Capítulo 04

* * *



















Ha llegado el día, lastimosamente ha llegado. Para Emma solo fueron minutos, para él fueron meses. Ella no quiere que salga de su casa y arriesgue su vida como una oveja que quiere darse a ver como una valiente al colocarse en medio de lobos feroces y hambrientos. ¡Qué arriesgado! Ya no quiere verlo así, sin embargo, lo ve pasar por el corredor. Entonces, decide seguirlo y lo encuentra en su habitación, mirándose al espejo y acomodándose el sombrero negro que lleva puesto junto a un traje completo del mismo color pero con varias rayas blancas, una corbata y una camisa que va junto a aquellas líneas. Una cinta roja llama la atención en su brazo derecho. Lo que le quiere causar un poco de gracia es que Michael lleva por encima de sus medias blancas notorias, unas telas rojas que cubren parte de su pierna y que también se dejan ver.

Vuelve a la realidad cuando lo ve girarse hacia ella.

—¿Adónde vas? —pregunta ya que parece estar listo para salir.

—Emma, no te preocupes por nada. Será mi ultima noche, lo prometo. De esta no pasa. —Y pasa por el lado de su esposa para ir al corredor otra vez, mas ella lo detiene con su voz, permaneciendo firme, dándole la espalda.

—¿Irás a traer otro maletín a casa?

—Amor... prometo que esta vez lo invertiremos, ¡ya verás! Saldremos adelante. Imagínalo. Invertir y ver que el dinero venga hacia nosotros como si en realidad tuviese patitas, como dice la gente. —Ella se queda en silencio, sin nada qué decir, luchando contra sus emociones, contra los pensamientos, contra aquel sentimiento que le grita hasta no poder: «¡No permitas que se vaya!», y sus ojos comienzan a cristalizarse—. Ya verás, cariño. Te alcanzo en la fiesta, ¿de acuerdo? Es una promesa. —Y al notar que no hay respuesta alguna, se decide a continuar con su rumbo, pero ella lo detiene otra vez, sin girarse. Y Michael vuelve a ella.

Respira hondo para luego decidirse a mirar a su esposo.

—Por favor, no vayas...

Entonces, le duele el alma ver aquel cristal de dolor sobre aquel color oscuro que posee en sus ojos Emma. Sin embargo, no planea retractarse, quiere llegar hasta el fin para conseguir todo lo que ella pueda necesitar. E incluso si en un futuro cercano decidan tener hijos. Quiere que esos futuros pequeños vivan sin qué preocuparse. Tiene que arriesgarse, eso es lo que él opina.

Esboza una sonrisa y se acerca para plantar un beso sobre la frente de su mujer.

—Ya basta, amor. Vístete, y ponte bella. Te veré en la fiesta y espero estar con la más hermosa de todas... como siempre. ¿Sí?

—Pero... ¿Por qué...? —Apoya su dedo índice sobre sus labios para callarla, los mira y los toma con los suyos suavemente. Entonces, ella disfruta de aquel gesto que alimenta un sentimiento que estaba por darse por muerto. Toma sus labios con más fuerza. Y es que ambos, en ese mismo instante, se ponen a pensar que no se han mostrado cuánto se aman desde que comenzó a involucrarse con esas personas. Sucede que Michael toma de su nuca y luego de su cintura, recordando cómo se había sentido al lado de su mujer cuando se hicieron novios, cuando se casaron, cuando comenzaron una nueva vida. Emma quiere tenerlo aquí, en su casa. Por ende, rodea el cuello de Michael para aprisionarlo en el deseo que ha surgido entre ambos. No obstante, él se aleja con suavidad.

—Yo... tengo que irme. Me están esperando.

Se miran por unos segundos, y se diría que sus ojos se encuentran dilatados por el otro por un momento, mas él se da vuelta para poder marcharse. Emma espeta—: Te veré en la fiesta, por favor, no tardes...

Él asiente y cierra la puerta.

Suspira. No puedo hacer nada para evitar esto, nada... Mientras sigamos juntos, querrá tenerme con "comodidades". No sé qué hacer para que cambie de opinión, piensa ella. Se dirige hacia su habitación y saca de la caja el vestido que le regaló su esposo. Lo mira detalladamente. Sonríe y luego de decide a tomar un baño. Entretanto, las horas pasan rápidamente, al menos a vista del ojo femenino en momentos de arreglos. Se coloca el vestido amarillo, se maquilla, se deja el cabello lacio y llama a Michael varias veces mientras viaja en el auto de su hermano menor que ha aceptado llevarla con gusto a la fiesta, con el fin de que él también pueda ingresar.

No contesta.

Él me lo prometió. Espero que no le haya pasado nada...

Guarda su teléfono.

Mientras ve las calles por la ventana, recuerda la semana de recién casados, cuando vivían en un Paraíso, cuando su matrimonio era el más bello y el más perfecto que haya existido en la tierra. Cuando él le decía que a partir de ese momento, todo lo harían juntos, todas sus decisiones tendrían la firma de ambos, que cada paso lo daban con las manos unidas. Sin embargo... Jamás visitaron Hungría como ella quería, para visitar a sus parientes muy cercanos y presentarles al nuevo integrante de la familia. Jamás cumplieron el sueño que tenían de ir a la casa de los padres de Michael los cuales vivían cerca de la playa para disfrutar de sus compañías bajo el sol y frente al refrescante mar, con una vista inigualable.

Jamás cumplieron... la promesa de estar juntos, al menos ella se siente de ese modo.

Al menos quiere tener otro recuerdo más en su pequeño álbum. Un baile, sí, un baile en la fiesta. Ambos, juntos. Mirándose. Amándose con miradas. Hablándose con toques. Expresando su amor en pasos de baile. Escuchándose con sonrisas. ¡Cómo fantasea al igual que una joven!

Mientras tanto, Michael ajusta el gatillo de su arma y lo esconde detrás suyo para luego acercarse a Robert quien ya tiene a su equipo a su lado, con cuatro perros furiosos y con correas.





































Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top