Luz de sol

Gaius estaba radiante esta tarde, se veía con buen ánimo. Con sonrisa de lado a lado, agradece por tener su salud de vuelta e inmediatamente y antes de hacer cualquier otra cosa, aprovecha para revisar a Merlín.

Se sorprende al no verlo ahí, en espera de que sea porque también ha sido sanado, lo llama por su nombre, pero nadie responde.

Unos instantes después, la puerta principal se abre y Gaius no puede estar más feliz al ver a Merlín completamente saludable, despierto y con colores en su rostro.

— ¡Merlín! —exclama con alegría y va a paso lento hacia él para abrazarlo. Merlín se deja hacer. —Ah que muchacho, ¿qué hiciste esta vez?

Merlín ríe y se separa de ese abrazo tan cálido.

— ¿Por qué supone que hice algo? —Gaius alza una ceja, mirándolo serio. Merlín sabe que eso significa que no tiene opción más que hablar—. Yo no sabía que era una aguana, yo solo quise ayudar.

El hombre anciano asiente, le palmea el hombro a Merlín y se dirige hacia sus pertenencias, en aquella mesa principal donde había toda clase de instrumental y cosas extrañas de las que solo él conocía su función.

El chico continúa:

—Gaius... —Merlín se gana un "uhm" como respuesta—, gracias por haberme cuidado y...lamento que hayas enfermado por mi culpa, no tenía idea que eso podía pasar.

—Tú mismo lo has dicho, no sabías que pasaría, solo querías ayudar —le regala una sonrisa, y es correspondida. Todo parece estar bien— olvídate de eso, mejor ayúdame a limpiar, dejaron un desastre aquí.

Merlín obedece y aprovecha para contarle a Gaius todo lo que pasó, según la versión que Arthur le había contado a él.

Gaius está recogiendo los libros que el príncipe Arthur no tuvo decencia de acomodar. En el acto, encuentra uno de esos libros abierto de par en par en una página que especifica toda información sobre las aguanas. Lee por curiosidad y ya casi en el último párrafo cierra el libro quedando con una duda inquietante, también le recuerda que tiene una conversación pendiente con Merlín.

—¿Dices que despertaste, así, de la nada?

—Sí. Cuando lo hice Arthur estaba herido, ¿por qué pregunta?

—Me parece extraño que la criatura te haya despertado. No tiene mucho sentido.

—Lo mismo pensé, era obvio que me opondría a "pertenecerle". Pero Arthur dice eso, que ella me despertó. —Merlín nota la duda en el rostro de Gaius, se detiene en sus quehaceres y le mira fijamente— ¿Pasa algo?

Gaius piensa pronto en que, aquella suposición que ahora tenía en su mente, podría hacerle daño a Merlín, por darle material para una ilusión. Pero ya es muy tarde, Merlín es terco y sabe que su mentor oculta algo y que ese algo está en el libro que ahora el anciano mantiene seguro entre sus manos.

Veniadme —por solo milésimas de segundos, sus iris se iluminan en dorado y en casi el mismo tiempo, el libro se arrebata de las manos del anciano, para pasar a las de Merlín.

— ¿Qué te he dicho de usar magia innecesariamente?

—Oh, esto es muy necesario, sé que me ocultas algo —ahora pronuncia: "ostendete", y su magia hace que el libro se hojee solo, hasta parar en la página que Gaius estaba leyendo.

Encontró lo mismo que el anciano, (que no se esforzó por detenerlo, pues, sabía que era inútil hacerlo), solo información sobre aquella criatura que le raptó, eso y algo más en los últimos párrafos.

Lee interiormente: "(...) Aunque extraño, las aguanas pueden considerar a ciertos humanos como objetos y declararlos su propiedad. Un beso de la criatura puede ser suficiente para que el humano le pertenezca (...)"

—Gaius, yo no la besé —. Frunce el ceño disgustado y sin esforzarse por ocultarlo. Gaius se ríe.

—Nunca dice que el humano debe estar consiente. Debió hacerlo mientras dormías —. El hombre mayor suspira, porque si Merlín no era demasiado lento, en cuestión de minutos tendrían una conversación importante.

—...Pero —Merlín comenzó a analizar la información—...en la conversación que tuvimos hace rato, ¿no me había dicho que probablemente, para salvarme, tenían que demostrar que no le pertenecía? Y para hacer eso, y por lógica, tendrían que hacer lo mismo que la aguana para "reclamarme" —dijo lo último en voz fastidiada, no es como que le gustara hablar de si mismo como si fuera objeto.

Gaius solo asiente, sin decir nada. Ante eso, el joven mago re-analiza sus propias palabras y ante una nueva conclusión, abre los ojos como con espanto.

—¿Está...está insinuando que Arthur me besó?, ¿por eso desperté?

—No estoy afirmando nada, es una suposición solamente.

—Pero...si no lo fuera, Gaius, si no lo fuera —e inmediatamente una sonrisa divina creció en su rostro, una sonrisa con éxtasis de esperanza y ensoñación. Se veía tan feliz por la posibilidad, que Gaius se sintió mal por querer bajarle del cielo que se estaba creando.

—Pero si no lo fuera, no cambiaría nada, si lo hizo seguramente solo fue para poder salvarte —Y así como apareció la sonrisa, así también se fue. El anciano suspira, sabe que es hora y Merlín también lo sabe. Agacha la mirada esperando el golpe y llega, directo al pecho: — ¿Estás enamorado?

—Sí... ¡No!

— ¿Sí?

—No, he dicho que no.

Y ambos quedan en silencio. Merlín planeando un escape y Gaius preparando el siguiente golpe:

— ¿Del príncipe Arthur?

—No...sí, de él. —confiesa por fin, y levanta su rostro, deja ver aquellos ojos azul espejo de cielo, en el que quiere llover— pero es tan...doloroso hacerlo, ya no quiero hacerlo. Suficiente tengo con guardar un secreto tan grande, otro más, igual de grande, es...es mucho y no puedo.

—...Merlín —sin saber muy bien que decir, solo se acerca a él para abrazarlo de nuevo, esta vez ya sin una sonrisa.

—Esa fue la segunda razón por la que me mandó aquí mi madre ¿no?, porque descubrió que me gustaban los hombres y no quería que sufriera allá. Gaius, ahí se exilia a las personas que aman a quien supuestamente no deberían de amar.

—...Merlín —inspira hondo—...Merlín, aquí también se hace lo mismo.

—Lo sé. Aun no entiendo por qué es tan malo decidir a quien querer.

Merlín aprieta en sus puños la tela de las vestiduras de su amigo, en medio de aquel abrazo y todo queda en silencio entre los tres presentes: Merlín, Gaius y un curioso príncipe que ha escuchado todo a través de la puerta principal.

Arthur solo tenía intención de ir por Gaius (en petición del rey, que quería hablar con él), en cambio, la conversación al otro lado de la puerta llamó su atención al escuchar su propio nombre, seguido de la palabra "besó" y "desperté". Ahora, se fue de ahí con la cabeza aturdida y tratando de poner todos sus pensamientos en orden.

Merlín estaba enamorado de él y saberlo le hacía feliz, aunque se supone que no tendría que sentirse así. Su corazón se sentía más vivo que nunca, pero su mente era todo un embrollo, una batalla entre lo que quería y lo que debía.

En estas épocas del año, los días eran fríos y nublados, pero en la imaginación del joven príncipe, en medio de toda esa guerra mental, había un espacio tranquilo iluminado por la luz del sol, donde se imaginó por pequeños instantes siendo libre junto a Merlín, mostrar quienes eran sin temor y siendo el ejemplo de amor verdadero. Por un momento, todo eso le supo a esperanza.

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