No soy tu superhéroe

Con un crujido asqueroso y satisfactorio, su espada se clavó en el tórax del hombre. Podía ver que había perforado con éxito entre dos costillas y que la hoja dividía limpiamente la aorta. Su otra espada se había clavado un poco más arriba y atravesaba la tráquea. Los ojos del hombre estaban muy abiertos y lo miraban con miedo, pero no salió ningún sonido de sus labios.

Tan limpiamente como habían entrado, las espadas salieron. El cuerpo aterrizó con un ruido sordo y se quedó inmóvil, indicando que su trabajo estaba hecho. La sangre manchó la fina alfombra, y es probable que se le haya escapado un escalofrío.

Tendría que ocultar el cuerpo antes de que alguien lo viera. Tan solo era un pobre hombre (con su buena plata y cierta influencia en el mundo de los negocios) que había tenido la mala suerte de perjudicar a un empresario muy poderoso. El millonario no había especificado los motivos, casi ningún cliente lo hacía. Pero pagaban bien, y había aprendido a la larga que siempre es mejor mantenerse al márgen de la vida personal de sus víctimas.

«Tal vez el señor Danzo quiera el cuerpo».

No iba a mandarle un mensaje y preguntarle "Disculpe, señor Danzo, ¿Le parece que lleve el cadáver de Sarutobi a su casa, así lo tiene exhibido en la entrada?"

Tal vez Orochimaru le servirían sus órganos para venderlos en el mercado negro.

No estaba muy lejos del lugar, y estaba oscureciendo, por lo que no sería muy difícil ocultarse. Tendría que transportar el cuerpo con cuidado, pero si le le rompía uno o dos huesos...

Por suerte el cuerpo no era muy grande ni muy pesado. El hombre ya era viejo, así que no estaba seguro de si le serviría a La Serpiente. Antes de cerrar el bolso, le sacó el anillo que su cliente había pedido como prueba de su trabajo. Era viejo, de madera con una piedra roja. Elegante, reconocible y discreto a la vez.

Llegó al lugar rápido, y La Serpiente estaba frente a su mesa de trabajo cuando entró. Había un olor a piel de reptil y a cuerpos muertos. Unas luces fosforescentes iluminaban las partes humanas y los fetos de prefería no saber qué que flotaban sobre un líquido viscoso. Orochimaru ni siquiera lo saludó cuando se percató de su presencia.

—¿Otra pieza?—Se relamió los labios con su lengua larga y miró el bolso con esos ojos reptilianos que dejaban en evidencia que no era del todo humano.

—Esta es un poco más barata, no te va a servir tanto—dejó el bolso sobre la mesa y esperó.

—Me gustaría verte el rostro en algún momento—dijo Orochimaru mientras revisaba el cuerpo—. No es justo que sepas mi identidad y dónde está mi base, y que lo único que vea de ti sea una estúpida máscara y una capucha.

—Es más seguro así—Neji limpió la sangre de sus espadas mientras el otro terminaba de examinar el cuerpo, que ahora estaba sobre una de las mesas. Cuando enfundó su segunda katana ya limpia, señaló el bolso que había en una esquina, en el que trajo su anterior víctima— ¿Me lo puedo llevar?

—Claro, ¿No necesitas nada más del cadáver?

—Ya tengo todo lo que necesito, gracias.

Orochimaru le entregó un fajo de billetes. Luego de contar el pago, se dirigió a la salida.

—Buena suerte... espero que me traigas otra mercancía pronto.

El mercenario abandonó el lugar. Tenía que ir con Danzo para entregarle la prueba y recibir la segunda parte del pago. El hombre era bastante mayor, aunque no tanto como Sarutobi, vivía en una casa grande pero discreta a las afueras de un barrio de clase media alta en el área este de la ciudad. Saltó sobre varios techos sin mucho esfuerzo, tratando de llegar lo más rápido posible. Tenía su vista alerta y había configurado sus audífonos de forma que no bloqueaban tanto el ruido, en caso de cualquier amenaza.

Estaba a unas cuadras de la casa de Danzo cuando su mejorado sentido del oído captó algo. Una pelea. Discusiones. Golpes.

«No debes intervenir. No eres un superhéroe, eres un asesino»

Vio de reojo que tres chicos altos estaban golpeando a un niño mucho más delgado. Lo tenían contra la pared de un callejón. Uno de ellos tenía un fierro en la mano. Si lo seguían golpeando lo podían matar.

«La gente muere todos los días. Eres en parte responsable de eso»

Le llevaría menos de un minuto intimidar a los chicos.

«Danzo está esperando»

No se dio cuenta de a donde lo llevaban sus pies. Antes de poder reflexionar un poco más, estaba parado en el borde del techo de uno de los edificios que rodeaban el callejón. Observó la escena durante unos diez segundos antes de bajar ágilmente y pararse sobre el alfeizar de una ventana del segundo piso. Los chicos no lo notaron al instante.

—¿Qué están haciendo?—los dos se dieron vuelta y tardaron un momento en localizarlo. Sus ojos se fijaron inmediatamente en la espada que traía en la mano y el que sostenía al cuarto chico se alejó de él como si su tacto quemara—. Voy a contar hasta uno para que vuelvan a casa y no se acerquen nunca más a él.

El de la derecha se quedó en su lugar apretando los puños. El de la izquierda evidentemente estaba a punto de salir corriendo y el del medio estaba paralizado.

—Vámonos...—dijo el de la izquierda, tirando del brazo de su compañero.

—No te tengo miedo—lo desafió el otro, aunque su voz chillona delató que no estaba muy seguro. Neji pudo ver algo distinto en sus venas, algunas eran de otro color. Solo había visto algo así hace diez años, cuando él mismo despertó la mutación—. Puedo partirte en dos si quiero, soy más fuerte.

Suspiró y bajó de un salto a donde estaban los tres chicos y el niño. El adolescente era bastante más alto que él, y definitivamente era más fuerte. Pero sus movimientos eran torpes y no estaba en una buena posición defensiva.

Cuando el joven arremetió contra él, esquivó uno de sus golpes y lo agarró por el brazo, torciéndolo en un ángulo anormal. El grito desgarrador del chico y el crujido del hueso hizo estremecer a los otros tres presentes, que estaban observando la escena con miedo.

Neji liberó al muchacho y dejó que sus amigos lo ayudaran a salir del callejón. Cuando los tres se perdieron de vista, se acercó al niño que se encontraba sentado contra la pared húmeda, y este se hizo más pequeño en su lugar al verlo acercarse.

—Tranquilo...—mantuvo la distancia suficiente para que el chico no se sintiera invadido y lo estudió en silencio. Tenía la nariz rota y le faltaban un par de muelas, algunos cortes y moretones por toda la cara y varios golpes en el resto de su cuerpo. Sus ojos no se enfocaban del todo bien y le caía bastante sangre de la nariz. Cuando una brisa fría atravesó el callejón, se estremeció— ¿Cómo te llamas?

—Kenji—el chico tomó la mano del mercenario cuando este se la ofreció.

—¿Cuántos años tienes? ¿Y tus tutores? Es peligroso ir solo a esta hora.

—Quince—miró sus zapatos mientras el mayor lo guiaba fuera del callejón sosteniéndolo por los hombros—. Mi abuela está en casa. Volvía de lo de un amigo, y esos chicos normalmente dan vueltas a esta hora. Uno de ellos despertó una mutación, y me querían robar... no quise, así que empezó la pelea. Creo que querían una excusa para golpearme.

Mientras caminaban hacia la casa del chico, la temperatura bajó considerablemente. Kenji empezó a temblar por el frío, ya que solo llevaba una camisa fina.

—¿No trajiste abrigo?—preguntó el mutante, desabrochando la capa de su traje.

—Me lo sacaron durante la pelea. No sé donde está.

—Ya veo—acomodó la capa alrededor del chico, quedando él mismo más expuesto de lo que estaba acostumbrado en un lugar público.

—Llegamos—se detuvieron frente a un edificio de ladrillos. Kenji se palpó los bolsillos y palideció todavía más cuando se dio cuenta de lo que le faltaba—. Mi llave... la abuela me va a matar.

—No importa, ¿Qué ventana es?—el muchacho lo miró sin entender y luego señaló una del tercer piso. Con cuidado de no hacer demasiado ruido, el mercenario escaló por la pared apoyado en los alféizares de los vecinos. No fue muy difícil llegar al tercer piso, pero el desafío ahora era abrir la ventana sin hacer ningún sonido. Trató de abrirla, pero al darse cuenta de que estaba cerrada, sacó su pequeña navaja dentada y la introdujo donde estaba la traba. Le llevó unos veinte segundos, pero se abrió.

Subir a Kenji no fue demasiado complicado, y una vez dentro estaban a salvo. El niño tenía un botiquín en su baño que usó para limpiar y curar algunas de sus heridas menores mientras analizaba mejor en busca de heridas más preocupantes. El golpe en su cabeza seguramente no iba a pasar a mayores, y no encontró ningún hueso roto.

—Tal vez te duela un poco el cuerpo durante un par de días—dijo distraídamente mientras limpiaba los restos de sangre seca de la cara del niño—. Pero vas a estar bien.

—Lo que hiciste fue genial—Neji estaba humedeciendo un algodón con agua oxigenada y se detuvo en seco—. Digo... le rompiste el brazo en un segundo y... luego trepaste por las paredes y abriste la ventana, además tu traje es genial y...

—Solo iba de paso y no me gusta cuando los más fuertes abusan de su poder. No es necesario que me agradezcas.

—Quiero ser como usted. Un superhéroe.

El mercenario sonrió tristemente y terminó de limpiar la sangre del rostro del chico. Guardó las cosas que había utilizado de nuevo en el botiquín.

—A mí también me gustaría ser un superhéroe—murmuró para sí mismo—. Me halaga que me tomes de inspiración, niño, pero no soy un héroe.

—Pero me salvaste. Eso hacen los héroes ¿No?

—Supongo que sí—dejó el botiquín de nuevo en el mueble del baño—. Pero no voy por ahí salvando gente, ese es el trabajo de Lotus. Solo soy un hombre malo que decidió hacer algo bueno—observó nuevamente al chico antes de encaramarse a la ventana—. Cuidado, Kenji. Gente mala hay en todos lados. Nunca estás completamente a salvo. Te diría que es mejor tenerlos de amigos que de enemigos, pero eso no es algo que digan los superhéroes. Lotus te diría que aprendas a defenderte y que te esfuerces en ser más fuerte, pero no siempre puedes ser más fuerte. Tal vez te toca ser más inteligente.

—Lo voy a tener en cuenta—Kenji le devolvió la capa—. Gracias... ¿Cuál es su nombre?

A pesar de que el otro no podía verlo por la máscara que tapaba su rostro, sonrió.

—Normalmente me dicen "El Búho", pero me puedes llamar Neji.




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