Salud (parte 2)

Desenvaina su espada con valentía y busca con su mirada el origen de aquella voz. Desmonta su caballo y camina un poco hacia atrás para ampliar su visión.

—Aquí estoy —le vuelven a susurrar.

El sigue el sonido y voltea su mirada hacia esa dirección. Encuentra por ello, a una mujer, preciosa, ojos de cielo y cabello de sol. Cómo los suyos. Y reconocía, oh por todo lo sagrado que sí, que lo hacía, que reconocía toda la belleza de esa portadora, pero había un algo que no lo hacía emocionarse con eso.

Ella era hermosa, pero...

Ella vuelve a hablar, ante la falta de voz del príncipe. Le dice:

—Ven, que aquí estoy. Vienes por Merlín, lo sé. Vienes para llevártelo pero no será así.

—Merlín no te pertenece —dice seguro— no es un objeto, es una persona, no lo puedes tomar como si lo fuese.

—Él no buscó beneficio en mí, ha sido gentil, me miró con ternura, me ayudó y prometió hacerlo de nuevo cuando lo necesitara. Cuidó de mí, me protegió. Todo en un día. ¿No lo ves? Me pertenece. Cuando alguien hace eso por mí, me pertenece.

Arthur, le miró fijamente y enfundó su espada. La razón que le había dado le parecía bastante irracional y ¿qué caso tiene luchar con alguien irracional? Aquí su lucha sería seguir la comedia de esta criatura, "seguir el juego".

—¿Tú infectaste a los pobladores?

—Al panadero, a la cocinera, a Gaius... dormí a Merlín. Lo he hecho sin arrepentimiento y por amor. Todos querían tocar a mi pobre muchacho, así que tuve que dormirlo para que no estuviera de ahí por ahí, como liebre de campo. Y tuve que castigar a los que lo hicieron, para que no lo hagan de nuevo.

Claro, Arthur -y con justa razón- ya estaba muy seguro que los pensamientos de esta criatura eran retorcidos. A sabiendas de eso, suponía que Morgana tenía razón y que su única salida (para él, para Merlín y los infectados) era darle a entender a la aguana que Merlín no le pertenecía.

-Merlín, también ha sido desinteresado conmigo, muy gentil, me ha ayudado -entonces hizo una pausa, suspiró sintiéndose muy extraño, porque estaba haciendo algo que jamás había hecho, por qué estaba diciendo cosas que jamás le hubiera gustado admitir tan abiertamente y tan seguro. Porque tenía miedo, de algo, y tenía vergüenza por lo mismo. Pero aun así continúo-...me ha mirado con ternura -sonrió recuperando seguridad- Cuidó de mí, me protegió. Ha dedicado su tiempo a eso. Ha dado su vida más de una vez por la mía y sé que lo haría de nuevo. Confía en mí, me tiene fe. Y todo antes de conocer tu existencia. ¿Lo ves? Merlín...ha estado conmigo primero.

Ella, lo mira con furia y Arthur cree saber porque: Ella está en desventaja. La muestra de amor más grande, desde los principios de los tiempos, siempre ha sido el sacrificio. Merlín lo ha hecho más de una vez.

¡Qué valiente es Merlín! Piensa Arthur.

También piensa: Pues bien, si el sacrificio es el mayor acto de amor... ¿Merlín no se ha sacrificado ya por mí? ¿Yo no me he sacrificado ya por Merlín? Entonces, ¿Merlín me ama y yo lo amo a él?

Entonces, algo golpeó su pecho, un sentimiento de culpa, porque, su padre le había dicho que eso de amar a un hombre, siendo hombre, te hacía un enfermo.

Pero él no se sentía enfermo.

Y recuerda, que hace tiempo, se había exiliado a dos hombres que vivían juntos. No había problema con ellos, hasta que se descubrió que realmente tenían una relación más íntima. Los consejeros reales los señaló como enfermos, por tanto, el rey lo creyó así y en consecuencia, el pueblo comenzó a creerlo.

Arthur no pensaba que fuera una enfermedad que dos personas se amaran.

Él no creía estar enfermo.

Cuando está enfermo se siente cansado, cuando está con Merlín se siente fuerte.

Cuando está enfermo se siente desanimado, cuando está con Merlín tiene ganas de ir, de venir, de correr y saltar, aunque se queda sin mostrarlo mucho.

La aguana sonríe confiada y cínica, recordándole que estaba en una "batalla".

—Prácticamente ha dado la vida también por mí, se arriesgó mucho por salvarme de tres ladrones. No te creas especial. Pero, dime, ¿has obtenido un beso de él? Yo sí, cuando ha dormido lo he hecho, te aseguro querido príncipe que ha sido de las mejores sensaciones que he experimentado. Por lo tanto, me pertenece.

Arthur quedó pensativo, no, claro que no había besado a Merlín, es más, se había rehusado a abrazarlo. Siempre con miedo. Porque no quería que alguien que pasara cerca pensara mal. Y si su padre lo veía, bueno, estaba seguro que lo peor estaría cerca.

Pero pensó en que, aquí no estaba su padre, en que esos pobladores y sus familias, dependían de él. También, Gaius que le había cuidado desde que tenía memoria, y Merlín, ¿no había venido hasta acá por él? Pues bien, aquí estaba y no se iría sin su sirviente. Todos ellos descansaban en los hombros de su príncipe. Y él tenía que dejar el miedo y el orgullo, para aligerar el peso.

Entonces miró a la aguana directamente a los ojos, y seguro pronunció:

—Jamás lo he hecho —la aguana solo se burló con un "ja" que molestó un poco a Arthur—...pero lo haré.

Y fijó su mirada en la cima de la colina, donde desde lejos se veía una pequeña casa de madera. Se sintió seguro de su presentimiento de que Merlín descansaba ahí.

Entonces emprendió una carrera hasta la cima. La aguana bien podría detenerlo con su magia, pero hacerlo no está dentro de sus "reglas" pues solo ataca a quien tocara lo que es suyo ...y Arthur iba directo a eso, así que no sentía preocupación, solo tenía que esperar. Por eso, le sigue la espalda, -a unos tres o cuatro pasos detrás de él-, lo hace sin esfuerzo, parece estar dando solo un pequeño paseo por el lago.

En cambio, al príncipe le cuesta un poco subir. Con mucho más esfuerzo, llega por fin, un poco agitado y con las mejillas levemente rosadas. Y ve ahí, a Merlín, recostado de nuevo, pero un poco más delgado y no sabe si es porque hace 5 días que no comía nada o simple paranoia suya.

Se acerca lentamente a él, se acerca como si estuviera a punto de acercarse a un acantilado en donde se puede caer a la muerte.

Tiene miedo, porque aún duda un poco si esto que hace es lo correcto, porque cualquiera podría decir que es un solo beso, pero para él era más que eso. Para él era admitir un sentimiento, hacerlo notorio cuando nadie tendría que verlo, cuando su padre le había prohibido y hablado sobre esa enfermedad de amar sin pensar en la posibilidad de procrear, de lo mal que está querer a un hombre siendo hombre o amar a una mujer siendo mujer.

Pero a él no le gustaban los demás hombres, ni las mujeres. Ni siquiera sentía atracción por esta criatura, que, sin duda era bellísima.

Ella era hermosa, pero...

Él pensaba que esto más bien era exclusivamente algo de Merlín. No le gustaba nadie que no fuera él.

Creyendo que ya bastaba de tanto pensamiento, quemó todo ello, dejando su mente en blanco y dejando ir todo el nerviosismo en un suspiro.

Se acercaba más, y desenvainó la espada, porque algo le decía que la aguana estaba lista para atacarlo.

Se acerca más e inclina el rostro, siente pasos ir más hacia él y cierra los ojos, los aprieta de hecho. Siente la respiración de Merlín, muy cálida y suave, vuelve y se va en un ritmo calmado, muy contradictorio a lo que hace su propio corazón. Quiere pensar un poco más si lo que está haciendo es correcto, pero ya no puede, en su mente ya no queda nada, que no sea el deseo infinito de conocer la sensación del choque entre sus labios. De querer comprobar si eran tan suaves como se había imaginado siempre.

Por fin, se acerca, y se queda ahí por horas que en realidad fueron un eterno segundo. Fue un pequeño choque, como cuando pegaba su boca a su copa -educadamente- para beber. Y bebió, se tragó el miedo, la duda, el orgullo y liberó sus sentimientos, todo el cariño que nunca pudo profesar abiertamente. Todo fue tan suave como una caricia de viento, fue cálido como una fogata de invierno.

Se separa y abre los ojos lentamente. Sonríe apenas perceptible, algo que pronto se vuelve una mueca dolorosa al sentir ardor punzante en su hombro derecho.

Miró hacia atrás, tomando su espada ágilmente, blandiéndola hacia aquella criatura que, tenía ahora garras afiladas y un rostro de ira incontenible.

Arthur estaba herido, pero también listo para atacar.

—Ya lo hice...ahora también le he...besado —dice dándose cuenta de sus palabras, sintiéndose extraño, pero como el guerrero que es, no se deja distraer por eso y se concentra— Bien, ahora, ¿no significa eso que ya no es tuyo?

—¡Él es mío! — Y en un acto tan rápido que Arthur apenas pudo seguir, le da un zarpazo profundo en el pecho, que le hace sangrar y doblar de dolor.

— ¡Arthur! —Escucha a lo lejos, una voz bastante conocida para él, esforzándose por ser más firme.

—¿Merlín? —Pronunció en un quejido.

La aguana voltea para encontrar aquella voz. Viendo a Merlín levantado aún con rostro cansado y con postura no tan fuerte.

— ¡Imposible! —Dice la aguana, acercándose rápidamente hacia Merlín-. Querido, querido, recuéstate que has estado enfermo por mucho tiempo.

— ¡¿Qué le has hecho?! —Le recrimina notando que Arthur estaba herido.

— ¿Importa, acaso? Eres mío y yo soy tuya, estaremos juntos por la eternidad.

Merlín apenas entendiendo a qué se refería, en dónde estaba, porque Arthur estaba ahí, este último le dijo todo...

—Merlín, ella es una aguana. Enfermó a todos los que tuvieron contacto contigo y ahora están en peligro. Gaius está en peligro...y —la aguana se acercaba amenazante hacia él. Rápido, muy rápido. Pero él -aun con dolor- siguió hablando— ella te durmió o algo, estuviste inconsciente por cinco días... Merlín, dile que no le perteneces.

Merlín quedó analizando la situación aún, si ella era una aguana, entonces Arthur estaba también en peligro. Por fin se despabila y aunque aún con esfuerzo, le grita a la criatura.

—¡Oye! déjanos ir. ¿Cuándo te he dicho que te pertenezco? No es así, no le pertenezco a nadie.

La aguana le ve muy dolida, y va con él lentamente, mientras va mostrando su verdadera forma, una cosa monstruosa de piel grisácea, boca grande llena de colmillos, sin nariz, con garras afiladas y ojos completamente negros y furiosos.

Merlín retrocedió.

—Tú eres mío.

Merlín seguía retrocediendo y estando a punto de usar su magia, Arthur tomó ventaja del descuido de la criatura. Tomó su espada y con sigilo se acercó a ella y atravesó a la aguana por el pecho. Ella soltó un chillido antinatural y tan fuerte que tuvieron que tapar sus oídos con ambas manos. Todo cesó cuando ella padeció por completo.

Arthur enfunda su espada y camina hacia Merlín.

—Bienvenido a la vida.

—No estaba muerto.

—Parecías —Merlín sonríe y asiente un poco, viéndolo sutilmente.

—Gracias.

—No fue nada —mira hacia la criatura.

—Pero tus heridas... —y calla, al ver que, todo estaba bien, no había ni muestras de sangre, ni la ropa rasgada, no había nada.

—Al parecer desaparecieron junto con ella.

—Al parecer es así, ¿seguro estás bien?

Arthur mira hacia el horizonte y sonríe levemente.

No se sentía para nada enfermo, nada le dolía, nada le aquejaba, es más, se encontraba de buen humor. Definitivamente no se sentía enfermo. Besar a quien quería no le hacía sentir así. Entonces asintió

—Sí, me siento muy bien.

Ella era muy hermosa...pero no era Merlín

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top