Capítulo 05

Anteúltimo capítulo
* * *



























—Al fin llegas, Joseph. Te hemos estado esperando —es lo primero que dice Robert.

—Muy pronto tendremos ese dinero, ya lo verás.

—Esto es lo que haremos: Nosotros rodearemos a los sujetos que son en total diez, y tú te acercarás a tomar la bolsa. —Ajusta las balas de su arma—. ¿Has entendido?

—Sí, estoy de acuerdo. En el momento en que intercambien, yo procederé. No te preocupes.

—Y nos encontraremos en este mismo lugar. No quedará persona con vida. Acabaremos con todos. Es probable que la policía se dé cuenta de todo esto.

Todos concuerdan y comienzan a separarse, mas Robert habla a dos de sus compañeros y les dice que estén cerca de Michael, que lo vigilen pero que no estén al alcance de su vista, como si no estuviesen. Ellos obedecen y todos se dispersan para rodear a los tipos que ríen y fuman de sus habanos. Michael solo se concentra mientras levemente el sudor se desliza con sutileza sobre su frente. No debe luchar con un solo rival, sino que con dos. Con los de Robert y con los de Wilson. Sin embargo, está decidido a conseguir ese dinero para Emma. No hay peros que valgan. Solo quiere esa bolsa, y más aún, lo que esconde dentro.

Camina rumbo hacia Wilson mientras no pierde la vista en ningún instante hacia su alrededor, listo para disparar en cualquier momento a cualquier persona que se interponga en sus planes. Hay mucha oscuridad y dos edificios abandonados que esconden a los sujetos que están por quedar en acuerdo, pagando para que haya paz entre sus grupos. Se trata de Wilson con Henderson. Dos hermanos del mismo padre que han estado en desacuerdo durante años.

Sin que se den cuenta, de a poco sus compañeros van desapareciendo por causa de Robert. Wilson y su hermano terminan quedándose solos mientras que los demás son arrastrados muy lejos del lugar. Michael sale de su escondite que era detrás de un depósito de basura, y apunta hacia la cabeza de Henderson quien tiene la bolsa entre sus manos. Los dos dejan de sonreír.

—Entrégame esa bolsa, sin rodeos, o acabo contigo ahora mismo. —Y cuando Wilson está por sacar su arma, Robert apunta la nuca de él y lo calla al instante—. Hazlo. ¿Qué esperas?

Sostiene su arma con ambas manos, esperando a que el sujeto se dé vuelta o haga algo para entregar ese dinero. Pero no hace nada. Ambos hermanos se quedan quietos y en silencio.

—He oído de ti, Joseph —dice, de pronto—. Y te he estado esperando para vengar a Patrick. —Entonces, él no sabe qué decir, a qué se refiere—. Patrick, a quien dejaste en las manos de los policías. Me pidió tu vida. Y... ¿cómo vendría con tan pocos?

Sucede que hombres surgen de los edificios, apuntando a Robert y a Michael. Algunos bajan de las escaleras exteriores sin dejar la mira en él y en su aliado desechable.

—Ya puedes bajar el arma, Joseph —le dice y es cuando no sabe qué hacer. «¡Podrías morir!», recuerda y cierra sus ojos. «Te espero en el baile, por favor, no te tardes...». Perdóname, Emma, pero nuestro destino no está en mis manos.

Robert deja caer su alma y coloca ambas manos sobre su cabeza, sin embargo Michael no se da por vencido. Mira el depósito que está cerca de él junto a varios que están en fila en el callejón en donde se encuentran. Lo mira y luego mira la nuca de Henderson.

—Puedo bajar el arma, pero no lo haré —dice él para disparar y correr con una gran agilidad hacia el depósito para esconderse. El cuerpo de Henderson cae en el suelo. Su cabeza despide gran cantidad de sangre. Los hombres comienzan a disparar aunque ya no tengan jefe. Todos están dominados por el contenido de esa bolsa. Michael fue tan rápido para tomar la bolsa, disparar y esconderse porque piensa solo en su mujer, en hacerla feliz, nada más. Y agradece a Dios de que lo haya ayudado.

—Desgraciado —masculla Robert y los hombres de Henderson lo liberan para ir tras Michael. El sujeto desechable no pierde el tiempo y se va con sus hombres y sus perros entrenados para buscar a Jackson por donde quiera que esté.

Michael logra escapar del callejón y en ningún instante deja de correr por la calle. Maldice por no recordar dónde ha dejado el auto. Corre y corre, pero parece adentrarse cada vez más a un laberinto sin salida, un laberinto cuyos divisores parecen ser eléctricos y peligrosos, e incluso mortales.

Ahora voy a la fiesta, piensa para sí. Corre y corre, pero no consigue nada. Cuando se encuentra entre cuatro calles, ve la entrada a las alcantarillas. Observa su alrededor y, entre dientes, decide abrir y entrar a ese lugar para esconderse.

¡Jackson, ya no hay trato —escucha exclamar a Robert—, todo el dinero es mío! ¡Aparece ahora mismo!

—No puede ser, ¿está contra mí? —pregunta. Hay más gente buscándolo, como si el grupo de Henderson y el de Robert se hubiesen unido contra él. Traición..., piensa. Sin embargo, ¿tiene derecho a quejarse? Si todo hubiese salido bien, él mismo hubiese dicho: «Todo el dinero es mío».

Ve a los sujetos correr y las sombras se posan sobre sí. Mas luego decide sacar la entrada a las alcantarillas para luego asomarse y ver si hay alguien cerca. Cuando ve que no, sale de él y continúa corriendo. Ya voy, Emma.

Comienza a correr, y escucha mientras tanto—; ¡Ya te he visto, Joseph!

Mira hacia atrás y luego hacia adelante. Entra hacia un almacén abandonado con muchos nervios y rapidez, y encuentra un buen escondite para la bolsa. Ahora lo que debe hacer es llegar a la fiesta y recoger esto cuando haya perdido a los sujetos. Con paso apresurado, continúa con su escapatoria y ubica su auto.

No obstante... ladridos furiosos se escuchan desde atrás. Los perros han sido soltados. Él corre con todas sus fuerzas, pero parece inútil porque llega a ver casi a sus lados a los canes. No importa, él sigue y pisa varios charcos de agua. No me importa. Si me atrapan, no lo harán conmigo rendido. Debo llegar a Emma.

Le causa algo de pena, pero debe hacerlo. Saca el arma del bolsillo interior de su saco y comienza a herir a los perros en partes de poca importancia pero que ocasionen una herida que los detengan, sin causar su muerte.

Sube a su auto. Sus manos tiemblan a la hora de introducir la llave. Logra hacerlo, enciende el motor y empieza a conducir. Su auto "nuevo" recibe algunas balas que le hacen perder un poco el control. Gira a la izquierda y mira su reloj. La fiesta ya ha comenzado. Emma debe estar esperándolo.

Ya está hecho.

Gira una vez más con toda velocidad y parece que ese vehículo quiere resbalarse y dar vueltas hasta quedar al revés para luego explotar por la gran velocidad que se está utilizando. Pasa los semáforos que intentan detenerlo, y escapa de varios intentos de choque contra otros autos que estuvo por tener a causa de su velocidad.

Ya ubica el lugar con gente sonriente en la entrada.

Ingresa al estacionamiento y toma el traje que tiene en su maletín. Un traje blanco al igual que un sombrero y unas medias, una camisa celeste y zapatos. Mira su reloj y reprocha por llegar tarde. De prisa, baja y entra. Varias personas quieren saludarlos, pero él busca a Emma. La busca y la busca, y es la única que lleva aquel color que resplandece en el lugar, aquel color tan llamativo... tan atrayente que luce tan bien en ella. Corre y rodea su cintura.

—Emma, escúchame.

—¡Llegaste! —irrumpe y lo abraza con felicidad. Mas él ve algunas personas caminando sospechosamente entre la gente. Se alarma.

—Emma, vámonos al centro. Bailemos y disimula.

—¿Qué?...

—Hazme caso.

Y se mezclan entre las parejas que disfrutan de la música.

—Michael, ¿por qué estás tan alarmante?

—¡Ellos están aquí, haz silencio! —le grita para ella sola y apoya su rostro sobre su hombro—. Conseguí el dinero. Debemos irnos.

—¿Los has traído? —Se separa de él—. Se supone que esta noche sería nuestra... no suya.

—Emma, por favor, vámonos. Dejemos esta ciudad y comencemos una nueva vida.

Y un sujeto apunta hacia la pareja.























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