Capítulo 4
Hola!
Feliz Año Nuevo! (atrasado por 4 días, pero hey! aquí ando)
Espero se lo hayan pasado bien. Yo casi me termino una botella de vino, pero me detuvieron ;u;)9 Le he fallado a Tyrion *sniff sniff*
Vale, pues este capítulo tardó en salir por la extensión :'D Como prometí una boda valyria, eso hubo solo que... no es como ustedes esperan ;u;
Ah! Otra cosa. Hice mis poderosísimos cálculos para determinar las edades de los personajes. Tuve que modificarlos para que se ajustaran a lo que quiero. Lo único que mantengo fiel es la diferencia de edad entre los hermanos y Aemma. Solo para recalcar: las fechas de nacimiento son las mismas para ellos menos para Rhaenyra... Agh, para no enredarlos más de una les pongo las edades actuales:
Viserys -> 33
Daemon -> 29
Aemma -> 28
Rhaenyra -> 15
Alicent -> 17
Lo que hice realmente cambiar la fecha de nacimiento de Rhaenyra: al 95 d.C. y así reducir dos años la diferencia entre Daemon y ella. No fue mucho, pero lo necesito para el futuro :'D Y también porque quise jajaja (Sí, Aemma, tuvo a los 13 a nuestra reina negra)
De antemano, gracias por leer y comentar :3
Sin más, a leer!
~°*†*°~+~°*†*°~
Viserys estaba conflictuado. Por lo general, se consideraba alguien con gran afinidad por las tradiciones antiguas y el misticismo que estas podían tener. De hecho, él creía que ese sueño recurrente del bebé varón ocupando su trono, era un pequeño regalo divino, pero lo dicho por Daemon...
¿Viajar en el tiempo?
Cuando terminó de escuchar el relato insólito, una parte de él ardió en ira ante la idea de que, seguramente, su hermano estaba buscando matrimonio con su pequeña (notó esa mirada que siempre intentaba ignorar por su propio bien) y la otra... la otra quería mofarse. ¿Que Aemma iba a morir durante el parto? Viserys podía acusarlo de alta traición por tal comentario. ¿Que él se casaría con la hija de Otto? La muchacha era mayor que Rhaenyra solo por dos años y, sí, era bonita, pero era muy joven... demasiado. ¿Qué él nombraría heredera a su hija? No era como si estuviera en contra, en realidad, le pareció una buena idea, sin embargo, la corte y el reino no estarían muy de acuerdo. ¿Que él tendría tres hijos con Alicent y que uno de ellos usurparía la corona? ¿Qué Rhaenyra perdería uno a uno sus hijos llevándola a un camino de locura?
Agradeció haberle dicho a Daemon que le dejase a solas para digerir sus palabras.
Algo que le desconcertó en demasía fue escucharlo decir que había sido jinete de Caraxes, el dragón de Aemon Targaryen. Si la memoria no le fallaba, luego de la muerte de Aemon, Caraxes se negó a ser reclamado por alguien más, inclusive al mismo Viserys que poco después se había vinculado con Balerion. Los cuidadores decían que el Anfíptero de Sangre era bastante agresivo con todos los demás menos con Syrax y Uroxos. A la dragona parecía cortejarla y a Uroxos lo acicalaba. Un comportamiento bastante peculiar.
Los ojos de Viserys miraron, a través de la ventana más cercana, el cielo nocturno, la luminosidad de las calles de Desembarco del Rey y llegó a una conclusión: necesitaba un poco de vino.
.
Aemma estaba vistiéndose la túnica con ayuda de las doncellas, cuando tocaron a su puerta. Frunció un poco el entrecejo pues no era común que alguien la visitase a estas horas; Rhaenyra se había ido a sus aposentos tiempo atrás y Viserys entraba como dictaba su posición. Una de sus doncellas fue a revisar quién podía ser para después regresar con Daemon pisándole los talones.
—Daemon —exclamó Aemma mientras se cerraba la bata.
—Cuñada —replicó él con una sonrisa incómoda, pero sin perder esa seguridad por la que era conocido.
—¿A qué debo tu visita tan repentina? —Con cautela se encaminó al diván repleto de almohadas que lograban aliviarle el dolor en la espalda y pies. (Estaba pensando en volver a la bañera de la que acababa de salir, ahí los dolores menguaban en demasía.)
En el momento que dar un paso se volvió una tarea difícil, un par de manos encallecidas tomaron las suyas y le ayudaron a llegar a su destino. Le causó ternura verlo huir de su mirada y que se limitara a asentir cuando ella le agradeció por el gesto.
Aemma ordenó a una doncella que acercase el banquillo a Daemon y, una vez ambos estuvieron sentados, la reina contuvo la risa al notar la manera casi infantil en la que estaba comportándose el príncipe que todos admiraban y temían en el reino. Los años le hicieron olvidar que la diferencia de edad entre ellos era de solo un año, mas era difícil recordarlo cuando el hombre frente a ella se comportaba como un niño tímido: los ojos clavados en el suelo, las manos jugueteando con los hilos sueltos de las ropas y el constante movimiento de las piernas.
—¿Daemon? —El príncipe alzó la mirada y se relamió los labios—. ¿Hay algo que quieras decirme?
Un gesto fugaz con los ojos hacia las doncellas le hizo saber que no estaba cómodo con ellas alrededor.
—Necesito hablar de algo... importante, alteza.
¿Alteza?
—A solas —determinó él a lo que la reina solicitó que sus aposentos fuesen abandonados.
—Bien, no hay nadie más, mi príncipe —afirmó ella con una ceja enarcada—. ¿Qué es eso tan importante de lo que quiere hablar?
—Quiero casarme con Rhaenyra... lo más pronto posible.
Ahí estaba el Dameon que conocía: directo.
—Es verdad que se me ha hecho saber de tu intención de desposar a la princesa. Aunque me gustaría saber el tiempo que consideras para «lo más pronto posible».
Y el jinete de Uroxos desvió la mirada.
—¿Unas seis lunas? ¿Un par? ¿«Mañana»? —inquirió ella, entrecerrando los ojos.
Los hombros anchos se tensaron un poco y la manzana de Adán se movió por el paso de la saliva.
Ah, los hombres.
Aemma suspiró, atrayendo la mirada expectante de Daemon.
—Mira, Daemon, no estoy en contra de que te cases con Nyra. En realidad, es mi mayor anhelo, pero hay algo que necesito saber antes de seguir con esto.
El príncipe alzó ambas cejas.
Aemma tenía que asegurarse que este caballero amaría a Rhaenyra sin importar nada. No quería que su hija fuese a sufrir un matrimonio fallido a causa de la ignorancia de Daemon sobre el don que la mayoría desconocía. Quería estar segura de que dejaría en buenas manos a su pequeña, pues las palabras musitadas de la princesa sobre su posible fallecimiento la mantenían en una angustia eterna.
Un par de semanas después del primer trimestre de su embarazo, Rhaenyra fue a visitarla. La muchacha se había mantenido callada todo el tiempo que estuvo a su lado, observándola con detenimiento y el dolor escrito en sus ojos violetas.
—Quiero memorizarte —había confesado la joven con mirada triste.
—¿Memorizarme? ¿Por qué, cariño?
—Porque, al término de este año, ya no estarás conmigo.
Desde ese momento, las palabras de la princesa la perseguirían a todas horas. Aemma quiso hacer muchas cosas, no dejar cabos sueltos tras su partida inminente, pero el riesgo en este embarazo era mayor que los anteriores y pronto se vio rodeada de una decena de doncellas que velaban por ella, además de las recurrentes visitas del maestre. Y, en un latido, ya estaba a días de parir.
El terror sembrado lunas atrás lo tuvo que tragar. Tenía que enfocarse en el ahora.
—¿Amas a Rhaenyra?
—Sí.
—¿Como tu sobrina o como mujer?
—Ambas.
La reina sonrió un poco por la respuesta antes de continuar:
—Daemon, sé que has estado a su lado gran parte de su vida y no sabes cuánto te lo agradezco, sin embargo, hay algo que debes saber. Esto lo saben pocos, ni siquiera Viserys está al tanto de ello.
El entrecejo del príncipe se frunció ligeramente.
Era ahora o nunca.
—Rhaenyra es una soñadora.
.
De entre todas las cosas que Daemon esperó escuchar, lo cierto es que esta no era una de ellas: Rhaenyra era una soñadora. ¿Cómo era esto posible? En la primera vida, él estaba seguro de que nadie tenía ese don (había escuchado rumores de Helaena, pero los desestimó al estar más ocupado en otros asuntos). ¿Sería acaso que ese trato que hizo con los dioses también afectó a la princesa? Esto no tenía sentido, ¿por qué darle a ella el poder de tener visiones y a él regresarlo en el tiempo?
—Desde niña ha padecido de esos sueños —explicó Aemma.
—¿Desde niña?
La mujer embarazada asintió.
—Tenía cinco días de nombre cuando me lloró que, al cerrar los ojos, un dragón dorado y enfermo, la quemaba viva. Por un tiempo creí que solo eran pesadillas y que quizás Syrax la había lastimado, pues Nyra se alteraba cuando la veía, pero después fue su bajo rendimiento en las lecciones y la constante falta de sueño. Tuve que solicitar al maestre que le diesen vino del sueño para que ella pudiese dormir...
» Tiempo después sabría que era una soñadora cuando vino a decirme que no conocería a su hermanito. A los pocos meses tuve un aborto... No solo fueron mis embarazos, Daemon, también movimientos en la corte, decretos de su padre... —Para este momento, la reina estaba derramando lágrimas mientras sus manos formaban puños sobre el vientre—. No sé qué tanto ve, pues hay días que la sed de sangre en ella es aterradora.
—¿Sed de sangre?
—En varias ocasiones me ha dicho que quiere matar a Otto y a Alicent. —Las manos de Aemma comenzaron a temblar—. Cuando tú no estás cerca, ella quiere incendiar todo, colocar cabezas sobre estacas... Y tengo miedo, Daemon. Mi hija, mi Rhaenyra, se vuelve un dragón herido sin ti.
Daemon sintió una punzada en el pecho al ver lo devastada que estaba su cuñada. El terror en sus ojos claros lo llevaron a tomarla de las manos, en un intento por calmarla.
¿Qué clase de visiones tenía Rhaenyra como para asustar así a su madre? ¿Cómo era eso de que ella soñó que era quemada por un dragón (por la descripción le sonaba a que se trataba de Fuegosol)? ¿Realmente esto tenía relación con su regreso?
Tantas preguntas que no podrían ser respondidas por la propia soñadora. Un vacío doloroso se asentó en el estómago ante la idea de que quizás, por su capricho de tener esta segunda oportunidad, había herido de forma permanente a su amada.
De pronto, el agarre en sus manos lo trajeron de vuelta con una Aemma que le veía con determinación.
—Daemon, aun sabiendo todo esto, ¿quieres casarte con mi hija?
.
—No.
—Viserys, escúchame.
—No, Aemma. No aceptaré que mi hermano de veintinueve despose a mi hija de quince.
Ambos esposos estaban en sus aposentos. El rey había llegado entrada la noche, poco después de que el Príncipe Canalla hubiese abandonado las habitaciones de la reina. «Tengo una ciudad que limpiar, alteza» había dicho Daemon antes de partir. Ahora, ambos monarcas estaban teniendo una discusión que Viserys jamás esperó tener.
—Viserys, sabes bien que Rhaenyra adora a Daemon y él a ella, ¿por qué estás en contra de que ellos se casen? Daemon incluso está soltero...
—Porque me convenciste de anular su primer matrimonio —refutó él con el rostro rojo y mirada dura—. Me incitaste porque tenías planeado esto, ¿no es así? ¡Me hiciste romper con una unión que pudo beneficiar a la corona en el futuro!
Ante la elevación de voz, Aemma adoptó una postura que le recordaba a su esposo que por el cuerpo de ella también corría la sangre Targaryen, la sangre del dragón.
—Lo hice por una razón.
—¿Y qué razón es esa, si puede saberse?
—Rhaenyra es una soñadora. —Esa sola frase hizo palidecer el rostro del rey—. No pude decírtelo con anterioridad, y me disculpo por ello, mas la veracidad de mis palabras no deben ponerse en duda, esposo mío.
El rey tuvo que sentarse en su lado de la cama pues temía caer de rodillas. ¿Qué estaba pasando? Primero Daemon con su relato de venir del futuro y ahora... esto.
—Desde cuándo.
—Rhaenyra tenía cinco días de nombre.
—Las pesadillas...
—Eran visiones.
No iba a negarlo, pero Viserys se sintió traicionado. Por una década se le ocultó algo tan importante de su única hija. Pudo esperarlo de cualquier otra persona, pero ¿Aemma?
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —musitó el rey sin ver a su esposa—. ¿Por qué ocultarme esto?
—Intenté decírtelo, pero cada que mencionaba el don hablabas sobre tu premonición de tu hijo varón.
Ah, entonces él era el culpable.
—¿Quién más lo sabe?
—El maestre Mellos, la septa Marlow, yo y... Daemon.
—¿Daemon?
—A él se lo dije apenas.
Viserys soltó una risa irónica. Debió ser por eso que encontró a su hermano a altas horas de la noche en los aposentos de la reina.
—No quieras suavizar tus acciones, Aemma. Se lo dijiste primero a mi hermano que a mí, tu esposo y rey.
—Lo hice porque él debía saberlo.
—¿Y yo no? —En ese instante él le dirigió la mirada a su mujer.
—Es cierto, cometí un error, pero, dime, querido, ¿qué hubieses hecho de estar al tanto antes? Rhaenyra era una niña...
—Aún lo es.
—Me casé contigo a los once, ¿por qué te resulta escandaloso que Daemon la tome por esposa? Si vas a mencionar el parentesco, te recuerdo que tú y yo somos primos. Y si vas a hablar sobre lo que el pueblo llano o la corte pueda decir, de una vez te digo que me decepcionarás como rey si permites que sus opiniones determinen tu juicio.
Viserys bufó a la vez que se ponía de pie.
—Tampoco me refutes con la diferencia de edad porque sabes de algunos lores ancianos que toman a jovencitas.
—Daemon no es cualquier lord, Aemma. Él es mi hermano y Rhaenyra es mi hija.
—Nuestra hija —recordó la reina.
—¿Por qué estás empecinada en casarlos? —inquirió Viserys, frustrado de toda esta situación.
—Porque él es el único capaz de hacer sentir a Rhaenyra.
—¿A qué te refieres?
Aemma rio incrédula.
—Viserys, ¿qué tanto la conoces?
—Por lo visto, nada. Al parecer, soy el bufón de esta familia.
La reina suspiró.
—Rhaenyra casi nunca muestra emociones, Viserys —explicó Aemma con tono cansado—. Es cortés, se comporta como se espera de ella, pero rara vez sonríe o actúa como una doncella de su edad. Cuando Daemon no está, ella recurre a Syrax. Tolera a Alicent, mas la evita cuanto puede. Además de que ella me confesó que las secuelas, dejadas por las visiones, desaparecen cuando su tío está a su lado. ¿No lo ves, querido? Tu hermano puede ayudar a Rhaenyra, a nuestra pequeña.
Viserys seguía renuente y quizás se debía a esa sensación de que Daemon siempre se llevaba la mejor parte en el banquete llamado vida. En esos momentos era casi imposible acallar la voz que le recordaba todo lo que él no era y su hermano sí: un buen caballero y jinete, un hombre carismático y autoritario, un príncipe fiero y temerario. Amaba a su hermano, claro que lo hacía, de eso no debía caber la menor duda. Sin embargo, estaban hablando de entregarle al único fruto de su unión con Aemma. Una princesa hermosa, la jinete más joven en la historia Targaryen y, ahora, una soñadora. Solo faltaba que él la nombrase su heredera y Daemon obtendría incluso la corona en un futuro.
¿Por qué se comportaba así de egoísta? Aborrecía la corona y a la vez no quería verla sobre la cabeza de su hermano menor. ¿Qué estaba pasando con él? ¿Por qué esa voz molesta sonaba tanto a Otto?
(Pero Daemon le había dicho en su relato que se le conocía como Rey consorte y el Protector del Reino.)
—Viserys. —¿En qué momento Aemma se había acercado a él?—. Amor mío, mi rey, por favor.
—Daemon viene del futuro —murmuró él sin pensarlo.
—¿Qué?
—Él me lo dijo. ¿Tú...? —Ella negó y eso lo alivió.
Entonces, con esa pequeña llama vengativa, Viserys recitó las palabras de su hermano. Narró esa historia que había considerado un disparate, mas la mínima diversión que llegó a sentir, se esfumó al ver a Aemma palidecer conforme relataba el supuesto futuro. Al finalizar, le pesó tanto el silencio de su esposa que estuvo a punto de disculparse, mas se detuvo al verla sonreír resignada. Ella acunó el rostro del rey mientras derramaba lágrimas con una sonrisa rota que le partió el corazón.
—Viserys —susurró ella—, ¿crees en las palabras de Daemon?
—Me suenan más a un disparate.
Su mujer negó.
—Son la verdad. Más bien, una posible verdad.
—¿Me estás diciendo que debo confiar en algo tan absurdo? ¿Que debo creer en que morirás en la apertura del torneo y que nuestro hijo no vivirá más de un día? ¿Sabes lo que me estás pidiendo, Aemma?
—Rhaenyra me lo dijo, querido. Al tercer trimestre de este embarazo, yo fui advertida de que no viviría por mucho tiempo.
No.
Nononono.
Las manos del regente tomaron las de su Aemma a quien comenzó a ver borrosa.
—Shh, Viserys —arrulló ella, la voz dolorosamente dulce—, está bien.
—No, no está bien. Tú... el bebé... Aemma, ¿qué voy a hacer sin ti?
—Un buen rey.
—No es lo que dijo Daemon.
—Un buen padre.
—Aemma...
—Viserys, antes de partir, quiero ver a mi hija casada. Quiero estar presente, por favor. Rey mío, mi amor, concédeme esto, te lo suplico.
La congoja en él tan solo aumentó. Con un simple asentimiento accedió al deseo de su amada esposa, al amor de su vida. Y esa voz (tan similar a Otto) fue acallada al besar los labios empapados de la mujer que en un par de días lo dejaría.
—Te amo, Aemma.
.
Daemon consideró esta purga menos sangrienta que la anterior. A los criminales con delitos menores los mandó a encerrar en los calabozos, en espera de un juicio dado por el Maestro de Leyes, lord Lyonel Strong. No obstante, a los violadores y esos otros que aterrorizaban al pueblo, fueron juzgados por él. Hermana Oscura fue saciada con un poco de sangre y él logró liberar un poco de esa tensión que venía cargando desde su llegada a este mundo.
Ni un día había pasado y el cansancio acumulado por la primera vida lo azotó por completo.
Al menos tenía más claridad de mente. La noticia sobre el don de Rhaenyra seguía pareciéndole irreal. Tenía curiosidad de saber qué tanto veía ella. Con esa información, él sabría a donde dirigir el filo de su espada con mayor precisión que estarse basando en meras vivencias.
Sin embargo, antes de entrar por completo a la política...
—Dioses benditos...
—El príncipe no puede actuar con este tipo de impunidad desenfrenada —recitó Otto como la vez anterior.
—Hermano —saludó a Viserys quien le miró severo.
—Daemon.
—Continua, estabas diciendo algo sobre mi impunidad —alentó a Otto.
—Debe explicar sus acciones con la Guardia de la Ciudad.
—¿Qué hay que explicar, lord Mano? —inquirió Daemon.
—Tus nuevas capas doradas hicieron una buena impresión anoche, ¿no es así? —intervino Viserys, sentado a la cabeza de la mesa del consejo.
—Pues...
—La Guardia de la Ciudad no es un arma para usar por capricho. Son una extensión de la corona —aseveró Otto y el príncipe quiso reírse de él.
—Es cierto, pero la guardia hacía cumplir las leyes de la corona, ¿no está de acuerdo, lord Strong?
—Mi príncipe, yo creo...
—Hacer de acto publico una brutalidad sin sentido, no coincide con nuestras leyes —interrumpió el hijo de puta Hightower.
—Ajá, ¿decía lord Strong?
El maestro de leyes intercaló su mirada entre Otto y Daemon.
—Sí, mi príncipe, decía que, aunque es entendible la necesidad de mano dura con los criminales, me temo que nuestros calabozos no pueden estar llenos todo el tiempo. Agradezco que haya considerado mi rol como maestro de leyes para determinar los veredictos, pero también sugiero prudencia cuando quiera realizar sentencias por mano propia con aquellos delincuentes con faltas graves.
Nada mal. Nyra le había dicho que Lyonel había sido una buena Mano en comparación con Otto.
—Lo tendré en mente, lord Strong. Gracias —sonrió Daemon antes de volver a mirar a la Mano—. No sé si está al tanto, milord, pero mucho de Desembarco del Rey se percibe por la plebe como un lugar sin ley y aterrador. El torneo de mi hermano se acerca y muchos nobles vendrán de visita, ¿acaso quiere dar una mala impresión? Nuestra ciudad debería ser segura para las personas.
—Es cierto. Solo espero que no mutiles a la mitad de la ciudad para conseguirlo —replicó Viserys.
—Hermano, no mutilé a la mitad de la ciudad, la encerré.
—Hicimos al príncipe Daemon comandante para promover la ley el orden. Los elementos criminales deben temerle a la Guardia de la Ciudad.
—Gracias por su apoyo, lord Corlys.
Claro, Corlys. Tenía que pensar cómo obtener su lealtad.
—Si tan solo el príncipe no fuera tan negligente con su trabajo.
—¿Negligente? —Daemon enarcó una ceja—. Si te refieres al reporte solicitado por lord Beesbury, debes saber que se lo acabo de entregar, ¿no es así?
El maestro de la moneda asintió firme. Ah, sí, a él lo asesinaron cuando Aegon usurpó la corona. Daemon supo que fue por la lealtad que le tenía a Rhaenyra. Bien, uno más a la lista.
—No solo eso —refutó Otto—, no ha asistido a las reuniones del consejo como se espera.
¿Era en serio?
—Otto... —llamó Viserys.
—Ilústreme, lord Mano, ¿quiere que asista como comandante o como el príncipe que soy?
—Daemon, es suficiente.
Al hacer contacto visual con Viserys, Daemon supo que estaba por colmarle la paciencia, así que...
—Me disculpo, majestad.
—Bien, si no hay nadie más que tenga algún comentario al respecto, levanto la reunión.
—Pero, majestad, aún no...
—La retomaremos en cuanto termine de hablar con mi hermano, Otto. Retírense, por favor.
Esto era nuevo. Daemon vio a todos los lores alzarse confundidos y abandonar en silencio la sala.
Viserys suspiró.
—¿Hice algo malo? —inquirió Daemon a lo que recibió una mirada acusadora.
—¿Aparte de hacer tu voluntad con la guardia?
—Lo hice por el bien de la plebe. Además, no fue tan severa como la anterior.
El rey entornó los ojos antes de sonreír.
—Sí, me imagino.
—¿Pensaste en lo que te dije ayer?
—Sí.
—¿Y?
Viserys comenzó a girar la esfera que lo representaba en la mesa.
—Daemon, es algo, no sé ni cómo llamarlo, pero...
—Suena a una locura.
—¿No lo es?
—Viserys...
—Ayer me enteré del don de Rhaenyra —interrumpió el rey, cambiando de tema—. Aemma me lo dijo y, dioses, me pregunto ¿por qué me lo ocultó? De haberlo sabido quizás habría detenido el embarazo.
—¿Qué tiene que ver Rhaenyra?
—Mi hija le advirtió a Aemma de su muerte desde el primer trimestre.
Oh.
—Lo siento —murmuró Daemon.
El rey rio resignado.
—Yo más, hermano. Por ello, y cumpliendo la voluntad de mi esposa, aceptaré que contraigas nupcias con mi hija. Se me hizo saber que quieres casarte hoy mismo, bajo los rituales valyrios, así que ella y yo seremos tus testigos.
¿Había escuchado bien? ¿Viserys estaba de acuerdo con...?
Sin poderlo evitar, Daemon fue hasta su hermano a abrazarlo.
—Gracias, gracias, gracias —recitó en el hombro del rey.
.
Rhaenyra miraba con atención el gran cráneo de Balerion rodeado de un centenar de velas. Él se sumaría a los testigos presentes en su boda con su tío Daemon. Un acontecimiento que se imaginó incontables veces y estaba a nada de vivirlo. Con ellos se encontraban Aemma y Viserys, junto un maestre de tez morena traído por el mismo príncipe. Esos tres serían espectadores de una unión como se hacía en la Antigua Valyria. No obstante, no podía evitar sentir que faltaban personas, que las que estaban ahí no eran las indicadas.
—¿Nyra? —llamó Daemon a un costado, vestido con túnicas claras con bordados rojos como las de ella—. ¿Estás bien, pequeño dragón?
No. Estaba nerviosa.
Estaba por responderle cuando apareció uno de los cuidadores de dragón más longevos, ataviado en túnicas y una capa grisácea con un libro grande bajo el brazo. El hombre saludó en alto valyrio, entregándole a ella una especie de casco tradicional que le ayudó a colocar sobre la cabeza.
Una vez el anciano abrió el libro, las tripas de Rhaenyra se estrujaron y un temblor se presentó en las piernas. Luchó contra esa sensación nauseabunda de estar cayendo en un abismo, obligándose en escuchar las palabras dichas. No obstante, era como si alguien más estuviese moviendo su cuerpo y esperó que Daemon no notara su situación. Tenía unas inmensas ganas de llorar, de abandonar el lugar y surcar los cielos con Syrax.
—¿Pequeño dragón?
¿Qué?
Los ojos expresivos de Daemon la espabilaron un poco y pudo ver la pieza de vidriagón que el cuidador le había extendido. Apenada, la tomó y realizó lo que dictaba el ritual: un corte en el labio inferior de quien sería su pareja por el resto de su vida. Una vez hecha la herida, Daemon hizo lo mismo y las náuseas aumentaron cuando tuvieron que frotarse un poco de la sangre derramada en el entrecejo contrario.
Sin embargo, en el momento que bebió la sangre —de las heridas infringidas en las palmas de ambos— vertida en una copa, Rhaenyra recuperó la lucidez. Fue como si la hubiesen sacado de un río o mar. Por fin se había acallado el lío en su mente, una calma agradable que asoció con Daemon.
—Con esta sangre unida ante el mismo Balerion, hijo e hija de Valyria, ¿ambos prometen ser una sola carne, un solo corazón, una sola alma, ahora y para siempre?
—Sí.
Y el corazón de Rhaenyra latió con fuerza al ver la adoración en el rostro de su atractivo tío, su ahora esposo.
Esposo que no tardó en reclamar la virginidad de sus labios
—Esposa —murmuró él cuando se separaron y juntaron sus frentes.
Un gesto dulce de parte del hombre.
—Esposo.
Y así, frente a Viserys y Aemma, se realizó una unión que cambiaría el destino de muchos, menos el de una mujer.
~°*†*°~+~°*†*°~
¿Y bien? ¿Qué les pareció?
Yo misma me entristecí al saber que ya no podría escribir más de Aemma en el futuro u,u
La discusión entre la reina y Viserys traté de hacerla como en la vida real: saltando de tema a tema, pero volviendo al problema principal. No sé qué tan bien me salió, pero al final yo andaba llorando por la forma en la que ambos caen en cuenta del destino de Aemma. Y aquí entran los hubiera con Viserys.
Si notaron, la boda fue una experiencia un tanto irreal y hasta parecía como en segundo plano, pero nuestra Rhae está lidiando con muchas cosas. Y apenas son dos días en la historia! No jueguen! Yo misma me desespero xD
Ahora, si se preguntan por qué no está como testigo el maestre Mellos, es porque quiero abordar un tópico en específico con él. Además que Daemon, no lo parece mucho, pero está en modo paranoico y desde la cauterización de la herida de Viserys, no le tiene mucha confianza a Mellos (además de cosas de su primera vida).
Aquí no apareció Alicent ni la purga que hizo Daemon, pero en el siguiente capítulo sabremos más de eso y habrá delicioso Daemyra :'D Si leyeron las etiquetas, puse el "smut explícito" así que sí, habrá consumación de matrimonio ;u;
Se vienen cosas chidas, amigos jajaja
Bien, me voy porque se supone que debo estar actualizando una matriz de pruebas looool
Cuídense~
Nos leemos~
AliPon fuera~*~*
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