47: Era ella

PEDRI

Había empezado a temblar cuando leí el mensaje de Carla y no dudé ni un segundo en pasar por ella. Desde el momento en que la vi, supe que algo había cambiado. Carla estaba diferente; había una seriedad en su mirada que no recordaba haber visto antes.

Supuse que ella también quería acabar con esta distancia de una vez por todos, hablar, volver a intentarlo, y tal vez esta vez todo salía bien.

Me bajé del coche y me obligué a que mis piernas no temblaran mientras me acercaba a ella. Me tomé la libertad de darle un beso en la mejilla y estar tan cerca de ella hizo que mi corazón se acelerara por su cercanía y por su perfume, su magnífico olor, que podía reconocer a kilómetros de distancia, era imposible de olvidar. Carla era imposible de olvidar; su olor fresco y dulce, un olor suave y despreocupado, pero a la vez con su toque que atrapaba, me incitaba a querer estar más cerca de ella.

Recuerdo una vez que le pregunté sobre qué perfume utilizaba y ella me miró de una forma divertida al contestarme “se lo copié a Taylor Swift”

Pero ella se alejó e intuía el porqué; el lugar donde me había citado lo decía todo. Un lugar secreto donde nadie podía vernos. Ella seguía pensando en ello, que yo la quería para un secreto.

—Hola.

—Hola… —Le tendí el ramo de tulipanes que había comprado para ella—. Para ti.

—Oh gracias —dijo, escondiendo su nariz en las flores, se quedó así por unos largos segundos, pensativa.

De una manera caballerosa le abrí la puerta del coche, y luego entré yo.

Ya tenía un lugar a donde ir, es más, había reservado una mesa en un restaurante a la luz del día. Quería demostrarle que estaba poniendo de mi parte, que ella para mí no era un secreto, que yo quería todo con ella.

—¿A dónde quieres ir? —pregunté, en caso de que ella tuviera otra cosa en mente. Quería satisfacerla.

Carla se encogió de hombros y en mi mente sonreí porque todo estaba saliendo como lo planeé.

—Venga, te llevaré a un lugar.

Puse en marcha el coche; al igual que la radio, íbamos escuchando Taylor Swift porque era su música favorita. Estaba concentrado en la carretera y en Carla. Ella miró la ventana en todo el camino.

Al llegar, el olor a mar me envolvió. Carla dejó de mirar la ventana y antes de que abriera la puerta, me bajé del coche y rápido bajé a abrirla por ella.

—En verdad no es necesario —dijo, pero ya le había abierto la puerta—. Gracias.

Me froté los brazos con ambas manos por la brisa que corría y sujeté la mano de Carla a la vez que cerraba la puerta detrás de ella y le di las llaves a uno de los trabajadores.

Sentí la mirada de personas reconociéndome. Sus miradas puestas en mí y en Carla, los murmullos, y, aunque nos los veía, podía imaginarlo como sacaban sus móviles y grababan a la vez que tomaban fotos.

Ya podía leer los titulares que saldrían mañana: “¡Confirmado! Pedri y Carla Nunier, la pareja más comentada, finalmente se dejan ver juntos de la mano”, “Los rumores eran ciertos: Pedri y Carla Nunier, juntos y muy cariñosos en público”, “Pedri y Carla Nunier confirman su romance, pero los fans temen que afecte su rendimiento en el campo”, podía apreciar las letras en negrita, todos los mensajes que me llegarían y las especulaciones en Internet, todo lo que diría el mundillo de la prensa rosa. Pero en ese momento lo único que me importaba era Carla, estar bien con ella, y aunque me molestaba e inquietaba todo lo que dirían, más me importaba que Carla y yo estuviéramos bien.

Lo estaba intentando y es por eso que no le solté la mano y seguí caminando, repitiéndome en la mente que comentarios de terceros no eran relevantes en mi vida.

Empecé a contarle un poco de mi día, Carla me escuchaba como solía hacerlo, pero esa vez no soltaba uno que otro comentario. La notaba pensativa y algo distante. Su mano bajó la mía; la sentía cercana y cálida, era mi carla.

Me soltó la mano y la miré, encontrándome con su cálida sonrisa.

Llegamos a la terraza y mi intención era muy clara: pedirle perdón, abrirme y dejarle en claro que lo que escuchó ese día en mi casa, lo de que ella era solo un pasatiempo, no era más que una mentira. Una mentira nacida del miedo. Y sabía que si quería recuperar su confianza, tenía que ser sincero; tenía que mostrarle que estaba dispuesto a todo por ella.

—Onditas, antes de que digas algo, necesito pedirte perdón —empecé, sintiendo un nudo en la garganta—. Lo que te hice, mantener nuestra relación en secreto, no fue justo. Tú no te lo merecías.

Vi la sorpresa en su rostro. Sabía que no esperaba que empezara así.

—Pedri...

—Déjame terminar, por favor —interrumpió, sus ojos buscando los míos; me tomó de las manos por encima de la mesa—. Todo lo que le dije a mi hermano sobre que eras un pasatiempo fue una mentira. Tenía miedo… Miedo de cómo afectaría mi carrera, miedo de lo que la gente diría. Pero, sobre todo, miedo de cómo te afectaría a ti y a mí. Y por eso te pido perdón, porque la cague y la embarre arruinando lo nuestro. Y en verdad quiero arreglarlo, como tú quieras, Carla —Deposité un beso en cada dorso de su mano, y dije lo que quería decirle y estaba dispuesto a hacerlo—. Si quieres podemos ir poco a poco…

Sentí cómo sus manos temblaban en las mías, y vi que sus ojos se llenaban de lágrimas.

—Yo también tengo que pedirte perdón —dijo ella, su voz temblorosa—. Fui demasiado imprudente y actué sin pensar. La foto que publiqué de nosotros… y acostarme con Manú… No sé en qué estaba pensando. Estaba tan herida y confundida.

Tomé sus manos con más fuerza, queriendo que sintiera que estaba ahí para ella, que no iba a dejarla sola en esto. Y más cuando sabía lo que ese capullo le había hecho.

Cuando supe de su encuentro con Manú, la noticia me golpeó como un tren. Saber que alguien más la había tenido en sus brazos, que había encontrado consuelo en otro, me dejó una sensación de vacío y traición. Pero, a pesar de todo, no podía odiarla. En todo ese mes que pasamos alejados, me era imposible odiarla y no podía dejar de pensar que por mi culpa y una mentira ella se había ido con otro.

Ella no me había dado ni una excusa y ahí la tenía al frente de mí, pidiéndome perdón por un daño que los dos causamos, pidiéndome perdón cuando ella no me debía nada, cuando yo le terminé de una forma que ella no merecía.

No mentiría al decir que no me dolía, pero la conocía y sabía que Carla era la chica que moría por una historia de amor y la chica que se acurrucaba después de hacer el amor, la que buscaba una confesión de amor y que aquel error no la definía. 

—Eso no cambia lo que siento por ti.

—Fui una estúpida al acostarme con ese imbécil… Yo en verdad lo siento yo…

—No importa….

—Claro que importa, yo debí de respetarte, pero solo pensaba en olvidarte… Por tu estúpida mentira, joder.

Todo había sido mi culpa, si tan solo le hubiese dicho la verdad a Fer. Si tan solo le hubiese dicho que estaba demasiado loco por unas ondas y ojos verdes.

—Ambos cometimos errores.

—Era verdad cuando dijimos que no éramos buenos en esto.

Carla bajó la mirada y sentí cómo sus manos intentaban escapar de las mías.

—Eso no cambia lo que siento por ti. Siempre has sido más que un pasatiempo para mí. Lo has sido todo. —Mis palabras la detuvieron.

Nos quedamos así, en silencio, sintiendo la cercanía que nunca habíamos perdido del todo. Miré a lo lejos, siguiendo su mirada, y vi a una familia paseando por la playa. El padre llevaba a un bebé en brazos mientras la madre sonreía, señalando algo en el horizonte. El bebé reía, y esa imagen me golpeó de una manera inesperada.

Podía imaginarme un futuro así con ella.

—Mira, Pedri —dijo Carla, señalando a la familia—. Se ven tan felices, ¿no crees?

Asentí, observando la escena. No pude evitar imaginarme en ese lugar, con Carla a mi lado, sosteniendo a nuestro propio hijo. Era un pensamiento que nunca había considerado en serio, no a esta edad, no con todo lo que estaba en juego en mi carrera. Pero en ese momento, al mirarla, no podía evitar imaginármelo.

—En un futuro me gustaría tener una familia —dije, sin pensar demasiado, pero con una sinceridad que me sorprendió a mí mismo.

Una familia con muchos hijos. Y la veía a ella a mi lado.

Carla bajó la mirada y me soltó de las manos, asintiendo. Me di cuenta de que algo estaba mal, pero no sabía cómo abordarlo. Nos quedamos en silencio, sintiendo la tensión en el aire. Sabía que no era el momento adecuado para hablar de planes futuros, pero no podía evitar imaginar a varios niños rubios jugando en la playa con una pelota y a Carla a mi lado, sonriendo. Pero aún éramos jóvenes. Mi carrera iniciaba, tenía 19, a nada de los 20, y Carla apenas tenía 18 y una carrera que iniciar. Aún no estábamos listos; Carla no estaba lista para escucharlo, y yo tampoco estaba listo para decirlo en voz alta.

Cambié de tema a temas cotidianos, y en una de esas tocó el fútbol.

Ella no era cien por cierto fanática; aun así siempre que tenía la oportunidad iba a verme y en cada partido, aunque fuera lejos de casa, recibía un comentario de ella que me sacaba una sonrisa. El mundial estaba a la vuelta de la esquina, y no podía evitar sentir emoción al pensar en ello. Pero más que nada, quería que ella estuviera allí, apoyándome, siendo mi fuerza desde las gradas. Lo que había entre nosotros, lo que siempre había significado para mí, lo quería de vuelta.

—El Mundial está a la vuelta de la esquina —le dije y fui sincero al decir—. Me encantaría que estuvieras allí.

Ella se quedó callada, y la forma en que jugueteó con su comida me hizo saber que algo no estaba bien. Su respuesta, aunque intentó ser entusiasta, no fue lo que esperaba.

—Me encantaría estar allí —dijo, pero había un "pero" que se quedó suspendido en el aire, sin ser pronunciado. No podía dejarlo pasar.

Me incliné un poco hacia adelante, buscando su mirada. Y fui directo al grano, como ella muchas veces lo había hecho conmigo.

—¿Podemos volver a intentarlo? —pregunté, queriendo que todas sus dudas desaparecieran. No iba a dejar espacios para excusas, no cuando estaba dispuesto a hacer lo que fuera para que las cosas funcionaran entre nosotros.

Ella bajó la mirada, y vi cómo una pequeña sonrisa se asomaba en sus labios. Algo iba bien, pero sentía que había una barrera que todavía no podía romper.

—Lo entiendo… —le dije, pensando que sabía lo que estaba pasando por su mente. Aún no recuperaba su confianza al 100%—. Te voy a conquistar.

Mis palabras la hicieron mirarme con sorpresa, con la esperanza que le daban mis palabras. No se esperaba que se lo dijera tan directamente; de los dos ella era la que no tenía pelos en la lengua; en cambio yo era el ciego que no aceptaba lo que estaba pasando, pero esa vez yo quería que lo supiera, que entendiera que estaba dispuesto a luchar por nosotros.

Realmente la quería, joder, la amaba y sentía que estaba a punto de darme la oportunidad que tanto ansiaba. Ver esa determinación en su rostro me dio esperanza. Sabía que lucharía por ella, por nosotros. No importaba cuán largo y difícil fuera el camino, estaba dispuesto a recorrerlo. Ver su sonrisa, aunque pequeña y llena de reservas, fue suficiente para hacerme sentir que todo valía la pena. Estaba listo para enfrentar lo que fuera, porque por primera vez sentí que ella estaba dispuesta a dejarme entrar de nuevo, a confiar en mí, y a aceptar lo que teníamos como real.

Iba a luchar por ella; volveríamos a ser ella y yo.

Quería besarla en ese momento, atraerla hacia mí y que todos a nuestro alrededor vean que estaba loco por ella. No me importaba si todo Internet viera cómo besaba; lidiaría con ello, pero no soportaría otro mes sin hablar con ella.

Nos quedamos hablando y lo disfruté. Estaba seguro de que mi mirada me delataba y no me importaba quedar como un tonto enamorado. Era un tonto enamorado.

Después de terminar de comer, quise llevarla a casa. No se lo dije, pero estaba listo para ir y pedirle permiso a su padre para salir con su hija, pero ella insistió en tomar un taxi.

—No te preocupes por mí. Puedo tomar un taxi —dijo, segura de lo que decía.
Vi cómo se tocaba el vientre y me pregunté si algo de la comida le había caído mal.

—Que va. Yo te llevo.

—No te preocupes, en verdad —insistió ella.

—¿Estás segura? No quiero que te sientas incómoda.

—Sí, estoy segura —respondió con una sonrisa—. Te escribo cuando llegue.

Asentí, aunque me quedé con una sensación de vacío en el pecho.

—Gracias por escribirme —susurré, muriendo por besarla.

—Gracias por venir.

No pude resistirme y la besé, un beso en la mejilla, un gesto que esperaba fuera reconfortante. Necesitaba más y ella también lo sentía; cuando me iba a apartar, sentí cómo sus labios buscaban los míos. Fue un movimiento instintivo, natural, que no pude resistir. Nos besamos, un beso lleno de cariño y esperanza, un beso que hablaba de promesas y de anhelos de un para siempre.

Porque ella y yo teníamos un para siempre escrito.
















💌💌💌


























Saber que Carla no me había cerrado la puerta de tener una oportunidad en la cara, me daba esperanza. Habíamos conversado y dicho todo lo que teníamos que decirnos. Aunque todavía no habíamos vuelto del todo, habíamos dado un gran paso y estaba seguro de que en menos de lo esperado regresaríamos a lo de antes y muchísimo mejor.

No podía ocultar la sonrisa que se dibuja en mi rostro. Me dolían hasta las mejillas de tanto sonreír y no pasó desapercibido por mi familia cuando llegué a casa.

—¿Por qué tan sonriente? —preguntó mi madre desde el sofá, mientras tejía. Su voz tenía ese tono curioso que solía usar cuando intentaba sacarme información y vaya que le resultaba, pero primero me hacía el difícil.

—Nada, ma —respondí, pero la sonrisa me delataba. Mi hermano, que estaba en el sofá viendo la tele, me miró, levantando una ceja con expresión burlona.

—Nada, dice el chaval —repitió en tono sarcástico—. Seguro es algo de Carla. Con esa cara de tonto enamorado.

—No es difícil adivinarlo —dijo mi padre desde su sillón, con esa risa de satisfacción que siempre soltaba cuando tenía razón.

—Pedri —dijo mi nombre mi madre y supe que ya sabía de lo que se trataba. Mi sonrisa lo gritaba.

Me acerqué al sofá y me dejé caer junto a mi hermano y mi madre; Fer me dio un codazo en las costillas y yo se lo devolví con un manotazo antes de abrazar a mi mamá.

—Venga, cuenta, ¿qué pasó? ¿Ya le rogaste que te perdone? ¿Ya volvieron?

—Casi, casi —respondí, intentando sonar casual, pero la emoción en mi voz era evidente—. Hoy hablamos y… creo que todo va bien.

—¡Eso! —dijo mi padre, levantando el puño en un gesto de victoria—. Nadie puede resistirse al encanto de un hombre de la familia González.

Mi madre me abrazaba y me revolvió el pelo como si fuera un niño.

—Se te nota en la cara lo feliz que estás.

—Recemos que no la vuelva a cagar —dijo Fer con su tono burlón de hermano mayor.

—Fernando cuida tus palabras —lo regañó mamá con un toque de diversión en sus palabras y agregó mirándome con seriedad—. Pero en serio, Pedri, esta vez no la fastidies.

—No lo haré.

—Tendrás que invitarla a cenar con nosotros —dijo mi madre, guiñandome un ojo.

—Lo haré, lo haré —respondí con una sonrisa, imaginando cómo sería tener a Carla aquí, con mi familia, compartiendo una cena como lo hicimos aquella vez en Tenerife.

Después de un rato de bromas y charla, subí a mi habitación. Me dejé caer en la cama, todavía sonriendo, y saqué mi móvil. Abrí Spotify y busqué la canción "Daylight" de Taylor Swift en la playlist que Carla compartió conmigo. La escuchaba y pensé en Carla, en lo que significaba para mí, en aquel baile en la cocina de la casa de playa, en lo que quería construir con ella.

Carla era el significado de esa canción.

Sin pensarlo dos veces, le envié la canción a través de WhatsApp, acompañada de un mensaje: "Pienso en ti".

Era corto, pero era lo justo y necesario.

Espere su respuesta, y antes de echarme a dormir revise el móvil para ver si ya había contestado. No tenía una respuesta, ni siquiera había leído el mensaje. Me pareció raro, ya que Carla siempre paraba con el móvil pegado en las manos; tampoco había subido algo a sus redes sociales.

¿Dónde estabas, onditas?

Le dejé otro mensaje.

 

Me:

Mañana sale mi vuelo a Madrid
Inicia la concentración

Me gustaría verte antes de irme

¿Puedo ir a verte?

Dejé el móvil a un lado y en menos de un segundo, sonó la llegada de un mensaje. Lo agarré rápido, pensando que se trataba de Carla.

Gavi:

Hermano

¿Pasas a ayudarme con unas cosas?

Quería pasar de él, pero sabía que si me quedaba en mi habitación no dejaría de pensar en Carla y, por más que me encantaba, necesitaba un respiro; además, de seguro Gavi me ayudaba con uno de sus consejos románticos. Sin pensarlo mucho, fui a ayudarlo con su mudanza. Se iba a mudar con Valeria a un piso, solo ellos dos y ya veía que mis obligaciones como chofer seguirán en pie y más fuertes que nunca.

Ayudar a Gavi con su mudanza me hizo pensar que quizá Carla y yo podríamos dar ese paso también, más adelante. Obviamente, primero era recuperar su confianza y ganar la de su familia. Tal vez en unos meses…

De repente, vi a Gavi entrar al coche y escuché cómo cerró la puerta de un golpe que resonó en mis oídos.

—¿Qué sucede?…

—Solo conduce a la casa de ese maldito hijo de puta.

Su tono furioso y a punto de querer golpear a alguien me hizo pisar el acelerador, lo más fuerte que pude. No era necesario preguntarle a quien se refería con "maldito hijo de puta", el mismo cabrón que se estaba saliendo con la suya y nosotros habíamos caído redonditos. Me pregunté si a él también le habían llegado esos mensajes del número desconocido y no dudé en preguntar por más que Gavi pareciera querer golpear al primero que se le cruzara.

Le pregunté qué le pasaba en un semáforo en rojo y el desesperado me pidió que saltara el semáforo, explicándome a gritos que iba a matar a Manú. Quise tranquilizarlo, pero cuando me dijo todo lo que había pasado, yo mismo quise darle unas hostias a ese hijo de puta.


















💌💌💌
















14 de noviembre, 2022

Me desperté con una sonrisa al tener el recuerdo del sueño que tuve. Carla y yo estábamos en la cocina, riendo mientras preparábamos el desayuno. Había un niño pequeño corriendo a nuestro alrededor, riendo y jugando, con las mismas ondas y la misma sonrisa traviesa de su madre. Y aquella sonrisa se desvaneció por la escena que presencié ayer por la tarde.

Dejé de pensar en ello, no sin antes enviarle un mensaje a Valeria y a Gavi, asegurándome que sí podía hacer algo para ayudarlos o ayudarla. Sabía lo importante que Valeria era para Carla, lo que la hacía importante para mí.

Recibí una respuesta de Valeria y aunque no podía verla, podía imaginarme su intensa mirada.

Valeria:

Gracias

Pero no me tengas pena.

Gavi:

No quiere ir a denunciar

No sé qué hacer

No le vayas a decir nada

Se hace la fuerte y odiará si empiezan a tenerle pena.

Así que si quieres ayudar, pregúntale sobre Carla.

De paso te ayudas a ti mismo

Ya había metido la pata.




me:

¿Sabes algo de Carla?

Estaba pensando
en ir a sorprenderla.

valeria:

Claro, necesitan hablar.

Llevale algo rico.

Tiene antojos

La sonrisa volvió a aparecer al recordar a Carla.

Me tuve que ir más temprano de lo que tenía planeado para hacer una rápida e importante parada. Con la valija en el coche, conduje hasta la casa de Carla. El sol ya estaba saliendo cuando bajé a tocar el timbre. Estaba apurado por lo que toqué otra vez, pero seguí sin recibir una respuesta.

Carla seguía sin leer mis mensajes.

Llamé a su móvil, pero sólo escuché su voz para que le dejara un mensaje. No contestaba. Sentí un nudo en el estómago, la sensación de que algo estaba pasando.

El reloj corría, y sabía que no podía quedarme mucho más tiempo. Tenía que estar en Las Rozas para la concentración y aún estaba en Barcelona.

Toque el timbre por última vez y le deje un mensaje.

Me:

Carla, Estoy en tu casa… Por favor, necesito hablar contigo antes de que me vaya. Necesito darte un beso, varios besos.

Ni el leído, ni el escribiendo apareció.

Subí al coche y, con un peso en el pecho, conduje hacia el aeropuerto. Cada kilómetro que me alejaba de su casa se sentía como una sentencia."¿Y si me estaba ignorando?" Traté de convencerme de que tal vez había perdido el móvil, pero el miedo de que retrocedimos varios pasos estaba pensando en mi pecho. Cuando llegué al aeropuerto y subí al avión, supe que iba a ser difícil concentrarme en el fútbol, pero debía de hacerlo.

Llegué a la capital y fingí que todo estaba bien al ser fotografiado al entrar a Las Rozas. A mí lado iba Gavi y él sí notó lo que me pasaba.

—¿Qué pasa, Pedri? —preguntó cuando ya estábamos lo suficiente lejos de las cámaras y flashes.

—Carla no me contesta —Fui sincero.

—Ya lo hará, créeme la conozco. Es su táctica para mantenerte pensando en ella, es más, de seguro los está leyendo y tiene el visto desactivado.

Sonreí; sin duda alguna era algo que haría Carla. Saqué mi móvil y le escribí un mensaje rápido.

Me:

Ya llegué

Sigo pensando en ti

 

El resto del día fue un constante intento de comunicarme con ella. Llamadas, mensajes, audios… Todo en vano. Tenía que estar preparado para el Mundial, pero no dejaba de pensar en ella y en que tal vez estaba pasando de mí.



















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15 de noviembre, 2022

La práctica terminaba, y aunque había dado todo lo que podía físicamente, sabía que no había estado presente del todo. Por más que me repetía una y otra vez que me concentraría, no podía evitar pensar en Carla y lo que estaba haciendo. ¿En verdad estaba pasando de mí?

Después de un partido entre compañeros y de perder, caminaba hacia los vestuarios, soportando los gritos de victoria de Gavi. Él ganaba y no dejaba de restregartelo por lo menos 30 minutos. No estaba de humor y no le seguí el juego.

—¿Sabes algo de ella? —Pregunté, cuando al fin se calló.

Gavi se encogió de hombros y me dio lo mismo que ya sabía.

—No me contesta —dijo, Carla ya me estaba preocupando, ¿y si le pasó algo? —Ya te contestará —añadió, pero ni él estaba convencido del todo. 

Me di una rápida ducha y apenas tuve mi móvil entre las manos, le escribí otro mensaje.

Me:

Te echo de menos. Todo esto no tiene sentido sin ti. ¿Podemos hablar?


No pasaron ni cinco minutos cuando ya le estaba marcando. Quería ser paciente, pero la ansiedad me superaba. Volví a llamarla, y otra vez, sin respuesta. Dejé un audio:

"Sé que estás dolida, y tienes todo el derecho a estarlo. Pero quiero que sepas que estoy dispuesto a hacer lo que sea para que estemos bien. Dime algo, lo que sea…"





























16 de noviembre, 2022

La víspera del amistoso contra Jordania, los nervios por el partido se mezclaban con la angustia por Carla. Le mandé un audio más largo:

Carla, mañana jugamos un amistoso, y después nos vamos a Qatar. Este es el sueño de mi vida, pero no puedo disfrutarlo sabiendo que estamos mal. Solo quiero oír tu voz. No sé cuánto más podré seguir así.

Intenté llamarla de nuevo antes de dormir, pero nada. Otro mensaje de voz:

Este podría ser uno de los momentos más importantes de mi vida, y quiero que estés conmigo. No te imaginas lo mucho que me importas…”













17 de noviembre, 2022

En el avión rumbo a Jordania, la desesperación me consumía.

Carla, sé que he sido un idiota. Lo reconozco. Pero te necesito. Me duele que no respondas… Dime qué puedo hacer para que volvamos a estar bien.”

Dejé varias llamadas perdidas y otro audio:

“Por favor, Carla, dame una señal, cualquier cosa. No me dejes así. Por favor, hazlo por Taylor Swift”

El audio se envió y vi cómo salían los dos palitos al lado del audio. Le había llegado el mensaje, pero no lo había leído. Dejé el móvil al lado cuando vi que el míster entró al vestidor y se dirigió hacia mí; supe que se venía una charla.

—Pedri, quiero hablar contigo antes del partido —dijo en tono calmado y serio a la vez.

Asentí y le presté toda mi atención, sospechando a que iba esta charla.

—He decidido que hoy no vas a jugar el amistoso. Te voy a dejar en el banco.

—¿Por qué? Estoy bien, puedo jugar.

Sabía el porqué, sabía que no podía concentrarme y que mis compañeros junto al míster lo habían notado.

—No dudo de tu capacidad ni de tu físico, hombre. Pero te he visto fuera de foco últimamente, distraído. Es importante que estés al cien por cien, y quiero que tomes este tiempo para centrarte en lo que realmente importa. El mundial está a la vuelta de la esquina, y necesito a todos mis jugadores con la mente clara.

Bajé la mirada sabiendo que tenía razón, el hecho de no saber nada de Carla me sacaba de mi foco y no dejaba de pensar en si me estaba ignorando o si le había pasado algo grave.

—Lo siento, míster… He tenido la cabeza en otro lado, pero prometo que estaré listo.

—Eres un grandioso jugador, una pieza clave en el equipo. La afición lo sabe, tus compañeros lo saben, lo sé yo y tú lo sabes. Confío en ti. Pero a veces, dar un paso atrás es lo mejor para poder avanzar con más fuerza. Aprovecha este tiempo para pensar, para aclarar tus ideas. Y cuando estés listo, saldrás al campo y lo darás todo, como siempre lo haces.

—Gracias, míster. No te voy a defraudar.

En el banquillo las piernas me picaban por ir a jugar con mis compañeros. Pero el míster tenía razón, yo no estaba concentrado y, por más que quería estar en el campo, quería demostrar que podía dejarlo todo atrás, pero la verdad era que estaba atrapado en mis propios sentimientos. Y era mejor dar un paso atrás en un amistoso que en pleno mundial.

Escuchaba el rugido de la multitud cada vez que el balón se acercaba a la portería, pero no podía evitar pensar en la conversación que había tenido con el entrenador y mucho menos dejar de pensar en cómo hacer para dejar de pensar en Carla. Solo necesitaba que me dijera que todo estaba bien. Su silencio me estaba consumiendo, y no importaba cuánto intentara, no podía concentrarme en el fútbol. Estaba aquí, en Jordania, con la selección, a punto de enfrentar uno de los momentos más importantes de mi carrera, pero todo lo que podía pensar era en ella.

El partido avanzaba y yo seguía en el banco, sintiendo el peso de mis pensamientos aplastándome. Quería estar allí, en el campo, quería demostrar que podía con esto, pero sabía que hasta que no resolviera lo que estaba pasando con Carla, no podría dar lo mejor de mí.

Finalmente, el pitido final sonó, y el partido terminó. Mis compañeros celebraron la victoria, pero yo me sentía vacío. No había jugado ni un minuto, y sabía que tenía que hacer algo al respecto. No podía seguir así. Tenía que encontrar la manera de hablar con Carla.














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18 de  noviembre, 2022.

No había conseguido hablar con Carla, intenté comunicarme con su madre, pero su secretaria me dijo que no estaba disponible en ese momento. También conseguí el número de su papá y milagrosamente me contestó, pensé que me daría una respuesta, pero lo único que dijo fue que le había arruinado la vida a su hija y luego me cortó. Le seguí llamando y me llegó un mensaje de su abogado diciéndome que si no me mantenía lejos de Carla me iba a poner una orden de alejamiento.

No la tenía tan fácil.

Estaba pagando por mi gran metida de pata y delante de mí, el mundo me restregaba que, a diferencia de mí y Carla, sí habían parejas felices jurándose amor eterno. Como Valeria y Gavi, ambos dándose un largo beso y apoyando sus frentes al robarse un tonto suspiro.

¿Por qué se despedían como si no se fueran a ver en años?

—Joder, chavales que no se separan por una eternidad —dije, pinchando la burbuja rosada en la que se encontraban.

Seguí con mi camino y me dirigí a embarcarme al avión. Minutos después ya me encontraba en mi lugar con Gavi a mi lado, quien no dejaba de sonreír al ver el móvil.

Sonreí de una manera tan cursi que me pregunté si yo también sonreía de esa forma al estar con Carla.

Volví a pensar en ella. Debía de olvidarla; sino me contestaba, iba a ser una tortura y no quería desconcentrarme del fútbol. Era mi sueño.

—¿Le estás enviando fotos de tu polla a Valeria? —pregunté con las intenciones de cabrearlo.

—Cállate. ¿Por qué no mejor le escribes a esa personita a ver si te contesta de una vez por todas?

Fue un golpe bajo y yo se lo devolví con una colleja.

—Cállate.

Volví a lo mío; le escribí una última vez a Carla.

Sé que quizás no debería estar escribiéndote de nuevo, y que debería entender que pasas de mí, pero no puedo dejar de pensar en nosotros, en lo que tuvimos y en lo que podríamos tener. Tú misma lo dijiste; somos como una canción de amor de Taylor Swift y tú amas a Taylor. Estoy en el avión rumbo a Qatar, y todo lo que puedo pensar es en ti. He cometido errores, lo sé, pero nunca he dejado de amarte. Este mundial significa mucho para mí, pero nada se compara con lo que siento por ti. Solo quiero que sepas que, pase lo que pase, seguiré luchando por nosotros. Pienso en ti cada día, y espero que cuando todo esto termine, podamos encontrar la manera de volver a empezar. Por favor, onditas, dame una señal, cualquier cosa. No puedo soportar la idea de perderte para siempre."

Le di a enviar y puse el móvil modo avión. Respiré profundo, imaginándome que al aterrizar me encontraría con un mensaje de Carla; eso era ni consuelo, pero a la vez sentía una presión en el pecho que me decía que todo estaba mal.

¿Dónde estabas, Carla?

Cerré los ojos para dormir un poco y los volví a abrir; al escuchar a Gavi cantar para él mismo, no pude evitar reírme por lo mal que hacía. Mi amigo se veía feliz y no pude sentir un poco de envidia al verlo y recordar lo muy feliz que estaba con Valeria. ¿Por qué Carla y yo no podíamos ser como ellos?

El tiempo se volvió eterno y descansar no fue una opción. Lo intenté, pero mis pensamientos me mantenían despierto. Habían avisado que ya estábamos a nada de aterrizar; Gavi a mi lado se despertó y al verme me dio unas palmaditas en el hombro. 

—Hermano, no te rayes tanto. Si la quieres, juégatela. Haz algo loco, algo que la deje sin palabras; Carla quiere una gran confesión.

Una gran confesión.

Lo tenía hecho, pero ella no contestaba mis llamadas, ni mensajes, ni nada. Pero que Gavi me lo dijera me dio una pizca de esperanza. El hecho de que ellos dos fueran amigos y se mantuvieran en contacto, me daba la idea de que tal vez Carla se lo había dicho a Gavi.

La idea se instaló en mi mente. Y la loca idea de regresar a España parecía una gran locura. Una locura de amor y una gran confesión. Los nervios se apoderaban de mí cada vez más. No podía concentrarme ni un segundo, y cada minuto que pasaba lo sentía como una eternidad. Debía de acabar con esto.

—Tienes razón. Me la voy a jugar. Pero necesito un plan. —le dije y empecé a contarle lo que iba a hacer.

Aterrizamos en Qatar y ni siquiera me tomé el tiempo de ir por mis maletas.

—Sé que está en Madrid. No tengo la ubicación exacta, pero se lo preguntaré a Valeria cuando la vea. Tú solo concéntrate en llegar. Yo te cubriré.

Antes de que alguien pudiera notar mi ausencia, tomé una decisión que parecía una locura: aborde un vuelo privado de vuelta a España.

Me estaba metiendo en un gran problema, pero no me importaba. También contaba que Gavi me cubriera, tener el tiempo suficiente para aclarar todo con Carla y tomar un vuelo de regreso al mundial.

Al aterrizar en Madrid, lo primero que hice fue revisar mi móvil. Ni una señal de Carla y ni un mensaje de Gavi. Lo llamé y no contestó, lo intenté tres veces y en ninguna lo hizo. El tiempo corría y no podía permitirme esperar más. Con el corazón en la garganta, decidí optar por un plan B y le escribí a alguien que supuse debía de saber su dirección mientras me montaba en el coche de un amigo de mi hermano.


Me:

Hola, Bruno

Necesito saber dónde está Carla.

Es urgente

Bruno:

¿Y tú quién eres?

Me:

Pedri


La respuesta de Bruno no tardó en llegar.

Bruno:

En su apartamento en Madrid. Se está escondiendo allí.

¿De quién se estaba escondiendo? ¿De mi? Lo importante era que estaba en su apartamento, Eso ya lo sabía, pero donde estaba. Carla nunca me dijo la dirección.

Me:

Sabes la dirección.

Esta vez se tardó un poco más en contestar.


Bruno:

Dirección

Me:

Gracias

Le indicaba al amigo de Fer la dirección y las calles de Madrid pasaban como un borrón mientras me repetía en la mente todo lo que le diría, lo que iba a hacer.

Cuando llegué al edificio, entré como si fuera alguien que viviera allí. Mis pasos resonaban por el pasillo desierto. El corazón me latía con fuerza mientras se acercaba a la puerta. Tenía en mis manos unas hojas, un plan improvisado que me recordaba al famoso videoclip de "You Belong With Me," pero esta vez con la letra de "Daylight" escrita en ellas.

I don't wanna look at anything else now that I saw you
(I can never look away)
And I don't wanna think of anything else now that I thought of you
(Things will never be the same)
I've been sleeping so long in a twenty year dark night
(Now, I'm wide awake)
And now, I see daylight (I see daylight), I only see daylight (ah)

Toqué la puerta con suavidad, esperando alguna señal desde el interior. El silencio me golpeaba por dentro; cada segundo que pasaba me hacía sentir más impaciente, más inseguro. Volví a tocar, esta vez un poco más fuerte, intentando asegurarme de que Carla me escuchara.

El corazón me latía con fuerza, y por un momento, el miedo a que ella no me abriera comenzó a apoderarse de mí. ¿Y si no quería verme? ¿Y si había decidido no darme otra oportunidad?

No había respuesta.

Respiré hondo y me dije a mí mismo que Carla no podía hacerme eso, que ella nunca me dejaría, y con esas palabras en mi mente, volví a tocar la puerta, cuando de repente escuché un ruido leve al otro lado de la puerta…

Era ella.


















































Xoxo. Soy yo de nuevo

Solo queda un último capítulo y ya.

Que opinan al respecto de todo esto.

Espero les haya gustado el capítulo

🩷💛

Ig: ancovi12
Tiktok: ancovi12

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