Colorín colorado, este cuento, no ha terminado
- Joven amo, todo está listo ‒dice el mayordomo tras entrar en la habitación, asiento.
- Nos vemos pronto ‒él me sonríe antes de salir, me arreglo el saco antes de hacer lo mismo, él acompañaría a su hermana al altar.
- Que guapo mi hijo ‒mi madre me sonríe cuando me ve llegar, beso su mejilla y me coloco en mi lugar, me giro en espera de la novia, veo a Bastián y le sonrío, él asiente mostrándome su dedo pulgar en aprobación. Me giro para ver al pasillo y cuando la música suena, siento la emoción golpearme cuando la veo comenzar a caminar hacia mí, no puedo evitar la cara de estúpido que se forma en mi rostro, a pesar del velo, puedo ver una gran y hermosa sonrisa en su precioso rostro.
- Cuídala mucho ‒dice Theo cuando coloca la mano de Ly en la mía.
- Con mi vida ‒él asiente complacido, besa la cabeza de su hermana y se retira a su lugar junto a Bastián y la emperatriz, ella estaba más que feliz por nuestra unión. Mi hermana le extiende el ramo tras darle un abrazo, entrelaza su brazo al mío y nos giramos a ver al sacerdote.
- Hermanos míos ‒comienza a hablar, no podía evitar verla de reojo, y sé que ella hacía lo mismo‒. Ahora, sus votos ‒asiento.
- Yo, Étienne Lefebvre de la casa del barón Foix-Grailly, te tomo a ti Lydie Chevalier como mi esposa, para amarte y respetarte en la salud y la enfermedad, en la riqueza o pobreza, en las buenas y en las malas, hasta que la muerte decida separarnos ‒menciono colocando la alianza.
- Yo, Lydie Chevalier de la casa del duque Marbot, te tomo a ti, Étienne Lefebvre como mi esposo, para amarte y respetarte, cuidarte en la salud y la enfermedad, en la riqueza y pobreza, en las buenas y no tan buenas, hasta el último día de mi vida, porque sólo la muerte podría alejarme de ti ‒susurra colocando mi alianza, le sonrío.
- Ahora, los declaro marido y mujer, puede besar a su esposa ‒asiento alzando el velo, sostengo suave su rostro y la beso con amor y devoción.
- Al fin eres mía ‒susurro suave sobre sus labios.
- Siempre lo he sido Et, y tú siempre has sido mi final feliz ‒asiento de acuerdo.
- Aunque en realidad, aún nos quedan muchos días, este no será nuestro final ‒ella asiente complacida.
- Yo creo que sí ‒nos giramos a tiempo para ver a Bénézet con un arma, todo pasa demasiado rápido pero al mismo tiempo, todo parece ir en cámara lenta.
Bénézet disparando al tiempo que Frank se le echa encima, el dolor, los gritos.
- Suéltenme, se los ordeno ‒la voz de Bénézet resuena por toda la iglesia.
- ¡Lydie!, ¡Lydie! ‒no había nada más que angustia y desesperación en la voz de Étienne.
- Tranquilo, sólo me rozó el brazo ‒se podía oír las quejas del joven príncipe mientras intentaban sujetarlo.
- Gracias a Dios ‒el alivio en la voz del joven barón era evidente‒. ¡Traigan a un doctor! Rápido ‒con cuidado la levanta y camina hacia la pequeña estancia en la iglesia
- Tranquilo Et, estoy bien ‒intentaba tranquilizar a su esposo, no puede evitar sonreír ante esa palabra, esposo.
- Eso va a decirlo un doctor ‒acaricia su mejilla intentando que se calme, hacia presión en la herida, suspira al ver las manchas de sangre en su precioso vestido.
Poco después entra Teo con un doctor, con cuidado revisa la herida y tras asegurar que no es algo de riesgo venda su brazo.
- ¿Lo ves? Estoy bien ‒dolía un poco, pero fuera de eso se sentía bien‒, bueno, estaría mejor si mi vestido no estuviera manchado de sangre y ese príncipe idiota no hubiese arruinado la recepción ‒suspira molesta.
- Siempre podemos reprogramarla, pero tú, nada me importa más que tu preciosa existencia Ly ‒le miraba con tanto amor que no pudo derretirse de amor en ese momento.
- No me voy a ir Et, te amo demasiado para hacerlo ‒habían juntado sus frentes mientras se veían a los ojos.
- Ejem ‒el carraspeo de Teo los saca de su pequeña burbuja feliz‒, será mejor que vayan a casa para que te cambies y al menos, creo que podremos comer, fuera de eso no podrás bailar ni nada ‒ella ríe bajito ante el sonrojo de su hermano, sabía a qué se refería, la noche de bodas, gracias al cielo se había adelantado a ese hecho, si no, habría sido una mierda total.
**********
Cuatro años después...
Lydie veía con total incredulidad a sus gemelas de tres años trepando un árbol como si su vida dependiera de ello, suspira sujetando su espalda, estaba esperando a su tercer bebé, tenía cerca de siete meses, así que seguir a sus hijas era muy cansado.
- Lamento eso mi señora, corren tan rápido ‒se excusa la niñera, Lydie niega porque sabía cómo eran sus hijas.
- Esta bien Mildred, la verdad es que no sé a quién se parecen, de niña era muy tranquila, quizás a su tío o a su padre ‒niega sonriendo con amor.
- Pequeñas ‒se gira al oír la voz de Rosie, atrás de ella venía Teo empujando el cochecito de su pequeño.
- Miren, llegaron los tíos ‒esperaba eso atrajera la atención de sus hijas‒. Teo, se bueno y ayúdame a bajar a esas pequeñas ‒este asiente mientras deja en la sombra a su hijo, con algo de dificultad logró bajar a las pequeñas.
- ¿Y mi hermano? ‒pregunta Rosie recibiendo el abrazo de ambas pequeñas.
- Tuvo que salir a atender unos asuntos, no quería, pero ya sabes ‒asiente en comprensión, hacia un año Bastién le había otorgado el título de Duque Lefebvre, pero ese título venía con grandes responsabilidades.
Pronto su hermano y Rosie se entretienen con las pequeñas, sonríe, habían pasado muchas cosas en esos cuatro años.
Tras el incidente en su boda habían arrestado a Bénézet por su falta, lo habían declarado con una enfermedad mental y había sido recluido en un centro psiquiátrico. Nadine fue declarada absuelta de su matrimonio con él, pero se quedó cerca de la emperatriz porque esta le había tomado mucho cariño.
Así que Bastián había sido nombrado príncipe heredero, y poco después la emperatriz sacó del poder al emperador, siendo ella y Bastián, los únicos regentes.
Tras un año de mi boda, Teo se había declarado a Rosie y tras unos cuantos meses se habían casado, tardaron un poco en lograr quedar embarazados, pero al final valió la pena, su pequeño había nacido hacía unos cuatro meses.
Lo más sorprendente había la decisión de Bastián de casarse con Nadine hacía un año, al parecer era todo con fines políticos, ella lo había planteado así, tendrían un hijo y él podría estar con quién quisiera, lo mismo aplicaba para ello, así que así se había hecho.
Bastián en su estatus de emperador había designado un cambio de título para Et y para mí, ahora éramos Étienne y Lydie Lefebvre, de la casa del duque Foix-Grailly, supongo que al haber rechazado ser duques de Marbot, mi hermano y Bastián habían confabulado para cambiar nuestro estatus, en fin, lo único es que mi amado esposo tenía más responsabilidades y eso implicaba estar fuera al menos una semana al mes, no eran días seguidos pero era una semana que no veía a mi amado.
Cerca de las ocho se fueron, habían ayudado mucho para acostarlas a dormir y darme un momento, con este embarazo me sentía más cansada que con el de las gemelas, me dolía la espalda, los pies y tenía sueño casi todo el tiempo, quizás era peor porque ahora tenía a dos pequeños tornados a diferencia de cuando ellas no estaban.
- Señora, me voy a descansar, ¿se le ofrece algo? ‒Mildred siempre se quedaba media hora después de que las niñas se durmieran por si se despertaban o su señora quería algo.
- No, es todo, gracias Mildred ‒le sonríe, la mujer asiente y hace una pequeña reverencia antes de salir.
Intentaba leer un libro pero sus ojos se cerraban sin poder evitarlo, oye un golpe en la ventana y abre los ojos un poco asustada, con cuidado se pone de pie y se acerca para ver, no veía nada, quizás fue un pájaro o algo así.
Comienza a cerrar las cortinas antes de comenzar a apagar las luces, se acomoda con cuidado en la cama y se abriga antes de bajar la luz de la lámpara de su mesita de noche, comenzaba a quedarse dormida cuando el estruendo de un golpe en la ventana la despertó, esta vez no podía ser coincidencia, traga saliva y saca la pequeña arma que tenía por protección, Et había insistido en que la tuviese e incluso le habían enseñado a disparar.
Con cuidado camina hacia la ventana, su corazón latía rápido, se sobresalta cuando golpean con más fuerza. Muerde su labio y se acerca para abrir la cortina de un tirón, grita con sorpresa y horror cuando ve quién está ahí, traga saliva al ver a Bénézet, parecía fuera de sí, quizás por los medicamentos, no sabía que era pero sus movimientos eran torpes y muy erráticos.
- Mi preciosa Ly ‒vuelve a golpear mientras le llama, la forma en que decía su nombre le causaba escalofríos, pero no de los buenos.
- Por favor, vete ‒alza el arma y le apunta, se movía poco a poco hacia atrás.
- Te ves tan hermosa embarazada, ¿te lo había dicho? ‒traga saliva, ¿acaso creía que era su bebé?‒, déjame pasar cariño, me quede afuera ‒chilla cuando la ventana se abre, se hace para atrás lo más rápido que puede, comienza a gritar por ayuda.
- No te acerques o te disparo ‒su mano temblaba, estaba preocupada de que nadie viniera o de tener que disparar, se contrae al sentir un poco de dolor en el vientre, ahora estaba más que aterrada.
- Mi vida, ¿qué pasa? Soy tu esposo, ¿por qué me apuntas? ‒sostiene su vientre con una mano y evita que la otra mano tiemble.
- Aléjate, de verdad, o te disparo ‒dice con los dientes apretados, le dolía mucho. Entra en pánico cuando siente un líquido bajar por sus piernas, vuelve a gritar por ayuda y a él que no se mueva.
Al poco tiempo entra Mildred, ella dormía cerca del cuarto de las gemelas por si ocurría algo, al entrar grita por el susto, siente que sus rodillas ceden y cae, grita del dolor.
Escucha a la gente correr y de reojo ve que lo someten, Mildred me ayuda a ponerme de pie junto a otro de los empleados, escucho que grita mientras lo sacan de la habitación, alguien sale gritando por el doctor.
- Tranquila señora ‒gritaba del dolor, algo andaba muy mal, lo sabía.
- Mildred, debes salvarlo ‒grito al sentir una contracción, de mi mundo sabía que un bebé de siete meses podría sobrevivir, pero ahí había formas, aquí no y tenía tanto miedo.
- Van a estar bien señora, tranquila ‒escucho que alguien entra, lloraba rogando por su esposo, porque su bebé estuviera bien y porque si algo le pasaba, esperaba que sus pequeñas no sufrieran por sus ausencia.
- Duquesa Lefebvre ‒reconozco un poco la cara del doctor‒, debe mantenerse tranquila, entro en labor de parto ‒siento como comienza a revisar, escucha que el doctor dice algo pero no entiendo muy bien qué o a quién, sólo vuelvo a escuchar pasos apresurados.
- Sálvelo, salve a mi bebé ‒grita tirando de las sábanas.
- Cuando le diga que puje, hágalo ‒asiente muy a penas‒. Ahora ‒ella comienza a pujar, dolía como los mil infiernos, más que con las gemelas.
No supo cuanto tiempo estuvo pujando, sólo que poco a poco comenzaba a quedarse sin fuerzas.
- Ya casi señora, resista ‒Mildred sostenía su mano y limpiaba su frente.
- No puedo más ‒su voz sale baja‒, cuídalos Mildred, confío en ti ‒sentía que su conciencia se iba.
Nada más llegar, Étienne fue informado de la situación, sin más se apresuró a entrar en busca de su esposa e hijo, afuera de la puerta encontró a su hermana y cuñado llorando, sintió que el mundo se le cayó a los pies imaginando lo peor.
- Rosie ‒se apresura, ella alza la vista y se apresura hacia su hermano‒, ¿qué pasa?, ¿cómo está ella? ‒quería entrar de una vez.
- Tranquilo, ella esta bien, estoy llorando porque las gemelas hicieron una pregunta difícil de responder, estoy muy sensible todavía ‒eso pareció devolverle un poco de paz a su alma.
- Mi hermana esta muy débil y justo ahora, el doctor la esta revisando junto al pequeño, esta delicado así que tenemos mucha precaución, por eso estamos aquí afuera ‒traga saliva y comienza a caminar de un lado a otro.
- Háblame de ese maldito infeliz ‒necesitaba distraerse, y ese era el único tema que podría hacerlo en este momento.
- Nadie sabe como entró, por suerte estaba tan emocionado por ver a mi hermana embarazada que no se atrevió a lastimarla, pero el doctor dijo que el estrés ocasionó el parto prematuro, por suerte Mildred no se había dormido y oyó los gritos de Ly ‒Dios bendijera a esa mujer, él sin duda alguna, la recompensaría‒. Guardias imperiales vinieron por él, al parecer será encerrado en otro lado con más protección.
- Deberían ejecutarlo ‒me giro cuando la puerta se abre, veo salir al doctor.
- Duque, me alegra que volviera ‒me acerco a él en dos grandes zancadas.
- ¿Cómo está mi esposa y mi hijo? ‒él parecía muy calmado, quizás porque estaba acostumbrado a esposos angustiados.
- Perdió mucha sangre y casi la pierdo, pero ahora esta bien ‒había sido difícil‒. Su hijo esta bien pese a que es prematuro, pude conseguir una incubadora, sólo lo había oído hablar de ella, provienen de otro continente y un colega tenía una, así que ahora está ahí ‒lo mira esperando que termine de hablar‒, estaré al pendiente de ambos, puede pasar ‒apenas terminó de decir lo último cuando él ya había entrado, se apresuro a la cama, ella dormía tranquila, se veía pálida pero ver su pecho subir y bajar lo que lo tranquilizó, se acerca a la incubadora y mira al pequeño dormir, tenía el cabello negro igual que su amada, coloca la mano arriba y reza porque se recuperé.
Se acerca a la cama y sujeta su mano, sentía tanta culpa por no haber podido estar ahí.
- Hola ‒dice bajo, sin mucha fuerza.
- Perdóname por no estar aquí ‒ella niega suave, él besa su mano con amor.
- No es tu culpa ‒se sentía tan cansada, pero necesitaba hacerlo sentir tranquilo.
- Tienes razón, es culpa de la familia imperial ‒ríe bajo, eso parece relajarlo.
- Te los encargo querido ‒dice antes de caer en la inconsciencia por el cansancio.
Decir que Étienne estaba aterrado con el estado de salud de Lydie era quedarse corto, frente a sus hijos intentaba hacerse el fuerte, mostrarles a sus pequeñas que su madre estaba bien y que sólo estaba algo cansada, también debía estar pendiente de la salud de su pequeño, él parecía más fuerte cada día, se recuperaba de manera favorable, pero Lydie iba muy lento, algunos días dormía todo el tiempo. No fue hasta un mes después que comenzaron a verse mejoras en su salud, estaba despierta más tiempo, comía un poco más y más veces al día.
- ¿Necesitas algo más? ‒ríe ante las palabras de su esposo, por fin había podido salir al jardín, sería una hora o dos como mucho, pero estaba feliz de poder salir de la habitación.
- Por tercera vez cariño, estoy bien ‒aprieta suave su mano, veía a las pequeñas jugar con Mildred, además de una nueva adición, Annabelle, ella se encargaba de Thibault, había tenido un sueño con ese nombre y me había gustado.
- Ly, ¿cómo te sientes? ‒niega ante la pregunta de su hermano recién llegado, esa era la pregunta obligatoria de todos.
- Bien, me siento mucho mejor, ahora, dame un abrazo ‒estira sus manos, su hermano asiente y la abraza suave, había estado aterrado de perderla.
- Hola Rosie, ven también a darme un abrazo y no preguntes ‒ella ríe y asiente obedeciendo, pensar en lo que la muerte de Ly hubiese causado en su hermano y el resto de su familia‒, ¿y mi pequeño sobrino? ‒podía ver que la niñera estaba empujando el cochecito del bebé.
- Cada vez más grande ‒su hermano se apresura a tomarlo y se lo acerca, besa sus manitas.
- ¿Te parece si lo acuesto junto a Thibault? ‒niega suave, le hace una seña con la cabeza para que lo acueste.
- Eso ayudará a que sean muy cercanos ‒ríen bajo, le gustaba esto, podría estar mejor, pero sin duda alguna, la vida era buena, rodeada de su hermano, Rosie y su amado Étienne, agradecía a la vida por haberla puesto aquí.
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