𝘁𝗵𝗿𝗲𝗲. angel

003. ┊໒ ⸼ | 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗧𝗛𝗥𝗘𝗘 | 🐝•˖*

❛ 𝖺𝗇𝗀𝖾𝗅 ❜

Malia se había dado cuenta de que buscar un departamento, mudarse y seguir cumpliendo con todas sus tareas en el hospital era algo muy complicado. Así que probablemente, en un futuro cercano, aún seguiría en el apestoso remolque de su hermano. Ella sabía perfectamente que podría conseguir un departamento, incluso una casa, si hiciera una llamada, pero no quería. Se prometió a sí misma salir adelante por su propia cuenta, y eso hará.

Así que no se va a desanimar, menos hoy, que camino al hospital escuchó algo relacionado con muerte, sangre y muchos heridos. Una extraña carrera mortal que se lleva a cabo cada año.

─ Jefe, la carrera de muerte empezó hace veinte minutos ─informa Bailey, mientras sus internos le seguían el paso, o trataban. Era increíble la manera en que aquella mujer tan bajita podía caminar tan rápido.

─ ¡Oigan todos! ¡Es el día de la carrera de la muerte! ─informa el jefe a todo su personal.

─ ¿Qué rayos es eso? ─preguntó Alex, poniéndose justo entre Malia y George, quienes antes de eso estaban conversando sobre qué sabores de galleta pedirían en la cafetería y cómo pelearían para poder obtener el mejor: el de chocolate con chispitas de colores.

─ ¿No lo sabes? ─inquiere Malia, quien tampoco sabe exactamente de qué se trata ─. Bueno, tampoco sé qué es, pero si tiene la palabra muerte, debe haber muchos heridos... y muertos. Espero que heridos, así puedo trabajar.

─ Ya que la señorita acabó con su felicidad por los heridos ─suelta George mientras ayuda a su amiga a atarse la bata desechable ─, explico que esta es una carrera clandestina en bicicleta: Bar Carrera de la Muerte.

─ ¿Por qué ponerle un nombre tan horrible a un bar?

─ No te emociones, Nancy Drew. ─ le dice Cristina a Izzie.

─ La carrera es totalmente ilegal y...

─ Es una locura ─continúa Meredith mientras Malia le pasaba una bata ─. Mensajeros que corren contra el tráfico buscando derrotarse entre sí por tragos gratis de tequila.

─ Suena a algo que haría si tuviera tiempo.

Alex sonríe y choca los cinco con Malia. ─ Una competencia sin restricciones, ¿quién no quiere una?

─ No hay reglas en esa carrera, salvo no picarse los ojos. Eso está prohibido.

─ ¿Por qué prohíben lo más divertido?

─ A nosotros nos prohíben lo divertido, Malia. Estaremos metidos poniéndoles tiritas a unos bobos en vez de estar operando ─señala Cristina, terminándose de atar su propia bata.

─ ¿Qué tipo de persona participa en una carrera donde la única regla es no sacarle los globos oculares a otros seres humanos?

─ Los hombres, Georgie.

De pronto, todos quedan en silencio cuando la doctora Bailey anuncia que el jefe necesita a alguien en quirófano. Claramente todos levantaron la mano; sin embargo, terminan escogiendo a George.

─ Bien, las reglas de trauma: no socialicen con los internos; no saben distinguir su trasero de un esófago. Suturen rápido, den de alta más rápido; mándenlos a quirófano. Y no quiero sorprenderlos peleando por pacientes.

Apenas la doctora se fue, todos comenzaron a correr a urgencias, donde los pacientes llegaban y llegaban. Tenían mucho que escoger, pero debían hacerlo bien porque ninguno de ellos quería terminar con una simple sutura; todos estaban buscando algo que sea operable.

─ Es como un caramelo, pero con sangre, lo cual lo hace mucho mejor. ─murmura Cristina con emoción.

─ Esta es una juguetería para mí ─le sigue Malia.

─ ¡Ese es mío! ─señala Cristina corriendo hacia un nuevo paciente y siendo seguida por Izzie, quien al parecer quería al mismo.

Por otro lado, Alex y Malia detuvieron su mirada en el mismo chico... uno que tenía incrustadas tres varillas de metal en el abdomen.

─ Mío.

─ Tendrás que ganarme.

─ Siempre te gano.

─ Sobre mi cadáver.

─ Será sobre el tuyo ─terminó por decir Malia comenzando a correr.

Los dos chicos luego de llegar al mismo tiempo decidieron resolver este enredo de la manera más madura que se les había ocurrido: al azar, con una moneda.

─ Cara es mío. Cruz es tuyo.

─ ¿Por qué tú elegiste cara?

─ Por tener cara linda.

─ En todo caso me tocaría a mí cara ─señaló ella, aunque luego sacudió su cabeza ─. Dios mío, lanza ya esa moneda o te la meto por donde no te da el sol.

Malia miró cómo Alex se acomodaba y lanzaba la moneda, dejándola caer en la palma de su mano y suelo revelando el resultado para finalmente terminar con una mueca de desconcierto.

─ Cruz. Gané; ahora vete. Puedes buscar otro caso; hay muchos.

─ Entonces tú busca uno.

─ No me quedaré suturando mientras tú vas al quirófano. Es quirúrgico.

─ Es superficial; genial pero superficial.

─ No seguiré hablando contigo.

Malia giró sobre sí misma abriendo la cortina para poder atender al paciente del cual no sabía ni el nombre.

─ Si ya acabaron su discusión de pareja, ¿podrían sacarme esto y suturarme para ir a ganar la carrera?

─ Somos amigos.
─ Somos amigos.

─ No podemos sacarlo así como así... ─antes de que Malia pudiera terminar de explicarse al chico que necesitaba tratamiento, Alex le estaba sacando sin temor alguno las varillas de metal.

─ ¡Estás loco!

─ ¡Es superficial! ─le gritó él mostrándole cómo el paciente aún seguía vivo luego de sacarle todo lo que tenía incrustado en su abdomen ─. Sutúralo y deja que acabe la carrera.

─ Buen hombre.

─ Idiota; igual que tú.





















─ Tienes buena mano... y por cierto, eres todo un bombón.

Malia, a propósito, hizo que la última puntada fuera la más dolorosa posible, porque no era la primera vez que este chico coqueteaba con ella; durante todo este tiempo lo había hecho.

─ ¿En serio crees que tendrás una posibilidad?

─ Siempre me gusta pensar que hay posibilidades.

─ Bueno, si tanto quieres una cita con este bombón, deja que te haga algunas pruebas antes de irte. La harías muy feliz.

─ Lo siento, ángel, debo volver a la carrera.

─ No creo que puedas ganar.

─ Eso no significa que no pueda cruzar la meta. Hay una fiesta ahí, ¿quieres que vayamos?

Malia enarca una ceja mientras termina de colocar la venda sobre la herida recién suturada.

─ Ya te dije mis condiciones.

─ Bueno, no puedo. Me tengo que ir.

─ Bueno, entonces tendrás que firmar un documento que indique que esta linda doctora no fue negligente y te dejó ir porque quería.

─ Y te dejaré mi número justo abajo de mi firma.

─ Como dije, ángel, haré todo lo que tú quieras. ─ se dice, acercándose mucho a ella.

Malia frunció el ceño, mirando fijamente al chico.

─ ¿Por qué me dices ángel?

─ Porque tienes cara de uno, ¿no te lo dicen muy seguido?

─ Creo que sí tienes hemorragia interna. ─ se burla ella, mientras él le quita el lapicero y los papeles que tiene que firmar.

Una vez los firma, se dirige a la puerta, mientras Malia comienza a recoger las cosas. Sin embargo, siente cómo alguien la toma de la cintura y la hace girar, y de pronto, antes de que pueda impedirlo, ya la estaban besando.

Levantan las manos, por si alguien los veía, para no tener problemas por besar a un paciente.

─ Eso fue para tener buena suerte. Y descuida, ángel, me volverás a ver. ─ por fin se va, aunque lo hace con una gran sonrisa en el rostro.

Malia ahora sí comienza a quitar el protector que había usado para suturar al hombre y básicamente limpiar todo su área de trabajo, porque al tener tantos pacientes, las enfermeras no pueden encargarse de ello, además que no le costaba nada hacerlo.

─ Dios mío. ─rueda los ojos, mientras ve a su hermano con una mirada desaprobadora.

Él entra a la habitación y la sigue mirando.

─ ¿Ahora besas a los pacientes?

─ Oh, Derek, te informo que tu hermana menor ya dio otros besos antes. Y el contrato que me hiciste firmar de no tener novio hasta los treinta y cinco lo rompí cuando tenía quince.

─ Deberías estar presa.

Suspira. ─ ¿qué quieres?

Derek se sienta en la camilla.

─ ¿En serio te vas a mudar?

─ Tengo que hacerlo, conmigo ahí no puedes llevar a tus conquistas, y yo no puedo llevar a las mías ─explica, mientras coloca los utensilios que usó en su sitio ─. Y quiero algo más cerca.

─ Sé que no ganas bien.

─ Compartiré departamento con alguien.

─ Peor, no te dejaré vivir con un extraño.

─ Derek, no soy una niña, sabré cuidarme. La decisión de mudarme ya está tomada, no hay marcha atrás.

─ Sabes, hoy estuve a punto de morir...

─ No me vengas con chantajes, conozco todos; es más, yo inventé la palabra chantaje. ─dice ella, con una sonrisa triunfante en el rostro.

Se quedó callado por un par de minutos. Malia sabía de ese silencio; él había descubierto algo, y eso le dio miedo, porque ella no había sido una santa todo este tiempo. Había cometido sus errores, entró en negocios extraños, se encontró con un secreto familiar. Podía ser prácticamente cualquier cosa.

─ ¿Qué sucede?

─ Nada.

─ Siempre haces esa cosa con la boca y las manos ─dice ella, soltando un suspiro ─. Yo también lo hago.

Derek no había descubierto nada sobre Malia, es decir, nada malo. Solo sabía que su primera opción de internado no era esta, así que no sabe cómo terminó aquí, ni tampoco cómo lo pagó. Porque no tiene cuentas pendientes con el hospital.

─ ¿De dónde sacas dinero?

─ Ahorros. ─dice ella.

─ Malia.

─ Derek, yo no cuestiono por qué no estás en este momento con Addison, ni por qué no mencionas a Mark, ni por qué saliste huyendo de Los Ángeles ─ella lucía enojada, mejor dicho, alterada ─. No soy una niña, y si me disculpas,

Se dio la vuelta, comenzando a salir de la sala, pero apenas cruzo el umbral, se choco con el doctor Thomas Braun. Así que lo que iba a ser un gran día para ella, empezo siendo el peor.





















Malia se había equivocado en una cosa: tener un mal día. El doctor Braun no había mencionado ni una sola vez su pasado (gracias al cielo), y hasta había sido amable con ella. Le dejó atender un par de lesiones, y eso la hizo sentir como una verdadera doctora, aunque fuera por unos minutos. Por primera vez en mucho tiempo, el día no había sido un desastre.

Cuando sus compañeros se acercaron con una idea loca —convencer al doctor Burke de ayudar con una cirugía para extraer órganos de un paciente con muerte cerebral— no dudó en unirse. Claro, su papel consistía en algo tan simple como interrogar a su hermano para descubrir cómo persuadir a Burke. Nada que no pudiera manejar.

El plan salió sorprendentemente bien, cada quien se llevó su parte del mérito, y después se fueron a descansar... al menos por una hora, porque el segundo día de la "carrera de la muerte" los esperaba. Así llamaban a esos turnos interminables llenos de casos urgentes, de gente que parecía competir para ser el paciente más complicado.

Mientras caminaba junto al doctor Braun, que leía expedientes como si fuera lo más interesante del mundo, Malia trataba de no pensar en lo poco que había dormido.

─ ¿No hay casos? ─preguntó, medio esperanzada.

─No en mi área ─respondió Braun, con una sonrisa que no combinaba con el agotamiento del hospital ─. Pero ayer fue divertido. ¿Quieres ir al bar después de...?

La frase quedó inconclusa para Malia. Algo al final del pasillo atrapó su atención. Viper.

El hombre al que había atendido el día anterior estaba ahí, pero algo estaba muy mal. Su piel estaba pálida, casi translúcida, y su postura tambaleante hacía evidente que no estaba bien. "No vendría aquí si no estuviera muriendo", pensó, y dejó atrás a Braun sin decirle nada. Corrió hacia él.

─¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?

Viper intentó responder, pero en lugar de palabras, lo que salió fue sangre. Tosió tan fuerte que parecía que iba a partirse en dos, y antes de que Malia pudiera reaccionar, colapsó frente a ella.

─¡Mierda! ─exclamó, arrodillándose a su lado.

Su mente empezó a trabajar a toda velocidad. Miró a su alrededor buscando ayuda, pero el pasillo parecía un escenario congelado. Ella misma revisó las pupilas de Viper y palpó su cuello buscando el pulso, pero luego se dio cuenta de lo obvio. Levantó la camiseta del hombre y confirmó lo que temía: una herida abierta. Algo interno estaba fallando, y estaba fallando rápido.

─ ¡Necesito ayuda aquí! ─gritó.

En cuestión de segundos, enfermeras y su compañero Alex aparecieron para asistirla. Subieron a Viper a una camilla, pero Malia no iba a quedarse atrás. Se subió sobre la camilla, presionando la herida con ambas manos para detener la hemorragia. La sangre tibia empapaba sus dedos, pero ella no soltaba.

─ ¡Llamen al quirófano! ¡Díganle a la doctora Bailey que vamos para allá!

Alex, claramente molesto, la miró mientras empezaba a empujar la camilla.

─ ¿Sabes que te van a gritar, verdad? ─dijo, mientras esquivaban a una enfermera que apenas alcanzó a apartarse.

─ ¡Alex, empuja! ─gritó Malia, sin molestarse en responder su comentario.

─ ¡Estoy empujando! ¡Pero si atropello a alguien, tú explicas!

El caos se desató en el pasillo. Camillas, carritos de medicamentos, personal distraído... todo parecía un obstáculo en su camino al quirófano. Pero ni Malia ni Alex se detuvieron.

─ ¡Cuidado! ─gritó una enfermera cuando Alex casi la atropella.

Cuando finalmente llegaron al quirófano, la doctora Bailey estaba ahí, esperándolos con su habitual mezcla de calma y autoridad.

─¿Es nuevo? ─preguntó, mirando a Viper, pero luego sus ojos se clavaron en Malia, que seguía sobre la camilla ─. Y bájate de mi paciente.

Alex extendió las manos para ayudarla a bajar.

─ ¿Siempre haces esto?  ─bromeó él ─. Podrías competir en rodeo.

─ ¡Cállate! ─respondió Malia, mientras sus pies tocaban el suelo.

Bailey no tenía tiempo para bromas.

─ Malia, lávate. Alex, vuelve abajo.

Alex resopló.

─ Yo ayudé, Malia lo sabe.

Bailey lo fulminó con la mirada. ─ En el sótano me dicen que sólo quieres aceptar los casos buenos. En cada grupo de internos siempre hay uno tonto.

─ Si, tu ganaste la medalla, puedes irte.

Malia no pudo evitar una risa ahogada, pero se arrepintió al instante cuando Bailey la miró

─ ¡Malia! ─le gritó.

─ ¡Ya me voy a lavar! ─respondió ella, levantando las manos en señal de rendición antes de salir corriendo al lavabo.





















Malia había terminado su turno y se sentía como si acabara de salir de una guerra. Se había quitado el uniforme y, por primera vez en semanas, tenía un día libre al día siguiente. Era como si los cielos se hubieran abierto y la doctora Bailey hubiera sido la enviada divina para otorgarle descanso.

Tenía que buscar un lugar donde vivir. No podía seguir con su hermano, no después de soportar verlo enredado con Meredith. Esa situación era incómoda, absurda. No porque no le agradara Meredith, al contrario, era una persona muy linda...pero Derek seguía casado.

Estaba absorta en sus pensamientos cuando, de repente, un grupo de personas apareció de la nada. Antes de que pudiera reaccionar, la levantaron como si fuera un saco de papas.

─ ¡Oigan, suéltenme! ─protestó, pataleando ─. ¡Esto es secuestro!

El grupo ignoró sus amenazas y la llevó a una habitación. Cuando finalmente la dejaron en el suelo, notó que todos la miraban con sonrisas emocionadas.

─ ¿Qué está pasando? ─preguntó, mientras uno de ellos le colocaba algo en la cabeza.

─ Es una aureola ─explicó Viper, su paciente del día anterior, mientras se inclinaba teatralmente ─. Una foto con el ángel que me salvó.

Malia se tocó la cabeza, sintiendo la diadema barata. ─Técnicamente, fue la doctora Bailey quien...

─¡Qué modesta! ─la interrumpió Viper con una sonrisa que habría derretido corazones... en otro contexto ─. Eso solo te hace más angelical.

Antes de que pudiera corregirlo, una mujer corrió a colocar una cámara al otro lado de la habitación.

─ ¡Sonrían todos! ─dijo, mientras programaba el temporizador.

Malia, atrapada en el centro del grupo, intentó sonreír con naturalidad mientras pensaba que esto definitivamente entraría en el top cinco de momentos más extraños de su vida. 

Cuando terminó la sesión de fotos, uno de los amigos de Viper le extendió una fotografía recién impresa y un marcador.

─ ¿Nos das tu firma, ángel?

─ Por favor, no vayan a venderla en eBay. ─bromeó, mientras firmaba y dibujaba un pequeño aro sobre la "A" de su nombre.

Después de despedirse de ellos, Malia escapó del cuarto antes de que alguien pidiera otra sesión de fotos. Pero al girar una esquina, vio a Cristina Yang caminando hacia el estacionamiento. 

─ ¡Hey, Yang! ─llamó Malia, trotando para alcanzarla.

Cristina se detuvo y giró lentamente, con una ceja arqueada.

─ ¿Qué quieres?

─ Hola a ti también. ─respondió Malia, cruzándose de brazos.

─ Ah, vienes por la oferta de negocios. ¿Lo pensaste o no?

Malia suspiró y fingió deliberar, solo para molestarla un poco.

─ Acepto, pero, ¿cuando buscaremos departamento?

─ Ahora.

─ Estas loca.

─ ¿Tienes algo mejor que hacer? ─preguntó Cristina, ya revisando los números de departamentos que ya había anotado previamente.

Malia negó con la cabeza. ─ Creí que tendrían un plan más elaborado, calendarios y cosas así.

─ Este es el plan. ¿Vienes o no? 

─ Definitivamente me voy a arrepentir de esto... ─murmuró Malia, corriendo para alcanzarla.

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