Capítulo 3
Hola!
Una semana tarde! No tengo perdón de Yizus, pero este capítulo me costó mucho escribirlo. Esta es la 3era versión y la que más me gustó ;u;
Muchas gracias por sus comentarios y estrellitas! Me alegra saber que les gusta esta historia *snif snif* Este capítulo es mi regalo de Navidad y Año Nuevo! OwO jojojo
Sin más, a leer!
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Alicent no estaba segura si esto era la muerte: revivir pasajes de su vida y no ser capaz de cambiar ciertos sucesos, como si algo la retuviese. Era muy extraña la sensación de ser espectadora, tantas veces se gritó a sí misma no dejarse manipular por su padre, de ser rebelde y no apreciar el verde o tratar de ser la doncella ejemplar.
Pero, como fue usual con ella, nunca pudo hacerse escuchar.
Disgustada, veía cómo la «joven Alicent» se desenvolvía en el día a día. Su pensamiento recurrente era lo estúpida que era al creer en las palabras de Otto. Pero claro que el hombre no la amaba, no la veía como una hija digna de los Hightower, sino como un vientre fértil que podía vender en cualquier momento por un poco de poder. En repetidas ocasiones se mofaba de las plegarias que la muchacha lanzaba a los Siete, como si realmente le fueran a responder. Sin embargo, lo que le resultó inusual fue el actuar de Rhaenyra. La joven en ocasiones la miraba con desprecio y en otras era visible que toleraba su compañía a regañadientes. Ambas doncellas se saludaban con cortesía, se les veía juntas por los corredores de la Fortaleza Roja y en las lecciones con la septa Marlow, pero era un secreto a voces el rechazo de la princesa a la única joven de alta cuna que había sido colocada como su dama de compañía.
Nadie sabía la razón, si es que había una. Ni siquiera Alicent pudo descifrar tan peculiar comportamiento.
Los años pasaron frente a la una vez segunda esposa de Viserys, sintiendo un revoltijo en el estómago al volver a ver a un rey jovial, amoroso con la reina Aemma. Por un lado, deseaba tanto atravesarlo con una espada y, por el otro, sentía lástima al verlo soportar las demandas de un Consejo Privado tan avaricioso. Ni se diga de lidiar con el insufrible de Daemon.
Ah, Daemon. El Príncipe Canalla que nuevamente quiso endulzarle el oído y hacer gala de sus encantos solo para enervar a Otto. Cuando Alicent estuvo viva, y joven, no lo notó, pero ahora eran muy claras las intenciones detrás de esa sonrisa pícara: usarla para sacar de sus casillas a la Mano.
Tampoco le pasó desapercibido el cariño dirigido hacia la princesa Rhaenyra. Daemon Targaryen realmente amaba a su sobrina, llenándola de regalos, atenciones y dibujando sonrisas en un rostro gélido. El temible jinete de Caraxes (no, Uroxos, ahora) se volvía menos infame y volátil cuando estaba con la jovencita.
Y Alicent sintió envidia.
La vieja compañera de la Reina Viuda regresaba a ella cada que veía a la pareja de tío y sobrina. Era inevitable rememorar los sueños que llegó a tener de joven: desposar a un caballero que la amase tanto como ella a él, tener una boda inigualable, traer al mundo hijos preciosos y vivir feliz. Todo eso se hizo añicos cuando notó el interés de Viserys en ella y supo que la prioridad de Otto era que fuese encamada por un pene real. Antes de la guerra, Alicent tuvo como escudo jurado a ser Criston Cole, un hombre honorable y vil. Un caballero conocedor de la hediondez dejada en los campos de batalla que acaparó los pensamientos de la reina.
Ahora podía admitir que las veces que sintió placer al ser tomada por Viserys habían sido cuando imaginaba a su escudo y que era su simiente la que llenaba su vientre.
En el singular estado en el que ahora estaba presa, cuando la «joven Alicent» cerraba los ojos, ante la reina se alzaba una torre como la del blasón de Antigua en la cual había interminables pasillos con puertas a ambos lados. La primera vez se desconcertó por el cambio repentino de escenario, pero luego de un par de años llegó a la conclusión de que, quizás, estaba pagando por sus pecados al vivir confinada en su propia mente.
La mujer de heridas en el alma se dedicó a experimentar su vida sin ser partícipe y ser espectadora de sueños por las noches.
Hasta que ocurrió algo insólito al recargarse en el árbol corazón dentro de la Fortaleza Roja mientras leía un libro sobre la princesa Nymeria, luego de regresar al castillo junto con una silenciosa Rhaenyra desde Pozo Dragón: la «joven Alicent» se encontró frente a frente con una mujer mayor en un lugar parecido a la torre de Antigua.
—¿Quién eres tú? —inquirió la muchacha.
Los ojos de la reina se abrieron de más antes de decir:
—¿Puedes verme?
Los dioses antiguos pondrían a prueba a la Reina Viuda y estaban dispuestos a sacrificar a un alma inocente en el proceso.
.
Daemon caminaba con premura por los corredores. Tenía que hablar con Viserys, necesitaba decirle...
De inmediato detuvo sus pasos y miró el techo.
¿Qué le diría? ¿Que los dioses le habían dado una segunda oportunidad y que lo primero que quería era casarse con Rhaenyra, su sobrina de tan solo quince años? Bueno, en teoría, Daemon tenía el apoyo de su cuñada, Aemma, pero no estaba seguro si Viserys estaba al tanto. Menuda mierda. De por sí, Rhaenyra no le creyó cuando le comentó que la reina estaría de acuerdo con su unión. «Debo hablar con madre, tío» había dicho la princesa completamente incrédula de la veracidad en las palabras de él.
(Tuvo que fingir no sentirse herido por las palabras de la Delicia del Reino. Aún seguía fresca la aflicción dejada por aquella carta que recibió antes de morir. Hizo un esfuerzo sobrehumano para no romperse frente a su sobrina.)
Por ello, mientras ella despejaba todas las dudas, Daemon decidió buscar a su hermano mayor y ahora se encontraba en el dilema de qué decirle.
—A la mierda —susurró entre dientes antes de reanudar sus pasos.
Era el atardecer cuando halló al rey en su estudio, acompañado por los maestres y el cabrón de Otto Hightower.
(El Guardia Real de la puerta había intentado detenerlo, pero claramente el Príncipe Canalla hizo caso omiso.)
—Daemon —exclamó sorprendido el rey y el mencionado sintió su garganta secarse.
Ahí, frente a él estaba una de las personas que más amó: Viserys Targaryen. La última vez que le vio había estado postrado, apestando a muerte y abandono; una imagen horripilante. Nada comparado con el aún joven regente que, al parecer, había comenzado a presentar indicios de la enfermedad que acabaría con él en el futuro.
—Príncipe Daemon ¿a qué se debe su llegada tan... inesperada? —habló Otto con el mismo talante que él despreciaba.
—Quiero hablar con mi hermano ¿no puedo, lord Mano?
—En este momento el rey está...
—¿Cuánto tiempo tienes con esa cortada? —ignoró el viajero del tiempo, frunciendo el ceño mientras se acercaba a su hermano.
Viserys resopló y entornó los ojos.
—No es nada, Daemon —intentó aplacar con claro hastío—, solo es una herida dejada por el trono.
—¿Cómo puedes decir que «no es nada» cuando incluso hay pus? —Daemon viró la cabeza en dirección al Maestre Mellos—. ¿No le ha atendido como se debe maestre?
El anciano juntó sus pobladas cejas canosas y arrugó la nariz.
—Hemos aplicado los ungüentos conocidos, también el tratamiento con las sanguijuelas, pero no han habido resultados, mi príncipe.
—Claramente.
—Daemon.
La advertencia en el tono de Viserys le hizo bufar.
—Mandamos una solicitud para revisar registros en La Ciudadela, pero aún no recibimos respuesta, alteza —replicó el segundo maestre de tez morena.
—¿Y?
—Podemos recurrir nuevamente a las sanguijuelas...
—Creo que sería mejor cauterizar, maestre Mellos —interrumpió el joven maestre.
—Eh, bueno, es una opción, majestad, aunque dolorosa...
—¡Bien, bien! Hagan eso —respondió Viserys, alzándose de la silla en la que estaba.
Al estar ambos Targaryen frente a frente, Daemon recordó la promesa que dijo a los dioses antes de llegar a este tiempo: protegería a su familia.
—¿Quieres aferrarte a mí mientras te cauterizan? —dijo Daemon burlón a lo que recibió un golpe en el hombro y una sonrisa juguetona.
Por el rabillo del ojo vio a Otto de pie a unos pasos de ellos, observando todo con esos ojos de víbora deseosa de ser un dragón.
«Las víboras rastreras no volverán a anidar con los dragones, de eso me aseguro yo» pensó Daemon antes de hacer contacto visual con la Mano y regalarle una de esas sonrisas que anunciaban una muerte segura.
.
El rey Viserys adoraba a Daemon, a pesar de los estragos que causaba en la corte. No estaba seguro si alguna vez le diría a su hermano la envidia que sentía hacia él. El príncipe poseía un carisma apabullante, la sangre valyria corría espesa en él y poseía un increíble dragón que le acompañó desde la cuna. Daemon era, en algunos aspectos, mejor que él y en ocasiones la idea de cederle la corona se volvía tentadora. Aún más cuando Aemma y él perdían bebés, y el Consejo Privado se volvía más mortífero.
La presión de un hijo varón lo llevó a encamar a su esposa incluso en los momentos más vulnerables de ella (después de perder otro más de sus tantos hijos) y no había día en el que no se sintiese una escoria por haber usado el deber como excusa para colocarse entre unas piernas lechosas que conocía a la perfección. Ni se diga de la punzada en el pecho al ver a Rhaenyra y saber que, para el reino, ella no era suficiente. Nunca lo sería.
Por esta razón, las cortadas dejadas por el Trono de Hierro le parecían insignificantes. Las consideraba una especie de auto flagelación idónea, una insípida expiación a sus tantos errores.
Él sabía que las víboras del consejo estaban comiéndolo vivo, que esas decisiones pasivas lo llevarían a un punto sin retorno, pero no podía evitarlo. De no ser por Daemon quizás habría caído en la locura tiempo atrás. Su hermano menor servía como un pilar, un apoyo del que no quería deshacerse como tanto percibía en los ojos de Otto.
No, la familia debía permanecer unida.
—Listo, majestad —anunció el maestre Mellos luego de cauterizar la herida en su espalda. El dolor de la quemadura impresa en la piel, le recordaba que, aunque decían ser dragones, seguían siendo humanos. No dioses ni bestias escupe fuego, simples humanos con un poco de magia.
—Ahora solo es aplicar un poco de este ungüento...
—Yo lo haré. Largo. Tengo que hablar con el rey —ordenó Daemon. El tono autoritario sorprendió a todos los presentes, pero fue cosa de que Viserys asintiera e hiciera un gesto con la mano para que el lugar fuera abandonado.
En silencio, el príncipe se acercó a la tarja de agua para lavarse las manos, tomó el frasco con el ungüento y se sentó en el banquillo que había ocupado el segundo maestre. Viserys, entonces, sintió dedos callosos esparcir medicamento alrededor del área afectada por la cauterización. La delicadeza empleada le desconcertó pues no era común ser receptor de ese lado amable de Daemon.
—No asististe a la reunión del consejo esta mañana —habló el rey, la mirada fija en un punto muerto.
Los dedos de Daemon se detuvieron por un instante antes de reanudar su tarea.
—Lord Beesbury está muy ansioso por recibir un reporte de los gastos hechos para la Guardia de la Ciudad. —Silencio—. Oh, también lord Corlys estuvo insistente con algo que está ocurriendo en los Peldaños de Piedra. Una especie de triarquía que cree que se volverá un problema en el futuro. —Viserys bufó y Daemon se apartó. Había terminado.
—¿No lo crees? —inquirió Daemon mientras se volvía a lavar las manos.
—¿Debería? Están acabando con piratas, ¿no es eso bueno? —Se acomodó las ropas con dificultad por el dolor—. Además, pronto será el torneo en nombre de mi heredero...
Oh.
Viserys alzó la mirada hacia su hermano quien se había vuelto a sentar en el banquillo. Temió ver enojo o recibir un comentario sarcástico, pero el hombre conocido por ser fiero estaba tranquilo. Demasiado tranquilo.
—Bueno, después del torneo, creo que deberías atender el asunto de Corlys, hermano.
—¿Por qué debería darle tanta importancia?
—Porque el comercio marítimo puede verse afectado y una guerra es costosa.
El rey frunció un poco el ceño al sentir como si Daemon le estuviera tratando como un niño y no el regente que era. La mirada de su hermano no era la misma del día anterior, era más como la de su padre, Baelon, luego de la muerte de Alyssa.
—Querías hablar conmigo, Daemon —recordó el monarca.
Ante el cambio de tema, el príncipe se irguió y asintió.
—Bien, te escucho.
Daemon inspiró profundo, apartó la mirada y las entrañas de Viserys se asemejaron a un frasco de gusanos frenéticos.
—¿Daemon?
—Viserys, quiero que sepas que lo que te voy a decir podrá sonar a una locura, pero es la verdad.
Esto no le estaba gustado.
—¿Qué hiciste?
La sonrisa irónica y los orbes lilas de Daemon, tensaron al rey.
—Pues...
.
—Alteza, la princesa Rhaenyra la busca —anunció una de las doncellas que acompañaban a la reina.
Aemma cerró el libro que había estado leyendo, se acomodó en el diván y pidió que dejasen pasar a su hija. Por inercia una de sus manos se colocó sobre su vientre abultado. El último intento de su parte para darle un hijo sano a Viserys.
Tan pronto Rhaenyra ingresó a la habitación, la reina se exaltó al ver su mirada. Esa que le daba escalofríos y advertía malas noticias. Sin pensarlo dos veces, Aemma solicitó que las dejasen solas.
—¿Rhaenyra? —llamó con cautela—. ¿Hija?
En ese momento la miraron los ojos violáceos de la princesa.
—¿Es cierto?
—¿Qué cosa, cariño? —inquirió a la vez que estiraba una mano para que se acercara su hija y sostenerle la mano.
—Sobre comprometerme con mi tío.
El corazón de Aemma se agitó al hacer contacto visual con ojos opacos.
—Te lo dijo.
Rhaenyra asintió y la reina se relamió los labios. Debió imaginar que Daemon no se quedaría callado por mucho tiempo. Cuando de Rhaenyra se trataba, el príncipe se volvía más impulsivo que de costumbre. Lo cierto es que Aemma no le había mencionado nada a Viserys y temía la forma en la que Daemon hablaría de ello. Lo único que ella deseaba era presenciar la boda entre tío y sobrina, verlos felices y luciendo las ropas más exquisitas para la ocasión.
—Daemon me propuso matrimonio hoy —explicó su hija. La mano libre la acercó al collar metálico que la reina no le había visto antes—. Dijo que... que quería unirse a mí en una boda valyria.
Las cejas de Aemma se alzaron.
—Y yo dudé, madre. Dudé de su palabra. Me dijo que tú lo habías propuesto, así que...
—Viniste a mí para estar segura. —La princesa asintió—. ¿Y qué opinas?
Rhaenyra no la miró, mas apretó el agarre en las manos.
—Tengo miedo —susurró la princesa.
—¿Miedo?
—De mí. Él no sabe de mis sueños, madre. Tengo miedo de que me deje al enterarse que soy una muchacha normal o que prefiera pasar las noches en la Calle de Seda como cuando estuvo casado con lady Rhea.
La reina atrajo hacia su pecho a su hija y repartió besos en sus cabellos claros.
—Oh, mi niña —arrulló Aemma.
—Quiero casarme con él, madre. En verdad quiero.
—Y tienen mi bendición, hija.
—¿De padre también?
No quería pensar en eso, pues una parte de ella sabía que su esposo no lo tomaría bien.
—Hablaré con él esta noche, ¿de acuerdo?
—Daemon dijo que lo haría.
Internamente maldijo a su cuñado y a la vez oró para que tuviera el tacto suficiente para no enfurecer al rey.
—En ese caso, si él no logra convencerlo, lo haré yo.
Rhaenyra se apegó a ella como respuesta, lo cual significaba que había algo más que quería decirle. La reina esperó paciente, tarareando una canción de cuna que amaba su querida hija y que lograba tranquilizarla cuando tenía sus episodios.
—Daemon quiere que nos casemos mañana.
¡Maldita sea, Daemon!
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¿Y bien? ¿Qué les pareció este cap? *ojitos*
Quise escribir un poco de Viserys ya que en la serie me pareció un personaje desesperantemente interesante. Aquí a Daemon lo siento un poco más maduro que su hermano e intentará ayudarlo a regir, alejando poco a poco a Otto.
El tema con Alicent! Dios! Esa mujer será la bomba una vez termine este pequeño encuentro consigo misma. Me inspiré en esos post que dicen: "Si pudieras decirle algo a tu yo del pasado, qué le dirías?". Obviamente aquí lo estoy llevando al siguiente nivel xD
Y se nos viene bodaaaa jajaja bueno, si Aemma no castra a su cuñado o Viserys no exilia a su hermano LOL Cuál es su apuesta?
En fin, espero les haya gustado. Feliz Navidad (atrasada) y próspero Año Nuevo 2023!! *lanza corazoncitos* Muchas gracias por sumarse a este viaje que será bastantito largo ;u;
Sepan que leo sus comentarios aunque casi no responda TuT Todos los atesoro y me dan ánimos para seguir!
Cuídense mucho!
Beban hasta perderse, que diga, tomen con medida *guiño guiño* Yo me vuelvo Tyrion por estas fechas xD Alejen el vino de mi porque desaparece jojojo
Nos leemos!
AliPon fuera~*~*
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