Pequeño, muy pequeño.
Creo firmemente en que nadie puede verme, nadie puede ver el pánico en mi mente, nadie puede ver la insensibilidad de mi corazón, nadie puede ver la oscuridad en mi alma.
Solo yo escucho los gritos estruendosos en mi cabeza, solo yo puedo sentir el gélido hielo de mi corazón, solo yo veo el aura oscura que rodea mi reflejo en el espejo, un manto proveniente de mi alma.
— Mélia, 13 años de edad.
Encontré estos dos pequeños párrafos en mi antiguo computador, tenía trece años cuando lo escribí y efectivamente, como estas palabras, hay muchas más.
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