-Capítulo 3-
Me despierto al escuchar varios golpes en la puerta, froto mis ojos y me incorporo, luego observo mi alrededor y me muerdo el labio al comprobar que todo lo que ocurrió anoche no era un sueño.
—¿África? —Escucho la voz de Sergio tras la puerta.
—Voy —grito a la vez que me levanto.
Me miro al espejo y peino mi cabello con los dedos, estoy hecha un desastre. No puedo hacerlo esperar más, así que voy hasta la puerta y la abro.
—Buenos días, ¿has dormido bien? —cuestiona el chico que me rescató anoche y asiento—. He preparado el desayuno, ¿tienes hambre?
—Un poco.
—Bien, te espero en la cocina. —Sus ojos recorren mis piernas desnudas y siento que me ruborizo—. No tardes.
Da media vuelta y desaparece al doblar la esquina. Cojo la ropa que traía puesta ayer y salgo de la habitación en busca del baño.
Entro en la cocina y me siento en la barra junto a Sergio. Me ha preparado una tostada y un zumo de naranja. Empiezo a comer sintiendo su mirada, la cual me pone nerviosa.
—¿Hoy me contarás la verdad?
Casi me atraganto con la comida. Toso un poco antes de responder.
—¿Qué verdad?
—Podrías empezar diciéndome dónde vives.
—En Francia.
—Claro, y has venido a España a visitar a un tío con el que no te llevas bien.
—Sí... —Agacho la cabeza.
Suelta un suspiro, parece cansado de mis mentiras.
—¿Qué ocultas? —pregunta mucho más serio—. ¿Eres una delincuente?
—No, claro que no —respondo alterada—. ¿Por qué piensas eso?
—¿En serio lo preguntas? Soy policía, sé cuándo me están tomando el pelo, y tú —me señala con el dedo— lo estás haciendo.
Aguanto las ganas de llorar mientras miro mis zapatos. La aventura que comencé a vivir desde que me deslicé por las sábanas de Alba no está siendo muy divertida, de hecho, está siendo horrible. Puede que mi mejor opción sea volver a casa del doctor Flynn y rogarle hasta que me perdone.
—¿No vas a responder? —Agarra mi barbilla y hace que lo mire a los ojos.
—No soy una delincuente, te lo juro. —Mis ojos se aguan—. Solo quiero irme...
—No vas a irte hasta que me lo expliques todo.
Una lágrima se desliza por mi mejilla y la limpio con rapidez.
—Me he escapado de casa de mi tío porque no me dejaba salir —le cuento sintiendo como los latidos de mi corazón aumentan.
—¿Eso es todo? —cuestiona con incredulidad y asiento—. Bueno, termina de desayunar y te llevo a casa de tu tío.
—No, no puedo volver, tú no lo entiendes —hablo con desesperación—. Solo deja que me vaya.
Se queda en silencio, sin dejar de mirarme. Parece estar reflexionando sobre lo que acabo de decir.
—¿Te ha hecho daño?
—¿Mi tío? No, claro que no.
Mi respuesta no parece convencerle y aquello me pone más nerviosa.
—¿Y dónde vas a ir? —pregunta, parece preocupado.
—Eso es cosa mía.
Su mirada baja hasta mi cuello y frunce el ceño.
—¿Qué significa tu tatuaje?
Tengo tatuado «C3» en el cuello, supe lo que significaba hace un par de años, cuando por fin quisieron contármelo. Al parecer el primer intento de clonar a Alba fue fallido y Jennifer abortó a los dos meses. Luego hicieron un segundo intento, pero el clon nació con problemas y murió a los tres meses. Yo soy el tercer intento, por eso mi tatuaje.
—Me lo hice borracha, no lo recuerdo.
—No te creo nada. —Se levanta y mete su plato y su vaso en el fregadero—. No sé qué hacer contigo.
—Solo deja que me vaya —pido por segunda vez.
—Está bien, vete.
Me levanto cuando ni siquiera he terminado de desayunar y salgo de la cocina, sé que Sergio me sigue porque escucho sus pasos.
—Termina de comer.
—No tengo ganas —respondo sin darme la vuelta.
Llego a la puerta, la abro y miro al chico de ojos verdes antes de salir. Su semblante es serio, no logra decirme nada.
—Adiós —murmuro y él se queda en silencio.
Bajo por las escaleras hasta la planta baja, maldiciendo porque de nuevo estoy sola y sin cobijo. Camino hasta la puerta de salida del edificio, pero antes de que pueda llegar el portero me detiene.
—¿Eres novia de Sergio? —inquiere con prepotencia.
—No.
—¿Os habéis liado?
—¿Qué? No, ¿por qué me pregunta eso?
Da un paso hacia mí, asustándome.
—Llevo tres años enamorado de Sergio y ninguna zorra va a llegar de la nada a quitármelo.
Me remuevo en el sitio, confundida ante lo que acaba de decirme. Sé que existen personas que se sienten atraídas por su mismo sexo porque lo he visto en televisión, pero muestran una imagen muy distinta a la que me estoy encontrando. Este chico con dilatador y tatuajes no cumple con esas características. Tal vez lo que muestran los medios sea solo un estereotipo.
—¿Sergio es gay? —le pregunto, por algún motivo necesito saberlo.
—No lo sé, no creo —suspira—, pero nunca había traído a una chica a casa y eso me hacía mantener la esperanza.
«Vaya, puede que sí sea gay», pienso con desilusión, creo que lo había convertido en el protagonista de mi aventura sin darme cuenta.
—Me tengo que ir.
Salgo de allí y vago por las calles durante un rato. Mientras lo hago reflexiono qué debo hacer con mi vida a partir de ahora y concluyo que debo conseguir un trabajo para obtener dinero. El problema es que dudo que me contraten en alguna parte si no tengo identificación.
Considero seguir con la mentira de que unos chorizos robaron mi bolso y luego me invento un apellido. A partir de ahora soy África Mendoza.
Entro en un bar y pregunto si necesitan a alguien, pero responden que no. Lo intento en tres más y en el último me piden el número de teléfono. Le cuento que me lo han robado y me dan la opción de pasarme mañana.
Camino hasta que llego a un parque y me siento en un banco. Puede que duerma aquí esta noche.
Después de unos minutos una niña pequeña, de aproximadamente cuatro años, se sienta a mi lado y me mira con una sonrisa. Es hermosa, rubia y de ojos azules. Lo cierto es que siento que la he visto en alguna parte.
—Hola, ¿cómo te llamas? —le pregunto.
—Me llamo Mery —responde—, ¿y tú?
—Yo soy África. —Miro a los alrededores y al no ver a ningún adulto vigilándola le pregunto—: ¿Estás sola?
—Mi mamá se ha perdido. —Encoge los hombros.
Aguanto la risa, no ha sido su madre, sino ella la que se ha perdido.
—Te ayudo a buscarla.
—Vale.
Paseamos por el parque caminando de la mano, preguntándole a varias personas si ha visto a alguna mujer buscando a su hija. Y después de más de una hora dando vueltas sin resultados, me rindo, tengo que llevarla a comisaría.
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