28: Conozco lugares
13 de agosto, 2022
Sabía que ir a Madrid era la mejor opción para mí y mi futuro, pero por otro lado estaba Valeria. No me perdonaría jamás si algo le pasaba, y también estaba el hecho de que mi corta estancia en la capital no había sido la mejor de todas; era como si el destino me gritara en la cara que debía de quedarme en Barcelona o al menos por un tiempo.
Ya había tomado una decisión, me quedaría. Minino 6 meses y máximo 12, luego me iría como lo tenía planeado.
El problema era cómo se lo decía a mis papás. Ya habían llegado de viaje y no se tomaron muy bien ver que seguía en casa; me regañaron y volvieron a regañarme cuando les dije que Valeria se quedaría a vivir con nosotros.
Había quedado con las chicas en ver el partido, aunque más estaba viendo mi móvil, viendo en Internet cómo decirle a mis padres lo de quedarme en Barcelona. Otra razón más y un problema era que no quería ver a Pedri, le había ignorado sus mensajes y dejó de escribirme al segundo día.
—¡¡¡¡GOOOL!!!!
La grada saltó en un grito y yo del susto dejé caer el móvil al piso. Me agaché a recogerlo, sintiendo el temblor de los saltos y la bulla a mi alrededor.
Al levantarme todos celebraban y yo, perdida en mi problema, volví a mirar la pantalla de mi móvil. Sin tener una solución, miré al campo y Gavi se le subía en la espalda al que reconocía como al señor perfectamente maduro, antes llamado bananin.
Decidí pasar de ellos y concentrarme en pensar en que decirle a mis padres. No se lo tomarían para nada bien, pero yo era su princesita y al menos no me repudiarían; elegía creer que me iban a apoyar.
Dejé de pensar en ello y le escribí a Ester. Se había ido de la ciudad apenas la dieron de alta en la clínica. No podía evitar sentirme mal por ella. Hasta le ofrecí hogar en mi casa, pero ella declinó y se fue de vuelta a Madrid.
El chat de las cuatro volvió a estar muerto.
Cuando el partido terminó, Valeria y yo fuimos a buscar unos perritos calientes, mientras esperábamos por Gavi. Habíamos venido con Aurora y su novio.
—¿Desde cuándo salen? —pregunté mirando a Javi y a Aurora.
Solía ser una persona muy sociable y esa no fue la excepción. Además, se les veía tan bien juntos que moría por saber su historia de amor y así suspirar enamorada.
—Ya cinco años —respondió Aurora mirando a Javi quien pasaba uno de sus brazos por los hombros de su novia, abrazándola y dándole un beso en la frente.
Suspiré.
—Ostras, pues, a por más años —Aplaudí para ellos, viendo cómo ellos se daban miradas de amor.
Javi fue a por los perritos calientes, mientras Aurora y yo nos quedamos conversando.
—Necesito saber la historia —Le hice saber.
—Yo también la quiero saber, no me la has contado —dijo Valeria.
—Pues nos conocimos desde peques y…
No empezó ni terminó de contar, ya que Javi vino diciéndonos que los hot dogs se habían acabado. Me quedé con ganas de saber la historia, pero sabía que un día de estos, Aurora me lo iba a contar.
Caminamos hasta el estacionamiento donde Gavi nos alcanzó. No pude evitar reírme al ver la cara de Gavi tratando de buscarnos. Era como si estuviera cabreado y asustado a la vez.
—Aquí —Le hicimos saber.
Vino a nuestro lado y besó a Valeria y la atrajo en un abrazo. Los miré con los ojos entrecerrados y luego sonreí cuando la mano de Gavi me agarró y me atrajo hacia él, uniéndome en el abrazo.
Me gustaba eso de él.
A ambas nos dio un beso en la mejilla y preguntó por su hermana.
—Con Javi, procreando a tu sobrino —Apenas lo dije, la cara de Gavi fue de completo asco.
Me reí con ganas al verle el rostro.
—Carla, no me hagas tener esas imágenes en mi cabeza, por Dios.
—Solo bromeaba.
—Se han ido a ver palomitas de maíz —Le hizo saber Valeria, aguantándose la risa.
Champiñón puso los ojos en blanco porque ambas nos empezamos a reír de su cara.
—No es para tanto.
—Es que hiciste esta cara —Empecé a remedarlo, fingiendo arqueadas.
Mi actuación debió de darle gracia, ya que empezó a reírse. Bromeamos entre los tres, y el pesar de una mirada me hizo mirar hacia otro lado. Ahí estaba él, diciéndome con la mirada que lo siguiera.
No quería seguirlo, pero el enojo que sentía se desvanecía al verlo.
Lo seguí, excusándome con un "iré al baño".
Pedri me esperaba detrás de una de las columnas, lejos de la vista de cualquier chismoso. Un perfecto para nuestra relación en secreto.
Intenté hacerme la fuerte, mantener la compostura, pero sus labios sobre los míos fueron mi perdición. Le devolví el beso con la misma desesperación y mi cuerpo incitaba a desnudarlo y dejarlo que me desnudara, pero no podía.
Un beso no solucionaba nada, pero los suyos me hacían creer que todo iba bien.
—Debo de irme —Lo fui empujando—. No es el mejor lugar y me están esperando.
No sé cómo me zafe de él, la pequeña conversación que tuvimos me dejó en un gran trance y no fue hasta que seguí con mi camino y me encontré con Fer que salí de mi encanto.
—¿Has visto a Pedri? —me preguntó.
—No —mentí y seguí con mi camino hasta llegar al coche de Gavi.
—Al fin llegas.
—Había cola en el baño —mentí y tomé asiento junto a ellos—. ¿Por cierto, cuando sacas el carnet?
Gavi me enseñó su dedo de enmedio como respuesta.
Las cosas en casa eran incómodas. Mis padres me estaban esperando. Le pidieron de una manera “amable” a Valeria que nos diera privacidad y cuando estuvimos solos, fui la primera en hablar.
Era mejor ir directo al grano.
Estábamos sentados en la mesa de la cocina, mis padres charlando sobre su día, mientras yo trataba de encontrar las palabras correctas. Finalmente, respiré hondo y solté la bomba.
—Papá, mamá, he decidido que me tomaré un año sabático.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Mi madre soltó un “oh, my God” y mi padre me dio una mirada que nunca antes me había dado.
—¿Qué? —exclamó mi padre, su voz subiendo de tono—. ¿Estás bromeando?
—No, no estoy bromeando —dije—. Necesito un tiempo para mí —intenté explicar.
—¡No puedes simplemente dejar los estudios! —mi padre estaba visiblemente molesto—. ¿Y todo el esfuerzo que hemos hecho para que puedas estudiar en Madrid?
—Lo sé, y lo agradezco, pero siento que necesito este tiempo —respondí, sintiendo las lágrimas quemando en mis ojos.
—Esto es inaceptable, Carla. No te vamos a permitir que arruines tu futuro así —mi padre golpeó el mueble, frustrado.
—Lo he pensado mucho y en verdad… —dije, intentando mantener la calma y no llorar.
—Esto no es una discusión, Carla. Vuelves a Madrid y empiezas la facultad. Punto —mi padre cruzó los brazos, concluyendo la conversación.
—He tomado una decisión —Me mantuve firme—. Papá, mamá, espero me puedan entender y apoyar.
Sentía el peso de su decepción. Pero no podía irme y abandonar a mi hermana. Necesitaba verla bien. Además, no era que iba a abandonar mis estudios, solo sería por un semestre.
—¿Y qué se supone que harás?
—Seguiré con mis redes, me va bien.
—Carla, cariño… —Mamá iba a decir algo, pero papá lo interrumpió.
—¿Lo haces por ese futbolista?
—Claro que no.
Lo hacía porque no quería ir a otro funeral.
—No quiero verte de vaga, Carla Elizabeth —dijo mi padre dándome una advertencia antes de irse y dejarme a solas con mi madre.
—Te ayudaré con los de tus redes, cariño —Acarició mi brazo y me dio una palmadita junto a una sonrisa que buscaba consolar.
Me fui a mi habitación y le mentí a Valeria diciendo que se lo habían tomado bien. Nos quedamos viendo Gossip Girl y hablando al respecto, hasta que se quedó dormida.
No pude conciliar el sueño y estuve pendiente en tiktok. Mi For You estaba lleno de un video de Pedri; él había metido el gol ganador y yo me lo había perdido.
"¿A quién le dedicó el gol Pedri?" Decía el buscador.
¿A quién?
Vi el video completo y el corazón dio un vuelco a ver lo que había hecho. Conocía esa sonrisa, conocía ese movimiento a la perfección. Era lo que hacía al jugar con mis ondas.
No dudé en escribirle.
Me:
🔗pedrigonzalesdedicacion.tiktok.com
↪︎¿Lo has hecho por mí?
Pedri:
Da igual
Me:
Lo has hecho por mí
↪︎contesta
Pedri:
Me acordé de ti
Me:
Supongo que gracias
Pedri:
No lo vistes.
Me:
Estaba perdida en mis líos.
Pedri:
Que pasa
Sabes que puedes confiar en mí ¿verdad?
Me:
Lo sé
Pero seguirás
pensando que soy
una inmadura
Pedri:
No iba en serio
Onditas
😔🥺
Me:
Me hiciste sentir mal
Pedri:
No era mi intención
Lo siento
Me:
Te lo diré
De igual forma, te enterarás.
Me quedo en Barcelona
Me tomaré un año.
Pedri:
¿Qué?
Pero si estabas emocionada
Me:
Solo cambié de opinión y ya.
Pedri:
¿Solo es eso?
Me:
A mis padres no les
gusta la idea
Pedri:
Te entenderán
Me:
Están furiosos
🥲
Pedri:
Ya los conveceras😉
Apagué el móvil y lo puse en la mesita de noche, me acomodé en la cama y volteé a ver a Val. Dormía a mi lado. Se le veía serena y en paz. Me acerqué y le di un beso en la mejilla, susurrándole un dulce sueño.
—Pablo… —susurró adormilada, abrazándome.
La abracé, esperando que mi móvil sonará y que sea un mensaje de Pedri diciéndome “Me alegro de que te quedaras”.
Me quedé dormida, esperando.
💌💌💌
14 de agosto, 2022.
Contarle mis desgracias a Bruno había sido mi plan de la tarde. No lo había planeado y no dudé en aceptarlo cuando recibí su mensaje. No tenía nada que hacer e ir a dar un paseo mientras comíamos helados no sonaba tan mal.
—Así que te asustaste.
—Joder, lo entendiste.
—Le tienes miedo al cambio y no aceptaste no agradarle a esas personas.
—Fueron groseras y el destino se empeñaba en bañarme en agua de mierda, puto charco.
Vivía el recuerdo amargo en mi mente, una y otra vez, llegando a la misma solución. Un año.
Esperé a que Bruno me dijera algo como lo que me decían mis padres, sobre estar perdiendo oportunidades y que en un futuro me iba a arrepentir. Fue raro, cuando Bruno se quedó callado, lamiendo su helado. ¿Dónde estaba su comentario sarcástico?
—No me juzgarás.
—Es tu vida.
—No me dirás —Tosí para prepararme e imitar su voz—. Privilegios de una niña rica.
Se encogió de hombros.
—Carla, literalmente eras la única en ese privilegiado bachiller que competía conmigo por el mejor promedio. Tienes cerebro, aunque parezcas una de esas rubias bonitas y descerebradas.
—Ahhh, es lo más lindo que me has dicho —Sin pensarlo lo abracé, solo unos segundos porque Bruno se puso más rígido que un árbol.
—No sé lo digas a nadie.
—Descuida, soy una tumba.
—Tampoco les digas lo que voy a decirte —Volteé a verlo, curiosa, ¿qué me iba a decir?—. Me alegro de que te quedarás.
Mi corazón dio un brinco. No me esperaba esas palabras y menos de él. Sí, me decían hace un año que iba a ir a comer helados con Bruno, después de terminar el bachillerato. No me lo hubiese creído. Porque él era como Dan de Gossip Girl en mi escuela, siempre detrás de Ester.
Me agradaba, pero no me dirigía la palabra.
—Gracias.
Seguimos caminando y cuando se acabaron nuestros helados, le propuse ir a por un postre. Moría por algo de chocolate y el mejor lugar era esa cafetería que Valeria descubrió cuando éramos unas crías. Se lo propuse a Bruno y él aceptó.
La campana sonó cuando ingresamos al local. Busqué una mesa vacía, pero al mirar la barra vi a Raúl; él también nos había visto y nos miraba con una sonrisa en forma de saludo. No dudé en acercarme, jalando a Bruno conmigo.
—Hola ¿y Val?
Me asomé para mirar si estaba por la cocina, pero no había rastro de ella.
—Es su día libre —contestó.
No me preocupaba, eso significaba que estaba con Gavi. Pero por las dudas le escribí un rápido mensaje, preguntándole si estaba con ella.
—¿Vienen de una…?
Raúl no terminó de formular la pregunta, ya que Bruno se la contestó.
—Venimos de comer helados.
Le conté también mis tragedias a Raúl, solía ser bien parlanchina con personas a las cuales les tenía confianza y estos dos tíos se habían ganado toda mi confianza.
—Me alegro de que te quedaras —dijo Raúl, brindándome el pastel de chocolate.
—Gracias.
Mi móvil sonó y pude respirar tranquila.
El champiñón que se robó a
mi mejor amiga:
Está conmigo
Veremos películas en mi casa.
¿Quieres venir?
Estará Pedri 😏
Aprovecha 😏😏😏
Las paredes son gruesas
Les dejo una habitación 😉😏🫡
Me:
🧍♀️
Guarro
Pero
Voy 😝
Pd: solo somos amigos
Miré a los chicos y pensé en una excusa para decirles e irme. Pensé en algo mejor.
—Oigan. Iré a ver películas en casa de ya saben quien G-a-v-i ¿Quieren ir?
A Gavi no le importará y dudo que a Valeria, y Pedri no los conoce. Así que todo en orden.
Los miré esperando una respuesta.
—Mi turno termina hasta la noche.
—Y yo también tengo que ir a mi curro.
—Ahm, vale. Supongo que me iré, nos vemos luego. Debemos de quedar —Me estiré hacia la barra para besar la mejilla de Raúl, luego me incliné hacia Bruno y me despedí de la misma forma. Un beso en la mejilla.
—Chao.
Salí del local sin dejar de mirarnos; agitaba mi mano despidiéndome; iba caminando de espaldas, viendo que ellos también me miraban y agitaban su mano, sonriendo. Deje de hacerlo al chocar con una mesa. La sonrisa de vergüenza apareció y mantuve la compostura. Al salir del local una oleada de preguntas invadió mi cabeza. ¿Qué estaba pasando?
Los miré por el ventanal y vi como Bruno le tiraba una colleja a Raúl y él se la devolvía con un empujón amistoso. Ambos tíos se percataron de que los estaba mirando y me dieron la misma sonrisa de antes.
Raro.
¿Acaso ellos dos…?
Recordé lo que Pedri me dijo y esas palabras descabelladas ya no eran para nada descabelladas o quizá sí, o no…
¿Yo les gustaba a Bruno y a Raúl?
Pero si Bruno ha vivido los dos últimos años enamorado de Ester, y Raúl, le sonreía de una manera tan linda a Valeria.
No podían sentir algo por mí.
Aunque tampoco los culpaba, era divertida, bonita, inteligente, tan ocurrente y, ¿ya han visto mis ojos? Una obra de arte.
No mentiré al decir que no me emocionaba tantito saber que les gustaba; subía mi ego. Pero yo no sentía nada por ellos, salvo una amistad y no quería perderla; ellos me entendían y se alegraron al saber que me quedaría.
No les iba a dar alas, tampoco es que antes lo haya hecho.
Caminé buscando un taxi, pensando en que hacer para dejar de gustarles. Estaba tan concentrada planeando un plan, que no me aparté de un tío que venía corriendo y chocó conmigo. Mi bolso se deslizó de mi hombro y todas mis cosas cayeron al suelo.
Estaba a punto de recoger mis pertenencias, pero el culpable de chocar conmigo fue más rápido y se apresuró a guardar todo en el bolso.
—Lo siento mucho —se disculpó, devolviéndome el bolso.
Me encontré con una mirada y sonrisa de pena y a la vez encantadora. Una sonrisa de primeras apariencias que ya me había ganado; era guapo.
—No te preocupes, yo iba distraída.
—Eres muy guapa. ¿Te lo han dicho?
Su halago me tomó desprevenida, mantuve la compostura.
—Sí, tú y varios tíos más.
—Las tías con confianza me gustan más.
¿Estaba flirteando?
Nuestras miradas se encontraban y la sonrisa coqueta salía sin pedir permiso. ¿Estaba haciendo algo malo? Andaba en algo con Pedri. No teníamos la palabra definida de lo que éramos, pero estábamos recorriendo el camino de algo serio y lleno de compromiso. No estaba soltera para filtrear con Bruno o Raúl y menos con un desconocido.
Bueno, tampoco es que estaba haciendo algo malo, solo era mi ojo alegre.
—¿Te apetece un café?
—No te conozco.
—Un café para conocernos.
—Tengo planes, lo siento.
—Al menos dime tu nombre.
—No soy una tonta, no le daré mi nombre a un desconocido.
—Escucha, guapa, te tiré el bolso para conseguir una cita. Mínimo podrías darme tu nombre.
Que lanzado.
—Carla Nunier.
—Un gusto ¿Esperas un taxi?
¿Cómo lo sabía?
Asentí sin decir ninguna palabra. Miró hacia la carretera y, alzando el brazo, detuvo un coche. Como todo un caballero, me abrió la puerta y poniendo su mano en mi espalda baja, me dio un suave empujoncito para meterme al coche. Él mismo cerró la puerta y me sonrió a través de la ventanilla.
—Te buscaré en Instagram.
Dio unos golpecitos al coche, me dejó anonadada y se puso en marcha a la vez que el coche. Me quedé pensando en ese tío y en lo raro que había sido todo. ¿Era el destino mandándome otra señal?
Ya había batallado mucho para conseguir a Pedri. No iba a dejar que un caído del cielo venga y pintaron pajaritos en el aire.
—¿A dónde la llevo, señorita?
El taxista me sacó de mi mente y regresé a la realidad. Las películas en casa de Gavi, donde iban a estar Valeria y Pedri, serían lo más cercano a una cita doble que tendríamos los cuatro.
Le di la dirección y me mantuve involucrada en mis pensamientos. Me hice más líos y estuve fantaseando. La vida al fin me había puesto como protagonista, pero vaya trama enredada que me había puesto. Estaba segura de lo Pedri y aunque no me convencía mantenerlo en privado, sabía que temprano lo oficializaríamos, pero por otro lado estaban Bruno y Raúl; debía de hacerles ver que yo solo era una amiga.
El coche se detuvo afuera de la casa de Gavi y ya estaba preparada para fingir no ser nada con Pedri y mostrarnos como amigos cariñosos, para que así Valeria vea la chispa entre los dos. Me pregunté y afirmé que haya algo entre los dos; ella lo descubriría así que yo no faltaría a la promesa que hice con Pedri, y saldría ganando porque mi Val me daría un gran concejo.
—Muchas gracias.
Metí mi mano en mi bolso para sacar mi cartera y pagar por el servicio, pero por más que la buscaba, no la encontraba. ¿Me la había olvidado? No, yo pagué mi helado y luego lo guardé. Seguí buscando, como si el bolso tuviera una capacidad infinita. La cartera no aparecía, al igual que el móvil. Lo único que había era una caja de chicle, un bolígrafo, un protector solar y mi gloss para los retoques.
—No tengo dinero… —Pensé rápido en una solución—. Espéreme un momento, por favor.
Me bajé del coche y corrí rápido a la puerta de Gavi, toque y toque. Nadie abría. Volví a tocar.
—¡Gavi! ¡Abre!
Mis gritos hicieron saber a toda Barcelona de que Gavi vivía ahí.
La puerta se abrió y dejó ver a Pedri. Por su expresión de sorpresa supo que no esperaba verme ahí.
—Me prestas dinero. Se me ha olvidado la cartera y el taxista está esperando, porfis.
—Claro.
Pedri fue a pagarle al taxista y, como era de esperarse, el señor lo reconoció y le pidió una foto junto a un saludo para su hija.
—No sabía que venías —dijo Pedri al entrar a la casa.
—Gavi me invitó. ¿Y a ti?
—Valeria me invitó.
¿Acaso ellos dos?
Mhm, sospechoso.
—Pues al menos será divertido. ¿Dónde están los tortolos?
—En la cocina.
Seguí a Pedri y percibí un olor a quemado. Entré a la cocina y los únicos que se estaban quemando con su fuego lleno de pasión eran Gavi y Val.
—Díganme que no se van a liar en la cocina.
Ambos se separaron al escucharme.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Val, no esperaba verme. Se le vio un poco a la defensiva como si estuviera pensando en que venía a decirle sobre su secreto a Gavi y aunque me moría por hacerlo, tenía miedo.
—Gavi me invitó —dije con normalidad—. Por cierto, huele a quemado.
—Joder.
Valeria había quemado las palomitas de maíz. ¿Quién quemaba las palomitas de maíz?
Bueno, no la juzgo, porque fácil yo también lo haría.
Elegimos una película y quedó una de terror propuesta por mí. Tenía un don de convencer.
La película estaba en un segundo plano. Miraba de reojo a Pedri, quien miraba atento la pantalla. Su mano estaba detrás de su nuca; tenía una expresión relajada y ni una señal de querer agarrarme de la mano o atraerme hacía él para acurrucarme. Solo estábamos con Gavi y Val; ellos no dirían nada y ni siquiera se darían cuenta; estaban perdidos en su burbuja.
Miré hacia los tortolos, Valeria acostada sobre las piernas de Gavi, intentando no dormirse y él, acariciando su cabello, intentando mirar la película sin morir de miedo.
Tal vez si…
Disimuladamente agarré una manta y me cubrí con ella, cubriendo a Pedri también. Por debajo de la cálida tela, mi mano fue a parar en su muslo a la espera de que me diera la mano. Los minutos pasaron y actué por segunda vez. Apoyé mi cabeza en su hombro, esperando que él inclinará su cabeza hacia mí y quizá me abrazara también.
—¿Tienes sueño?
—No.
Me separé de él a la vez que un grito me hizo brincar en mi asiento. El susto no vino de la película. Fue de alguien en esta sala. Agarré el control y le puse pausa, miré a mis lados y me reí.
—¿Quién fue? —pregunté entre carcajadas.
Seguí riéndome, preguntándome ¿Quién gritó como niñita?
Me reí burlándome. Sabía que había sido Pedri, pero también sé que se había unido Gavi.
—Creo que ya es hora de irnos —dijo Valeria, moviéndome. Dejé de reírme—. Vamos a casa.
—Val, te puedes quedar —dijo Gavi.
—Gracias por invitarme a mí también —Qué mal educado era ese champiñón. Aunque al verle la cara, sabía que estaba apresurado por estar a solas con Valeria.
Los apoyaba.
—Tú también te puedes quedar —murmuró Champiñón y miró a mi amiga—. Vamos a mi habitación, Val. Te presto una sudadera.
—Eso es una indirecta para decirle que quieres tener sexo —Valeria se sonrojó al escuchar mis palabras y yo me sonrojé al escuchar la risita de Pedri. Joder.
Miré a la parejita irse y antes de que desaparecieran de mi vista, Valeria no dejaba de lanzarme unas miradas que no entendía.
"Hazme tía" les dije moviendo mis cejas de arriba a abajo.
En mi humilde experiencia con Pedri en el ámbito sexual, sabía que tener sexo te hacía feliz. A mí me hacía feliz y esperaba que champiñón le diera una alta dosis de felicidad a Val.
—¿Quieres seguir viendo la película? —le pregunté a Pedri.
Asintió.
—¿Te flipan las películas de terror?
—Mhm, ¿por qué lo preguntas?
—La has elegido tú.
—Yo solo di una opción y elegimos ver esa.
—Acepté porque pensé que querías verla.
Yo solo mencioné esa película porque pensé que Pedri me abrazaría.
—Sí, me gusta.
Continuamos viendo la película. Las escenas pasaban, el suspenso y la música terrorífica debían de darme miedo, pero lo único que me daba miedo era la incomodidad entre los dos. ¿Dónde habían quedado las risas?
Era como si fuéramos unos completos extraños. Se sentía raro. Estaba segura de lo que sentía; aun así tenía la sensación de que él no.
Miré hacia la pantalla y luego a Pedri; no parpadeaba; estaba metido en la película y su expresión era una pintura de terror.
La música iba aumentando; no sabía lo que pasaría, pero a la vez lo sabía. Algo espeluznante iba a pasar. Se me ocurrió una manera de cortar aquella tensión y darle vida a la película: mi mano se iba acercando a su hombro cada vez que la música aumentaba, Pedri seguía sin parpadear y cuando el grito de la protagonista reventó mis tímpanos, apreté el hombro de Pedri y grité “BOOO”. Tuve la escena perfecta de Pedri dando un grito y saltando; fue semejante al maullido de un gato asustado y saltando hasta el techo.
Los gritos de la película de terror fueron opacados por mi risa.
—Madre mía —Con una mano en el corazón, Pedri respiró tranquilo—. Qué ocurrencia la tuya.
Seguí riéndome, sintiendo la mirada de Pedri en mí.
—Carla —se quejó, diciendo mi nombre— No fue tan gracioso.
—Por poco y te pegas al techo —Imité su salto y continué riéndome. Pedri me miraba cruzado de brazos y con un morrito.
—Veamos si te sigues riendo.
No supe interpretar lo que haría; se acercó más a mí y las risas estallaron cuando sus dedos me atacaron en un combate de cosquillas.
Pataleé y terminé riéndome más fuerte. Caía en el sofá con Pedri encima de mí. Traté de cubrirme, pero él logró meterse por el escudo.
—¡Tregua! ¡Tregua!
Le tiré un patadón y sus dedos se detuvieron. La cercanía de nuestros cuerpos mandó corrientes eléctricas. Sonreí al estar cerca de su boca y no dudé en besarlo, hasta quedarme sin aire, cortar el beso y volver a besarlo. Nuestros cuerpos ya habían estado comprometidos en posiciones similares por lo que como autorreflejo, mis piernas se abrieron y se enredaron en sus caderas. Los besos continuaron junto a frotaciones que robaban gemidos.
—Me encanta que te quedaras —susurró contra mi cuello.
Sonreí y puse mis manos sobre su pecho. Lo empujé de tal manera que quedara yo encima de él. Sonreí y empecé a bajarle los vaqueros y el bóxer. Se veía a primera vista lo excitado que estaba y no dudé ni un segundo en sacar un preservativo de mi bolso y dárselo. Él se lo colocó mientras yo me bajaba los vaqueros y las braguitas. Volví a estar a horcajadas sobre él y cerré los ojos al sentir la punta en mi entrada. Fui bajando, gimiendo y haciendo para atrás mi cabeza.
—Pedri, Ostras.
Me mantuve arriba teniendo el control total de él, moviéndome fuerte como si hubiera una competencia de quien se movía más rápido. Disfrutaba cada segundo de la sensación de estar tan cerca de él. Sus manos se posaron en mis caderas, ayudándome a mantener el ritmo mientras nuestras respiraciones se volvían más rápidas y entrecortadas.
—No pares —murmuró Pedri, su voz ronca y llena de deseo.
Aceleré el ritmo, dejándome llevar por la pasión del momento. Nuestros cuerpos se movían al unísono, cada movimiento lleno de una urgencia desesperada. Sentía el calor de su cuerpo, el latido de su corazón, resonando en mi propio pecho. Pedri arqueó la espalda, gimiendo mi nombre con una intensidad que me hizo temblar. Me aferré a sus hombros, mis uñas clavándose en su piel mientras el placer crecía en oleadas.
—Dios, Carla, así… Sentí cómo su cuerpo se tensaba bajo el mío, alcanzando el clímax. Sus manos se aferraron a mi cintura, sus dedos clavándose en mi piel mientras se entregaba por completo al placer.
Capturó mis labios mientras yo continuaba moviéndome, buscando un alivio que no tardó en llegar. Las sensaciones se intensificaron, llevándome al borde del éxtasis.
Finalmente, con un último movimiento profundo, sentí cómo el placer explotaba dentro de mí, llevándome a un clímax que me dejó sin aliento. Nos quedamos un momento así, jadeando y recuperando el aliento, antes de que me dejara caer a su lado, aún sintiendo la calidez de su piel contra la mía.
They are the hunters, we are the foxes
And we run
Baby, I know places we won't be found, and
They'll be chasing their tails trying to track us down
'Cause I, I know places we can hide
I know places
Sonreí feliz al lado de él, sintiendo una mezcla de satisfacción y ternura. Nos quedamos en silencio por unos minutos, ambos sonriendo y disfrutando de la cercanía, mientras volvíamos a subirnos la ropa interior.
—¿Cómo fue tu día? —pregunté, subiendo mis piernas al sofá y ladeando mi cabeza para verlo a los ojos.
Pedri me sonrió, sus ojos brillando con una mezcla de cansancio y felicidad. Se acercó a depositar un beso en mi frente y su mano jugo con mis ondas.
—El entrenamiento fue intenso. El míster está metiéndole caña porque se viene un partido importante. Todos estamos dando el máximo. ¿Y tú? ¿Qué tal con tus padres?
Suspiré, recordando la conversación que había tenido con ellos.
—Fue difícil. Papá no se lo ha tomado bien, piensa que me he quedado por ti. Fue una conversación un poco tensa, pero al final logramos entendernos mejor.
—¿Le has dicho sobre nosotros?
—No, te prometí no decir nada —contesté—. Pero no es tonto, con lo que dice en Internet y las fotos en donde nos pillaron...
—Bueno me inventan que tengo novia cada segundo que respiro, no puede creer esos chismes.
Pero no era un chisme lo mío y de él, era verdad.
Me encogí de hombros.
—Solo está un poco enojado. Ya se le pasará.
Pedri me miró con comprensión, asintiendo lentamente.
—Es complicado, pero lo importante es que hablen y se escuchen. Al final, es tu vida y tienes que seguir lo que te haga feliz.
Asentí, agradecida por sus palabras.
—Gracias, Pedri. Eso significa mucho para mí.
Nos quedamos en silencio otra vez, pero esta vez, la tranquilidad era reconfortante. Hablar sobre nuestros días y compartir nuestros pensamientos nos hacía sentir más conectados. Con una sonrisa, me acerqué más a él, disfrutando de su presencia.
—¿Vamos a dormir? —pregunté pegando ni mejilla a la suya para darme cosquillas con la sombra de su barba que se estaba asomando.
—Venga.
Nos pusimos de pie y acomodamos el sofá.
—¿Crees que se den cuenta?
—Se la deben de estar montando también.
Espero que sí.
Agarrados de la mano fuimos a una de las habitaciones de huéspedes. Encendimos la luz. Pedri se tumbó en la cama y yo me acomodé a su lado, mirando el techo por un momento antes de girarme hacia él. Observé su rostro relajado, sus ojos cerrados y su respiración tranquila, y de repente, una oleada de deseo me invadió.
¿Por qué era tan guapo y sexy?
Me acerqué un poco más, mis dedos trazando suavemente líneas invisibles sobre su pecho. Pedri abrió los ojos y me miró, una sonrisa cansada pero satisfecha en su rostro.
—¿Qué pasa? —murmuró, sus ojos brillando con curiosidad.
Sonreí y me incliné para susurrar en su oído.
—¿Quieres una mamada?
Mis labios empezaron a acariciar la piel de su cuello.
—Carla, joder. Me vas a matar —su voz era tan ronca.
—¿Sí o no?
Vi cómo su expresión cambiaba de sorpresa a una mezcla de deseo y anticipación. Asintió lentamente, sus ojos fijos en los míos.
Sin decir nada más, me moví para estar entre sus piernas, mis manos bajaron sus vaqueros y bóxer con una mezcla de delicadeza y urgencia. Sentí cómo su respiración se aceleraba mientras tomaba su erección en mis manos.
—¿Cómo te gusta?
...
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Amanecí en una cama que no era la mía, estaba enredada en una sábana y por más vueltas que daba, seguía en la misma enredadera. Alcé la cabeza y busqué a Pedri. No estaba por ningún lado.
Tal vez se había ido a mitad de la noche, “para que nadie lo vea”.
Logré zafarme y quise volver a acurrucarme, pero el sueño no volvió y la pregunta de "¿Qué hora era?" Se quedó pegada en mi cabeza.
Las cortinas no dejaban entrar los rayos del sol, por lo que la leve oscuridad me incitaba a quedarme en la cama y acurrucarme hasta que el sueño vuelva. Pero, al pensar que ya era demasiado tarde, me gritaba en el oído de que me iba a meter en grandes problemas con mi padre sin dar señales de vida.
No me quedó de otra que ponerme de pie. El frío piso me hizo dar un escalofrío. Solo estaba en ropa interior y eso me hizo recordar lo de anoche.
En pocas palabras, me hizo muy feliz.
Encontré la ropa a un lado de la cama, me vestí rápido y entré al cuarto que imaginé era el baño. Lo era. Busqué en los cajones y encontré lo necesario para asearme; una vez lista, salí de la habitación.
El olor a comida casera me hizo agua la boca. Seguí ese olor, imaginándome la delicia que me esperaba en la mesa. El olor provenía de la cocina; entre sin llamar y me encontré con Gavi en la cafetera, Pedri sentando en uno de los taburetes y una señora encargándose de hacer magia con las manos. Podía reconocerla como la madre de Gavi, no la había conocido en persona, pero Valeria me había enseñado fotos de la vez que fue a Sevilla a conocer a la familia de Gavi.
—Buenos días.
Llame la atención de los presentes. Sentía la mirada de los tres, pero la que más pesaba era la de Pedri. No lo miré, por la mera razón de que si lo miraba, la sangre en mis mejillas nos iba a delatar.
Escuché sus “buenos días” y me fui acercando.
—Tú debes de ser Carla —Belén, así recuerdo que se llamaba, me miraba con una gran sonrisa—. Pablito me ha hablado de ti.
“Pablito” mordí mi lengua para no reírme.
—Cosas buenas ¿Verdad?
Miré a Gavi, quien me miraba con una taza de café en mano.
—Sí, que eres una bruja.
—Que eres una gran amiga —le corrigió su madre—. ¿Quieres comer, cariño?
—Sí, claro —Miré de reojo a Pedri; toda su atención estaba en su plato de comida.
Mírame y acuérdate de todo lo que hicimos.
Deje de verlo para enfocarme en mi propia comida. Belén me había servido y se veía demasiado rico. Di un primer bocado y quise comer más. De reojo veía como Gavi dejaba el café a un lado y se metía en la nevera a buscar Dios sabe qué. Mientras tanto, Belén le daba un sorbo al café que su hijo había hecho, hizo una mueca de asco y, sin pensarlo, lo vertió en el fregadero. Rápidamente volvió a preparar otro y lo dejó en el mismo lugar donde Gavi lo había dejado.
—Ma, ¿cómo se preparan las tostadas francesas? —preguntó Gavi, sacando de todo de la nevera, desde yogures y huevos.
—Bon dia.
Escuché la voz de Valeria, volteé y miré hacia la puerta. Mi amiga llevaba su pelo hecho un desastre, como un nido de pájaros; se restregaba los ojos con ambas manos, mientras bostezaba. Sus manos dejaron en paz sus ojos y miró hacia la cocina, sus mejillas se encendieron y la vergüenza en su mirada fue muy notoria. Llevaba solo una sudadera que le quedaba bien grande. Suponía que era la de Gavi.
—Valeria, cariño —Belén, con los brazos abiertos, camino apresurada hacia Val. La rodeó con sus brazos y la apretujó hacia ella—. Que alegría verte, cariño.
Miraba la escena sin dejar de comer. Valeria se sentó a mi lado y Gavi dejó toda la comida de vuelta en la nevera, para entregarle el café que él “había preparado”.
Deje de mirarlos y me enfoque en mi comida, intentando no reírme de lo que conversaban los dos tortolos. Valeria pudo actuar normal cuando su suegra se disculpó para ir a buscar algo arriba.
Terminé el plato de comida satisfecha y me acordé de dar señales de vida a mi familia. No tenía mi móvil.
—Val, ¿me prestas tu móvil?
—Lo he dejado arriba.
Miré hacia Gavi y le pedí prestado su móvil. Me lo dio, pero preguntó acerca del mío.
—¿Y el tuyo?
—Se me ha perdido.
—¿Se te ha perdido? Pero si paras con el móvil pegado a la mano, tomando fotos, grabando videos, ¿cómo se te va a perder? —dijo Gavi.
—Se perdió. Choqué con un tío ayer y el bolso se me cayó; supongo que se me quedó el móvil —contesté restándole importancia.
—Ayer no traías tampoco tu cartera contigo —habló Pedri, dejando de comer para mirarme.
Aún tenía el recuerdo de su cuerpo bajo el mío, sus manos en mis caderas y yo moviéndome encima de su…
Nada de pensamientos sucios.
—Es que esa también se me ha perdido.
—Te lo ha robado —sentenció.
—Tenía cara de bueno. No creo, de seguro se confundió y…
¿Y si lo hizo para volver a vernos? Era su excusa; tener mi móvil y mi cartera.
—¿Y…? —siguió Pedri.
—Nada.
—¿Nada? —preguntó con una expresión, ¿enojada?
—No es importante. —Le resté importancia.
—Te ha robado.
—No, es su excusa.
—¿Excusa?
—Sí, me dijo que era guapa y me invitó a tomar un café.
—¿Le dijiste que sí?
Hostias ya estaba celoso.
—Obviamente no, no soy una bruta. Vine directo acá y me di cuenta de que no tenía mi cartera, ni el móvil.
—¿Y lo dices tan tranquila? Ese tío es un…
—No tenía cara de serlo.
—¿Y de qué tenía cara? —preguntó claramente irritado.
—Era guapo y fue atento. Y seguro que tiene mi móvil y mi cartera, pero lo ha hecho para tener una excusa y volver a vernos.
—¿Escucha lo que dices? —preguntó con un tono de voz de regaño—. Díganle que escuché las gilipolleces que está diciendo.
Volteé a ver a Gavi y Val. Ambos nos miraban como si estuvieran viendo su novela favorita.
—Val, apoyame —pedí.
—Ehm, puede ser verdad, puede que el tío se haya flechado por Carla y lo haya hecho por querer una cita con ella. Mírala; es muy guapa. En los libros pasa.
—Gavi, apoyame —dijo Pedri, mirando a su amigo.
—A mí no me metas, tío —Alzó sus manos en son de paz.
—Lo ves. No seas un exagerado.
—Tú no seas tan ilusa —Su mirada me juzgaba.
—¿Y a ti qué te importa? ¿Cómo si tuviera que darte explicaciones?
Pedri se quedó callado, me sostuvo la mirada como diciendo “sabes que me importa”, “sabes lo que somos". De igual forma yo no le debía explicaciones, no había hecho nada malo.
—Me largo —dijo poniéndose de pie.
—Pues chao, cascarrabias.
Pedri se marchó de la cocina. ¿Eso fue nuestra primera pelea oficial?
Me quedé con un malestar en el estómago y por más que volví a comer, el malestar seguía y se intensificó hasta darme ganas de vomitar. La pequeña discusión con Pedri había sido la gota que derramó el vaso. El agua ya se estaba escapando y el cristal se quebró al llegar a casa y encontrarme con la mirada furiosa de papá.
—Valeria, te puedes ir arriba por favor. Debo hablar con mi hija—Mi padre miró a Valeria, me dio una crisis de nervios al ver cuando sus ojos se posaron en mí y me miró con total seriedad y molestia. Nunca me había mirado de tal manera—. A mi despacho, Carla.
—Buenos días, papi.
—A mi despacho.
Tragué saliva y lo seguí como secuaz obediente.
Papá se sentó en su silla y yo me senté al otro lado. Seguía mirándome con frialdad y me pregunté por lo que había hecho.
¿La Universidad? ¿Quedarme? ¿Mis cambios de planes? ¿Qué hice?
—Me puedes explicar por qué hay una fuerte cantidad de dinero retirado de tu cuenta.
—¿Qué?
Papá respiró para no gritar, hizo algo en su laptop y la volteó para que yo mirara la pantalla.
Podía leer los estados de cuenta y una gran cantidad de dinero retirado el día de ayer.
—¿Qué hiciste, Carla?
—Yo no… Debe de ver un error…
—¿Un error? O te has metido en un jueguito que no quiero saber.
—Claro que no. Debe de ser un error del banco.
—Te doy todo lo que pides, nunca hasta el día de ayer me he puesto a mirar tus gastos, pero esta cantidad, Carla. ¿En qué estabas pensando?
—Yo no…
—Dame la tarjeta.
—Yo no…
—Quiero la tarjeta en el escritorio ahora mismo.
—Pero papá… Yo no…
—Carla
Su paciencia se estaba acabando.
Busqué la cartera en mi bolso; ahí estaba la tarjeta. La cartera, la misma que no encontraba.
—Yo no la tengo.
Ya denme el premio a la más estúpida:(
Xoxo. Pobre Carla :(
No la juzgo fácil sería yo
Los celos de Pedri 🫠
¿Qué opinan del capítulo?
Lxs leo
¿Bruno y Raúl?
Carla y Pedri 🫡🔥
Gavi y Val viendo como Pedri y Carla peleaban:
Nos leemos
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