nudo (9)
LEILA
—Todo es una pasada —decía Miriam.
Con cada paso que daba por aquellas habitaciones me sorprendía.
Me encontraba junto a mis "«hermanas"» en el salón, después de ver lo de arriba. Rubén fue el que nos abrió para poder entrar, ya que Tina se encontraba trabajando. Al parecer, saldría sobre las ocho porque se despedía de sus compañeras.
Prefirieron cambiar de lugar para ver el sitio donde se celebraría el enlace, a mí no me daba tanta curiosidad ver esa zona. ¿Qué tenía de especial? Bueno, aquel lugar lo habían adornado para ese acontecimiento especial.
Al verlo, entendí el porqué de su interés, aquel jardín no solo tenía arbustos y flores, sino también lazos de colores, etc.
De pronto, Leti se dirigió hasta donde estaban las sillas para los invitados. Pero, más bien, se quedó en un lugar determinado, ahí ella comenzó a caminar despacio por el centro.
—Imaginaos que soy la novia, y que llevo mi vestido rosa y un ramo de violetas.
—Ese ramo de violetas no pega con tu vestido.
—A mí me encantan, y, si algún día contraigo matrimonio con un galán, escogeré esa flor.
Me pareció chistoso cómo contradecía a Mimi. Luego, la sorprendí dando brincos ella sola, parecía Dorothy, la del Mago de Oz, caminando por baldosas amarillas. Entonces llegó al palco o escenario principal.
—¡Qué felicidad! —añadía con entusiasmo.
—Por fin está aquí mi prometido y es, ni más ni menos…
Quedamos intrigadas. ¿Qué nombre escogería?
—¡Justin Bieber, mi amor, si has venido de tan lejos para casarte conmigo!
No pude contenerme, al igual que Mimi. Ambas nos reímos a carcajadas; aquello, a pesar de ser divertido, también sonaba irreal, pero había que estar serenas.
—Me parece que ese chico está fuera de tu alcance.
—No me jodas mi fantasía.
—Leticia Gómez, ¿qué haces ahí vestida de esa forma tan ridícula? Espero que no hayas estropeado algún adorno o lo que sea porque no te dirigiré la palabra.
Miramos en dirección a la joven que regañó a Leti.
—Hermanita, te juro que...…
—No me jures nada —dijo—, eres mayorcita para dar ejemplo.
Enseguida miró su reloj de pulsera y luego nos echó un vistazo.
—Chicas, vamos dentro, todavía faltan muchos detalles que realizar antes de la boda.
Nos condujeron hacia una sala.
Leila y Miriam alcanzaron a ver lo que había en el centro de una mesa: más flores, servilletas de un color en especial, etc.
—Sois las invitadas de mi hermana y podéis quedaros a cenar.
—No quiero molestar —dije.
—Ni hablar.
Al rato de colocarlo todo en su lugar, fuimos a cenar. Rubén se pasó toda la velada mirando a Martina y eso incomodaba a Leti, la misma quien solo se comió el arroz, desechando el postre. Según ella, se le quitó el apetito.
Estuve de regreso sobre las diez de la noche. Me trajo a casa mi amiga; aunque quise agradecerle, ella, como siempre, lo dejó pasar.
Me encontraba en mi hogar, debajo del farol que apenas iluminaba la entrada.
—Leila.
Me di la vuelta y observé el rostro de aquella persona que conocía a la perfección.
—¿Qué haces aquí?, es tarde.
—Lo sé, pero debía aclarar algo contigo.
—No es necesario.
—Ah, me enteré cómo te fue en el partido. Enhorabuena.
—No se ganó, pero gracias.
Hizo una pausa—. Acepté tu decisión; sin embargo, te extraño. No dejo de pensar en lo que vivimos de niños…
—Se quedó pensando cómo proseguir.
...Quizás, en un futuro nos volvamos a ver y podamos recuperar nuestra amistad.
¡«¡Qué vaga esperanza!!», pensé.
—Siempre te recordaré como esa niña flacucha que venía a mí porque tenía miedo de la oscuridad.
—Dejé de ser esa niña, Gael, supéralo. Gracias por todo, pero sigue con tu vida.
Intervine después de oír su carrete de frases. En el fondo, quería convencerse a sí mismo.
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Eran las cinco y media, me fijé una vez miré mi despertador, otra vez oía a mis padres discutir. Aquello era una pesadilla.
Tal vez no quería seguir oyéndolos; además, si seguían así no iba a tardar en buscarme otro sitio donde vivir, lo haría tarde o temprano.
Leía novelas de misterio para escapar de esta realidad que odiaba. A veces, escogía el primer libro de una librería. Aún tenía que ir de nuevo a por cierto libro que me daba a mí que iba a terminar "«devorando".
Otra cosa, rechazaba lo romántico, el típico cliché lo llegaba a tildar como entretenimiento para huecas; y es que prefería existir en un mundo donde todo salga de lo "«normal".».
Estaba decidida a avanzar, a no quedarme a dormir en los laureles ¿Se dice así, no?
Escogí irme en autobús, como acostumbraba a ir a todos lados. Quería que me llevase hasta el chalet, aunque la parada fuera a estar próxima al parque. Ahí dentro comprobé que estaban los mismos pasajeros. Había un extranjero que me miraba de reojo, pero no sé parecía a aquel tipo inglés que resultó agradable, fue al único hombre que le contaba como me iba al instituto. Él jamás llegó a mirarme el escote como solía hacer un vecino, eso fue un punto a su favor.
Bajé con cuidado una vez las puertas se abrieron para mí, además no fuera a estropearse este vestido, que, por cierto , no me costó una millonada, pero sí salió de mi presupuesto. Papá no me daba una paga cada mes. A continuación fui sin prisa, tampoco deseaba sufrir un esguince por culpa de los zapatos de tacón, que había comprado hacía un año y solo utilizaba para salir de fiesta.
Entré después de tocar por dos veces; al parecer, estaban ocupados ahí dentro. Menos mal que Miriam estaba pendiente de si llegaba.
—Chica, ¿qué te ocurrió?
No supe qué responder, aún así, Mimi ya se lo imaginó.
—Tus padres no tenían que haber jodido tu día.
—Qué más da, nada va a cambiar, ellos viven su drama.
Nos quedamos ensimismadas después de pasar desde el pasillo hasta llegar al salón. Ahí estaban los adultos vestidos de etiqueta y de marca; sonreí a pesar de poseer un ridículo vestido de al por menor, aún así, me sentí única, una privilegiada por tener la oportunidad de estar aquí.
Sabía que mi amiga.había escogido su mejor vestido, uno con un escote en triángulo y largo hasta la rodilla, le favorecía porque el color resaltaba más su belleza. Siempre supo encajar, y mejor que yo, en este tipo de eventos. Ella trataba de que perdiera la timidez. Era la hora, el reloj apuntaba en punto y todavía no había aparecido el novio y, aún menos, la novia.
—Sí que están tardando.
—Vamos al jardín. Aquí me pongo nerviosa con tanto desconocido.
A ver si aparece Leti.
—Ya sabemos que vendrá junto a su familia.
—Es cierto.
Unos minutos después, el novio y la familia del afortunado aparecieron por allí. Ya solo faltaba la familia de la novia, que aún no estaba presente.
Mimi observaba cada detalle de la vestimenta de aquellos invitados. No se le pasó por alto un joven atractivo y elegante, que vestía un traje azul y llevaba corbata del mismo color.
—Amiga, ese joven debe ser de nuestra edad.
Tardé en divisarlo, a pesar de que mi amiga lo describió muy bien.
—Me parece que es un pijo más.
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