Capítulo 7
¡Hola!
Yo de nuevo jeje
Como dije, esto sería una actualización doble, así que aquí está el segundo capítulo del día uwu
Así que, sin más ¡a leer!
~°*†*°~+~°*†*°~
Rhaenyra no estaba prestando atención a las justas. Con frecuencia miraba la puerta del palco, a duras penas pudo reaccionar cuando un caballero desconocido se acercó a pedir su favor. Había olvidado llevar uno por lo que aprovechó que Alicent sí y lo ofreció en su representación dado que la muchacha Hightower era su única dama de compañía, por tanto, la más cercana a ella. Escuchó murmullos de los invitados y de la plebe, pero poco le importó.
En una de sus tantas miradas furtivas a la puerta se cruzó con la atenta y suave de Daemon. El hombre, sin saberlo, le transmitió un poco de paz.
La calma antes de la tormenta.
.
Afuera de la habitación de parto estaba Viserys. Los gritos agonizantes, desgarraban el corazón del hombre. No se le había permitido ingresar tan pronto Aemma entró en labor y, desde entonces, la puerta se volvió el único horizonte para él.
A pesar de la lejanía del torneo, las ovaciones y exclamaciones durante las justas se escuchaban con claridad resultándole irritantes. En repetidos momentos estuvo por pedirle a Ser Ryam que les arrancaran las lenguas a todos. La ira bullía en él cual lava ardiente para al segundo siguiente enfriarse ante la idea de que estaba presenciando un acto del destino cruel. No tenía conocimiento de cómo fallecería Aemma, qué tanto dolor tuvo en ese otro tiempo del que provenía Daemon, por tanto, la sospecha hacia los que asistían a Aemma solo iba en aumento.
Las últimas noches se preguntó si ese deseo ferviente de engendrar un hijo provenía de él o si era un pensamiento que alguien enterró en su mente. No importó cuántas vueltas le dio, la conclusión le resultaba ambigua: él realmente quería un hijo, deseaba ver un infante crecer hasta convertirse en un caballero poderoso y a la vez quería apaciguar a los buitres. Rhaenyra era su princesa, una sobreviviente y el objetivo de habladurías en la corte. En el pasado había evitado a toda costa su presencia en la corte para protegerla, pero un murmullo débil —similar a su propia voz— le dijo «Cuando Aemma o yo no estemos, ¿Rhaenyra podrá gobernar sin haber participado en la corte?».
La respuesta...
—Ser Ryam.
—¿Sí, alteza?
—¿Antes de los votos para Guardia Real, pensó en ser padre?
El caballero se tensó por un momento ante la pregunta, pero al ver la mirada perdida en la puerta supo que no había segundas intenciones.
—No realmente, alteza. La espada ha sido mi único amor.
La risa de Viserys se asemejó a un resoplido.
—Puede hablar sin tapujos, Ser. No recibirá castigo alguno por ser honesto.
El rey miró al guardia y lo vio rumiar la petición.
—Más que ser padre, alteza, fue el pensamiento de tener una esposa. Si llegué a tener la inquietud de un hijo esta desapareció con prontitud y fue enterrada aún más cuando recité mis votos.
—Entiendo. —Asintió el soberano—. Ahora que recuerdo, fue usted quien reveló que Ser Lucamore Strong rompió sus votos, ¿cierto?
—Así es, alteza.
—¿Cuántos hijos tuvo él?
—Dieciséis entre los tres matrimonios que tuvo, alteza.
—Dieciséis. Un gran número. ¿Sabe qué fueron de ellos?
—No mucho, alteza, solo que un par siguieron los pasos de su padre y fueron castigados. Las mujeres trataron de tener un perfil bajo luego de la humillación recibida, por lo que no han llegado noticias de la Tierra de los Ríos, Tierras de la Tormenta y Marcaderiva desde entonces.
—¿Y los que fueron al Muro con el padre?
—Los hermanos negros rara vez envían cuervos al sur, alteza.
El grito de Aemma interrumpió la plática y regresó a Viserys al presente. Un terror profundo le hizo formar puños y evitar moverse pues si daba un paso estaba seguro de que caería de rodillas.
Por un respiro pensó en el caballero apodado el Lujurioso y se preguntó si el hombre sintió orgullo de tener tantos hijos, de saber que su semilla era tan potente como para impregnar a tres mujeres. Tal vez nunca supo lo que era perder un hijo, nunca tuvo que ver a una de sus esposas llorar noches enteras por un pequeño fallecido en el vientre. Viserys, entonces, recordó a sus tíos, a los niños paridos por la Bondadosa Reina Alyssane. Una gran familia que se vio reducida a cuatro integrantes.
¿Por qué?
Cierto, la mayoría falleció a temprana edad. Algunos en la flor de la juventud.
—La juventud es aterradora, ¿no es así, Ser? En un chasquido cambiamos de prioridades, de objetivos y pensamientos. Tomamos malas decisiones por lo mismo, pero, irónicamente, esto nos da sabiduría.
—Es correcto, alteza.
—Ya no soy joven, soy un rey y un padre, entonces... ¿por qué siento que sigo tomando malas decisiones?
No hubo respuesta.
.
Daemon podía notar el nerviosismo en su esposa. Él mismo tenía unas inmensas ganas de abandonar el lugar para acompañar a su hermano. Los detalles del fallecimiento de Aemma en la primera vida no fueron compartidos por el Maestre ni Viserys, por lo que se había tenido que conformar con el hecho de que la reina pereció dando a luz. En una ocasión escuchó los rumores de que el rey había accedido a hacer un procedimiento bárbaro para poder obtener al heredero que tanto deseaba, pero Daemon lo descartó. No quiso imaginar a su hermano accediendo a abrir a la mujer que decía amar solo por un infante varón.
(Si lo pensaba con detenimiento, estuvo en una situación similar con Laena. Había tenido la responsabilidad de escoger entre hacer el procedimiento o que ambos muriesen. Al final, Laena fue quien decidió morir como una jinete de dragón.)
El tiempo pasó lento para él. Cada justa le pareció eterna, al grado de limitarse a observar las cabezas de los nobles asistentes y uno que otro caballero...
Ah, mierda. ¿Cómo pudo olvidarlo?
El hijo de puta de Criston Cole estaba participando y el muy descarado había pedido el favor de Rhaenyra. Los celos y posesividad casi le hicieron desenvainar Hermana Oscura con ánimos de mutilar el brazo de ese bastardo. No solo eso, sino de atravesarlo una y otra vez con el acero hasta que el muy mal nacido dejase de respirar. Afortunadamente su esposa no llevó favor y entregó el de la ramera de Alicent, lo cual aminoró su sed de sangre.
Ahora que caía en cuenta, esta Alicent le parecía familiar. La forma en la que se sentaba o respondía a los llamados de otros, le hizo entrecerrar los ojos con sospecha. La muchacha se estaba comportando no como una doncella de diecisiete años, sino como toda una mujer de la realeza. Quizás estaba alucinando por los nervios que lo carcomían por dentro.
Al escuchar la puerta del palco abrirse Daemon vio a Rhaenyra levantarse para mirar al sirviente que le susurró en el oído:
—El rey lo ha mandado a llamar, mi príncipe.
¿A él y no a Rhaenyra?
.
«A veces el padre tiene que tomar una decisión imposible.»
«Sacrificar uno o perder a ambos.»
«Hay una oportunidad de salvar al infante, pero la técnica implica...»
—¡Hermano!
Viserys alzó la cabeza para ver a un Daemon agitado, algunos cabellos fuera de lugar y las mejillas un poco ruborizadas. Él había corrido a su llamado y el rey quiso reanudar su llanto. En la habitación estaban las parteras, el maestre, Aemma y él sosteniendo la mano de una reina fatigada.
El príncipe admiró la escena y Viserys vio el desconcierto entremezclado con el terror. Claro, ambos habían perdido a madre dando a luz a su hermano Aegon, por lo que este escenario debió traer esas memorias dolorosas.
—Me mandaste a llamar —dijo Daemon con dificultad.
—Todos. Fuera.
—Pero, alteza, la reina...
—Dije ¡fuera!
—Viserys, ayúdame, por favor.
La voz tan pequeña de Aemma estaba por romperlo.
—Sh, sh, tranquila, cariño. Aguanta un poco, ¿sí?
Ella, bajo los efectos de la leche de amapola, gimió lastimera, derramando lágrimas.
El monarca besó el dorso de la mano que tantas veces acarició su cabello y rostro para dejarla en el lecho húmedo de sudor y sangre. Al alzarse y ver los ojos de Daemon supo que esto no sería fácil. El príncipe estaba molesto.
—El maestre me dijo que el parto resultó ser uno difícil y que el niño no puede nacer —explicó con la boca seca y la lengua entumida—. Me dijo que hay...
—Quiere que abrirla como un maldito animal.
Debió esperar el fuego lacerante que expelía Daemon cuando estaba furioso.
—Daemon... —Las manos le temblaron y el corazón latía desbocado que se sentía morir—. ¿Qué decisión tomé? —susurró con el miedo a flor de piel.
El príncipe le observó por unos cuantos latidos, después a Aemma y por último la mancha de sangre en las sábanas y túnica interior de la reina. Viserys memorizó la forma en la que su hermano tensó el cuerpo y las venas en el cuello se dejaron ver. Agonizó mientras el silencio se espesaba en el aire hediondo.
—Obtuviste lo que tanto querías —musitó entre dientes el Príncipe Canalla—, tu «heredero por un día».
.
En cuanto el torneo finalizó, Rhaenyra abandonó el palco. No se detuvo a los llamados de la víbora de Otto ni de nadie. Daemon la había dejado a cargo ya que el rey había pedido por él y alguien de la familia real debía estar como anfitrión. El sonido metálico de la armadura del Ser Harrold Westerling fue una constante hasta que llegó a los aposentos donde su madre estuvo dando a luz a Baelon. Sin embargo, detuvo sus pasos al ver a Daemon en el pasillo.
—Daemon —llamó ella con un tono temeroso.
Él viró hacia ella y la mirada triste reflejada en sus ojos fue suficiente para desarmar a la princesa. En un movimiento fue estrechada por brazos protectores y sin pensarlo comenzó a llorar como nunca.
Había quedado huérfana de madre.
.
Después del funeral de la reina en el cual Syrax incineró el cuerpo embalsamado y que mostraba los signos de un embarazo avanzado, Alicent esperó escuchar los rumores de cómo Daemon se mofaba del nonato en un prostíbulo, pero eso no ocurrió. La familia real estaba llevando el luto tal como dictaban las costumbres, mas eso no les salvó de que Otto quisiera dar rienda suelta a sus planes. Lo divertido fue enterarse que el rey no atendió el llamado del Consejo y que fuese Daemon quien lo hiciera en su representación.
Alicent no supo los detalles, pero los rumores llegaban a cada rincón de la Fortaleza Roja cual plaga.
—El príncipe humilló a lord Mano —dijo una doncella a una de sus compañeras, sin saber que Alicent estaba por dar vuelta en ese pasillo—. Escuché que lord Mano quería hacer que el rey empezase a buscar una nueva esposa.
—¡No puede ser! ¿Tan pronto?
—Sí. Pero el príncipe lo amenazó con Hermana Oscura alegando que estaba dispuesto a romper la temporada de luto y matarlo por decir eso.
Un jadeo colectivo se escuchó.
—Me alegro de que nuestro príncipe lo haya puesto en su lugar.
—Sí.
Con esta información, Alicent se dedicó en observar de lejos al príncipe. Algo en ella le decía que el hombre estaba comportándose diferente. No estaba en su naturaleza permanecer alejado del Lecho de Pulgas o la Calle de Seda por periodos prolongados. Tampoco era común que por este tiempo Rhaenyra y él fuesen vistos juntos con frecuencia, al menos no al grado de parecer un matrimonio...
Oh.
¿Matrimonio?
—¡Alicent! —exclamó Otto muy cerca de ella.
Cierto, él la había mandado a llamar a su oficina. Estaba segura de lo que le pediría.
—Lo siento, padre, me distraje.
Él la miró de pies a cabeza antes de decir:
—El rey está afligido, Alicent. Necesito que estés atenta, niña. No podemos dejar que el rey se pierda en la aflicción, la princesa casi no lo visita y Daemon parece evitarlo, por lo que necesita a alguien que lo escuche.
—Entiendo, padre.
—Si entiendes, ve a hacerle compañía y usa el vestido de tu madre, ya eres una mujer, Alicent.
Alicent miró a los ojos a Otto antes de asentir y replicar:
—Sí, padre.
Sabía que Otto tenía espías vigilándola, podía sentirlo en la nuca. El tiempo que fue reina le ayudó a formar una coraza alrededor de ella y así no mostrar las emociones que reverberan en el interior. Quizás esto no continuó en el momento que empezó la guerra, pues todo había ocurrido en un abrir y cerrar de ojos, ahogándola en un mar de sentimientos complicados de controlar. No obstante, en esta segunda oportunidad, jugaría el juego mejor que antes. Para ello, primero tenía que deshacerse de Otto. Debía buscar la manera de cambiar a los espías de bando, mas por el momento tenía que hacer lo posible por no ser reina o candidata a una.
¿Qué hacer?
—No puede pasar, miladi —explicó el guardia real al verla con intenciones de ingresar a los aposentos que alguna vez compartió con el rey durante las noches.
—Oh... una disculpa, ser —replicó ella con una cortesía. Los espías seguían escondidos en las sombras y reportarían todo, tenía que verse insistente por lo menos, menuda gracia—. ¿El rey está indispuesto?
—¿Qué haces aquí, Alicent Hightower?
Oh, mierda, ¿por qué tenía que aparecer él?
~°*†*°~+~°*†*°~
¿Y bien? ¿Qué les pareció?
Antes que nada, si encuentran rara la etiqueta de Rhaenyra y demás personajes, es porque, aunque investigué, encontré artificial querer reprimir las emociones de la familia real. Espero que no haya sido desastroso.
La verdad, me reusé a escribir desde el POV de Aemma pues si lloré cuando le pasó lo de la cesárea en la serie, imagínense si lo pasaba a prosa :'D No, amigos, no quiero amanecer con ojos hinchados ;u;
Eso sí, meter el dedo en la llaga de Viserys es mi pasión xD No es que me guste hacerlo sufrir, pero sí me gusta jajaja
Ahora sí, Aemma ya no volverá a aparecer (o tal vez sí? Ya saben, recuerdos?), las cosas están empezando a complicarse y estoy dejando unas semillas por ahí que espero regar bien para que cuando aparezcan, les sorprendan jejej
El capítulo 8 será el cierre del primer arco de esta historia el cual llamé "Los viajeros rotos" (qué producción, eh). El segundo arco se titula "Las piezas del tablero se mueven" y espero no me den dolores de cabeza, ¡ugh!
Oh, no olviden que esta historia es una mezcla bien buena entre eventos de la serie y de los libros (gracias, wiki), por lo que no vayan a buscarle 3 pies al gato xD Ustedes disfruten del viaje, lo estoy haciendo con mis lágrimas TuT
Pero bueno, no sé en cuánto tiempo estaré libre o si mi salud no me dará problemas, pero trataré de traerles el siguiente capítulo lo más pronto que pueda.
Cuídense~
Nos leemos~
AliPon fuera~*~*
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