitación, a solas y a oscuras, sobre esa cama pobre de paja y madera, reposaba Merlín cubierto de pies hasta el cuello por una fina manta. Parecía un muerto: completamente rígido, pálido, no abría los ojos desde hace cuatro días. El consuelo se encontraba en su respiración, porque Merlín no se movía, pero respiraba.

Arthur, se abre paso entre las tinieblas con un candelabro dorado de tres piezas. Va directo hacia la cama. Recorre sus ojos de mar por todo el rostro de ese cuerpo tendido, que ahora es Merlín. No encuentra el claro de lago de sus ojos, ni el ligero rosa de sus labios o el de su rostro. No encuentra la paz que siempre le da esa sonrisa desaparecida, no la encuentra y la necesita.

La noche congela hasta los huesos, pero Morgana y Gwen no creen que sea obstáculo para hacer una visita sigilosa a los dominios de Gaius.

Morgana entra -seguida por Gwen-, silenciosamente para no perturbar ni un poco el descanso de Gaius, quien ahora estaba recostado en una cama improvisada de mantas, paja y otras cosas. El pobre estaba sedado por una enfermedad repentina, cayendo al mismo tiempo que Merlín. Fiebre, dolor y fatiga han sido sus fieles acompañantes por cuatro días.

Gwen se queda al cuidado de Gaius, pero Morgana se dirige a la habitación de Merlín. Al entrar, sus ojos se enfocan al instante en ese cuerpo tendido y se preocupa, mucho, pero también por Arthur, por esa mirada tan cristalina en él.

—¿Tienes algún avance?

—Estoy seguro que Gaius diría que se trata de magia. Y sí. He revisado sus libros y hay varias posibilidades, varios maleficios, seres y todo tipo de cosas que pueden hacer algo así.

—Eso podría ser bueno.

—No realmente. Podría ser cualquiera o podría ser ninguna. Mientras tanto se pierde tiempo y ellos empeoran. —Después añade—: he ido a revisar los bosques, el castillo entero, en busca de una criatura similar a esas tantas posibilidades. No hay nada.

—Es tan extraño.

—Merlín es, de por sí, extraño —dijo Arthur. Morgana le miró alzando levemente ambas cejas. Este era Arthur, ocultando dolencias usando un comentario al azar—. Hace cuatro días, debiste ver su actitud. Le llamaba y ocultaba su rostro, no permitía que lo viera. "Merlín necesito que..." y ocultaba la cara "Merlín, ve a..." y hacía lo mismo. Una cosa extraña.

Morgana hace memoria y comenta también al respecto:

—El mismo día que enfermó, lo encontré entre los pasillos muy afligido. Entonces me vio, sonrió y se fue. Sin duda me pareció preocupante, quería preguntarle esa misma noche.

—Yo lo encontré distraído... —dice Gwen quien recién había entrado a la habitación y por lo mismo alcanzó a escuchar parte de la conversación.

—Olvidas que es Merlín. Siempre está distraído —añade Arthur.

—Pero esto es diferente. Estaba...triste. Cuando le pregunté, solo me dijo: no puedo seguir sirviendo a Arthur. —el mencionado se voltea hacia ella, con una mirada que le exige el porqué. Gwen solo menea la cabeza negando y alza los hombros— No sé más, me decía cosas incompletas y que no entendía, como "le he fallado".

Gaius de lejos -y aún recostado con su agonía-, escuchaba la conversación de aquellos jóvenes y recordó en silencio su propia versión y la respuesta que le dio Merlín al cuestionarlo: "¿de qué me sirve ser especial, ser como soy, si no puedo mostrarlo al mundo, si las personas como yo son odiadas?, ¿no sería bueno que pudiéramos vivir todos en armonía, respetando lo que cada quien es? Vivir es bueno, Gaius, pero vivir siendo libres... creo que sería la gloria. Yo quiero esa gloria". Gaius se vio así mismo abrazando rápidamente a Merlín, tratando de darle consuelo; porque sabía que todas esas raras actitudes, hacia con todos, venían del hecho de estar ocultando -ahora-, dos grandes secretos: su magia y...

—Traté de preguntarle, tan solo comenzó a contarme que ayudó a una mujer, a los pies de una pequeña colina, que estaba por ser atacada por tres hombres...

Con esas ultimas palabras, Arthur parece recordar algo y corre en busca de un libro donde cree haber leído algo similar a lo contado; lo hojea y se detiene para leer.

—Dime que encontraste algo.

—Aguanas. Dice que son espíritus femeninos que bajan de montañas o colinas para hablar con humanos —hace un espacio para releer la información—, de apariencia hermosa, amables y con increíble poder.

También explica: "La bondad sin interés es gratificada por ellas. Sin embargo, son realmente peligrosas cuando se toca algo suyo. Son capaces de provocar desastres naturales, enfermedades, heridas graves o maldiciones; según la gravedad o la importancia del objeto".

—Merlín, idiota. ¿Qué habrá hecho está vez? —se queja Arthur.

Morgana estaba por dar algunas palabras en defensa de Merlín. Pero, un caballero de Camelot, había azotado la puerta rápidamente, adentrándose mientras pedía disculpas y hacía una reverencia hacia su señor.

—El rey le busca.

Arthur reacciona con prontitud (recordando que tiene deberes en Camelot, más aun teniendo a doce enfermos en las mismas circunstancias que Merlín y Gaius) y se va a prisa junto a su caballero. Morgana y Gwen quedaron para el cuidado de ambos enfermos, casi en vano, pues la noche pasa y llega la mañana, pero Merlín y Gaius no muestran mejora.

Morgana le sugiere a Gwen que vaya a su hogar y duerma un poco, y así lo hace, a sabiendas que contradecirla era imposible. Quedando sola, va hacia la habitación de Merlín para revisar su estado. Muy poco tiempo después, escucha la puerta principal abrirse lentamente, supone que será alguien que busca a Gaius. En cambio, se encontró con la sorpresa de ver -unos segundos después-, al príncipe Arthur abrir la puerta de la habitación de Merlín.

—No esperaba verte aquí tan temprano.

—Ni yo —se acerca más al enfermo y lo ve detenidamente. Trata, pero no puede ocultar su rostro preocupado— ¿Cómo sigue? ¿Y Gaius?

—Igual —responde un poco desanimada.

Arthur siente de pronto, una necesidad de querer abrazar a Merlín, de hablar con él y decirle que todo estaría bien. Pero, con la presencia de Morgana, solo se conformaría si pudiera tocar un poco su rostro, solo un poco, muy poco...

Su pensamiento hipnotiza su mano y la acerca al rostro dormido. Morgana al verlo siente, sin querer, una revelación poderosa llegar a ella.

—¡Arthur! —él se espanta ante su llamado y retira su mano con rapidez, como si fuese a quemarse— creo saber que pasa...

Morgana le explica: "Has dicho que las aguanas atacaban si se tocaba algo que consideraban suyo, ¿no? Bueno, recordemos, ¿no fue el panadero quien abrazó amistosamente a Merlín, por ayudarle con algunos deberes?, y ahora está enfermo. ¿Qué hay de la cocinera?, ¿no fue Merlín quien le ayudó después de un accidente en la cocina?, ¿no fue ella quién le tomó de la mano y le agradeció? Y ahora ella está enferma.

Entonces sigue haciendo la recopilación de todas esas personas que de alguna manera tuvieron contacto con Merlín. Recalcando que Gaius era el que más contacto comparte con el muchacho, por tanto, era el más afectado.

—Ella piensa que Merlín es suyo —concluye Arthur— pero eso no ayuda mucho, ¿cómo le convencemos de lo contrario?

—Bueno, quizá si le demostramos que Merlín no le pertenece...

—Sí, podría funcionar, hacerle ver qué Merlín ya tenía dueño.

—No es un objeto —reniega. Pero Arthur se mantiene pensativo tratando de encontrar el "quien". Morgana se da cuenta de eso y solo niega con la cabeza— ¡No es tan difícil! tú tienes que hacerlo, no podría hacerlo alguien más.

—Es solo mi sirviente.

—Le quieres, Arthur, no entiendo ese afán por negarlo...

—Lo siento, Morgana, pero es una tontería lo que dices.

Ella da media vuelta y trata de irse. Pero sus palabras ya han dejado bastante inquieto al pobre príncipe, y le sigue hasta la salida. Morgana le dirige algunas palabras más, pero sin darle la cara:

—Su vida peligra...solo recuérdalo —y se gira muy poco— la tuya también peligra: ¡Viviendo con expectativas, viviendo para dar siempre la "buena imagen" que los demás esperan. Viviendo para otros, ocultando lo que eres! Eso también es morir. Que el reino entero sepa que quieres a tu sirviente, no te hace una persona deplorable.

Ella se retira por fin.

Arthur traga saliva y se toma la cabeza con ambas manos solo por unos segundos. Después y aún en su confusión, se regresa a la habitación de Merlín.

Le revisaría rápidamente, luego a Gaius y al final mandaría a alguien para su cuidado. Ese era el plan, en cambio, solo engrandece sus ojos y mira de un lado a otro. Desenvaina su espada, por si hay peligro y debería haberlo, porque...Merlín ya no estaba.

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