nudo(17)

-¿Te apetecen churros con chocolate?
-No, me apetece...

Nos fundimos en un abrazo, no nos contuvimos. Se sentía bien estar unida con él. Alguna mirada fue perezosa, además de que seguíamos oyendo el piar de los pájaros. Me gustaba estar ahí frente a él, compartir sensaciones. Dejé que me cogiera desprevenida, él solía ser muy astuto. Era inevitable compartir el sonido de nuestras palabras, que parecían sacadas de un relato. Él llegaba a resultar cursi, creo que interpretaba un papel. Sin embargo, era real que nuestros corazones latían al compás. Me sentí en una posición vulnerable, seducida por un galán. Me resistía, pero él quería salir victorioso de esa afrenta.

Riiiiing. «Joder, ¿qué ha sido eso?». Me levanté confundida y sudorosa, ya que tenía la costumbre de cerrar la ventana por miedo a que entraran bichos.
Decidí ir al baño y caminar hacia la ducha. Corrió el agua y mi cuerpo experimentó esa sensación de calma, me sentí mejor.
¿Por qué lo tenía presente?
Después de desayunar tostadas con mantequilla y tomar zumo de piña, me preocupé de saciar mi curiosidad viendo alguna noticia y, para terminar, el pronóstico del tiempo. Seguiría ese calor. Así que me arreglé, quería llegar puntual al trabajo. Solo me quedaba una semana más. Luego, tendría que buscar otro empleo. Era una aventura que debía enfrentar ahora que quería ser independiente. Mi amiga Leti me había comunicado que hacían falta mujeres para la limpieza, pero sabía que no ofrecían un contrato indefinido. Es decir, si no me quedaba más remedio, aceptaría; pero la idea era que no me pagasen un sueldo miserable.

Luisa me estaba esperando. Tras mi llegada, se fue. Me dejó sola con el negocio. Tenía que realizar alguna compra en el supermercado e ir a la farmacia. Ese día terminé muy agotada. Primero, estuve limpiando las estanterías para reponer los productos; luego, atendí a un cliente que no sabía decidirse por un champú y que al final se llevó un gel de baño. Recibí un mensaje de Mimi cuando terminé:
Mimi: Esta noche es la cena. Según Leti, es una trampa.
Leila: No sé, este chico es atrevido. Un día, Leti me dijo que no lo evitara, que le diera una oportunidad de conocerlo. Otro día, me dijo lo contrario.
Mimi: Ahí radica todo, Víctor va detrás de ti. Menuda artimaña la de invitarnos a cenar a ambas.
Leila: No me apetece salir esta noche.
Mimi: Ni a mí. Tranquila, ya vemos cómo salir del paso.

No sabía qué ponerme, elegir una prenda a esas horas no era una tarea sencilla.

Aún tenía presente ese sueño a pesar de lo ridículo que parecía. Fue extraño verme ahí junto a él compartiendo más que un abrazo. Reí solo por el hecho de que pudiese tener ese tipo de sueños.

Miriam me esperaba apoyada en su coche. Su Renault Clio era de segunda mano, pero le servía por el momento. Sobre todo, para ir a cualquier lugar que no fuera el instituto. No sabía cómo se había costeado las prácticas de conducir. Quizás su padre la había ayudado.

-¿Piensas que con vaqueros y una camisa conseguirás impresionar a Víctor?

-No sabía qué ponerme y no quiero impresionar a nadie.

-Amiga, a un restaurante de pijos no puedes ir así. Ok, vamos a mi casa y te presto algo.

Aparecimos unos minutos más tarde de la hora. Él estaba allí charlando con un camarero. Nos quedamos un rato observándolo. Como espías podíamos ganarnos el sustento.

-Se nota que su atuendo le debe de haber costado un dineral.

-Es un pijo, es normal que vista de marca.

-Lo que no se puede obviar es que está bueno. ¿Sabes?, dentro de poco recibiré una llamada.

-¿De quién?

-Ya lo sabrás a su debido tiempo.
Salimos de nuestro escondite y avanzamos hasta la barra. Víctor sonrió al vernos aparecer por fin.

-Está claro que las mujeres son impuntuales.

-Por algo será.
Miriam tenía que añadir la puntilla a todo, no podía quedarse sin decir lo que pensaba. Me hubiera gustado tener ese descaro en algunas situaciones que viví.
Nos sentamos en una mesa que estaba en una esquina. Todo estaba impecable y seguro que el camarero vestía elegante. Todo iba en concordancia, nada saldría del orden.

-Gracias por venir, os confieso que temí que a última hora alguna de las dos me diera plantón -dijo Víctor.

-Ah, sí, la verdad es que lo pensé. Mi amiga no sé -dije.

-¿Pedimos algo de tomar? -Miriam preguntó interrumpiendo.

-Va, está bien -añadi.

-Cuidado, no podemos hablar como siempre -siseó Miriam.
Suspiré para mis adentros, no sabía qué iba a salir de todo eso.

-¿Qué van a pedir? -El camarero tendría al menos unos cincuenta años. Se reflejaban sus canas.
-Agua. -Fui la primera en pedir.
-Vino. -Víctor estaba seguro de lo que quería.
El camarero lo apuntó y se fue.
-Podéis pedir algo más. Invito yo.

-No tomamos, yo al menos tengo que llegar pronto a casa.

-No hablo de alcohol. -Hizo una pausa y continuó-: Leila, me enteré de que buscas empleo.-Eso solo lo sabían ciertas personas, ¿quién le había informado?-. Eso está bien, estoy seguro de que lo encontrarás.

-¿Y se puede saber cómo sabes eso? -preguntó Miriam.

-Pues... No se puede esconder algo así. Últimamente voy a casa de los padres de Tina.

-Vaya, quien te lo dijo fue Leti.
Él lo negó con un movimiento de su dedo.

-¿Entonces?

-Quedaos con que me informaron, y ya está.

-Fue tu primo.

-¿Pedimos el primer plato? -Quiso cambiar de tema.
Miriam estaba harta de que el joven se hiciera el misterioso. De repente, sonó su móvil.

-Perdona, me están llamando.

VÍCTOR

No me importó que se alejara un instante, de ese modo podía estar a solas con quien quería.

-Puedo ofrecerte mi ayuda

-¿Qué?

-Que si quieres puedo contactar con algunos amigos y recomendarte.

-No te molestes.

-Para nada, sería un placer.
No me gustó esa frase, la repetía mucho.

-Prefiero buscarlo por mis propios medios.
Me quedé mirándola, era tan hermosa...

-Lo siento, tengo que irme. Bueno, nos tenemos que ir -interrumpió Miriam.

-No entiendo, ¿por qué?

-Mi novio ha tenido un percance.
Observé que Leila casi se atragantó con el agua.

-Espero que haya salido bien.

-Sí, con un esguince y un ojo morado. Siento tener que irme, pero él...

-No pasa nada.
Nos levantamos de la mesa, ellas estaban decididas a abandonar el restaurante, cuando oí la melodía de ese móvil.

-Perdón, me llaman de nuevo.

-No sabía que tu amiga tuviera pareja.

-Ni yo. -Leila metió la pata. Ahora todo cobraba sentido-. Me acabo de enterar. Ella es muy reservada. -Quiso arreglar su metedura de pata, pero ya era tarde.

-Es raro que suelte que tiene novio como si nada y tú no lo supieras.

-No tengo por qué saber... -No encontró qué decir.
«Ahora entiendo todo». Sospechaba que su amiga era muy traviesa, estaba claro que mentía. Iba a seguir el juego.

-Buenooo, mi chico está fatal. Ahora le ha dado un dolor en el costado.

-De acuerdo. Podéis iros.

-Gracias.
A mí poco me importaba lo que hiciera esa joven tan atrevida, pero iba a buscar la forma de volver a ver a Leila.

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